ECONOMIA
Por qué el nuevo acuerdo firmado entre Argentina y el FMI es distinto a todos los anteriores

En la Argentina, cada nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) promete ser el definitivo. Como si fuera el N° 23 de la camiseta de Michael Jordan, se lo presenta con épico: «esta vez sí, esta vez vamos a encestar». Desde el retorno al Fondo en 2003, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, pasando por los programas stand-by y de facilidades extendidas firmados por Mauricio Macri en 2018 y Alberto Fernández en 2022, cada entendimiento con el organismo ha sido presentado como un punto de inflexión. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las promesas de estabilidad terminaron chocando con correcciones abruptas del tipo de cambio, inflación acelerada y tensiones fiscales sin resolver.
En 2025, un nuevo acuerdo vuelve a poner el tema en el centro de la escena. Pero esta vez, el contexto macroeconómico parece haber cambiado: tras un año de fuerte ajuste fiscal, contracción monetaria y recomposición de reservas, Argentina llega al nuevo entendimiento con el FMI con niveles de estabilidad cambiaria y financiera que contrastan con los antecedentes recientes. Los números ya no muestran un punto de partida en crisis, sino un experimento económico en marcha.
En 2003, el primer acuerdo reciente con el FMI
El primer acuerdo reciente con el FMI fue firmado en septiembre de 2003, durante el gobierno de Néstor Kirchner, en un contexto de incipiente recuperación tras la crisis de 2001-2002. Se trató de un Stand-By por u$s12.550 millones, con exigencias fiscales ambiciosas que se cumplieron holgadamente. A diferencia de otros acuerdos posteriores, no implicó una devaluación abrupta ni un salto cambiario: el dólar se mantuvo prácticamente estable, con una suba acumulada de apenas 1,3% entre agosto y diciembre de 2003.
Esta estabilidad se sostuvo gracias a superávit gemelos, tipo de cambio competitivo y una economía en crecimiento. Sin embargo, el acuerdo no resolvió las tensiones estructurales, y el país, años más tarde, volvió a caer en desequilibrios que lo llevaron nuevamente al FMI.
El primer acuerdo reciente con el FMI fue firmado en 2003, durante el gobierno de Néstor Kirchner
En junio de 2018, la Argentina volvió al FMI con un acuerdo Stand-By por u$s50.000 millones, el mayor préstamo otorgado hasta entonces por el organismo. El objetivo era restaurar la confianza, reducir el déficit y estabilizar la economía, pero el efecto fue el opuesto. En mayo, antes del acuerdo, el dólar cotizaba a $23,73; un mes después ya valía $26,62 (un 12,2% más), y para diciembre trepaba a $37,83, lo que implicó una devaluación del 42,1% en apenas seis meses. El shock cambiario desató una espiral de inflación, pérdida de poder adquisitivo y crisis política. A pesar del volumen del préstamo, no se logró frenar la corrida ni estabilizar expectativas. El acuerdo se renegoció a los pocos meses y terminó siendo un parche más, con fuertes costos económicos y políticos.
Tras el fracaso del acuerdo de 2018, el gobierno de Alberto Fernández negoció un nuevo programa con el Fondo en condiciones extraordinarias. En marzo de 2022 se firmó un acuerdo de facilidades extendidas —el primero desde 2001— para refinanciar los vencimientos del préstamo anterior. A diferencia del esquema anterior, este nuevo acuerdo ofrecía plazos más largos para el repago (entre 4 años y medio y 10 años) pero exigía compromisos más estructurales: consolidación fiscal «creíble», reducción sostenida del financiamiento monetario del déficit, eliminación de subsidios energéticos y acumulación de reservas como ejes centrales.
En diciembre de 2021, antes del acuerdo, el dólar oficial promediaba $101,93; en abril de 2022 ya valía $113,34, una suba del 9% en apenas cuatro meses. Si bien la devaluación fue más gradual que en 2018, no alcanzó para anclar expectativas ni evitar la presión inflacionaria. El tipo de cambio oficial siguió corriendo por detrás de la inflación y del mercado, lo que alimentó tensiones financieras, brechas crecientes y expectativas de un salto discreto.
A diferencia de acuerdos previos, el programa de facilidades extendidas firmado por el gobierno de Javier Milei con el FMI llega en un contexto único para la economía argentina: equilibrio fiscal, superávit financiero, inflación controlada y un drástico freno a la emisión monetaria. El préstamo de u$s20.000 millones a 10 años, con cuatro años y medio de gracia y una tasa de interés del 5,63%, tiene como objetivo fortalecer las reservas del Banco Central y respaldar la emisión monetaria en dólares, dando certidumbre a la estabilidad económica del país.
En abril, el dólar oficial promedió los $1.100,83, un aumento de solo 3% respecto al mes anterior ($1.068,97). Este comportamiento relativamente estable responde a la implementación de un nuevo régimen de bandas cambiarias móviles acordado con el FMI, que sustituye el sistema de crawling peg. Este régimen permite una flotación dentro de un rango de entre $1.000 y $1.400, actualizado mensualmente. Así, el nuevo acuerdo se enmarca en un proceso de normalización cambiaria, con la eliminación del cepo para personas humanas y una gradual flexibilización de restricciones para empresas e importadores.
A diferencia de acuerdos anteriores, marcados por devaluaciones abruptas y tensiones macroeconómicas, el de 2025 se inscribe en un contexto de estabilidad, donde la estabilidad cambiaria no es un objetivo a alcanzar, sino un punto de partida. Este acuerdo no está diseñado para evitar una crisis, sino para consolidar un régimen económico que, por primera vez en años, presenta signos claros de estabilidad.
Uno de los patrones más repetidos en los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional es el siguiente: se firma el acuerdo, se corrige el tipo de cambio y, acto seguido, la inflación se acelera. El acuerdo stand-by firmado por Mauricio Macri en 2018 es un ejemplo claro. En los tres meses previos al entendimiento, la inflación mensual promediaba 2,37%. Tres meses después del acuerdo, ese promedio subía al 3,57%. Ese año cerró con una inflación del 47,6%, y 2019 trepó aún más: 53 por ciento.

El patrón se repite: se firma el acuerdo, se corrige el tipo de cambio y la inflación se acelera
La secuencia se repitió en 2022, cuando el gobierno de Alberto Fernández refinanció el préstamo original. En la previa al acuerdo, la inflación mensual venía en torno al 3,27%, pero en los tres meses siguientes saltó a un promedio del 5,09%. El mandato completo de Fernández terminó con una inflación acumulada de 1.020%, reflejo de una dinámica que el acuerdo no logró frenar.
El acuerdo N°23, un punto de inflexión
El caso del «acuerdo Jordan N° 23» firmado en 2025 marca un punto de inflexión. A diferencia de los anteriores, no llega con una inflación desbordada ni con una economía al borde del colapso. Por el contrario, se firma en un momento de desaceleración inflacionaria: el promedio mensual previo al entendimiento fue de 2,76%, y las proyecciones oficiales apuntan a que continuará bajando.
Por primera vez en mucho tiempo, un acuerdo con el FMI no se celebra en medio del fuego, sino después de haberlo apagado. Y eso, en el historial argentino, ya es una anomalía.
Si la inflación mide el calor de los precios, la brecha cambiaria mide el pulso de la incertidumbre. En los últimos acuerdos con el FMI, ese pulso llegó acelerado. En 2022, cuando Alberto Fernández reestructuró el préstamo stand-by de 2018, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo ya superaba el 100%. En julio de ese mismo año llegó a tocar el 126%, reflejo de la falta de confianza en la política cambiaria y de una economía que no encontraba anclaje.

La brecha cambiaria mide el pulso de la incertidumbre
Incluso el acuerdo de Mauricio Macri en 2018, firmado en un contexto todavía menos volátil, no logró despertar demasiada tensión en ese frente: la brecha se mantuvo contenida entre el 2% y el 3%, aunque el impacto se sintió más fuerte en el plano inflacionario y fiscal.
En contraste, el acuerdo de 2025 encuentra una brecha cambiaria significativamente menor: 18% antes del anuncio, con expectativas de reducción hacia adelante. Esto no solo refleja un mayor control del mercado cambiario, sino también que, por primera vez en años, el acuerdo no busca apagar una crisis, sino consolidar un esquema con credibilidad.
Por último, si hay un terreno donde todos los acuerdos con el FMI suelen hacer foco, es el fiscal. En la historia reciente, cada entendimiento incluyó metas de reducción del déficit primario y compromisos de orden en las cuentas públicas. Pero en la práctica, esos objetivos casi nunca se cumplieron del todo. En 2018, el acuerdo con Mauricio Macri se firmó con un déficit primario equivalente al 2,3% del PBI y un rojo financiero del 4,9%. Cuatro años más tarde, el programa de refinanciamiento que firmó Alberto Fernández no mejoró mucho ese panorama: el déficit primario cerró en 2022 en 2% del PBI y el financiero en 3,8 por ciento.

Si hay un terreno donde todos los acuerdos con el FMI suelen hacer foco, es el fiscal
El acuerdo de 2025, en cambio, se diferencia de entrada: no se firma para «ordenar las cuentas», sino como respaldo a un esquema que ya muestra superávit. En el primer trimestre del año, el gobierno de Javier Milei registró un superávit primario equivalente al 3% del PBI anualizado y un superávit financiero del 0,9 por ciento
Mientras los acuerdos anteriores llegaron como promesas de disciplina futura, el actual se presenta como validación de un orden ya puesto en marcha. En este «Jordan N° 23» del vínculo con el Fondo, el déficit fiscal ya no es el problema: es la carta ganadora del plan económico.
Después de tantos acuerdos firmados en tiempos de crisis, este nuevo entendimiento con el FMI se presenta como una rareza en la historia económica argentina: llega con las cuentas ordenadas, la inflación a la baja y una brecha cambiaria en retroceso. Si los anteriores programas fueron intentos fallidos de encestar desde mitad de cancha con la tribuna en contra, el acuerdo de 2025 arranca con el tablero estabilizado y la pelota en las manos. Falta ver si esta vez, finalmente, la jugada sale bien. Porque incluso el Jordan N° 23 necesitaba equipo, estrategia y constancia para ganar el partido.
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ECONOMIA
Una de las principales cadenas de supermercados del país cerró varias sucursales y dejó a más de 100 empleados sin tareas

El sector supermercadista argentino afronta una nueva ola de cierres. Una de las cadenas de supermercados más importantes cerró al menos cuatro sucursales en diversos puntos del país y dejó a más de cien empleados sin tareas, según confirmaron fuentes del sector a Infobae. El impacto se distribuyó entre localidades de varias provincias y refleja los movimientos de una de las empresas líderes del mercado en un escenario de baja en las ventas y cambios profundos en los hábitos de compra.
Las sucursales afectadas pertenecen a Vea, una de las principales marcas bajo el control de Cencosud, conglomerado que también opera otros formatos como Jumbo, Easy y Disco. De acuerdo con información de fuentes del sector y consultas a medios locales, las bajas ocurrieron en San Martín (Catamarca), Moreno y Castelar (ambas en la provincia de Buenos Aires) y Villa Krause (San Juan). En total, la decisión dejó a más de 100 empleados sin tareas regulares, aunque en algunos casos la empresa propuso reubicaciones o indemnizaciones.
El cierre de la sucursal de Castelar, en el oeste del Gran Buenos Aires, generó particular preocupación entre los trabajadores y la comunidad local, según informó el portal local Primer Plano Online. El mismo medio consignó que la sucursal de Castelar tenía 80 empleados, cifra que contribuye de manera significativa al total de afectados.
En lo referente a la provincia de Catamarca, fuentes del sector indicaron a este medio que el cierre de la sucursal ubicada sobre la avenida San Martín implicó la salida de todo el personal, aunque no trascendió la cifra oficial de empleados involucrados. La decisión sorprendió a los trabajadores y generó consultas desde los sindicatos, atentos a otros movimientos similares en el sector minorista.
En la provincia de Buenos Aires, además del cierre de Castelar, la sucursal de Moreno también se sumó a la lista, aunque no se estableció el número exacto de empleados que quedaron sin funciones.

El caso de Villa Krause, en San Juan, muestra particularidades propias. Fuentes del sector precisaron a Infobae que 17 empleados perdieron su puesto en esa localidad, tras el cierre repentino de la sucursal. A pesar del escaso margen de aviso, parte de esos empleados recibió propuestas de reubicación en otros locales de la cadena, como Jumbo o Vea.
Consultados por Infobae acerca del alcance y los motivos de la decisión, voceros de Cencosud eligieron no hacer declaraciones. Desde la empresa evitaron brindar precisiones tanto sobre la cantidad de trabajadores afectados como sobre los pasos futuros en la reconfiguración de su red de tiendas.
En los últimos meses, diversas fuentes del sector mencionaron dos causas principales detrás de estos movimientos de cierre. Por un lado, la empresa encara una reestructuración orientada a más eficiencia operativa, en respuesta tanto al descenso en los niveles de consumo registrados durante este año, como al cambio en los hábitos de los compradores. El análisis sectorial apunta a una menor frecuencia de visita a las tiendas y a un ajuste generalizado del gasto en productos de la canasta básica, lo que obligó a los operadores a ajustar su estructura.
Por otro lado, desde el sector se observa que Cencosud participa en el proceso de competencia por la adquisición de la operación de Carrefour en la Argentina. Este contexto, según comentaron fuentes consultadas por Infobae, obliga al grupo a optimizar sus recursos y desprenderse de algunos locales, especialmente aquellos que presentaban bajos niveles de rentabilidad o duplicaban coberturas en zonas clave, para fortalecer su posición de cara a una eventual compra. El proceso implica también la necesidad de mostrar cuentas ordenadas y capitalizarse financieramente ante un mercado concentrado y en plena transformación.
El impacto sobre los empleados varió según la localidad. En algunos casos, como en Villa Krause, la firma ofreció reubicaciones en otros supermercados del grupo. En otros, los trabajadores fueron notificados del cierre y debieron iniciar conversaciones para acceder a las indemnizaciones de ley o buscar alternativas en el mercado laboral local.
La política de Cencosud en los últimos años priorizó una presencia fuerte en las grandes ciudades y capitales provinciales, junto a una apuesta sostenida en el sector mayorista y en el canal digital. Las recientes noticias de cierres, reconocidas por fuentes del sector, ocurren mientras la empresa mantiene su interés en expandirse mediante la compra de competidores relevantes y en consolidar su portafolio de activos de mayor rendimiento.
ECONOMIA
La City se la juega: acciones y bonos recomendados para invertir en la previa electoral

En medio de una volatilidad profunda en las cotizaciones de acciones y bonos, por el escenario tanto político como económico, la City está recalculando las alternativas de inversión. En este sentido, los analistas llaman a tener precaución ante este clima tan incierto, por la tensión en el precio del dólar, y a la espera de la definición de los resultados de las elecciones nacionales del 26 de octubre. Es que allí se abre un abanico de posibilidades según cuan favorable o desfavorable sea el resultado para el Gobierno.
Por lo pronto, el principal índice de acciones líderes, el Merval de ByMA, acumula en todo octubre un positivo en torno al 8%.
Algunos expertos de mercado prefieren esperar al «día después» de la votación para brindar una cartera más acertada. Otros, en cambio, plantean instrumentos conservadores o los distintos escenarios que pueden presentarse.
«Hasta el día 26 creo que tenemos que esperar porque no hay una dirección clara. Está el apoyo de Estados Unidos, pero se debe esperar a los resultados de las elecciones y ser prudentes», afirma Gustavo Neffa, economista y analista de Research for Traders (RfT).
En el mismo sentido, suma Marcelo Bastante, analista de mercado: «El mercado es una montaña rusa. Cada mensaje en redes sociales de los funcionarios es una suba o una baja del 10%».
Por eso, sugiere refugiarse en bonos del Tesoro de Estados Unidos o en dólares en cash.
«A partir de los nuevos anuncios y el apoyo económico del Tesoro de Estados Unidos, el mercado local volvió a reaccionar con fuerza, sobre todo en los bonos. Este tipo de respaldo mejora las expectativas de acceso al financiamiento y reduce el riesgo país, por lo que se refleja más rápido en los títulos soberanos. En cambio, en el caso de las acciones, el impacto no es inmediato: las empresas necesitan un entorno más estable, visibilidad sobre el rumbo económico e incentivos a la inversión para que se consolide un ciclo de crecimiento», resume Isabel Botta, manager de Producto en Balanz.
Andrés Repetto, analista técnico de mercados financieros, creador de Andy Stop Loss y agente productor de Balanz, agrega a iProfesional: «Mi sugerencia es no invertir en nada de Argentina antes de las elecciones, ya que, en caso de que al Gobierno le vaya mal, pueden seguir bajando las cotizaciones. Por eso, mi sugerencia es invertir en activos del exterior, es decir, en pesos en Certificados de Depósito Argentinos (CEDEAR), para salir del riesgo local y orientados a tecnología e inteligencia artificial, donde veo oportunidades».
Incluso, algunos analistas arman carteras en base a una mirada positiva o negativa sobre el resultado posible que tenga el Gobierno.
«Los años electorales argentinos generan contextos excesivamente volátiles, producto de que siempre nos debatimos entre dos modelos económicos contrapuestos que funcionan con tipos de cambio muy diferentes. Esto provoca que, cuando se comienza a anticipar que el peronismo puede volver al poder, el precio del dólar actual se dispara hasta valores que, aunque pueden no estar justificados por los fundamentos económicos y financieros del gobierno actual, están justificados por el miedo derivado de recordar lo que ocurrió en experiencias pasadas», reflexiona Leonardo Guidi, analista de AN Conectar y experto en valuación de empresas.
Bonos para quienes esperan un escenario positivo
En caso que se espere un resultado electoral considerado positivo para el Gobierno, los distintos analistas recomiendan determinadas acciones y bonos.
Así, en base al respaldo de Estados Unidos y a una posible respuesta favorable en las elecciones, se destacan oportunidades «claras» tanto en instrumentos en pesos como en dólares.
«Los bonos en pesos de corto plazo, como las LECAP, siguen siendo una herramienta sólida para capturar rendimiento con bajo riesgo de duración. Actualmente, rinden en torno al 54% anual efectivo y ofrecen liquidez diaria, lo que los hace atractivos para perfiles conservadores que buscan preservar capital sin resignar retorno», afirma a iProfesional Esteban Castro, economista y CEO de Inv.est.
Por otro lado, indica que los bonos soberanos ajustables por BADLAR, como el de la Ciudad de Buenos Aires al 2028 (BDC28) y el de la Provincia de Buenos Aires a mayo de 2026 (PBY26), debido a que están ofreciendo rendimientos en torno al 62% al 64% anual en pesos, con pagos trimestrales «interesantes».
En cuanto a oportunidades en dólares, Castro sostiene que el BOPREAL Serie 2 (BPY26) es ideal para perfiles conservadores: «Ofrece una TIR cercana al 8 % anual en dólares, con pago de capital asegurado y sin riesgo soberano directo, ya que está respaldado por el Banco Central».
Para perfiles más agresivos, recomienda el bono soberano en dólares Global al 2030 (GD30), que rinde 15,7% anual, «reflejando un escenario muy pesimista que, si se revierte, podría dejar espacio para subas de capital relevantes».
Desde la proyección de Botta, en el tramo de bonos, sostiene que, en caso de concretarse el apoyo de Estados Unidos y el Gobierno logra ordenar el esquema monetario y cambiario, «podría mejorar el panorama de reservas y generar un escenario más estable. En ese contexto, los bonos globales 2038 (GD38) y 2041 (GD41) serían los que más se beneficiarían de una baja del riesgo país y una recuperación económica».
En tanto, Guidi suma: «Creo que sigue siendo el escenario más probable que La Libertad Avanza será la fuerza política más votada. Allí, están todos los incentivos para asumir voluntariamente más riesgo, por ejemplo, invirtiendo en acciones y bonos argentinos. En cuanto a bonos, el que tiene la mejor relación riesgo/recompensa es el emitido al 2035 (AL35)»,
Acciones recomendadas para escenario positivo
En acciones locales, Castro sostiene que «seguimos viendo valor» en compañías del sector energético exportador, como Vista, YPF o Transportadora de Gas del Sur (TGS), beneficiadas por sus flujos dolarizados.
«También nos gustan las compañías ligadas al consumo interno, como IRSA, que podrían capturar valor si se estabiliza el escenario macroeconómico y mejora el poder adquisitivo», concluye Castro a iProfesional.
Para Botta, un eventual apoyo financiero podría mejorar las perspectivas, «siempre y cuando se traduzca en una mayor estabilidad macroeconómica y en un horizonte de crecimiento sostenido. Las empresas necesitan tiempo y un contexto previsible para que ese respaldo se refleje en resultados concretos. Así, mantenemos convicción en compañías con fundamentos sólidos y exposición al ciclo doméstico».
Al respecto, menciona a Pampa Energía, debido a que se destaca por su portafolio diversificado y su bajo nivel de apalancamiento. Suma a Loma Negra, por su «liderazgo» en el mercado, fuerte generación de flujo de caja y perfil defensivo; y Vista, por ofrecer «una historia de calidad a múltiplos aún atractivos».
Desde la perspectiva de Guidi, el sector que tiene las mayores expectativas de suba es el de los bancos, ya que «es actualmente el más subvaluado de todos».
Le suma al energético (petróleo y gas), siendo «Vista Oil mi acción favorita ya que es una empresa que creció muchísimo, incluso durante el gobierno anterior, y está subvaluada».
Para Auxtin Maquieyra, gerente en Sailing Inversiones, indica que «identificamos oportunidades de entrada en algunos sectores dentro del equity local, principalmente por valuaciones históricamente bajas, aunque creemos conveniente mantener una postura prudente: sumar exposición de forma gradual y reservar margen para posicionarse con mayor decisión una vez que haya mayor claridad política».
Entre los segmentos con mejor relación riesgo-retorno, destaca este analista al energético, con compañías como Vista, YPF y las transportadoras de gas TGS y TGN, que «combinan fundamentos sólidos con valuaciones aún deprimidas».
También ve potencial en el sector financiero, donde bancos como Galicia (GGAL) y Macro (BMA) podrían «beneficiarse significativamente» si se encamina un proceso de normalización del sistema financiero post-electoral, ya que cotizan cerca de su valor libro.
Inversiones en caso que el Gobierno no gane las elecciones
En caso que el Gobierno no tenga un resultado tan favorable y quede posicionado segundo, los analistas ven un escenario político posible en el que se pueden consolidar algunos activos y tener una actitud más defensiva.
«Entendiendo que en las elecciones el oficialismo podría llegar a resultar segundo, por hasta un 5% según lo que estima el mercado, y que el Gobierno podría lograr acuerdos con el PRO, con la UCR y con los peronistas que estén alineados más con la centro-derecha que le brinden gobernabilidad hacia adelante, planteamos una estrategia de inversión a mediano-largo plazo. Allí seleccionamos a YPF, Pampa Energía y TGS, ya que se destacan por sus fundamentals más allá del contexto actual. Mientras que, en el segmento bancario, con un mercado creciente y posibilidad de mejora crediticia para el país, Macro y BYMA son nuestras elegidas», detalla Pablo Lazzati, CEO de Insider Finance.
Para Guidi, si el Gobierno no es la fuerza más votada en las elecciones, están «todos los incentivos para dolarizar tus inversiones».
Así, para aquellos inversores de perfil de riesgo bajo, este analista recomienda las obligaciones negociables (ON) como el «instrumento ideal», como la TLCPO de Telecom, que está rindiendo 9% anual en dólares y cuyo emisor «siempre ha sido un buen pagador a lo largo de los diferentes contextos extremos que hemos vivido en este país».
Para perfiles moderados de riesgo, Guidi afirma que los CEDEAR son «el mejor instrumento para dolarizarse, pero en este momento, solo me animo a sugerir que inviertan en el SPY, que replica al índice S&P500, debido a que creo que las valuaciones actuales de muchas empresas se encuentran en niveles muy exigentes».
También Repetto sugiere CEDEAR para salir del riesgo argentino, donde coincide en proponer al SPY, porque reúne a las 500 acciones más grandes de Estados Unidos juntas, y que está destinado a «perfiles más conservadores» porque es muy diversificado.
A su vez, Repetto recomienda los CEDEAR de NVIDIA (NVDA) porque es el «motor» de la inteligencia artificial, con «excelentes números de facturación y BPA (beneficio por acción) crecientes y líder en su industria. Además de ser la empresa más grande de capitalización del mercado».
A ella suma a los CEDEAR que representan a los índices (ETF) de Bitcoin (IBIT), oro (GLD) y uranio (URA).
«En el contexto actual de aumento de la liquidez global, crisis de deuda de Estados Unidos, la FED que seguirá bajando las tasas y un oro volando, el llamado oro digital (Bitcoin) me parece una excelente opción a estos precios de u$s110.000, ya que viene lateral hace meses y debería ir a buscar la misma suba que ya tuvo el oro», finaliza Repetto.-
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ECONOMIA
Inflación y dólar: por qué las proyecciones del FMI pueden anticipar una modificación en el esquema cambiario

En medio de las negociaciones con el Tesoro de Estados Unidos, que generan incertidumbre sobre la continuidad del régimen cambiario después de las elecciones del 26 de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) cambió las proyecciones de inflación para la Argentina. Y según los analistas puede adelantar lo que sucederá con el dólar.
Con la publicación del último informe de Perspectivas de la Economía Mundial (World Economic Outlook, WEO), el organismo internacional bajó su estimación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) para el acumulado de este año.
Ahora, FMI prevé que los precios al consumidor aumenten 28% en 2025 y 10% en 2026, mientras que en abril había estimado 35,9% y 14,5%, respectivamente. La diferencia refleja una desinflación más rápida de la que el organismo había proyectado al inicio del año.
El cambio se dio a conocer el martes 14 de octubre, el mismo día en que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dio a conocer que la inflación de septiembre fue del 2,1%, lo que implicó una aceleración de 0,2 puntos porcentuales (p.p.) respecto a agosto.

Un alza que se explicó en gran medida porque la categoría Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles y Educación tuvieron una variación intermensual del 3,1 (categoría que muestra el mayor aumento (62,2%) en los últimos 12 meses, duplicando el promedio general), seguida por Transporte con 3%.
Este último dato de inflación implicó un variación interanual del 31,8% y un acumulado para los primeros nueve meses del año del 22%, lo que arroja un restante de inflación del 19,3 p.p. en el último trimestre para llegar al nuevo pronóstico del FMI (41,3%).
Es esa amplia diferencia en la proyección de inflación del FMI lo que para los analistas podría adelantar cambios en el régimen de flotación de bandas actual, a pesar de que el equipo económico lo niega.
“Lo decimos hace meses, esas son proyecciones optimistas, en donde se hace una modificación en el régimen cambiario, pero no abrupto para que no se dispare mucho la inflación. El FMI llega más tarde”, sostuvo el economista de EPyCA Consultores, Martín Kalos.
Ante las últimas intervenciones del Tesoro nacional y de Estados Unidos para frenar el dólar, Kalos afirmó que el régimen cambiario no es sustentable y que requerirá alguna modificación que incluya alguna forma de evaluación de tipo de cambio efectivo.
Lo que puede implicar, según su análisis, un corrimiento de las bandas cambiarias o dejarlas atrás para que el dólar flote. Una situación de la que si bien el equipo económico alardea ya no sucede porque el Banco Central de la República Argentina (BCRA) intervino en el medio y volvió la brecha legal entre los tipos de cambios paralelos.

Pero para el socio y economista de Audemus, Gonzalo Guiraldes, el escenario aún no es claro. “Falta ver cómo le va al Gobierno en la elección y cuál es el apoyo concreto de Estados Unidos que a pesar del anuncio de USD 40.000 millones no está claro si es de libre disponibilidad, si hay condicionalidades o demás”, afirmó.
En esa línea sostuvo que la nueva proyección del FMI de que la inflación en 2025 será de 41,3%, no estaría relacionada con un ajuste del tipo de cambio sino con que no esperan que se vuelva a atrasar.
“Si el apoyo no se traduce en algo muy contundente con disponibilidad de fondos en el corto plazo que despejen definitivamente los vencimientos de 2026, al Gobierno no le va a quedar otra que modificar el esquema cambiario”, marcó.
La meta de inflación del presidente Javier Milei es que para mitad del año que viene haya desaparecido, pero con la aceleración del último mes, en las consultoras privadas mantienen un pronósticos menos optimistas.
En el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que se publicó el 6 de octubre, la mediana de las respuestas arrojó que el IPC se mantendrá con oscilaciones en 2% hasta diciembre y recién en enero de 2026 desaceleraría a 1,9%.
Según la consultora LCG, en lo que va de octubre la inflación en Alimentos y Bebidas acumula un 2%. Luego de que en la tercera semana del mes los precios del rubro tuvieron un alza de 0,9%.
“En lo que va de las últimas cuatro semanas la inflación promedio se aceleró a 2,7% mensual y la inflación punta a punta del periodo se ubicó en 2,9%”, comentaron en el último informe.
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