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«Si no asaltás el camión, no comés»: la lucha por conseguir harina se tiñe de sangre en Gaza

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Son las dos de la tarde. Bajo el calor abrasador de Gaza, miles de personas caminan kilómetros en dirección a la frontera de Zikim, en el extremo noroeste de la Franja, para intentar llevarse una bolsa de harina de uno de los camiones que entran cada día por allí. Algunos vuelven cubiertos de sangre, otros muertos y, los afortunados, cargados de paquetes del preciado «oro blanco».

Hombres en su mayoría, pero también mujeres, chicos y ancianos, acuden a Zikim a diario para conseguir harina «empapada de sangre», por los tanques y los francotiradores israelíes que disparan contra la multitud desde un punto a tres kilómetros del paso fronterizo, donde civiles y bandas organizadas paran a los camiones en un enclave al borde de la hambruna. El lunes, la agencia EFE presenció la entrada de un convoy.

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Según datos de la ONU, entre el 20 de julio y el 3 de agosto, el 90% de la harina, paquetes de alimentos y comida para cocinas comunitarias fueron descargados de los camiones por civiles hambrientos o saqueados por bandas armadas a lo largo de las rutas de los convoyes. Rutas como la de Zikim, que además es la única que provee al norte de Gaza, donde vive más de la mitad de su población.

Muchas de las personas que llegan a Zikim vienen de Ciudad de Gaza -a una distancia de entre 3 y 7 kilómetros-, pero también hay gazatíes que han recorrido 30 kilómetros desde Jan Yunis, algunos en coche pero la mayoría a pie ante los disparados precios de la nafta -35 euros el litro-. Todo ello para conseguir harina, que ahora cuesta unos 60 euros el kilo.

Como ocurre a diario desde finales de julio -cuando Israel abrió este cruce a los camiones-, los habitantes de Gaza se desplazan primero hacia el norte por la carretera Al Rashid, un camino de arena rodeado de montañas de escombros, hasta unos tres kilómetros de la frontera con Israel, el punto más lejano al que pueden llegar por los disparos israelíes.

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Los trabajadores de salud se quedan a unos dos kilómetros y medio de ese punto, en el Hospital Protésico Hamad, ya que tienen instrucciones de evitar la zona militar. Es la gente la que transporta hasta allí -a hombros, en carros o en en las carretas donde antes había comida- a los muertos y a los heridos: el lunes 4 de agosto, 23 personas perdieron la vida.

Miles de personas acuden se agolpan cerca del cruce de Zikim, en el norte de la Franja de Gaza, para buscar bolsas de harina entregadas por organizaciones de ayuda. Foto: EFE

Entre el 27 de mayo y 31 de julio, la ONU reportó 514 personas muertas en Gaza tratando de buscar comida de camiones.

«Somos muertos vivientes»

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En el camino hacia Zikim, varios camiones avanzan vacíos en dirección contraria. Su carga ya ha sido asaltada y decenas de palestinos viajan a bordo, algunos heridos, otros sentados sobre las ansiadas bolsas de harina esperando a que el vehículo se detenga para bajar. Más adelante, en un cruce de caminos, empieza la zona de alcance del fuego israelí.

Allí, dos mujeres, de unos 30 años, con sus cargamentos de harina y la ropa manchada del polvo blanco, relatan que han conseguido abrirse paso entre la multitud y subir a un camión. Una de ellas, Amal Mhamdi Nahal, explica a EFE que es viuda y tiene a seis personas a su cargo.

«Si no arriesgas tu vida, nadie dará de comer a tus hijos», dice, y añade: «Traemos a casa comida empapada en sangre. Morimos mil veces por los derechos más básicos. No vemos ninguna esperanza. Israel nos ha convertido en muertos vivientes».

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Más al norte, después de que pasen otros cinco camiones que solo llevan palestinos, un niño de unos 9 años junto a tres heridos, que esperan que los lleven a un lugar seguro, se lamenta: «No pude conseguir harina, la gente me pisó y no podía moverme».

Cada día, cientos de palestinos rodean los camiones con ayuda humanitaria que logran entrar a Gaza para conseguir comida. Foto: APCada día, cientos de palestinos rodean los camiones con ayuda humanitaria que logran entrar a Gaza para conseguir comida. Foto: AP

Unos cientos de metros más allá, se empiezan a oír disparos y los palestinos comienzan a correr. Muchos se echan a tierra, otros se esconden tras los terraplenes de arena o detrás de un vehículo calcinado, pero algunos siguen adelante sin detenerse.

Detrás de un montículo, cinco mujeres se refugian temblando de miedo, porque la única manera de tener alguna posibilidad de conseguir harina es arriesgando la vida.

«Los camiones llegan vacíos a la zona segura a cuatro kilómetros de aquí, así que venimos con la esperanza de conseguir una bolsa, o que alguien que vuelva nos de un kilo, o que a alguien se le caiga el suyo y podamos recoger lo que se derrama en la arena. No nos importa comerla mezclada con arena, es mejor que morir de hambre», se lamenta una de ellas.

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Bandas que saquean camiones y roban a civiles

Desde allí, los habitantes de la Franja se adentran hasta la altura del complejo hotelero Bianco, ahora destruido y situado a tres kilómetros de la frontera. Los camiones cargados de comida están cerca. La artillería de los tanques comienza a retumbar, mientras silban las balas de los francotiradores, según presenció EFE.


Tras unos primeros disparos, los tanques se retiran unos metros y los gazatíes se abalanzan sobre los camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Los dos vehículos que encabezaban el convoy huyen y, en cuanto salen de la zona, las fuerzas israelíes reanudan el fuego cerca de los camiones.

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Entre los civiles actúan bandas organizadas. Sus miembros portan cuchillos y alguna que otra arma de fuego. Cada grupo está compuesto por unos diez hombres, de los que la mitad sube al camión y custodia lo que reclama como suyo, antes de descargar una cantidad de paquetes que luego venderán a precios desorbitados en el mercado.


«Si no asaltas el camión, no comes», dice a EFE un hombre con ocho hijos a su cargo, que ayuda a sacar a dos muertos. «Que Israel se proteja está bien, no hay problema, pero que mate a la gente, eso no», opina.

Habitantes de Gaza corren para buscar alimentos lanzados desde paracaídas, este jueves en Ciudad de Gaza. Foto: AP Habitantes de Gaza corren para buscar alimentos lanzados desde paracaídas, este jueves en Ciudad de Gaza. Foto: AP

Mientras los camiones de ayuda intentan avanzar, rodeados de civiles desesperados, se producen algunos atropellos. Las bandas amenazan de muerte a la gente si no entrega la comida.

En las zonas más próximas a los tanques israelíes, que llegan a situarse a unos 20 o 30 metros de los civiles, se ven cadáveres en el suelo y heridos pidiendo ayuda, así como algunas personas que siguen intentando coger sacos de harina.

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De allí sale Mohamed, que explica que se acercó tanto porque «si no vas hacia la muerte y hacia los tanques, no puedes traer nada».

Tres kilómetros con los heridos a hombros

Soldados israelíes custodian cargamentos de ayuda humanitaria en el paso fronterizo de Kerem Shalom, en el sur de la Franja. Foto: EFE  Soldados israelíes custodian cargamentos de ayuda humanitaria en el paso fronterizo de Kerem Shalom, en el sur de la Franja. Foto: EFE

De retorno a Ciudad de Gaza, una marea de habitantes afortunados vuelve con paquetes en la espalda, en bicicletas, motocicletas sin combustible, carros y sillas de ruedas, algunos arrastrando carretas de madera o llevándolos a la espalda, pero muchos regresan con las manos vacías. Otros retrasan su vuelta para acarrear entre dos y tres kilómetros a los heridos y a los muertos hasta el hospital más cercano.


Cuatro jóvenes cargan un hombre sobre sus hombros, gritando: «¡Necesitamos una ambulancia! Nuestro amigo ha recibido un disparo en el estómago de una bala israelí».

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En el camino de vuelta, ya lejos de Zikim, unos hombres enmascarados de la Unidad Sahm, afiliada a la policía de Hamás, encargada de detener a los saqueadores, confiscan la harina a los que llevaban más de un saco y se la entregan a mujeres y ancianos.

Otros han conseguido menos. Como Alaa, que comparte una bolsa con dos hombres más. Les tocan 16 kilos a cada uno. Entre la muchedumbre ha perdido los zapatos. «Esto es un tormento, estoy muriendo para dar de comer a mis hijos», asegura resignado.

Mahmud Diab Zaza, de 39 años y padre de tres hijos, se queja de que «para conseguir un saco o medio saco de harina hay que morir mil veces, caminar cuatro kilómetros y arriesgar la vida en medio de los tanques y los francotiradores». Y concluye: «O regresas cargado como un cadáver, o vuelves cargando una bolsa de harina».

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$30K in migrant housing aid has Dem gov on hot seat for ‘revolving door’ policy

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NEWYou can now listen to Fox News articles!

While she is shutting down her sanctuary state’s migrant shelters, critics are accusing Democratic Massachusetts Gov. Maura Healey of simply shifting the costs over to a program that makes migrants eligible to receive at least $30,000 in housing assistance over two years.

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The Boston Herald reported in June that the Healey administration had increased spending in Massachusetts’ HomeBASE program to $97 million in 2025, up from $9.5 million in 2022, according to state data.

The outlet reported that eligible families in the Massachusetts-run shelter system were being provided with $30,000 in rental assistance over two years. According to the Herald, the total caseload for HomeBASE increased under Healey from 1,473 in January 2023 to 7,767 in April 2025, more than a 400 percent increase. The outlet also said that some eligible families could qualify for an additional $15,000 in a third year of assistance but that state officials planned to pause third year assistance in July. 

After that report, Massachusetts GOP Chair Amy Carnevale commented that the HomeBASE program amounted to being «shelters by another name.»

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DHS SCOOPS UP CRIMINAL ILLEGAL IMMIGRANT SUSPECTED OF KILLING MAN ON LAWNMOWER: ‘SENSELESS TRAGEDY’

As Massachusetts Democratic Governor Maura Healey closes down the sanctuary state’s migrant shelters, she is facing criticism for simultaneously shifting costs to dramatically increase spending on a program that detractors say makes immigrants eligible to receive $30,000 in housing assistance. (Photo by Jonathan Wiggs/The Boston Globe via Getty Images and Joseph Prezzioso/AFP via Getty Images)

«Taxpayers are giving migrant families nearly limitless free rental assistance. Meanwhile, federal action means these families won’t be receiving work permits anytime soon,» she went on, adding, «The migrant shelter crisis is not over, and cost-shifting is not leadership.»

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This month, Healey announced the closure of all remaining hotel shelters in the Bay State amid the formal termination of her executive emergency focused on the state’s Biden-era migrant influx.

In a statement emailed to Fox News Digital, Carnevale said that «friends, favors, and failures continue to emerge even as she declares that the migrant crisis is over.»

«Healey should rip off the Band-Aid and tell the public whether these same oversights are occurring in the HomeBASE program,» she continued.

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TOM HOMAN PUTS SANCTUARY CITIES ‘ON NOTICE’ AS TRUMP ADMINISTRATION CRACKS DOWN ON IMMIGRATION

security guard at shelter

A security guard patrols the emergency overflow shelter for migrants at the Melnea A. Cass Recreation Complex in Boston. (Craig F. Walker/The Boston Globe via Getty Images)

«The abuse of taxpayer dollars, coupled with a stunning lack of oversight by Maura Healey and her administration, will define her legacy as governor.»

Meanwhile, Jon Fetherston, a former Massachusetts migrant shelter director who blew the whistle about rampant crime and abuse taking place in the system, commented that «instead of creating stability, HomeBase has become a revolving door of short-term rental assistance.»

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He said that because migrants often spend the bulk of their $30,000 on upfront costs, many become unable to sustain their housing within months.

«The Healey Administration’s expansion of the HomeBASE program was sold to the public as a solution, one that would save money, reduce shelter dependence, and help migrant families become self-sufficient. But the reality is far different,» he explained. «HomeBASE is now a bloated, mismanaged program that’s failing both the taxpayers who fund it and the migrants it claims to help.»

ICE RAID TIPOFFS FROM DEM LAWMAKER COULD MEAN CHARGES, SAYS DHS REP: ‘LOOKS LIKE OBSTRUCTION’

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Wu and Healey at shelter

Boston Mayor Michelle Wu and Gov. Maura Healey tour a Boston facility housing over 300 migrant families. (John Tlumacki/The Boston Globe via Getty Images)

«HomeBASE, in its current form, is a broken promise,» he said. «Taxpayers are footing a nearly $100 million bill with little transparency, no measurable outcomes and no end in sight. The promise of savings from closing hotel shelters is being quietly replaced with backdoor spending that still lacks accountability.

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«This isn’t a hand-up; it’s a setup for failure.»

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Fox News Digital reached out to Healey’s office for comment but did not receive a response by the time of publication. 

Fox News Digital’s Charles Creitz contributed to this report.

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INTERNACIONAL

Estos son los siete países que más plástico producen y buscan a toda costa evitar un tratado global para prohibirlo

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Seguramente, habrá notado ya, que el efecto de la contaminación por plático dejó de ser algo lejano. Basta caminar por playas despejadas, donde no hay un alma, en pleno invierno o temporada baja para ver a la olas empujar bolsas y otros restos del material en la arena. En estos días, una cumbre internacional en Ginebra busca terminar con el problema o al menos acotarlo porque contamina y mata. Pero un grupo de países presiona para que no suceda. ¿Cuáles? Los que más plástico producen, muchos de ellos, poderosos países petroleros o las principales potencias mudiales. Nada menos que la llamada «oligarquía del plástico».

Siete países, encabezados por China, Estados Unidos y Arabia Saudita, produjeron dos tercios de los cuatro tipos de plásticos más comunes en el mundo en 2024, según el gabinete británico de consultoría ambiental Eunomia y el grupo de investigación Zero Carbon Analytics.

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El estudio, difundido durante negociaciones en Ginebra entre 184 países que intentan redactar el primer tratado mundial para poner fin a la contaminación por plásticos, se centra en la producción de cuatro tipos de polímeros vírgenes: el Polietileno (PE), el Polipropileno (PP), el Polietileno tereftalato (PET), utilizado en botellas de agua, y el Poliestireno (PS).

Con un 34% de la producción de estas cuatro resinas, China es, de lejos, el primer productor, seguida por Estados Unidos (13%) y Arabia Saudita. Luego se encuentran Corea del Sur (5%), India y Japón.

Activistas de Greenpeace cuelgan un cartel que dice: el tratado de plásticos no está a la venta. Foto: AP

Alemania, único país europeo entre los diez primeros productores, se sitúa con un 2% de la producción de estos cuatro plásticos en el año pasado.

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Según otro estudio, un poco más antiguo, realizado por Wood Mackenzie, proveedor de datos energéticos, la producción de plástico también está concentrada en un pequeño número de grandes empresas, algunas de ellas estatales.

Solo 18 empresas produjeron más de la mitad de los polímeros plásticos del mundo en 2021. Según esta misma fuente el primer productor mundial es… una empresa china: el grupo estatal Sinopec (China Petroleum and Chemical Corporation), que por sí solo fabrica 5,4% del plástico producido en el planeta.

Una enormee mancha de petróleo, en una manifestación de Greenpeace, en Ginebra. Foto: EFEUna enormee mancha de petróleo, en una manifestación de Greenpeace, en Ginebra. Foto: EFE

Le siguen la petrolera estadounidense ExxonMobil (5%), la química estadounidense LyondellBasell (4,5%), el grupo petrolero estatal saudí Saudi Aramco (4,3%) y la también china PetroChina (4,2%).

En este ranking los primeros europeos son el grupo británico Ineos (2,8%) en séptima posición, el austriaco Borealis (2,3%) en décima y el francés TotalEnergies (2%) en undécima posición.

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Cumbre en Ginebra

Hasta 96 de los 180 países presentes en las negociaciones en Ginebra apoyan un tratado que implique reducciones en la producción, pero este pequeño número de potencias petroleras e industriales se oponen a ello hasta el momento, a la espera de que las negociaciones concluyan el 14 de agosto.

Montañas de residuos plásticos, en Pakistán. Foto: APMontañas de residuos plásticos, en Pakistán. Foto: AP

El Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), promotor de las negociaciones, advierte que si no hay cambios en el consumo mundial de plástico podría triplicarse para 2060, y se espera que la producción de residuos plásticos en la naturaleza aumente un 50 % para 2040.

El planeta produce actualmente 460 millones de toneladas de plástico al año, la mitad de las cuales en productos de un solo uso, y menos del 10 % de los residuos generados se recicla, por lo que numerosos de estos desechos, convertidos en microplásticos y nanoplásticos, llegan a océanos y desde allí a la cadena alimentaria.

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La negociaciones se llevan a cabo sobre la base de un borrador que al inicio de la actual ronda presentaba todavía hasta 300 puntos sin consensuar entre los Estados.

Las trabas de los países petroleros

Varios países petroleros que rechazan cualquier restricción sobre la producción de plástico están bloqueando los esfuerzos en Ginebra para alcanzar el primer tratado mundial, indicaron a AFP varias fuentes implicadas en las negociaciones.

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Plásticos acumulados en la Cinta Costera, en la bahía de Ciudad de Panamá. Foto: EFEPlásticos acumulados en la Cinta Costera, en la bahía de Ciudad de Panamá. Foto: EFE

«Es un diálogo de sordos, con muy pocas pistas para aterrizar», dijo una fuente diplomática de un país de la coalición llamada «ambiciosa», que quiere imponer en el texto final objetivos de reducción de la producción de plástico virgen (no reciclado).

Una propuesta que rechazan otro grupo de países, principalmente petroleros.

El proyecto de tratado, el primero sobre esta cuestión legalmente vinculante, busca regular a nivel mundial la producción, el consumo y el fin de vida del plástico.

Las últimas negocaciones fueron un fracaso. Tuvieron lugar a finales de 2024 en Busan, Corea del Sur.

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«Las posiciones se cristalizan», confirmó una fuente de una ONG que asistió a varias sesiones a puerta cerrada.

plastico

Los documentos presentados por las delegaciones muestran que Arabia Saudita, los países árabes, Rusia e Irán, que dicen «compartir las mismas ideas» en un grupo llamado «like minded», rechazan cualquier medida vinculante sobre la producción de plástico.

Estos países quieren que el tratado no incluya el origen petrolífero del plástico, sino que se centre únicamente en la fase final, cuando se convierte en residuo, con medidas como la financiación de la recogida, la clasificación y el reciclaje, especialmente en países en desarrollo.

Sin embargo el texto inicial para lanzar las negociaciones abarca «todo el ciclo de vida» del plástico.

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Pulseada en Ginebra

Según la fuente diplomática, si el texto solo sirve para ayudar a que los países en desarrollo gestionen mejor sus residuos, «no necesitamos un tratado internacional». «Estamos ante una pulseada con países dispuestos a que no haya tratado», asegura.

Residuos plásticos en una playa en Panamá. Foto: EFEResiduos plásticos en una playa en Panamá. Foto: EFE

Tampoco hay consenso sobre el artículo 3 del futuro tratado que establece una lista de sustancias químicas consideradas potencialmente peligrosas para el medio ambiente o la salud humana como aditivos, colorantes, contaminantes llamados «eternos» (PFAS) o ftalatos.

«Algunos no quieren ninguna lista, o que cada país pueda hacer su propia lista de productos peligrosos, lo que ya se puede hacer sin necesidad de un tratado internacional», señala la misma fuente, que además se muestra sorprendida «por la falta de apertura de China»; un país que, mientras contmina, levanta las banderas de las energías renovables y hace de los paneles solares un negocio espectacular.

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Con inforamción de EFE y AFP

Contaminación,Medio Ambiente

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Viajó a Turquía con su hijo y terminó con 40 puntos en la cabeza: «Pensé que me moría»

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Lo que prometía ser unas vacaciones soñadas en la costa turca se transformó en una pesadilla para Fia Lane, una joven madre británica de 30 años. El accidente no solo la dejó con graves heridas físicas, sino que también impactó de lleno en su hijo Kairo, de apenas 7 años, que presenció todo y aún no logra superar el trauma.

Todo comenzó en agosto de 2023, cuando Fia viajó desde Ealing, West London, junto a Kairo, su hermana menor Mischa-Leigh (18) y su madre Cathy (54) para visitar a su tía Diane en Fethiye, una ciudad portuaria sobre la famosa Costa Turquesa de Turquía.

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Leé también: Pesadilla en el aire: una turista británica denunció un abuso sexual durante un paseo en paracaídas en Túnez

El primer día transcurrió entre playa y cenas familiares. Pero al día siguiente, la tragedia golpeó de lleno.

Un paseo en cuatriciclo que terminó en horror

La mañana arrancó tranquila, con un chapuzón en la pileta del complejo donde vivía Diane. Después, Fia y Mischa-Leigh decidieron dar una vuelta en el cuatriciclo de la tía, algo habitual entre los residentes de la zona.

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Sin casco y vestidas con ropa liviana, salieron a recorrer las calles internas del barrio. “Nunca me preocupé por el casco en esas calles tranquilas”, reconoció Fia.

Pero en segundos, todo cambió. Un gato se cruzó en el camino y Mischa-Leigh, al intentar esquivarlo, apretó el acelerador en vez del freno. El cuatriciclo volcó y Fia salió despedida, golpeando la cabeza contra el asfalto y perdiendo el conocimiento.

Cuando desperté, no podía ver nada. Sentía que me moría”, relató. Una mujer que pasaba por ahí la asistió mientras Fia solo pensaba en su hijo: “¿Dónde está mi bebé?”. Kairo, que había visto todo, gritaba desesperado: “¿Mi mamá está muerta?”.

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El cuatriciclo volcó y Fia salió despedida. (Foto: The Sun).

Heridas, miedo y una cuenta pendiente

La ambulancia llegó rápido, pero antes de trasladarlas al hospital, pidieron los pasaportes. Mischa-Leigh, que se había aferrado al cuatriciclo, solo sufrió un corte profundo en el brazo. Fia, en cambio, tenía el brazo derecho completamente inmovilizado, la cabeza sangrando y un dolor insoportable.

En el hospital, los médicos le diagnosticaron luxación de hombro, le dieron puntos en el pie y le realizaron 40 puntos de sutura en el cuero cabelludo y la frente. Todo esto, mientras Fia caía en la cuenta de un error clave: había olvidado contratar seguro de viaje.

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Los médicos le diagnosticaron luxación de hombro. (Foto: The Sun).

Los médicos le diagnosticaron luxación de hombro. (Foto: The Sun).

“Siempre sacaba seguro, incluso con cobertura para cuatriciclos. Esta vez, se me pasó”, lamentó. El costo de la atención médica fue de 400 libras para ella y 15 puntos para su hermana, una suma que podría haber sido mucho mayor.

El impacto emocional en su hijo y la recuperación

A pesar del dolor, Fia decidió quedarse el resto de las vacaciones para que Kairo pudiera reemplazar el recuerdo del accidente por momentos más felices. Pero el pequeño no pudo superar el susto: “Me abrazaba todo el tiempo y me preguntaba si estaba bien”.

Fia decidió quedarse el resto de las vacaciones para que Kairo pudiera reemplazar el recuerdo del accidente por momentos más felices. (Foto: The Sun).

Fia decidió quedarse el resto de las vacaciones para que Kairo pudiera reemplazar el recuerdo del accidente por momentos más felices. (Foto: The Sun).

De regreso en Londres, Fia tuvo que mudarse con su madre durante tres meses porque no podía valerse por sí misma. Nuevos estudios revelaron que, además de la luxación, tenía el brazo fracturado y el hombro desalineado. Ahora espera fisioterapia y no descarta una cirugía.

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Kairo, por su parte, sigue marcado por lo vivido. “No quiere volver a Turquía. Si le menciono visitar a Diane, me dice que ni loco”, contó Fia. “Todavía habla del accidente y temo que nunca olvide haberme visto así”.

Fia Lane decidió compartir su historia para advertir a otros viajeros. (Foto: The Sun).

Fia Lane decidió compartir su historia para advertir a otros viajeros. (Foto: The Sun).

El consejo de Fia: “Nunca subestimen los riesgos”

Fia Lane decidió compartir su historia para advertir a otros viajeros: “Siempre revisen que tengan seguro de salud completo, sobre todo si van a hacer actividades de riesgo. Yo tuve suerte de que la cuenta no fuera más alta”.

Y dejó una última reflexión: “Jamás volvería a subirme a un cuatriciclo sin casco. Son máquinas pesadas y peligrosas. Pagué caro por un rato de diversión, pero podría haber sido mucho peor”.

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Turquía, Accidente, TNS

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