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Mariel: La derrota de Jimmy Carter ante Fidel Castro que inspiró la película «Scarface»

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En un hecho de ínfima frecuencia en la historia de la Revolución Cubana, durante seis meses de 1980 el gobierno de Fidel Castro autorizó un total de 125 mil emigraciones a Estados Unidos por agua desde el puerto del Mariel, a 50 kilómetros de La Habana, hasta Key West, punto más al sur de la Estados Unidos continental. El denominado «Éxodo del Mariel» fue breve pero profundo. Y opuso al gobierno de Cuba con el de Jimmy Carter en un instante de frenética tensión para ambos. ¿Quién ganó, finalmente, con esa jugada poco recordada en la histórica disputa de estos país? Fidel se sacó problemas en La Habana y encajó otros en Miami. Un año después, Carter perdería sin atenuantes ante Ronald Reagan

Todo se desencadenó de manera vertiginosa a partir del 1º de abril de 1980, cuando un grupo de personas secuestra un colectivo en La Habana y lo estrella contra el enrejado de la Embajada de Perú, generando la muerte de un guardia y el acceso de miles de personas al edificio pidiendo asilo. Cuba exigió el desalojo del predio y los diplomáticos se negaron, por lo que les fue retirada la seguridad oficial. Así, nuevas multitudes intrusaron sus salones, pasillos y parques. Un caos de magnitudes.

El pedido de los asilados, sin embargo, no era ir al Perú, sino a Estados Unidos. En ese entonces Jimmy Carter atravesaba su penúltimo año de mandato presidencial y buscaba la reelección en un contexto de crisis económica como no vivía el país desde la posguerra. Y a alguien se le ocurrió sugerirle que podría ser beneficioso interceder en el conflicto de manera activa. Poco después, Carter diría públicamente: «Recibiremos a los cubanos con los brazos abiertos».  

Durante abril y mayo de 1980, La Habana fue un caldero de movilizaciones, actos y protestas. El gobierno de Cuba había iniciado el año anterior conversaciones a distintos niveles con exiliados y con Washington para organizar la migración de presos políticos. Sin embargo, la administración Carter demoraba o disminuía la cantidad de visas mensuales pactadas y, por lo bajo, Florida recibía a cubanos que habían secuestrado botes pesqueros y barcos internacionales.

En simultáneo a eso, Cuba tenía la información de que Estados Unidos planeaba para mayo de 1980 una serie de ejercicios militares en el Caribe con efectivos, aviones y buques de guerra, además de un desembarco en la Base Naval de Guantánamo, cuya bahía había sido cedida de manera perpetua en 1903 por Tomás Estrada Palma, primer presidente de la denominada República Cubana.

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Entonces Fidel Castro decidió tomar la ofensiva. Y el 1º de mayo dio una incendiaria arenga en la Plaza de la Revolución, donde acusó a Carter de minar los «positivos» acercamientos iniciales, influido por los «halcones» que lo presionaban a retomar una línea «cada vez más agresiva contra Cuba». Como novedad, fogoneó el éxodo, algo que hasta entonces vedaba: «Quien no tenga un corazón que se adapte al esfuerzo y al heroísmo de una revolución, no lo necesitamos en nuestro país»

Un día después de ese acto, mil personas rodearon la Oficina de Intereses de Estados Unidos para exigir visas. Y la mitad de ellos ingresó al edificio por las ventanas luego de pelearse violentamente con vecinos en las escalinatas. Unos videos registraron la crudeza del enfrentamiento y fueron manipulados en distintos documentales de la diáspora cubana en la Florida, exhibiéndolos como ataques de pro-revolucionarios contra pro-yanquis cuando, en verdad, se nota que fue al revés.

Aquel 1º de mayo Fidel Castro hizo público un bando de guerra. Y, en pocas palabras, le dijo a Jimmy Carter que si quería recibir cubanos en Estados Unidos, entonces se los mandaría. Así fue: autorizó durante seis meses la salida de 125 mil cubanos. La condición era que cada cual tuviera un conocido en Estados Unidos que viniera a recogerlo en barco al puerto del Mariel. Aunque luego fue agregando también otras personas de manera discrecional, en especial presos no necesariamente por cuestiones políticas e internados en institutos de salud mental. Todos a la Florida.  

La administración Carter no encontró otro remedio que acogerlos en un momento de tensión con Cuba y el delicado contexto de un país que orillaba cifras inflacionarias de la preguerra. Ante la avalancha de inmigrantes, el presidente norteamericano debió reasignar partidas multimillonarias para recibirlos y atenderlos. Pero, al poco tiempo, Miami se desbordó, entonces los amontonó en los hangares de la base naval de Key West, en carpas montadas debajo de autopistas y en refugios improvisados dentro del estadio de fútbol americano Orange Bowl. Con menor suerte, otra importante cantidad fue derivada a cárceles en los estadios de Georgia y Luisiana, donde varios permanecieron durante años y provocaron resonados motines. 

Como es de imaginar, este tipo de fenómenos recrudeció a sectores que se sintieron «amenazados» por un agente exógeno: los estadounidenses —e incluso otros cubanos de oleadas migratorias anteriores— bautizaron a estos elementos como «marielitos», término despectivo que remite a un lúmpen, a un paria. Para el imaginario social, esos cubanos exiliados en 1980 eran indignos que caían a la Florida a quitarles el trabajo. Jimmy Carter pagó cara su audacia, quizás también Estados Unidos.  

Desde la Revolución Cubana en adelante hubo varios procesos migratorios hacia Estados Unidos: los batistianos que escaparon en barco del puerto de Camarioca en 1965 y los denominados «Vuelos de la Libertad» desde ese año hasta 1973, o bien la «Crisis de los Balseros», ya a mediados de los ’90. Además del tenebroso «Operativo Peter Pan» con el que 14 mil niños fueron exiliados por sus padres y con la complicidad de la iglesia católica, pero sin la compañía de aquellos.

Sin embargo, ninguno de todos estos aportó tanto material cinematográfico como el Éxodo del Mariel. Los cubanos en el exilio generaron películas y numerosos documentales, algunos de ellos financiados por agencias públicas norteamericanas. El apoyo económico era evidente: luego Estados Unidos utilizaría estas piezas como propaganda propia. Pero ninguno de ellos como «Scarface»: Al Pacino representando a un «marielito» que contamina la tierra de la libertad, uno de los cubanos que Carter invitó a ser recibido por su abrazo y que Fidel le mandó en estampilla.  (www.REALPOLITIK.com.ar) 

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