POLITICA
Los sueños rotos de Moscú 80: historias ocultas del boicot olímpico más recordado

45 años atrás, el 3 de agosto de 1980, se clausuraban los Juegos Olímpicos de Moscú con una ceremonia soviética: marcial, ajustada, pesada, extensísima. 100.000 personas en el Estadio Lenin, Brezhnev y todos los popes del Kremlin en el palco, el incómodo presidente británico del Comité Olímpico Internacional y casi ningún funcionario extranjero. Hubo desfile de deportistas, bailes típicos, marchas militares, grupos musicales folklóricos, demostraciones gimnásticas y mucho de Misha, la mascota de los Juegos. También largos y tediosos discursos.
Para el final, la presentación de la ciudad que tomaría la posta, la siguiente sede. En ese momento, por lo general protocolar, el que mayor expectativa generaba, el clímax de la ceremonia; o, al menos, el más tenso, no estaba la autoridad máxima del próximo anfitrión, el alcalde o intendente, cómo suele suceder. Y la bandera que se mostró no fue la de Estados Unidos sino la de la ciudad de Los Ángeles. Michael Morris Killanin, el flemático presidente del COI que ya estaba de salida, intentó, con palabras que él sabía vanas, que en el siguiente Juego Olímpico no volviera a suceder lo que en éste: que muchos se lo perdieran. Pidió a los deportistas que no dejaran de competir.
A esa altura todos presuponían que los países de la Cortina de Hierro, los que respondían a la influencia soviética, devolverían el golpe y no participarían. Otro boicot.
El de Moscú 80 fue el Juego Olímpico de los Sueños Rotos.
Tras la orden de Estados Unidos, otros 62 países decidieron no concurrir. El boicot vacío los juegos. E impidió que muchos atletas que habían entrenado durante años tuvieran la posibilidad de luchar por una medalla olímpica.
La Guerra Fría por otros medios
En abril de 1980 Estados Unidos, a través de su presidente Jimmy Carter y de su vice Walter Mondale, estableció el boicot a los Juegos Olímpicos. La ciudad sede sería la capital de su principal enemigo. La amenaza que persistió en el aire durante cuatro años, desde que finalizó Montreal 76, que Estados Unidos le daría la espalda a Moscú 80, finalmente se concretó. La excusa que encontraron fue la invasión soviética a Afganistán.
La Guerra Fría se desplegaba en diferentes ámbitos. Dos que preocupaban a los políticos y fascinaban a la opinión pública eran el de la carrera espacial y el del deporte. Los grandes hitos bélicos/deportivos de esos años habían sido la final por el oro olímpico de básquet en Munich 72 y el match de ajedrez entre Bobby Fisher y Boris Spassky. El de básquet tuvo los tres segundos más largos de la historia. El triunfo de Estados Unidos, la polémica, el reinicio del partido y el batacazo del oro soviético (y la indignación norteamericana: no fueron a buscar las medallas plateadas). El de ajedrez fue un impacto mundial. La atención del planeta se centró en el tablero de 64 escaques. La personalidad desbordante, los caprichos y el genio de Bobby Fisher hicieron el resto. Por primera vez en décadas el título de campeón del mundo no estaba en manos de alguien de la U.R.S.S. Dos victorias en terreno ajeno marcaron esos años. Hubo otra en 1980, cercana a los hechos de los que se habla en esta nota: la del equipo de hockey sobre hielo norteamericano en los Juegos Olímpicos de Invierno de Lake Placid: “El Milagro en el Hielo” que ya ha producido decenas de libros y al menos dos muy buenas películas de ficción contando ese partido.
Los Juegos Olímpicos de Moscú iban a ser un escenario ideal para continuar la guerra fría en canchas, pistas y rings. Estados Unidos desde hacía unos años se debatía entre distintas opciones de actuación. Los temores eran muchos. ¿Validarían a su peor enemigo con su presencia? ¿Se estarían exponiendo a ser ridiculizados? ¿Serían maltratados sus atletas? ¿Los perjudicarían? Todos estos planteos bajo la certeza de que la U.R.S.S. los superaría en el medallero final. Había un factor más. Sin el dinero de la NBC por los derechos de televisación, los Juegos serían deficitarios (lo terminaron siendo).
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Hasta que en los últimos días de 1979 un hecho político pareció darle a Estados Unidos la excusa perfecta para poner en práctica esa hipótesis de conflicto con la que trabajaban. El 27 de diciembre de 1979 tropas soviéticas cruzaron las fronteras del sur e invadieron Afganistán. Los soviéticos apoyaban al régimen comunista que se enfrentaba con radicales islámicos que en poco tiempo fueron financiados por Estados Unidos y otros países. Cada conflicto, cada contienda, hasta cada discusión mundial parecía, en esos años, que sólo se trataba de lo mismo: USA Vs. U.R.S.S.
Pero, por más que la idea sobrevolaba, hasta los meses previos a la ceremonia inaugural no se sabía bien qué sucedería. De hecho, muchos se inclinaban por creer que, al final, prevalecería el afán por competir de los deportistas y el interés del público (y de las cadenas televisivas) por ver en acción a los mejores.
La gran mayoría de los deportistas realizaron el ciclo olímpico convencidos de que estarían en Moscú.
El 21 de enero de 1980, el presidente Carter en su discurso anual del Estado de la Unión criticó con dureza la intervención soviética en Afganistán, explicó que se trataba de una amenaza grave, que había que frenar su avance porque era el primer paso de su expansión y de un camino en el que buscaban quedarse con el petróleo de la región. Anunció castigos económicos, restricciones varias y que: “He anunciado al Comité Olímpico Norteamericano que ni los americanos ni yo avalamos el envío de atletas a los Juegos mientras los soviéticos permanezcan en Afganistán”. Les dio un mes para deponer su actitud.
Un mes después, el 21 de febrero, Jimmy Carter reunió en la Casa Blanca a deportistas, entrenadores y dirigentes y anunció oficialmente, frente a ellos, que Estados Unidos no concurriría a Moscú. El Comité Olímpico de Estados Unidos acató de inmediato y comunicó la decisión al COI. Los países de Occidente se fueron sumando al boicot. Los deportistas ofrecieron, con el correr de las semanas, diversas alternativas. No participar del desfile inaugural, no presentarse a las ceremonias de premiación, llegar a la Villa Olímpica el día de competencia y retirarse en el mismo momento en que terminaba su participación, no interactuar con funcionarios soviéticos. Todo fue desechado. El sueño deportivo, años de esfuerzos se estrellaba contra los escarceos y mezquindades políticas.
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La repercusión que tal decisión tendría hoy sería imposible de mensurar. Posiblemente la presión de los atletas sería más efectiva. Por otra parte, los Juegos Olímpicos tienen tal envergadura económica que otros intereses aparecerían para asegurar la participación de la mayor cantidad de atletas posible. Hasta Montreal 76 los Juegos eran deficitarios. Recién en Los Ángeles 84 se convirtieron en el negocio colosal que son hoy.
Anita DeFrantz, una remera norteamericana, juntó a varios atletas de distintas disciplinas y encabezó una demanda contra el comité olímpico de su país. Querían que se respetara su decisión y su derecho de participar. La justicia desestimó la presentación y también hizo lo mismo la Corte Suprema con la apelación. La última posibilidad se había esfumado.
Lord Killanin ,el presidente del Comité Olímpico Internacional, trató de mediar. Se reunió con Brezhnev y con Carter, pero todo fue inútil. Los diplomáticos (y los agentes de inteligencia) de las dos súper potencias se pusieron en acción tratando de sumar aliados. Estados Unidos hasta envió a Muhammad Alí (medalla dorada en Roma 60) de gira por países africanos en busca de apoyo.
La decisión de Argentina
Rápidamente casi una treintena de países se alineó detrás de los norteamericanos. Finalmente fueron 62 los que no participaron. Aliados importantes de Estados Unidos como Alemania, Japón y Corea. Y muchos países cuyos compromisos comerciales eran tan fuertes que no podían rehusarse a seguirlos como los latinoamericanos, mucho de los africanos y varias países asiáticos. Argentina estuvo entre ellos. Los representativos de fútbol (con jugadores de los equipos del Interior, de clubes no afiliados directamente a AFA) y de básquet habían logrado clasificar en los respectivos torneos preolímpicos y tenían buenas posibilidades de medalla. También el declatonista Tito Steiner, el remero Ricardo Ibarra y, quizá, algún boxeador.
Poco salió sobre ellos en los medios argentinos y en los de Occidente. Algo, que a priori, parece impropio para un evento de esa magnitud. Sólo dos argentinos concurrieron. Un juez de boxeo del que se perdió el nombre y Roberto Fernández, único periodista acreditado, enviado de la revista Goles Match.
Pero podemos decir que, casi como en cualquier gran evento internacional, en el boicot a Moscú 80, hubo también una pista argentina, un factor argentino en el medio.
Un antecedente evidente fue el Mundial 78. Previo a ese torneo tuvieron lugar en varios países europeos campañas de boicot que pretendían que las delegaciones no concurrieran a Argentina para poner en evidencia de esa manera al gobierno de la Junta Militar y las persistentes violaciones a los derechos humanos. Esos comités de boicot que nacieron en Suecia por el caso de la desaparición de Dagmar Hagelin, y luego se derramaron al resto del continente, fueron muy activos en Holanda y Francia. Ninguno consiguió apoyo gubernamental. Tampoco estuvieron cerca de conseguir que alguno de los equipos desistiera de jugar el Mundial. Sin embargo, obtuvieron un éxito colosal en lograr que las sociedades de cada uno de esos países conocieran, por primera vez, lo que estaba sucediendo en Argentina. Una peculiaridad: en esos comités no hubo casi participación de exiliados argentinos.
Es más. Las primeras menciones a un posible boicot a Moscú 80 se dieron en Europa mientras se discutía la presencia de sus selecciones de fútbol en el Mundial de Argentina. El francés Jean Francois Revel sostuvo que si propulsaba la no concurrencia a Argentina, lo mismo debía hacerse en relación a los Juegos Olímpicos soviéticos. Pero como nadie dejó de venir a la Argentina en esa ocasión (ninguna selección ni ningún jugador se bajaron: tampoco Cruyff ni Paul Breitner pese a lo que las leyendas sostienen) pareció que los boicots a eventos deportivos no funcionarían. A principios de 1980, el disidente soviético Andrei Sakharov propuso que las naciones occidentales no fueran a Moscú. Carter empezó a coquetear con la idea. Desde sus oficinas comparaban la cita soviética con Berlin 36, los Juegos Olímpicos hitlerianos.
Los europeos finalmente encontraron un punto intermedio. Inglaterra y Francia dejaron librada la decisión a la voluntad de sus atletas. Enviaron delegaciones menos numerosas. Varios europeos en este camino mixto no participaron del desfile inaugural, o compitieron bajo la bandera de su comité olímpico o bajo la del COI. España participó impulsada por Juan Antonio Samaranch que peleaba por presidir el COI (lo que consiguió a los pocos meses).
Cuatro años después, la Unión Soviética devolvió el golpe. Ni sus atletas ni los de ningún país del bloque comunista participaron de los Juegos organizados en Los Ángeles. Recién en Seúl 88, un año antes del colapso de la U.R.S.S., se volvieron a enfrentar después de doce años las dos súper potencias.
Hubo algunas competencias alternativas o paralelas de natación, atletismo y gimnasia. Pero, naturalmente, no fueron lo mismo. No fueron ni una pálida sombra de un Juego Olímpico. La decisión de Estados Unidos, también, deslució a Moscú 80. Sin la participación de las grandes potencias de occidente ni de China (tampoco fue Irán, enemigo de Estados Unidos pero defensor de los islámicos en Afganistán) se hizo difícil mensurar los logros de los campeones. Perjudicó tanto a los que participaron (y aún ganaron) como a los que se quedaron sin viajar a Moscú.
En esa época en la mayoría de los deportes olímpicos no se ganaba dinero. Eran pocos los atletas que lo hacían. De hecho en aquellos deportes de conjunto hiperprofesionalizados se enviaban jugadores amateurs (aunque en fútbol, por ejemplo, los países de la Cortina de Hierro llevaban sus mejores hombres dado que los regímenes comunistas mantenían un amateurismo marrón: la Polonia de Deyna y Lato ganó la medalla dorada en 1972 y la de plata en 1976). El esfuerzo, la dedicación, los viajes, los entrenamientos, todo estaba enfocado en el ciclo olímpico, en culminar cuatro años de esfuerzo en la cita olímpica. El premio no era, para la mayoría, monetario. Iban por la gloria.
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No son muchos los atletas que logran mantenerse en la cima de su rendimiento durante muchos años. Esos son las excepciones. La gran mayoría alcanza su pico en un momento determinado y lo puede sostener a lo sumo un par de años. Razones de edad, maduración, conocimiento, lesiones, estudio. Los motivos pueden ser diversos. Pero perderse un Juego Olímpico o un Mundial para casi todos es dejar pasar su única oportunidad de medirse en las citas más importantes.
Gwen Gardner corría los 400 metros. En el torneo clasificatorio para esos Juegos Olímpicos salió primera. Era una de las candidatas a la medalla de oro. Debió esperar hasta Los Ángeles 84. Pero en el medio tenía que ganarse la vida. Trabajaba en Hollywood como doble de riesgo. En una escena se fracturó la pierna. Estuvo casi un año inactiva. Se recuperó justo para participar en los trials para Los Ángeles. Llegó cuarta. Sólo clasificaban las tres primeras.
En 1980, el esgrimista norteamericano Greg Massialas estaba en el pico de su carrera. Había logrado clasificar para los Juegos. Tenía claras chances de medalla pero el boicot le impidió competir. En esgrima como en tantos otros deportes los Juegos Olímpicos, más allá de la vivencia, la Villa, representar a su país, es la máxima cita, tiene una importancia mayor que un mundial de la especialidad. Logró clasificar para Los Ángeles 84. Pero ya no era el mismo. Esos cuatro años y la frustración anterior habían minado su potencial. Quedó a un paso del podio.
Pasó mucho tiempo y en otro Juego Olímpico con sede en una ciudad norteamericana, en Atlanta 96 se produjo un encuentro inesperado, una mínima reparación. Massialas estaba viendo las finales de esgrima en un sector especial en su condición de ex deportista y actual entrenador cuando de pronto por una puerta ingresó el ex presidente Jimmy Carter con su sobrina y el novio de ésta. Ambos eran adolescentes. Se sentaron junto a él. El novio de la chica se fue compenetrando en la competencia. En un momento dijo que le gustaría saber más del deporte para entender algunas decisiones de los jueces. El ex esgrimista, al escucharlo, amablemente le fue explicando cuestiones reglamentarias y le enseñó algunas claves para que disfrutara más del deporte. El joven le preguntó si él había sido olímpico. Massialas le contestó que sí. Que había competido por primera vez en Los Ángeles 84 pero que el primer equipo olímpico lo había integrado cuatro años pero que no lo habían dejado participar. La chica y su novio le preguntaron por qué había sucedido eso. Jimmy Carter, que hasta ese momento no se había perdido ningún lance, dejó de mirar la pedana, y posó sus ojos en el hombre por primera vez. El esgrimista explicó la situación brevemente y siguió hablando de esgrima. Carter, sin decir una palabra, lo miró fijo y posó su mano sobre el hombro de Massialas. Le dio una palmada afectuosa y bajó la vista, como reconociendo su error.
Juegos olímpicos, Guerra Fría, boicot
POLITICA
Fuerza Patria se aferra a la tregua para la campaña en PBA y espera un cierre menos traumático a nivel nacional

“Cada uno hace campaña por su lado. No hay una gran coordinación, pero hay calma”, fue la síntesis que hizo un referente del cristinismo en el inicio de la tercera semana de campaña. Axel Kicillof, Sergio Massa, Cristina y Máximo Kirchner llevan adelante el modo electoral jugando su propio juego. Cada uno por su camino, pero todos con un mismo objetivo.
El peronismo vive el proceso electoral abrazado a una tregua que, pese a todos los pronósticos, ya lleva dos semanas sin demasiadas fisuras. Es endeble, está apenas pegada, pero sirve para sostener un relato contra la política económica del gobierno de Javier Milei.
En ese marco se negociará la lista de diputados nacionales de la provincia de Buenos Aires, donde debe darse un nuevo acuerdo entre las tres partes más importantes para que haya fumata blanca. En todas las terminales esperan que la negociación sea menos traumática que la del cierre provincial.
En La Plata piden que se les adjudique los cuatro lugares de los legisladores que responden a Kicillof, que son parte de la cámara actualmente y a los que se les vencen los mandatos. Es el caso del titular de la CTA de los Trabajadores, Hugo Yasky; el ex ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán; el ex intendente Florencio Varela Julio Pereyra y la joven del peronismo matancero Brenda Vargas Matyi.
En el cristinismo se refugian en el silencio pero advierten que CFK tendrá injerencia en el punteo de las listas. La nómina de diputados bonaerenses siempre ha sido uno de los puntos de resistencia del kirchnerismo en las discusiones por los lugares. Es una definición importante para el poder dentro de la cámara y en la provincia de Buenos Aires.
La tregua que hoy vive el peronismo bonaerense se divisó en las fotos y en las actividades, en los rostros de los dirigentes que estuvieron en la trinchera de la interna durante más de un año. Donde había gestos adustos, ahora aparecen sonrisas de unidad. Todos saben bien sobre la necesidad de no retomar las discusiones en pleno proceso electoral y actúan en consecuencia.
Axel Kicillof es el que está haciendo más campaña en el territorio con el contraste de modelos. Ayer lo dejó en claro en una de las actividades que encabezó. Estuvo presente en la inauguración del nuevo edificio de la Escuela de Educación Especial N°536 en la ciudad de La Plata. Allí apuntó contra el Presidente y empujó contra los extremos las diferencias entre su gestión y la de la Casa Rosada.
“Esta inauguración es la demostración del contraste entre dos modelos de país: el mismo día que Javier Milei vetó una ley que ayudaba a las personas con discapacidad, en la provincia de Buenos Aires estamos inaugurando una escuela de educación especial”, aseguró. Y agregó: “El veto no tiene que ver con cuestiones presupuestarias, sino más bien con prioridades: nosotros creemos en un Estado que no permanece indiferente y garantiza el derecho a la educación”.
Cada uno por su lado. Cada uno con sus palabras, sus formas, sus textos, sus ideas. Pero todos unificados detrás de la idea de confrontar con Milei y esperanzados en hacer una elección mejor de la que esperaban a principio de año.
Máximo Kirchner es uno de los dirigentes que más se concentró en los medios, las conferencias y los plenarios. Desde esos lugares mantiene su discurso activo y le esquiva a la conflictividad de la interna.
Sergio Massa, que cumplió un rol importante en la consolidación de la tregua, se volcó a las redes sociales para publicar algunos videos resaltando “la fuerza de la unidad”, mientras que Cristina Kirchner convirtió su voz en afiches y lanzó una campaña callejera con postales de frases suyas. Además suele enviar audios a distintos plenarios del peronismo bonaerense. Es su forma de estar presente desde San José 1111.
Por estas horas el mayor temor del peronismo bonaerense reside en los movimientos de Juan Grabois. El dirigente social se convirtió en un personaje fuerte en el micromundo justicialista y en los últimos días amenazó con plantar una lista por afuera de la de Fuerza Patria para competir en las elecciones nacionales del 26 de octubre.
Cristina Kirchner habló con Grabois, luego de que criticara nuevamente a Massa, y le pidió bajar los decibeles. Desde su departamento en Monserrat, donde cumple con la prisión domiciliaria, trabaja en el armado del peronismo, tanto a nivel bonaerense como nacional. Talla en varios acuerdos provinciales y mantiene una idea firme: hay que cerrar la unidad sin demasiadas concesiones. Si es necesario, que la unidad duela.
El último viernes el dirigente social compartió un acto con Máximo Kirchner en Lomas de Zamora. Fue una señal positiva para la dirigencia que quiere aplacar cualquier tipo de conflicto que se genere. Pero, aún así, en el kirchnerismo no descartan que Grabois pegue el portazo y presente una lista por afuera. Que, en definitiva, siga la línea que hizo pública Ofelia Fernández, quien habló de la necesidad de que el peronismo vaya dividido en estas elecciones para saldar las diferencias existentes.
El próximo jueves se vence el plazo para presentar las alianzas nacionales. Será una parada clave para que el peronismo reafirme el camino tomado en la provincia de Buenos Aires y trabaje en sellar las grietas internas con las que convive cada día. Serán horas cruciales para que la unidad no entre en una zona de riesgo.
POLITICA
En medio de las críticas por los vetos, Francos volverá al Congreso para responder preguntas de los diputados

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, irá a la Cámara de Diputados el próximo 27 de agosto. Allí se concentran fuertes cuestionamientos a los vetos del presidente Javier Milei a las leyes sancionadas por el Parlamento, que implicaban un aumento para los jubilados y pensionados, la restitución de la moratoria previsional y la declaración de emergencia en discapacidad.
Los diputados tendrán, desde este lunes, 48 horas para enviar a la Jefatura de Gabinete sus preguntas, que luego se derivarán a cada ministerio o a la Presidencia para que respondan.
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Se estima que los mayores planteos de los diputados harán referencia al programa económico, a los recientes vetos a las leyes aprobadas y al envío del Presupuesto 2026, que deberá ingresar a más tardar el próximo 15 de septiembre.
Esta no es la primera vez que el jefe de Gabinete va a responder preguntas al Congreso. El pasado 26 de junio, el funcionario concurrió al Senado y, tras cuatro horas de exposición, se retiró luego de ser calificado de mentiroso por la senadora Cristina López, de UxP, de Tierra del Fuego.
En aquella oportunidad, Francos cuestionó la sanción del Congreso al aumento de las jubilaciones y a la moratoria previsional: “Son un daño directo al equilibrio fiscal. Solo el cambio en la fórmula de movilidad y el bono implicarían un impacto del 0,8% del PBI. Tenemos un sistema previsional deficitario e inviable. Hay más jubilaciones con moratorias que sin ellas, en una proporción de 2 a 1”, dijo en ese entonces.
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El último informe ante la Cámara baja del jefe de Gabinete fue el pasado 17 de abril, cuando respondió más de 4000 preguntas de los legisladores nacionales. Las mismas hicieron referencia al estado de las rutas nacionales, el precio del dólar, el acuerdo con el FMI y la falta de la ley de Presupuesto. No abordó las consecuencias del escándalo de la criptomoneda $Libra.
Fuertes cruces por los vetos de Milei
La Casa Rosada, en sus fundamentos para la decisión presidencial de vetar las tres leyes del Parlamento, argumentó que la aprobación parlamentaria se hizo «de manera irresponsable, sin determinar el origen de los fondos, atentando contra el equilibrio fiscal y contradiciendo el mandato popular resultante de las elecciones presidenciales: erradicar definitivamente la inflación“.
“Los referidos proyectos de ley implicarían, en conjunto, para el Estado Nacional, un gasto adicional este año de más de 7 billones de pesos, y cerca de 17 billones de pesos para el año 2026. Estos importes equivalen a aumentar un 0,9% del Producto Bruto Interno (PBI) calculado para el año en curso, y un 1,68% del PBI estimado para el año entrante», explicó el Gobierno.
La estrategia de la oposición es insistir con las leyes sancionadas una vez que logren garantizar los dos tercios de los diputados presentes, mientras que La Libertad Avanza viene trabajando en conseguir el tercio de legisladores necesarios para blindar la decisión del Presidente. Para ese objetivo son fundamentales las actuaciones del jefe de Gabinete, Francos, y del presidente de Diputados, Martín Menem.
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En el Senado también cuestionaron al Ejecutivo. El titular de la bancada de Unión por la Patria (UxP), José Mayans, pidió “que les expliquen a los argentinos qué están haciendo con su plata».
Mientras tanto, desde el bloque Convicción Federal, integrado por los peronistas Fernando Salino, Carolina Moisés, Fernando Rejal y Guillermo Andrada, señalaron que “estas decisiones no son técnicas ni administrativas: son profundamente políticas y superficialmente efectistas». “Vetar el aumento a los jubilados es mirar para otro lado mientras quienes trabajaron toda una vida siguen eligiendo entre comer o comprar sus medicamentos», manifestaron en un comunicado.
Y sumaron: “Vetar la moratoria previsional es castigar a las mujeres y hombres del trabajo informal que no tuvieron aportes por responsabilidad del Estado, no por decisión de ellos. Vetar la emergencia en discapacidad es negar lo evidente, dejar paralizado un sector que ya lo está por sus propias condiciones de salud e ignorar que miles de familias no pueden afrontar tratamientos, traslados ni garantizar que los profesionales que los atienden cuenten con ingresos para desarrollar sus vidas trabajando en un sistema que está colapsado. El federalismo no se declama, se practica. Y practicarlo es cuidar a cada argentino, viva donde viva, sin importar si es joven o mayor, si nació en una gran ciudad o en un paraje del interior”.
Guillermo Francos, Diputados, La Libertad Avanza, Javier Milei
POLITICA
Mauricio Macri cruzó a los libertarios por el acuerdo electoral: “Quieren tomar una posición dominante”

En medio de las negociaciones entre el PRO y La Libertad Avanza (LLA), de cara a las próximas elecciones legislativas, tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires (PBA), el expresidente Mauricio Macri, cuestionó la posición inflexible del partido que comanda Karina Milei.
“No hay temor, hay una confirmación. Está fuera de discusión que ellos quieren tomar una posición totalmente dominante. La prioridad del PRO desde hace casi dos años ha sido ayudarlos a generar gobernabilidad, lamentablemente no fue el nivel de gobernabilidad que necesitaba el país, por eso tenemos este nivel de riesgo país”, indicó el titular del partido amarillo.
Milei oficializó el veto al aumento a los jubilados, la moratoria previsional y la ley de emergencia en discapacidad
En la previa al encuentro con dirigentes nacionales del PRO, el exmandatario sostuvo que la intención del bloque es “encontrar un lugar de comodidad para ambas partes”, ante lo que remarcó que se encontraban conversando con el oficialismo para poder cerrar las listas de cara al próximo 26 de octubre.
Por otra parte, Macri aprovechó para cuestionar el rumbo que tomó el gobierno de Javier Milei, indicado que el país no alcanzó el “nivel de gobernabilidad que necesitaba”, lo que desencadenó en “este nivel de riesgo país, con problemas para que Argentina vuelva a crecer a un ritmo que puede volver a incluir a todos los argentinos”.
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elecciones 2025,Javier Milei,Karina Milei,Mauricio Macri
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