Las empresas tecnológicas recurren cada vez más a las centrales nucleares para obtener la electricidad libre de emisiones que necesitan para el funcionamiento de la inteligencia artificial y otros negocios.
Hace poco, Microsoft, Google y Amazon cerraron acuerdos con operadores y desarrolladores de centrales nucleares a fin de impulsar el auge de los centros de datos, los cuales prestan servicios de cómputo a empresas grandes y pequeñas.
La demanda se ha acelerado debido a las grandes inversiones que estas y otras empresas tecnológicas han realizado en inteligencia artificial, la cual requiere mucha más potencia que otros negocios tecnológicos más convencionales como las redes sociales, la emisión en continuo de video y las búsquedas en línea.
Microsoft ha acordado pagarle a una empresa energética para reactivar la central nuclear clausurada de Three Mile Island, en Pensilvania.
Y esta semana Amazon y Google señalaron que se estaban enfocando en una nueva generación de pequeños reactores modulares.
Esa tecnología todavía no se comercializa con éxito, pero, según los expertos en energía, podría ser más barata y fácil de construir que los grandes reactores nucleares que Estados Unidos ha construido desde la década de 1950.
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Las grandes empresas tecnológicas, las cuales antes invertían mucho en energía eólica y solar, ahora gravitan hacia la energía nuclear porque quieren energía disponible las 24 horas del día sin producir emisiones de gases de efecto invernadero.
La eólica y la solar no contribuyen al cambio climático, pero no están disponibles en todo momento sin la ayuda de baterías u otras formas de almacenamiento de energía.
Todas las grandes empresas tecnológicas se han comprometido a alimentar sus operaciones con energía libre de emisiones para 2030, pero esos compromisos llegaron antes del auge de la inteligencia artificial, la cual ha exigido más energía.
“Quieren que todo esto crezca de forma sostenible y en este momento la mejor respuesta es la energía nuclear”, afirmó Aneesh Prabhu, director gerente de S&P Global Ratings.
Acuerdos
El lunes, Google declaró que había llegado a un acuerdo para comprar energía nuclear de pequeños reactores modulares que desarrolló una empresa emergente llamada Kairos Power y que esperaba que el primero de ellos estuviera funcionando en 2030.
El miércoles, Amazon señaló que iba a invertir en el desarrollo de pequeños reactores modulares de otra empresa emergente, X-Energy.
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Bryan Hanson, vicepresidente ejecutivo y director de generación de Constellation Energy, en el centro, habla con los medios de comunicación en la clausurada central nuclear de Three Mile Island en Middletown, Pensilvania, EE.UU., el miércoles 16 de octubre de 2024. Constellation Energy Corp., propietaria de la clausurada central nuclear de Three Mile Island, invertirá 1.600 millones de dólares para reactivarla, acordando vender toda la producción a Microsoft Corp. en un momento en que el titán tecnológico busca electricidad libre de carbono para centros de datos que impulsen el auge de la inteligencia artificial. Fotógrafo: Heather Khalifa/Bloomberg
El acuerdo de Microsoft con Constellation Energy para reactivar un reactor en Three Mile Island se anunció el mes pasado.
Prabhu mencionó que la construcción de cada uno de los pequeños reactores modulares podría costar unos 1000 millones de dólares y que algún día podría ser factible colocarlos al lado de centros de datos.
Las empresas tecnológicas no son las únicas que defienden la energía nuclear.
Hace poco, el presidente Joe Biden firmó una ley que aprobaron mayorías bipartidistas en el Congreso la cual, según sus autores, acelerará el desarrollo de nuevos proyectos de energía nuclear.
El gobierno de Biden considera fundamental la energía nuclear, que en este momento suministra alrededor del 20 por ciento de la electricidad del país, para sus objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Este es un cambio a diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando muchos demócratas se oponían a la construcción de nuevas centrales nucleares por motivos ambientales, económicos y de seguridad.
“Revitalizar el sector nuclear de Estados Unidos es clave para agregar más energía libre de carbono a la red eléctrica y satisfacer las necesidades de nuestra economía en crecimiento, desde la inteligencia artificial y los centros de datos hasta la industria manufacturera y la atención médica”, declaró en un comunicado la secretaria de Energía, Jennifer M. Granholm.
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El respaldo de la industria tecnológica a los proyectos nucleares podría ayudar a estimular una fuente de energía que ha tenido dificultades.
Reactores
Con 94 reactores nucleares activos, Estados Unidos es el país que opera más unidades, pero en las últimas décadas tan solo se han construido dos.
Ambas unidades se construyeron en la central nuclear de Vogtle, en Waynesboro, Georgia, pero superaron el presupuesto por decenas de miles de millones de dólares y llegaron con años de retraso.
Las dos unidades formaban parte de un “renacimiento nuclear” muy anticipado que tenía proyectado producir unas dos docenas de nuevos reactores.
No obstante, esas ambiciones se derrumbaron en gran parte por los problemas de Vogtle y el fracaso de un proyecto de energía nuclear en Carolina del Sur.
Según ejecutivos de la industria tecnológica, esta vez será diferente y algunos han apostado sus fortunas personales en esa creencia.
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Bill Gates, cofundador de Microsoft, ha invertido más de 1000 millones de dólares en una empresa emergente llamada TerraPower, la cual trabaja en el desarrollo de reactores más pequeños en colaboración con PacifiCorp, la empresa de energía eléctrica de Warren Buffett.
La idea es que los componentes de cada unidad sean lo suficientemente pequeños como para fabricarlos en masa en una línea de ensamblado, lo cual los volvería más baratos.
Cada central podría empezar con uno o varios reactores y se sumarían más con el tiempo.
“La clave de la energía nuclear es que hay que elegir algo y construir mucho para que sea barata”, afirmó Rich Powell, director de Clean Energy Buyers Association, un grupo comercial que tiene entre sus miembros a grandes empresas tecnológicas.
Sin embargo, los detractores de la energía nuclear son escépticos.
Aseguran que, aunque la propuesta de las empresas eléctricas y tecnológicas pueda parecer atractiva, no aborda los problemas que ha padecido la energía nuclear desde hace tiempo.
Entre ellos, el alto costo de los nuevos reactores, los retrasos en su construcción y la falta de un sitio de almacenamiento permanente para el combustible nuclear utilizado.
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“Desde 1960, Estados Unidos ha intentado construir 250 reactores”, comentó Arnie Gundersen, ingeniero jefe de Fairewinds Energy Education, una organización sin fines de lucro que se opone a la energía nuclear.
“Más de la mitad se cancelaron antes de generar electricidad. De los reactores restantes, ninguno se terminó a tiempo ni dentro del presupuesto”.
A pesar de todo, para muchos ejecutivos del sector tecnológico y energético la energía nuclear es esencial porque las fuentes renovables, como la eólica, la solar y la hidroeléctrica, no son tan confiables como para satisfacer las crecientes necesidades energéticas.
Los gigantes tecnológicos han aumentado su gasto a niveles asombrosos, en gran parte para satisfacer la demanda y el potencial que ven en la inteligencia artificial.
Las cinco empresas tecnológicas más grandes, incluidas Alphabet, Microsoft y Amazon, gastaron en conjunto 59.000 millones de dólares en gastos de capital tan solo en el último trimestre, un 63 por ciento más que un año antes.
Y han señalado a los inversores que planean seguir gastando.
Este año, Amazon gastó 650 millones de dólares en la compra de un campus de centros de datos en desarrollo que se alimentará directamente de una central nuclear existente en Pensilvania.
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Además del acuerdo de Three Mile Island, Microsoft ha acordado comprar energía a Helion Energy, una empresa emergente del área de Seattle que busca construir la primera central nuclear de fusión del mundo en 2028.
Ivan Penn es un periodista afincado en Los Ángeles que cubre el sector de la energía. Su trabajo incluye reportajes sobre energía limpia, fallos en la red eléctrica y la economía de los servicios públicos.
Karen Weise escribe sobre tecnología y vive en Seattle. Su cobertura se centra en Amazon y Microsoft, dos de las empresas más poderosas de Estados Unidos.
«¡El rey está desnudo!, cállate niño, ¡es que el rey está desnudo!» Hans Christian Andersen
Desde cierta perspectiva han sido dos lunes negros para EE.UU. y el orden mundial. Primero fue la sorpresa del avance chino en Inteligencia Artificial con la irrupción de DeepSeek que desafió a las tecnológicas norteamericanas, arruinó su poder accionario y especialmente su vanguardia científica.
Siete días después, el aluvión arancelario del presidente Donald Trump contra sus tres principales socios globales, México, Canadá y China, barrera proteccionista de la que retrocedió de inmediato excepto en el caso de la República Popular, en medio de las criticas y azoramiento de aliados y adversarios por el daño auto infligido que comportaba.
Antes, también hubo un giro en U de la decisión de cortar las ayudas federales a programas sociales que sostienen la influencia de EE.UU. alrededor del planeta, tanto de asistencia como cultural. Una presencia que es parte sustantiva de la identidad de una potencia, que es lo que hacen los poderes hegemónicos, como en el pasado lo hizo España, el Reino Unido o lo intenta con intensidad China.
Este escenario disruptivo y caótico puede ser observado con el prisma de la fábula del rey vestido o el rey desnudo del danés Hans Christian Andersen. Para quienes visualizan en Trump a un estratega, estas idas y vueltas serían solo tácticas para negociar desde un lugar de fuerza. El rey vestido muestra el cañón y luego revolea una pistola de agua.
Pero la enorme improvisación que exhibió la Casa Blanca estas semanas iniciales y los golpes de la realidad, confirmarían más bien la moraleja del cuento sobre un monarca arrogante a quien nadie se atreve a avisarle que marcha desnudo.
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Hubo incluso capítulos penosamente humorísticos en sus arremetidas. Trump y sus voceros, empeñados en probar el desastre de gastos de su predecesor, denunciaron una línea presupuestaria de más de 50 millones de dólares para abastecer de condones a la Franja de Gaza cuyas necesidades van distantes de ese requerimiento. Pero se trataba de la provincia Gaza de Mozambique que que sufre uno de los peores índices globales de Sida. Nadie investigó antes de propalar la medida.
Buenas noticias para China
Del mismo modo que no parece haber habido un análisis previo sobre la ofensiva arancelaria, que deja como primer beneficiado en muchos sentidos a China y entre sus víctimas inmediatas a los consumidores norteamericanos.“El presidente ha sido mal asesorado seguramente”, justificaba un leal votante republicano en declaraciones a Associated Press intentando entender de qué iba todo esto, preocupado porque los economistas alertaron sobre el golpe al bolsillo de los consumidores y la caída del crecimiento del país.
Soldados mexicanos patrullando la frontera con Estados Unidos. Foto Bloomberg
Los que creen que el rey esta vestido convalidan el argumento de dudoso de que el mandatario busca obligar a que esos países combatan la invasión de fentanilo como pretexta, un peligroso opiáceo artificial y también a la migración. Aparte de que el flujo de indocumentados ha venido cayendo desde el año pasado en la frontera sur y es insignificante desde Canadá, esa droga está siendo poco combatida en EE.UU. según una denuncia fundamentada del gobierno mexicano.
Los aranceles de 25% en cada caso fueron suspendidos luego de un dialogo de Trump con sus colegas que le prometieron movilizar fuerzas a la frontera y anularon sus represalias equivalentes. Pero, como señalan analistas y algunos funcionarios de Washington en off, el líder republicano esta menos preocupado por migrantes o drogas, que por estrangular con medidas proteccionistas la competencia de sus vecinos. Supone querevertiría así el déficit de US$63 mil millones con Canadá o de 171 mil millones con México, un rojo que creció 9% el año pasado.
Es también por eso, que sin fentanilo o migrantes, busca extender la represión comercial a la Unión Europea cuyo intercambio da en contra de EE.UU. por 182 mil millones de dólares. Trump y sus partidarios, por ejemplo, están convencidos de que las importaciones de automóviles chinos desde México están debilitando a los fabricantes estadounidenses. En verdad no se exportan, pero si cubren el mercado mexicano dejando afuera a los competidores del norte debido a beneficios arancelarios. Es por eso que sostienen que el Acuerdo EE.UU-México-Canadá, que une a los tres países y que Trump firmó en 2020 en relevo del NAFTA, necesita ser actualizado o sencillamente desechado.
Hay varios aspectos que vale contemplar sobre esta “guerra tonta” como la llamó The Wall Street Journal, que se sumaría a quienes ven desnudo al rey, y refleja la preocupación del establishment porque al ser inflacionarios los aranceles impactarán al alza en las tasas de interés. Además, la inexplicable tirria trumpista con las políticas verdes (el auto sabotaje a los vehículos eléctricos, es asombroso) amenaza un negocio multimillonario en el cual en muchos aspectos ya es dominante China.
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Al revés de lo que sospecha, el mercado común que labraron los tres países norteamericanos ha sido una palanca de desarrollo de décadas de sus economías que son interdependientes. Pero Trump no cree en la globalización o el libre comercio, sino en el compre nacional y nativo. Recordemos que un gran admirador brasileño del magnate norteamericano y ex canciller llegó a calificar de comunista a la globalización.
Con la República Popular, EE.UU. mantiene también un histórico fuerte déficit comercial, pero el eje ahí es la batalla por el liderazgo tecnológico. Trump y su antecesor, Joe Biden, buscaron manejar esa lucha con medidas proteccionistas de relativo resultado a la luz de la impactante llegada del DeepSeek de I.A.
El mandatario canadiense Justin Trudeau con el presidente Donald Trump. Foto AP
Pero la potencia asiática no solo se mantuvo en carrera sino que amplificó su poder blando con acuerdos de libre comercio en el Sur mundial, con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y sobrevolando el reformado Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, que representa el13% de la economía mundial y tiene ahí a México, Canadá, Japón, Nueva Zelanda, y sumó recientemente al Reino Unido entre otros socios y aliados privilegiados de Washington. En su primer gobierno, Trump retiró a EE.UU. de ese pacto que pretendía aislar a China.
El insólito plan sobre Gaza
Quienes ven desnudo al rey pueden sospechar que la realidad excede la capacidad estratégica de la que presume el líder republicano. Un ejemplo gravísimo lo acaba de formular con su propuesta de que EE.UU. tome la Franja de Gaza, y contribuya a la expulsión de sus habitantes construyendo ahí un símil de la Riviera Francesa, así lo dijo.
Como con el fentanilo o los migrantes, la excusa aquí es humanitaria, el enclave ha sido destruido por las bombas, dice. Y reclama que Egipto o Jordania se lleven a esa gente, que hace siglos vive ahí. La idea no solo viola la ley internacional que prohíbe el desplazamiento de poblaciones de sus tierras durante conflictos, sino que a nivel moral es una “limpieza étnica”, por caso como la que ejecutó el dictador Milosevic contra los musulmanes bosnios y llevó a la guerra a EE.UU. y la OTAN en la ex Yugoslavia en 1999. Tienta conocer lo que realmente habrá pensado el premier israelí Benjamín Netanyahu, un político con mucha mas dosis de picardía que Trump.
No parece que Trump haya consultado con asesores que, de haberse animado, le habrían aclarado que la solución de este drama no puede ser un proyecto inmobiliario que aproveche la desesperación de un pueblo bombardeado. El congresista Troy Carter, demócrata, salió de inmediato a cruzarlo con las palabras justas: «¿La próxima Riviera Francesa? ¿En serio? ¿Qué pasa con la gente de Gaza? ¿Qué pasa con una Solución de Dos Estados? ¿Qué pasa con la decencia? ¿Qué pasa con la humanidad?». El economista israelo-argentino, Daniel Kupervaser, un gran observador judío de Oriente Medio, exhibió a su vez la desmesura del planteo al recordar que al finalizar la Segunda Guerra los aliados juzgaron a los líderes nazis, pero no se les ocurrió exigir la deportación del pueblo alemán.
Existe una realidad estratégica y geopolítica en la región que no ha sido tenida en cuenta. Un nuevo éxodo del pueblo palestino de Gaza y posiblemente de Cisjordania como pretenden los ultranacionalistas del gabinete israelí y sugirió Trump, supone el exilio forzado de cinco millones de personas.
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La Casa Blanca ya comenzó, por supuesto, el complicado retroceso de esa incómoda vidriera. Es que aparte de la imposibilidad del planteo, encendería el conflicto en Oriente Medio a extremos que aprovecharían los extremistas, claramente Irán, desbarataría cualquier acuerdo de Israel con las capitales árabes, los sauditas delante de todos que exigen una solución de dos Estados y nuevamente dejaría a China, ya presente diplomáticamente en ese entuerto, como los adultos en el cuarto. El rey desnudo.