«Mañana (por este miércoles) me voy a Pujato». Las declaraciones de Lionel Scaloni en conferencia de prensa luego de la histórica goleada a Brasil por las Eliminatorias fue un aviso para todos. Porque cientos de hinchas aprovecharon el paso del entrenador de la Selección Argentina por su pueblo para ir a saludarlo, pedirle autógrafos y sacarse fotos.

Firma una camiseta de la Selección, otra de Boca. Posa para una foto, posa para otra, posa para decenas y decenas. Fiel a su estilo, él no se desespera y le dedica el tiempo a cada persona que se acercó a la puerta de su casa para ir a saludarlo, para agradecerle haber conseguido una nueva clasificación a un Mundial y haber formado parte del baile en el Monumental.

Pujato es un pueblo, bien pueblo, de casi 4.000 habitantes que tienen una rutina tranquila, muy diferente a la de las grandes ciudades, incluso a lo que puede suceder en Rosario que está a tan solo 40 kilómetros. Pero claro, cuando ahí está Lionel Scaloni, el hijo pródigo, esa calma se altera…

Él es uno más. O por lo menos lo considera así. Sin embargo, los hinchas le demuestran lo contrario. Es cierto que mantiene las costumbres que mamó de pibe, con las que se crió en su pueblo. Sin embargo, sentarse en el banco de suplentes de la Selección hizo que Pujato tomara otra dimensión y que cientos de personas volvieran a tomar la decisión de ir para darle un nuevo mimo.

«Fue un triunfazo. Todo muy bien, acabo de llegar desde Buenos Aires. Le mando saludos a todos los argentinos», fue una de las pocas frases que dijo el técnico campeón del mundo. Claro, porque él ya se había expresado en la conferencia que dio después del 4-1. Porque sus jugadores hablaron por él en la cancha.

Con la amabilidad característica, Lionel firmó autógrafos, se sacó fotos y compartió algunos minutos con los fanáticos que lo esperaban con entusiasmo. A pesar de su rol en la élite del fútbol mundial, volvió a dejar en claro nunca perderá el contacto con la gente.

Scaloni, lejos de los flashes y los focos de la alta competencia, demostró que sigue siendo el mismo de siempre: un hombre de familia, un pibe de pueblo que no olvida sus orígenes. Un gesto de humanidad que, en tiempos de figuras lejanas y distantes, resalta la figura de un técnico que, por su forma de ser, sigue conquistando corazones.