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Boca se vengó de Quimsa y jugará la final de la Liga Nacional de Básquetbol por segundo año consecutivo

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“La venganza es un plato que se come frío”, señala el refrán. Y Boca Juniors se vengó de Quimsa, de Santiago del Estero, un año después de perder la final de la Liga Nacional de Básquetbol (LNB), el 17 de junio de 2023. La revancha no fue en una definición del torneo, pero la victoria de este martes por 74 a 69 en tiempo suplementario en el estadio Ciudad, de la capital santiagueña, supo bien para el club xeneize. En el quinto y último punto de una semifinal, cerró la serie con un 3-2 y se dio la posibilidad de, por segundo año consecutivo, ir por su cuarta estrella en la LNB.

El festejo, al menos una vez que sonó la chicharra y los protagonistas permanecieron en el rectángulo de juego, no fue tan efusivo como sí el del nutrido grupo de hinchas que acompañó en el norte argentino al equipo que logró poco menos que un batacazo: ganarle al campeón de América en la casa de éste y eliminar al mejor de la etapa regular, que había registrado un impresionante 84,2% de eficiencia (32 triunfos, 6 caídas). Es cierto que ya había derrotado a Quima en el Ciudad en el segundo juego de la llave, pero el conjunto dirigido por Gonzalo Pérez tenía que hacer casi todo bien para imponerse nuevamente allí. Y lo hizo aun sin Leonel Schattmann, una de sus figuras, desde el tercer cuarto, a raíz de una lesión.

El desgaste no le dejó energías para la celebración a un plantel que fue armado para ser campeón pero que a mitad de camino se quedó sin el entrenador Carlos Duro. Al timón lo tomó Pérez, y entonces se dio algo similar a lo que le ocurrió la temporada pasada: Duro reemplazó a Gonzalo García con el certamen en pleno desarrollo y Boca fue finalista. Ahora quiere otro desenlace, con la confianza que insufla haber tumbado al mejor de la Argentina.

Festejo del entrenador Gonzalo Pérez

En el partido Boca fue “torazo en rodeo ajeno”, como refiere el Martín Fierro de José Hernández. Jugó como se debe juga un definitorio de playoffs. No había mañana, como tampoco lo tenía unos días atrás en la Bombonerita, en el cuarto duelo, cuando terminó imponiéndose por 84 a 70. La jerarquía de Marcos Mata, José Vildoza –el mejor base del campeonato, según la LNB–, Schattmann y Leonardo Mainoldi y la energía de José Defelippo y el estadounidense Wayne Langston fueron superiores a la capacidad colectiva y la calidad individual de un Quimsa que no cerrar la victoria en los 40 minutos regulares. Tuvo la última ofensiva, no la aprovechó, quedó 58-58 y luego, en los cinco minutos extras, se desinfló completamente.

Hasta el alargue, ninguno de los equipos se había despegado a más de siete unidades, lo que refleja la paridad que hubo. A falta de 35 segundos en el suplementario, Boca sacó la máxima, de ocho, pero enseguida los dirigidos por Leandro Ramella la limaron hasta tres y pusieron en dudas un éxito y una clasificación que el visitante ya celebraba.

No fue un juego vistoso, sino todo lo contrario. Pero sí entretenido por el contexto. Defensas férreas, al límite; bajos porcentajes de aciertos en tiros de campo –el local encestó 34%, con 5 triple sobre 32 intentos; el visitante concluyó con 37% y 7 sobre 27–; muchos errores en el manejo del balón –15 y 12 pérdidas, respectivamente–, y, con el correr de los minutos, nerviosismo. Un combo perfecto para el que tenía menos que perder, y que ganó. Un triple forzado y sobre la chicharra de Mata y un doble de Langston le allanaron el camino a la victoria, que sentenció desde la línea de libres, más allá de la última arremetida de un campeón vigente que terminó vendiendo cara la derrota en su fortaleza.

La figura del ganador fue Vildoza, con 22 puntos, 6 rebotes y 3 asistencias. Langston terminó con 13 tantos, y Mata sumó 10 puntos, 8 rebotes y 2 tapas. En el perdedor, el pivote Tayavek Gallizzi cerró su planilla con 15 tantos, 14 rebotes y 2 bloqueos, pero Quimsa siguió en su tónica en los playoffs: tras dominar abrumadoramente la etapa regular del certamen (Instituto lo siguió con 27 éxitos y 11 reveses, 71%, y Boca, 4º con 24-14, tuvo 63,1%), decayó en los cruces mano a mano. La Fusión dejó en evidencia su recesión en la serie en la que superó a Peñarol, de Mar del Plata, apenas el 12º clasificado, por un sufrido 3-2. Ése fue un aviso, y Boca, con otras herramientas, no lo perdonó.

Compacto de la clasificación de Boca y la eliminación a Quimsa

Resultados de todos los partidos de la serie

  1. Quimsa 82 vs. Boca Juniors 74.
  2. Quimsa 71 vs. Boca Juniors 77.
  3. Boca Juniors 73 vs. Quimsa 78.
  4. Boca Juniors 84 vs. Quimsa 70.
  5. Quimsa 69 vs. Boca Juniors 74.

Boca espera a su próximo rival, que será Instituto, de Córdoba, u Olímpico, de La Banda. El cuadro cordobés y el santiagueño se enfrentarán este miércoles en el quinto capítulo de una serie que está 2-2. El partido tendrá lugar en el estadio Ángel Sandrín, de La Docta, desde las 22. Un dato que evidencia la paridad del actual certamen: desde 1988, ésta es apenas la cuarta vez en que las dos series semifinales requieren el quinto encuentro.

La vuelta a lo alto de la Liga

El proyecto de Boca para volver a los primeros planos en este deporte comenzó cuando Jorge Ameal era el presidente y continúa con Juan Román Riquelme. Quien está al frente de la iniciativa es Alejandro Desimone, vocal titular de la Comisión Directiva y presidente del Departamento de Básquet, a quien, sin que fuera del ambiente de la pelota naranja, le encomendaron la tarea. Desimone planificó a largo plazo y, aun con vaivenes y golpes, como las salidas de los entrenadores García y Duro, reubicó al equipo, que está, por segunda vez en fila, cerca de la primera coronación en la Liga desde 2007.

“Cuando asumimos veíamos las falencias que había en los demás deportes. Boca se había dedicado 100% al fútbol y creo que Boca sí es un equipo de fútbol, pero que también hay un montón de socios a los que les gustan el básquetbol, el vóleibol y otras actividades. La idea era hacer un club más deportivo; eso siempre se planteó. Boca tiene que participar en lo más alto en cada deporte. Tomamos el básquetbol como el segundo deporte del club y a partir de eso se planificó un trabajo a largo plazo”, explicó Desimone a LA NACION en una entrevista el año pasado, en el marco de la final contra el propio Quimsa.

“De entrada no nos fue tan fácil. Había descreimiento porque el básquetbol venía muy golpeado en los últimos siete u ocho años, peleando en la mitad de tabla e incluso amenazado por el descenso. Con la renovación, el proyecto no era tan exigente en resultados. Lógicamente, después del primer año la gente empezó a poner más alta la vara y hoy la Bombonerita se llena. La gente hoy está exigente, vio que el proyecto es serio y se entusiasmó”, explicó el directivo.

Desde entonces, el club xeneize, que en relación con la temporada anterior aumentó considerablemente su presupuesto de básquetbol, recuperó protagonismo en la LNB, en la que había llegado a ser uno de los clubes más importantes. En las últimas cuatro temporadas, incluida la actual, quedó entre los cuatro mejores. Ahora tiene la posibilidad de lograr su cuarta estrella, tras las conseguidas en 1997, 2004 y 2007, y afianzarse en el cuarto puesto entre los máximos campeones de la historia, detrás de Atenas (9), Peñarol (5) y San Lorenzo (5).

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Lisandro Martínez le gana la pulseada a Otamendi para el debut de la selección en la Copa América

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ATLANTA (Enviado especial).- El clima tiene un sesgo engañoso en la capital de Georgia. Cuando uno cree que el calor será agradable, la temperatura pisa el acelerador y el sol domina hasta transformar el sopor en algo aplastante. Así se vive en esta ciudad invadida de argentinos y de fanáticos con pasaporte diferente pero con una pasión en común: Lionel Messi. Así está el downtown de Atlanta, donde la selección reside en un hotel que parece no terminar nunca si uno mira hacia arriba. Entre la mayoría a la que no le interesa el soccer, los homeless que pululan en cada cuadra y un parque automotor opulento –pocos locales caminan la calles- están los que visten camiseta argentina y vociferan en busca de complicidad. “¿Hace mucho que vinieron?”, es la pregunta que se repite. Todos quieren ver a la selección, todos quieren estar cerca de los héroes, que apenas se han dejado ver en los momentos de traslado a los entrenamientos, en la antesala de la Copa América 2024.

El hotel Westin, donde reside la delegación, está tomado por argentinos. Afuera, con bombos y cánticos, obligaron a un minioperativo policial para permitir que el tráfico fluya. Adentro, un hormiguero de camisetas albicelestes que caminan en busca de algo, aunque nadie sabe qué. Porque los futbolistas están aislados. La sensación es que la gente se siente parte con solo pulular por el lobby, el bar o las escaleras mecánicas de la mole que alberga a la selección. Hasta hay una suerte de estampida cuando asoma Dibu desde un piso superior.

Nadie se pregunta “cómo forma”, “juega Lautaro o Julián”, “serán cuatro en el medio o habrá atacantes por los costados”. La cuestión de la formación y sus nombres propios pasa más por una ansiedad periodística que por el sentir del simpatizante. El hincha ya parece confiar ciegamente en la decisión final de Lionel Scaloni. Si pone a uno y no a otro, por algo es. Es una seguridad que el entrenador se ha ganado en buena ley con sus decisiones. Por algo se trata del proceso que acaso haya tenido menores cuestionamientos en la opinión pública en cuanto a convocatorias o futbolistas que han quedado afuera. En este caso, a Scaloni lo asiste la razón que le confiere el simpatizante.

La mayor novedad en la conformación radica en la pareja de centrales que afrontará el debut ante Canadá, desde las 21, en el Mercedes Benz Stadium.Ahí Scaloni se animó a dar un golpe de timón del que ya había dado indicios en los últimos amistosos. La salida de Nicolás Otamendi, el comandante de la zaga central que cosechó los éxitos del ciclo, y el ingreso de Lisandro Martínez, a quien en Manchester United consideran fundamental por talento y, sobre todo, por carácter.

De esta manera, Scaloni construye la zaga del futuro, poniendo a Lisandro a la izquierda de Cuti Romero, ya inamovible y con actuaciones en las que siempre deja constancia de una técnica y un timing notables. Con la dupla central confirmada, la formación para enfrentar a Canadá será la siguiente: Dibu Martínez; Nahuel Molina, Cuti Romero, Lisandro Martínez y Marcos Acuña; Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Alexis Mac Allister; Lionel Messi, Julián Álvarez y Ángel Di María.

Cuti Romero y Lisandro Martínez, con las medallas de campeones de la Finalissima, en Wembley; hoy serán la dupla de centrales titulares en el debut de la Copa América ante Canadá

Es una apuesta sin antecedentes oficiales en el ciclo, ya que la única vez que ambos fueron titulares al mismo tiempo, en los cuartos de final de Qatar 2022 ante Países Bajos, pero en ese caso Scaloni armó una línea de tres zagueros que incluía, por supuesto, a Nicolás Otamendi.

Antes y después, solo conformaron la dupla central una sola vez, y fue el aviso de lo que vendría: fueron los titulares en el amistoso contra Ecuador, en Chicago, hace una pocas semanas.

Ambos son clase 98 y se conocen desde hace muchos años. Son muy amigos y en cada práctica se los ve bromear y luego subir esas historias a sus redes. Compartieron las juveniles cuando Fernando Batista los convocó para la selección Sub 20 –en aquel plantel estaban otros dos compañeros actuales: Nahuel Molina y Lautaro Martínez-. Sin embargo, apenas compartieron zaga como titulares en un partido informal de preparación ante Japón, en diciembre de 2016. Y un poco más tarde en un amistoso de la Sub 23 frente a Colombia.

En Inglaterra son grandes rivales. A principios de año, cuando Martínez volvió luego de una molesta y larga lesión, se sacaron chispas en el duelo Tottenham-Manchester United. Pero después del partido, Cuti posteó una entrañable foto de ambos y un mensaje de buena onda por el regreso de su amigo.

Nada indica que esto marque un pase de posta generacional, ya que Nicolás Otamendi sigue jugando en un alto nivel. Sin embargo, es la señal de que dos de los mejores zagueros del mundo individualmente pueden llegar a conformar la dupla del futuro para la selección argentina. El espacio, no hay dudas, está muy bien cubierto.

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