ECONOMIA
«Colchón bank»: qué riesgos enfrenta el Gobierno al impulsar una lluvia de dólares en negro

En la Argentina, el dólar siempre fue mucho más que una moneda extranjera. Es una unidad de cuenta emocional, un símbolo de resguardo, y en los hechos, la divisa con la que una parte significativa de la población piensa, ahorra y hasta sueña. Hoy, bajo el gobierno de Javier Milei, ese vínculo tácito con la moneda estadounidense se intentará que sea parte su política económica desde el punto de vista monetario. Pero no a través de una dolarización oficial como la de Ecuador, sino por medio de un fenómeno menos explícito, pero igual de profundo: la dolarización endógena.
A diferencia de una dolarización forzosa, donde el Estado sustituye la moneda local por el dólar eliminando por completo el signo monetario nacional, el proceso endógeno ocurre sin decretos ni reformas constitucionales. Sucede cuando los propios agentes económicos comienzan a operar, casi por instinto de supervivencia, en moneda extranjera. Se dolarizan los precios, los contratos, los ahorros, y con el tiempo, las transacciones. En Argentina, este fenómeno lleva años en curso, pero ahora el Gobierno busca institucionalizarlo, capitalizarlo y, sobre todo, hacerlo circular.
El objetivo del gobierno es claro: que los dólares que ya están dentro del país pero fuera del circuito formal comiencen a fluir. Y hay muchos. El INDEC estima que el sector privado no financiero posee activos externos por u$s204.505 millones «bajo el colchón». Sin embargo, JP Morgan Argentina estima que esa cifra podría extenderse a u$s350.000 millones fuera del sistema financiero nacional, ya sea en activos en el exterior o en efectivo.
La razón por la cual ese dinero no entra al sistema tiene una raíz histórica. En la Argentina, blanquear sin una reforma tributaria integral suele ser visto como una trampa: el que entra al sistema queda expuesto a un esquema impositivo complejo, inestable y muchas veces confiscatorio. Por eso, cada vez que hubo oportunidades de exteriorización de capitales, los argentinos participaron, pero con recaudos. Eligen declarar sus fondos lo justo y necesario, pero mantener buena parte de su patrimonio en dólares físicos, bajo llave o en cuentas del exterior. Sin un marco tributario que garantice previsibilidad y reglas claras, es difícil que esa conducta cambie.
Los riesgos de un posible fracaso del plan «colchón bank»
Este enfoque, sin embargo, no está exento de riesgos. Si funciona, podría erradicar la inflación de raíz, al menos en su forma monetaria. Si fracasa, podría detonar una crisis de confianza en el peso aún mayor, con una corrida silenciosa hacia el dólar como única moneda legítima. En otras palabras, una dolarización forzada por el mercado, pero sin preparación institucional.
La experiencia internacional ofrece contrastes interesantes. En Ecuador y El Salvador, la dolarización fue una decisión política en momentos de crisis extrema. En Venezuela, en cambio, la dolarización fue endógena, aunque en un contexto de hiperinflación descontrolada que obligó al gobierno de Maduro a permitir el uso informal del dólar. La Argentina, con sus particularidades, parece transitar una vía intermedia: una economía que se va dolarizando de a poco, con guiños del Estado y el visto bueno del sistema financiero, pero sin renunciar aún al peso como moneda de curso legal.
Desde lo técnico, el panorama es igual de desafiante. ¿Cuánto dinero hay realmente en juego? La base monetaria actual ronda los $36,85 billones, que al tipo de cambio oficial representan poco más de u$s32.048 millones. Todo el dinero en pesos que circula en la economía argentina representa el 13% de los dólares que están en «Colchon Bank». Pero si se suma la base monetaria ampliada, que incluye no solo los billetes en circulación sino también los pasivos remunerados del Banco Central, la cifra supera los u$s62.349 millones. Aun así, el total de dólares «ocultos» en el país duplicaría esa suma. No faltan dólares: falta que salgan a jugar.
Para incentivar el uso de dólares en la vida cotidiana, ya se reglamentó el uso de tarjetas de débito en dólares y pagos con QR en moneda extranjera, aunque su adopción aun es baja. También se habla de habilitar cuentas virtuales en dólares a través de fintechs, para que los usuarios puedan pagar, cobrar o incluso obtener rendimientos en dólares digitales. En paralelo, se podría estudiar beneficios fiscales para quienes paguen impuestos o cancelen deudas tributarias con dólares. Y también se intentará abrir la ventana para ampliar los usos permitidos para los fondos blanqueados, sin necesidad de cambiar la ley vigente.
La apuesta oficial es que, si el dólar empieza a circular con mayor naturalidad, se acelere el proceso de competencia de monedas. Que el dólar ya no sea solo un bien de atesoramiento, sino también una herramienta para dinamizar la economía real. Pero ese camino requiere confianza, reglas claras y, sobre todo, creatividad.
Sin embargo, la situación está lejos de ser estable. Así, la dolarización endógena se presenta como una transición incierta, un proceso en curso que podría terminar en una competencia formal de monedas, o en una dolarización de facto. Lo que está claro es que el peso perdió la batalla cultural y simbólica. Y que el verdadero desafío ya no es si usar dólares, sino cómo lograr que esos dólares sirvan para dinamizar la economía y no se queden, literalmente, encerrados bajo llave.
Las ideas que surgen del debate no son pocas. ¿Y si pensamos en un monotributo en dólares para exportadores freelance? ¿O una red de microcréditos en stablecoins para economía popular? La dolarización no tiene por qué ser solo para grandes patrimonios. Permitir que se paguen impuestos en dólares, sí, pero también revisar la estructura tributaria que empuja a operar en negro. Ofrecer instrumentos financieros seguros, líquidos y con beneficios reales. Promover canales bancarios con costos bajos y regulación flexible. Y, por supuesto, garantizar que el Estado no vuelva a las viejas prácticas de confiscación o control arbitrario.
La dolarización endógena en la Argentina está en proceso en una cultura cómo la nuestra que es bimonetaria. Lo que está en juego ahora no es si va a pasar, sino cómo se la gestiona. Si se logra canalizar esos dólares hacia el sistema productivo, el resultado podría ser un shock positivo de inversión y consumo. Si, en cambio, se los sigue mirando con desconfianza, seguirán debajo del colchón, como un símbolo más de la economía paralela que convive con la oficial. Como tantas veces en la historia argentina, el dilema no es entre peso o dólar, sino entre confianza o miedo. Y esa elección, esta vez, no depende de Washington ni del mercado: depende de nosotros y de qué hacemos, finalmente, con la llave del colchón.
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ECONOMIA
Comer afuera es cada vez más caro: cuál es la diferencia exacta con una comida hecha en casa

Siguen los cambios en los precios relativos. Qué sucede con los precios de las localidades para ver recitales. Los detalles en la nota
23/07/2025 – 11:50hs
Los precios relativos se vienen moviendo de manera vertiginosa desde la asunción de Javier Milei; sobre todo en algunos rubros que han ido modificando su estructura de costos.
Salir a comer afuera, uno de los gustos más elegidos por los argentinos, se hizo cada vez más caro.
Un informe de la consultora EconViews le puso números a la diferencia entre salir a almorzar o cenar en un restaurante y la opción de hacerlo en casa, con las compras realizadas en un supermercado.
«Comer afuera está cada vez más caro. Desde mediados del año pasado, los precios de los restaurantes subieron muy por encima de lo que aumentaron los alimentos y las bebidas, y el nivel general de los precios de la economía. En el último año, comer afuera se encareció 21.2% respecto a comprar en el supermercado. Aún al comprar el periodo 2017/2018, donde el nivel de precios relativos era similar, la relación entre los precios de los restaurantes versus alimentos sigue siendo alta», resume el último reporte de EconViews sobre los movimientos en los precios relativos.
Los recitales también se van para arriba
Los tickets para asistir a los shows del solista o la banda preferida también se viene encareciendo en términos relativos.
Así lo estimaron los economistas de la consultora dirigida por Miguel Kiguel.
«Los servicios culturales y recreativos son otro rubro que viene ajustando por encima de la inflación general. Registraron un aumento de 60.5% interanual y están relativamente un 15.1% más caros que el año pasado, pero a diferencia de los restaurantes, todavía se ubican 16% por debajo de 2018″, sintetizaron.

Comer afuera está cada vez más caro
Inflación contenida
La consultora también dio a conocer el último relevamiento de precios.
«La pasada semana, nuestro relevamiento de precios en GBA arrojó una variación del 0.7% para una canasta de alimentos y bebidas. Se destacaron subas en verdulería (+2.7%), bebidas (+0.8%) y carnes y derivados (+0.2%). En las últimas cuatro semanas, la canasta acumula un 2.1% de suba. Por otro lado, se sumaron aumentos en los regulados: la nafta subió un 3.5%, lo que aportaría unos 0.15 p.p al índice. También se esperan incrementos en tarifas de luz (+2.0%), agua (1.0%) y gas (2.0%), así como en prepagas (2.5%), transporte público en AMBA (3.5%) y telecomunicaciones (5.0%).
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ECONOMIA
Comer en Cerro Catedral cuesta casi como en Aspen, con un pancho y gaseosa a precio internacional

Una foto viralizada de un parador en la base del cerro muestra los elevados precios. El combo cuesta $18.000, mientras que el pancho solo sale $15.000
23/07/2025 – 12:04hs
En plena temporada alta de vacaciones de invierno, los precios para comer en el Cerro Catedral de Bariloche se convirtieron en tema de debate en las redes sociales. Según una foto viralizada de un parador en la base del cerro, un combo de un pancho y una gaseosa cuesta $18.000.
Temporada de nieve cara: gastronomía en Cerro Catedral duplica precios de Bariloche
Según supo Noticias Argentinas a partir de la imagen, que corresponde al parador «La Rocca Take Away«, el mismo menú ofrece el pancho solo por $15.000. Otros precios que generaron sorpresa son la hamburguesa con queso a $18.000 y un sándwich de vacío a $22.000.
Estos valores son representativos de los altos costos que enfrentan los turistas durante el pico de la temporada de nieve en uno de los centros de esquí más importantes de Sudamérica. La falta de opciones y la logística de montaña suelen encarecer los productos gastronómicos en los paradores.
En comparación, los mismos productos en el centro de la ciudad de Bariloche pueden costar menos de la mitad, lo que evidencia el «costo de la montaña» que deben afrontar los esquiadores. El debate sobre los precios en los destinos turísticos es una constante cada temporada.
La comparación de precios: Bariloche vs. Aspen
Tomando como referencia una cotización del dólar blue de $1.310, la comparación de precios entre ambos destinos es elocuente:
- Pancho + Gaseosa en Cerro Catedral: $18.000 (aproximadamente u$s13,75).
- Hamburguesa en Aspen: En paradores como Home Team BBQ, se consigue por u$s15.95 (aproximadamente $20.890).
- Quesadillas en Aspen: En Hops Culture, cuestan u$s12 (aproximadamente $15.720).
- Wraps grandes en Aspen: En The Big Wrap, una de las opciones más económicas, se venden a u$s9.30 (aproximadamente $12.180) y, según los locales, son para compartir.
La comparación deja en evidencia que un simple pancho con gaseosa en la base del Cerro Catedral tiene un costo muy cercano al de un plato de comida en uno de los centros de esquí más caros y exclusivos del planeta.
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ECONOMIA
El FMI no ayuda a Caputo: le da la razón a los críticos y sugiere que el dólar tiene que subir más

El regalo que le dejó Gita Gopinath a Toto Caputo antes de renunciar a la vicedirección del Fondo Monetario Internacional fue digno de su fama de «dura»: le recordó que el déficit de la cuenta corriente sí es un problema para Argentina y que el tipo de cambio sigue necesitando un ajuste al alza. Es decir, todo lo que contrario a lo que se argumenta desde el gobierno.
El reporte del FMI se conoció justo cuando la economista india-estadounidense anunciaba su alejamiento del cargo, un mensaje que mereció una cariñosa respuesta del ministro de economía argentino, quien le agradeció por su apoyo al programa económico y su confianza en el equipo de gobierno.
El agradecimiento que Caputo le hizo a Gita estaba justificado: sin su aval, habría sido muy difícil que Argentina contara con un desembolso de u$s12.000 millones, que aplacaron la turbulencia financiera en abril pasado y que permitieron el levantamiento del cepo.
Pero lo cierto es que la relación entre ambos distó de ser ideal. Desde el arranque del plan, Gopinath advirtió que el superávit fiscal debería ser sustentable política y socialmente, y aludió expresamente a que las jubilaciones no podrían ser la variable del ajuste.
Pero, sobre todo, se mostró crítica con la política cambiaria, y ya desde fines del año pasado hacía saber su opinión en el sentido de que el peso estaba sobrevaluado en un 25%, una opinión que chocaba de frente contra el freno al crawling peg -del 2% mensual al 1% mensual- que impuso Caputo.
El levantamiento del cepo fue, finalmente, lo que posibilitó que se aprobara el demorado nuevo acuerdo, que implicaba una asistencia financiera extra de u$s20.000 millones.
El FMI y los «econochantas»
De todas maneras, el Fondo nunca ocultó sus diferencias respecto de la visión económica que transmitía el gobierno. Cuando el presidente Javier Milei dedicaba artículos a combatir a los «econochantas» que insistían con «el disco rayado del atraso cambiario» no solamente se dirigía a sus críticos internos, sino también al propio staff del FMI, donde veía conspiraciones de funcionarios como el ahora ascendido Rodrigo Valdes.
No fue la única diferencia, porque Milei y Caputo también se dedicaron a argumentar sobre la irrelevancia del déficit en la cuenta corriente. Desde la visión del gobierno argentino, se trata de un rojo perfectamente financiable por el crédito internacional y por la llegada de inversión externa directa. Y, en todo caso, es un síntoma positivo, porque refleja que la economía crece a tal velocidad que se torna indispensable aumentar las importaciones de bienes de capital e insumos de la producción.
También en este caso, las palabras de Milei y sus funcionarios estaban formalmente dedicadas a los «econochantas», pero implicaban un mensaje indirecto para el staff del FMI, que históricamente ha puesto la lupa sobre los desequilibrios de la balanza de pagos, un tema al que le presta incluso más atención que a la situación fiscal.
Elogios al vecino devaluador
En el nuevo reporte, tal como ya había hecho durante la última visita de misiones técnicas a varios países de economías emergentes, el FMI elogia a aquellos que tuvieron la flexibilidad cambiaria suficiente como para responder con una devaluación ante el empeoramiento de las condiciones internacionales. Y, en cambio, mantuvo su mirada crítica a quienes mantienen un esquema rígido.
Resulta clara la comparación entre lo que el FMI escribió sobre Brasil y sobre Argentina. Dijeron sobre la política de devaluación del real del 4,2% el año pasado: «El tipo de cambio flexible ha sido un importante absorbedor de shocks externos», reconoce el informe, que también consideró positivo el hecho de que haya habido intervenciones oficiales para reducir una volatilidad excesiva -operaciones que tuvieron un costo de u$s25.000 millones en las reservas-.
En cambio, a la hora de revisar la situación argentina, hay un recordatorio de que no hubo una mejora real del tipo de cambio respecto de aquel que el propio FMI había juzgado sobreapreciado. Y recordó que no se estaba cumpliendo el cometido principal del nuevo régimen de flotación entre bandas, que era la acumulación de reservas en cantidad suficiente como para poder saldar los vencimientos financieros.
Y aquí viene un golpe al discurso del gobierno: sugiere que, considerando su débil cobertura de reservas y sus dificultades de acceso al mercado financiero internacional, debería contar con un superávit de cuenta corriente de 1,4% del PBI, como forma de evitar eventuales turbulencias.
El consejo contrasta con el pronóstico de un déficit en torno de 2% de la cuenta corriente para este año, junto con un saldo de balanza comercial que adelgaza a una velocidad preocupante. Hablando en plata, el superávit de cuenta corriente que sugiere el FMI se ubicaría en torno de u$s10.000 millones, mientras que en la primera mitad del año se acumuló un rojo de más de u$s5.000 millones.
A cuánto debería cotizar el dólar
Sobre el hipersensible tema del dólar, el FMI concede que un peso apreciado podría ser justificado, en la medida en que se profundicen las reformas estructurales que mejoren la productividad empresarial y la competitividad de la economía. Pero hace hincapié en que ese sería un escenario de mediano plazo, y que en el presente debe haber un tipo de cambio compatible con el mantenimiento de un saldo comercial holgado y la acumulación de reservas.
En otras palabras, un tipo de cambio alto. Peor aun, el informe criticó el ingreso «disruptivo» de capitales de no residentes, por considerar que altera el equilibrio macroeconómico. Es una crítica explícita a la salida de Caputo al mercado internacional para ofrecer Bonos del Tesoro pagaderos en pesos pero suscribibles en dólares.
El anuncio del ministro era que podía llegar a emitirse hasta u$s1.000 millones mensuales por esta vía, y consintió que se eliminaran las normativas originales que obligaban a los inversores a una estadía mínima de seis meses.
Además, reclama que haya un mayor «price descovery», es decir una flotación que permita que sea el mercado el que determine en qué punto está el tipo de cambio de equilibrio. El Fondo ratificó su estimación en el sentido de que a fines del año pasado el peso estaba apreciado en torno del 20%.
En términos nominales, eso implicaría la necesidad de que el dólar cotice en torno de $1.294. Pero si se aplica a esa cifra la inflación internacional transcurrida en el año, la cifra sube a $1.323. Siguiendo ese modelo, todavía habría un margen de suba de un 5% en el tipo de cambio.
Si eso ocurriera, el dólar todavía se mantendría dentro de los límites de la banda de flotación, aunque su diferencia con el techo de la banda sería de sólo 8%, en comparación con el 135 de hoy.
El peor «timing» para el reporte
No fue la única crítica del FMI sobre la marcha del plan. El reporte también puso énfasis en la dificultad del salario para recuperar su poder adquisitivo real, «lo cual probablemente esté reflejando una reducción en los márgenes de rentabilidad empresarial».
En definitiva, el informe del organismo de crédito era lo último que Caputo necesitaba en un momento en el que la sostenibilidad de su plan económico está bajo cuestionamiento por la abrupta suba de tasas de interés y la persistencia del índice de riesgo país por encima de 700 puntos.
Las principales críticas apuntan a que, al contrario de lo que argumenta el gobierno, los rubros que lideran el aumento importador no son los de bienes de capitales, sino los productos de consumo final y los automóviles. En junio crecieron, respectivamente, a un ritmo interanual de 90,9% y de 248,5%.
Esos dos rubros sumados ya representan un 22% de las importaciones totales, superando a los bienes de capital, que tienen una participación de 19%. Hace un año, los bienes de consumo y los autos, sumados, apenas representaban el 14% de la «torta» importadora.
Y, lejos de la recomendación del FMI sobre que las reservas tienen que conseguirse sobre la base de un holgado superávit comercial y no sobre los préstamos volátiles de inversores externos, las proyecciones comerciales van empeorando.
Lo demuestra la encuesta REM en la que participan los principales bancos y consultoras. A inicios de año esperaban un superávit superior a u$s12.000 millones, pero mes a mes las estimaciones se han ido retocando a la baja, de manera que la proyección actual es de un «flaco» saldo comercial de u$s6.000 millones.
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