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SOCIEDAD

Matthew Perry, el eterno Chandler de Friends que superó el infierno de las adicciones y era amado por los fans

Matthew Perry se hizo famoso en la serie «Friends» al encarnar a Chandler Bing. (Foto: NBC)Matthew Perry, en una escena memorable de Friends. (Foto: NBC)Los actores de «Friends» durante el programa especial que grabaron. (Foto: Instagram/jenniferaniston)De izquierda a derecha, Matt LeBlanc, Matthew Perry, Jennifer Aniston, Courteney Cox y Lisa Kudrow en una escena del especial de reunión de «Friends». (Foto: AP/Terence Patrick/HBO Max)

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Las últimas entrevistas que dio Matthew Perry, el actor estrella de la serie Friends que murió a los 54 años, tuvieron el mismo concepto. En cada una de las charlas que dio hubo dos elementos que sobresalieron: por un lado, la superación del infierno de las adicciones que afectaron a su salud; por el otro, el amor de sus amigos, que lograron sacarlo de ahí.

La fama que le dio la sitcom Friends le dio lo malo y lo bueno. El eterno Chandler Bing recibió dinero y reconocimiento, con innumerable cantidad de muestras de cariño que persisten en el presente. También, como siempre ocurre con muchas estrellas de Hollywood que viven al límite, lo hundió en las adicciones durante décadas que le trajeron consecuencias físicas. Varias veces estuvo a punto de morir arrastrado por el consumo.

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A diferencia de otros actores que quedan en el olvido por sus colegas, compañeros y amigos del ambiente, a Matthew Perry siempre lo acompañaron los propios compañeros de la serie que los convirtió en estrellas a todos.

Perry tenía una relación muy cercana con Jennifer Aniston, sobre todo, y era muy cercano al resto, David Schwimmer, Courteney Cox, Lisa Kudrow y Matt LeBlanc. Su verdadera amistad trascendía la pantalla. Durante el último especial que grabaron para recordar a la serie, quedó evidenciado que todos intentaron proteger la imagen de Perry, que no había estado a la altura.

Quién era Matthew Perry, el fanático del tenis que decidió ser comediante

Matthew Perry había nacido el 19 de agosto de 1969 en Massachusetts, Estados Unidos. Con solo un año, se mudó a Ottawa, Canadá, donde desde los cuatro años se hizo fanático del tenis.

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Su sueño era ser tenista. En Canadá trató de ser profesional: llegó a ocupar el puesto 17 a nivel nacional en la categoría de individuales juveniles y el tercero en la categoría de dobles en Canadá. Cuando se mudó a Los Ángeles, lo intentó en los Estados Unidos. “No fue lo suficiente bueno”, dijo, según citó IMDb.

Allí empezaba su carrera como actor, ya que a los 15 años se decidió a actuar. En una recopilación de su vida que hizo Variety hay un dato que anticipaba lo que se venía: a los 14 años, Perry tomó su primera gota de alcohol y a los 18 ya lo hacía sistemáticamente. El abuso de sustancias fue una constante en su vida.

Matthew Perry, en una escena memorable de Friends. (Foto: NBC)
Matthew Perry, en una escena memorable de Friends. (Foto: NBC)

Sus primeros trabajos ya como actor profesional jovencísimo fueron en algunas series muy conocidas de la década del ‘80 y los ‘90 como El Show de Tracy Ullman, Just the Ten of Us, Camino al cielo y Beverly Hills 90210. En el camino, el destino le guardaba una sorpresa.

Cuando hizo el casting para Friends los creadores Martha Kauffman y David Crane hicieron muchos castings para algunos de los personajes. El último que decidieron fue el de Chandler. ¿Por qué?

Porque el actor elegido por los guionistas fue Craig Bierko que, finalmente, rechazó el papel. Cuando se encontraron con esta situación los responsables del ciclo estaban en problemas ya que necesitaban tapar ese bache para el piloto. Entonces convocaron a Perry: era amigo del que se había negado a hacer ese rol.

Así, uno de los mejores comediantes de la sitcom se despachó en la audición con todo lo que ya sabía: él había preparado a su amigo para las pruebas que necesitaba. Perry fue al casting un viernes y el lunes ya estaba grabando su primer episodio.

De ser una estrella al infierno de las adicciones: la complicada vida de Matthew Perry

Desde el primer minuto, Matthew Perry tuvo buena energía con Jennifer Aniston, más que nada. La predisposición para trabajar en equipo se dio en esa sitcom como nunca antes en la historia: el elenco llegó a pelear un sueldo en común para seguir al aire.

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La serie duró 10 años, desde 1994 hasta 2004 y Perry, en esa década también hizo películas. Algunas comedias románticas fueron taquilleras, pero su rol de Chandler Bing fue su trabajo más famoso.

Los actores de "Friends" durante el programa especial que grabaron. (Foto: Instagram/jenniferaniston)
Los actores de «Friends» durante el programa especial que grabaron. (Foto: Instagram/jenniferaniston)

Esa necesidad de estar bien tanto físicamente como mentalmente hicieron mella en su inestabilidad emocional. Al abuso del alcohol le siguió un consumo exacerbado de pastillas, iniciado ocasionalmente para paliar un dolor puntual, que terminó en una adicción incontrolable.

En su libro autobiográfico Friends, Lovers, and the Big Terrible Thing, que sacó hace un año, Perry describió que llegó a tomar 55 Vicodin por día. Para obtener esa medicación derivada del opio usaba estrategias insólitas: simulaba dolores de cabeza para que se las recetaran.

Tres veces en su vida, Perry enfrentó radicalmente su problema. En 1997, 2001 y 2011 pasó por varias clínicas de rehabilitación. Fue tan fuerte su consumo durante un tiempo largo que en 2016 declaró en una entrevista a la BBC: “Hay tres años de Friends que no los recuerdo, entre las temporadas 3 y 6″.

Perry, también, relató que tuvo momentos en los que se recuperó. “La temporada 9 fue el año en el que estuve sobrio todo el tiempo, ¿y adiviná en qué temporada me nominaron a mejor actor?”, comentó.

Tras el fin de Friends, Perry no volvió a tener un éxito. Pero su última crisis de salud lo ubicaron en otro lugar. “Los médicos le dijeron a mi familia que tenía un 2 por ciento de posibilidades de vivir”, contó, en una entrevista con la revista People, sobre el problema en el colon que padeció provocado por la cantidad de analgésicos que consumió en su vida.

De izquierda a derecha, Matt LeBlanc, Matthew Perry, Jennifer Aniston, Courteney Cox y Lisa Kudrow en una escena del especial de reunión de "Friends". (Foto: AP/Terence Patrick/HBO Max)
De izquierda a derecha, Matt LeBlanc, Matthew Perry, Jennifer Aniston, Courteney Cox y Lisa Kudrow en una escena del especial de reunión de «Friends». (Foto: AP/Terence Patrick/HBO Max)

En ese reportaje, también, confió que una vez que superó las adicciones y volvió a estar “limpio”, se dedicó a escribir su historia. “Tuve que esperar hasta estar bastante sobrio para escribirlo todo. Lo principal era que estaba bastante seguro de que ayudaría a la gente”, sostuvo.

Hace muy poco, en una charla con The New York Times, dijo que gastó 9 millones de dólares en superar sus adicciones. La última imagen de Perry en el especial de Friends no fue del todo buena. Sus amigos y compañeros, incluso, dejaron trascender que él se sentía “devastado” por lo que se había mostrado.

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Al margen de ese momento olvidable, su figura siempre quedará en el recuerdo de una serie que duró 10 años. Matthew Perry será para siempre Chandler Bing, el sarcástico vecino que siempre aporta la palabra justa o el gesto ideal para descomprimir cualquier situación insólita, mientras todo el mundo se lo festeja.

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SOCIEDAD

Tuvo polio a los 14 años, no se dejó vencer y ayudó a miles de personas

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«Me hubiese gustado que se escribiera más de lo que se logró a través de la Fundación Par, y menos de mi vida», dice Jacqueline de las Carreras a propósito del libro «Discapacidad en primera persona», recién publicado. Pero ocurre que la historia de Jackie -así le dicen- merece ser contada.

Familia de alcurnia, poliomielitis a los 14 años, tratamientos y una silla de ruedas eterna. Pero nada le impidió estudiar, trabajar, tener amantes, casarse, ser madre, dirigir una fundación. Como adelanta el subtítulo del libro, «Jacqueline de las Carreras: una mujer audaz que transformó su época».

«¿Si me arrepiento de algo?», se pregunta ahora, a los 87 años. «Yo creo que siempre se puede hacer algo más, pero bueno, fue así». Lo que hizo fue un montón. La Fundación Par, que ella resalta y busca poner en primer lugar, brindó talleres, capacitaciones y oportunidades durante 32 años para que miles de personas con distintas discapacidades pudieran conseguir empleos o avanzar en sus carreras.

«Fue un trabajo en equipo, lo que hicimos logró impactar en la sociedad y logró un cambio importante de actitud frente a las personas con discapacidad. Además, influimos en las políticas públicas, y ese fue un gran logro», dice Jacqueline a Clarín.

«Todas las vidas merecen ser contadas, pero hay algunas cuyo impacto potencial en otros puede marcar una gran diferencia. Esta es una de ellas. Es una historia inspiradora, de superación, de resiliencia, que invita a vibrar, a emocionarse, a involucrarse cada uno desde su lugar para ayudar a los demás; a sentir que la vida vale la pena ser vivida, a derribar estereotipos», se lee en el prólogo de Luciana Mantero, autora del libro.

El diagnóstico: un antes y un después

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Jacqueline de pequeña, en un concierto en el Hotel Plaza.

Jacqueline Caminos nació el 14 de febrero de 1937 en Punta Arenas. Su familia -poderosa en lo financiero y en lo político- era dueña de gran parte de la Patagonia chilena y argentina. Su infancia se repartió entre Barrio Norte, Belgrano y el Sur, «entre algodones e institutrices», como dice el libro. Jackie jugaba al tenis, hacía ballet, tocaba el piano, nadaba, patinaba, practicaba equitación, esgrima y golf. Se educaba junto a sus hermanas, en su casa, en inglés.

Fue un sábado templado de abril de 1951 que se empezó a sentir mal. Se despertó con dolor de cabeza y fiebre. Igual se cambió y fue a jugar un partido de tenis, pero estaba tan floja que la raqueta se le caía. Llamaron al pediatra de la familia, que era Juan Pedro Garrahan, y quien les dio el diagnóstico: poliomielitis.

«Para la época en la que Jacqueline se enfermó había un brote masivo mundial, que fue llegando lentamente a Latinoamérica. La polio paralizaba a casi mil niños cada día en ciento veinticinco países alrededor del mundo«, informa Mantero en el libro.

«No podía mover casi nada de la cintura para abajo. Estaba acostada vestidita, en una camilla todo el día, como en una nebulosa de no entender qué estaba pasando. Me llevaban y me traían», recuerda Jackie sobre aquellos primeros días de enfermedad.

Al año siguiente su familia la llevó a Estados Unidos, para atenderse en el mejor centro de entonces, el Instituto de Medicina Física y Rehabilitación, de la Universidad de Nueva York. «Me transformó, porque acá en Argentina, socialmente, el Gobierno, los medios, la gente en general eran un drama con el tema. Lo ocultaban, decían cosas como ‘la lisiadita’. En Estados Unidos eras un ser humano, un ciudadano más«, dice Jackie.

Jacqueline de las Carreras. La polio no le impidió manejar. Jacqueline de las Carreras. La polio no le impidió manejar.

De vuelta en Buenos Aires, intentó hacer la vida de cualquier adolescente, salir, divertirse, ir a bailar. La llevaban sus amigos, la levantaban en andas, la subían y la bajaban del auto. Al terminar el secundario se embarcó en un crucero con sus primos hacia Nueva York. A bordo conoció el primer amor, el médico Bob Sullivan. Luego tendría otro novio en Buenos Aires, Diego Muniz Barreto Bunge, con quien salió dos años. Pero sería con Georgie de las Carreras con quien se casaría y tendría dos hijos, Jorge Y Fernando.

Jacqueline el día de su casamiento con Georgie de las Carreras.Jacqueline el día de su casamiento con Georgie de las Carreras.

El activismo por la discapacidad

A Jacqueline siempre le interesó la discapacidad en su dimensión social, y lentamente se volvió una activista del tema. A comienzos de los 70 formó parte de la Comisión Directiva de la Fundación VITRA (Vivienda, Trabajo y Capacitación para las Personas con Discapacidad). En el 76 le dieron el Premio ALPI, que se daba a las personas con discapacidad que habían logrado superarse y que podían inspirar a otros.

Formó parte de CADIS (Corporación Argentina del Discapacitado), una organización pionera de personas con distintas discapacidades, bajo el lema “Nada sobre nosotros sin nosotros”. Tenían un programa en Radio Nacional: «Derribando barreras». Empezó a viajar a Congresos Internacionales y representó a la Argentina en la primera reunión de la organización DPI, en Singapur. Fue la única mujer que pronunció un discurso en la Asamblea de apertura. Viajó por el mundo para promover cambios. Eran muchas horas de aviones, en las que no tomaba ni agua porque no podía ir al baño.

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Jacqueline en una reunión sobre discapacidad en Singapur. Jacqueline en una reunión sobre discapacidad en Singapur.

Con el gobierno de Raúl Alfonsín tuvo un rol clave para que se abriera la primera oficina del Estado dedicada al tema. Y en 1992 creó Fundación Par, una organización no gubernamental que durante 32 años se dedicó capacitar a personas con discapacidad y a convencer a las empresas de que les dieran una oportunidad; a difundir derechos, investigar y promover políticas públicas sobre el tema, a trabajar con escuelas comunes para que incluyeran a niños con discapacidad, a instalar la idea de que la inclusión enriquece a la sociedad.

«Mi problema no es andar en silla de ruedas, sino observar a cada paso el desconcierto que despierta la persona discapacitada en la sociedad. Es un miedo primitivo, irracional, casi visceral, que obviamente se relaciona con la ignorancia y con temores propios que cada cual reprime. Contra eso hay que luchar sin descanso», escribió hace muchos años.

“A través de su historia, Jackie muestra de qué modo la autodeterminación y la resiliencia de una persona pueden transformar las situaciones más adversas de la vida, y capitalizarlas para convertirlas en grandes aprendizajes”, dice en el libro Constanza Orbaiz, psicopedagoga con parálisis cerebral, dedicada a la educación inclusiva.

«¿Si me queda algo por hacer? Yo creo que ya a mi edad me tengo que dedicar más a mi familia, a mis nietas -asegura-. Y si surge algo siempre voy a dar una mano, porque esa es mi forma de ser, siempre darle una mano a alguien o a algo que lo requiere, eso sí».

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