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El océano como última defensa climática: por qué el futuro del planeta se juega en la COP30 de Belém

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Los océanos absorben el 90 por ciento del calor del planeta y capturan una cuarta parte del dióxido de carbono emitido lo que los vuelve aliados esenciales contra la crisis climática
(Imagen Ilustrativa Infobae)

El océano ocupa más del 70% del planeta y sostiene procesos físicos, químicos y biológicos que permiten que la vida exista.

Aunque su rol fue históricamente relegado en las negociaciones climáticas, la COP30 en Belém modificó ese panorama y avanzó hacia un reconocimiento explícito: sin océanos sanos, no hay regulación climática. La comunidad internacional escuchó con claridad un mensaje que combinó urgencia, evidencia científica y una propuesta concreta de acción.

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La humanidad enfrenta un punto crítico porque el sistema marino ya muestra señales de agotamiento por el calentamiento, la acidificación, la eutrofización y la expansión masiva de contaminantes plásticos. La pregunta dejó de ser si el océano podrá seguir absorbiendo calor y dióxido de carbono y pasó a centrarse en cuánto tiempo podrá hacerlo antes de que se produzca un colapso irreversible.

La COP30 impulsa el Desafío
La COP30 impulsa el Desafío NDC Azul que busca integrar soluciones marinas en los planes nacionales y convertir al océano en un eje central de la acción climática global (NASA)

En este escenario, Belém funcionó como un laboratorio político. Allí se discutió cómo integrar el océano en los planes climáticos nacionales, un movimiento que surgió con más fuerza en Brasil, donde se impulsó el llamado “Desafío NDC Azul”.

El objetivo fue simple pero profundo: que los países incorporen soluciones marinas en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional y que las estrategias de mitigación y adaptación ya no se limiten a bosques o energía, sino que incluyan restauración costera, ordenamiento espacial marino, transición energética en el mar y protección activa de la biodiversidad oceánica.

Brasil dio un ejemplo con valor simbólico y práctico. Su litoral de casi 7.500 kilómetros enfrenta erosión acelerada, contaminación por desechos y una presión creciente de actividades industriales, pero también alberga ecosistemas esenciales como manglares y arrecifes.

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El Tratado de Alta Mar
El Tratado de Alta Mar entrará en vigor en 2026 y permitirá crear áreas protegidas fortalecer la cooperación científica y resguardar dos tercios del océano mundial
(Global Ghost Gear Initiative)

Con la COP30 como plataforma, el país incorporó programas como ProManguezais y ProCoral y dio un paso destacado con la creación de su Planeamiento Espacial Marino nacional, alineado con estándares internacionales. La inclusión de la llamada Amazônia Azul en el Atlas Geográfico Escolar del IBGE sumó un elemento pedagógico: formar generaciones que entiendan la importancia estratégica del océano brasileño.

Este cambio de enfoque coincidió con un avance histórico. El Tratado de Alta Mar (BBNJ), un acuerdo negociado durante años, alcanzó las ratificaciones necesarias para entrar en vigor en enero de 2026.

Ese pacto internacional cubre dos tercios del océano mundial fuera de las jurisdicciones nacionales y establece un marco legal vinculante para conservar la biodiversidad en esas áreas, crear zonas protegidas, evaluar impactos ambientales de grandes proyectos y repartir de manera equitativa los beneficios derivados de los recursos genéticos marinos. Para muchos especialistas, el BBNJ representa la primera oportunidad real de manejar el océano como un sistema global y no como un mosaico fragmentado.

Brasil enfrenta erosión costera contaminación
Brasil enfrenta erosión costera contaminación plástica y derrames de petróleo desafíos que exigen ciencia inversión y políticas que preserven la salud del océano
(REUTERS/Jack Taylor)

Los debates científicos en Belém giraron alrededor de una afirmación contundente. La bióloga e investigadora Marinez Scherer recordó que los mares son responsables de absorber el 90% del calor del planeta y capturar una cuarta parte del dióxido de carbono. “Sin un océano saludable, no tenemos regulación climática. Nos ayuda a mantener la Tierra habitable”, afirmó. Su mensaje reforzó un punto crítico: la función reguladora del océano depende de su vitalidad biológica. Cuando la estructura ecológica se debilita, la capacidad de absorber calor o intercambiar gases también se deteriora.

Scherer explicó que cada componente de los ecosistemas marinos cumple un rol dentro de ese engranaje. “Incluso los organismos microscópicos desempeñan un papel importante en la absorción de calor y en el intercambio gaseoso. Todo esto mantiene el planeta habitable”, subrayó.

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En su visión, la conservación de manglares, dunas, marismas y arrecifes permite sostener procesos que actúan como barreras naturales frente a tormentas, corrientes y elevación del nivel del mar, fenómenos que ya se intensificaron debido al cambio climático. Su advertencia fue directa: “Es necesario tener acciones de conservación, protección y, en algunos casos, restauración”.

La Fuerza de Tarea Oceánica
La Fuerza de Tarea Oceánica liderada por Brasil y Francia busca acelerar la inclusión del océano en las metas climáticas nacionales y sumar compromisos internacionales
(REUTERS/Anderson Coelho)

La investigadora destacó otro desafío menos visible pero decisivo: el océano concentra un número creciente de actividades humanas. Navegación, pesca, turismo, biotecnología, energía eólica offshore y explotación minera compiten por un espacio que parece infinito, aunque no lo sea.

Por eso, Scherer insistió en la importancia del planeamiento espacial marino, una herramienta que permite ordenar usos económicos sin destruir ecosistemas clave. Si los países no adoptan este tipo de planificación, alertó, perderán a su principal aliado contra la crisis climática.

La importancia del océano como sistema biogeoquímico clave se vio reforzada por un dato inquietante. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el plástico representa el 85% de los residuos que ingresan al mar y podría triplicarse para 2040, hasta alcanzar entre 23 y 37 millones de toneladas anuales. Ese volumen equivaldría a unos 50 kilogramos de plástico por metro de costa en todo el mundo.

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La contaminación ya alteró cadenas tróficas, degradó ecosistemas y dispersó microplásticos en todas las profundidades, lo que modifica procesos químicos esenciales. Frente a esa amenaza, en la COP30 se reforzó el pedido de mayor inversión en ciencia oceánica para entender y anticipar estos cambios.

La biodiversidad marina desde manglares
La biodiversidad marina desde manglares hasta fitoplancton sostiene el equilibrio climático porque participa en la absorción de calor y el intercambio gaseoso vital para la vida
(REUTERS/Anderson Coelho)

La COP30 también dejó como resultado un movimiento diplomático coordinado. Brasil y Francia anunciaron la creación de una Fuerza de Tarea Oceánica con el objetivo de acelerar la integración de soluciones marinas en los planes climáticos nacionales.

Esta iniciativa amplió el alcance del Desafío NDC Azul y dio continuidad a una coalición que ya incluye a 17 países comprometidos con la incorporación del océano en sus estrategias climáticas. Entre ellos se encuentran Australia, Fiyi, Kenia, México, Palaos, Seychelles, Chile, Madagascar y Reino Unido, además de Bélgica, Camboya, Canadá, Indonesia, Portugal y Singapur.

El mensaje político fue claro: la gobernanza del océano requerirá cooperación permanente. “El mar no conoce fronteras”, recordó Scherer. Por ese motivo insistió en la importancia del BBNJ, que entrará en vigencia en 2026 y funcionará como un pacto internacional para crear áreas protegidas, exigir evaluaciones de impacto ambiental y asegurar que los beneficios derivados de los recursos genéticos marinos se distribuyan de manera equitativa. Para la investigadora, ese acuerdo marca un cambio cultural porque obliga al mundo a mirar el océano como un sistema único.

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Naciones Unidas advierte que para
Naciones Unidas advierte que para 2040 el volumen de plásticos en el mar podría triplicarse alcanzando hasta 37 millones de toneladas y poniendo en riesgo la resiliencia oceánica
(REUTERS/Raquel Cunha)

Scherer sostuvo que Brasil podría transformarse en un referente de la economía azul sostenible. “Tenemos un gran bosque y un gran océano. Ambos pueden convertirnos en líderes en la lucha contra la crisis climática”, evaluó. Su postura coincidió con un punto más amplio: el océano recuerda que el multilateralismo no es un ideal abstracto sino una necesidad física. “Los océanos están conectados en términos físicos y biológicos. Por eso es tan importante que todos los países tomen conciencia. Estamos todos en el mismo barco”, afirmó.

La adaptación climática ocupó un lugar destacado en la discusión. La científica enumeró ejemplos visibles de un océano alterado: aumento del nivel del mar, intensificación de ciclones, períodos prolongados de sequía y lluvias torrenciales. En ese contexto, insistió en proteger ecosistemas que amortiguan impactos extremos y que cumplen funciones como defensa natural.

Su conclusión fue contundente. “Si creemos que conservar es caro, el precio de no hacerlo será mucho más alto y se pagará en vidas humanas, destrucción de infraestructura y disminución del bienestar humano en general. El mar es un bien común de la humanidad, y cuidarlo es una responsabilidad de todos”.



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Lo “fácil” sería narrar un episodio de volación tras otro: lo que Neige Sinno hizo con el abuso de su padrastro

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La escritora francesa Neige Sinno se metió con un tema personal y lo hizo universal.

Esta entrevista, el encuentro real entre la periodista y la escritora, empieza de una forma muy rara. No con una pregunta, no con un comentario sobre el tiempo o el tránsito, no directo al grano, hablando del libro. La charla, en el patio de un hotel en el centro de la ciudad de Buenos Aires, a metros del Obelisco, arranca cuando la entrevistadora llega, se sienta, busca en su teléfono un poema y le pide a su entrevistada que lo lea. La entrevistada es Neige Sinno, es francesa, viene aquí en la gira de presentación de su libro Triste tigre, donde cuenta -y piensa- que su padrastro la violó desde los 6,7 años hasta los 12. El poema es Tamara Tenembaum, cuyo padre es una de las víctimas del atentado a la AMIA. Nada que ver. Pero…

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Triste tigre

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Por Neige Sinno

Audiolibro

El poema dice así: “Hay cosas / que para hacerlas / poemas / solo hay que contarlas. / Mi papá se murió / el día / que fue a la AMIA / a hacer el trámite / para enterrar a su papá / (mi abuelo) / en el cementerio / de La Tablada. / Listo”. Tal vez, piensa la periodista, lo que tiene para contar Sinno es tan enorme, tan fuerte, tan arrasador, que alcance con decirlo. La escritora -habla perfecto castellano, vivió en México- lee, dice “Guau”. Pero…

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-Esa es la maldición, ¿no? -dice.

-Claro, no poder hablar.

-La idea de que no hay nada más que decir.

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-¿Contra eso es Triste tigre?

-Es como una rebelión. La vocación de escritor es querer contar a pesar de todo. En algún momento pensar que no el mío no era un buen punto de vista. Estaría mejor estar un poquito de lado, ser la hermana… o alguien que vio. A nivel escritura sería más interesante. Y no, pues, me tocó estar ahí. Pero no me puedo quedar en este “listo”, en este “voilà”, porque hay más.

-¿Qué más?

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-¿Qué pasa después? Y después, y después. Como los efectos en cadena que tuvo sobre todo el resto de mi vida, de la vida de esta persona que soy. Pero lo quise hacer es más complejo, como con más capas. Entonces, nos alejamos bastante en algunos momentos de lo que pasó para regresar…

“No solo queremos que se reconozca que existe esa experiencia: queremos castigo para los violadores y queremos que cambien las relaciones de poder. Y ser parte de ese cambio”

-La sensación es que vas descubriendo sentidos y los lectores también. Desde el principio está claro el propósito de no hacer algo solo testimonial y, definitivamente, no hacer algo de impacto, lo que sería muy fácil.

-De algún modo sería muy fácil. Qué raro decir eso, ¿no?

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Sí, claro. Lo “fácil” sería narrar un episodio de violación tras otro. Neige no lo hace, aunque algo cuenta y alcanza. Parcamente, pero hay imágenes insoportables. Como cuando está mirando fotos de su infancia y dice: “Algunas horas después de las fotos, o antes, me llevó a un cuarto apartado y le hice una felación. No tuve que agacharme, solo estábamos él de pie y yo enfrente, ya que entonces apenas le llegaba a la cintura”. Por si alguien no entendía.

El hombre -nunca dice cómo se llama- se había encontrado con la madre de Neige cuando ella estaba separada, triste, con dos chicos. Y él llega, buen mozo y seductor. De a poco, se va dejando ver: “Es alto y fuerte. Brutal incluso. Su voz pasa fácilmente de la suavidad a la violencia. Cuando algo empieza a enfadarlo, grita. Grita fuerte. Da órdenes”. Él habla de los malos tratos recibidos, la nena en algún momento hasta se compadece. “Durante mucho tiempo lo percibí como un demiurgo, un ser más grande que la vida. Una criatura mitológica, un Sísifo, un Prometeo torturado por sus demonios. Más tarde, echando la vista atrás, pensé que tal vez solo era un pobre tipo que tenía el don de manipular a los demás y que se aprovechó de la vulnerabilidad de alguien aún más débil que él». En la familia lo miman, le dicen que sí para que no se enoje, que no estalle. Eso no es extraño, muchas familias lo hacen.

"Triste tigre", el libro de
«Triste tigre», el libro de Neige Sinno.

Pero Sinno, además de buscar qué pasa con este hombre que confiesa en el juicio por violación de una menor, va más allá. El silencio, el poder, el miedo, la sujeción económica, la fuerza de una personalidad que hace que lo traten como “Es un buen tipo que violó a una nena”. Un tipo al que “el mal paso” no lo condena a la soledad: cuando sale de la cárcel una mujer se casa con él y tiene cuatro hijos.

Ella, en cambio, se siente señalada, avergonzada. “El tabú en nuestra cultura no es la violencia sexual en sí, que se comete con frecuencia, sino hablar de ella, pensarla, analizarla”, escribe. Pero seguimos en el patio del hotel:

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-La gente te cuenta cosas, sus historias…

-Sí, incluso gente que tiene otros traumas de otro tipo. Hay personas a las que, después de leer el libro, después de un tiempo, le aparecieron ciertas imágenes, recuerdos olvidados y sensaciones extrañas. Como la de estar en un mundo, el mundo real. Pero que a la vez haya otro mundo, como una sombra de este. La sensación de que es completamente absurdo estar aquí hablando contigo y a la vez con lo que vi del ser humano, de la vida. Esa cosa que vi, que me acompaña siempre, no encaja con ir a comprar algo, con ir a pasear… La vida normal.

-Pero no sé qué es la vida normal. Vos hablás con historiadores que te dicen que muchos soldados hacen atrocidades en las ciudades que conquistan “porque pueden”. Uno dice: ¿pero por qué quieren?

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– Es decir, que si no lo hacemos es porque no podemos, y que entonces siempre existe este deseo de abusar,si no está controlado. Es una hipótesis muuuuy negra, muy oscura, ¿no?

¿Superar? No es una opción.
¿Superar? No es una opción. Neige Sinno, contra los lugares comunes.

-Es difícil pensar que todas las personas que tengo alrededor quieren abusar.

-Son hipótesis. Que se van ahí armando y en el libro intento llevar hasta sus últimas consecuencias.

-Pensé que iba a empezar esta entrevista con una sola pregunta que era: “¿De qué querés hablar?“. Bueno, ¿de qué querés hablar?

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-De este libro. Durante mucho tiempo realmente no quería escribir eso, no quería estar tanto tiempo con el tema. Luego pensaba que lo iba a transformar mucho más, ficcionalmente.

-Incluso en un momento te preguntás si el testimonio es un género menor o no lo es. Por lo que venía leyendo, hubiera creído que para vos lo era. Y después decís: “No, no, no solo no es un género menor, sino que aparte es necesaria esta imagen explícita”.

-Es que he cambiado de opinión. El libro es también un viaje interior en elq ue cambio de opinión en relación con el género.

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-Me imagino que la escritura debe haber tenido momentos emocionales fuertes. No es escribir cualquier cosa.

-Un entusiasmo de escritura que pocas veces he sentido. Que a veces te pasa en una novela cuando ya está superencaminada, como que te levantas en la mañana y sigues lo que has escrito. Desde el principio me pasó, regresamos a México de un viaje de Francia y tenía jet lag, así que aproveché y me levanté a las cinco de la mañana. Y luego lo hice durante varios meses.

“Callarte es como un sacrificio para que se mantenga la estructura. Tú quieres también que siga existiendo tu familia”

-¿A vos te parece que este libro sería bueno para las escuelas?

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-Sí, en una lectura acompañada. En Francia ha pasado, lo leyeron mucho en las escuelas porque se ganó un premio que es de los alumnos del último año de secundario. Y, a partir de ahí, lo empezaron a leer jóvenes de la misma edad. Después en algunas escuelas lo censuraron.

-Es un caso que fue a la justicia, él confesó… Y el libro es sutil. Y muy útil cuando contás cómo hablaste con tu hija. ¿Qué vieron para censurarlo?

-Cuando lo hacen, no lo han leído. Pasa con en las conversaciones de amigos también: es vergonzoso simplemente estar cerca de alguien que fue violado.

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-¿La vergüenza es tuya?

-Eso es lo común. En todas partes la gente piensa que está protegida: “En esta familia, no”, dicen. “Por suerte, en nuestra familia no nos tocó”. “Por suerte, en nuestra escuela nunca ha pasado nada incómodo” Pero ves las cifras y no puede ser. Si una de cada diez es abusado y tienes 1.700 niños… Son un montón de niños que están viviendo esto en sus casas. Pero la idea no es que lean el libro así nomás sino que estén acompañados por sus profesores, que les den claves de lectura, que se pueda hablar, que haya comprensión.

-¿Cuál es el riesgo?

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-Se necesita que que los profes estén dispuestos a recibir testimonios que se van a desencadenar: “A mí en mi casa me pasó tal” o “Qué consejo me puedes dar en la situación tal con el tío”. Sii no lo hacemos en las escuelas, ¿dónde lo vamos a hacer?

-Es un libro contra la ilusión de la autoayuda, la idea de “superar”. Vos decís: “Me violaron de chica esto me constituye, quién lo supera?

-Quería mostrar un poco lo absurdo, a nivel racional, de eso de “superar”. Y además se ha vuelto un cliché. Mi hija, cuando lo regaño de más, me dice: “Supéralo”. Como que ya olvídalo.

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La escritora francesa Neige Sinno
La escritora francesa Neige Sinno vivió en Estados Unidos y en México. (Maheì Elipe)

-Pero además se vuelve una carga moral hacia la víctima. Si vos no lo superás, es porque te pasa algo. Sí, cómo no me va a pasar…

-Es algo muy dañino para las personas, que tienen la sensación de que están fallando. El libro no es un diálogo con las otras víctimas, pero están ahí. Están ahí las personas que se suicidaron, las personas que no siguieron adelante. ¿Cómo vamos a construir una superioridad moral del que sí lo logra? Es muy probable que sea al revés, que una persona que ve eso que yo vi y decide que no quiere estar en este mundo… No veo el fallo moral. Los puros no pueden seguir, tienes que firmar este pacto con lo ambivalente, lo trágico y reconocer que esto es el ser humano, yo soy un ser humano, esto está dentro de mí. Me lo hicieron, no lo hice yo, pero está dentro de mí, lo vi. Y tomo la decisión de seguir en este mundo con lo que sé. Sin superarlo.

Sin superarlo.

-¿Porqué voy a superarlo? En la idea de superar está un poco la idea de dejar atrás. Pero puedo tomar algo de las filosofías del desarrollo. Por ejemplo, el concepto de resiliencia de Boris Cyrulnik no habla de superar algo sino de lo que hacemos con eso. Dice que resiliencia no es superar. Resiliencia es vivir con la herida.

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-Nunca ponés el nombre.

-Nunca pongo el nombre. Fue una decisión formal, de escritura, aunque tal vez el abogado no me lo hubiera dejado poner. Pero podría haber puesto una inicial.

-Como venganza, digo.

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-Sí, también para poner las cosas en su lugar. Pero me gusta que sea amenazante para el lector, que sea como una presencia, como el tigre, como una sombra.

-Lo que marcás es el vínculo: “Mi padrastro”.

-Es el vínculo y, por un otro lado, es algo amenazante porque no sabemos bien quién es. Y luego está bien quitarle protagonismo, un poco. No importa quién es. Como que todo el trabajo del texto es para deshacerme de esta fascinación por el verdugo, por el victimario.

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-Hay una pregunta que hacés y es imposible no hacer. La pregunta por tu mamá. ¿No se dio cuenta? ¿Nadie se dio cuenta?

-Nadie se da cuenta ni nadie quiere ver. Porque si lo ves, se derrumba tu mundo. En el libro describo a mi madre como una persona que tomó malas decisiones, que era muy joven. Y luego paro y quiero que el lector, la lectora, se ponga en su lugar. Su versión es que no vio. Tal vez vio, tal vez no vio, no sé. Pero pensemos que es así. No vio absolutamente nada y de repente te cuentan eso… Es para explotarse la cabeza. Y nadie está protegido, ni yo. A pesar de todo lo que hago para que no nos pase, puede pasar que algún día que venga mi hija y me diga… Porque, además, algo muy común es que tú, como víctima, gastes toda la energía que tienes en que nadie se dé cuenta.

-Te hacés responsable de la caída de todos los demás.

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-Una cosa sacrificial, un poco. El poderoso elige un lugar vulnerable en la familia, en la estructura, en la escuela, para ejercer su poder. Y tú, como pequeña víctima, no lo sabes a nivel racional, pero ese es tu lugar. Y callarte es como un sacrificio para que se mantenga la estructura, que no se caiga. Tú quieres también que siga existiendo tu familia. Entonces piensas: “Si nadie se da cuenta, yo lo aguanto y no existe y no pasa nada”. Y luego tardas años en entender. Yo tardé muy poco pero hay personas que vienen a las firmas de libros y que me dicen: “Yo tardé treinta años, yo tardé cuarenta años, yo esperé a que estuviera muerto para realmente entender lo que me había hecho”. O sea, es tan común, tan común. Por eso te decía al principio, que existen el mundo normal y el otro. ¿Qué es existir cuando has vivido con una cosa que no existe? Si no lo cuento a nadie, no existe. Pero aun así, sigue pasando. Entonces sientes que tu existencia es algo que no está tan seguro. La sensación de no existir del todo.

-Porque sos parte también de ese mundo que no existe.

-Es algo bonito cuando se puede hablar en espacios públicos. Son personas grandes que dicen que es esta cosa básica de reconocer que lo que vivieron es algo que existe en la experiencia humana y que no los pone fuera de la humanidad. Es un poco consolador, no ser un marginal total de la sociedad humana. Reconocer que existen violaciones de niños en las familias, en las escuelas, en las iglesias. Esto te saca un poquito de esa soledad abismal en la cual estabas. Y a partir del momento en que esto está sobre la mesa, queremos más. No solo queremos que se reconozca que existe esa experiencia: queremos castigo para los violadores y queremos que cambien las relaciones de poder. Y ser parte de ese cambio.

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◆ Nació en 1977 en la región de los Altos Alpes.

◆ Vivió un tiempo en Estados Unidos y residió años en México, junto a su pareja y su hija. Ahora vive en el país vasco-francés.

◆ Es traductora y autora de la colección de cuentos La Vie des rats (2007), el ensayo Lectores entre líneas: Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Sergio Pitol (Aldus, 2011, Premio Lya Kostakowsky) y la novela Le Camion (2018).

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◆ Tras su publicación en Francia, Triste tigre se convirtió en un fenómeno editorial y obtuvo premios como el Prix littéraire Le Monde, el Prix Blù Jean-Marc Roberts, el Prix Les Inrockuptibles, el Prix Goncourt des Lycéens y el Prix Femina en 2023, además del Grand Prix des Lectrices Elle y el Premio Strega Europeo en 2024 por su traducción italiana.

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86 Dems vote with Republicans to condemn socialism in wake of Mamdani’s mayoral victory

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NEWYou can now listen to Fox News articles!

The House of Representatives overwhelmingly voted in favor of a resolution condemning socialism Friday morning, with several Democrats crossing the aisle to rebuke «socialist policies» in the U.S. following Zohran Mamdani’s recent election as the mayor-elect of New York City.

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Eighty-six Democrats joined Republicans in supporting the measure in a 285-98 vote. Two members, Rep. Deborah Ross, D-Pa., and Rep. Janelle Bynum, D-Ore., voted present. 

Notably, House Minority Leader Hakeem Jeffries, D-N.Y. — who endorsed Mamdani just days before the mayoral election — also voted in favor of the measure. 

The resolution, introduced by Rep. Maria Salazar, R-Fla., highlights a list of the economic system’s failures and serves as a rebuke of political forces inching toward more socialist platforms. Among other items, it asserts that socialism has led to famine and mass murder under the Cuban Castro regime, the Chinese rule of Mao Zedong, the ongoing Venezuelan regime of Nicolás Maduro and others.  

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«Resolved by the House of Representatives that Congress denounces socialism in all its forms and opposes the implementation of socialist policies in the United States,» the text reads.

SOCIALIST WAVE GOES COAST-TO-COAST AS HISTORIC WINS SHAKE UP THE 2025 MAYORAL ELECTIONS

Rep. Maria Salazar, R-Fla., speaks during a roundtable discussion at the U.S. Capitol in Washington on Mar. 3, 2025. (Kayla Bartkowski/Getty Images)

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While the resolution itself isn’t binding, the congressional rebuke comes as socialism — and its political momentum — have taken up a larger share of the national spotlight in recent months. 

Progressive candidates like Bernie Sanders, I-Vt., Alexandria Ocasio-Cortez, D-N.Y., and others have continued to push for an increased government role in public services like healthcare and education. That’s dovetailed with new champions of progressive policies like Mamdani, a self-described socialist.

The resolution also comes as Mamdani is set to meet with President Donald Trump on Friday.

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Rep. Byron Donalds, R-Fla., said he believes socialism is incompatible with the American ideal of freedom. He applauded the resolution on Friday morning. 

«It always leads to a destruction of liberties for people,» Donalds said of socialism. 

DEMOCRATS DID START THE FIRE OF SOCIALISM. NOW, THEY ARE AFRAID IT WILL BURN THEM

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Mamdani takes the stage after his election as New York City's mayor

New York City Democratic Mayor-elect Zohran Mamdani celebrates as he takes the stage at his election night watch party at the Brooklyn Paramount in New York City on Nov. 4, 2025. (Michael M. Santiago/Getty Images)

He noted that socialism requires a top-down structure of authority to manage the distribution of resources. That, he believes, is a trait shared by other forms of oppressive government.

«We have a responsibility to defend the American core of capitalism, free markets and liberty [against] socialism, democratic socialism, communism, authoritarianism, fascism,» Donalds said.

While increasingly progressive wings of the Democratic Party have enjoyed momentum in recent months at a time when the party has struggled to unite behind a cohesive brand, not all Democrat lawmakers view socialism’s emergence as something the party should embrace.

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Rep. Tom Suozzi, D-N.Y., one of the members who voted for the disapproval resolution on Friday, has opposed overtly socialist platforms, urging his Democrat colleagues to return to a more centrist path.

REPUBLICANS PUSH TO MAKE MAMDANI THE NEW FACE OF THE DEMOCRATIC PARTY

Congressman Tom Suozzi addresses a crowd in the Capitol Building

Rep. Tom Suozzi, D-N.Y., speaks during a Congressional Gold Medal ceremony on Capitol Hill in Washington on Sept. 3, 2025. (Andrew Harnik/Getty Images)

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«I talk about being a new kind of old-fashioned Democrat and giving policy prescriptions about what we need to do to address people’s concerns about the economy and affordability and the cost of living and wages,» Suozzi wrote on X earlier this month. «The answer is not the populism of Donald Trump or Zohran Mamdani — it’s about giving specific policy prescriptions.»

politics,congress,socialism

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Mientras el mundo busca energías limpias, millones siguen sin tener electricidad

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En un lado de la bahía, los cruceros se alzan majestuosos sobre los árboles, sirviendo de hoteles temporales para miles de personas que asisten a las negociaciones climáticas de las Naciones Unidas que se celebran en las cercanías.

Las luces de los barcos centellean mientras los diplomáticos debaten cómo proporcionar a un mundo sediento de electricidad fuentes de energía más limpias.

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Pero al otro lado de la bahía existe un mundo completamente distinto, uno donde la electricidad llegó este mismo año para algunos.

Muchos más aún la esperan.

Esta es una realidad para cientos de millones de personas en todo el mundo que aún carecen de acceso a la electricidad, una de las innovaciones más esenciales de la modernidad.

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—Son maravillosos, ¿verdad? —dijo Joelma Morães Anjo, residente de toda la vida de la isla de Paquetá, mientras admiraba los relucientes barcos desde su casa, donde se instaló electricidad confiable hace unos nueve meses—.

Es casi como si estuviéramos en la COP —añadió, usando la abreviatura de las conversaciones de la ONU que se celebraban a pocos kilómetros de distancia en Belém, una extensa ciudad al borde de la selva amazónica.

La gran mayoría de las personas sin electricidad viven en África, pero las cifras en el hemisferio occidental tampoco son menores.

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Unos 17 millones carecen por completo de ella, y otros 60 millones dependen del diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros, para hacer funcionar pequeños generadores.

En la Amazonía brasileña, un millón de personas no tienen acceso a la electricidad, y dos millones más utilizan diésel.

En toda Sudamérica y el Caribe, casi todas esas personas son indígenas, afrodescendientes o, como en las islas Paquetá y Jutuba, forman parte de comunidades étnicamente mixtas que viven a lo largo de las riberas del Amazonas y sus innumerables afluentes.

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En términos de emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran el cambio climático, su contribución es ínfima.

Una heladera estadounidense promedio, funcionando cada segundo del año, contribuiría más en emisiones que la mayoría de ellos.

Pero la cuestión de cómo las personas pobres del mundo acceden a la energía sigue siendo tan urgente como siempre.

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A medida que crece la población, la dependencia del carbón vegetal como combustible para cocinar se ha convertido en una de las principales causas de la deforestación.

Además, muchos gobiernos de países en desarrollo han argumentado que, a pesar de las preocupaciones climáticas, no deberían ser juzgados por impulsar el desarrollo de combustibles fósiles si esto significa ampliar el acceso a la electricidad con mayor rapidez.

Para muchos, el acceso básico a la electricidad es el primer paso hacia la participación en una economía más amplia.

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Antonia Maia, quien vivió la mayor parte de su vida sin electricidad hasta que este año instaló un sistema de paneles solares y baterías en su casa, en la isla Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)

En casa, podría significar comprar una heladera, un televisor y un celular con cámara y aplicaciones de mensajería que se puedan cargar con regularidad.

En una comunidad, podría significar un sistema de altavoces en la iglesia o wifi público.

El acceso a maquinaria eléctrica, como una prensa de aceite, puede hacer que la producción sea más eficiente, lo que permite a las personas obtener mayores ingresos.

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En cualquier caso, la cuestión de si uno tiene o no electricidad repercute en prácticamente todos los momentos de la vida.

Paneles solares instalados recientemente en la casa de Joelma Morães Anjo, residente de toda la vida de la isla de Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. Cientos de millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso a la electricidad, y solo en el hemisferio occidental, unos 17 millones no tienen acceso a ella, mientras que otros 60 millones dependen de pequeños generadores que utilizan diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros. (Alessandro Falco/The New York Times)
Vista lejana de cruceros anclados que sirven como hoteles temporales para algunos de los miles de asistentes a la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, COP30, celebrada en Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. Cientos de millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso a la electricidad, y solo en el hemisferio occidental, unos 17 millones no tienen acceso a ella, mientras que otros 60 millones dependen de pequeños generadores que utilizan diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros. (Alessandro Falco/The New York Times)
Antonia Maia, quien vivió la mayor parte de su vida sin electricidad hasta que este año instaló un sistema de paneles solares y baterías en su casa, en la isla Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. Cientos de millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso a la energía eléctrica, y tan solo en el hemisferio occidental, unos 17 millones no tienen acceso a ella, mientras que otros 60 millones dependen de pequeños generadores que utilizan diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros. (Alessandro Falco/The New York Times)
Joelma Morães Anjo, residente de toda la vida de la isla de Paquetá, cerca de Belém, Brasil, en su casa, donde hace apenas unos meses, el 16 de noviembre de 2025, se instaló un sistema confiable de electricidad mediante paneles solares. (Alessandro Falco/The New York Times)Paneles solares instalados recientemente en la casa de Joelma Morães Anjo, residente de toda la vida de la isla de Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. Cientos de millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso a la electricidad, y solo en el hemisferio occidental, unos 17 millones no tienen acceso a ella, mientras que otros 60 millones dependen de pequeños generadores que utilizan diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros. (Alessandro Falco/The New York Times)
Vista lejana de cruceros anclados que sirven como hoteles temporales para algunos de los miles de asistentes a la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, COP30, celebrada en Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. Cientos de millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso a la electricidad, y solo en el hemisferio occidental, unos 17 millones no tienen acceso a ella, mientras que otros 60 millones dependen de pequeños generadores que utilizan diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros. (Alessandro Falco/The New York Times)
Antonia Maia, quien vivió la mayor parte de su vida sin electricidad hasta que este año instaló un sistema de paneles solares y baterías en su casa, en la isla Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. Cientos de millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso a la energía eléctrica, y tan solo en el hemisferio occidental, unos 17 millones no tienen acceso a ella, mientras que otros 60 millones dependen de pequeños generadores que utilizan diésel, uno de los combustibles más contaminantes y caros. (Alessandro Falco/The New York Times)
Joelma Morães Anjo, residente de toda la vida de la isla de Paquetá, cerca de Belém, Brasil, en su casa, donde hace apenas unos meses, el 16 de noviembre de 2025, se instaló un sistema confiable de electricidad mediante paneles solares. (Alessandro Falco/The New York Times)

Eso quedó patente el fin de semana pasado en un campo de arena justo al otro lado del agua, frente a los cruceros de la COP, donde los habitantes de las islas Jutuba y Paquetá se reunieron para un torneo de fútbol cinco.

El campeón ganaría un toro, aunque no era un toro de premio:

estaba sarnoso y con los cuernos torcidos.

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Pero al caer la noche, la final aún no se había disputado.

El árbitro no había podido mantener el calendario previsto, y la puesta de sol obligó a dar por finalizado el torneo.

Los dos equipos finalistas acordaron sacrificar al toro y repartirse su carne.

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Estilos

Si bien en el debate sobre el cambio climático a menudo se idealizan los estilos de vida tradicionales, si se les da a las personas la opción de acceder a la electricidad, «muy pocas optarán por prescindir de ella», afirmó Isabel Beltrán, responsable de América Latina y el Caribe en la Alianza Global de Energía para las Personas y el Planeta, un fondo filantrópico que financia proyectos de energía limpia.

Se trata tanto de obtener beneficios económicos como de, simplemente, facilitar la vida.

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La hija de Joelma Morães Anjo ve un video en su teléfono inteligente en su casa, donde hace apenas unos meses se instaló un sistema confiable de electricidad mediante paneles solares, en la isla Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)La hija de Joelma Morães Anjo ve un video en su teléfono inteligente en su casa, donde hace apenas unos meses se instaló un sistema confiable de electricidad mediante paneles solares, en la isla Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)

Antonia Maia, de 80 años, matriarca de una de las veinte familias de Paquetá, pasó la mayor parte de su vida sin electricidad hasta que este año, gracias a un programa gubernamental, consiguió un sistema de baterías solares.

«Había que usar sal o comprar hielo todos los días para que el pescado no se echara a perder», comentó.

Su familia extensa se gana la vida principalmente pescando y recolectando açaí de las palmeras que rodean su propiedad.

“Es mucho trabajo y mucho dinero. Gracias a Dios ya no gastamos tanto”, dijo.

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La familia extendida de Maia vive junta en las afueras de Paquetá, en un conjunto de casas elevadas sobre pilotes y conectadas por estrechas pasarelas de madera.

Este año, la familia recibió tres de los casi 300 sistemas de baterías instalados en la isla por Equatorial Energia, la mayor compañía eléctrica del norte de Brasil, que colabora con el gobierno para implementar su programa insignia de electrificación rural, Luz para Todos.

Los miembros de la familia pagan alrededor de 5 dólares al mes por cada batería.

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Tras jugar al fútbol, ​​unos niños se reúnen en una casa con electricidad para cargar sus teléfonos y jugar a videojuegos en la isla de Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)Tras jugar al fútbol, ​​unos niños se reúnen en una casa con electricidad para cargar sus teléfonos y jugar a videojuegos en la isla de Paquetá, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)

El actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, puso en marcha el programa durante su primer mandato hace más de dos décadas.

Desde entonces, más de 17 millones de personas han recibido electricidad gracias a él. Actualmente, la región amazónica es su principal objetivo, donde ofrece principalmente sistemas de baterías alimentadas con energía solar, como el de Maia.

Actualmente, la región amazónica es su principal objetivo, donde ofrece principalmente sistemas de baterías alimentadas con energía solar, como el de Maia.

“La mayoría de los avances en electrificación provienen de la expansión de la red eléctrica”, dijo Beltrán, “pero para las comunidades de más difícil acceso, se necesita un esfuerzo mucho más consciente”.

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Llegar a Paquetá y Jutuba no es precisamente difícil.

Un kitesurfista de uno de los cruceros cruzó fácilmente el canal hasta las islas durante el torneo de fútbol.

A lo lejos, entre la espesa humedad, el horizonte de Belém, una ciudad de casi dos millones de habitantes, brillaba en la bruma.

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Participantes y jugadores en un torneo de fútbol juvenil en la isla de Jutuba, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)Participantes y jugadores en un torneo de fútbol juvenil en la isla de Jutuba, cerca de Belém, Brasil, el 16 de noviembre de 2025. (Alessandro Falco/The New York Times)

Aunque la electricidad ha tardado en llegar, la familia de Maia está encantada de tenerla.

Maia, que tiene nueve hijos, dijo que había perdido la cuenta de sus nietos y bisnietos.

Muchos de ellos se habían reunido en su casa para viajar juntos en barco al torneo.

Para cuando regresaron a casa, las baterías solares ya se habían cargado.

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Maia ya estaba en su hamaca viendo «Fantástico», un programa de variedades, en la televisión.

Una cacofonía de sonidos emanaba de una multitud de celulares.

Su hijo de 42 años, Raimundo Maia Morães, un hombre corpulento que pasa las mañanas trepando palmeras para recolectar bayas de açaí, había abierto una aplicación de casino online de temática china llamada Little Tiger.

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Se reía al son de una cítara mientras las monedas digitales se movían rápidamente por la pantalla.

—Solo estoy perdiendo un poco de dinero antes de irme a dormir —dijo—. ¡Ja!

© 2025 The New York Times Company

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