Una combi espera con las balizas encendidas sobre la Plaza Libertad. Es sábado a la noche en la Ciudad, el clima primaveral acompaña a una multitud que pasea por el barrio de Retiro y disfruta del fin de semana largo. Dentro del Teatro Coliseo, a sala llena, un hombre vestido de piloto agradece al público por los aplausos y se despide.
Busca sus documentos en el camarín y se dirige al subsuelo del teatro. Sube a su auto, bebe un sorbo de agua Fiji y se dispone a manejar. Sabe que la noche será larga y debe mantenerse despierto. Media hora después. ya está en la terminal de aviones privados de Ezeiza. Enrique Piñeyro -el actor y director de cine que protagoniza la obra «Volar es humano, aterrizar también»- está a punto de iniciar una nueva misión humanitaria.
Minutos después de que el reloj marcara las 0.30 de este domingo, despegó de Ezeiza una comitiva con destino final a Sudán, país inmerso en una brutal guerra civil desde hace un año y medio.
El viaje es largo. La misión humanitaria a cargo de la ONG Solidairehará tres escalas, recorrerá 14.000 kilómetros y frenará a cargar toneladas de donaciones para los sudaneses en tres continentes en tan solo cuatro días.
La primera parada es Madrid, donde la misión se encontrará con los responsables de Cruz Roja Internacional, quienes suministrarán los insumos de ayuda humanitaria, una lista específica y pensada para el país africano. Luego, la comitiva partirá rumbo a la ciudad de Yida, Arabia Saudita, que se encuentra a tan solo 100 km de Sudán, separados por el Mar Rojo.
«En Sudán está ocurriendo una guerra bestial y olvidada por la comunidad internacional. Se trata de una zona muy conflictiva, por eso hemos realizado varias prácticas con simuladores de vuelo para calcular cómo llegar hasta allí», anticipa Piñeyro, al ser consultado en pleno vuelo por Clarín.
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El avión comandado por el médico, piloto y cineasta tiene como destino final Puerto Sudán, una ciudad ubicada en el noreste del país, a orillas del Mar Rojo. Es su principal puerto comercial y se encuentra a 675 kilómetros de Jartum, la ciudad capital. La creciente inseguridad y los escasos recursos para transitar imposibilitan la llegada de ayuda humanitaria a las zonas más afectadas.
Qué pasa en Sudán
Cada día crece la cifra de muertos en Sudán. Los civiles que perdieron su vida durante este año y medio son enterrados en fosas comunes ubicadas en campos de tierra. No hay lápidas ni tumbas para ellos. Esas víctimas son números escritos en tablas de madera.
Más de 500 días pasaron desde el estallido que tiene en vilo al país africano. El conflicto entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido (fuerza paramilitar gubernamental) derivó el 15 de abril de 2023 en una de las guerras más sangrientas del siglo XXI que, sin embargo, parece olvidada por buena parte de la comunidad internacional.
Argentina hoy no tiene un embajador en Sudán. La representación diplomática estaba concurrente en El Cairo, Egipto, pero el embajador se volvió y aún no hay nadie que lo reemplace.
Según Amnistía Internacional, más de 15.000 personas perdieron su vida desde el inicio de la guerra y casi 8 millones de sudaneses -de una población de total de 48- tuvieron que dejar su hogar huyendo de la extrema violencia y en contextos sumamente desfavorables. De ellos, seis millones tuvieron que desplazarse de manera interna: es la crisis de desplazamiento interno más grande del mundo.
Los otros dos millones de sudaneses que consiguen huir de la guerra se dirigen a países vecinos como Chad, Egipto e incluso a Sudán del Sur. Cerca de mil personas cruzan la frontera entre ambos países a diario. Según la Organización Internacional de las Migraciones Internas (OIM), el 37% se refugió en Chad, el 30% en Sudán del Sur y el 25% en Egipto.
Las consecuencias son aterradoras. Al menos 25 millones de personas, de las cuales 14 millones son niños -la mitad de la población infantil del país- necesitan ayuda humanitaria. Según Unicef, 3,7 millones de niños sudaneses sufrirán desnutrición aguda en 2024. Al hambre hay que sumarle la escasez de agua potable.
A pesar del silencio y el escaso interés de las potencias mundiales, desde la ONU sí se interiorizaron en el conflicto sudanés. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas advirtió que se trata de una de las peores pesadillas humanitarias de la historia reciente y que podría generar la mayor crisis de hambruna en el mundo. Según sus cálculos, unas 18 millones de personas sufren inseguridad alimentaria aguda. Los fondos y la ayuda destinada a Sudán por parte de la comunidad internacional para ellos, siguen siendo insuficientes.
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El estallido de la guerra civil en Sudán sigue provocando miseria, angustia y destrucción a gran escala de su población civil. Las que más lo sufren son las mujeres y las niñas, que se vieron sometidas a violaciones físicas y sexuales por parte de las FAR, pero también por miembros del ejército sudanés, lo cual tensa aún más la situación para ellas y las convierte en víctimas de un macabro instrumento de guerra. Las mujeres huyen de las violaciones y los hombres de las ejecuciones callejeras.
En tanto, la OMS alertó también sobre un brote de cólera en el país como consecuencia del terrible daño a la infraestructura hospitalaria por la guerra. Su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, visitó Sudán el mes pasado e informó que ya son 165 las víctimas fatales por el brote de la enfermedad. El número podría ascender a 5.000.
El origen del conflicto
Sudán es el tercer país más grande de África y es uno de los veinte países de mayor superficie del mundo. Está ubicado en el nordeste del continente africano y tiene poco más de 48 millones de habitantes. La gran mayoría de su población son musulmanes sunitas y conviven con minorías cristianas y religiones tradicionales africanas. Sudán se independizó en 1956, en pleno proceso de descolonización africana y se dividió en dos en 2011, cuando ocurrió el proceso para independizarse de Sudán del Sur.
Como todo conflicto que ocurre en estos tiempos, su origen tiene un trasfondo económico y sucede, en gran parte, por el control de los recursos materiales y energéticos. El territorio sudanés cuenta con petróleo, oro y otros minerales.
La guerra en Sudán se dio como consecuencia de la lucha de poderes entre el ejército y el grupo paramilitar FAR (Fuerzas de Apoyo Rápido), una rama rebelde del ejército. Ambas trabajaron juntas en los dos Golpe de Estado que sufrió el país los últimos cinco años.
El 11 de abril de 2019 se produjo el derrocamiento de Omar Al Bashir, que gobernó dictatorialmente el país durante 30 años. Las Fuerzas Armadas tomaron el poder en conjunto con las FAR, que habían sido creadas con el apoyo del entonces dictador para combatir la insurgencia. El Golpe se dio en respuesta a las masivas protestas que exigían el fin del régimen opresor con denuncias de violaciones a los derechos humanos y corrupción.
Un día después de la caída de Al Bashir se crea un Gobierno militar liderado por el Ejército y las FAR quienes habían prometido un período de transición de dos años hacia un gobierno civil. A pesar del intento de sellar un retorno a la democracia, el ejército destituyó el gobierno de poder compartido en 2021 y desde entonces tanto las Fuerzas Armadas Sudanesas como las FAR se disputan el poder provocando miles y miles de muertos.
El ISIS, que reivindicó el asesino de Nueva Orleans, fue un grupo terrorista que se extinguió hacia 2019 después de un rápido y alarmante suceso. Las iniciales corresponden en inglés a Estado Islámico de Irak y Siria, conocido también como ISIL, por Levante o Daesh, el término despectivo con que lo nombran los árabes.
Este grupo surgió entre muchas otros en marzo de 2003 en Irak, como reacción a la invasión norteamericana que derribó al régimen de Saddam Hussein. Lo dirigía un jordano que fue abatido por los marines norteamericanos. La conducción la tomó luego un clérigo sunnita, Ibrahim Awwad Ibrahim que adoptaría posteriormente el nombre del primer sucesor del Mahoma, Abu Bakr, al que agregó Al Baghdadi (Bagdad, su ciudad natal) y al Samarrai (ciudad shiita iraquí, dando a entender que gobernaría a todo el mundo musulmán). Este individuo estuvo preso en el penal norteamericano de Camp Bucca, en Irak, donde lo apodaron Maradona por su afición al fútbol. Lo liberaron considerándolo inofensivo.
La característica de la organización era que cortaba la cabeza de sus víctimas. El grupo estaba asociado en aquellos inicios a la banda Al Qaeda del millonario saudita, Osama bin Laden. Las dos organizaciones no tenían un buen vínculo y rivalizaban. El ISIS usó el degüello para lograr un rápido reconocimiento y volverse autónomo.
La organización se involucró en la guerra civil que estalló en Irak impulsada por la venganza de la mayoría shiita contra los sunnitas minoritarios que gobernaron con Hussein en base a la masacre continuada de sus rivales. Recordemos que con ayuda franca de EE.UU. que traspasó al tirano material bélico y armas químicas.
Ejército mercenario
El grupo reapareció años después en marzo de 2011 con un significativo potencial en el capítulo sirio de la llamada Primavera Árabe. Contaban con enorme cantidad de fondos y una importante milicia mercenaria, postulando una versión propia del Islam que autorizaba todo tipo de masacres y hasta violaciones de menores.
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Baghdadi instauró un califato entre Irak y Siria que llegó a tener unos 7 millones de personas bajo su bota. Operó financiado por fortunas árabes con el objetivo de contener los brotes de fervor democrático que se extendían por entonces en el norte de África, pero particularmente operó contra blancos de Irán, el enemigo principal entonces, especialmente, de Arabia Saudita.
La popularidad se intensificó con el uso de las redes para exhibir con enormes espadas la decapitación de periodistas o rivales políticos. Ese destaque motivó el surgimiento de “lobos solitarios” que en su nombre, pero sin contacto con el grupo, realizaron resonantes atentados en Europa o EE.UU.
Cuando Rusia entró en la guerra de Siria en 2015 dando vuelta el conflicto a favor de Damasco, el ISIS dejó de tener utilidad para sus patrocinadores, incluyendo Turquía que lo había usado para enfrentar a los kurdos sirios. En 2018 el ISIS perdió Raqqa, su bastión en ese país árabe y antes Mosul, su principal capital en Irak. Abu Bakr escapó pero fue localizado por la inteligencia kurda que avisó a los norteamericanos que lo liquidaron en octubre de 2019 en Siria. El final del grupo, su derrota apagó la oleada de atentados en Occidente. De 94 en 2014, se redujo a 3 en 2023, señalan los especialistas.
Desde entonces aparecieron diferentes organizaciones en Oriente Medio, África y Asia que buscaron aprovechar la marca y se auto nombraron ISIS . El más impactante es un ISIS-K que surgió recientemente en Afganistán y mató a 95 civiles en enero pasado en Irán. Luego, en marzo, masacró a 130 personas que asistían a un concierto en Moscú.