Las instituciones de la Unión Europea y los 27 gobiernos del bloque (cada uno con sus matices) se pusieron el fin de semana del lado de Israel y condenaron el ataque israelí, pero también pidieron contención a Israel. Europa teme que la situación en Oriente Medio, de alta tensión desde el ataque terrorista de Hamas contra Israel del pasado 7 de octubre, degenere en una guerra regional con su correlato de efectos negativos para los europeos, desde el suministro energético hasta sus miedos a olas de refugiados.

Los cancilleres se reunirán este martes de urgencia a petición del jefe de la diplomacia europea, el hispano-argentino Josep Borrell. Y los líderes nacionales lo harán el miércoles y el jueves, en una cumbre que estaba prevista desde hace dos meses pero que variará su agenda para incluir la situación en Oriente Medio. Borrell dijo, tras el anuncio de la reunión de cancilleres: “En nombre de los Estados miembro de la Unión Europea, condeno en los términos más duros el ataque iraní contra Israel y llamo a todas las partes a la contención”.

La diplomacia europea cree que Irán se contentará con haber demostrado que puede lanzar una amplia salva de drones y misiles contra Israel, y a la vez Israel podrá decir que es intocable pues sus sistemas defensivos (y la ayuda de sus aliados occidentales y de Jordania) le permitieron derribar el 99% de los drones iraníes, que apenas provocaron daños menores en una base militar. Europa también cree que Irán no quería ir más allá porque advirtió, a través de Irak y de Turquía, a los estadounidenses desde días antes del lanzamiento de los drones y misiles.

Eso dio tiempo a Israel y a los occidentales que ayudaron (estadounidenses, franceses y británicos) a prepararse para derribar los drones.

Pero Europa, cuentan fuentes diplomáticas europeas, tiene miedo porque teme que la guerra escale y degenere. Por eso pide contención a Israel, además de condenar a Irán y preparar nuevas rondas de sanciones contra Teherán.

Los europeos temen sobre todo que una guerra en la región provoque un aumento de los precios de los hidrocarburos (la Comisión Europea confirmaba este lunes que en 2023 la dependencia externa europea del petróleo había escalado hasta el 97,9% del total de su consumo), justo cuando empieza a controlar el pico de inflación de los dos últimos años, provocado por la crisis energética derivada del ataque ruso a Ucrania.

El otro temor es recurrente en Europa cada vez que hay crisis en África u Oriente Medio: los refugiados. Desde que en el segundo semestre de 2015 y el primero de 2016 más de un millón de sirios, iraquíes y afganos llegaron a territorio europeo atravesando Turquía, el Egeo, Grecia y los Balcanes, los europeos han hecho todo lo posible para evitar que se repita un escenario así. Por eso van firmando acuerdos migratorios con países de Oriente Medio y el norte de África, para que les hagan de gendarmes fronterizos impidiendo salidas.

Los últimos fueron negociados con Túnez y Mauritania y acaban de anunciar otro con Egipto. Pero saben que, si se produce una salida masiva, como en 2015 desde Siria, ningún gobierno en la región va a asumir a millones de personas por su cuenta, por lo que, como hizo Turquía, permitirá su paso hacia Europa.

Si las relaciones políticas entre europeos e iraníes son mínimas y la diplomacia europea no es que tenga especial predilección por el régimen iraní, los europeos sí creen que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu sólo sobrevive políticamente gracias a que sigue la guerra contra Hamas (con casi 35.000 víctimas civiles en seis meses y medio) y una eventual confrontación, de mayor o menos calado, contra Irán que el lanzamiento de drones y misiles de la noche del sábado agrava.