CHIMENTOS
Julián Cerati interpreta a Pipo Cipolatti en La Dicha en Movimiento: “Necesité saber sus miedos, motivaciones y heridas”

Julián Cerati atiende a Teleshow antes de volar a donde vive y trabaja. No es casual que su vida transcurra entre dos países, y el vértigo se potencie. “Ahora justo me voy para Colombia dos días de nuevo. Yo vivo allá”, cuenta, reflejando cómo la dualidad geográfica y profesional marca cada paso en su carrera. Pero aún está acá, en Argentina, y hablará de su interpretación de Pipo Cipolatti, el líder de Los Twist en la película que se estrenó esta semana, La Dicha en Movimiento.
Es en este marco que Julián dice estar ante un nuevo reto interpretativo: “Ese tipo de desafíos hay que hacerlos a todo o nada, viste. Generalmente lo que se busca es la esencia y tener un velo de la energía del personaje. Pero fuimos por todo”.
Desde su minucioso abordaje actoral hasta la energía del rodaje, Cerati no quiere dejar cabos sueltos. “Para entender el motor de los personajes necesito saber sus miedos, motivaciones, heridas… Y bueno, fui con todo este tipo de preguntas, muy profundas, donde Pipo no me respondió nada… pero de esa manera también me respondió un montón”, recuerda, entre risas, sobre su método y su vínculo con el personaje central.
—¿Cuál es el trabajo que hiciste para encontrarle el tono a Pipo Cipolatti, que es tan característico?
—Yo ya había laburado con Maxi Gutiérrez, el director, en Freaks, que es una serie de Disney. Ese año yo estaba en Colombia, fue un año de mucho laburo seguido, de muchos personajes distintos… Maxi me llama y me dice: “Bolu.., yo sé que vos tenés que hacer un personaje, y es el de Pipo Cipollone”. Entonces era otro desafío, porque era hacer a alguien que existe, que está al punto de comparación rapidísimo.
—¿Cómo te legó la convocatoria para la película?
—Fue todo muy rápido. el director me llamó y, a las dos o tres semanas, era el rodaje. No había tiempo, el reloj de arena estaba dado vuelta. Había que armar todo esto de adentro para afuera y de afuera para adentro. Yo generalmente los personajes los encaro muy desde adentro.

—¿Y el primer contacto con Pipo?
—Vi todo tipo de entrevistas a él, a la banda. El primer día llegué como nerd que soy, con el cuadernito y un montón de preguntas profundas. Las que escribo con los personajes para entender miedos, motivaciones, heridas. Pero Pipo no me respondió nada, se sintió super atacado, como: “¿Qué me preguntás sobre mi infancia?”. Pero también, al no responderme, me mostraba un poco sus defensas y un montón de corazas que a mí me servían a la hora de entender su mundo.
—¿Qué aspectos te resultaron más útiles para encontrar al personaje?
—Generalmente lo que yo busco, es la esencia. Me obsesioné fortísimo con Pipo. Y lo bueno es que muchas veces, cuando uno termina haciéndolo así de obsesivo, hasta lo que no te responde te aporta una data emocional.

—Fue una época muy difícil para una generación… ¿Cómo lo pudiste trabajar, más allá del personaje?
—Yo vengo de una familia donde se habla mucho de toda esa época y de la dictadura, del impacto y de cómo hoy repercutió. Somos la sociedad que somos por las heridas que tuvimos, que en muchas cosas nos ha fortalecido. Para mí siempre es interesante, y sin dudas estamos en un momento muy distinto y la memoria es necesaria para entender dónde estamos parados.
—¿Cómo impactó la documentación sobre la época en tu búsqueda actoral?
—Siempre hago honor a lo que vivieron mis viejos, abuelos… Hay que tomarlo con respeto y documentarse. En este caso, entender cómo impacta la música y el contexto de la banda, y esa euforia que había después de la dictadura, ese “renacer”, que es muy lindo.
—¿Se sentía eso en el set durante el rodaje?
—Totalmente. En el rodaje se percibía ese aire, esa liberación absoluta… y sin celular, así que fue, una doble liberación, mental y todo tipo de cadenas rotas.
—¿Cómo influía el contexto emocional en tu trabajo actoral?
—Justo estábamos, encima, en época de Mundial, así que eran muchas emociones juntas. Imaginá todo el día metido como Pipo, gritándole goles como Pipo… todo el día: “Eh, eh, gol, gol, dale, ¿qué pasó, vos? Seguí, dale”. Yo todo el día así. (se ríe).
—¿Era difícil mantener el personaje durante tanto tiempo?
—Y la corporalidad también. No lo quería perder, por eso intentaba estar todo el tiempo así, porque tenés miedo de que se te vaya.
—¿Tenías que repetir muchas veces las escenas o el personaje empezó a incorporarse en vos?
—Empecé a improvisar un montón. Eso fue muy lindo con Maxi porque empezó a darme lugar y a darme rienda suelta. Yo no solo improvisaba en base a lo que sentía vibrando con Pipo, sino con millones de frases que fui anotando de cosas que decía él en entrevistas.
—¿Después que pasó con Pipo?
—Después empecé a tener una relación más estrecha con y le mandaba audios: “Che, Pipo, decime esta frase, ¿Cómo la dirías vos?”. Había algunas que me decía: “No, esto yo no lo diría nunca”. Y yo le respondía: “Pipo, lo dijiste en la entrevista el día tal…”. Tengo fuentes, sé más de vos que tu propia madre en ese momento, (se ríe).

—¿Por qué irte a Colombia a vivir?
—Realmente se fue dando. Yo hice una película argentina en 2018, que se grabó en Colombia, es una peli que todavía no salió. Fue antes justo de la pandemia. Fue con la escritora y guionista Marcela Citterio. Para mí es mi hada madrina, siempre le digo. Es la que me mostró un rumbo, porque me llevó a Colombia con esa peli. Después la gente de la productora hizo una serie en 2019 y como ya me conocían, me fui a hacer la serie allá.
—¿Cómo sentiste el arranque de tu “nueva vida” profesional en Colombia?
—Allá más que nada trabajé en series. Hace poquito terminé una peli que se llama Susana y Elvira. Y después Perfil falso 3, se estrena el 21 para Netflix.

La historia familiar de Julián Cerati resuena con ecos de la música argentina y de la figura indeleble de su tío, Gustavo. Aunque la tentación de hacer paralelos es inevitable para muchos, Julián recurre a la honestidad para contar cómo vivió esta herencia en lo personal y artístico.
En el diálogo con Teleshow, Julián, revela los matices de su vínculo con Gustavo: “Con Pipo mucho no hablamos de Gus. Es que con Pipo uno se va por las ramas, es muy difícil hablar de un tema seguido. Pero la época en sí es una época de este sabor agridulce, porque es nostálgico, por más que yo no la haya vivido, pero sí sentí ese momento presente que había ahí también después de tanto sufrimiento”.
“Yo conocí a mi tío, pero era muy chiquito… tengo recuerdos de él, pero como un tío normal, digamos. También tengo recuerdo de shows, pero era mi tío”, cuenta Julián a Teleshow.
La figura de Gustavo Cerati aparece como parte de una tradición, un cruce generacional donde el arte no se forzó, sino que se fue dando: “Yo arranqué a los doce. Y justo, si hago los cálculos, más o menos cuando él quedó en coma, como que no llegó a agarrar ni mi etapa de teatro”, confiesa Julián.

Después de años de trabajo en el exterior, Julián Cerati revela cuánto lo moviliza volver a trabajar en la Argentina y su deseo de seguir contando historias autóctonas, cercanas tanto a su memoria como a su sensibilidad.
—¿Deseas quedarte en Argentina?
—Sí, y contar historias nuestras. Allá es un triple esfuerzo. Tuve que neutralizar el acento y me encanta y estoy agradecido, pero también cuando me toca hacer algo acá lo disfruto demasiado.

—¿Sentís que actuar acá te permite conectarte con algo más profundo?
—Me encantaría seguir haciendo cosas de acá, que sea más autóctona de mi alma. Hice una que se llama “Un león en el bosque”, es divina, es sobre un chico con autismo. Me partió esa serie porque es una historia muy argentina. Tengo ganas ahora. Ojalá se sigan generando cosas y pueda actuar más en Argentina.
CHIMENTOS
Marta González, entre la pasión y el arte como refugio: “El escenario te da vida”

Hay historias que trascienden lo artístico y hablan de coraje, resiliencia y amor puro por la vocación. Marta González es una de esas figuras que, aún enfrentándose a la adversidad, nunca perdió la pasión. Pelea contra el cáncer desde hace más de dos décadas, y aun así, jamás dejó de trabajar. Su energía y entrega se volvieron marca registrada, tanto arriba del escenario como detrás de cámaras. A punto de cumplir 81, y en un presente donde el cuerpo reclama pausas, pero el corazón va siempre adelante, ensaya cada día como si fuera el primero, convencida de que actuar le devolvió la vida una y otra vez. La artista, quien fue protagonista de clásicos como Estrellita, esa pobre campesina y Boquitas Pintadas, sumando más de 40 tiras y 35 películas, Marta pone el acento en el teatro. “El escenario te da vida”, resume cuando habla, en exclusiva, con Teleshow.
Desde pequeña, Marta supo lo que era el vértigo y el milagro del escenario. Su debut fue en la infancia y, desde entonces, encontró en las tablas su verdadero refugio. Forjada al calor de los grandes nombres del teatro y la televisión, transitó décadas de éxitos y desafíos, siempre guiada por una vocación que nunca se apagó. Cada etapa de su carrera fue una escuela, entre sobresaltos y aplausos, llevándola a convertirse en una presencia querida y respetada por colegas y público por igual. Esa misma entrega y humildad, cultivadas desde temprana edad, son hoy las que la sostienen y la impulsan a seguir apostando todo por la emoción viva del teatro.
Hoy, Marta disfruta de su obra ya estrenada, desafiando rutinas, cansancios y limitaciones con esa voluntad inquebrantable que la define. Y la emoción es doble: Negociemos… Una historia de amor, escrita por Alicia Muñoz y dirigida por Ernesto Medela, levantó el telón el pasado 6 de noviembre, junto a su amigo y colega Rodolfo Ranni, bajo la producción de Damián Sequeira. Aun en plena gira, la actriz se muestra agradecida y entera: cada función es un acto de fe y celebración, y cada aplauso, un bálsamo más poderoso que cualquier medicina.

En cada función de la gira, ya sea en Castelar, Francisco Álvarez o La Plata, Marta despliega en el escenario esa vitalidad que le contó a este medio: eligiendo todos los días no entregarse al cansancio, apostando al arte aun cuando el cuerpo reclama descanso. La química con Ranni, la risa compartida y la emoción de los encuentros hacen de cada noche más que una simple obra: es un testimonio en vivo de que, como dice Marta, “siempre se puede volver a empezar”, sin importar los golpes, la edad o los diagnósticos. Próxima a brillar en la temporada de Villa Carlos Paz, su mensaje y su energía contagian esperanza y admiración en cada teatro.
–¿Cómo te sentís cada vez que subís al escenario?
–Feliz. En ese instante desaparecen el dolor y la preocupación; solo quiero darle al público lo que vino a buscar. Es como entrar a un oasis. Irma Roy decía que las actrices parecemos más jóvenes porque pasamos tanto tiempo encarnando otras vidas y no nos corre el reloj. Es realmente cierto, y además, el personaje que estoy haciendo no lleva mi enfermedad, así que en escena todo lo difícil queda atrás, aunque sea por un rato.
–Y en esta ocasión, ¿qué te decidió a sumarte a este proyecto con el Tano Rani?
–Es muy loco, porque en realidad no lo pensé mucho. Me llamó Damián Sequeira, y por el Tano dije que sí, sin dudar. Sé que él no hace cualquier cosa. Me encontré con una obra muy especial y un personaje muy “new age”, lleno de energía nueva. Al principio pensaba: “¿Para qué me habré metido?”, pero todos los actores atravesamos ese vértigo antes de salir a escena. Después, como dicen todos, el escenario hace su milagro.

–¿Te cuesta combinar la vida laboral con los tratamientos y el cansancio?
–Ahora sí. Hay días en que estoy muy cansada. Hoy, por ejemplo, tuve tres notas telefónicas, fui al supermercado, y después del almuerzo tuve que tomar la medicación. Por este trabajo le pedí a mi oncóloga, la doctora Victoria Constanzo, que me cambiara la quimio inyectable por la oral porque mis venas ya no resistían; están agotadas. Pero el tratamiento oral también me cansa. Vivo muerta de sueño. Puede ser por la acumulación de los tratamientos, me cuesta el día a día, pero no bajo los brazos.
–¿Cómo vivís la gira y los viajes de la obra?
–Con esfuerzo. Esta semana, por ejemplo, hacemos 380 kilómetros hasta Esperanza. Tuvimos que sumar una función porque la primera se agotó en 20 minutos. Agradezco mucho al público y también a mi compañero, el Tano, porque hacemos una buena pareja en escena y eso se nota a la hora de trabajar. Cuando tenés al lado un actor íntegro y talentoso, querés ser mejor, como en la vida misma.
–¿Sentís orgullo por el reconocimiento en esta etapa de tu carrera?
–En la presentación de temporada en Carlos Paz me emocioné mucho. El aplauso de los compañeros, los productores, los directores, es el mejor premio. Todo este mundo es mi casa, mi vida. Ese es el mejor premio para mí: que tus compañeros te aplaudan, no solo como buena actriz, sino como persona. Eso es lo que de verdad importa

–¿Tu carrera como actriz se transformó en una forma de terapia para vos?
–Absolutamente. El escenario te da vida. Hasta lo más mínimo, como bañarte, maquillarte, vestirte, te da fuerzas para levantarte. Muchas veces lo hablamos con Nora Cárpena. Si no fuera por el teatro, la radio o el periodismo, me quedaría en la cama… y eso es lo peor que puedo hacer. La pasión te levanta.
–¿Sentís que este personaje se parece a vos o te hace reflexionar sobre temas profundos, como el amor o la libertad?
–Este personaje está en las antípodas de mi vida. Después de lo que viví con el fallecimiento de mi hijo, no tengo nada que ver con el amor romántico de la obra. Pero todo está dentro de uno, incluso lo más oscuro; componer un personaje es buscar en lo más profundo, encontrar en vos hasta el sentimiento más impensado. El compromiso del teatro es enorme.
–¿Tuviste que investigar o buscar material para armar el personaje?
–A esta altura no me hace falta, porque la vida ya me dio momentos para todo. Incluso recuerdos tan intensos como parir… En la vida de los actores, las sensaciones se guardan y se usan en escena. Vengo trabajando hace setenta años. Yo crecí en este mundo desde y debuté a los nueve años. ¿Sabén quién me llevó de la mano a ese mundo? Don Armando Discépolo, un maestro, dramaturgo, hermano de Enrique Santos Discépolo, autor de “Mateo” y tantas otras obras. Imaginate lo que es para una nena estar al lado de semejante autor y director, aprender de su mano. Eso marcó mi camino. Lo viví todo: televisión, cine, temporadas enteras de gira, pero el teatro es el lugar donde siempre siento que pertenezco. Cada vez que subo al escenario, después de tantos años, sigo sintiendo los mismos nervios y la misma emoción que tenía de chica. Y si hay algo que atesoro, es el reconocimiento de mis compañeros.
–¿Tenés algo en común con tu personaje arriba del escenario?
–Muy poco. Es muy de yoga y energía, y yo nunca fui así; soy un tiro al aire. Lo que sí compartimos es la libertad: esa ansia de vivir diferente cada día. Soy Sagitario, detesto la rutina, necesito siempre cosas nuevas.

–¿Quién es tu sostén más grande hoy en día?
–Antes de cada función pido que bajen los ángeles y siempre está mi hijo Leandro. También tengo una hija, María Mercedes, que se convirtió en mi madre, mi mayor sostén. La vida te cambia los roles y uno tiene que aprender a dejarse cuidar. Es obstetra, se ocupa de dar vida todos los días, trae chicos al mundo. Y, en algún punto, hacemos lo mismo desde distintos lugares: ella ayuda a dar vida a las personas, y yo trato de dar vida a los personajes.
–¿Cuál mensaje le darías hoy a alguien que atraviesa una enfermedad como la tuya?
–Que no se entreguen, que luchen. Yo le estoy ganando a la enfermedad hace 24 años, y no es poco. Cuando te dicen que tenés cáncer, uno piensa lo peor. Pero no sos un enfermo, simplemente tenés una enfermedad y se puede pelearla con Dios, los médicos y, sobre todo, el amor. El amor de los amigos, de los nietos, de los hijos… El amor todo lo cura. Hay días de bajón, días en que cuesta levantarse, pero hay que pelearla siempre y tratar de sacar algo útil incluso de lo difícil.

–¿Qué esperás que la gente se lleve cuando va a verte al teatro?
–La esperanza. Eso noto función a función. Que uno siempre está empezando: cada día es nuevo, pueden aparecer cosas maravillosas, aunque uno no se lo espere. Es duro, pero no hay que entregarse. Ese, creo, es el mensaje más fuerte y lo que más deseo transmitir.
Con cada función, Marta no solo renueva su pacto con el teatro, sino que confirma que la verdadera fortaleza está en no rendirse y en animarse a seguir soñando. Su historia deja en claro que la pasión y el trabajo siguen abriendo puertas, aun cuando la vida propone desafíos nuevos todos los días. Entre aplausos, anécdotas, desafíos superados y la calidez de su propio testimonio, la actriz celebra el arte de vivir intensamente y deja, sobre cada escenario, una certeza: siempre es posible volver a empezar y compartir esperanza con los demás.
Crédito de fotos: @sequeiraproducciones y @agenciacoralok.
CHIMENTOS
¡Ternura total! Alejandra Maglietti presentó en vivo a su bebé de 3 meses en la mesa de Mirtha Legrand

En una de las noches más dulces de la temporada, Alejandra Maglietti sorprendió a Mirtha Legrand al llevar a su bebé de apenas tres meses a la mesa, convirtiéndolo inmediatamente en el invitado más joven que pisó el histórico programa.
Desde el primer segundo, la diva quedó rendida ante tanta ternura de tener un bebé tan chiquito y pequeño: «Bueno, tenemos el invitado más chiquito que hemos tenido en esta mesa. ¡Qué divino!», dijo mientras lo recibía fascinada.
El pequeño llegó lookeado como una estrella: moñito, tiradores, zapatitos y un mini traje que desató suspiros en todo el estudio. «Le pusimos un moñito… vino con traje, con tiradores, con zapatitos. Lo vistieron para televisión», explicó Maglietti entre risas, orgullosa de la producción familiar.
Mirtha, completamente enamorada, no dejaba de elogiarlo: «Nunca tuve un bebito así, no recuerdo haber tenido un bebé. ¡Qué divino que es!» En ese momento, Manu le movió la mano como si saludara a cámara. «¡Me saluda con la mano!», exclamó la conductora, enternecida.
Maglietti lo alzó y se lo acercó a Mirtha para que pudiera verlo mejor, mientras la diva repetía: «Está precioso… precioso. ¡Qué hermosura!» El momento se convirtió rápidamente en uno de los highlights de la noche: cálido, espontáneo y cargado de emoción. “¿Cómo no lo iba a traer?”, dijo Alejandra, dejando ver el amor con el que vive esta nueva etapa como mamá.
Pero la presencia del pequeño Manu no solo aportó ternura a la noche: también funcionó como un respiro para Maglietti, que viene atravesando días muy duros tras la explosión en el polo industrial donde se prendió fuego la fábrica de su pareja. La modelo contó que fue “un milagro” que la planta quedara en pie y que, aunque hubo heridos, ninguno resultó de gravedad.
“Mi pareja volvió al otro día a las nueve de la mañana, lleno de hollín… fue muy difícil. Yo estaba muy angustiada”, expresó visiblemente conmovida. Entre lágrimas, también reveló que aún no puede volver a escuchar el mensaje que su marido le mandó en medio del incendio.
“Decía ‘se me quema la fábrica, se me quema la fábrica’. Lo digo y me angustia. Imaginate… yo lo amo y vi todo el esfuerzo, las noches que se quedaba durmiendo ahí”, recordó.
Contó además que se perdió todo el depósito, toda la mercadería que estaba lista para ser entregada, y que hoy la prioridad es sostener a los 120 trabajadores y sus familias, incluso haciéndose cargo de los sueldos y aguinaldos. “Es una tragedia para todos, también para los otros afectados. Estamos sufriendo, pero vamos a volver a ponernos de pie”, cerró con entereza.
Alejandra Maglietti, Mirtha Legrand
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Qué ver en Netflix, la miniserie de 8 capítulos que lanzó la segunda temporada y es un éxito mundial: «Cementerio»

La miniserie “Cementerio” de Netflix es uno de los fenómenos del streaming en 2025. Esta producción turca, protagonizada por Birce Akalay como la inspectora Önem Özülkü, ha conquistado al público con una mezcla potente de suspenso policial y denuncia social.
La historia gira en torno a la inspectora Önem, que lidera una unidad especial dedicada a resolver asesinatos de mujeres archivados por el sistema. Su investigación sucede en un sótano oculto, un escenario cargado de tensión y simbolismo, y pone en jaque los prejuicios masculinos dentro de las instituciones.
La primera temporada de “Cementerio” sorprendió por su brevedad: apenas cuatro episodios, cada uno con una duración extensa, de entre 1 h 47 min y casi 2 horas, que le dieron una estética casi cinematográfica.
Pero el éxito fue tan fuerte que Netflix no tardó en lanzar una segunda temporada, esta vez con 8 capítulos según el catálogo oficial, ampliando la narrativa y profundizando en los casos sin resolver.
En esta segunda tanda, los episodios siguen a Önem y su equipo mientras enfrentan crímenes complejos y oscuros secretos personales. Según JustWatch, cada capítulo ronda los 56 minutos.
LA MINISERIE DE NETFLIX QUE NADIE QUIERE PERDERSE
Más allá del thriller policial, “Cementerio” destaca por su mirada social: denuncia la violencia de género, la desigualdad institucional y los obstáculos que enfrentan las mujeres para acceder a la justicia.
Con un reparto sólido, junto a Birce Akalay se suman Olgun Toker, Şehsuvar Aktaş y otros actores destacados, y la dirección de Abdullah Oguz, la serie logra mantener al público al borde del asiento.
Para quienes buscan una serie de suspenso en Netflix con trama profunda y mensaje social, “Cementerio” es una apuesta imperdible: pocos episodios, mucho impacto y un enfoque valiente.
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