ECONOMIA
Cuánto se devaluó el peso en los últimos años y qué poder de compra perdieron los bolsillos de los argentinos

En Argentina, la devaluación del peso es un tema de conversación permanente. No importa quién gobierne ni qué modelo económico esté en marcha, la incertidumbre sobre el tipo de cambio nunca desaparece. La pregunta no es si el peso se va a depreciar, sino cuándo y a qué ritmo. Las tensiones vividas en las últimas semanas respecto de la pérdida de reservas del Banco Central en la previa del acuerdo con el FMI se dio por que aún le faltan más detalles sobre la letra chica respecto de la magnitud de los tramos de los desembolsos sobre un potencial monto de u$s20.000 millones y si habrá modificaciones o no en la política cambiaria actual.
Devaluar significa que la moneda pierde valor frente a otra, en este caso, el dólar. Si el peso se devalúa, se necesitan más pesos para comprar la misma cantidad de dólares. Las razones pueden ser muchas: una inflación que no da tregua, la escasez de reservas en el Banco Central o la falta de confianza en la economía. Pero, al final del día, la devaluación siempre impacta en lo mismo: el bolsillo de la gente.
La historia económica argentina está marcada por constantes vaivenes en el tipo de cambio. Dentro de las más recientes, tenemos las devaluaciones de 2002, 2014, 2016, 2019, 2020 y 2023. Cada una tuvo sus propios detonantes, pueden ser desde crisis de balanza comercial y fuga de capitales hasta pagos de deuda o una caída brusca en las reservas del Banco Central. Y aunque los motivos varían, el desenlace tiende a repetirse: inflación acelerada, pérdida de poder adquisitivo, recesión y en algunos casos, un aumento del desempleo.
Sin embargo, la devaluación no siempre es vista con los mismos ojos. Para los exportadores, un peso más débil mejora la competitividad de los productos argentinos en el exterior. Pero eso no significa necesariamente que la balanza de pagos mejore o que la economía se estabilice.
A lo largo de los años, distintos gobiernos intentaron controlar el tipo de cambio con medidas de todo tipo: controles de precios, acuerdos con el FMI, cepos cambiarios y planes de estabilización. Pero la historia demuestra que contener el dólar a la fuerza no es fácil, y cuando las reservas se agotan o la confianza se pierde, la devaluación se convierte en un hecho inevitable. Especialmente en un país donde la moneda nacional ha perdido más ceros de los que se pueden contar, la relación entre el peso y el dólar es casi un termómetro de la economía.
Devaluaciones «made in Argentina»
El siguiente gráfico muestra las devaluaciones por presidencia, desde 2011 hasta la actualidad:
De Cristina a Milei, así fue la devaluación del peso en cada presidencia
Es claro que hemos convivido con un contexto devaluatorio constante. Desde el inicio del período analizado, que comienza con el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner en 2011, el peso ha ido perdiendo valor de manera sostenida. En aquel entonces, el dólar aumentó poco más de cuatro pesos, representando una devaluación del 56,14%, un movimiento que en su momento generó ruido, pero que con el tiempo quedaría opacado por lo que vendría después.
Con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, la unificación del tipo de cambio trajo consigo un fuerte salto del dólar, con una devaluación inmediata del 40%. A lo largo de su mandato, el peso se depreció un 84,38%, con un dólar que pasó de $9,85 a $63,04, registrando movimientos diarios que reflejaban la inestabilidad económica del período.
En 2019, el descontento de la sociedad se hizo sentir en las urnas y asumió Alberto Fernández. Sin embargo, lejos de revertir la tendencia, la devaluación continuó, especialmente en su último año de gestión, cuando la inflación se disparó y la presión sobre el tipo de cambio se volvió insostenible. Al final de su mandato, la devaluación acumulada alcanzó el 83,88%, dejando al país en un escenario de incertidumbre cambiaria.
Con la llegada de Javier Milei, el gobierno adoptó una estrategia de crawling peg, ajustando el tipo de cambio de manera gradual al 2% mensual y actualmente al 1% reflejando un intento de estabilización que, por ahora, mantiene el dólar bajo control. Sin embargo, hasta llegar a la adopción del crawling peg, a dos días de su mandato a modo de «sinceramiento» el dólar oficial pasó de $400 a $832,64 y actualmente a casi $ 1.100 por dólar, es decir una devaluación del casi 64 por ciento.
La inflación también erosiona bolsillos en EE.UU.
La moneda estadounidense tampoco es inmune a la pérdida de valor con el tiempo. Aunque de manera mucho más moderada en comparación con el peso argentino, la inflación en Estados Unidos también erosiona el poder adquisitivo del dólar.
El siguiente gráfico muestra la evolución de la inflación en EE.UU. desde 2011 hasta 2025 y cuánto debería valer en la actualidad un billete de USD 100 emitido en 2011 para mantener su poder de compra original.

Así evolucionó la inflación en Estados Unidos desde 2011 hasta 2025
Si bien la inflación en Estados Unidos no es un problema tan preocupante como en Argentina, ha tenido su impacto en el poder adquisitivo del dólar a lo largo del tiempo. En 2022, la inflación se aceleró significativamente, alcanzando casi un 8% anual, el nivel más alto del período analizado.
Como consecuencia de este proceso inflacionario, un billete de u$s100 emitido en 2011 ha perdido parte de su valor real. Para mantener el mismo poder de compra en la actualidad, ese billete debería valer u$s146,56, lo que representa una pérdida del 46,56% en términos de poder adquisitivo.
Así perdió poder de compra el peso argentino
Del mismo modo, el gráfico a continuación muestra cómo ha evolucionado el poder adquisitivo del billete de $1.000 desde el 2011 hasta la actualidad. Lo que en su momento representaba una suma considerable, hoy ha perdido gran parte de su valor real.

Así evolucionó el poder adquisitivo del billete de $1.000 desde el 2011 hasta la actualidad
Como era de esperarse, la pérdida de poder adquisitivo del peso argentino no tiene comparación con la del dólar. La inflación sostenida a lo largo de los años ha erosionado drásticamente el valor de 1.000 pesos.
Para comprar hoy lo mismo que se adquiría con $1.000 en 2011, se necesitarían $286.920. En otras palabras, $1.000 de 2011 equivalen a apenas $3,49 en la actualidad.
A pesar de los datos poco alentadores del pasado, el panorama actual muestra señales de estabilidad. La inflación parece estar bajo control y el tipo de cambio se mantiene estable. El último dato de inflación, correspondiente a febrero, fue del 2,4%, en línea con las expectativas, y para los próximos meses se proyecta una tendencia descendente en la inflación mensual.
El ritmo del crawling peg continúa en 1% mensual, lo que ha generado que, en ciertos momentos, el peso logró fortalecerse frente a la inflación. Es decir, el ritmo de devaluación ha sido inferior al de la suba de precios, lo que representa un cambio respecto a la dinámica de los últimos años.
El siguiente gráfico muestra la evolución de la inflación mensual en contraste con el ritmo de devaluación, durante la gestión de Javier Milei.

Evolución de la inflación mensual en contraste con el ritmo de devaluación
¿El peso se fortalece frente a la inflación?
En diciembre, en medio de la incertidumbre por el cambio de gobierno, la inflación alcanzó un pico del 25,5% marcando un ajuste abrupto en el tipo de cambio. Sin embargo, con la implementación del crawling peg, se observa una tendencia descendente en la devaluación, situándose en niveles inferiores a la inflación mensual.
El último dato, correspondiente a febrero de 2025, muestra una inflación del 2,4%. No obstante, el ritmo de depreciación del peso fue del 1,4%, lo que indica que la moneda local se está fortaleciendo frente a la inflación.
Que el peso se fortalezca, significa que su ritmo de depreciación es menor que el de la inflación. Esto implica que, en términos reales, la moneda no está perdiendo tanto poder adquisitivo como en períodos anteriores. Esto significa una mayor estabilidad en los precios medidos en dólares, una menor presión sobre el mercado cambiario y una relativa mejora en el poder adquisitivo. Además, contribuye a un contexto más predecible para la actividad económica, incentivando inversiones en pesos en lugar de una dolarización masiva de ahorros.
Sin embargo, todo dependerá de ahora en más de los detalles del acuerdo con el FMI, de si hay cambios en la política cambiaria, que la inflación continúe en descenso y de que las condiciones macroeconómicas permitan sostener esta estabilidad en el tiempo.
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ECONOMIA
De cuánto podría ser la inflación de julio: una consultora publicó su previsión

Esta semana, el INDEC revelará de cuánto fue la suba del IPC en el último mes, donde la suba del dólar en los últimos días de julio jugó su papel
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ECONOMIA
Caputo sube tasas ante mega vencimiento de deuda, en un test clave para el futuro del dólar

El mercado está en vilo por la próxima licitación de bonos del Tesoro, donde se juega mucho más que la capacidad de renovación de deuda: será un verdadero test sobre la credibilidad del plan económico.
Vencen unos $22 billones -el doble que en la desastrosa licitación de fines de julio, cuando a pesar de haber convalidado una alta tasa nominal anual de 65%, igualmente los bancos dejaron un 24% sin «rollear». En otras palabras, quedaron circulando en el mercado unos $2,8 billones, lo que forzó al Banco Central a endurecer su política de encajes, de manera de absorber una peligrosa liquidez que podía presionar a los precios y al dólar.
Pero, acaso más grave que la volatilidad del mercado y las críticas por la manera en que se desarmó la «bola de LEFIs» que estaban en poder de los bancos, lo que más perjudicó al gobierno fue el hecho de que varias de sus frases de cabecera quedaron en tela de juicio.
Para empezar, la condición de «endógena» de la tasa de interés. Lo que quedó en evidencia es que el gobierno ha intervenido de varias formas indirectas, tanto para influir sobre el dólar como sobre la tasa. En el momento en que le preocupó la devaluación, llevó arriba la tasa de interés como forma de volver a hacer atractivo el «carry trade» y contener al dólar.
También quedó devaluada la argumentación del «punto Anker», que en otros tiempos llevaba a Toto Caputo a festejar cuando un «rolleo» era inferior al 100%, porque se interpretaba que los bancos preferían canalizar la liquidez hacia el crédito, en el marco de una economía pujante.
Por lo pronto, la expectativa del mercado para la próxima licitacióin es que el gobierno se resignará a pagar una tasa muy alta, como forma de mantener la estabilidad. Hablando en plata, se estima que no podrá haber un interés menor al 55% anualizado, porque se arriesgaría a que los bancos vean el «rolleo» más bajo que su costo de fondeo financiero.
La tasa, variable de ajuste
Lo cierto es que ya no hay celebraciones cuando una licitación termina inyectando pesos al mercado. De hecho, los economistas hablan sobre una ralentización del crédito -coincidente con una suba en la morosidad bancaria-. Y el episodio de las LEFIs dejó en claro que los pesos excedentes trajeron efectos secundarios negativos, como la disparada en el costo de la liquidez inmediata para las empresas por descubiertos en cuenta corriente.
Es una práctica común en empresas que deben afrontar un volumen alto de pesos concentrado en pocos días -salarios del personal, pagos a proveedores, entre otros- y que se financian con su banco por quedar unos días con la cuenta en negativo. Esa tasa se ubicaba en 32% a inicios de julio, subió abruptamente a 54% nominal anual cuando se produjo la crisis de las LEFIs y siguieron su camino ascendente hasta superar el 80% en algunos bancos. Actualmente está en torno de 63%.
En definitiva, ahora parece estar ocurriendo lo opuesto a la situación de hace unos meses, cuando fuera cual fuera el resultado de la licitación, el gobierno encontraba la forma de presentarlo como un dato positivo. Ahora, si no se llega al «rolleo» total en un vencimiento tan alto y luego de la reciente suba de tasas, se lo interpretará como una falta de credibilidad sobre el sostenimiento del plan económico, y particularmente del esquema cambiario post elecciones.
Pero si se produce la renovación total de los vencimientos, igual habrá críticas, porque ese dato abonará los temores de quienes denuncian un enfriamiento en la actividad industrial y comercial, y una creciente dificultad de acceso al crédito para los clientes que no sean de primera línea.
Lo cierto es que llamó la atención de los analistas la presión alcista de las tasas de vencimiento corto, con rendimientos mayores a 3,5% efectivo mensual -en términos anualizados supera el 50%-. Es decir, más del doble de la inflación proyectada.
Muchos ven allí una política deliberada para favorecer la estabilización cambiaria. «Las tasas en pesos jugarán un rol clave, y de hecho el propio FMI las caracterizó como una de las herramientas para contener eventuales presiones del sector externo. En ese sentido, resaltamos que, dado el incremento en el requerimiento de encajes a los bancos, podría verse cierta presión sobre la liquidez y las tasas, incrementando estas», apunta la gestora de fondos SBS.
Endógena, pero no tanto
Una de las formas de intervención consiste en la postura de contratos en el mercado de futuros del dólar -a un costo de $400.000 millones en julio-, de manera de revertir expectativas devaluatorias. Pero, sobre todo, lo que se logra de esa forma es abaratar el costo de la cobertura para los inversores.
Es decir, se vuelve a hacer posible lo que en la jerga financiera llaman «tasa sintética», que consiste en invertir en un título en pesos y, simultáneamente comprar un contrato en el mercado de futuros, una especie de «seguro anti devaluación». Para que esa operación tenga sentido, la tasa que paga el bono tiene que ser mayor que el costo de la cobertura en futuros.
Como esa tasa implícita de futuros venía en alza y tornaba demasiado caro el «carry trade», hubo una fuerte intervención que llegó al equivalente por u$s3.750 millones.
La otra forma de incidir sobre la «tasa endógena» es endurecer las condiciones de liquidez monetaria. Es algo que se está notando en el cambio de estrategia del BCRA, que está absorbiendo pesos después de un período de expansión.
Los últimos informes indican que el agregado monetario «M2 transaccional privado» -incluye el dinero circulante, las cuentas corrientes de bancos y las cajas de ahorro- tuvieron una baja nominal de 2,3% en lo que va del mes.
También se redujeron otros agregados que miran los analistas, como el M3 -incluye, además, los depósitos a plazo fijo y los depósitos del sector público-. En este caso, la variación negativa es de 1,9%.
¿Con qué pesos?
Lo que algunos analistas críticos están interpretando es que el gobierno cambió su definición sobre cuál es el indicador relevante para hablar del «congelamiento monetario» y decidió no correr más riesgos.
Lo cierto es que los funcionarios del equipo económico ya no muestran la confianza de otros momentos. Y el mayor blanco de los ataques fue el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, a quien le gusta polemizar en las redes con los críticos del plan económico. Muchos le recordaron con sorna que en otros tiempos, el secretario había propuesto que se estamparan remeras con la inscripción «¿Con qué pesos?». Las chicanas indican que esas remeras bajaron drásticamente de precio.
También abundaron los memes vinculados a la sigla TMAP, que en la intimidad del gobierno significa «todo marcha acorde al plan», pero que en el mercado financiero acaba de ser resignificada como «Tasas Muy Altas, Pablo».
Luego de la última licitación en la que se convalidó la tasa anualizada de 65%, y en medio de la renovada carrera entre el dólar y las tasas, un analista que le preguntó al secretario Quirno de dónde saldrían los fondos para pagar los intereses de Lecap a su vencimiento, el funcionario respondió con un lacónico «se refinancia».
Es en ese contexto que se comenzó a hablar de una «bomba de Lecaps» y que lo que el gobierno presenta como una mejora en el perfil de deuda no fue más que cambiar el déficit cuasifiscal -las Leliqs y pases a un día que pagaba el Banco Central- por una nueva deuda.
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ECONOMIA
En los últimos 12 meses cerraron 16.000 kioscos y las ventas cayeron 40% en dos años

Ernesto Acuña, vicepresidente de la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA), detalló la complicada situación que vive el comercio de cercanía
10/08/2025 – 12:11hs
En los últimos doce meses, unos 16.000 kioscos de barrio cerraron sus puertas en Argentina, reduciendo el total de comercios formales a menos de 100.000 de ese tipo. Así lo aseguró Ernesto Acuña, vicepresidente de la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA), quien explicó las causas de los alarmantes números que sacuden al sector, que enfrenta una crisis debido a la drástica caída de ventas derivada del derrumbre del poder adquisitivo de los consuidores.
Acuña describió un panorama desolador para el sector, destacando que la recesión económica impactó fuertemente en el poder adquisitivo de los consumidores. «El kiosco es como la postal de una ciudad, de un pueblo, pero están cerrando por varias razones. La principal es la recesión que se está viviendo desde hace tiempo», afirmó en declaraciones radiales.
De acuerdo a Acuña, el número de kioscos activos cayó de 112.000 a 96.000 en un año. «Preguntamos cuántas razones sociales de kioscos activas había y nos dijeron que éramos 96.000. Por primera vez somos menos de 100.000 kioscos», señaló, confirmando que 16.000 comercios cerraron en apenas doce meses.
La caída en las ventas fue otro factor crítico. Desde la UKRA reportaron una disminución del 40% en los últimos dos años, con una baja del 30% al 35% en bebidas durante el verano. «Se vende menos, mucho menos. No hay plata. La gente se pasa a segundas marcas, compra cigarrillos más baratos», indicó Acuña.
También destacó que los costos operativos, como alquileres y sueldos, varían según la ubicación de cada kiosco, lo que complica aún más la rentabilidad. «Un alfajor triple promedio está en $1.500, pero en algunos lugares, por alquileres más caros o empleados, los costos suben», agregó.
Consultado sobre el impacto de la suba del dólar, Acuña desestimó las afirmaciones de que no afectó los precios. «Pasa lo mismo que cada vez que hay una elección. En el segundo semestre, se viene una disparada de precios. Esté quien esté, con cualquier color político, siempre hay especulación, el dólar se dispara y los precios aumentan», cerró, reflejando la inestabilidad económica que golpea al sector.
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