ECONOMIA
Adeuda sueldos: importante láctea ya no produce ni vende y peligran cientos de empleos

La situación del segmento lácteo no deja de complicarse semana a semana, y se alínea con las dificultades financieras y comerciales que vienen atravesando las alimenticias en general en los últimos meses. SanCor, con su nivel mínimo de operatividad, La Lácteo y ARSA, son algunos de los nombres del sector lechero que se encuentran en estado crítico. A esas empresas se sumó en semanas recientes la láctea Verónica, que sigue afectada por medidas sindicales derivadas de la falta del pago completo de los salarios y la retención de aportes sociales. La compañía llega a este principio de mes cumpliendo una semana sin producir ni vender, con un freno total de la actividad en sus plantas en Totoras, Lehmann y Suardi, todas en Santa Fe.
Desde la cúpula de la firma se indicó a casi 700 empleados que la empresa apenas podrá pagar los sueldos en cuotas, lo cual mantiene latente la posibilidad de que el gremio ATILRA acentúe aún más las medidas de alerta y movilización que mantiene vigentes para la láctea en cuestión.
Los trabajadores de Verónica ya venían llevando a cabo una retención de tareas, y la medida de fuerza se volvió más intensa en este inicio de semana luego de que se confirmara que la firma sólo cubrió el 54% de los salarios correspondientes a abril, en algunos casos con cuotas de apenas el 5 por ciento.
Verónica no podría cubrir los sueldos de mayo
Desde el entorno del sindicato informaron que, a partir de la intermediación del área de Trabajo de Nación, la directiva de Verónica se comprometió a terminar de pagar lo adeudado de abril previo al 11 de junio. Pero la cúpula reconoció dificultades para saldar los sueldos de mayo y hacerse cargo del aguinaldo por venir.
ATILRA y los empleados de la compañía demandan que Alejandro Espiñeira, al frente del directorio de la empresa y uno de los dueños de la láctea, tome créditos para terminar de una vez con las deudas salariales. Caso contrario, la postura es seguir manteniendo paralizada la actividad en las plantas santafesinas.
Por otra parte, Verónica viene incumpliendo los pagos con sus proveedores de materia prima, por lo que la crisis productiva de la compañía se mantiene al borde del peor de los precipicios.
La compañía arrastra una crisis financiera que ahora ya se evidencia en la falta de fondos para cubrir los sueldos. Según revisó iProfesional en la base de deudores del Banco Central (BCRA), Verónica acumula 107 cheques rechazados en lo que va del año, con un monto total del orden de los 344,5 millones de pesos.
En el ámbito de la lechería afirman que la compañía ostenta una deuda financiera del orden de los 9.000 millones de pesos.
La falta de espalda financiera para sostener una producción a gran escala queda a la vista, también, si se toma en cuenta que hace menos de tres años la marca procesaba a razón de 1 millón de litros de leche diarios y en la actualidad apenas si llega a los 200.000.
Verónica y la posibilidad de entrar en quiebra
Desde el ámbito de los empleados de la firma se reconoce que la compañía aún no desactivó puestos de trabajo, pero sí se señala que Verónica transita una crisis que, de no hallarse una salida urgente, redundaría en la quiebra de la láctea.
«No hay despidos, pero la empresa viene pidiendo a los trabajadores que accedamos a un desdoblamiento de sueldos para financiarse. No entendemos cómo pasamos de procesar un millón de litros a no llegar a 200.000», declaró al respecto Rodolfo Rodríguez, delegado de la planta Classon
«Compañeros con familiares enfermos no están recibiendo el tratamiento que necesitan. Estamos a la deriva, pidiendo ayuda. Hay empleados que no tienen para comer. Si Lácteos Verónica quiebra, serán mil personas desamparadas», advirtió.
El delegado en cuestión sostuvo que, a esta compleja situación comercial que atraviesa la firma, se suma la competencia con los productos importados, que son un 40% más baratos mientras que los costos de producción para Verónica y las empresas de ese rubro no han dejado de dispararse.
Las dificultades en Verónica no son nuevas. Ya en marzo pasado, Norberto Galimberti, gerente de personal de la compañía, propuso a los trabajadores cubrir los sueldos en cuatro cuotas, una alternativa que llegó tras protestas por atrasos en los pagos desde fines de año.
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ECONOMIA
De Buenos Aires a Nashville: César Gueikian, el argentino que hizo renacer a Gibson

César Gueikian no luce como el prototipo del ejecutivo financiero: lleva barba prolija, viste un total black impecable y, en su historia personal, se revelan un apasionado músico y compositor de hard rock y un dedicado coleccionista de guitarras. Descendiente de armenios, nacido en Buenos Aires, en 1977, y formado en la Universidad de San Andrés y con un posgrado en la Booth School of Business de la Universidad de Chicago, Gueikian hizo carrera en la banca de inversión y capital privado antes de traducir esa experiencia a un objeto de culto: la guitarra Gibson.
Su llegada a la compañía estadounidense, en noviembre de 2018, coincidió con un punto de inflexión: la empresa emergía entonces de un proceso financiero que la había obligado a vender activos, reorientar su foco y recomponer su pasivo. La gran apuesta fue volver a darle importancia a lo que la hizo legendaria: sus instrumentos. Esos que fueron la obsesión de Gueikian desde que tenía 10 años.
Llegado desde Nashville, donde vive con su esposa, Amanda, sus hijos Benjamín (18), Sebastián (16) y Leo (12) y sus perros Charlie y Teddy —dato que le importa resaltar—, quien desde 2023 es CEO de la fábrica de guitarras más famosa del mundo, recibió a Infobae en La Roca, el impresionante estudio de grabación del empresario y amante del rock Jorge “Corcho” Rodríguez, en San Isidro. Gueikian mantiene con él una relación de amistad, musical y de negocios: armaron juntos el estudio (construido a imagen y semejanza del célebre Electric Lady neoyorquino, y por los mismos autores de aquel, Eddie Kramer y John Storyk) y lo disfruta cada vez que regresa al país.
En una conversación donde la música es siempre telón de fondo, surgió el hombre que hizo carrera entre números y guitarras: así como entiende de reestructuraciones sabe tocar la guitarra y otros instrumentos. Una combinación de credibilidad y ejecución que los accionistas supieron reconocer al confiarle la conducción de la compañía.

— En noviembre se van a cumplir siete años de su ingreso a Gibson, y hace poco más de dos lo confirmaron como CEO de la compañía. ¿Se puede decir que está en el lugar para el que nació?
— Sí, totalmente. Todo comenzó cuando tenía 10 años. Mi papá tenía muchos discos, le gustaba el rock de los ‘60, ‘70 y también la música de los ‘80. Había uno que me llamó la atención por la tapa: se llamaba Black Sabbath y tenía un tema que se llamaba igual. Cuando lo escuché dije: “Quiero aprender a tocar la guitarra”. Esa guitarra tenía que ser una Gibson, porque era la que tocaba Tony Iommi. Después empecé a descubrir que todas las bandas y músicos que me gustaban —y me siguen gustando hoy— usaban Gibson: Metallica, Guns N’ Roses y muchos más. Como no me alcanzaba para una Gibson, me compré una Fender Stratocaster en Estados Unidos que luego vendí en Argentina para por fin comprarme la Gibson Les Paul, que era mi sueño.
— Pero usted comenzó en el mundo de las finanzas.
— Exacto, en el capital privado, donde trabajé más de veinte años. Así fue como llegué a Gibson: empecé a involucrarme en la estrategia junto con KKR, un gran fondo de inversión. En 2013 comencé a comprar parte de la deuda de la compañía y, en 2016, llamé a un gran amigo mío, Nat Zilkha, de KKR, con quien tocábamos en una banda en Londres y Nueva York, solo por pasión por la música. Le propuse que mirara esta oportunidad, porque ya veía que Gibson no iba a poder pagar su deuda después de haberse endeudado para comprar empresas de audio. Para ese momento mi tesis estaba más clara, y afortunadamente KKR decidió invertir para poder controlar la compañía. En noviembre de 2018 se concretó la toma formal del cien por ciento de Gibson.
Entre ese momento y con la decisión de la junta de hacerlo CEO, Gueikian lideró el área de producto, marcas, guitarras, relaciones con artistas, medios y marketing, como Presidente. Ya al frente de la compañía, impulsó una estrategia centrada en volver al ADN de Gibson mediante la reestructuración del portafolio: definir qué guitarras producir y cómo organizarlas. Reordenó la colección original, recuperó el espíritu de la época de oro de la marca, creó las líneas modernas y de artistas, relanzó la línea histórica del Custom Shop y fundó el Custom Shop de guitarras acústicas, y el Murphy Lab, dedicado a recrear guitarras clásicas, entre otros. Pero nada de esto habría sucedido si muchos años antes no lo hubiesen enamorado el musculoso bordado de Les Paul “Sunburst” con el que Jimmy Page puntea “Whole Lotta Love”, o esa otra Les Paul que Slash ejecuta con filo en la intro de “Sweet Child of Mine”, el entramado blusero que B. B. King tejía con la ES-335 (su “Lucille”), el aporte al heavy metal de la espacial Flying V, las SG de Iommi y Angus Young o las acústicas de los músicos de country y los cantautores. Una historia que comenzó en 1894, cuando Orville Gibson fabricó su primera mandolina en Kalamazoo, Michigan. Hoy y desde 1975, la empresa está basada en Nashville, Tennessee, la Ciudad de la música.

— Cuando se dirige una empresa con tanta historia y conexión emocional, ¿cómo se mantiene el estándar?
— Lo más importante en Gibson son las guitarras, todo comienza y termina a través de las guitarras. Quien no toca y quiere una Gibson para admirarla o tenerla en casa no la compraría si la marca no fuera lo que es. Nuestro objetivo diario es construir las mejores guitarras de la historia de Gibson; eso lo decidirá el público. Los artistas eligen Gibson, y cuando lo hacen influyen en todos los demás. Un estudio que realizamos hace dos años mostró que la razón principal por la que alguien compra una guitarra es porque su artista favorito la usa. Ellos son los verdaderos influencers, pero no la elegirían si no hiciéramos instrumentos de calidad. Ese es nuestro desafío constante.
— ¿Le gusta ir a la fábrica?
— No solamente me gusta, construyo guitarras todos los viernes. Una vez que empecé me di cuenta de lo complejo que era construir una Gibson. Ahí me cambió todo. Ya terminé diez, y llevo tres años haciéndolo con la ayuda de todos mis luthiers. A todas las uso en vivo con algún artista que me invita a tocar. Luego se rematan a través de la Fundación Gibson, donde hacemos un gran trabajo filantrópico.

— ¿Qué sintió cuando salió la primera, tratándose de su objeto de deseo desde tan chico?
— Yo creo que todo líder debería aprender a hacer su producto. Para mí, de todas las estrategias de liderazgo, esa es la más poderosa. Inspirar a la gente para que entienda lo que estamos haciendo, trabajar con ellos, aprender a hacer el producto. Por eso cuando reestructuramos la compañía nos basamos en la gente que trabajaba allí: había un conocimiento contenido dentro de Gibson. Hoy sigo diciendo que uno de mis roles es poner a la gente adecuada en los asientos adecuados. Identificar a quienes son más inteligentes que yo, y que ellos sean los que manejan el negocio. Yo me tengo que hacer redundante.
Cuando refiere su paso por los escenarios, Gueikian no está siendo metafórico: hace un cuarto de siglo que toca y graba con músicos de la talla de Maná (“Soy muy amigo de la banda; hace unas semanas toqué con ellos en el Bridgestone Arena de Nashville”); Kirk Hammett, de Metallica —que en el memorable concierto de despedida de Ozzy Osbourne un julio pasado empuñó una SG fabricada por él—, Fito Páez, Luis Fonsi, Rob Trujillo, Slash, Duff McKagan, Dave Mustaine, Adam Jones, Billy Gibbons, Serj Tankian, Peter Frampton, Jared James Nichols, Lzzy Hale, Rex Brown, Richie Faulkner, Jason Momoa y siguen las firmas. Y además ama despuntar el vicio de componer y meterse en los estudios para registrar sus creaciones, como puede comprobarse en dos singles que están en plataformas: “Deconstruction”, junto a Serj Tankian, de System of a Down, y Tony Iommi (“Mi padrino”, lo define) y “I Can Breathe”, grabado codo a codo con sus co-compositores Slash y Duff McKagan.
Un hobby tomado muy en serio ya desde su perfil de coleccionista de guitarras: unas 190 piezas de las cuales al menos 160 son Gibson. “No sé si no soy el argentino que más tiene… pero la cantidad no es mi objetivo», aseguró y detalló que no es el único “loco por las eléctricas”. “Joe Bonamassa debe tener mil guitarras; Kirk Hammett y Slash también tienen colecciones gigantes”, afirmó.

— ¿El hecho de haber sido tan melómano desde siempre y después conocer a los músicos cara a cara le trajo alguna desilusión?
— ¿Sabes que no? Y además los trato como si fuesen uno más. Obviamente me gusta la música y soy fan, pero hemos desarrollado relaciones muy lindas y de respeto mutuo: yo respeto la influencia que han tenido en la historia de la música y la cultura y ellos respetan mi background de negocios y de músico. Por eso me invitan a tocar.
— Una relación tan cercana como la que le gusta cultivar con la gente que trabaja en la empresa…
— Es que —insisto con esto— son lo más importante para mí. Mi equipo, mis luthiers, los empleados de la fábrica, y obviamente el apoyo que tengo de los accionistas. Yo seré una parte de la historia de Gibson, no sé por cuánto tiempo. Pero la tengo que dejar como una compañía donde los mejores años estén por venir. Que el futuro sea mejor que el pasado.
ECONOMIA
¿Alcanza el apoyo de EEUU para hacer sostenible al esquema cambiario y monetario? La opinión de cuatro especialistas

En una semana signada por movimientos intensos en los distintos precios del dólar, las intervenciones del Tesoro de Estados Unidos no lograron contener las tensiones ni en el mercado oficial ni en el financiero local.
La suba del billete verde, tanto en su versión minorista como en las cotizaciones bursátiles, convivió con sucesivos anuncios, confirmaciones y compras directas de pesos por parte del Gobierno del presidente Donald Trump en respaldo a la gestión económica de Javier Milei. Persistió, así, una inquietud que se acrecentó mientras se acerca el turno electoral: ¿es suficiente el apoyo norteamericano para sostener el esquema cambiario y monetario que implementa el equipo económico de Argentina?
Estas inyecciones del Tesoro estadounidense buscaron estabilizar la plaza cambiaria local en medio de una fuerte dolarización de carteras. Operadores estimaron que el organismo norteamericano realizó compras casi 500 millones de dólares en tres intervenciones, lo que permitió, de forma puntual, contener la presión sobre el peso. Sin embargo, la demanda de divisas no afloja y la volatilidad se mantiene elevada a días de las elecciones legislativas.
La demanda de divisas no afloja y la volatilidad se mantiene elevada a días de las elecciones legislativas
Aún tras la confirmación explícita del apoyo por parte del secretario del Tesoro Scott Bessent, el dólar minorista en el Banco Nación trepó hasta $1.475, con incrementos similares en las variantes financieras. El MEP alcanzó a $1.522 y el contado con liquidación superó los $1.500, mientras que los bonos de referencia retrocedieron hasta 4,6% durante la jornada. Estos movimientos dieron testimonio de una desconfianza persistente que trasciende la llegada de fondos externos.
Al cierre de la semana, la plaza cambiaria argentina navegaba un equilibrio riesgoso. El informe de CREA, citado por Reuters, describió: “El anuncio de un acuerdo con el Tesoro de Estados Unidos logró estabilizar transitoriamente la situación, pero no disipó la incertidumbre ni la presión cambiaria que reaparecieron rápidamente esta semana”. En paralelo, los negocios a futuro reflejaron expectativa de niveles superiores de tipo de cambio para fin de año.
El tablero político sigue alterando las expectativas del mercado local. La derrota del oficialismo en la provincia de Buenos Aires generó dudas sobre el alcance del respaldo parlamentario que podrá obtener Milei después del 26 de octubre. Además, la plaza financiera mostró respuestas disímiles: en la Bolsa porteña, algunas acciones subieron, pero los bonos continuaron debilitándose. Mientras tanto, JP Morgan, Bank of America, Goldman Sachs y Citigroup mantenían conversaciones con el Tesoro de Estados Unidos para mecanismos de asistencia financiera adicionales, en la antesala del test político clave.
En este contexto, la opinión de los economistas consultados permite indagar hasta dónde puede sostenerse el tipo de cambio y la política monetaria actual, aun con el aporte estadounidense en marcha.
Para Miguel Kiguel, director de Econviews y ex Secretario de Finanzas, ni la llegada del Tesoro norteamericano resolvió los problemas estructurales. “Antes del apoyo americano te diría que era claro que sí, porque lo que pasaba, a menos que después de las elecciones hubiera un cambio radical en la percepción del programa económico, que es algo muy difícil”, afirmó el economista en diálogo con este medio.
Kiguel remarcó que el mercado se muestra cauto ante las perspectivas para el plan de gobierno: “Aunque le vaya muy bien al Gobierno, la gente va a seguir mirando a ver qué puede pasar con las reformas estructurales, cómo se acomoda el Gobierno, cómo hace alianzas con la oposición, si eso… Yo creo que no va a ser algo que se va a resolver de la noche a la mañana”.
Aunque le vaya muy bien al Gobierno, la gente va a seguir mirando a ver qué puede pasar con las reformas estructurales, cómo se acomoda, cómo hace alianzas con la oposición (Kiguel)
La inquietud de fondo, explicó Kiguel, radica en la incapacidad del Banco Central para acumular reservas: “Desde el principio del programa, el Gobierno no pudo juntar reservas internacionales. No ha habido un poco lo que esperaba el mercado, que era que acumulara diez, veinte mil millones de dólares para que estemos todos tranquilos y la presión sobre el dólar no exista más”.
Observó que el esquema de tasas de interés elevadas, combinadas con la continua intervención oficial, muestra tensión: “La tasa llegó a niveles realmente, en algunos momentos, estratosféricos y en otros momentos muy altos, pero la tasa de caución hace dos días estaba a ciento veinte por ciento. Tasas de descubierto en cuenta corriente para empresas, doscientos cincuenta por ciento. Eso no está funcionando bien”.
Miguel Kiguel agregó: “No funciona bien incluso con el apoyo del Tesoro americano. Los bonos caen con el apoyo del Tesoro americano”. Respecto a las tasas y la operatoria, evaluó que “si vos para mantenerlo tenés que estar interviniendo en los mercados, subiendo la tasa, pidiéndole al Tesoro que te ayude porque vos te quedaste sin dólares para intervenir, me parece que eso no puede seguir así. Estamos lejos de un equilibrio”.
El economista jefe de BlackToro y docente del IAE Business School, Fernando Marengo, trazó un diagnóstico menos inquietante sobre la sostenibilidad del esquema. “El nivel de monetización de la economía es muy bajo para términos históricos y el Banco Central tiene dólares líquidos por casi USD 27.000 millones”, explicó.
El nivel de monetización de la economía es muy bajo para términos históricos y el Banco Central tiene dólares líquidos por casi USD 27.000 millones (Marengo)
Según Marengo, “el Banco Central tiene liquidez, tiene dólares suficientes para financiar de nuevo una caída en la monetización que te lleve al nivel mínimo en veinticinco años”. El apoyo del Tesoro estadounidense, para él, fortalece una posición que ya era sostenible: “Independientemente del apoyo del tesoro americano, el esquema monetario es sostenible. Era sostenible desde antes de los anuncios del apoyo”.
Marengo explicitó, no obstante, la centralidad de un problema reputacional que afecta la estabilidad. “El mercado claramente está viendo un país que tiene un problema reputacional. Tenemos el récord mundial de reestructuraciones de deuda, al mismo tiempo que el Congreso… todo el tiempo está con medidas que atentan contra el superávit fiscal”.
Sobre el vínculo entre apoyo externo y clima político, analizó: “El mercado lo que está planteando es: hay que ver el resultado de la elección porque el mercado interpreta que el apoyo americano estaría supeditado al resultado de la elección”.
En cuanto a los efectos de la desconfianza, Fernando Marengo sostuvo: “Cuando hay desconfianza, la gente deja de consumir, deja de invertir, cae actividad económica, cae empleo, los salarios en términos reales se contraen… y curiosamente, te mejoran las cuentas externas porque la caída de demanda agregada hace que caigan las importaciones y te mejoren las cuentas externas”.
El economista diferenció tres caminos de ajuste del esquema cambiario:
- mantener la banda,
- la intervención discrecional, y
- la flotación libre.
Consideró que la incertidumbre sobre el tipo de cambio futuro impacta de modo directo en la demanda de dólares și en la dinámica de la actividad.
Fernando Baer, director de Quantum Finanzas, relativizó la obsesión con la compra de reservas y apuntó al diseño de la política monetaria. “Lo que estamos viendo es una demanda precautoria habitual en procesos electorales, que se subió a una situación de debilidad política, pero que no está totalmente fundamentada en los fundamentos macro que tiene hoy la economía”, destacó.
Baer argumentó que “es un tipo de cambio que está un poco más adelantado de lo que debería ser, una medida más de tranquilidad”.
Respecto al objetivo de acumular reservas, el economista dijo a Infobae: “El objetivo del Gobierno era otro en ese momento y yo no tengo tan claro que necesariamente Argentina tiene que comprar reservas. Si hay equilibrio fiscal y acceso a dólares, que ahora por lo menos para pagos de deuda están garantizados, no hay mucho sentido para que el Gobierno salga a emitir pesos para comprar dólares”.
Si hay equilibrio fiscal y acceso a dólares, que ahora por lo menos para pagos de deuda están garantizados, no hay mucho sentido para que el Gobierno salga a emitir pesos para comprar dólares (Baer)
Baer sostuvo que, superada la tensión electoral, debería producirse una redefinición del esquema monetario: “Vamos a ver seguramente después de la elección… una redefinición del esquema monetario seguro y el esquema cambiario… Hay que ver si con este esquema de bandas y a este ritmo, el nuevo esquema monetario lo hace consistente o no”.
En relación a posibles cambios, Baer consideró: “El Gobierno va a apostar a que se descomprima, que baje el riesgo país, y que eso con un nuevo mercado monetario, reacomode el esquema cambiario, que seguramente en algún momento va a requerir algún retoque, pero no necesariamente salir del esquema ahora”.
Por su parte, Sebastián Menescaldi, economista de EcoGo, caracterizó el aporte estadounidense como una solución temporal. “Hubo en el año dos rescates porque el enfoque monetario y cambiario era insostenible. Esto ayuda… lo que ayuda para mí es un puente para poder corregirlo”, explicó.
Menescaldi advirtió que, sin cambios, “si se persiste con este esquema, nuevamente, otro rescate, está bien, no será en el 2026, será en el 2027, puede ser a fin del 2027. Pero está claro que no es el esquema que sirve, al menos para Argentina”.
Menescaldi definió el programa de asistencia como una herramienta que da tiempo para ajustar el diseño. “No sostiene el esquema actual, sino que da respaldo para cambiarlo sin tragedias”, definió.
Respecto a los cambios necesarios, argumentó: “Hay que armar un esquema tal que acumule reservas, emitir pesos y monetizar la economía para que haya que dar crédito y crecimiento”.
Hay que armar un esquema tal que acumule reservas, emitir pesos y monetizar la economía para que haya que dar crédito y crecimiento (Menescaldi)
Sebastián Menescaldi también destacó la importancia de contar con un programa financiero: “Se necesita un programa financiero donde se pueda hacer los logaritmos de la deuda, en pesos y en dólares”.
Para el economista, la coyuntura impone que el respaldo externo “es un puente. No se necesita que el tipo de cambio se vaya a $2.500 para que todo funcione de vuelta. Eventualmente, está ese puente que puede salvar al país. En el medio, hay que hacer los arreglos que hay que hacer para poder funcionar y ser ganador en 2027″.
Corporate Events,LEGACY: Financials (TRBC),Financials (TRBC level 1),South America / Central America
ECONOMIA
Sebastián Galiani, exviceministro: “El riesgo de retroceder al populismo económico está siempre”

A una semana de las elecciones de medio término, los mercados parecen decididos a mantener prácticas de cobertura frente a un resultado desfavorable para el Gobierno que lo lleve a disponer un giro en su política económica, en particular en los planos cambiario y monetario, pese a las reiteradas declaraciones del presidente Javier Milei y de su ministro de Economía, Luis Caputo, de que “todo seguirá igual”, excepto que se avanzará en la búsqueda de consensos para impulsar reformas estructurales, como tributaria y laboral, principalmente.
Sobre esa base, el Gobierno recibió la ratificación y profundización de un inédito respaldo financiero y geopolítico por parte de los EEUU, aunque no exento de dudas al poner como condicionamiento que no ocurra un resultado que revele un marcado rechazo a las políticas de cambio. Estas políticas posibilitaron la eliminación del déficit fiscal, el saneamiento de la hoja de balance del Banco Central de la República Argentina, con baja de impuestos, de retenciones y de regulaciones que posibilitaron sendas disminuciones de la inflación y pobreza y reactivación de la economía, como promedio general.
En particular, “los mercados” y cada vez más analistas de consultoras privadas manifiestan que la política cambiaria de flotación con bandas que se abren sin intervención del Banco Central, como el corsé monetario “están agotados” y por tanto aconsejan una paridad más alta para acumular reservas, alentar exportaciones y revertir el creciente saldo deficitario de la cuenta corriente de la balanza de pagos.
“Al inicio de un programa de estabilización y reformas, el tipo de cambio de equilibrio suele apreciarse: baja el índice de riesgo país, se reconfiguran los portafolios y se revalorizan los activos domésticos”
Con ese escenario, Infobae entrevistó al economista Sebastián Galiani, exsecretario de Política Económica y viceministro de Hacienda entre enero de 2017 y junio de 2018. Actualmente profesor de Economía en la Universidad de Maryland, Galiani cuenta con un doctorado en Economía de la Universidad de Oxford, trabaja ampliamente en el campo de la Economía del Desarrollo, es miembro de la NBER y Bread, y editor asociado de Journal of Development Economics, Journal of Economic Behavior and Organization y Latin American Economic Review. Desde Estados Unidos, analiza la realidad argentina y sus expectativas para la segunda parte del gobierno de Javier Milei.
— Dos cuestiones que generan fuerte debate entre los economistas son la necesidad de acumular reservas en el BCRA y el posible atraso cambiario. ¿Cuál es su opinión al respecto?
— En materia de reservas, mi visión es clara: la Argentina necesita un sendero sostenido de acumulación en el BCRA. Si uno mira a la región y al mundo, los bancos centrales operan con colchones mucho más altos que el nuestro. Ahora bien, de eso no se sigue que pudiera lograrse en pocos meses. Poner el foco en que, durante la última cosecha, el BCRA compró menos de lo previsto con el FMI es engañoso: cuando cae la demanda de dinero por riesgo electoral, si el objetivo es frenar una corrida se requieren muchas más reservas que las que razonablemente pueden acumularse en un trimestre.
Y, aunque se acumule un nivel razonable de reservas, hay que ser muy cuidadosos con su uso: no están para evitar una depreciación cuando la economía enfrenta shocks reales (términos de intercambio, sequías, cambios de precios relativos), sino para suavizar episodios de volatilidad transitoria y desorden financiero. Su función es de seguro de liquidez, no de ancla para fijar precios relativos.

Sobre el “atraso cambiario”, es un clásico del debate argentino, pero conviene precisar. Al inicio de un programa de estabilización y reformas, el tipo de cambio de equilibrio suele apreciarse: baja el índice de riesgo país, se reconfiguran los portafolios y se revalorizan los activos domésticos. Si, además, el programa eleva la riqueza del país medida en bienes transables, al final del proceso también puede observarse una apreciación real.
No niego que pueda haber atraso; sostengo que es difícil afirmarlo con seriedad en tiempo real. Las comparaciones históricas simples (promedios del TCR, “tablitas” de referencia) hoy dicen poco: los cambios macro y, sobre todo, los estructurales que separan los dos “proyectos de país” en disputa son demasiado profundos como para extrapolar linealmente el pasado.
— ¿Cuál sería, en su opinión, el mejor indicador para determinar un tipo de cambio que contribuya efectivamente a la acumulación de reservas: la productividad de los sectores exportadores, el ingreso medio de la población, u otro parámetro?
— Pasadas las elecciones de medio término, el BCRA debería acordar un cronograma realista de acumulación de reservas, tomando en cuenta la remonetización esperada de la economía, y transitar hacia una flotación cambiaria crecientemente menos intervenida, usando las reservas sólo para amortiguar episodios de volatilidad y no para fijar precios relativos.
— En el contexto actual, donde la economía arrastra grandes desequilibrios estructurales, ¿ve viable implementar un régimen de tipo de cambio único y libre, sin intervención del BCRA?
— Sí, es viable implementar un tipo de cambio único y flotante sin demoras largas: con dos años de equilibrio fiscal ya no hay razón para postergar; puede hacerse en un horizonte corto (meses, no años). La intervención del BCRA debe limitarse a suavizar la volatilidad nominal con reglas transparentes, no a fijar un tipo de cambio real, que debe determinarse libremente.
“La intervención del BCRA debe limitarse a suavizar la volatilidad nominal con reglas transparentes, no a fijar un tipo de cambio real”
La unificación operativa -un solo mercado mayorista, desarme rápido de regulaciones que fragmentan oferta y demanda, límites prudenciales a posiciones cambiarias-, junto con una macro consistente (tasa real positiva, remonetización en curso y uso prudente de reservas como seguro de liquidez), completa el marco.
— Se habla mucho de la “cultura del dólar” en Argentina. ¿Piensa que debería incentivarse un cambio en el comportamiento de ese 10% de argentinos que compra dólares, para no perjudicar al resto de la sociedad? ¿O el problema es más profundo?
— No lo veo como un problema “cultural”, sino de incentivos y expectativas. En contextos de déficit fiscal y emisión para financiarlo, el dólar funciona como resguardo de valor; pretender “reeducar” al 10% que compra dólares es atacar el síntoma, no la causa. En cambio, con equilibrio fiscal, un BCRA que no financia al Tesoro ni acumula deuda remunerada para esterilizar excesos, una política monetaria orientada a la estabilidad de precios y tasas de interés reales no reprimidas, no hay razones económicas para dolarizar carteras -más aún cuando, por la propia política fiscal de EEUU, el dólar tampoco es invulnerable como activo-.
Lo que persiste en la Argentina es el riesgo de reversión política: el miedo a un retorno del kirchnerismo y del desorden macro.
— En las últimas semanas hubo mensajes de respaldo por parte del Tesoro de Estados Unidos y elogios a la gestión económica argentina por parte de la directora gerente del FMI. ¿Cómo interpreta usted ese apoyo y sus posibles implicancias?
— El respaldo reciente de Washington y los elogios del FMI deben leerse, ante todo, como señales geopolíticas: las grandes potencias apoyan a sus aliados cuando perciben alineamiento estratégico y consistencia macro. No es “neocolonialismo”; es política internacional estándar: apoyo que cataliza financiamiento (multilateral y privado), mejora el riesgo soberano y facilita rollover y acceso a mercados. Ese apoyo, sin embargo, no es un cheque en blanco: viene con condicionalidades y se sostiene en la medida en que el programa mantenga credibilidad y resultados.

Para la Argentina, las implicancias son concretas: si el Gobierno preserva el equilibrio fiscal, avanza en reformas pro-productividad y consolida un régimen cambiario más limpio, este respaldo externo puede acelerar la remonetización, la acumulación de reservas y la baja del costo de financiamiento. Lo decisivo no es la foto del elogio, sino la persistencia del rumbo que lo hizo posible.
La apuesta de Milei fue nítida: alineamiento con EEUU e Israel y un programa macro consistente. Le salió bien -y el apoyo lo refleja-. Que algunos lo presenten como “sumisión” o añoren una diplomacia de “selfies” con autócratas es, en el mejor de los casos, confundir consignas con geopolítica. En política internacional, como en economía, mandan los resultados.
— ¿Detecta usted mayor preocupación en esos organismos por la política cambiaria y la falta de reservas, o por la necesidad de consolidar estabilidad macroeconómica mediante reformas estructurales de fondo?
— Diría que, aunque reservas y política cambiaria importan, hoy la preocupación principal de Washington y de los organismos es política: que el Gobierno llegue fuerte a las legislativas de medio término, no se frene la inversión y no se reabra la puerta a un retorno del populismo económico en 2027. Aprendieron de abril de 2019: entonces se aferraron al “librito” técnico, subestimaron el riesgo político y terminaron condicionados por el giro posterior. Ahora leen el caso argentino con un lente más estratégico.
“Aunque reservas y política cambiaria importan, hoy la preocupación principal de Washington y de los organismos es política”
En ese marco, el dólar y las reservas son variables operativas; la estabilidad macro de fondo depende de la continuidad del ancla fiscal, la profundidad de las reformas pro-productividad y reglas estables para invertir. Si esos pilares se sostienen, la remonetización, la acumulación de reservas y la baja del riesgo país llegan por añadidura.
Traducido: piden señales claras y consistentes hasta las elecciones -un cronograma realista de acumulación de reservas, un régimen cambiario más limpio y predecible, y sobre todo la persistencia del programa-. No buscan fuegos artificiales; buscan gobernabilidad para que el capital no se ponga en pausa y el ciclo político no se lleve puesto lo conseguido.

— En materia de política económica, ¿cree que el Gobierno debe ocuparse activamente del nivel de actividad en todos los sectores, incluidos los menos eficientes, o focalizarse en lograr una macroeconomía estable e inducir a que cada sector se adapte al nuevo escenario?
— El Gobierno debe concentrarse en estabilidad macro, reglas de juego capitalistas claras e instituciones eficientes; ésa es la verdadera política “pro-actividad”. Con ese marco, la economía tiene que salir a competir: abrir mercados, exportar más e importar más, reasignar recursos hacia donde la productividad sea mayor. No se trata de sostener a los sectores menos eficientes, sino de remover distorsiones y dejar que los precios relativos hagan su trabajo.
El Estado, sí, debe proveer bienes públicos y cuellos de botella específicos cuando sean costo-efectivos (infraestructura logística, energía, conectividad, normas técnicas, certificaciones), además de políticas horizontales de capital humano y financiamiento. Y durante la transición, redes de protección y reconversión laboral bien diseñadas -temporales y evaluables- para acompañar a quienes necesiten adaptarse, sin petrificar la ineficiencia.
— El éxito de reformas tributarias y laborales requiere apoyo legislativo, pero pareciera no haber una preocupación similar en todas las provincias. ¿Qué posibilidades ve usted para que esas reformas incentiven inversiones y reviertan el estancamiento del empleo privado formal?
— Lo veo como un proceso gradual, gobernado por la política. Una buena elección de medio término puede operar como dispositivo de coordinación: reduce la incertidumbre sobre la continuidad del rumbo y da al Presidente un horizonte de seis años efectivos para negociar. En ese escenario, es más probable que los gobernadores se alineen detrás de una agenda tributaria y laboral pro-crecimiento, porque leerán que el costo de oponerse sube y el beneficio de acordar también.
Si el resultado es ambiguo, la convergencia será más lenta y fragmentada, con reformas parciales hasta que el oficialismo consolide mayorías, si lo logra hacer. En cuanto al efecto sobre inversión y empleo formal, las chances son buenas si las reformas apuntan a lo esencial: previsibilidad y menor litigiosidad en lo laboral (mecanismos de seguros y fondos de cese que sustituyan pasivos inciertos; negociación más descentralizada donde tenga sentido) y simplificación y baja de distorsiones en lo tributario (menos impuestos cascada, reglas claras y estables, cumplimiento más barato y digital).
“La Argentina llega muy rezagada respecto de la frontera internacional -e incluso regional-, lo que paradójicamente nos da margen para un “catch up” rápido si hacemos las cosas básicas bien»
Con ese marco, los sectores transables y de servicios basados en conocimiento reaccionan primero; luego se acelera la formalización. La heterogeneidad provincial seguirá pesando: habrá jurisdicciones “pioneras” que compitan con seguridad jurídica, ventanillas únicas y estabilidad fiscal, y otras que lleguen después. Pero si la macro estable se sostiene y el Congreso aprueba un paquete razonable, la inversión sube y el empleo privado formal sale del estancamiento -no de un día para el otro, pero de manera creíble y acumulativa-.
— Finalmente, ¿le gustaría dejar una reflexión para los lectores de Infobae sobre los desafíos y oportunidades de la economía argentina actual?
— Una reflexión final. Cada vez que un país ordena la macro, fija reglas de mercado previsibles y empuja reformas pro-productividad, se abre una ventana de crecimiento. La Argentina llega muy rezagada respecto de la frontera internacional -e incluso regional-, lo que paradójicamente nos da margen para un “catch up” rápido si hacemos las cosas básicas bien: estabilidad fiscal y monetaria, competencia, apertura, infraestructura y capital humano.
Además, vivimos en una región sin conflictos geopolíticos relevantes: eso es un activo que el mundo valora cuando decide dónde invertir a diez o veinte años.
El riesgo, en cambio, es el de siempre: retroceder al populismo económico. Si volvemos a tirar por la borda la estabilidad y las reglas, esta vez el mundo probablemente nos baje el pulgar por un buen rato; la paciencia internacional con la Argentina no es infinita. La oportunidad está ahí, al alcance de la mano. Depende de nosotros transformar un año de orden en una década de crecimiento.
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