ECONOMIA
Claudio Zuchovicki opinó sobre las claves de la economía que se viene

El presidente de Bolsas y Mercados Argentinos, Claudio Zuchovicki, analizó el panorama futuro de la economía argentina y planteó que las empresas deberán acoplarse a un cambio de paradigma. «Los últimos años fue la tierra del mercado financiero. Y ahora viene la era de la economía real», aseguró.
Zuchovicki estuvo presente en el congreso Somos pymes y aseguró que antes «el gerente de Finanzas de una empresa era más importante que el de Marketing o de Ventas». En contrapartida, destacó que ahora «hay que laburar» y «vender cantidad para absorber costos fijos».
El análisis del presidente de BYMA apuntó principalmente al cambio de paradigma en la economía desde la llegada de Javier Milei al Gobierno.
En detalle, el analista aseguró que antes, la presión inflacionaria y la distorsión del tipo de cambio generaba que las empresas prioricen estrategias financieras para resguardar su capital antes que apostar por la producción.
La era de mirar los costos en la economía
Con un tono directo, Zuchovicki interpeló al auditorio: «Ahora, hay que mirar los costos. ¿Alguien cree hoy que puede trasladar a precios cualquier suba en los costos?». En ese sentido, advirtió que la búsqueda de competitividad será central para sostener la rentabilidad, según Ámbito.
«Hay que cambiar el chip de vender stock más barato» aseveró en su exposición y justificó: «Antes, los precios podían cubrir mi ineficiencia, porque nadie sabía los precios: las cosas valían donde había producto, y vendiendo dos cantidades pagaba el mes. Ahora hay que laburar, vender cantidad para absorber los costos fijos», remarcó.
Sobre el mercado de capitales, Zuchovicki destacó la importancia del financiamiento para el crecimiento de empresas y pymes: «El crédito empieza a jugar a favor. Es una buena palabra, pero depende de para qué uses la plata: si la usas en fiesta o te la robás, generás crisis, pero si la pongo en un producto que genera renta, estoy generando riqueza».
Finalmente, advirtió sobre el nuevo escenario financiero que se abre con tasas reales positivas. «El país tuvo tasa de interés real negativa, porque la tasa estuvo por debajo de la inflación. A la empresa le convenía tener stock y no plata, porque los bienes te protegían más que el dinero y nos endeudábamos para comprar bienes», explicó. Pero, con el giro hacia tasas reales positivas, remarcó que el escenario cambió y que ahora el costo de mantener el stock puede fundir a las compañías, «salvo que utilice al mercado de capitales como herramienta para intentar conseguir un crédito más barato».
El cambio de hábito de los consumidores
Otro de los ejes que destacó Zuchovicki es el cambio de comportamiento del consumidor. «Antes, el rey era el que tenía producto, porque no había productos. Ahora, todos nos debemos al consumidor, que tiene la palabra final», afirmó.
El analista explicó que, en un escenario de menor inflación, desaparece la urgencia por desprenderse de los pesos: «Los consumidores tienen la expectativa de que los precios pueden bajar, con lo cual demora consumo o espera promociones, y antes compraba adelantado y se stockeaba».
En esta nueva etapa, la mirada sobre los costos cobra aún más relevancia. El presidente de BYMA señaló especialmente al peso de la carga tributaria dentro del llamado «costo argentino». En ese sentido, explicó que ahora viene el momento de «mirar el detalle fino de los números», y afirmó que hasta lo que se paga de Ingresos Brutos puede «hacer la diferencia».
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ECONOMIA
Plazo fijo Banco Provincia con nueva tasa: cuánto ganás ahora con $1 millón

El plazo fijo tradicional está pagando una mejor tasa de interés, luego de las variaciones que tuvo en los últimos días por el desarme de las LEFIs realizado por el Banco Central. Por lo que a los ahorristas se les presenta una interesante oportunidad de ganar poder de compra con sus pesos, debido a que este tipo de depósito supera de forma notoria a la inflación. Así, iProfesional calculó cuánto podés generar con este instrumento en Banco Provincia, una de las entidades financieras públicas más importantes de la Argentina, debido a que tiene unas 13 millones de cajas de ahorro en operación.
Al respecto, se tomó como ejemplo una colocación inicial de $1 millón a un período de 30 días, que es el tiempo mínimo solicitado para el encaje de los fondos en el sistema bancario para este tipo de instrumento.
La tasa nominal anual (TNA) que propone en la actualidad un plazo fijo tradicional en Banco Provincia es de 31% para las colocaciones digitales de personas humanas a 30 a 119 días, por montos entre un mínimo de $1.000 y un máximo de $20 millones.
Por lo tanto, la renta obtenida en apenas un mes con un depósito será de 2,54%. Es decir, un monto que supera con creces a la inflación, que, por ejemplo, fue de 1,6% en junio pasado, según los últimos datos oficiales del INDEC.
Y también el plazo fijo tradicional sería atractivo en los próximos meses, debido a que el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), confeccionado por el Banco Central entre unos 40 economistas, proyectó que el índice de precios al consumidor (IPC) previsto para el corriente julio es de 1,7% y para agosto alrededor de 1,6%.
En cambio, las constituciones en pesos están «perdiendo» durante julio con respecto al movimiento del dólar, ya que en todo este mes el precio del billete estadounidense asciende cerca de 7%.
Cabe recordar que en las últimas semanas las tasas que ofrecen los bancos para el plazo fijo tradicional mostraron una amplia volatilidad por el desarme realizado por el Gobierno de las Letras Fiscales de Liquidez (LEFI), que son los instrumentos que reemplazaron a las LELIQ, y que vencieron el pasado 17 de julio de 2025.
«El corazón del nuevo régimen monetario no late a ritmo de tasa fija. Late al compás de algo más sutil: la dinámica de mercado. Con la eliminación de las LEFIs, la política monetaria dejó de fijar un precio para empezar a fijar una cantidad. Para que se entienda: pasamos de tener una tasa escrita en el Boletín Oficial, a una que se escribe todos los días en el mercado», afirma Nahuel Bernues, asesor financiero, CFA y fundador Consultora Quaestus.
Plazo fijo Banco Provincia: cuánto ganás ahora con $1 millón
Desde lo práctico, constituir un plazo fijo tradicional en Banco Provincia por un monto inicial de $1 millón, por un lapso mínimo requerido por el sistema de 30 días, generará una ganancia en ese tiempo por un total de $1.025.479.
Por lo tanto, se generarán casi 25.480 pesos extras mensuales con el dinero invertido, que equivale a tener una renta de 2,54% mensual (31%TNA).
Se debe tener en cuenta que para realizar un plazo fijo tradicional en la entidad bonaerense, en primer lugar se debe ingresar al home banking o a la Banca Internet Provincia (BIP). O también a través de la aplicación para dispositivos móviles (app), que tiene un token integrado.
Asimismo, se puede entrar a la página web oficial del BAPRO, donde en el menú principal figura el segmento «Personas«, y allí se tiene que seleccionar «Inversiones«.
Luego, se debe entrar en la opción «plazo fijo» y, paso siguiente, optar por «Nuevo Plazo Fijo«.
Después de cumplir con esos pasos, se debe indicar la modalidad del certificado (tradicional u otra), la moneda, la cuenta asociada al mismo, la cantidad de días de la colocación, o una fecha de vencimiento.
Y para finalizar esa etapa de la inversión, indicar el importe inicial a colocar, pero se debe considerar que el monto mínimo para constituir un depósito es de $1.000.
Se concluye con esta colocación al tocar el botón «Continuar«, donde se deberán revisar los datos ingresados, y así concluye la constitución del plazo fijo con el botón «Confirmar«.
El Banco Provincia tiene posibilidad de elegir la opción de «Renovación Automática», para que, al vencimiento, el plazo fijo se renueve sin necesidad de tocar nada, durante un período de hasta 180 días.
También se puede hacer un plazo fijo tradicional en Banco Provincia de manera presencial, desde las sucursales físicas.-
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ECONOMIA
Las dos míticas marcas que están por desaparecer del ranking de lácteas más importantes de Argentina

El mapa de la industria láctea argentina atraviesa una transformación silenciosa pero profunda. Así lo muestra el nuevo informe publicado por el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), que actualizó el ranking de empresas del sector para el período 2024/2025.
El relevamiento, que mide el volumen de procesamiento de leche, no solo confirma el avance de las grandes multinacionales, sino también marca el retroceso de dos históricas firmas nacionales que están a punto de salir del top ten e incluso ya ni figuran en el ranking: son los casos de Lácteos Verónica y SanCor, respectivamente.
Cuáles son las empresas que lideran la industria láctea en Argentina
En la cima del ranking aparece Saputo Argentina S.A., empresa de origen canadiense que se consolida como líder por tercer año consecutivo, con un procesamiento diario de 3,5 millones de litros de leche.
Saputo produce, comercializa y distribuye en Argentina y en el mercado internacional una gran variedad de quesos, manteca y crema, así como también ingredientes lácteos incluidos leche en polvo, caseína y proteína de suero; todo esto bajo las marcas La Paulina, Ricrem y Molfino.
La sigue Mastellone Hnos. S.A. (La Serenísima), con 3,3 millones de litros, y en tercer lugar se ubica Savencia Fromage & Dairy Argentina S.A., conocida por su marca Milkaut, que procesa 1,6 millones de litros por día.
Más atrás se encuentran Punta del Agua S.A. (1,3 millones), Adecoagro (930 mil litros) y Noal S.A., que cierra el top seis con 900 mil litros diarios. En conjunto, las cinco principales compañías concentran apenas el 36% del volumen total de leche industrializada en el país, una proporción baja si se la compara con otras naciones lecheras, donde las cinco líderes superan el 80% de participación.
Dos marcas históricas que se «caen» del ranking de las principales lácteas de Argentina
El ranking de empresas: SanCor ya no aparece y Verónica ocupa el décimo puesto
Pero lo que más llama la atención del nuevo relevamiento es lo que no está: la histórica cooperativa SanCor no figura entre las principales empresas. Desde la firma aclararon que decidieron no participar del informe debido a que están «en proceso de convocatoria de acreedores y reestructuración operativa», lo que afecta seriamente sus volúmenes de producción y «no permite establecer comparaciones válidas con otros períodos«.
Otra marca que pierde terreno es Verónica, la empresa santafesina que hoy conserva cerca del 2% del procesamiento nacional y se ubica en el puesto 10, pero cuya permanencia en el ranking corre serio riesgo. La firma atraviesa una profunda crisis financiera y días atrás presentó una propuesta de reestructuración ante la Secretaría de Trabajo de la Nación, en el marco de un procedimiento preventivo de crisis previsto por la ley 24.013.
Según detallaron durante una audiencia virtual con representantes del Gobierno, sindicatos y directivos, «la situación de la empresa está directamente relacionada con la caída de la producción láctea a nivel nacional, que fue del 7% en lo que va de 2024, el retroceso del consumo interno, que bajó un 9,7% durante el año pasado, y la presión de costos crecientes por el contexto inflacionario». A eso se suman «la baja competitividad de la cadena de valor y la concentración del mercado».
El informe de OCLA también destaca una tendencia que se profundiza desde comienzos de los años 2000: la pérdida de participación de las empresas locales frente a grupos multinacionales, aunque sin llegar aún a niveles extremos de concentración como en otros mercados del mundo. De hecho, el crecimiento más importante en este último año se dio entre las empresas pequeñas, mientras que las más grandes crecieron por debajo del promedio nacional.
Con este panorama, la industria láctea local parece entrar en una nueva etapa, donde los nombres tradicionales pierden terreno y emergen nuevos jugadores que buscan ganar espacio en un contexto desafiante.
La historia de la empresa que destronó a La Serenísima como líder de la industria láctea
Nacida como un emprendimiento familiar en Canadá, Saputo Inc. pasó de ser un pequeño taller quesero en Montreal a convertirse en una potencia global de la industria láctea. Fundada en 1954 por la familia Saputo -inmigrantes sicilianos que llegaron al país con apenas una bicicleta y u$s500-, la compañía hoy opera en cinco países, emplea a casi 20.000 personas y vende sus productos en más de 60 mercados internacionales. Sin embargo, su nombre sigue siendo poco conocido en Argentina, donde ya ostenta un liderazgo absoluto.
Con más de 67 plantas distribuidas en Canadá, Estados Unidos, Argentina, Reino Unido y Australia, Saputo maneja un portafolio de marcas reconocidas como Frigo Cheese Heads, Montchevre, Armstrong, Cathedral City y La Paulina, esta última con fuerte presencia local.
El desembarco en el mercado argentino se produjo en 2003, cuando compró Molfino Hermanos -en ese momento, el tercer mayor procesador de leche del país- por más de u$s50 millones. La empresa pertenecía al grupo Pérez Companc, y la operación también incluyó a La Paulina, una histórica marca nacional fundada en 1921 en Villa María, Córdoba, que desde entonces se transformó en el estandarte de Saputo en Argentina.
La empresa comercializa productos tanto en el mercado local como en más de 30 destinos internacionales. Es el principal exportador argentino de quesos, especialmente muzzarella, y también produce manteca, leche en polvo, crema, caseína y proteínas de suero.
Además, opera con un modelo de integración vertical que abarca toda la cadena: desde la recepción diaria de leche proveniente de más de 600 tambos hasta la distribución de productos terminados. Este esquema le permite adaptarse rápidamente a las condiciones del mercado y mantener estándares de calidad constantes.
Lo cierto es que, más allá del liderazgo de la empresa extranjera, una de las notas destacadas de este informe del sector lácteo es la caída de dos marcas emblemáticas argentinas: SanCor y Lácteos Verónica, que atraviesan un momento complejo y eso se refleja en su producción.
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ECONOMIA
Alerta por una «bola de Lecaps»: por qué preocupa al mercado, que advierte por un déficit oculto

La felicidad casi nunca es completa. Mientras el gobierno respira aliviado por el próximo ingreso de u$s2.000 del Fondo Monetario Internacional, festeja que en junio se quebró un año de déficits en la cuenta corriente y se ilusiona con el ingreso de u$s13.000 millones del campo tras el anuncio de baja de retenciones, se está recalentando otro debate que genera incomodidad en el equipo de Toto Caputo: si se está armando una «bola de Lecaps» potencialmente explosiva en el mediano plazo.
Y lo que más inquieta a los funcionarios es que las críticas no provienen de sus enemigos preferidos -los economistas «keynesianos» que simpatizan con el kirchnerismo- sino de muchos analistas, inversores y banqueros de línea ortodoxa.
Desde hace tiempo, estos críticos vienen cuestionando la forma en que Caputo y compañía presentan los números, y en los últimos días esa acusación se exacerbó: hay abiertas acusaciones en el sentido de que la deuda no se redujo de la forma en que el equipo económico muestra en las redes sociales y en el programa de streaming del Gordo Dan.
Y eso no es lo peor: en los últimos días, tras el episodio de suba abrupta de las tasas de interés, ya empezaron a cuestionar la veracidad de los números fiscales. En otras palabras, que si se contabilizara correctamente el costo de intereses de la deuda que se está acumulando, entonces ya no existiría el superávit fiscal financiero, sino que los números estarían en rojo.
Es un argumento que tiene la potencia de un misil a la línea de flotación del plan económico, porque justamente el dato en el que se basa Caputo para sostener que «esta vez es diferente» es que, a diferencia de otros momentos de la historia reciente, ahora hay un sólido superávit fiscal.
La discusión, básicamente, consiste en cómo deben contabilizarse los intereses que se van acumulando -pero que no se pagan hasta el final de la vida del bono- en el caso de las Lecaps, los títulos del Tesoro que absorbieron casi toda la liquidez que en otros tiempos se alojaba en las famosas «bola de Lebacs» -durante la gestión macrista- y «bola de Leliqs» -en la gestión de Alberto Fernández.
¿La bomba pasó del BCRA al Tesoro?
Hablando en números, los bonos del Tesoro en pesos argentinos se encontraban en un nivel equivalente a unos u$s30.000 millones cuando asumió Javier Milei. Y los pasivos del Banco Central -Leliqs más los pases a un día- contabilizaban unos u$s30.000, después de haber tocado un máximo de u$s70.000 en 2018 -casualmente, cuando Toto Caputo presidía en BCRA-.
El diagnóstico del gobierno de Milei era claro: los pasivos remunerados del BCRA eran malignos por donde se los mirara. Constituían una bomba inflacionaria para el futuro de mediano plazo, engordaban en 10 puntos el déficit fiscal y, además, ejercían incentivos perversos porque a los bancos les resultaba más convenientes alojar sus pesos sin riesgo y obteniendo una alta tasa, antes que prestarle el dinero a la empresas para que aumentaran su producción.
Desde ese punto de vista, «licuar» las Leliqs y pases por la vía inflacionaria era lo mejor que se podía hacer, y el remanente debía traspasarse a deuda del Tesoro. Cuando algún crítico preguntaba cuál era la diferencia entre tener deuda a nombre del BCRA o tenerla en el Tesoro, la respuesta era que la del Tesoro se podía «rollear» indefinidamente, cada vez con menos tasas de interés, y a mayores plazos.
Y que, en el caso de que no se llegara a renovar un vencimiento, no había que lamentarse, porque era el síntoma de que «los bancos vuelven a trabajar de bancos» -una de las frases preferidas de Caputo-. Y, en ese caso, los pesos que haya que pagarles a los bancos no implicarían una emisión inflacionaria, porque saldrían del superávit fiscal.
Todo el que cuestionara ese punto de vista era acusado de «no verla» y de aplicar conceptos de contabilidad financiera erróneos.
¿Un déficit bajo la alfombra?
Pero contrariando el lema de que «todo marcha acorde a lo planeado», el gobierno vivió zozobras en las últimas semanas, con saltos del dólar por encima de lo previsto, que lo obligaron a una fuerte intervención en el mercado de futuros. Y, además, se generó una brusca variación en las tasas de interés, algo que el presidente del BCRA, Santiago Bausili, adjudicó a la falta de costumbre de los bancos de manejar con eficiencia su liquidez, por tantos años de haber gozado de un subsidio de hecho por parte del Estado.
Las cosas, sin embargo, no se ven de la misma forma del otro lado del mostrador. Se empieza a ver con preocupación que la deuda del Tesoro supera en volumen a la «base monetaria amplia» que el gobierno muestra como garantía de estabilidad financiera.
Y no confían en que haya un sendero bajista de las tasas. Más bien al contrario, creen que el mercado pedirá más premio para quedarse en títulos en pesos que ahora son percibidos como de mayor riesgo, y que el gobierno consentirá esas tasas, por lo menos hasta las elecciones de octubre, con tal de no arriesgar una escapada del dólar.
Una de las polémicas más intensas ocurrió a raíz de la crítica que hizo el economista y consultor Christian Buteler, quien destacó cómo ha crecido la acumulación de intereses de Lecaps que no se pagan sino que se capitalizan -generando así el crecimiento exponencial del interés compuesto-. Según ese cálculo, ese interés acumulado pasó desde un nivel de $2 billones en agosto 2024 hasta u$s6,3 billones en junio último.
Si se toma el criterio de que esos intereses capitalizados son, en realidad, deuda diferida, entonces la conclusión es que no sólo no hay superávit fiscal primario, sino que hay déficit, y que viene creciendo mes a mes.
Tomando el caso del resultado fiscal de junio, el dato oficial marca un superávit de $551.000 millones, pero cuando se calcula la acumulación de intereses capitalizados -y no pagados- de Lecaps, entonces queda un «rojo» de $5,8 billones. En enero, ese déficit era de $3,1 billones, lo cual da la pauta de la alarma que tienen estos economistas por la velocidad de crecimiento de la «bola» de deuda del Tesoro. Si se contabiliza el acumulado anual, entonces el déficit rondaría los $27 billones.
La mezcla de devengado y base caja
El gobierno y varios economistas afines rechazan enfáticamente ese criterio, al que juzgan erróneo. La clave pasa por la diferenciación entre lo «devengado» -gastado pero no pagado- con lo efectivamente ya pagado. Por caso, desde la cuenta «Sindicato de Traders» criticaron los análisis que mezclan el flujo devengado con los pagos reales, y lo comparan con una persona que considere que sus finanzas del mes fueron negativas, porque tiene cuotas con la tarjeta hasta diciembre.
El argumento de quienes defienden la contabilidad oficial es que, si se cuentan los intereses acumulados de las Lecaps, entonces también tienen que considerarse los ingresos futuros a la caja de ARCA y el efecto de la reactivación de la economía.
«Es como decir que la deuda te explota porque emitiste un bono a 10 años, pero contarlo contra el PBI de hoy, en pesos de hoy, y sin ajustar nada. Una técnica vieja: inflar pasivos y achatar activos o flujos futuros», es el argumento defensivo.
Otros hicieron la comparación entre la Lecap -que paga tasa fija- y el bono CER, que ajusta con la inflación. Y afirman que quienes cuentan los intereses acumulados por las Lecap no aplican el mismo criterio con los bonos CER -dado que no se conoce la inflación futura-. Argumentan que si se canjearan todas las Lecap por Lecer, entonces los críticos del gobierno se quedarían sin argumento, a pesar de que la deuda sería del mismo volumen.
¿Y qué afirma el gobierno sobre este punto? El secretario de Finanzas, Pablo Quirno, respondió con un lacónico «se refinancia» a un analista que le preguntó de dónde saldrían los fondos para pagar los intereses de Lecap a su vencimiento.
Y Federico Furiase, el ideólogo del «plan de las tres anclas», abundó en el argumento, afirmando que la deuda consolidada -Tesoro y Banco Central- viene en una reducción acelerada, desde un 56% antes de la asunción de Milei hasta un 42% de hoy.
Y, para los preocupados por una corrida, afirma que el gobierno tiene un «colchón de reservas en pesos» para responder ante un aumento de la demanda de liquidez sin tener necesidad de emitir. Y que, además, con las reservas del BCRA se pueden comprar todos los pasivos monetarios a un precio que dejaría el dólar debajo de $1.000.
Con la lupa en el carry trade
Pero a partir de esa respuesta surgió un «contra argumento»: la defensa del gobierno da por supuesto que el costo financiero irá en baja por reducción de tasas de interés y que el ingreso seguirá en alza por crecimiento y estabilidad económica.
Y muchos ponen en duda que esa sea la dinámica, dado que la estabilidad cambiaria depende de que no se desarme el «carry trade», y eso implica que las tasas tienen que seguir siendo atractivas en términos reales. Más concretamente, que la renta que deja una Lecap tiene que superar al costo de comprar un «seguro de devaluación» en el mercado de futuros del dólar, algo que en las últimas semanas no ocurrió y que cada vez le cuesta un mayor costo al BCRA.
Por eso, los críticos del gobierno afirman que Caputo necesita que, en cada licitación, haya un «rolleo» casi total de los títulos que vencen. Y que, en caso de que el número sea menor -hubo licitaciones en que quedó más del 30% sin renovar- no ocurrirá la expansión crediticia que espera el gobierno, sino que los pesos «excedentes» terminarán corriendo al dólar.
En todo caso, las próximas licitaciones del Tesoro darán la pauta de si el mercado sigue confiando en la capacidad de repago del gobierno o si, por el contrario, se reinstala el fantasma del «reperfilamiento».
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