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SOCIEDAD

los viejos, los nuevos y el «primer peregrino» de esta caminata

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Desde hace 50 años, miles de personas emprenden el camino hacia la Basílica de Luján, un camino que se convirtió en un símbolo de fe y esperanza. La peregrinación es la continuidad de una tradición que une a varias generaciones y que a pesar del paso del tiempo, las peticiones de los peregrinos siguen siendo las mismas: salud, pan y trabajo.

Entre los nuevos y los veteranos, la esencia de la peregrinación permanece intacta. Los más jóvenes, con la energía propia de su edad, llevan en sus corazones el peso de las historias que han escuchado de sus mayores. Los viejos peregrinos, por su parte, repasan cada paso con la memoria de los años pasados. Para muchos de ellos, esta experiencia se ha vuelto un ritual inquebrantable.

Nelson Pollicelli (64) ahora se encuentra en un puesto de atención al peregrino en Francisco Álvarez, ofreciendo agua y frutas a los caminantes de este año. «Arranqué en la primera peregrinación cuando tenía 15 años, era uno de los más chicos de la parroquia Carmen de Villa Urquiza. La idea era caminar todos juntos con la imagen por delante y nosotros atrás”, recuerda.

El peregrino rememora el primer trayecto: «Era todo muy informal, pero teníamos como propósito salir todos juntos a la misma hora y caminar detrás de la virgen. Ahora eso cambió. Recuerdo que en un descanso en La Reja me crucé con mi mamá y decidimos pasarla y caminar a nuestro paso. Después llegamos, vimos a la virgen y entramos todos juntos. Fue muy emotivo llegar y ver a toda la gente entrando al templo».

Nelson Pollicelli en el puesto de atención al peregrino de Francisco Álvarez.

Las promesas y agradecimientos en la caminata a Luján están presentes, pero no desde hace mucho. Nelson explica que la noción de ambas se fue forjando con el tiempo. “Se generó entre las personas. Fue inherente a la religiosidad, pero la gente camina siempre por lo mismo: para pedir pan, salud y trabajo. Uno viene pensando en el año que pasó y en el que viene«, dice con nostalgia.

Durante toda la mañana de este sábado, los fieles fueron saliendo desde el Santuario de San Cayetano en Liniers. Uno de los primeros peregrinos fue el propio arzobispo porteño, Jorge García Cuerva, quien salió alrededor de las 7.40, después de bendecir la imagen que acompañan los caminantes: «La homilía la llevo en la mochila, me va a acompañar los 60 kilómetros», dijo a Clarín el arzobispo, que este domingo a las 7 oficiará la misa central en Luján.

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Una multitud se prepara para salir desde San Cayetano, esta mañana. Foto: Matías Martín CampayaUna multitud se prepara para salir desde San Cayetano, esta mañana. Foto: Matías Martín Campaya

Desde la organización, no pueden estimar el número de peregrinos justamente por la cantidad de gente que participa, cada uno haciendo el recorrido a su ritmo durante todo este sábado. «Son miles y miles y miles. Multitudes. Es incalculable«, dijeron a Clarín.

Ricardo Peite (71), también fue uno de los primeros peregrinos a sus 25 años. «Se nos convocó a una reunión en la vicaría de Devoto y la idea de una peregrinación juvenil nos entusiasmó«, cuenta. «Ver a matrimonios con bebés, gente en silla de ruedas, fue deslumbrante. Esa profundidad de la piedad popular me tocó el corazón», manifiesta. Ambos decidieron en esta oportunidad no emprender el arduo camino que durante varios años caminaron: se toman un descanso, pero igual acompañan desde donde pueden.

Rubén con su hija y sus dos nietos. Dice que la fe se mantiene intacta. Foto Matías Martín Campaya Rubén con su hija y sus dos nietos. Dice que la fe se mantiene intacta. Foto Matías Martín Campaya

En la puerta del Santuario de San Cayetano, Rubén llega con toda su familia: él viste un chaleco que diseñó del año 80 y que atesora con cariño. «Cada año vengo a agradecer porque las intenciones se cumplen. La última fue el nacimiento de mi nieto, un milagro después de cuatro años de espera. La fe se mantiene intacta», cuenta.

Rita Benítez, de 73 años, también refleja esa continuidad. «Vine en colectivo y en tren. Hace 30 años que camino, primero fue por San Cayetano. Perdí a mi marido hace 17 años, pero nunca dejé de venir: solo falté el año que él falleció porque me ponía triste hacerlo sin él», dice. «Nosotros pedimos tener nuestra casa y se cumplió. Siempre tengo fe y sigo el mismo camino», afirma.

Rita Benítez tiene 73 años y hace 30 que camina por su fe en la Virgen.Rita Benítez tiene 73 años y hace 30 que camina por su fe en la Virgen.

Nuevos peregrinos, mismas intenciones

A medida que los años han pasado, una nueva generación comenzó a caminar hacia Luján, llevando consigo las mismas peticiones de sus antecesores. Manuel Seijas, de 19 años, camina por primera vez con amigos y esperaba a su grupo temprano este sábado en la puerta del Santuario de Liniers. «Vengo desde Liniers y la intención es que el Señor haga su obra en mi vida. También le pido más unión en mi familia, especialmente con mi papá», expresa. Para él, este camino es una oportunidad de conexión y amistad, y tampoco deja de lado pedir por salud y trabajo.

Manuel Seijas tiene 19 años y camina por primera vez. Foto Matías Martín Campaya Manuel Seijas tiene 19 años y camina por primera vez. Foto Matías Martín Campaya

Para Lucas también es el debut en la peregrinación. Mientras sostiene la campera y la mochila de su pareja, Jessica, dice que lo motiva el agradecimiento: “Es mi primera vez acá. Creo que hay que agradecer todo lo que tenemos. De este evento me atrae todo lo que se genera alrededor de este día, sin dejar de lado que vengo a pedir por trabajo y mucha salud que siempre es importante». Mientras se detiene un momento para cambiarse el calzado, Jessica suma: “Vengo por la salud de mi mamá. Quiero agradecer porque ha mejorado. La fe en la Virgen me motiva a seguir».

Sabrina Barrientos (33) sale con lágrimas en los ojos tras recibir la bendición del cura. Mientras se limpia su cara cuenta cómo llegó en el 2018. “Al principio venía sola y después arranque a venir con mi hermano, pero este año volví a hacerlo en soledad porque él se fue del país”, explica.

Lucas y Jessica, dos de los jóvenes peregrinos que caminan a Luján. Foto Matías Martín Campaya Lucas y Jessica, dos de los jóvenes peregrinos que caminan a Luján. Foto Matías Martín Campaya

La joven, que además es docente inicial, explica que por muchos años caminó por Félix, su alumno que tenía leucemia. “El año pasado, pedí por sus estudios y todo salió bien. Este año, también vengo a pedir por mi mamá que está enferma y por mi hermano que se fue en busca de un futuro mejor porque lamentablemente acá no lo pudo encontrar. Por eso también vengo a pedir por el país, para que mejore», dice con emoción.

Según Sabrina, “todos tenemos la necesidad de creer en algo”. A pesar de las diferencias de edad y experiencia, tanto los antiguos como los nuevos peregrinos mantienen vivos los mismos deseos. Cada paso hacia Luján se convierte en un acto de fe, donde la historia se entrelaza con la esperanza y la devoción, recordando que, aunque los años pasen, el espíritu de la peregrinación perdura en cada corazón que camina hacia la Virgen.

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Dos primos heredaron un terreno y crearon un destino con playa privada en un lugar impensado de la Argentina

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En una ciudad conocida por haber sido sede de las misiones jesuíticas, por albergar la cultura guaraní y por contener una variedad de humedales, con distintas especies y aves que viven en armonía con el medio ambiente, nació hace siete años una “ocurrencia turística”, de la mano de dos emprendedores, en un espacio que los turistas cuando llegan aseguran que “es como estar en Brasil o en Costa Rica”.

César y Horacio Curet son primos y socios en otros proyectos. Miguel, el padre de César, siempre guardó un vínculo con la provincia de Corrientes, ya que en los años 70 trabajaba ahí con plantaciones de arroz y más adelante, decidió invertir en un terreno en la zona de Itatí, con la intención de generar un proyecto hotelero. Se trataba de un campo grande, dentro de la reserva del Iberá, junto con un área que tenía acceso al río.

Sin embargo, el proyecto se paralizó, ya que, al tiempo falleció el padre de César, y los campos quedaron desiertos. Hace siete años, los dos primos decidieron hacer una expedición al lugar y se encontraron con unas tierras con un potencial que no habían imaginado.

El complejo cuenta con 21 cabañas para los turistasPuerto Yacarey

El proyecto no se hizo esperar. Los Curet, aunque no tenían mucho conocimiento del lugar, se lanzaron con un emprendimiento emplazado en las costas del Río Paraná, rodeado de montes nativos. Sí, aunque se trata de un lugar que puede sonar extraño para levantar una experiencia turística, estos primos aventureros se pusieron en marcha. Aprovecharon las costas del río y construyeron 19 cabañas en el medio del bosque (además de dos más en construcción), donde circulan los curiosos monos carayá que suelen rondar por las casas y otras especies como tucanes que van de un lado a otro. Además, armaron una playa exclusiva para los visitantes, desde donde se pueden ver atardeceres que parecen de otro país.

“Por distintos motivos, los emprendimientos que realizó mi papá en la provincia no resultaron. Esto era como una reivindicación, una deuda pendiente que teníamos con Corrientes y con el legado de mi padre, tanto mía como de Horacio”, asegura Curet y añade: “Me parece que cuando hacés un emprendimiento, los números no son sólo lo que cuentan, sino también las decisiones emocionales”.

Dado que no tenían mucho conocimiento del terreno, César y Horacio viajaron a Corrientes y se asesoraron con expertos de la zona, que les hablaron del potencial turístico de la provincia. Aunque construir en medio del bosque puede sonar muy poético, las dificultades no fueron escasas, sobre todo las vinculadas al acceso al lugar.

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Cuando empezaron el proyecto, Corrientes se inundó y se declaró emergencia hídrica. El camino quedó bloqueado y sólo podían acceder al lugar por agua: “Me acuerdo que tuvimos que viajar por el río para llevar los primeros postes de luz y hacer el tendido eléctrico”, recuerda Curet. Dado que en ese momento en Itatí no existía un sistema de transporte de mercadería, alquilaron una barcaza e hicieron el traslado de los primeros materiales para la construcción.

Las casas tienen vista al río Paraná, con una playa exclusiva para los visitantes del lugarPuerto Yacarey

Además de no contar con electricidad, hubo que recurrir a una perforación que les permitiera acceder a agua. También, “jugar con el tiempo y el clima” para ver cuándo podían ingresar los camiones con mercadería.

Otra anécdota de los comienzos ocurrió cuando viajaron a la zona para contratar un agente para construir y tuvieron un simpático inconveniente a la vuelta. “Nos quedamos sin combustible en la ruta, a la altura de Ituzaingó. Yo me bajé del auto y pasó por encima de mis pies un yacaré chiquito. Coincidía que el lugar donde íbamos a emplazar las cabañas se llamaba ‘Puertos Yacareí’, que en guaraní significa ‘cría del yacaré’. Vimos este hecho como una señal, que, además, nos definió para ponerle el nombre al complejo”, cuenta emocionado César.

Aunque nació siendo un emprendimiento específico para gente interesada en la pesca, hoy por hoy, el lugar es visitado tanto por familias que buscan descanso en el verano, como por turistas interesados en este deporte. El servicio del lugar incluye ropa de cama, desayuno, almuerzo y cena. Es “del estilo all inclusive”, ya que incluye los platos y otras atenciones, pero con posibilidad de acceder a la comida sólo en los horarios previstos para cada momento.

Las cabañas hechas en madera están emplazadas dentro de un bosque natural, con senderos que las conectan para desplazarse de un lugar a otro. Además de contar con los mencionados monos carayá, que se acercan a las cabañas (aunque se alejan cuando ven aproximarse a la gente) el lugar está rodeado de un bosque envolvente, con ciervos, carpinchos, yacarés, ñandúes, y una diversidad de aves, entre ellas, los tucanes. “El concepto que buscamos es generar algo amigable con el entorno y sacar la menor cantidad de árboles posible para la construcción”, señala Curet.

El lugar está rodeado de montes nativos, que albergan distintas especies de animales, entre los que resaltan los curiosos monos carayá, que suelen rondar por las cabañasPuerto Yacarey

Reciben visitas de gente de todo el país y también de Uruguay, Brasil y Paraguay. El pueblo más cercano es Itatí, ubicado a 27,5 km y conocido por su basílica y la peregrinación que se hace todos los años en julio. El precio por día en una de las cabañas parte de los $47.000 por persona, con el desayuno incluido, aunque puede subir a $99.000 para quienes contraten la pensión completa.

La playa privada está acompañada de una pileta de borde infinito y de la posibilidad de navegar en kayak por el río. Curet explica que, al ser un complejo chico, hay mucha familiaridad entre los visitantes y “llamamos a todos por su nombre”.

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Las cabañas se levantan en medio del bosquePuerto Yacarey
El lugar está rodeado de un bosque envolvente, con ciervos, carpinchos, yacarés, ñandúes, y una diversidad de aves, entre ellas, los tucanesPuerto Yacarey

Corrientes cuenta con una propuesta turística, que abarca desde los Esteros del Iberá a los carnavales y la pesca deportiva, y algunos rincones históricos para visitar.

La Reserva Natural del Iberá, o agua brillante en guaraní, alberga al yacaré, al ciervo de los pantanos, al lobito de río y al aguará guazú. Contiene más de 60 lagunas y espejos de aguas menores que abarcan cientos de miles de hectáreas, con dorados, sábalos, mojaras y pirañas en sus aguas, y con 350 especies de aves que inundan sus cielos.

La pesca es muy típica en la zonaPuerto Yacarey

Es justamente su vida acuática y la presencia del dorado en las costas de los Ríos Corrientes y Paraná que vuelven esta provincia un lugar atractivo para los fanáticos de la pesca. Este pez alcanza los 25 kilos y junto a él se pueden encontrar el pacú, surubí, patí, manguruyú y la boga. En primavera, los Esteros del Iberá, Bella Vista, Esquina, Empedrado, Itá Ibaté y Goya son lugares de temporada alta para practicar este deporte.

El carnaval de Corrientes es algo que se celebra cada verano, con calles que se inundan de los famosos corsos. La provincia también ofrece estancias con propuestas de turismo rural, con posibilidad de degustar comidas caseras, pasear y refrescarse en piletas.

Los atardeceres recuerdan a la gente a las vistas de Brasil Puerto Yacarey

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