Valentín Barco debutó como titular en la Premier League, adonde llegó después de su ruidosa salida de Boca a fin del 2023. Apenas había entrado desde el banco un minuto en la liga y unos diez en FA Cup. En un rato pasó del sueño de la Premier a una pesadilla: su Brighton se fue goleado 4-0 por el portentoso Manchester City, con desafortunada participación del Colo en tres de los goles.

Al final, Pep Guardiola, el DT rival, lo fue a abrazar con afecto y pareció darle aliento. El mago catalán lo conoce: lo había seguido para llevarlo a los Ciudadanos a mediados de 2023. El Colo quiso quedarse a jugar la Libertadores con Boca.

Había sido una aparición explosiva, entusiasmadora, un jugador de gran habilidad, muy buena pegada, carácter, osadía y enorme determinación, a cuyo influjo Boca fue mejorando progresivamente su imagen hasta llegar a la final de la Libertadores.

Los elogios le llovieron, muchos pensábamos que era un crack de élite que estaba ya para Europa. Juan Román Riquelme era más cauto, aunque no era claro si porque lo veía “inflado” por la prensa o porque le quería bajar los humos a actitudes cancheras que le censuraban. Llegó al Brighton y su DT Roberto De Zerbi, muy respetado en Europa, le clavó el freno; dijo que no estaba aún para la Premier, que tenía que trabajar mucho en la adaptación y la condición física. Recién ayer, sin su lateral titular, lo puso de entrada.

Hace un mes, Lionel Scaloni lo citó por primera vez a la Mayor. Aún creemos que hay un potencial crack. Acaso fuimos más rápido que la moto y le convenía un año más de fútbol argentino; el propio City ¿lo iba a llevar de entrada a su plantel superior?

Por ahora, ha dado otro paso. Jugó 90 minutos en la liga número 1 del mundo y se llevó un abrazo de Guardiola, una camiseta de Julián Álvarez y enseñanzas para un futuro que llegará cuando llegue, no cuando queramos nosotros.