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POLITICA

Denuncian a un ministro de Axel Kicillof por desviar fondos provenientes de la recaudación de juegos

La Asociación de Propietarios de Caballos de Carrera presentó una denuncia penal contra el ministro de Economía bonaerense, Pablo López, por la presunta retención de fondos que deberían haberse destinado a hipódromos.

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La actividad hípica de la provincia de Buenos Aires enfrenta una crisis sin precedentes tras una denuncia penal contra el ministro de Economía, Pablo Julio López. Según la presentación, realizada por el abogado Mariano Fragueiro Frías en representación de la Asociación de Propietarios de Caballos de Carrera, el funcionario habría retenido más de $2.600 millones del Fondo Provincial del Juego (FO.PRO.JUE), destinados por ley a los hipódromos provinciales.

Este fondo, regulado por la Ley 13.253, proviene de la recaudación de las máquinas tragamonedas y tiene como objetivo principal sostener la industria del turf, de la cual dependen cerca de 500.000 personas, según estimaciones del sector.

La denuncia detalla que el Ministerio de Economía no transfirió los fondos correspondientes a los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 2024. En total, los montos adeudados ascienden a $2.622.590.300.

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El escrito judicial, al que accedió la periodista Julieta Rolandelli de La Nación, señala:

Septiembre: $595.514.101
Octubre: $633.395.021
Noviembre: $660.773.777
Diciembre: $732.907.401

Estos recursos deberían haberse distribuido entre los hipódromos de San Isidro, La Plata, Dolores, Azul y Tandil. Sin embargo, según Fragueiro Frías, los fondos fueron desviados o retenidos para fines no aclarados por el ministro López y su equipo.

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El artículo 3 de la Ley 13.063 establece que el 14% de las utilidades brutas generadas por las máquinas tragamonedas debe asignarse al FO.PRO.JUE. A su vez, la llamada “Ley de Turf” estipula que entre un 9% y un 15% de este fondo debe destinarse específicamente al sector hípico.

La finalidad de esta asignación es mitigar el impacto de los juegos de azar sobre el turf, una industria histórica que atraviesa una grave crisis desde la proliferación de los tragamonedas. Los fondos retenidos suelen distribuirse en un 70% para premios hípicos, lo que garantiza el sustento de propietarios, entrenadores, jockeys y trabajadores vinculados.

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La falta de transferencia pone en jaque a toda la cadena productiva del turf. “Sin estos recursos, la continuidad de la actividad es inviable, lo que significaría la pérdida de miles de puestos de trabajo”, expresó el abogado Fragueiro Frías.

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La denuncia fue radicada en la UFIJ N°16 de La Plata, donde el fiscal Juan Cruz Condomí Alcorta llevará adelante la investigación. El caso apunta no solo a Pablo López, sino también a otros funcionarios que habrían participado en la maniobra denunciada.

En paralelo, desde el Instituto Provincial de Lotería y Casinos, el departamento de Contabilidad confirmó que los fondos estaban disponibles para ser transferidos, lo que refuerza las sospechas sobre un manejo irregular en la Tesorería provincial.

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El capitalismo despliega sus alas

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La burguesía logró controlar las insurrecciones y aun cuando en algunas partes debieron ceder ante ciertos y acotados reclamos republicanos y democráticos, pocos meses más tarde la rebelión sólo era una vieja pesadilla y persistía exclusivamente en aquellos lugares donde las demandas se vinculaban más con cuestiones de identidad nacional que con una lucha de clases. En esta época los países industriales incrementaron su producción en forma extraordinaria y ampliaron sus mercados acompañando la dinámica del capital, la cual sugería una lógica de intercambio cada vez más global. 

Muchos países europeos no industrializados hasta ese momento comenzaron a adoptar patrones tecnológicos de los países pioneros en la industria y en muchos casos transitaron un camino sostenido de industrialización. Otras regiones, en cambio, se integraron a la economía internacionalizada por su características subsidiarias respecto de las necesidades de las naciones industriales. América Latina y Canadá, Nueva Zelanda, Australia, entre otros, se enmarcaron en ese tópico como productores de materias primas en un mundo donde la especialización productiva fue la variable más predominante. Mayores exportaciones y libertad de empresa fueron la fórmula de la consolidación del orden capitalista. 

La propiedad de las industrias generalmente coincidió con las familias que le habían dado origen, como los Dollfus, los Koechlin, los Krupp, los Rothschild, los Forsty, considerados como ejemplos a emular en un mundo abierto al talento. Y es que eran las habilidades para hacer negocios las que abrían las puertas al éxito. El capital inicial podía dar un mejor handicap a la hora de iniciar la empresa pero no constituía un elemento excluyente. Aun así la procedencia social de estos hombres emprendedores era la clase media.

Estos individuos se creían a sí mismos dotados de dones especiales para la vida empresarial y consideraban justificadas sus ganancias en razón de sus propios méritos. Lejos estaba de sus conciencias considerar que existiera explotación alguna hacia los obreros de sus talleres o industrias y menos aún que el estado hubiera generado condición alguna para la acumulación del capital. 

En el razonamiento burgués, los obreros se circunscribían a dos categorías: los buenos trabajadores que consustanciados con la esencia misma de la empresa la sentían como propia y no escatimaban esfuerzos para aumentar su productividad y eficiencia; y el resto –la mayoría– ociosos empedernidos que eran parias inútiles para la sociedad, y a los cuales sólo la inanición y la coerción los obligaba a desempeñar, de mala gana, su tarea. Por supuesto, que los primeros aglutinaban a los trabajadores calificados, con salarios diferenciales y cuyos saberes eran esenciales en el proceso de producción, mientras que los segundos eran un conjunto de trabajadores no calificados –peones, auxiliares, maestranzas, cargadores, jornaleros– con salarios muy reducidos, condiciones laborales insalubres y jornadas interminables.

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Estos últimos podían ser fácilmente reemplazables, pero igualmente este asunto siempre preocupó a los empresarios. Seguramente, porque la mayoría de este proletariado constituía la primera generación familiar de asalariados urbanos y en consecuencia no se habían consolidado las prácticas culturales y sociales en las familias, sobre las rutinas de la vida capitalista

De hecho, durante mucho tiempo, en algunos países algunos trabajadores urbanos mantuvieron sus mecanismos de subsistencia alternativos a través del cultivo en quintas domésticas. La acelerada urbanización, que para los sectores pobres significó hacinamiento, fue destruyendo estas prácticas. La permanencia de antiguas tradiciones no era propiedad exclusiva de la clase trabajadora; la ascendente burguesía, si bien parecía pronta a disfrutar de los beneficios que le obsequiaban los nuevos tiempos, era más reacia a los cambios culturales en el interior del seno familiar. La unidad doméstica se concebía como la familia tradicional, nuclear, monogámica, y donde los roles masculinos marcaban una gran superioridad respecto del resto de los miembros

Las costumbres religiosas, lejos de distenderse, se fortalecieron y los valores morales rigurosos fueron la idiosincrasia de los estratos medios y altos. El recato, la austeridad y el conservadurismo marcaban desde el nacimiento a estos hombres, por lo menos como puesta en escena para sus relaciones sociales. En la práctica, la hipocresía era el signo de una clase dominante que no quería legitimar en público las prácticas que despreciaban de sus subordinados. Una vida abocada al esfuerzo, el trabajo y a la familia no podía destruirse por alguna debilidad  considerada natural para un hombre que se preciara de su condición. El éxito en el ámbito de la sociedad civil –y particularmente en el mundo económico– podía obviar estos detalles.

Esos límites laxos se contraponían con la férrea ideología que profesaron estos hombres con una unanimidad que difícilmente volvió a observarse en el siglo XX, aunque tal vez un espectro de este consenso se reprodujo en los últimos 30 años, con la globalización y irrupción de la ideología neoliberal. (www.REALPOLITIK.com.ar) 

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