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ECONOMIA

Los analistas señalan que el ritmo de recorte de la tasa del Banco Central lo está imponiendo la baja de la inflación

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En un escenario donde la inflación de mayo se ubicaría en torno al 5%, según las estimaciones de consultoras privadas, con lo cual mostraría una desaceleración respecto al 8% de abril, pero hay más volatilidad del dólar blue y de las divisas financieras, por lo que prevalecen las dudas en el mercado acerca de si el Banco Central volverá a bajar la tasa de política monetaria en el corto plazo.

Y es que los dólares paralelos evidenciaron recientemente una escalada que llevó al blue a tocar un pico de $1.300 y el CCL amagó con coquetear ese valor. Y los analistas consideraron que una de las principales causas de esa disparada fue la última baja de tasas.

La entidad monetaria bajó la tasa el 14 de mayo cuando la recortó 10 puntos porcentuales y la ubicó en el 40% nominal anual (TNA) que equivale a 3,3% de Tasa Efectiva Mensual (TEM). Fue la sexta baja desde la asunción de Milei.  Y tras esa medida, los bancos redujeron la rentabilidad de los plazos fijos tradicionales, que se mantienen actualmente en un rango de entre 28% y 34% de TNA, según la entidad, es decir, un rendimiento de entre 2,3% y 2,6 % mensual.

Tasa de interés e inflación: la estrategia del Gobierno

El BCRA avanzó rápidamente con la política de recorte de la tasa monetaria, que es la que rige para los pases de los bancos porque busca licuar su stock de pasivos remunerados, y a sanear así balance, que es uno de los cuatro requisitos que el ministro de Economía Luis Caputo mencionó para poder abrir el cepo. A la vez, esa baja de tasas, junto a otras medidas adoptadas por el Banco Central, busca fomentar la participación en las licitaciones de deuda del Tesoro. Con ese fin, también el Tesoro en las dos últimas subastas ofreció LECAPs de corto plazo con una tasa mínima mensual de 4,2%, superior al rendimiento de 3,3% mensual que obtienen los bancos por los pases.

«La baja acelerada en las tasas de interés fue el principal factor de la suba de los dólares financieros, seguido a la incertidumbre política generada en los obstáculos para la aprobación de leyes promovidas por el ejecutivo«, aseguró el economista Joaquín Marque, director de UG Valores.

Y sostiene que «las anclas del modelo económico, siguen siendo el superavit fiscal, acumulación de reservas y una continua baja de la inflación. Todo retroceso en las mismas, tendrá un efecto político inmediato y la sociedad y los agentes económicos empezaran a dudar de la viabilidad del rumbo elegido».

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El economista Gabriel Caamaño explicó que «el objetivo es que la liquidez fluya del BCRA al Tesoro y eso genere que baje el stock de pases, y que la tasa la empiece a fijar el Tesoro y no el BCRA». 

Prevén que el BCRA podría bajar la tasa a mediados de junio para seguir licuando sus pasivos remunerados

«La idea es que sea el Tesoro el que empiece a manejar la tasa con licitaciones de LECAPs. Y el objetivo lo está logrando«, destacó el economista. Y es que en la última licitación de deuda del Tesoro de mayo colocó $3,52 billones en LECAPs, que era el monto que había estipulado, aunque recibió ofertas por $16,7 billones.

En sintonía, el economista Maximiliano Ramirez, de la consultora Suramericana Visión, aludió al cronograma de licitaciones quincenales de LECAPs y aseveró que «la implementación de este esquema no solo busca acelerar el reemplazo de la deuda del BCRA por deuda del Tesoro, sino también que busca que los bancos definan la tasa del plazo fijo y de las cuentas remuneradas tomando como referencia la tasa de LECAPs y dejando de lado la tasa de política monetaria que es la de pases pasivos».Y subrayó que ese fue el mensaje que trasmitió recientemente Caputo en un encuentro organizado por el IAEF.

En ese marco, un informe de la consultora Equilibra indicó que «el stock de pasivos remunerados pasó de representar el 5,7% del PBI a fines de abril a 3,5% en mayo». Y el BCRA «redujo con fuerza la emisión endógena por pago de intereses de sus pasivos remunerados, desde 8% de la base monetaria ampliada en noviembre de 2023 a 1,9% en mayo».

Tasa de interés: ¿el Banco Central volverá a bajarla si cae la inflación?

Los analistas señalan que el ritmo de recorte de la tasa lo vino imponiendo la baja de la inflación. Pero ahora creen que también hay que evitar riesgos de tensión con los dólares alternativos.

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En ese sentido, Nery Persichini, estratega jefe de GMA Capital prevé que «podríamos ver un respiro en el sendero de bajas de tasas de política monetaria, especialmente después de la reacción que observamos del tipo de cambio financiero».Y consideró que «el mercado parecería haberle puesto un límite al exitoso experimento de prueba y error que implicó podar la tasas desde 133% a 40% en 6 meses sin tensiones cambiarias».

Además, el experto sostuvo que «el dato de inflación de mayo, que podría estar en torno a 5% mensual por la suspensión de corrección de tarifas y el retroceso en prepagas, sería una ‘gaviota que no haría verano’», pero afirmó que «la reacción más importante, al alza o a la baja, para reflejar los cambios de las expectativas y los flujo deberíamos encontrarlos en las tasas cortas de Lecap».

Analistas creen que si la inflación de mayo da cerca de 5% es probable una nueva baja de tasas

Analistas creen que si la inflación de mayo da cerca de 5% es probable una nueva baja de tasas

En sintonía, Juan Truffa, director de Outlier, cree el BCRA va a dejar la tasa «quieta por el momento». Y opinó: «Todavía no hay espacio como para seguir bajando la tasa. Quizás puede llegar a esperar una licitación más del calendario que impuso cada 15 días -la próxima es el 12 de junio- de manera de poder estar tranquilos con que no haya nuevamente movimientos en los dólares financieros como pasó en la otra licitación en donde a partir de una baja de tasas y mucho movimiento a partir de liquidez bancaria terminó generando una suba en los dólares»

Según su visión, «pasada esa segunda licitación, ya vamos a estar más encima del dato de inflación de mayo -el INDEC lo difundirá el 13 de junio- con lo cual en función de cómo venga el número quizás ahí recién vean de bajar la tasa». Y acotó que «si da debajo de 5% no veo razones por las cuales no quieran avanzar en una reducción (de la tasa) sobre todo porque el levantamiento del cepo parecería estar un poco lejano todavía».

El economista Federico Glustein concordó que «para mediado de junio, cuando venzan las LECAPs (cortas que se colocaron en la última licitación de deuda del Tesoro) y se haya anunciado la inflación de mayo, es probable que pueda haber algún cambio con la tasa», aunque él cree que «no sería conveniente para evitar recalentar el escenario cambiario».

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¿El Banco Central volverá a bajar la tasa de interés en junio?: esto anticipan los expertos

Para Pablo Repetto, jefe de Research de Aurum Valores, el Banco Central «no debería bajar la tasa porque todavía falta para que la inflación esté en niveles lógicos». Además, previno que si hay otra reducción también «la tasa del plazo fijo va a bajar y corren el riesgo de más suba de dólares». Sin embargo, el economista estimó que «en algún momento de junio la van a bajar si les da bien inflación», y enfatizó: «esperaría que no se vayan de mambo y que no la bajen más de 5 puntos».

A su vez, Ramirez especuló dado que hay «una tasa de pases que está en 3,3% y una inflación a la baja, tenemos una proyección para mayo que se encuentra en torno al 5,2%, eso va a llevar a que seguramente el BCRA vuelva a tocar la tasa.

«Después de unos días de suba, los dólares alternativos se volvieron a estabilizar. Con un posible buen dato de inflación esa posibilidad de baja de tasa tiene altas chances en las próximas semanas. Lo que veo es una baja en torno a 10 puntos, que la ubicaría en 30%, lo que implicaría que la tasa fija mensual se ubique en 2,5%. Estaría apenas por encima del crawling que el Gobierno estableció en 2%. Y ahí ya no debería tener más margen para seguirla bajando», opinó.

Analistas advierten que una nueva baja de tasa sería riesgoso y podría recalentar a los dólares libres

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Tasa: con la mira en los dólares

Ramiro Tosi, ex subsecretario de Financiamiento en la gestión de Martín Guzmán en Economía, advirtió que «volver a bajar la tasa de política ya es más riesgoso y puede darle mucha inestabilidad a la brecha» cambiaria. Y evaluó: «Hoy la tasa está en 3,2% con una inflación que estaría cerca del 5% en mayo, por lo cual me parece que en el margen pueden bajar pero mucho menos que antes. Quizás del 40% al 35%, lo que dejaría una tasa mensual del 2,9%. Y nuevamente el Tesoro tendría que pagar una mayor tasa para seguir con la migración».

En ese marco, el ex funcionario sostuvo que «el problema luego es que el spread los bancos trasladan al plazo fijo, y si bajan ellos la tasa por debajo del 30% puede que varios prefieran dolarizar y no quedarse en pesos«. Así, juzgó que «la tasa ya bajó bastante y en tanto no se estabilice la inflación debajo del 3,5/4% sería prudente en eso. Sobre todo porque quedan ajustes pendientes de tarifas, combustible, etc que va a hacer difícil bajarla aún más y converger a un 2/3% por mes», esgrimió.

A su vez, Juan Manuel Franco, economista jefe del grupo SBS, juzgó que «el BCRA seguirá bajando tasas aunque tal vez la próxima baja la haga mirando de cerca la dinámica cambiaria en un contexto en que las liquidaciones de exportaciones totales caen, incluso con la mejora estacional que se ve para liquidaciones del agro». Y es que una caída en el flujo de liquidación puede presionar al alza el valor del CCL por una menor oferta de divisas en ese segmento a través del dólar blend.

De igual mirada, el analista financiero Gustavo Ber afirmó que «a partir del éxito con que ya se está logrando el objetivo de acelerada migración de pases al Tesoro, para evitar riesgos podría inclinarse por ahora por esperar señales de una mayor desaceleración de la inflación». Y auguró que «el principal riesgo de una baja de tasas que incomode a los agentes económicos podría ser otro reacomodamiento de los dólares financieros y libre que pudiera ampliar rápidamente la brecha, y ello al final llegar a tener efecto negativo en los precios».

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Para Ber, «en caso de validarse próximamente una dinámica de mayor desinflación, más adelante podría volver a reducir la tasa de política monetaria, pero no más allá del orden 2,5% mensual, ya que debe existir un premio para las colocaciones en pesos.

Asimismo, Andrés Reschini, analista de F2 Soluciones Financieras señaló que «si la inflación baja al 5% la tasa tendría que volver a bajar para que la licuadora no pierda eficiencia» pero previno que «el tema es el riesgo que se corre ante una eventual subida de los dólares financieros si la inflación esperada no baja en proporción».



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El mal momento de Pablo Moyano: pierde influencia sobre gremios y sus paros son menos contundentes

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Uno de los síntomas más elocuentes sobre el momento político del país es la reciente derrota interna de Pablo Moyano en el debate sindical sobre si es momento de ir al choque con Javier Milei o dialogar. El líder camionero parecía convencido de que iba a obtener respaldo para un paro general en diciembre, pero recibió una contundente negativa por parte de la cúpula de la CGT.

En realidad, no fue una situación muy sorpresiva: el fallido paro transportista del 30 de octubre había dejado en claro el escaso clima que había en el ámbito sindical como para escalar la conflictividad. De hecho, ese día Moyano y los sectores más radicalizados del sindicalismo habían quedado desairados: la adhesión a la medida fue baja, al punto que casi no tuvo consecuencias en la actividad comercial del país.

Pero, lo peor para Moyano, quedó en evidencia que el gremio de los colectiveros no compartía los motivos de la protesta: mientras el camionero y los dirigentes ferroviarios y aeronáuticos habían planteado el paro como una típica medida política contra las reformas de Milei, los colectiveros estaban en conflicto por una típica negociación salarial. Con la excusa de que se encontraban impedidos por la medida de conciliación obligatoria, le dijeron a Moyano que irían al paro, pero no el mismo día sino en la jornada siguiente, y finalmente pasó lo que todos sospechaban: se anunció un acuerdo salarial y el paro de colectivos se levantó.

El fracaso de aquel paro fue inversamente proporcional al tono de las amenazas que hicieron los dirigentes. «El gobierno no sabe dónde se está metiendo», había dicho Pablo Biró, dirigente del sindicato aeronáutico y uno de los enemigos preferidos del gobierno para debatir sobre la reforma de Aerolíneas Argentinas.

También, como un reconocimiento tácito de que la protesta había sido floja, ese día los seguidores de Moyano habían advertido que «recién estamos calentando motores» y que esa medida de fuerza debía ser interpretada como una etapa más en una escalada de crecimiento conflictivo. De hecho, se avisó sobre una masiva «marcha federal» y un nuevo paro, un anuncio que solamente fue recibido con entusiasmo por los estatales de ATE -que no pertenece a la CGT sino a la central izquierdista CTA- mientras los «gordos» liderados por Héctor Daer permanecían indiferentes.

Con semejantes antecedentes, hasta resulta raro que Moyano no haya revisado sus planes y haya insistido en una postura combativa con la que ni siquiera tiene el apoyo de su padre, el legendario Hugo Moyano.

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Es por eso que, en este momento, una de las especulaciones del ámbito político es que se esté generando, deliberadamente, una puja interna que termine por fracturar nuevamente al movimiento sindical. Una fisura, por otra parte, que el gobierno de Milei ve como funcional a sus intereses.

Pablo Moyano y medidas de fuerza cada vez menos efectivas

«Hay que estar en la calle para seguir resistiendo y denunciando este modelo económico que tanto daño le está haciendo a los argentinos y no podemos mirar para otro lado», había advertido Moyano antes de que el secretariado de la CGT se reuniera el miércoles.

El característico tono combativo de Moyano parecía destinado a calentar el ambiente previo, porque volvió a criticar a quienes defienden la postura dialoguista con Milei y les pidió «que se hagan cargo de sus actos». En el sector de Moyano, el chiste de moda es que la sigla CGT quiere decir, en realidad, «Confederación General de Twitter», por la preferencia de los dirigentes de estar más activos con comunicados en las redes que con medidas de protesta callejera.

Lo cierto es que la fisura está ratificada después de la reunión del miércoles, en la que no solamente no se apoyó la convocatoria a un nuevo paro sino que se ratificó que «nuestra apuesta sigue siendo el diálogo, centrado en los ejes de desarrollo, producción y trabajo», al tiempo que calificaron al grupo de Moyano como un sector minoritario que está, en realidad, bajo la influencia política del kirchnerismo.

Esta división puede parecer extraña para quien recuerde el compacto frente sindical que había mostrado el sindicalismo en los primeros días de Milei. En enero, cuando contrariando los consejos de los políticos peronistas la CGT convocó a un paro general en plena temporada de vacaciones y además realizó una concentración frente al Congreso, era evidente que toda la clase sindical se sentía amenazada.

El gobierno acababa de anunciar su decreto de necesidad y urgencia donde se cambiaban normativas laborales concernientes a los despidos y se afectaba la financiación de las obras sociales. Además se preparaba el primer intento de ley bases, que implicaba una reducción del poderío político y financiero de los sindicatos y, para colmo, se incluía la primera versión de la reinstauración del impuesto a las Ganancias.

En aquel momento, el paro fue un éxito. Y los discursos de todos los dirigentes de la CGT estuvieron dirigidos más a los gobernadores y legisladores peronistas que al propio gobierno. Les advertían que no había que darles los votos a las reformas que proponía Milei, bajo riesgo de ser considerados traidores.

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También había sido masivo el paro parcial del 9 de mayo, todavía con un Milei debilitado por no haber podido impulsar la ley bases, y en el momento en el que la recesión económica se hacía sentir con mayor magnitud.

En aquel momento, había además conflictos sectoriales, dentro de los cuales el de camioneros fue uno de los más notorios. El motivo era que el ministro Luis Toto Caputo había decidido no homologar las paritarias que convalidaran cifras demasiado encima de lo que el gobierno creía que iba a ser el sendero descendente de la inflación.

Ese conflicto finalmente se destrabó cuando Hugo Moyano acudió a la Casa Rosada y habló con Guillermo Francos. Se resolvió el problema al más puro estilo del peronismo tradicional: en los papeles, el gremio camionero aceptó un aumento menor al previsto, pero eso se compensaba con pagos de suma fija. De forma tal que en términos reales se cobraba lo pretendido, pero se evitaba darle al mercado la señal política de una paritaria a la que Caputo temía por su capacidad de «efecto contagio».

La CGT en un nuevo contexto político

Diez meses después de aquella expresión de combatividad sindical, muchas cosas parecen haber cambiado. Parte de ello es la situación económica, que le permitió a los gremios con mayor capacidad de negociación una recuperación salarial.

De hecho, según la estadística del Indec, los salarios del sector privado registrado -es decir, el rubro en el que figuran los sectores bajo convenio- tuvo una mejora nominal de 124% acumulada hasta septiembre, mientras que la inflación de ese período fue de 101%.

Y, ante la disminución que está mostrando el IPC, está ocurriendo uno de los efectos más buscados por el gobierno: que las negociaciones en las paritarias dejen de ser casi permanentes para empezar a espaciarse en período de tres o cuatro meses.

Pero, sobre todo, lo que ha cambiado es el contexto político: en el entorno de Milei convencieron al presidente sobre la conveniencia de hacer algunas concesiones a «los gordos» de la CGT para evitar un clima de conflictividad.

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Y así fue que mientras algunas reformas se aprobaron -en particular, el regreso del impuesto a las Ganancias, vital para la consolidación del superávit fiscal-, quedaron relegados otros temas menos urgentes para la política económica pero importantes para la cúpula sindical, como la reforma en las obras sociales o el aporte de la cuota sindical.

De hecho, resultó sintomático que el PRO emitió un comunicado en el que lamenta que en el Congreso no haya tenido aprobación un paquete de reforma sobre «democratización sindical» y para cambiar aspectos de la justicia laboral.

No hubo un reproche explícito al gobierno, aunque se empiezan a acumular temas -como el fracaso de la iniciativa «Ficha Limpia»- en los que el macrismo insinúa que Milei prefiere no avanzar con tal de mantener espacio de negociación con el peronismo.

«Esta reforma que impulsamos desde nuestro bloque proponía medidas fundamentales para modernizar el sindicalismo argentino: poner fin a las reelecciones indefinidas de los dirigentes gremiales, eliminar la obligatoriedad de la cuota solidaria, exigir declaraciones juradas de bienes a los sindicalistas y garantizar mayor transparencia en el manejo de los recursos de los gremios», dice el comunicado del PRO, que se queja de la «oportunidad perdida».

Una fisura que es funcional a Milei

Al mismo tiempo que Milei exhibe esa disposición a dialogar con el sindicalismo «de los gordos», muestra también cierta comodidad en contar a Pablo Moyano entre sus enemigos.

A esta altura, es una estrategia política ya consolidada la de levantar el perfil de figuras que tienen alto grado de rechazo en el electorado «libertario», como forma de reforzar la fidelidad de su base de apoyo social.

Moyano es un ejemplo típico, al igual que el aeronáutico Pablo Biró, en quien el gobierno personificó los vicios y privilegios sindicales del gremio aeronáutico. Precisamente, unos días antes del desaire que sufrió Moyano con la cúpula de la CGT se había producido otro evento importante para Milei: el retroceso del sindicato de Aerolíneas.

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Al percibir que la amenaza de la privatización no era un «bluff» sino una posibilidad cierta en la que Milei estaba dispuesto a avanzar, los sindicalistas de Aerolíneas aceptaron una tregua, suspendiendo los paros que irritan a los pasajeros en los aeropuertos, acotando sus pretensiones salariales y aceptando que se pongan en revisión algunos de los privilegios más alevosos en cuanto a viáticos y beneficios contenidos en el convenio.

En definitiva, la fisura dentro del ámbito sindical es percibida por el gobierno como algo beneficioso: por un lado, le resta fuerza a las convocatorias de manifestaciones o medidas de protesta. Y, al mismo tiempo, preserva un grupo de dirigentes radicalizados, con Moyano a la cabeza, con los cuales polemizar para satisfacción de los cibermilitantes libertarios.

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