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ECONOMIA

Detrás del impulso a los dólares del colchón: cuánto necesita Toto Caputo para sostener su plan hasta fin de año

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Otra vez la economía se enfrenta al «síndrome de la frazada corta»: para arreglar un problema, se agrava otro. Los economistas decodificaron el mensaje que el gobierno envía todos los días, tanto en los discursos como en sus medidas: la prioridad absoluta es la baja de la inflación, aun cuando eso pueda implicar efectos secundarios negativos, como un empeoramiento del retraso cambiario y cuando dificulte la acumulación de reservas en el Banco Central.

El compromiso de no comprar dólares hasta que el tipo de cambio no toque el piso de la banda de flotación -algo que, para muchos economistas, podría no ocurrir nunca- es uno de los temas más debatidos.

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Por caso, Daniel Artana, economista jefe de FIEL, calculó que si el gobierno lograra su declarado objetivo de mantener al dólar en el piso, dentro de cinco año llegaría al equivalente actual de $400, un nivel a todas luces insostenible.

«Es evidente que los compromisos y, sobre todo, las proyecciones pueden variar, pero de todas maneras el piso de la banda no parece ser consistente con el nivel de equilibrio de largo plazo, más allá de que el tipo de cambio pueda ubicarse allí, circunstancialmente, en las próximas semanas», afirma el economista, que aconseja comprar dólares sin esperar a que la cotización siga bajando.

Sin embargo, los funcionarios han sido claros sobre ese punto: temen que si el BCRA inyecta pesos al comprar dólares se malogre el plan anti-inflacionario, por exceder la demanda de dinero.

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Cómo llegarán los dólares al BCRA

Y es ahí donde aparece el gran interrogante del momento: ¿Cómo hará el gobierno para cumplir con el compromiso asumido ante el Fondo Monetario Internacional, de sumar u$s4.800 millones antes de julio?

La búsqueda de respuesta a esta cuestión ha hecho que la atención de los analistas se pose sobre dos estrategias a las que está apostando el ministro Toto Caputo: la primera es una receta clásica: el rearmado del carry trade, aun cuando eso implique una intervención oficial para aplastar los contratos de dólar futuro. Es la forma de dar una especie de «seguro contra devaluación» que anime a los inversores a comprar títulos de deuda en pesos.

La otra estrategia es el tema del que todos los argentinos están hablando: los incentivos para que los «dólares del colchón» sean volcados a las transacciones cotidianas y dejen de ser solamente un activo de atesoramiento que no genera intereses ni lubrica la economía real.

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Detrás de estas dos estrategias hay un mismo fin: la consecución de dólares por vías alternativas, dada la prohibición autoimpuesta por el BCRA para comprar en el mercado de divisas.

¿Alcanza con el colchón?

En medio de este debate surgieron otras polémicas, como por ejemplo cuánto es el dinero real que los argentinos atesoran en forma de billetes verdes. Y, sobre todo, cuánto es lo que el gobierno necesita para cumplir sus obligaciones de corto plazo y asegurar que la estabilidad se sostenga al menos todo este año.

Sobre el primer punto es imposible encontrar consenso. En el gobierno anterior, el propio BCRA había calculado que los argentinos poseían fuera del sistema bancario dólares físicos por una suma aproximada de u$s150.000 millones, y que si a esa cifra se le sumaban depósitos en el exterior, inversiones financieras e inmuebles, el número podía superar los u$s300.000 millones.

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En los últimos días, el propio Caputo estimó que «los colchones» albergan más de u$s200.000 millones, algo que algunos analistas del mercado consideran exagerado. En todo caso, asumiendo que el número fuera correcto también es importante diferenciar cuánto de ese ahorro corresponde a pequeños ahorristas y cuánto a grandes inversores, dado que los incentivos pueden variar drásticamente según cada situación.

Pero, vista desde el otro lado del mostrador, la pregunta más relevante es la de cuántos dólares necesita Caputo para el corto plazo. Y ahí las cosas aparecen más claras.

¿Cuántos dólares se necesita?

La estadística marca que el país empieza a tener un problema para financiar su déficit de cuenta corriente, que ya lleva 10 meses consecutivos y que tiene una tendencia creciente.

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Así, en marzo pasado ese déficit llegó a u$s1.674 millones, un 35% más alto que el mes anterior, y muy por encima del promedio del año pasado, cuando los registros rondaban los u$s1.000 por mes. Pero, más allá de las cifras, hay un hecho que fue lo que hizo saltar las alarmas: coincidiendo con ese agravamiento fue que el BCRA empezó a perder reservas.

Por lo tanto, la cantidad de dólares que tiene que ingresar a la economía debe ser lo suficientemente alta como para que se pueda contrarrestar ese déficit y, además, acumular las reservas comprometidas en el acuerdo con el FMI.

¿De cuántos dólares estamos hablando? Según una proyección de Jorge Vasconcelos, economista de Fundación Mediterránea, el rojo de la cuenta corriente será este año superior a u$s8.000 millones. El analista destaca que es una cifra «manejable» cuando se la compara con el déficit de u$s30.000 millones que tuvo Mauricio Macri antes de que estallara su crisis devaluatoria.

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Pero ocurre que, además, las reservas estaban en terreno negativo cuando se firmó el acuerdo con el FMI. Por lo tanto, para cumplir con la meta de acumular reservas y, además, financiar la salida de dólares por importaciones y turismo, la entrada de capitales debería ser superior a los u$s2.000 mensuales.

Es decir, el nuevo flujo de dólares de inversores y ahorristas del colchón tendría que sumar unos u$s16.000 millones hasta fin de año.

¿Es alcanzable ese número? Si se toma como referencia el antecedente del blanqueo realizado el año pasado, no resulta descabellado. En aquella oportunidad ingresaron unos u$s22.000 millones al sistema bancario.

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Y ahora, además de la extensión de beneficios para los argentinos que tienen dólares sin declarar, estará el potencial aporte de inversores del exterior, que según la nueva disposición del BCRA tienen permiso para ingresar y retirar divisas libremente, con la única condición de que queden dentro del país un lapso mínimo de seis meses.

Esperando el crédito en dólares

El escenario, por lo tanto, sería el de un flujo de dólares ingresando a la economía pero un BCRA que no compra en el mercado de divisas. Según los expertos, eso deja sólo un camino para que se puedan recuperar reservas: que otra vez haya un crecimiento de los depósitos en dólares del sistema bancario. Y que los bancos presten esos dólares, que al final de la cadena terminan en el BCRA.

Sea en forma de encajes o de compras propiamente dichas, esos dólares se suman a las reservas. Hay economistas que ven con desagrado esa estrategia por considerar que se trata de «dólares prestados» y que únicamente sirven para cumplir con un objetivo de corto plazo. Pero lo cierto es que, para Toto Caputo, el corto plazo es en este momento la prioridad absoluta.

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En principio, los economistas creen que hay razonables chances de que el plan de generar una «tasa sintética» que rinda altas tasas para quien venda dólares y se posicione en pesos salga bien.

«Los incentivos se volvieron a acomodar para que repunte el crédito en dólares. Ese es el principal factor para anclar las expectativas de tipo de cambio. El problema es que no se quede sin combustible y para eso tienen que crecer los depósitos en dólares», indica un reporte de la gestora de fondos Mega QM. Y destaca que la clave es la tasa de interés: para las empresas, debe ser más conveniente financiarse en dólares que en pesos.

Esa fue, de hecho, la razón que sobre fin del año pasado hizo que el tipo de cambio cayera y el BCRA pudiera comprar reservas. Las empresas emitían deuda en forma de Obligaciones Negociables a tasas bajas en dólares, pero luego convertían esas divisas en pesos para financiar sus inversiones del mercado local, y los dólares terminaban engordando las arcas del BCRA.

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El levantamiento del cepo fue, en ese sentido, un punto de inflexión: los bancos venían perdiendo depósitos en dólares aceleradamente, pero terminaron abril con u$s30.376 millones, lo que implica una recuperación de u$s1.024 millones en poco más de dos semanas.

Pero para que los dólares terminen en el BCRA se necesita que los bancos reactiven los préstamos en moneda extranjera. Ahí es donde reside una de las dudas.

«Los motivos que traccionaron la demanda en el último tiempo tendrán un impacto más acotado. El carry cubierto no termina de garantizar rentabilidad en dólares lo que podría moderar la demanda, aun cuando los mayores depósitos en dólares puedan empujar la oferta», advierte un informe de la consultora LCG.

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En otras palabras, tiene que haber una diferencia de tasas muy favorable en dólares respecto de los créditos en pesos. Y, sobre todo, una percepción de estabilidad sobre el tipo de cambio. Es, casualmente, a lo que apuntan los últimos movimientos del mercado, donde una «mano anónima» aplastó la curva del mercado del dólar futuro.



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ECONOMIA

El costo oculto que paga el Gobierno para contener al dólar: ya hay señales de freno en el crédito

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Si de algo se ha jactado el ministro de economía, Luis Toto Caputo, es de que bajo su gestión «los bancos volvieron a trabajar de bancos». En otras palabras, que la masa de dinero depositada por los ahorristas empezaba a canalizarse al crédito y no a estacionarse en la renta fácil de los pasivos del Banco Central o bonos del Tesoro. Según Caputo, el mérito era del superávit fiscal: como ya el sector público no necesitaba un flujo continuo de pesos para financiar sus gastos corrientes, entonces se había generado la posibilidad de que el crédito al consumo y a las empresas volviera a crecer.

Sin embargo, los analistas del mercado están viendo un posible punto de inflexión. A pesar de que las cuentas fiscales siguen dando superávit, el crédito empieza a sentir un freno. En parte por una saturación del mercado -algo que se refleja en la suba de los índices de morosidad de las familias- pero en parte, también, por la propia política económica, que induce a una gran suba de tasas de interés.

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Lo ocurrido en los últimos días es una prueba contundente de que, ante una turbulencia imprevista, el gobierno ha elegido qué objetivos priorizar y cuáles sacrificar. La inflación es el principal argumento electoral de Javier Milei -como quedó en evidencia por la euforia con que se celebró el IPC de 1,6% de junio-. Y, aunque no se lo admita en público, también quedó en claro que la estabilidad cambiaria es otro objetivo innegociable.

Prueba de ello es la contundente intervención del Banco Central en el mercado de futuros, donde llegó a poner contratos por hasta u$s2.700 millones en una sola jornada, con el objetivo de desinflar expectativas de una disparada del dólar. Por más que el discurso oficial del gobierno sostenga que la inflación es causada por el exceso de pesos y niega que exista el fenómeno del «pass through» -el contagio del dólar a los precios-, lo cierto es que, en la práctica, se ha comportado de la manera tradicional. Es decir, recurriendo al dólar como ancla, en un mercado donde las empresas remarcan sus listas de precios ante el menor atisbo devaluatorio.

Es un tema que ha motivado comentarios irónicos por parte de los analistas. Por ejemplo, Javier Okseniuk, de la consultora LCG, publicó un informe muy crítico sobre la política monetaria oficial y, alterando la frase de cabecera de Milei, escribió: «Para el Gobierno, la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno cambiario».

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La variable de ajuste

Si no se puede resignar ni la desinflación, ni la estabilidad cambiaria, ni el recorte del gasto ni la recaudación tributaria, alguna variable de ajuste tiene que quedar para el caso de que ocurra un shock imprevisto o que el público se ponga a la defensiva por la típica incertidumbre pre-electoral.

Y esa variable han sido las tasas de interés, que subieron a niveles difícilmente justificables -una tasa efectiva de 47% anual en una economía que prevé una inflación de 20% para los próximos 12 meses-. Semejante diferencial es típico de los momentos en que se desploma la demanda de pesos por la expectativa de una devaluación.

Lo mismo se refleja en las tasas de los bonos CER -que ajustan como la inflación- que está en un llamativo nivel de 14% anual.

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En el mercado se debate sobre si estos niveles de tasa serán apenas temporales -hasta que se disipe el temor generado por el «shock de liquidez» tras el desarme de las LEFI- o si será la tónica de los próximos meses.

En todo caso, la consecuencia de tasas muy altas y de menor liquidez bancaria es el de un empeoramiento en las condiciones para el crédito. En aras de llegar a las elecciones sin turbulencia financiera, el gobierno está dispuesto a sacrificar, como variable de ajuste, lo que consideraba uno de sus principales logros.

Para peor, esta situación se da en el marco de una serie de defaults privados, que hacen temer por una nueva ola de incumplimientos ante la imposibilidad que encuentran las empresas de «rollear» sus vencimientos a una tasa aceptable.

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¿Un punto de inflexión?

Las cifras empiezan a dar cuenta de un cambio de humor en el mercado. En junio, los préstamos del sector bancario tuvieron un crecimiento mensual real de 2,6%, lo cual implica una ralentización respecto de los meses anteriores, cuando el crecimiento venía a una velocidad de 3,9%.

Son cifras que lucen pequeñas en comparación con las de hace un año, cuando el financiamiento a las empresas crecía de volumen a un ritmo de 17% real mensual, mientras que el consumo subía a una velocidad de 10% real. Claro que en aquel momento había razones de peso para que se viera semejante crecimiento: en primer lugar, que se estaba en recuperación de un escenario previo de muy bajo crédito; y en segundo lugar, que había una agresiva política oficial de baja de las tasas de interés.

Ahora, ya hay indicios de un punto de inflexión. Un informe de Julián Muntane para la consultora Di Stefano señala que, desde julio, los préstamos por tarjeta están cayendo a un ritmo de 7,1% mensual, mientras que también disminuyen los depósitos, aunque a un ritmo menor, de 1,4%.

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«Por lo tanto, está comenzando un doloroso proceso de cancelación de deudas caras, que en su momento se tomaron a mansalva y sin conciencia. La primera mitad del 2025 puede decirse que no hubo emisión primaria, pero sí emisión secundaria, que es la que se da a través de la creación de dinero ‘de la nada’ a través de los bancos, prestando dinero proveniente de depósitos en cuenta corriente y cajas de ahorro», señala el reporte.

Y la percepción que predomina en el mercado es que esa tendencia se profundizará en los próximos meses. «Posiblemente el gobierno apunte a menores tasas reales hacia adelante, para impulsar crédito y actividad económica, pero que no querría ver, al menos hasta las elecciones, una baja muy significativa», observa un informe de la gestora de fondos SBS.

Medidas que restan liquidez

Por lo pronto, las últimas medidas de política económica refuerzan esa percepción de un freno al crédito. El presidente del Banco Central, Santiago Bausili, justificó medidas que obligarán a los bancos a «un manejo más eficiente de su liquidez», una frase que implica que se fomentará la alocación de pesos en títulos de corto plazo, y que no habrá ayuda del BCRA en forma de colocaciones «overnight» -ni pases pasivos ni las LEFI que pagaban intereses diariamente-.

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Y ahí aparece una de las críticas que en el mercado se le hace al gobierno. Tras el levantamiento del cepo, el Banco Central no sólo anunció la muerte de esos pases pasivos, sino que, además, se dejó de ofrecer los llamados «pases activos» -préstamos de efectivo a los bancos en caso de necesidad-. En teoría, esa medida se enmarcaba en la política deliberada de retirar liquidez de la plaza para controlar la inflación y, además, para inducir al uso de los «dólares del colchón».

Pero hubo efectos colaterales: al perder la asistencia de su «prestamista de última instancia», el gerente del banco no puede arriesgarse a tener poco efectivo en caja, porque si ocurre un imprevisto no puede responder ante sus clientes. Y eso lleva a que en el sistema se empezó a juntar liquidez «por las dudas».

Es decir, al revés de lo que argumentaba el gobierno, no toda la captación de depósitos estaba destinada a la expansión del crédito, sino a una previsión por retiros. En la medida en que se consolide un proceso de disminución de depósitos, esa necesidad de liquidez a la mano será más grande. Y en situaciones así sufre el crédito, porque más pesos van a colocaciones financieras de corto plazo.

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¿Quién detiene al spread?

En esa misma línea se inscribe el aumento de los encajes para las billeteras electrónicas. Es cierto que, como dice Bausili, había un trato desigual a estas entidades y a los bancos, que permitía que las «fintech» tuvieran el atractivo de remunerar a sus usuarios con tasas promedio de 25% anual.

Ahora, al tener que alojar más liquidez obligatoriamente en encajes, esas financieras tendrán que retirar pesos de los fondos de money market. Estos fondos manejan un volumen de $39 billones, y se estima que más de un 10% de ese monto corresponde a los depósitos de las billeteras virtuales.

¿Cómo reaccionarán los pequeños ahorristas? Es difícil suponer que utilicen las alternativas más sofisticadas, como los bonos del Tesoro. Por lo que sólo hay dos opciones: o se resignan a un premio menor por sus depósitos, o directamente cancelan para refugiarse en dólares.

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En todo caso, lo que se está previendo es una mayor distancia entre las tasas que los bancos les cobran a los tomadores de crédito y la que pagan a los ahorristas -el «spread de tasa», en la jerga financiera-.

Los créditos para el consumo pueden llegar a niveles de 160% de costo financiero total, mientras la remuneración de plazos fijos para los ahorristas llega, en los depósitos más largos, al 30% efectivo anual.

En el sector corporativo las tasas son menores, pero aun así muy por encima de la inflación prevista. El rubro agrícola, por ejemplo, que suele obtener mejores tasas por su condición de exportador, se puede obtener crédito al 50%, pero sigue siendo un monto que los productores ven como caro, dada la disminución de sus márgenes de rentabilidad.

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ECONOMIA

La actividad económica frenó su recuperación mensual, pero creció 5% interanual

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Luego de haber mejorado 1,8% mensual en abril, la actividad económica frenó su crecimiento en mayo, aunque mantuvo una tasa positiva en la variación interanual.

Así lo informó este lunes el INDEC, al dar a conocer el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) del quinto mes del año. El dato fue analizado por el ministro de Economía Luis Caputo, quien señaló que pese a la caída, la actividad se encuentra en el mismo nivel de abril.

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La actividad económica frenó su recuperación mensual en mayo

En mayo, el EMAE registró una suba de 5,0% en la comparación interanual (ia) y una caída de 0,1% respecto a abril en la medición desestacionalizada (s.e.), según informó INDEC.

Así, en los primeros cinco meses del año, acumula una mejora del 6,1% frente al mismo período del 2024.

Con relación a igual mes de 2024, trece de los sectores de actividad que conforman el EMAE registraron subas en mayo, entre los que se destacan Intermediación financiera (25,8% ia) y Pesca (12,2% ia).

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La actividad de Comercio mayorista, minorista y reparaciones (10,0% ia) fue la de mayor incidencia positiva en la variación interanual del EMAE, seguida de Intermediación financiera (25,8% ia) e Industria manufacturera (5,0% ia).

Por su parte, dos sectores de actividad registraron caídas en la comparación interanual: Electricidad, gas y agua (-9,0% ia) y Administración pública y defensa; planes de seguridad social de afiliación obligatoria (-0,9% ia). Estas actividades le restan 0,20 puntos porcentuales al crecimiento interanual del EMAE.

Al repasar los datos, Caputo aclaró: «Hubo corrección de los dos meses anteriores: marzo de -1,9% a -1,7% y abril de +1,9% a +1,8%. Esto hace que, a pesar de la baja de 0,1% en mayo, el indicador quede en el mismo nivel que tenía en abril pasado».

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Perspectivas de consumo a la baja, una señal de alerta para el Gobierno

En un contexto de un mayor apretón monetario y una política de ingresos contenida, con las paritarias corriendo por debajo de la inflación, el consumo llegará a las elecciones con un nivel pinchado.

La estrategia de que el crédito se convierta en el empuje de la actividad económica quedó ahora en crisis, tras el encarecimiento de las cuotas.

Un informe del Banco Central acaba de revelar que las familias ya tienen comprometido el 19% de sus ingresos en el pago de cuotas. Eso significa que no existe demasiado espacio para seguir tomando deuda para consumir.

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La economía «de contado» sigue en niveles históricamente bajos, a pesar de que la inflación mensual va para abajo.

Justamente, en las grandes compañías fabricantes de alimentos, bebidas y productos de higiene personal y limpieza, consultadas por iProfesional, admiten que no tienen margen para trasladar la suba de sus costos dolarizados (materias primas) a los precios finales.

«Privilegiamos no perder volumen de ventas. Aunque el margen de rentabilidad ya se encuentra en mínimos históricos», resumió el director de una alimenticia líder.

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Así, más allá del crecimiento interanual, el ruido político y financiero puede afectar tanto el consumo como la actividad económica en los próximos meses. 



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La mirada de Redrado sobre el dólar: qué dijo su consultora sobre una posible corrida cambiaria

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En los últimos días, hubo ruido en la política monetaria y cambiaria debido a medidas del equipo económico que luego corrigió. En este sentido, la Fundación Capital, dirigida por Martín Redrado y Carlos Pérez, resaltan, en su último informe, que «en el marco de la salida parcial del cepo, no existe posibilidad de corrida cambiaria», descartando el escenario más temido por los inversores y ahorristas.

Esto surge del análisis de la oferta y demanda potencial de dólares. La primera ronda los u$s3.000 millones, siendo que las reservas internacionales brutas superan los u$s40.000 millones, y a se le debe quitar u$s13.000 millones del swap con China, que son un derecho a pedir su uso, y otros u$s14.000 millones adicionales por los encajes de los depósitos en dólares.

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La clave es acumular reservas, según la consultora de Martín Redrado

Por el lado de la demanda, la fundación destaca que principalmente se da por los depósitos a plazo fijo y los títulos del Tesoro que tienen las personas físicas, sumando unos $19 billones. «Esto ayuda a que el mercado considere que el techo de la banda cambiaria es creíble, ya que la autoridad monetaria puede vender divisas cuando toca el límite superior. Aún más, cuanto más cerca del techo de la banda, si el mercado tiene confianza en la misma, debería tender a posicionarse en pesos, lo que haría que aparezca cierta oferta y no se perfore el límite superior», se menciona en el trabajo.

No obstante, hacia delante, al acercarse a las elecciones, habrá períodos en los que suele haber una dolarización de carteras más significativa, a la vez que se aleja el período de mayor estacionalidad de los agrodólares. Así, «será muy importante que continúe el sendero de acumulación de reservas para mostrar mayor previsibilidad cambiaria y generar confianza», mencionan.

En ese marco, el Tesoro habría vuelto a comprar divisas dentro de la banda la semana pasada. Con relación a un tema clave y motivo de debate entre los economistas, esta menciona que «si bien las reservas internacionales netas todavía se encuentran lejos de la meta del Fondo Monetario Internacional, estas compras del Tesoro Nacional y el cambio de actitud respecto a lo expresado en el mes de mayo (que no comprarían dentro de las bandas), muestran el retorno al camino de posible acumulación de reservas.

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«Esta decisión parece estar en línea con la reunión reciente con el equipo técnico del organismo y una búsqueda del desembolso por US$ 2.000 millones pautado para julio de este año (hay otro desembolso pactado para noviembre por u$s1.000 millones)», resaltaron.

El escenario del dólar cerca de las elecciones

Frente a una etapa de menor afluencia de agrodólares, con los comicios más cerca y reservas que van aumentando, aunque de forma muy moderada, el escenario del dólar buscando el techo de la banda tiene 50% de probabilidad de ocurrencia. Allí, la economía crecerá en torno al 5%, la inflación terminará el año en el 29,6% i.a. en diciembre y el tipo de cambio seguirá con unos meses de deslizamiento como el observado (44,6% i.a. en diciembre).

A su vez, teniendo presente que el objetivo de las autoridades es el de calma cambiaria y desinflación, motivo por el cual pusieron en juego diversas herramientas con dicho fin, el escenario del Gobierno tampoco puede descartarse, con un 40% de probabilidad de ocurrencia. En este escenario, el deslizamiento del tipo de cambio oficial se calma, bajo el supuesto de mayor acumulación de dólares por diversas vías, concluyendo el año con un incremento del 32% i.a., una inflación del 26% i.a. en el último mes del año y un aumento de la actividad económica del 5,2%.

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