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ECONOMIA

Tras el shock de Trump, Milei se posiciona en la «pole position» para pedir excepciones comerciales a EE.UU.

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A primera vista, no puede imaginarse una escena más alejada de los principios libertarios: el «Día de la Liberación» en el que el presidente Donald Trump anunció una suba generalizada de aranceles para todos sus socios tuvo argumentos que se ubican en las antípodas de la escuela económica austríaca que admira Javier Milei.

Hasta podría decirse que el tono del discurso de Trump sonó conocido para el público latinoamericano y al argentino en particular: la equiparación del déficit comercial con un daño a la economía propia, la reivindicación del accionar estatal en el comercio exterior y la demonización de importaciones como destructoras de empleo local, todo conforma un discurso de proteccionismo populista con un aire extremadamente familiar por estas latitudes.

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Para alarma de los liberales, Trump interpreta que tener saldos negativos en la balanza comercial con otros países significa subsidiar a las economías foráneas.

Y lo extraño no es solamente que en Estados Unidos se abrace ahora un «neo mercantilismo» sino que eso ocurra cuando en Argentina, históricamente proteccionista, el gobierno de Milei practica la política opuesta, con una apertura comercial por partida doble –abaratamiento de facto por el dólar barato y, además, bajas de aranceles para ayudar a contener los precios domésticos-.

La más reciente medida en ese sentido fue tomada hace dos semanas por el ministro de economía, Toto Caputo, quien anunció una serie de reducciones arancelarias para ropa y calzado -que pasaron del 35% al 20% de protección-, así como telas e hilados. «La Argentina sigue siendo el país con la indumentaria más cara en la región y en el mundo», justificó Caputo, en una afirmación que exacerbó el debate sobre el nivel de los impuestos internos.

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En notorio contraste con esa medida, un mes atrás Argentina había estado en la lista de países «castigados» con subas de aranceles, más concretamente al acero y aluminio, dos de los principales rubros de exportación con destino Estados Unidos -aunque las cifras que vende Argentina representan un 4% de los que el país del norte les compra a socios mayores, como Canadá-.

Y, ahora, según el anuncio de Trump, pasará a la nómina de países que tendrán una carga de 10% en sus exportaciones al mercado estadounidense.

Milei y Trump: ¿comercio o estrategia geopolítica?

Es en esa situación que resurge la pregunta inevitable: ¿por qué Milei cree que el alineamiento automático con Estados Unidos será positivo para Argentina, que está dando señales de profundizar la receta aperturista?

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Y la respuesta la insinuó el propio Milei, que cree que es un error evaluar a Trump desde la óptica comercial sino que se debe hacerlo desde una visión geopolítica. «Usted puede ser todo lo pro comercio que quiera, pero si del otro lado no le juegan con las reglas de libre comercio, entonces toma una respuesta. No se puede hacer una evaluación de la política en el vacío, porque eso es no entender la lógica de la política económica», había dicho Milei tras la elección de Trump.

Y, ya desde ese momento, planteó cuál sería su fórmula para no ser afectado por ese proteccionismo: la búsqueda de un acuerdo bilateral, basada en la afinidad política, en la que Argentina pudiera obtener concesiones.

En aquel momento todavía se creía que la guerra comercial se limitaría a China y otras potencias asiáticas que lideraban la exportación industrial. Sin embargo, la alarma se expandió a nivel global cuando Trump focalizó sus ataques sobre sus vecinos, Canadá y México, a quienes amenazó con gravar con 25% las compras de petróleo.

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Los principales proveedores externos de petróleo para la economía estadounidense son Canadá, México y Venezuela, en ese orden. Parecía insólito que, al tiempo que se amenazaba a los dos primeros, se premiara al régimen de Nicolás Maduro con una renovación del permiso de explotación venezolana para Chevron.

Pero pronto quedó en evidencia la motivación política detrás de las amenazas comerciales: se suspendieron las sanciones sobre México y Canadá, a cambio de la promesa de mayores controles fronterizos. Mientras que Venezuela fue sancionada, pero no porque Maduro haya fraguado elecciones, sino por su demora en repatriar a los miembros de la organización delictiva «Tren de Aragua».

El mismo Trump dijo, en su discurso del «Día de la Liberación», que en los últimos días había recibido un sinfín de pedidos por parte de presidentes, primeros ministros y monarcas, para que sus respectivos países obtuvieran excepciones en las sanciones arancelarias. En definitiva, todo el mundo está interpretando que lo que hace Trump acaso no sea una política movida por convicción mercantilista sino una estrategia para obtener beneficios en otras áreas de interés geopolítico.

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Milei se muestra como «aliado natural»

El gobierno argentino está aferrado a esa creencia, y por eso no deja de hacer guiños políticos, y de mostrarse como «aliado natural» de la administración Trump en una región donde el resto de los grandes países tienen una orientación de centro izquierda.

Brasil y México no solamente aparecen entre los más alejados desde el punto de vista ideológico, sino que además figuran en el tope en la lista de los países con mayor disparidad en el trato arancelario.

Argentina, en cambio, no figuró en la lista que mostró el presidente estadounidense. Según la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina, el arancel promedio que se aplica a los productos provenientes de EE.UU. es de 6,4%. Que si bien quintuplica el arancel a las exportaciones argentinos, no deja de ser un nivel bajo en comparación con otros ejemplos mostrados por Trump.

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De hecho, en esa nómina aparecen países asiáticos con cifras cercanas al 100%. China, la principal preocupación de Trump, carga aranceles por 67%.

Argentina, en comparación, aparece como un país no problemático. Su carga arancelaria es inferior al 10% que cobra Brasil.

¿El retraso cambiario juega a favor?

Y, además, hay otro detalle importante que en este momento puede jugar a favor de Milei: Trump no solamente se quejó de los aranceles aduaneros sino también de la manipulación cambiaria que hacen los países para abaratar sus exportaciones.

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Es decir, Estados Unidos considerará como una conducta desleal a las devaluaciones que se realicen como forma de recuperar competitividad y así compensar el mayor costo arancelario. Eso es lo que durante el año pasado hicieron todos los países de la región, con Brasil y México a la cabeza.

Y, en ese punto, Argentina ha sido la excepción, por su fuerte revaluación del peso. Desde ese punto de vista, el «timing» es perfecto para Milei, porque el discurso de Trump le sirve como argumento en su discusión con el Fondo Monetario Internacional.

De hecho, el gobierno no sólo no quiere alterar su esquema cambiario, sino que ha dicho que no cree que las devaluaciones sean el remedio a la volatilidad internacional. Lo dijo explícitamente Toto Caputo en febrero pasado, cuando trató de llevar calma al mercado con este mensaje en las redes sociales: «Siempre contemplamos la posibilidad de que haya shocks externos, como el que estamos viendo en este momento. El mejor antídoto contra esto es garantizarles a los argentinos que este gobierno nunca se va a mover un centímetro del orden fiscal y monetario que llevamos adelante desde el día 1».

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En las entrelíneas de Caputo se deja traslucir el mensaje de que, por más que haya turbulencias a nivel internacional, no se prevé alterar la política económica basada en «las tres anclas». Se trata del superávit fiscal, el congelamiento monetario y la ralentización del dólar, como forma de llevar la inflación mensual debajo del 2%.

Milei, en «pole position»

Para Milei, el gesto de haber sido invitado a la celebración de Mar a Lago para recibir la condecoración «Make America Great Again» implica varias satisfacciones. Además de la confirmación de que el escándalo Libra no afectó la visión que hay sobre su persona en el gobierno Trump, le permite transmitir al mundo la interpretación de que Argentina está en el listado de los países amigos.

Traducido al terreno comercial, que en la carrera por obtener excepciones a las subas arancelarias, se encuentra en «pole position». La concreción, en el corto plazo, de una entrevista bilateral formal en la Casa Blanca es una posibilidad cierta.

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Mientras tanto, se intensifica el lobby interno en Estados Unidos por una asistencia financiera de u$s15.000 millones -es decir, un inédito 75% del total comprometido por el FMI- para reforzar a Milei.

La carta de la diputada María Salazar al secretario de Finanzas, Scott Bessent, es la demostración cabal de que lo que está en juego excede ampliamente la discusión financiera y entra en el terreno de la geopolítica: la representante de origen cubano no fundamentó su pedido en indicadores de inflación, sino que dijo que «América latina necesita desesperadamente un ejemplo que seguir, y Argentina es la referencia moral y política que puede mostrarles el camino a sus vecinos».

Soja y petróleo: ¿suben o bajan?

¿Qué puede ocurrir a partir de ahora? Las miradas de los analistas están puestas sobre los riesgos de desvíos de flujos comerciales. La primera sospecha era la de una caída generalizada de precios agrícolas, dado que la producción está excediendo la demanda y que, se podría producir un fortalecimiento del dólar. Sin embargo, esa visión se relativizó en las últimas semanas. Como siempre, la reacción de China será la clave: si ocurriera un desvío de compras hacia otros proveedores fuera de Estados Unidos, el impacto sobre precios podría ser menor que el temido inicialmente.

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Luego está el capítulo del petróleo. Durante la campaña electoral, uno de los «caballitos de batalla» de Trump fue la promesa de una baja en el precio de los combustibles para el mercado interno. Es lo que explica su ya célebre frase «drill, baby, drill» en su discurso inaugural.

Lo cierto es que, por más que sus promesas se cumplan, a Estados Unidos le falta mucho para cortar su dependencia del petróleo importado: sigue comprando una media de 2.400 millones de barriles diarios.

En definitiva, lo que están previendo los analistas es que Trump, ante la posibilidad de que las subas arancelarias pueda incrementar los precios de productos de consumo y agravar la inflación, tratará de que el gran factor de compensación sea una disminución brusca del precio del petróleo. De esa manera, la inflación se vería atenuada.

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Desde el punto de vista de Argentina, esta situación implica una situación ambigua. Por un lado, hay una voluntad de hacer caer el precio del petróleo, justo cuando Caputo apuesta a que las ventas de Vaca Muerta lo ayuden a atenuar el déficit de la balanza de pagos.

Pero, por otra parte, Argentina se está mostrando como socio confiable y eventual proveedor petrolero. Su volumen de producción está todavía lejos del de los grandes exportadores, pero crece aceleradamente y ya pasó a Colombia como tercer productor de la región.

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Las dos míticas marcas que están por desaparecer del ranking de lácteas más importantes de Argentina

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El mapa de la industria láctea argentina atraviesa una transformación silenciosa pero profunda. Así lo muestra el nuevo informe publicado por el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), que actualizó el ranking de empresas del sector para el período 2024/2025.

El relevamiento, que mide el volumen de procesamiento de leche, no solo confirma el avance de las grandes multinacionales, sino también marca el retroceso de dos históricas firmas nacionales que están a punto de salir del top ten e incluso ya ni figuran en el ranking: son los casos de Lácteos Verónica y SanCor, respectivamente.

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Cuáles son las empresas que lideran la industria láctea en Argentina

En la cima del ranking aparece Saputo Argentina S.A., empresa de origen canadiense que se consolida como líder por tercer año consecutivo, con un procesamiento diario de 3,5 millones de litros de leche.

Saputo produce, comercializa y distribuye en Argentina y en el mercado internacional una gran variedad de quesos, manteca y crema, así como también ingredientes lácteos incluidos leche en polvo, caseína y proteína de suero; todo esto bajo las marcas La Paulina, Ricrem y Molfino.

La sigue Mastellone Hnos. S.A. (La Serenísima), con 3,3 millones de litros, y en tercer lugar se ubica Savencia Fromage & Dairy Argentina S.A., conocida por su marca Milkaut, que procesa 1,6 millones de litros por día.

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Más atrás se encuentran Punta del Agua S.A. (1,3 millones), Adecoagro (930 mil litros) y Noal S.A., que cierra el top seis con 900 mil litros diarios. En conjunto, las cinco principales compañías concentran apenas el 36% del volumen total de leche industrializada en el país, una proporción baja si se la compara con otras naciones lecheras, donde las cinco líderes superan el 80% de participación.

Dos marcas históricas que se «caen» del ranking de las principales lácteas de Argentina

El ranking de empresas: SanCor ya no aparece y Verónica ocupa el décimo puesto

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Pero lo que más llama la atención del nuevo relevamiento es lo que no está: la histórica cooperativa SanCor no figura entre las principales empresas. Desde la firma aclararon que decidieron no participar del informe debido a que están «en proceso de convocatoria de acreedores y reestructuración operativa», lo que afecta seriamente sus volúmenes de producción y «no permite establecer comparaciones válidas con otros períodos«.

Otra marca que pierde terreno es Verónica, la empresa santafesina que hoy conserva cerca del 2% del procesamiento nacional y se ubica en el puesto 10, pero cuya permanencia en el ranking corre serio riesgo. La firma atraviesa una profunda crisis financiera y días atrás presentó una propuesta de reestructuración ante la Secretaría de Trabajo de la Nación, en el marco de un procedimiento preventivo de crisis previsto por la ley 24.013.

Según detallaron durante una audiencia virtual con representantes del Gobierno, sindicatos y directivos, «la situación de la empresa está directamente relacionada con la caída de la producción láctea a nivel nacional, que fue del 7% en lo que va de 2024, el retroceso del consumo interno, que bajó un 9,7% durante el año pasado, y la presión de costos crecientes por el contexto inflacionario». A eso se suman «la baja competitividad de la cadena de valor y la concentración del mercado».

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El informe de OCLA también destaca una tendencia que se profundiza desde comienzos de los años 2000: la pérdida de participación de las empresas locales frente a grupos multinacionales, aunque sin llegar aún a niveles extremos de concentración como en otros mercados del mundo. De hecho, el crecimiento más importante en este último año se dio entre las empresas pequeñas, mientras que las más grandes crecieron por debajo del promedio nacional.

Con este panorama, la industria láctea local parece entrar en una nueva etapa, donde los nombres tradicionales pierden terreno y emergen nuevos jugadores que buscan ganar espacio en un contexto desafiante.

La historia de la empresa que destronó a La Serenísima como líder de la industria láctea

Nacida como un emprendimiento familiar en Canadá, Saputo Inc. pasó de ser un pequeño taller quesero en Montreal a convertirse en una potencia global de la industria láctea. Fundada en 1954 por la familia Saputo -inmigrantes sicilianos que llegaron al país con apenas una bicicleta y u$s500-, la compañía hoy opera en cinco países, emplea a casi 20.000 personas y vende sus productos en más de 60 mercados internacionales. Sin embargo, su nombre sigue siendo poco conocido en Argentina, donde ya ostenta un liderazgo absoluto.

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Con más de 67 plantas distribuidas en Canadá, Estados Unidos, Argentina, Reino Unido y Australia, Saputo maneja un portafolio de marcas reconocidas como Frigo Cheese Heads, Montchevre, Armstrong, Cathedral City y La Paulina, esta última con fuerte presencia local.

El desembarco en el mercado argentino se produjo en 2003, cuando compró Molfino Hermanos -en ese momento, el tercer mayor procesador de leche del país- por más de u$s50 millones. La empresa pertenecía al grupo Pérez Companc, y la operación también incluyó a La Paulina, una histórica marca nacional fundada en 1921 en Villa María, Córdoba, que desde entonces se transformó en el estandarte de Saputo en Argentina.

La empresa comercializa productos tanto en el mercado local como en más de 30 destinos internacionales. Es el principal exportador argentino de quesos, especialmente muzzarella, y también produce manteca, leche en polvo, crema, caseína y proteínas de suero.

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Además, opera con un modelo de integración vertical que abarca toda la cadena: desde la recepción diaria de leche proveniente de más de 600 tambos hasta la distribución de productos terminados. Este esquema le permite adaptarse rápidamente a las condiciones del mercado y mantener estándares de calidad constantes.

Lo cierto es que, más allá del liderazgo de la empresa extranjera, una de las notas destacadas de este informe del sector lácteo es la caída de dos marcas emblemáticas argentinas: SanCor y Lácteos Verónica, que atraviesan un momento complejo y eso se refleja en su producción.

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ECONOMIA

Alerta por una «bola de Lecaps»: por qué preocupa al mercado, que advierte por un déficit oculto

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La felicidad casi nunca es completa. Mientras el gobierno respira aliviado por el próximo ingreso de u$s2.000 del Fondo Monetario Internacional, festeja que en junio se quebró un año de déficits en la cuenta corriente y se ilusiona con el ingreso de u$s13.000 millones del campo tras el anuncio de baja de retenciones, se está recalentando otro debate que genera incomodidad en el equipo de Toto Caputo: si se está armando una «bola de Lecaps» potencialmente explosiva en el mediano plazo.

Y lo que más inquieta a los funcionarios es que las críticas no provienen de sus enemigos preferidos -los economistas «keynesianos» que simpatizan con el kirchnerismo- sino de muchos analistas, inversores y banqueros de línea ortodoxa.

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Desde hace tiempo, estos críticos vienen cuestionando la forma en que Caputo y compañía presentan los números, y en los últimos días esa acusación se exacerbó: hay abiertas acusaciones en el sentido de que la deuda no se redujo de la forma en que el equipo económico muestra en las redes sociales y en el programa de streaming del Gordo Dan.

Y eso no es lo peor: en los últimos días, tras el episodio de suba abrupta de las tasas de interés, ya empezaron a cuestionar la veracidad de los números fiscales. En otras palabras, que si se contabilizara correctamente el costo de intereses de la deuda que se está acumulando, entonces ya no existiría el superávit fiscal financiero, sino que los números estarían en rojo.

Es un argumento que tiene la potencia de un misil a la línea de flotación del plan económico, porque justamente el dato en el que se basa Caputo para sostener que «esta vez es diferente» es que, a diferencia de otros momentos de la historia reciente, ahora hay un sólido superávit fiscal.

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La discusión, básicamente, consiste en cómo deben contabilizarse los intereses que se van acumulando -pero que no se pagan hasta el final de la vida del bono- en el caso de las Lecaps, los títulos del Tesoro que absorbieron casi toda la liquidez que en otros tiempos se alojaba en las famosas «bola de Lebacs» -durante la gestión macrista- y «bola de Leliqs» -en la gestión de Alberto Fernández.

¿La bomba pasó del BCRA al Tesoro?

Hablando en números, los bonos del Tesoro en pesos argentinos se encontraban en un nivel equivalente a unos u$s30.000 millones cuando asumió Javier Milei. Y los pasivos del Banco Central -Leliqs más los pases a un día- contabilizaban unos u$s30.000, después de haber tocado un máximo de u$s70.000 en 2018 -casualmente, cuando Toto Caputo presidía en BCRA-.

El diagnóstico del gobierno de Milei era claro: los pasivos remunerados del BCRA eran malignos por donde se los mirara. Constituían una bomba inflacionaria para el futuro de mediano plazo, engordaban en 10 puntos el déficit fiscal y, además, ejercían incentivos perversos porque a los bancos les resultaba más convenientes alojar sus pesos sin riesgo y obteniendo una alta tasa, antes que prestarle el dinero a la empresas para que aumentaran su producción.

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Desde ese punto de vista, «licuar» las Leliqs y pases por la vía inflacionaria era lo mejor que se podía hacer, y el remanente debía traspasarse a deuda del Tesoro. Cuando algún crítico preguntaba cuál era la diferencia entre tener deuda a nombre del BCRA o tenerla en el Tesoro, la respuesta era que la del Tesoro se podía «rollear» indefinidamente, cada vez con menos tasas de interés, y a mayores plazos.

Y que, en el caso de que no se llegara a renovar un vencimiento, no había que lamentarse, porque era el síntoma de que «los bancos vuelven a trabajar de bancos» -una de las frases preferidas de Caputo-. Y, en ese caso, los pesos que haya que pagarles a los bancos no implicarían una emisión inflacionaria, porque saldrían del superávit fiscal.

Todo el que cuestionara ese punto de vista era acusado de «no verla» y de aplicar conceptos de contabilidad financiera erróneos.

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¿Un déficit bajo la alfombra?

Pero contrariando el lema de que «todo marcha acorde a lo planeado», el gobierno vivió zozobras en las últimas semanas, con saltos del dólar por encima de lo previsto, que lo obligaron a una fuerte intervención en el mercado de futuros. Y, además, se generó una brusca variación en las tasas de interés, algo que el presidente del BCRA, Santiago Bausili, adjudicó a la falta de costumbre de los bancos de manejar con eficiencia su liquidez, por tantos años de haber gozado de un subsidio de hecho por parte del Estado.

Las cosas, sin embargo, no se ven de la misma forma del otro lado del mostrador. Se empieza a ver con preocupación que la deuda del Tesoro supera en volumen a la «base monetaria amplia» que el gobierno muestra como garantía de estabilidad financiera.

Y no confían en que haya un sendero bajista de las tasas. Más bien al contrario, creen que el mercado pedirá más premio para quedarse en títulos en pesos que ahora son percibidos como de mayor riesgo, y que el gobierno consentirá esas tasas, por lo menos hasta las elecciones de octubre, con tal de no arriesgar una escapada del dólar.

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Una de las polémicas más intensas ocurrió a raíz de la crítica que hizo el economista y consultor Christian Buteler, quien destacó cómo ha crecido la acumulación de intereses de Lecaps que no se pagan sino que se capitalizan -generando así el crecimiento exponencial del interés compuesto-. Según ese cálculo, ese interés acumulado pasó desde un nivel de $2 billones en agosto 2024 hasta u$s6,3 billones en junio último.

Si se toma el criterio de que esos intereses capitalizados son, en realidad, deuda diferida, entonces la conclusión es que no sólo no hay superávit fiscal primario, sino que hay déficit, y que viene creciendo mes a mes.

Tomando el caso del resultado fiscal de junio, el dato oficial marca un superávit de $551.000 millones, pero cuando se calcula la acumulación de intereses capitalizados -y no pagados- de Lecaps, entonces queda un «rojo» de $5,8 billones. En enero, ese déficit era de $3,1 billones, lo cual da la pauta de la alarma que tienen estos economistas por la velocidad de crecimiento de la «bola» de deuda del Tesoro. Si se contabiliza el acumulado anual, entonces el déficit rondaría los $27 billones.

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La mezcla de devengado y base caja

El gobierno y varios economistas afines rechazan enfáticamente ese criterio, al que juzgan erróneo. La clave pasa por la diferenciación entre lo «devengado» -gastado pero no pagado- con lo efectivamente ya pagado. Por caso, desde la cuenta «Sindicato de Traders» criticaron los análisis que mezclan el flujo devengado con los pagos reales, y lo comparan con una persona que considere que sus finanzas del mes fueron negativas, porque tiene cuotas con la tarjeta hasta diciembre.

El argumento de quienes defienden la contabilidad oficial es que, si se cuentan los intereses acumulados de las Lecaps, entonces también tienen que considerarse los ingresos futuros a la caja de ARCA y el efecto de la reactivación de la economía.

«Es como decir que la deuda te explota porque emitiste un bono a 10 años, pero contarlo contra el PBI de hoy, en pesos de hoy, y sin ajustar nada. Una técnica vieja: inflar pasivos y achatar activos o flujos futuros», es el argumento defensivo.

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Otros hicieron la comparación entre la Lecap -que paga tasa fija- y el bono CER, que ajusta con la inflación. Y afirman que quienes cuentan los intereses acumulados por las Lecap no aplican el mismo criterio con los bonos CER -dado que no se conoce la inflación futura-. Argumentan que si se canjearan todas las Lecap por Lecer, entonces los críticos del gobierno se quedarían sin argumento, a pesar de que la deuda sería del mismo volumen.

¿Y qué afirma el gobierno sobre este punto? El secretario de Finanzas, Pablo Quirno, respondió con un lacónico «se refinancia» a un analista que le preguntó de dónde saldrían los fondos para pagar los intereses de Lecap a su vencimiento.

Y Federico Furiase, el ideólogo del «plan de las tres anclas», abundó en el argumento, afirmando que la deuda consolidada -Tesoro y Banco Central- viene en una reducción acelerada, desde un 56% antes de la asunción de Milei hasta un 42% de hoy.

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Y, para los preocupados por una corrida, afirma que el gobierno tiene un «colchón de reservas en pesos» para responder ante un aumento de la demanda de liquidez sin tener necesidad de emitir. Y que, además, con las reservas del BCRA se pueden comprar todos los pasivos monetarios a un precio que dejaría el dólar debajo de $1.000.

Con la lupa en el carry trade

Pero a partir de esa respuesta surgió un «contra argumento»: la defensa del gobierno da por supuesto que el costo financiero irá en baja por reducción de tasas de interés y que el ingreso seguirá en alza por crecimiento y estabilidad económica.

Y muchos ponen en duda que esa sea la dinámica, dado que la estabilidad cambiaria depende de que no se desarme el «carry trade», y eso implica que las tasas tienen que seguir siendo atractivas en términos reales. Más concretamente, que la renta que deja una Lecap tiene que superar al costo de comprar un «seguro de devaluación» en el mercado de futuros del dólar, algo que en las últimas semanas no ocurrió y que cada vez le cuesta un mayor costo al BCRA.

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Por eso, los críticos del gobierno afirman que Caputo necesita que, en cada licitación, haya un «rolleo» casi total de los títulos que vencen. Y que, en caso de que el número sea menor -hubo licitaciones en que quedó más del 30% sin renovar- no ocurrirá la expansión crediticia que espera el gobierno, sino que los pesos «excedentes» terminarán corriendo al dólar.

En todo caso, las próximas licitaciones del Tesoro darán la pauta de si el mercado sigue confiando en la capacidad de repago del gobierno o si, por el contrario, se reinstala el fantasma del «reperfilamiento».

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ECONOMIA

Desde la City anticipan el momento ideal para volver a invertir en acciones argentinas

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Las acciones de las empresas argentinas rebotaron con fuerza en las últimas jornadas y recuperaron parte de las pérdidas. Sin embargo, medidas en dólares, aún se encuentran muy lejos de los máximos históricos que alcanzaron a principios del año y en el mercado prevén que pronto habrá «puntos de entrada» para apostar a un eventual repunte tras las elecciones de octubre.

Medido en dólares, el índice S&P Merval, que pondera a las empresas más importantes que cotizan en la bolsa local, quedó en casi u$s1.700, aún muy por debajo del récord de casi u$s2.400 que tocó en enero, por lo que los operadores ven margen alcista.

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Esta semana, arrancará la temporada de presentación de balances de las empresas argentinas que cotizan en el mercado local y en Wall Street, lo que podría influir en el desempeño de las acciones, tanto para bien como para mal, dependiendo de los resultados y las proyecciones que hagan, en contraste con la expectativa de los inversores.

No obstante, los operadores afirman que si bien los balances y proyecciones pueden influir en el desempeño de las acciones argentinas, el mayor peso lo tendrán las noticias relacionadas con las elecciones legislativas. La expectativa está puesta principalmente en los comicios, que de resultar favorables para el oficialismo nacional, impulsarían fuertes subas en los precios de los activos locales. 

Temporada de balances: las empresas clave del Merval

Delphos Investment prevé que los balances corporativos del segundo trimestre, que se presentarán a partir de esta semana, dejarán señales divergentes por sectores. Espera que los bancos muestren buenos resultados, con expansión en la cartera de préstamos y mayores ganancias, mientras las petroleras enfrentarían un escenario negativo por caída de precios y estancamiento en los volúmenes.

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De acuerdo con la firma de consultoría financiera, las empresas vinculadas a la industria siderúrgica y a la cementera, si bien estuvieron afectadas por menores precios, mostrarían mejoras en los volúmenes, impulsadas por la estacionalidad del segundo trimestre, favorable para ambos sectores.

La temporada de balances trimestrales de las empresas argentinas la abrirá Ternium, que hará la presentación este martes 29 de julio. El grueso de las publicaciones se realizará la próxima semana: Transportadora de Gas del Sur lo hará el 5 de agosto, seguido por Pampa Energía (6 de agosto), YPF (7 de agosto) y Loma Negra (8 de agosto). En tanto, los bancos locales tendrán su turno en las jornadas posteriores.

Arrancan las apuestas por acciones argentinas de cara a las elecciones

Previo a los repuntes de los últimos días, los analistas afirmaban que el S&P Merval ya se encontraba muy cerca del piso técnico. Por lo tanto, no se descarta que el índice de acciones locales haya tocado el piso técnico y las subas recientes obedezcan en gran parte a un rebote, además de noticias positivas, como la aprobación de metas del acuerdo por parte del staff del Fondo Monetario Internacional.

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IEB considera que los movimientos de las últimas jornadas se tratan de una lateralización, proceso en el que los activos oscilan en torno a un rango pero sin definir claramente una tendencia alcista o bajista. No obstante, estima que hay altas probabilidades de que próximamente las acciones vuelvan a ceder, lo que habilitaría «puntos de entrada más bajos» y representaría una «buena oportunidad para comenzar a jugar ‘el trade electoral’».

«El proceso implica mantenerse ‘underweight’ (menor tenencia en cartera) en las acciones de las empresas argentinas hasta que comiencen a evidenciarse signos de inicio del ‘trade electoral’ y en el trayecto tomar ventaja de potenciales puntos de entrada», sostiene.

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El bróker de bolsa asegura que el grado de triunfo que alcance el oficialismo nacional en las elecciones legislativas de octubre tendrá una relación directa con el potencial alcista de las acciones argentinas. Es decir, entre mayor sea la ventaja que saque el oficialismo nacional sobre la oposición, mayor sería el repunte de los activos de renta variable local.

«La temporada de balances no luce como un evento que pueda constituirse como un catalizador para la renta variable argentina. Cuesta encontrar sectores que vayan a reportar resultados extraordinarios. A nuestro entender, el evento que los inversores podrían eventualmente tomar como relevante serán las elecciones de medio término», afirma.

Sin embargo, el bróker advierte que el tránsito hasta las elecciones de octubre, que podría resultar muy positivo en caso de un triunfo oficialista, seguramente estará signado de volatilidad en las cotizaciones de las acciones argentinas, influenciadas por los ruidos políticos y las expectativas que se generen con base en los números de las encuestas.

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El equipo de research de SBS agrega que, a pesar de los repuntes de las últimas jornadas, el mercado se mantiene en modo «wait and see». Los inversores, sostiene, parecen estar a la espera de catalizadores para demandar más papeles de renta variable argentina, como podrían ser una baja en los niveles de riesgo país y, especialmente, los resultados de las elecciones de medio término.



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