INTERNACIONAL
Las 5 películas más polémicas de Cannes generan de todo menos indiferencia

La audiencia casi no emitió un sonido durante las casi dos horas y media del estreno de Eddington, la historia de horror político estadounidense, lenta y luego desquiciada de Ari Aster. No hubo risas. Ni exclamaciones. Solo silencio, mientras se proyectaba la comedia oscura del director apadrinado por A24, ambientada en un pequeño pueblo de Nuevo México al comienzo de la pandemia. En ella, una disputa personal entre el sheriff con códigos MAGA (Joaquin Phoenix) y el alcalde liberal (Pedro Pascal) se convierte en una guerra cultural por los mandatos del uso de mascarillas —y luego en una guerra literal—.
Muchos se pusieron de pie, aplaudiendo y vitoreando, cuando se encendieron las luces. Otros se unieron al puñado que había abandonado la sala a mitad de la función y corrieron hacia la salida. (según se escuchó, la tasa de deserción fue mucho mayor en la proyección paralela para la prensa). Aster es un cineasta ambicioso conocido por desafiar los límites de su audiencia en películas de horror psicológico como Midsommar, Hereditary y Beau Is Afraid. En Eddington —en la que el pueblo (población: 2.465 habitantes) es desbordado por protestas de Black Lives Matter y se convierte en el centro de múltiples escándalos en línea—, una extensa construcción de mundo da paso a giros argumentales que incluyen tiroteos y teorías conspirativas, tan extremos que el entretenimiento pasa a ser ver hasta qué punto puede descontrolarse la trama.
¿Estaban los asistentes cautivados? ¿Impactados? Ni siquiera Aster pudo saberlo.
“No sé qué decir. No sé qué piensan”, dijo Ari Aster, entre risas del público, durante su agradecimiento tras la ovación de pie. “Es un gran privilegio estar aquí, un sueño hecho realidad. Muchas gracias por invitarme. No sé. ¿Perdón?”
Como la película que se estrena en Estados Unidos el 18 de julio, el festival comenzó de forma lenta y ahora ha estallado, con una oleada de estrenos muy esperados desde el pasado viernes, Día 4. El sábado trajo los estrenos del homenaje de Richard Linklater a Jean-Luc Godard, Nouvelle Vague, y de Die, My Love, de Lynne Ramsay, protagonizada por Jennifer Lawrence y Robert Pattinson. Luego vinieron las nuevas obras de Wes Anderson, Joachim Trier, Spike Lee, Julia Ducournau y el debut como directora de Scarlett Johansson.
Estas son las películas que más comentarios han generado esta semana.
Al salir de Sirât, un relato hipnótico y devastador sobre fiesteros europeos en una búsqueda condenada en el desierto marroquí, dirigido por el franco-español Oliver Laxe, me crucé con Bridget Mills, una estudiante de cine de la Universidad de Georgia de 21 años que temblaba visiblemente. “Siento que necesito un abrazo”, dijo.

Evocando a Mad Max, Sirât es la primera participación de Laxe en la competencia principal de Cannes y ha sido descrita por Variety como un viaje por carretera “extraordinariamente extraño y angustiante” hacia lo que podría ser el fin del mundo. (El título es una palabra árabe que refiere al puente estrecho entre el cielo y el infierno). El actor catalán Sergi López interpreta a un padre desesperado que llega a una fiesta rave ilegal en el Sahara con su hijo pequeño y su perro, en busca de su hija desaparecida. Pero cuando aparecen soldados y comienzan a detener ciudadanos de la Unión Europea, el padre se une a una “familia” renuente de fiesteros —interpretados por actores no profesionales con rostros extraordinarios y discapacidades visibles, como extremidades amputadas— que aceptan llevarlo a la siguiente rave.
Una amenaza constante en el tono y momentos puntuales pero devastadores que mantuvieron al público de mi función completamente absorto, a pesar de largos tramos sin diálogo, solo con música electrónica, viento y el sonido de neumáticos todoterreno sobre rocas y arena. “Es el tipo de película por la que los asistentes de Cannes viajan desde lejos: única en su especie y difícil de clasificar”, escribió Screen Daily. Ya se especula: no si ganará un gran premio, sino cuál.
El enorme éxito de Adolescencia en Netflix augura un buen futuro para The Plague, un filme de horror psicológico y corporal sobre las pesadillas de la pubertad, ambientado en un campamento de waterpolo masculino en 2003. Desde su estreno, se ha convertido en tal vez la película estadounidense más buscada del festival, con distribuidoras interesadas en llevarla a los cines de Estados Unidos. Piense en El señor de las moscas, pero en una piscina.
Un elenco notable compuesto casi exclusivamente por actores debutantes —más Joel Edgerton como un entrenador patéticamente ineficaz— aporta credibilidad a la crueldad y torpeza retratada en este debut de Charlie Polinger, basado en los diarios de su adolescencia marcada por el acné y el acoso en un campamento deportivo. Entre masturbaciones en las literas y destrozos en un desguace, los chicos de 12 y 13 años intentan evitar contagiarse de “la peste”, que el líder pelirrojo e inquietante del grupo, Jake (Kayo Martin), le explica al recién llegado Ben (Everett Blunck) que provoca una erupción en la piel y transforma el cerebro en “puré”. Su compañero marginado, el excéntrico Eli (Kenny Rasmussen), ya la tiene y es blanco de burlas constantes. Nada es trivial.

El hallazgo de un grano, la mala pronunciación de una palabra, cualquier paso en falso puede condenar al ostracismo. Todo está acompañado por la música ominosa de Johan Lenox, quien llevó una escala orquestal a los temas de Travis Scott y Kanye West. Críticas escritas por mujeres le han dado mejores calificaciones que las de hombres, quizás porque estos se sienten personalmente afectados. Minutos después del estreno, la propia Charli XCX le dio cinco estrellas en Letterboxd, escribiendo que aún estaba sentada en su auto “en shock”.
Cannes tiene una sección específica, Un Certain Regard, para directores que presentan su primera o segunda película. Por eso llamó la atención que Sound of Falling, apenas el segundo largometraje de la escritora y directora alemana Mascha Schilinski, fuera parte de la competencia oficial desde el Día 2 del festival. Su épica narrativa, contada desde las perspectivas de niñas y adolescentes de cuatro generaciones de mujeres en una granja del norte de Alemania, puede verse como un contrapunto directo a The Plague.

Como narradora, Schilinski es poética e impresionista, llevando al espectador dentro y fuera de las distintas épocas con un desdén lynchiano por la linealidad. ¿Estamos siguiendo a la joven Alma (Hanna Heckt), una niña de trenzas rubias en los albores del siglo XX que aún no comprende que la criada fue esterilizada para que los hombres de la granja puedan violarla sin consecuencias? ¿O a Angelika (Lena Urzendowsky), una adolescente de los años 80 que comienza a descubrir su sexualidad mientras está atrapada entre parientes masculinos lascivos? La brutalidad atraviesa generaciones como una maldición, incluso hasta lo que parece ser el presente. Pero también crece la alegría, se amplían las libertades. “Tal vez ya vimos la mejor película de Cannes este año”, escribió Alison Willmore en Vulture. Ha estado al frente de las predicciones por la Palma de Oro durante días, aunque muchos que la vieron dijeron que necesitan verla de nuevo para comprenderla del todo. ¿Llegará hasta el final?
Cannes ya no invita a cineastas rusos al festival, y el director Thierry Frémaux afirmó que esta política se mantendrá hasta que Rusia cese su agresión militar en Ucrania. En su lugar, se presentó Two Prosecutors, una sátira oscura sobre la persecución de disidentes bajo Joseph Stalin, dirigida por el ucraniano Sergei Loznitsa.

El film abre en una prisión regional soviética en 1937, donde un anciano, encarcelado por “conducta antisocialista”, es obligado a quemar cartas de súplica y denuncias sobre torturas empleadas para obtener confesiones falsas. Una carta, escrita con sangre, llega a manos del nuevo fiscal local, Kornyev (Aleksandr Kuznetsov), quien exige reunirse con el prisionero, un exfiscal (Alexander Filippenko) y luego viaja a Moscú para informar al Partido Comunista. Aunque el desenlace es previsible, la trama está cargada de tensión mientras Kornyev enfrenta capa tras capa de burocracia. Ha sido la película mejor valorada del festival, tal vez porque el autoritarismo está en la mente de todos en Cannes. Variety la comparó con leer una novela de Kafka: “las páginas están amarillentas, pero las ideas siguen siendo dolorosamente actuales”.
Como el pueblo ficticio de Eddington, Cannes está dividido. Algunos consideran que la película de Ari Aster es una brillante crítica social, otros la ven como una tortura sin sentido. La sátira transcurre durante la pandemia de Covid-19, pero este es solo el detonante de una serie de malentendidos fatales en una comunidad y un país que han perdido contacto con la verdad. Varios periodistas internacionales dijeron que les pareció demasiado específica en sus referencias estadounidenses y de Nuevo México, y que no funcionará fuera de Estados Unidos.

The Guardian la calificó como “tediosa” y “extrañamente pretenciosa”. Variety la describió como “audazmente fuera de lo convencional”, elogiando especialmente la actuación de Phoenix como un sheriff derechista e incompetente. En Vulture, Willmore dijo que era “descentrada”, pero se encontró (¡como en Sirât) en un puente entre la admiración y el rechazo: “No me encantó —ni siquiera estoy segura de decir que me gustó—, pero refleja cómo nuestra realidad compartida se fracturó de formas tal vez irreparables, dejando espacio para que oportunistas se aprovechen”. Cualquiera sea la opinión, está generando conversación.
Fuente: The Washington Post
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Nayib Bukele ahora se adueña del fútbol: mientras su hermano asume en la federación local, él sueña con el Mundial 2030

El fútbol es un poderoso imán para gobernantes como Nayib Bukele. El presidente de El Salvador tomará el control de la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut) a través de su hermano, Yamil.
No es un hecho aislado. Con una gran popularidad basada en una cuestionada política de “mano dura” que acabó con el crimen organizado y la violencia, el mandatario ya tiene un absoluto control de los tres poderes del Estado. Ahora, puso la mira en el deporte más popular del mundo.
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El objetivo es simple: tener injerencia total sobre un fenómeno social y cultural que une a seis millones de salvadoreños. Quien controla el fútbol domina gran parte del humor ciudadano. El propósito es llevar al débil seleccionado local al Mundial de 2030 que se jugará en varios países, entre ellos la Argentina.
Para el próximo torneo, de 2026, llegó tarde. El Salvador quedó eliminado en la instancia final de las eliminatorias de la Concacaf.
“El principal objetivo es utilizar el fútbol para alimentar la narrativa de que Bukele está cambiando por completo El Salvador, aun y cuando eso está muy lejos de ser cierto”, dijo a TN el salvadoreño Víctor Aguilar, analista para América Latina de la ONG internacional Crisis Group.
Yamil Bukele asume en la Federación Salvadoreña de Fútbol
Yamil Bukele, de 47 años y medio hermano del presidente, asumirá como titular de la Federación Salvadoreña de Fútbol cuando concluya la misión de la FIFA que intervino la entidad en 2022.
Entonces, el presidente de la Fesfut, Reynaldo Vásquez, fue sentenciado en Nueva York a un año y medio de prisión como parte del “Fifagate”, el escándalo de sobornos y corrupción que sacudió a la FIFA y en especial a América Latina.
El presidente salvadoreño, Nayib Bukele (Foto: EFE)
Yamil Bukele es el único candidato inscripto para las elecciones internas de la federación previstas para el 12 de diciembre. Los distintos delegados de las ligas locales solo tendrán la opción de inclinarse por el hermano del presidente.
“Esperamos que nos vaya muy bien, por el bien del fútbol y de nosotros mismos”, dijo el actual presidente “ad honorem” del Instituto Nacional de los Deportes al lanzar su candidatura.
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Según Aguilar, “Nayib Bukele ha mostrado interés en tener influencia en la Federación Salvadoreña de Fútbol desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, en junio de 2015, cuando recién había sido elegido alcalde de San Salvador, en una publicación en Twitter que después eliminó, dijo: ´Por ahí tengo un familiar que se ofrece para arreglar la FESFUT´”.
En octubre de 2021, ya siendo presidente, tras una derrota de la Selección Nacional ante México en las eliminatorias para el Mundial de 2022, fue incluso más claro y señaló: “Yo creo que es hora de intervenir. Nos sancionan un par de años y luego volvemos jugando de verdad“.
La selección salvadoreña jugó solos los Mundiales de 1970 y 1982. En España 82 sufrió una estrepitosa goleada en contra por 10 a 1 ante Yugoslavia y cayó ante la Argentina de Diego Maradona 2 a 0.
Ahora, el gran sueño es volver a llevar al seleccionado a un Mundial que se niega desde hace 44 años.
“Al presidente Bukele le encanta afirmar que todas sus medidas son ´hitos´ en la historia del país. No dudo de que le encantaría que la selección regrese a un Mundial para poder afirmar que también logró cambiar ese pasado lleno de fracasos y decepciones», afirmó Aguilar.
Por qué el fútbol seduce tanto a los poderes de turno
El fútbol ha sido utilizado por la política (y en especial por distintas dictaduras, como la Argentina) desde siempre. El caso más actual es el de Arabia Saudita, que invirtió cifras multimillonarias para contratar figuras internacionales en su desconocida liga local y aplacar las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos.
El reino saudita ya se agendó la sede del Mundial de 2034 y extendió sus inversiones al tenis, el golf y hasta la Fórmula 1. Hoy Arabia Saudita es sinónimo de fútbol y deporte. Muy pocos hablan de abusos.
Pero Bukele no tiene los petrodólares sauditas. Tiene, eso sí, algo clave a su favor: en pocos años logró pacificar a un violento El Salvador. ¿Cómo hizo? Encarceló a decenas de miles de supuestos pandilleros en una ofensiva total contra el crimen organizado. Los salvadoreños prefieren mirar hacia otro lado cuando se habla de las denuncias por violaciones a los derechos humanos que se acumulan en la puerta de la Casa de Gobierno. El presidente fue reelecto el año pasado con casi el 85% de los votos. Su popularidad es enorme.
Sus detractores lo acusan de controlar los tres poderes del Estado, de encarcelar a miles de inocentes y silenciar a la oposición y la prensa. Tras una serie de maniobras, hasta logró imponer la posibilidad de reelección indefinida prohibida por la Constitución. Ahora, quiere echar a rodar la pelota.
Diego Murzi, investigador del CONICET y de la Escuela IDAES-UNSAM, dijo a TN que “el fútbol es el deporte más popular y convocante a nivel global en un momento en que el deporte se ha convertido en un hecho cultural y social central de la vida contemporánea”.
“Con lo cual tener injerencia en el fútbol implica tener decisión sobre asuntos que convocan e interesan a la población”, afirmó.

Aficionados de El Salvador animan un partido de las las eliminatorias de la Concacaf (Foto de archivo: EFE/Rodrigo Sura)
Para Murzi, especializado en sociología del deporte, “el fútbol se ha convertido en un juego geopolítico. Queda de manifiesto con (Donald) Trump interesándose por el Mundial o apareciendo en el Mundial de Clubes, cuando no forma parte de ninguna manera de su biografía”.
“Lo que refleja eso es lo importante del fútbol. Si pensamos en el proyecto de Bukele, que aspira a exceder los límites nacionales y proyectarse como figura relevante a nivel global, es lógico que intente tener bajo su control el fútbol de su país”, afirmó.
Según el analista, “gran cantidad de gente, sobre todo en Latinoamérica, piensa a la geopolítica basándose en el fútbol. Por eso cree que Argentina es un país relevante en el concierto global, o que India y China no lo son. Creo que para un proyecto político totalitario, o de largo alcance como el de Bukele, es importante movilizar esa dimensión”, dijo.
Bukele no ha inventado nada. Muchos gobernantes han intentado acercarse al deporte en los últimos años como “vehículo de promoción nacionalista o a los deportistas como personificación exitosa de ciertos valores intrínsecos que la actividad deportiva competitiva moviliza y que son afines a la ideología liberal o ´de derecha´ (éxito personal, meritocracia, individualismo, mercantilización, sacrificio, autosuficiencia)”, concluyó Murzi.
Habrá que ver ahora si el presidente salvadoreño logra tapar con el fútbol -y su enorme popularidad interna- los crecientes cuestionamientos internacionales a su política de “mano dura”.
El Salvador, Nayib Bukele, Sumario
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Tokio rechazó las acusaciones “infundadas” de Beijing tras una carta remitida a la ONU e instó a China al diálogo

El Ejecutivo japonés salió este sábado al cruce de las recientes denuncias de China contra la primera ministra Sanae Takaichi, a quien el régimen chino acusó de alterar la postura histórica de Tokio sobre su respaldo a Taiwán.
Desde Tokio calificaron las imputaciones como “totalmente infundadas” y subrayaron la continuidad de su línea política, negando un cambio en la posición oficial sobre el estrecho. Así lo expresó la portavoz Maki Kobayashi durante la cumbre del G20 en Johannesburgo, en declaraciones reproducidas por Bloomberg.
Kobayashi aseguró estar al tanto de la carta enviada por Beijiing a António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y recalcó que Japón explicó ya “en repetidas ocasiones” el sentido de los comentarios de su primera ministra, remarcando la apuesta del gobierno nipón por “el diálogo”.
Pese a ello, en Johannesburgo no fue posible avanzar en una conversación directa: desde China descartaron una reunión oficial entre Takaichi y el primer ministro Li Qiang, aunque ambos compartieron espacio en la foto de grupo de la cumbre.
El origen de la controversia radica en las declaraciones de Takaichi sobre la potencial respuesta japonesa ante una posible escalada militar de China contra Taiwán. El régimen liderado por Xi Jinping reaccionó enviando una misiva donde advierte de posibles “medidas de autodefensa” si Japón llegara a intervenir militarmente en apoyo a la isla, al tiempo que buscó movilizar respaldo internacional en Naciones Unidas.
Lejos de dar marcha atrás, Takaichi reiteró este viernes su negativa a retractarse de sus afirmaciones referidas a Taiwán y defendió la determinación japonesa de actuar igual ante una emergencia de seguridad en la región. Al calor del conflicto, incluso el cónsul chino en Osaka, Xue Jian, llegó a compartir (y luego eliminar) un mensaje en el que apostaba por “cortar el sucio cuello” de la primera ministra nipona.
Al mismo tiempo, las relaciones bilaterales registran nuevas restricciones: entre las últimas medidas, Beijing desaconsejó a sus ciudadanos visitar Japón, ordenó la suspensión de importaciones de mariscos japoneses y detuvo el estreno de nuevas películas japonesas en su mercado.
En cuanto a la relación entre Tokio y Taipéi, Taiwán confirmó el viernes pasado el levantamiento de las restricciones que, desde 2011, afectaban a las importaciones de alimentos originarios de Fukushima (Japón). Las autoridades informaron que dejarán de aplicar los requisitos de doble certificación y la inspección exhaustiva por lotes.
La medida surge poco después de que el gobernador de Niigata, Hideyo Hanazumi, autorizara la reactivación de la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa —la mayor del mundo—, que permanecía fuera de servicio desde el accidente nuclear ocurrido en Fukushima Daiichi en 2011 a raíz de un terremoto y posterior tsunami.
El anuncio del gobierno taiwanés marca la normalización de criterios para la entrada de productos japoneses en la isla, en un contexto donde la energía nuclear y la seguridad alimentaria siguen siendo ejes de debate en Japón.
La disputa regional se enmarca en décadas de sensibilidad diplomática. Desde que los lazos políticos entre China y Taiwán se cortaron en 1949 tras la guerra civil, solo se restablecieron en formatos no oficiales a partir de los años 80, mientras Tokio y Beijing mantienen diferencias históricas sobre la soberanía y seguridad en la región.
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