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ECONOMIA

Intel obtiene 3.500 millones de dólares para chips militares estadounidenses Por Investing.com

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Intel Corp (NASDAQ:) ha conseguido la elegibilidad para recibir hasta 3.500 millones de dólares en subvenciones federales destinadas a la producción de semiconductores para el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Este avance se produce tras un acuerdo vinculante entre el fabricante de chips y funcionarios estadounidenses, según se informó hoy.

La compañía, un actor principal en la industria de semiconductores, alcanzó este hito como parte de un impulso más amplio del gobierno estadounidense para fortalecer la fabricación nacional de chips en sectores críticos, incluyendo la defensa nacional. Se prevé que las subvenciones faciliten la producción de semiconductores avanzados, componentes esenciales en una amplia gama de equipos militares y sistemas tecnológicos.

Esta medida llega en un momento en que la cadena de suministro global de semiconductores enfrenta desafíos significativos, incluyendo escasez y tensiones geopolíticas. Al asegurar una fuente nacional para estos componentes críticos, Estados Unidos busca mejorar su soberanía tecnológica y reducir la dependencia de la producción extranjera de chips.

La calificación de Intel para las subvenciones marca un paso importante en la colaboración entre el sector tecnológico y el gobierno federal, reflejando un compromiso estratégico para fortalecer las capacidades de defensa de la nación a través de avances tecnológicos.

El apoyo financiero forma parte de una iniciativa gubernamental más amplia para invertir en la industria de semiconductores del país, con el objetivo de mantener una ventaja competitiva en un mercado global en rápida evolución. La participación de Intel en esta iniciativa subraya el papel de la compañía en el apoyo a los objetivos de seguridad nacional a través de su experiencia en fabricación.

Se espera que el acuerdo y la financiación asociada tengan un impacto positivo en las operaciones de Intel, potencialmente conduciendo a un aumento en la capacidad de producción y la innovación tecnológica dentro de los procesos de fabricación de semiconductores de la compañía.

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Reuters contribuyó a este artículo.


Este artículo ha sido generado y traducido con el apoyo de AI y revisado por un editor. Para más información, consulte nuestros T&C.

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ECONOMIA

Hay boom de bienes de consumo importados y expertos temen que no haya suficientes dólares para bancarlo

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Detrás de la celebración del gobierno por el holgado superávit comercial de 2024, hay un dato que está llamado a ocupar el centro de la polémica: el rubro de bienes de consumo ya ocupa el 12% del total importado, y está llamado a crecer, como consecuencia del dólar barato y el alivio impositivo.

La cifra registrada en el año -u$s7.405 millones- sigue siendo baja, y de hecho es todavía inferior a la de 2023, pero en los últimos meses se notó una fuerte aceleración, al punto que en diciembre se importó un 53% más que hace un año. Hay, naturalmente, un efecto de «puesta al día», porque muchos importadores habían pospuesto operaciones a la espera del alivio del impuesto PAIS.

Se espera que ese efecto se profundice en los próximos meses, ya con la caída a cero de ese sobrecargo. Pero, además, también los meses venideros coincidirán con la ralentización del crawling peg a una velocidad del 1% mensual. En otras palabras, un abaratamiento relativo de los bienes con precio dolarizado.

Y, para completar, el gobierno está tomando medidas que apuntan a estimular las importaciones por la vía de desmontar regulaciones. Fue el propio ministro Luis Toto Caputo quien anunció un cambio en el régimen antidumping. El objetivo declarado es fomentar la competencia y evitar que la función original de los derechos antidumping se distorsione como una protección injustificada. En concreto, esas medidas acortan su vigencia de cinco años a tres años, y solamente puede haber una extensión de dos años.

El año de las importaciones

Este combo hace que los analistas esperen para el 2025 una suba en las importaciones, tanto de bienes finales como de insumos para la producción. Según una antigua máxima aceptada por el mercado, hay una relación de «tres a uno» entre las importaciones y la variación del PBI, lo que implica que si la economía este año crecerá un 5%, se espera que las importaciones lo hagan en torno al 15%.

Por lo pronto, la encuesta REM entre los principales bancos y consultoras prevé que las importaciones este año crecerán unos u$s7.000 millones. Pero hay un detalle fundamental: a diferencia de otros años, no se espera que el rubro energía ocupe un lugar importante entre las compras del exterior.

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De hecho, en 2024, apenas un 6,6% de la «torta» importadores correspondió a combustibles, mientras que en 2022 -el año en que se dio el mix fatídico de subas de precio por la guerra de Ucrania y aumento en el consumo por bajas temperaturas- se había llegado a ocupar un 16%.

Las previsiones para 2025 es que haya aun menos importaciones de gas que en el año pasado, de manera que el rubro energético, durante años sinónimo de «fuga» de divisas, podría dejar un saldo superavitario por casi u$s8.000 millones.

¿Una meta sobreestimada?

Si las importaciones van a crecer encima cerca del 15%, pero al mismo tiempo las compras de gas licuado ya casi no tendrán injerencia, ¿cuál será el factor que las hará crecer? Desde ya que la mayor compra de bienes de capitales e insumos es previsible, porque se trata de un crecimiento vinculado a todo ciclo expansivo de la economía.

Pero, además, hay una expectativa puesta en los rubros destinados al consumo final. Si se consideran los antecedentes cercanos, hay potencial para un crecimiento importante. En 2017, el último año en el que hubo un crecimiento económico en un marco de tipo de cambio atrasado y apertura comercial, hubo importaciones por u$s15.244 millones -u$s8.947 millones en bienes de consumo y u$s6.297 millones en vehículos-.

Es una cifra que supera en 50% la registrada en 2024, lo cual da la pauta del potencial de incremento en un año en el que los productos importados se tornarán baratos como consecuencia del programa económico de ancla cambiaria.

Y ese es uno de los puntos que llevan a los analistas a poner en duda los optimistas pronósticos del gobierno, que espera para este año un holgado superávit de las cuentas externas, que le deje u$s20.000 millones disponibles como para poder hacer frente a obligaciones externas.

Problemas en el campo

Las dudas están en el otro lado de la balanza comercial, el de las exportaciones. Y están estrechamente vinculadas al hombre de quien se habla por estas horas en todo el mundo: el presidente Donald Trump.

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Ocurre que, como consecuencia de las primeras medidas económicas del mandatario estadounidense -ya desde hace meses previstas por varios gobiernos-, se está produciendo un cambio en el flujo de capitales, con un fortalecimiento del dólar. Históricamente, este movimiento se ha dado en conjunto con caídas de los precios de las materias primas, lo cual suele perjudicar a países como Argentina. Por lo pronto, los países vecinos ya respondieron con devaluaciones.

No por casualidad, en la agenda de Toto Caputo figura, como uno de los problemas a resolver de manera urgente, la desactivación de un conflicto en ciernes con los productores sojeros, que quieren apurar la rebaja de las retenciones, de modo de compensar por la tendencia bajista en los precios.

Por más que las lluvias veraniegas trajeron algo de alivio, todavía hay zonas con problemas hídricos. De hecho, un reporte del banco de inversión Morgan Stanley revisó a la baja la proyección sojera, desde 52,5 millones de toneladas, a 49 millones.

Pero, lo peor de todo es que, aun cuando los números globales de la campaña resulten buenos, se toparán con precios que podrán neutralizar esa mejora.

En 2024, las materias primas dejaron u$s18.307 millones mientras las manufacturas de origen agrícola trajeron divisas por u$s29.675 millones. Y hay serias dudas sobre la posibilidad de que esos números se puedan repetir, dado que la soja, el principal cultivo argentino «for export», no logra salir de la zona de u$s360 por tonelada, después de haber tocado el año pasado un pico de u$s459 y en 2023 haber alcanzado u$s525.

El «factor Trump» se refleja en una posible retracción de la demanda de China, el primer importador. Ya prevenido sobre el riesgo de una «guerra comercial», el gobierno chino realizó un stock preventivo, lo cual sostuvo los precios las últimas semanas. Pero los analistas advierten sobre la posible baja de precios futura, dado que la relación entre el stock y el consumo nunca fue tan alta: hoy, según cifras del departamento de agricultura estadounidense, se registra en el mundo un excedente de 33%, cuando el promedio en lo que va del siglo es de 25%.

Petróleo bajo el «efecto Trump»

El «efecto Trump» no se agota en el agro, sino que afecta, sobre todo a la energía. Su potente proclama pro-petrolera y su rechazo a la agenda neo-ambientalista lleva a los analistas a prever caídas de precio en el mercado del crudo. En otros tiempos, habría sido una buena noticia para Argentina, que era importador neto de energía, pero justo ahora que se propone dar el salto exportador, los bajos precios no son para festejar.

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La consigna expresada en la elocuente frase «drill, baby, drill» supone que Trump quiere incrementar de manera sustancial la producción de petróleo y gas, con el objetivo declarado de bajas el costo de la energía y, de esa forma, compensar por las eventuales subas de precios que genere su política arancelaria.

Actualmente el crudo Brent cotiza a u$s79, y hay expertos que especulan que bajo la gestión Trump los precios podrían caer a la zona inferior a u$s60, una cotización que no se veía desde los días de la pandemia.

La explicación es que al incremento de oferta global que supondrá la política energética de Trump se podría sumar una retracción de la demanda, por el freno en la economía de China.

Puesto en números, se prevé que en 2025 haya, todos los días, un exceso de un millón de barriles de crudo. La Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) tuvo que poner en revisión su previsión original de agregar, para este año, unos 180.000 barriles por día.

Esto ocurre justo cuando Argentina preveía exportar por cerca de u$s13.000 millones, lo que implicaría un incremento de 30% respecto de lo vendido en 2024. Las expectativas son buenas si se las considera desde el punto de vista del volumen: gracias a la expansión del gasoducto Oldelval, que transporta petróleo desde Vaca Muerta a la costa patagónica, se incrementará el volumen exportable, que superaría los 300.000 barriles diarios.

Sin embargo, la eventualidad de un mercado global con precios a la baja podría obligar a revisar las proyecciones de la exportación petrolera argentina.

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