ECONOMIA
Regulación versus libertad financiera: Milei, obligado a tomar medidas que lo alejan de los «cripto bros»
Todos recuerdan la escena: Javier Milei, todavía no en plan de campaña sino en su versión de economista stand-up, se presentaba en teatros de todo el país, ante un auditorio de veinteañeros entusiastas que lo conocían por la TV. Milei, en un intento de simplificar el concepto de la emisión monetaria, insultaba a una maqueta de cartón que representaba al Banco Central, lo acusaba de haberle sacado 14 ceros a la moneda, y finalmente lo destrozaba a palazos.
A veces, el número terminaba con «enfermeros» retirando a Milei siendo sacado envuelto en un chaleco de fuerza, mientras gritaba «basta de inflación». A veces, su hermana Karina actuaba como su secretaria. En ese momento, seis años atrás, pocos soñaban con que el economista-showman llegaría a la presidencia, y el resto de sus colegas se mofaban de él.
Sin embargo, esos jóvenes que habían pagado la entrada para escucharlo, y que luego se quedaban en la puerta para pedirle selfies, se lo tomaban muy en serio. No solamente veían a un entertainer, sino a un líder.
Y decodificaron un mensaje con claridad. Siempre es mejor el mercado que la burocracia estatal, siempre será más eficiente la ley de oferta y demanda que las trabas regulatorias. Milei explicaba ya en aquel momento -y lo haría, siendo presidente, a la hora de debatir con Cristina Kirchner sobre la «economía bimonetaria»- que el dinero fue uno de los grandes inventos de la humanidad, que surgió espontáneamente por necesidad de los pueblos para comerciar y que se corrompió cuando los gobiernos se apoderaron de él mediante el monopolio de la emisión.
A tono con esa filosofía, Milei declaraba su simpatía por las nuevas tendencias del dinero digital, donde veía una chance de que los ciudadanos se liberaran de la «estafa» que imponían los gobiernos -y el BCRA en particular- al obligarlos a usar un billete que la gente repudiaba.
Milei no se limitaba al discurso, sino que fue un promotor activo de la nueva cultura financiera en boga, con las actitudes que hoy se le están volviendo en contra como un efecto boomerang: la recomendación de una criptomoneda y el dictado de cursos en un fondo de criptoactivos.
Esos proyectos no tuvieron buen final, pero eso no impidió que empezara una relación de fascinación mutua entre Milei y los llamados «cripto bros». Y justamente, ese vínculo que en su momento impulsó la carrera política del presidente es el que entró en crisis con el escándalo por la estafa de Libra.
Hoy los politólogos se dividen en dos grupos: de un lado, los que creen que, por ser un tema complejo y por faltar ocho meses para las elecciones, este escándalo se terminará disipando sin efecto electoral; del otro, los que creen que se afectó la imagen y el discurso del líder libertario, que ya no volverá a ser visto de la misma forma por su núcleo inicial de seguidores.
Milei, cuando en su fase ‘stand up’ destruía la maqueta del Banco Central
El pacto Milei-Cripto Bros
Desde aquellos días en que Milei se presentaba en teatros, los analistas más observadores sobre las nuevas tendencias sociales empezaron a reconocer el surgimiento de un nuevo grupo social en la juventud argentina, casi en las antípodas de los ideologizados militantes de La Cámpora -que ya pasaban a ser treintañeros-.
Escépticos y desilusionados con toda la clase política, con cierta inclinación intuitiva hacia el liberalismo económico -sobre todo, por el rechazo a los impuestos y las regulaciones- y muy pendientes de las oportunidades que ofrecía la tecnología, estos jóvenes empezaron a conformar una corriente de opinión poderosa. Muchos de ellos compartían la afición por las novedades digitales en el mundo financiero, incluyendo el boom de Bitcoin y las monedas «token».
Empezó entonces a correr la etiqueta de «cripto bros» para definirlos. Pero no se parecían en nada a aquellos jóvenes pioneros de la generación «punto com». Aquellos eran locuaces, carismáticos, de alto perfil y cumplían un rol aspiracional: el joven visionario que por su capacidad de pensar «out of the box» se transforma en rico y famoso. El máximo exponente de aquella camada es Marcos Galperín, el fundador de Mercado Libre.
A diferencia de esos jóvenes de hace 25 años, estos «cripto bros» tenían otras características: paradójicamente, el hecho de ser más retraídos los llevó a tener una mayor influencia política.
En su mayoría eran varones y, como muchos de su generación, con cierta tendencia al aislamiento social, algo que acentuaron la cuarentena y la cultura «gamer». Algunos de ellos eran muy activos en las redes sociales y empezaban a opinar sobre los nuevos debates, con una notoria oposición al feminismo y la cultura «woke».
Fue ese el núcleo inicial de militantes del que Milei se valió para echar a andar su aventura política en las legislativas de 2021. Son los que popularizaron el cántico «la casta tiene miedo» y luego conformaron el potente ejército que desde las redes sociales impuso el discurso del candidato libertario.
Hoy, muchos de ellos figuran entre los que apostaron -y perdieron- por Libra después que vieron el tuit del presidente que tácitamente recomendaba la inversión.
Entre la libertad y la regulación
El escándalo sobre Libra cambió todo. Ahora Milei se enfrenta al desafío de tomar distancia de la estafa sin por eso mantener su perfil «anarco capitalista». Algo no tan fácil de lograr, dado que al presidente, para explicar lo que ocurrió y garantizar que no se repetirá, no le queda otra salida que la de avanzar en una regulación sobre los cripto activos.
En su tuit «aclaratorio» sobre lo ocurrido con Viva la Libertad Project, Milei no pidió disculpas a los damnificados. Podría interpretarse que no lo hizo por un cálculo político o por consejo de sus abogados. Pero también es probable que, desde su visión libertaria, el presidente no crea que haya víctimas reales en un mercado donde todos los jugadores saben que, por naturaleza, es volátil y que el riesgo es parte esencial de la inversión.
De hecho, Milei dio retuit a un mensaje del economista Darío Epstein, que argumentó que, dada la cantidad de pasos necesarios para crear la «phantom wallet», estas inversiones no involucran a pequeños inversores desprevenidos sino a expertos de alto riesgo.
Claro, es difícil para Milei defender ese argumento de manera explícita, precisamente porque hay una diferencia fundamental entre el mundo cripto y el mercado de capitales tradicional: la regulación. Cuando se compra una acción bursátil o una ON, la empresa está obligada a explicar qué uso le dará al dinero, debe presentar balances auditados por firmas independientes, y sus emisiones reciben una calificación de riesgo atribuida por una agencia especializada.
Nada de eso ocurre en el universo de las «memecoins», donde la opacidad es la norma. Ahora, recién en plena crisis, la Oficina de la Presidencia comunicó la creación de una Unidad de Tareas de Investigación (UTI), para investigar lo ocurrido con Libra. Y en el mercado se oyen reclamos en pos de una mayor regulación.
Esto supondría una mayor injerencia por parte de la Comisión Nacional de Valores, justo cuando, en medio de la fiebre desreguladora, los militantes más radicales se estaban entusiasmando con la posible desaparición de esa entidad regulatoria. Esto supone un desafío, para que el gobierno aplique controles sin que, por ello, se afecte lo que, supuestamente, es la mejor condición de las criptomonedas y las hace diferentes de los pesos: el no depender de un gobierno.
Lo cierto es que, en la cultura cripto, la independencia del poder estatal centralizado es, precisamente, el principal atractivo. Es justamente bajo esa filosofía que llovieron críticas al proyecto del Banco Central Europeo para crear el «euro digital», que progresivamente iría desplazando al dinero tradicional.
A pesar de que va en línea con muchas de las ventajas que los «cripto bros» ven en las monedas digitales, esta será la creación de un gobierno supranacional que, gracias a la tecnología Blockchain, podría saber en cuándo y en qué gastó cada individuo. Los críticos más extremos llegaron a comparar este sistema con una distopía en la que el Banco Central se convertiría en un verdadero «Gran Hermano» de las finanzas.
Del «petro» de Maduro a la moneda de Massa
Las criptomonedas no son patrimonio de los liberales. De hecho, hubo experiencias como la del «petro» de Venezuela. Nicolás Maduro la lanzó en 2018, en el peor momento de la balanza de pagos de su país, como forma de conseguir dólares frescos, poniendo como respaldo las reservas petroleras. Era el tipo de criptomoneda conocida como «Token», con respaldo en un activo real. El petro tuvo su momento de auge en el mercado, pero en 2023, súbitamente, dejó de cotizar.
Y las propuestas para criptomonedas estatales también fueron parte de la discusión política argentina. Sergio Massa, durante el debate de candidatos previo a la primera vuelta electoral, lo mencionó como una forma de inyectar la masa de dólares que los argentinos tenían ahorrada fuera del sistema.
«Tengo claro que Argentina tiene una enorme dificultad. Hoy te quiero contar cómo lo vamos a resolver. Vamos a poner en marcha la moneda digital de Argentina. Así como tus hijos plantean en su economía de plataforma la posibilidad de comerciar con el celular o la tarjeta, lo vamos a hacer de una manera global en Argentina», había dicho el candidato peronista, después de haber definido que el gran problema de la economía es que salen más dólares de los que entran y que hay desincentivos en el sistema financiero.
En una frase claramente dirigida a los miles de profesionales que vendían servicios al exterior, los cobraban en dólares y no los ingresaban al país o buscan la forma de eludir la conversión al cambio oficial. Es decir, el grueso de los jóvenes que simpatizaban con el discurso anti-regulador de Milei.
Pero aquella propuesta de Massa encontró escaso apoyo político. Los liberales sospecharon de que el Estado pudiera controlar de manera monopólica y dando curso legal obligatorio una criptomoneda que permitiera «comercial con el celular o tarjeta, de manera global para toda la Argentina».
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ECONOMIA
Equinor analiza su continuidad en Vaca Muerta: Por ahora escucha ofertas
El impacto por la venta millonaria de los activos no convencionales de la estadounidense ExxonMobil no tardó en reflejarse en otros grandes jugadores, y si bien los grandes players internacionales resaltaban desde entonces la valoración de mercado lograda en esa operación, la noruega Equinor acaba de dar un paso más que podría conducir a su salida de Vaca Muerta.
La empresa del Estado de Noruega, una de las energéticas más grandes del mundo con fuerte especialización en el offshore, acaba de contratar a un banco internacional de primera línea para explorar si en el mercado puede haber interés en comprar las áreas en las que participa como socia en Vaca Muerta, informaron a iProfesional fuentes al tanto de esa búsqueda.
Esta evaluación del mercado y de ponderación del valor de los activos es un proceso que suelen hacer generalmente en silencio las compañías en todo el mundo de la industria petrolera, y es tal como comenzó hace poco más de dos años el proceso de desinversión de ExxoMobil que concluyó en el último trimestre de 2024 con la venta de activos a la nacional Pluspetrol por u$s1.750 millones.
En este caso, Equinor es propietaria del 30% de Bandurria Sur, un bloque de shale oil en el que está asociada a YPF que es la compañía operadora con el 40% de participación y con la anglohgolandesa Shell que controla el 30% restante de paquete accionario. La noruega, además, participa con el 50% del bloque Bajo del Toro Norte, también operada por YPF.
Este proceso de posible desinversión se daría en un momento clave de la formación en el cual se están desplegando distintas obras de infraestructura para la evacuación de gas y petróleo en la formación que liberaría por muchos años el cuello de botella que limitó el crecimiento de la producción, abriendo múltiples oportunidades de exportación que generarían ingresos que se estiman podrían alcanzar los u$s30.000 millones hacia finales de la década.
Vaca Muerta en análisis, pero «el offshore no se toca»
Las mismas fuentes consultadas aseguraron que estos son las únicas áreas en análisis y que podrían derivar en una desinversión a mediano plazo, pero que no hay indicio (por ahora) de que pueda ocurrir algo similar con las áreas que Equinor tiene en el offshore argentino con permisos de exploración vigentes, lo que en definitiva es uno de los fuertes de la compañía en el mundo.
En su último informe global al mercado realizado semanas atrás, la empresa dio por cerrados los procesos de desinversión de los negocios de exploración y producción en Azerbaiyán y Nigeria, con una contraprestación total estimada de hasta u$s2.000 millones, tras 30 años de actividad en esos mercados bien diferenciados, en línea con la estrategia de optimización de la cartera de petróleo y gas.
Las perspectivas actualizadas para 2025 por la compañía indicaron recientemente que este año Equinor tendrá un inversión en capex de u$s13.000 millones, una estimación de la producción de petróleo y gas que crecerá un 4% interanual, y con una revisión a la baja de la intensidad de inversión de sus proyectos renovables para «adecuarlos a la realidad del mercado».
En este marco se da la puesta en análisis de los activos en Vaca Muerta, lo que no implica una salida segura, sino que deben cumplirse pasos previos como encontrar interesados en asumir la titularidad de esos bloques, luego que el precio que ofrezca sea atractivo y finalmente lograr un acuerdo amplio para el traspaso.
Pero como en toda gran compañía global, las fuentes consultadas también señalaron que la principal puja no es con el resto de las competidoras sino que es interna, ya que las distintas locaciones en los 30 países que Equinor tiene presencia disputan por lograr los fondos para sus planes de inversión y desarrollo, y en ese escenario el futuro de Vaca Muerta indica que no es buen momento para salir.
Como dato al margen, Equinor ya había vendido en 2023 su participación en el proyecto solar Guañizuil II, en la provincia de San Juan, a Central Puerto, la mayor compañía generadora del sector eléctrico local. Tan sólo ese desarrollo produce una generación eléctrica de aproximadamente 300 GWh/año.
Equinor y otras majors ante la venta de áreas de ExxonMobil
De todas maneras, la repercusión de los activos de ExxonMobil tuvo su efecto en Equinor como en otras compañías que operan en el no convencional local, ya que si bien la roca es de clase mundial las condiciones del mercado argentino no son aún las ideales para la inversión de los millonarios capitales que requiere el desarrollo masivo de la formación durante los próximos años.
La salida de la estadounidense se concretó con la venta a Pluspetrol de participaciones mayoritarias en bloques estratégicos como Bajo del Choique-La Invernada, Los Toldos I Sur, Los Toldos II Oeste y Pampa de las Yeguas, ubicados en la ventana de petróleo de Vaca Muerta. También le vendió el 21,3% de las acciones en el oleoducto Oldelval, que en semanas inaugurará las obras de ampliación de transporte de crudo.
A la vez, ExxonMobil le vendió a YPF su participación en el bloque Sierra Chata, con muy buena productividad de gas natural y actualmente operado por Pampa Energía, que será parte de la estrategia del upstream para el desarrollo del Proyecto Argentina LNG, de los próximos años, y que demandará muy grandes volúmenes diarios de suministro.
Precisamente, son las compañías locales están a la búsqueda de nuevos acreajes sabiendo de la oportunidad de mediano y largo plazo que representa Vaca Muerta, tal el caso de YPF, Pan American Energy, Vista, Pluspetrol, Tecpetrol o Pampa Energía, que son las que están al frente de los grandes proyectos como el Oleoducto Vaca Muerta Sur o la producción de GNL.
Si bien las fuentes aseguraron que para Equinor «el offshore no se toca», la compañía a mediados de 2024 concretó la venta a YPF de la titularidad del 35% de sus áreas offshore AUS 105 y 106, en la Cuenca Austral cercanas a Tierra del Fuego, y otro 25% a la Compañía General de Combustibles (CGC), la petrolera de Corporación América.
La compañía Noruega en sociedad con YPF en el área CAN 100, unos 300 kilómetros frente a las costas de Mar del Plata, fue protagonista del primer pozo de exploración offshore en aguas profundas con el denominado Proyecto Argerich, que se concretó un año atrás que no arrojó indicios de hidrocarburos, pero cuyos resultados seguirán siendo motivo de análisis durante 2025.
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