ECONOMIA
La bondiola «Made in Brasil» arrasa en Argentina: consumidores celebran precios bajos

En las últimas horas se conoció un dato que encendió las alarmas en el sector ganadero nacional: en septiembre las importaciones de bondiola brasileña igualaron el volumen que se produce localmente en un mes. Según la Federación Porcina Argentina (FPA), ingresaron 4.600 toneladas de carne de cerdo por un valor de u$s125 millones, el 97,8% proveniente de Brasil, y la mitad correspondió a bondiolas.
En términos equivalentes, esas 2.000 toneladas representan 2 millones de kilos de carne porcina, o unos 500.000 capones, el mismo volumen que generan los productores argentinos. El ingreso duplicó la oferta en el mercado y provocó una caída en los precios. Desde la FPA advirtieron que «la bondiola brasileña viene congelada y contiene agua, lo que afecta la percepción del consumidor y la imagen del producto porcino en general«.
El consultor Juan Uccelli explicó que «las importaciones tuvieron un total de 3.843 toneladas, representando un aumento del 24,3% respecto a agosto y del 74,2% frente al mismo mes del año pasado». Y agregó: «Este año se destruyó el valor de la bondiola, negocio y mérito construido por el sector argentino, y hoy tiene un valor entre un 30% y 40% inferior del que siempre tuvo. Lo mismo ha sucedido con el pechito y el carré con hueso, y no se puede recomponer el valor de la media res por no tener mercados interesantes para los cortes de menor valor».
Competencia desigual y uso de ractopamina
A la sobreoferta se suma un factor que los productores califican como competencia desleal. En Brasil está autorizado el uso de ractopamina, un promotor de crecimiento que mejora la productividad en un 6%, mientras que su uso está prohibido en más de 160 países, incluida la Argentina.
«La situación se agrava porque nuestros productores sostienen un modelo natural y sustentable, y deben competir en su propio mercado con productos más baratos elaborados bajo condiciones que acá no están permitidas«, señalaron desde la FPA.
Un sector en crecimiento que se topa con sus límites
Paradójicamente, esta crisis de precios llega en un momento de expansión del sector. El consumo interno de carne de cerdo supera los 18 kilos por habitante al año, con un crecimiento sostenido del 4 al 5% anual durante la última década. La cadena genera 72.000 empleos directos e indirectos y mueve más de u$s4.000 millones por año.
El Plan Estratégico Porcino (PEP) prevé inversiones por u$s1.600 millones hacia 2032, con el objetivo de duplicar la producción y fortalecer las exportaciones. Pero el escenario actual deja al descubierto las debilidades estructurales que frenan el desarrollo.
Carga fiscal, falta de crédito y trabas sanitarias
La Federación Porcina Argentina insiste en que no busca subsidios, sino reglas claras y previsibilidad. «Hace años que pedimos que nos saquen el pie de encima. No queremos beneficios especiales, queremos reglas que nos permitan invertir, producir más y competir en igualdad de condiciones. Para eso necesitamos que el Estado sea un aliado de la producción, no un obstáculo», afirmó Agustín Seijas, director ejecutivo de la FPA.
Entre los principales reclamos figura el régimen de IVA, que opera como un desincentivo a la inversión: los productores venden con una alícuota del 10,5%, pero compran insumos y bienes de capital al 21%. «El resultado son saldos fiscales inmovilizados y un sobrecosto cercano al 19%, que desalienta proyectos productivos y encarece cualquier inversión, desde genética hasta tecnología», explicaron.
A esto se suma la falta de financiamiento adaptado al ciclo productivo porcino, que demanda plazos largos y períodos de gracia, y la demora en la firma del protocolo sanitario con China, que permitiría exportar subproductos como patitas, cabezas y menudencias.
«Cuando invertimos hundimos mucho dinero y estas cuestiones siguen sin resolverse, lo que limita el crecimiento. Pedimos por favor no volver a perder el tren», advirtió un directivo de la Federación.
El espejo de la avicultura: las pechugas también llegan de Brasil
La presión importadora no se limita al cerdo. Entre enero y julio de 2025, Argentina importó 12.950 toneladas de carne de pollo, la mayoría pechugas brasileñas, superando el récord histórico de 2022. Solo en julio ingresaron 2.500 toneladas, tras levantarse la veda por influenza aviar.
Ese volumen equivale al 7%–10% de la producción nacional de ese corte y representa USD 33 millones de importaciones, mientras las exportaciones de pollo generaron USD 132 millones, con solo u$s5 millones recaudados por retenciones.
Un tablero de proteínas en reacomodamiento
Con un consumo de carne bovina en torno a 49 kilos por habitante y un consumo de pollo de aproximadamente 50 kilos, el cerdo se consolida como la tercera proteína animal más elegida en Argentina, pero también la más expuesta a la competencia externa.
«Invertir para producir más, exportar mejor y sostener el consumo interno no es solo un objetivo sectorial: es una oportunidad para la Argentina. Pero necesitamos un gobierno que camine junto a la producción y no adelante suyo. El desarrollo se construye con diálogo, previsibilidad y reglas claras», concluyó la Federación Porcina Argentina.
Importaciones que crecen de modo explosivo
Mientras la producción local avanza, el volumen de importaciones de carne de cerdo en Argentina exhibe una escalada que pone en tensión la cadena nacional. En los primeros cinco meses de 2025 ya se importaron 24.303 toneladas, cifra que supera el total de importaciones de todo 2024 (19.351 t) y representa un aumento superior al 520%. En abril, por ejemplo, se importaron 6.226 toneladas, un valor no visto en casi 28 años.
Otro análisis estima que durante enero-mayo de 2025 las importaciones alcanzaron 26.882 toneladas, +464,5 % frente a igual período del 2024.
Estas cifras indican que la carne porcina importada ya es un actor significativo en el mercado argentino y coloca un desafío estructural al sector local.
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ECONOMIA
Así saltará el dólar post elecciones, según el precio que inversores pactan en mercado de futuros

A pocos días para las elecciones nacionales, el precio del dólar está reflejando el clima de tensión que generan los diferentes escenarios posibles, escalando alrededor de 8% en todo el mes. En este marco, la cotización que está negociando el mercado para los próximos meses se encuentra al alza y refleja la incertidumbre que existe tanto desde lo político como desde la falta de definición de la política cambiaria.
Pese a la intervención directa del Tesoro de Estados Unidos, el precio del dólar oficial mayorista sigue subiendo y alcanzó este martes el techo de la banda de los $1.491. Por lo que también el Banco Central debió salir a vender divisas tras casi un mes de calma para mantenerlo «a raya», y se desprendió en la jornada de u$s45,5 millones.
Incluso, los dólares financieros, sobre todo el contado con liquidación, que es el que utilizan las empresas e inversores del exterior para «sacar» las divisas del país, pasó los $1.600.
Cuánto saltará el dólar post elecciones
En este escenario, en el mercado de opciones y futuros del Matba-Rofex las cotizaciones negociadas para el billete estadounidense para los próximos meses también muestra una tendencia ascendente: este martes se operó un valor de dólar mayorista de $1.500,5 para fin del corriente mes. Por lo que, de llegar a esa cifra, el incremento en todo octubre puede alcanzar el 8,7%.
En tanto, para fines de noviembre ya se está negociando un tipo de cambio de $1.561, mientras que para fin de año el precio pactado es de $1.609, según las operaciones realizadas en el mercado de futuros.
En resumidas cuentas, en la City se está aguardando que en todo el 2025 la devaluación puede llegar al 56%, un porcentaje que supera al movimiento proyectado para los precios de la economía.
Es que, según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que publica en el Banco Central, en base a una encuesta entre unos 40 economistas, la inflación esperada para todo 2025 es de 30%.
Precio del dólar bajo tensión
Por lo pronto, los anuncios de total apoyo de Estados Unidos al gobierno argentino, con el swap de u$s20.000 millones y la «compra de pesos» de forma permanente, no lograron tranquilizar al mercado doméstico en la previa electoral.
Es que se está poniendo en juego el apoyo a la gestión de Javier Milei, a lo que se le suman los ruidos económicos por la percepción en la City que hace falta un cambio en la política monetaria, debido al bajo ingreso genuino de divisas y a la marcada salida de dólares por atesoramiento, compras al exterior y turismo internacional.
«El Gobierno continúa con anuncios buscando calmar la volatilidad en los mercados. La agitación sigue presente, con inversores que buscan señales que garanticen la llegada de divisas al país. En ese sentido, apuesta a concretar el financiamiento extra con los bancos norteamericanos», resume Ignacio Morales, jefe de inversiones de Wise Capital, que prevé que continúe la tensión durante los próximos días.
En este marco, el banco de inversión estadounidense Morgan Stanley anticipó hace pocos días que la política monetaria y cambiaria de Argentina «deberá experimentar ajustes significativos» luego de las elecciones presidenciales del 26 de octubre.
Así, entre los tres escenarios electorales posibles que plantea esta entidad internacional, estima que el precio del dólar puede irse a los $1.700, e incluso, en un marco de resultados negativos, indica que puede superar los $2.000.
Al respecto, Florencia Fiorentín, economista jefa de la consultora Epyca, afirma a iProfesional: «Ya es evidente que el nuevo piso está más cerca de $1.500 que de $1.400».
Otra referencia son los analistas relevados en el reciente informe mundial FocusEconomics, en el que se encuestan más de 40 expertos de bancos y consultoras locales y mundiales, donde estipularon que el precio de dólar más alto esperado para Argentina para fin de año llega hasta los $1.756.
El dólar, ¿quedó caro o barato?
Si se compara el valor del dólar actualizado por inflación de los últimos 10 años, se recuerda que al comienzo de la gestión del Presidente Javier Milei, en diciembre de 2023, el blue se ubicaba en $1.070. Y a las pocas semanas llegó a un máximo de $1.255.
Es decir, una cifra que casi dos años después hoy se ubica nominalmente apenas 23% más alta de los $1.545 presentes en la plaza informal.
Y si se traslada la inflación acumulada durante toda la gestión de Milei al valor que tenía el dólar informal al inicio de la misma, hoy el precio del billete debería ubicarse en torno a los $2.400. Un 55% más que el valor de ahora.
Antes de la escalada de las últimas semanas, el precio del blue había alcanzado su último precio nominal más elevado en la historia el 12 julio del año pasado, cuando llegó a los $1.500. Ese valor, ajustado por el índice de precios acumulado desde entonces hasta el presente, equivale en la actualidad a unos $2.030. Es decir, 31% más que hoy.
Por otra parte, si se comparan los valores más altos a los que tocó el blue en los últimos 10 años, el máximo alcanzado se registra en octubre de 2020, en plena crisis desatada por la pandemia, cuando tuvo un valor actualizado de $4.350. O sea, 181% más alto que el precio presente del billete informal.
En conclusión, más allá de la escalada de los últimos días y de la tensión en el mercado, los $1.545 actuales en el segmento informal son unos de los precios más bajos de los últimos 10 años.
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ECONOMIA
Dólar, tasas, acciones y bonos: cómo se movió el mercado financiero en la recta final hacia las elecciones

En la semana previa a las elecciones legislativas, el mercado financiero argentino mostró una marcada tensión. La suba del dólar en todos los segmentos, las tasas de interés en niveles elevados y la caída de las acciones y los bonos —aún después del anuncio del swap con el Tesoro de Estados Unidos— reflejan el clima de cautela e incertidumbre que domina a los inversores.
El tipo de cambio volvió a escalar en todas sus variantes. En el segmento mayorista, el dólar cerró a $1.490,50 para la venta, con un aumento de 15,50 pesos o 1,1% en la jornada. En el Banco Nación, el billete minorista subió a $1.515, mientras que el promedio de los bancos privados se ubicó en $1.518,74, un 1,5% por encima del día anterior.
Las cotizaciones financieras también acompañaron la tendencia alcista. El dólar MEP trepó a $1.586,24, con un avance de 3,2%, y el contado con liquidación (CCL) alcanzó los $1.610, con un incremento de 3,3%. En el mercado informal, el dólar “blue” subió 40 pesos o 2,7%, hasta $1.540 para la venta, un nivel que no se observaba desde mediados de septiembre.
El volumen operado en el mercado de cambios superó los USD 718 millones, casi 320 millones más que en la sesión anterior. A pesar de la intervención oficial, las reservas internacionales del Banco Central retrocedieron 776 millones, para quedar en USD 40.539 millones.
Según operadores del mercado, la rueda “volvió a mostrar una marcada presión compradora, con demanda sostenida de cobertura y escasa oferta genuina, en un contexto de elevada tensión preelectoral”. Otro analista graficó el ánimo de los inversores señalando que “más que un ‘show me the money’, el mercado está en una postura de ‘mostrame los votos’, a la espera del resultado electoral”.
En paralelo, las tasas de interés continúan siendo un factor clave en la dinámica financiera. Los rendimientos de las letras y bonos en pesos se mantienen en niveles muy altos, impulsados por la falta de liquidez en el mercado y la necesidad de contener las presiones sobre el tipo de cambio. Las LECAP ofrecen tasas efectivas mensuales cercanas al 4,8%, mientras que las operaciones de muy corto plazo se pactan a niveles aún más elevados.
Esta estrategia busca sostener la demanda de pesos en un contexto de incertidumbre, aunque genera preocupación por el impacto sobre la actividad económica y el financiamiento productivo. En el mercado estiman que las tasas permanecerán altas al menos hasta después de los comicios, cuando se disipe la volatilidad cambiaria y el Gobierno defina si continuará con la política de endurecimiento monetario.
Un informe reciente advirtió que el Tesoro “se prepara para otros 60 días de tasas altas y una economía debilitada”, lo que refuerza la idea de que no se esperan cambios inmediatos en la estrategia oficial. En ese marco, la escasez de crédito y los altos costos financieros se convirtieron en un condicionante adicional para las empresas y para los consumidores.
La jornada bursátil también reflejó la cautela de los inversores. Pese a la confirmación del Banco Central de que ya recibió los USD 20.000 millones correspondientes al swap con el Tesoro estadounidense, las acciones y los bonos soberanos volvieron a caer. El anuncio, que en otro momento podría haber generado un alivio, no logró revertir el clima negativo.
Los bonos Globales en dólares descendieron en promedio 0,9%, mientras que los Bonares con ley local retrocedieron 0,8%. El riesgo país avanzó 27 puntos básicos y cerró en 1.075 unidades. En el segmento accionario, el índice líder del mercado porteño registró una suba de 1,2% en pesos, hasta los 2.002.848 puntos, aunque en términos de dólares la variación fue neutra por la depreciación del tipo de cambio.
Nicolás Cappella, analista de IEB, resumió la situación: “Los bonos en dólares devuelven la suba del lunes, luego de que se anunciara el avance en un proceso de recompra de deuda. La incertidumbre electoral pesa más que el anuncio del swap”. En la misma línea, se señaló que el acuerdo de intercambio de monedas “no modifica las reservas netas”, por lo que su efecto inmediato sobre la posición del Banco Central es limitado.
La volatilidad del dólar, la falta de señales claras de política económica y la cercanía de los comicios llevaron a una toma de ganancias entre los inversores, tanto locales como del exterior. En Wall Street, las acciones argentinas operaron con comportamiento mixto, aunque predominó la baja en los papeles de los bancos y las energéticas, sectores más expuestos a los movimientos del tipo de cambio.
El balance de las últimas jornadas muestra un patrón claro: el dólar se fortalece en todos sus segmentos, las tasas permanecen elevadas y los activos financieros ceden posiciones pese a los intentos del Gobierno por reforzar las reservas. En la recta final hacia las elecciones, el mercado opera con extrema cautela y una marcada preferencia por la cobertura.
El anuncio del swap de 20.000 millones de dólares, aunque representa un respaldo de liquidez, no alcanzó para modificar las expectativas. Los inversores esperan conocer el resultado electoral antes de tomar nuevas posiciones de riesgo, en un contexto en el que cada señal política o económica puede tener un impacto directo sobre el comportamiento de los activos financieros.
ECONOMIA
Se agota el «efecto Bessent»: el BCRA tuvo que intervenir y la City debate si el dólar puede bajar

El «efecto Bessent» se agotó en la recta final de la campaña electoral: el dólar volvió a tocar el techo de la banda de flotación, obligando al Banco Central a vender, como en la corrida de septiembre. Y, en el mercado de futuros, los contratos a octubre ya cotizan por encima del techo de la banda. En otras palabras, hay gente que paga cobertura porque prevé que dentro de 10 días el tipo de cambio mayorista estará encima de $1.500.
Es cierto que la cifra de u$s45,5 millones vendida por el Central no impresiona por su volumen, pero eso no resta nerviosismo en el mercado. Para empezar, hay analistas que sospechan que los u$s120 millones que, en teoría, había comprado el Tesoro la semana pasada, en realidad implicaron un sacrificio de reservas del Central.
Y el nerviosismo se acentúa por el antecedente de septiembre, cuando también se había empezado a vender con un número bajo, pero en apenas tres jornadas la demanda llegó a u$s1.100 millones.
Lo que agrava la sensación de corrida cambiaria es que, a diferencia de lo que pasó en septiembre, ahora se produce incluso con la protección del gobierno estadounidense al plan económico.
En aquella corrida, solo había un sistema de banda de flotación cambiaria, y la promesa de Luis Caputo en el sentido de que estaba dispuesto a vender hasta el último dólar que le pidieran. Su argumento era que, tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el balance del BCRA estaba saneado. Y que, además, al comprar dólares los inversores «sacaban pesos de la cancha», con lo cual el mercado se estabilizaría.
A diferencia de lo que ocurría en aquel momento, ahora ya nadie considera un motivo de festejo que el BCRA haya «absorbido» pesos del mercado por un monto de $67.795 millones -la contrapartida de su venta de dólares-.
En realidad, nadie esperaba que fuera necesaria esta nueva intervención en el techo de la banda después de la saga de acontecimientos de las últimas semanas. Que incluyen el antecedente de que el US Treasury «comprando pesos» por un monto que se estima en más de u$s600 millones, además un contundente respaldo político por parte del mismísimo Donald Trump, la oficialización del swap de monedas por u$s20.000 millones y el anuncio de un futuro canje de deuda con el respaldo de organismos internacionales de crédito.
Y, sin embargo, ninguno de estos golpes de efecto ha sido suficiente para impedir lo inevitable: que ante una elección de resultado incierto los argentinos dolaricen sus portafolios casi por completo.
«Se corrió el Tío Bessent, esperemos que vuelva mañana porque quedan tres días complicados», comentó el analista Christian Buteler, en una frase que sintetiza el humor del mercado. En el estado de situación actual, tres jornadas de corrida bancaria tienen un poder de desestabilización que no debe ser subestimado.
Sale Scott Bessent, entra Santiago Bausili
Si había un límite que el gobierno creía que no se iba a cruzar era, precisamente, el de la venta de divisas por parte del BCRA. ¿Cómo interpretar esta situación? ¿Scott Bessent cambió de tesitura, se cansó de pulsear y perder contra el mercado argentino? ¿O, como dicen sus críticos en Estados Unidos, ya cumplió su verdadero objetivo, que era facilitarle una salida a los fondos de inversión que había apostado fuerte a activos argentinos?
Nadie lo sabe con certeza, pero lo cierto es que el panorama cambió drásticamente desde la primera intervención del Treasury, en la que le bastó el anuncio de que había vendido dólares -luego se supo que era apenas u$s24 millones- para desplomar la cotización hasta $1.349. Apenas 10 días más tarde, el tipo de cambio mayorista cerró en $1.490, lo que implica una suba de 7,5% desde el inicio del efecto Bessent.
Todavía no está claro si los dólares que usó el BCRA son imputados a sus reservas líquidas o al nuevo swap de monedas con el Tesoro estadounidense, que se oficializó el lunes. Si se tratara del segundo caso, implicaría que el swap ya está activado, lo que impone a Santiago Bausili la obligación de un repago a corto plazo con intereses. Pero, en el lado positivo, podrá contabilizar los u$s20.000 millones como parte de las reservas brutas, algo que podría funcionar como elemento disuasor para los compradores de dólares.
En todo caso, lo que el mercado está interpretando es que ya se entró en otra etapa del plan económico, en la que posiblemente ya no se vuelva a ver al US Treasury interviniendo en el mercado cambiario argentino, sino que el protagonista volverá a ser el Banco Central. Esto podría implicar un sacrificio alto de reservas, aun cuando esa política sólo dure tres días. El volumen del mercado spot llegó a u$s700 millones, un nivel alto, casi el doble del promedio histórico, lo cual da la pauta de la demanda potencial.
Algunos economistas argumentan que, pese a las declaraciones iniciales de Bessent -en las que afirmó que el peso argentino estaba «subvaluado«-, en realidad la estrategia consiste en no impedir la devaluación, pero manejar el tiempo, para que luego de las elecciones no sea necesario un «overshooting».
Así, Carlos Rodríguez, ex viceministro de economía y ex rector de la Ucema -además de ex asesor de Javier Milei-, observó que el detalle importante es que en el mercado paralelo, el dólar minorista, el MEP y el «contado con liqui» están en sus valores históricos más altos.
«El mercado lo está logrando sin corridas cambiarias, un poco cada día. Creo interpretar que el Tesoro de Estados unidos no está impidiendo que esto pase, sino que ayuda a que lleguemos normalmente a las elecciones. El lunes será otro día muy diferente», argumenta.
La dolarización, cerca del techo
Y ahí es donde se está centrando el debate del mercado: el crucial «día después» de las elecciones. Y lo que algunos analistas afirman es que hay que mirar al mercado paralelo para ver cuál sería un tipo de cambio de equilibrio.
En un panorama en el que, salvo el gobierno, nadie cree posible la continuidad del esquema de banda de flotación, el valor del «contado con liqui» -el que se usa para dejar divisas depositadas fuera del país- llegó a los $1.613. Y es un nivel que muchos consideran un buen referente para el momento post electoral.
Después de todo, el influyente banco de inversión Morgan Stanley consideró que, en el mejor escenario electoral para Milei, el tipo de cambio se estabilizaría en $1.700 para diciembre. Ese precio es un 9% superior al techo de la banda de flotación de esa fecha, pero solo un 5% del valor actual del CCL.
En cuanto al pronóstico que puede inferirse de los contratos en el mercado de futuro, la expectativa de la cotización para diciembre es de $1.612 para el tipo de cambio oficial. Esto implicaría un salto relativamente pequeño, de $10 en la semana posterior a las elecciones, y un ajuste moderado de 7% en los dos meses siguientes.
Hay quienes argumentan que la alta dolarización llegó al punto de que queda muy poca liquidez como para que se pueda sostener la demanda de dólares por parte del público. Según las cifras oficiales, el 40% del M2 -el dinero transaccional- tomó cobertura en dólares, algo que los economistas sostienen que responde a una situación excepcional, y que no puede prolongarse sin que se produzca un quiebre en la cadena de pagos.
Pero es, en realidad, un debate interminable, porque hay muchas formas de medir la liquidez, dependiendo de si se considera sólo cuentas a la vista, depósitos a plazo fijo y bonos del Tesoro.
Lo cierto es que en apenas tres semanas hubo una fuerte caída en el volumen de depósitos en pesos, que bajó desde los $100 billones hasta $92 billones. Y, en contraste, los depósitos bancarios nominados en dólares subieron desde u$s34.000 millones hasta u$s35.133 millones.
¿El lunes puede caer el dólar?
Esas cifras, para algunos, son la antesala de una descompresión en el mercado -partiendo, claro, del supuesto de que Milei tendrá un resultado aceptable en la legislativa del domingo-.
«A partir del lunes veremos una andanada de ventas de dólares de los que apostaron a una devaluación pero tienen que seguir pagando sueldos, proveedores, tarjetas», pronosticó Antonio Aracre, el ex CEO de Syngenta que se ha erigido en uno de los principales defensores del plan económico.
Su argumento no se basa solamente en la situación política, sino además en una cuestión estacional: es típico que sobre fin de año las empresas vendan dólares por una mayor necesidad de liquidez, para pagar aguinaldos y saldar obligaciones financieras.
En la misma línea, Ariel Sbdar, fundador de la «fintech» Cocos, previó que pasadas las elecciones habrá un flujo vendedor de divisas. El financista compara el tipo de cambio actual con el previo a la elección provincial bonaerense de septiembre, en la que el peso estaba mucho más apreciado -$1.355 el viernes preelectoral- y observa que ahora no solo hay una moneda más devaluada, sino que el mercado está cubierto por la alta demanda de las últimas semanas.
«Ojo, porque si al Gobierno le va bien, la semana que viene vamos a decir ‘todos tenemos dólares y tenemos que gastar pesos’. Y en ese exceso de cobertura puede ocurrir que el gobierno tal vez no tenga que hacer nada con la banda y el dólar vaya para abajo», afirmó el financista.
También en este sentido hay antecedentes: tanto en la gestión de Caputo como en gobiernos anteriores, hubo momentos en los que se dejó subir al dólar y luego se favoreció una baja brusca, como forma de «castigo a la especulación».
Claro que también hay muchos en la vereda opuesta, que sostienen que la demanda por dólares no tiene límite cuando el mercado pierde la confianza en la capacidad del gobierno para mantener la estabilidad.
A pesar de los anuncios sobre asistencia con dólares frescos y recompra de deuda -algo que debería redundar en una baja de las tasas de interés-, hay indicadores que siguen jugando en contra. Por ejemplo, el saldo comercial de septiembre confirmó que la vocación dolarizadora no es solamente en billetes verdes, sino también en stock de mercaderías por parte de las empresas, con un récord de importaciones por u$s7.200 millones.
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