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POLITICA

Julio Cobos criticó a Javier Milei por la falta de obras de infraestructura: «Al menos lea los diarios para ver la realidad que vivimos»

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Julio Cobos se sumó a uno de los principales reclamos de los gobernadores, cuestionó al Gobierno del presidente Javier Milei por la falta de obras de infraestructura y advirtió por las consecuencias que pueden traer en las provincias.

Si bien reconoció el logro de la baja de la inflación, en el primer año de gestión libertaria, el diputado de la Unión Cívica Radical señaló que «en materia de Infraestructura el resultado es negativo».

«Los costos sociales son evidentes y pueden ser peores: incremento de accidentes viales por deterioro de las rutas, no existe política de vivienda, y ante un eventual despegue de la economía y el consecuente aumento de demanda de energía, no sabemos si la misma podrá ser atendida», posteó en su cuenta de X.

El legislador nacional adjunto la publicación con publicaciones de medios mendocinos, que reflejan las muertes en las rutas mendocinas por la «desidia nacional».

En esa línea, sostuvo que los gobernadores con la merma de ingresos, «tendrán que asumir la responsabilidad y encarar obras por convenio con Nación» y «seguir intentando que se apruebe el Presupuesto ya que no se ha conseguido, a pesar del apoyo de los legisladores».

En 2024, hubo $ 1.106 millones para obras viales provinciales, por fuera de la que corresponden a las de la red nacional, que $ 55.779 millones menos que la partida del 2023 y existen casos de provincias que han recibido $ 52 millones o apenas $ 14 millones.

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Mendoza es una de las diez provincias con menor ejecución de obra pública, que encabezan dos provincias gobernadas por peronistas (Axel Kicillof en Buenos Aires y Sergio Ziliotto en La Pampa) y Tierra del Fuego, con Gustavo Melella en el esquema de Unión por la Patria.

Cobos puso como ejemplo el caso mendocino de la RNº40, del acceso sur a la RN°7, que en 1999 se construyó con fondos provinciales una doble vía, según detalló, junto con la primera etapa del Paso Pehuenche, y que «la reconstrucción y mejoras se han vuelto prioritarias», pero que el costo deberá ser asumido por las provincias.

«Señor Presidente, si sus funcionarios no andan por las rutas, si no escucha los planteos lógicos de la oposición, si no entiende la necesidad institucional, financiera y federal de contar con un Presupuesto, al menos lea los diarios para ver la realidad que vivimos«, concluyó el dirigente mendocino.

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POLITICA

La democracia de los movimientos sociales

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Como se sabe, los movimientos sociales surgieron en los años 90 del siglo pasado como agrupaciones espontáneas de personas desesperadas que iban quedando al margen del sistema. Con la crisis de 2001 estos fenómenos asociativos de los excluidos hicieron eclosión. Pero paulatinamente mudaron su razón de ser, dejando de funcionar como mediadores visibles de una demanda social para pasar a ser, primero, intermediarios de la ayuda del Estado y luego, protagonistas activos de la política, al servicio o en contra del gobierno de turno según los intereses del momento. Este proceso de sucesivas mutaciones, disimulado tal vez por la permanencia de la denominación “movimientos sociales”, pasó inadvertido para muchos.

En ámbitos católicos hubo otro factor que impidió advertir adecuadamente la relevancia de estos cambios. Los marginados, y no ya los trabajadores asalariados y sindicalizados, se presentaban como la nueva encarnación del pueblo pobre, cuya irrupción pública habría de significar la regeneración de la vida social y política del país. Algunos tempranos signos que inducían a la cautela fueron soslayados, como el caso de Milagro Sala y su movimiento Tupac Amaru, que fueron objeto de una defensa apasionada, la cual sólo menguó cuando las evidencias de corrupción y violencia quedaron demasiado expuestas por las investigaciones judiciales.

Con insuficiente sentido crítico, se relativizó la falta de transparencia y las prácticas abusivas de muchos de estos grupos como “desprolijidades” propias de cualquier fenómeno social surgido “desde abajo”, el costo casi inevitable de los servicios que efectivamente prestaban a su gente. Así tomó fuerza, en sectores del mundo católico, la idea de “institucionalizar” estas nuevas formas asociativas, e incluso integrarlas en el marco de la constitución. Una “democracia de los movimientos sociales” sería capaz de superar la crisis de representatividad de la democracia clásica. La inclusión de “referentes sociales” como funcionarios del área respectiva fue interpretada como un primer paso en esa dirección, aunque implicara responsabilidades en la asignación de recursos públicos a sus propias agrupaciones, con evidente conflicto de intereses.

El proyecto merecía graves objeciones. Los movimientos sociales, producto de la emergencia social, carecían de objetivos permanentes y de normas internas que regularan su funcionamiento; sus “referentes” no eran elegidos sino autoproclamados; no estaban sometidos a ningún control formal en su actuación ni en el manejo de los recursos públicos. Una vez “institucionalizados”, ¿no se convertirían, por fuerza, en otra cosa? ¿Y qué cosa que no fuera intrusiva o redundante? Lo que se presentaba como el camino de la inclusión de los postergados parecía estar proponiendo para ellos un estatuto diferente e inferior al de los ciudadanos comunes.

De hecho, hoy sabemos que muchos de los miembros de estos movimientos eran objeto de explotación económica y de “sanciones” en caso de negarse a participar en marchas y cortes. Bastó con desbaratar el negocio de la intermediación para que sus mismos integrantes les dieran la espalda, al menos en número suficiente para desalojarlos de las calles, mientras que varios de sus dirigentes fueron llevados a la justicia. No parece que éste pudiera ser el camino de la regeneración social, la inclusión y la nueva democracia.

Lo sucedido debe movernos a una profunda reflexión. La explotación de los pobres puede llegar de muchos lados, incluso desde dentro de los mismos “sectores populares”. El afán de justicia social no debe privar del sentido crítico y la imparcialidad, a riesgo de alinearse del lado equivocado. De hecho, las denuncias de los abusos mencionados no surgieron, como cabría esperar, de quienes pretendían ser la voz de los pobres, sino, sobre todo, de los mismos afectados. Cuando se les dio la oportunidad, miles de víctimas reclamaron no una nueva democracia, sino ser tratados como simples ciudadanos. Nada más y nada menos.

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Pbro. Consejo Consultivo Instituto Acton Argentina

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