INTERNACIONAL
El proceso creativo de Georges Brassens: una mirada al taller de un artesano de la palabra

Durante este período de formación intelectual, Brassens dejó en suspenso sus “cancioncitas” para abrazar la carrera de poeta y escritor. Relee las obras de François Villon, quien se volverá no sólo una fuente de inspiración, sino además un modelo de escritura para sus textos. “Villon me interesó […] siempre me tentó esa idea del margen. Viví con Villon durante dos años. Era lo único que leía. Me había convertido en él”. Brassens se imagina ladrón de caminos, y en sus canciones encontraremos homenajes discretos, alusiones, deferencias, como en la canción “Le moyenâgeux”.
Otro de sus autores de cabecera es La Fontaine, así como Albert Marchon, con Le Bachelier sans vergogne, Oscar Wilde y La balada de la cárcel de Reading, Conrad y Tifón, sin olvidar a Claude Tillier con Mi tío Benjamín, Georges Fourest y La Négresse blonde. Logra recitar páginas enteras de cualquiera de estas obras.
Son terreno fértil para sus canciones y su poesía.
“Todo está determinado por lo que leí. Incluso leí autores de comedias livianas. En fin, la verdad es que leí a mucha gente. Los escritores que me gustaban me gustaban porque encontraba en ellos algo que ya estaba en mí y yo lo ignoraba”.
Con ayuda de los tratados de versificación a los que nunca abandona, así como las obras de gramática, ortografía y varios diccionarios, Georges Brassens recupera el tiempo perdido, deambula por los muelles a la pesca de obras poco conocidas, se apasiona por la sintaxis y la poética. Entre 1940 y 1944, escribe entre trescientos y cuatrocientos poemas y un centenar de canciones.
En 1947, Georges Brassens publica, pagándolo de su bolsillo, La lune écoute aux portes, texto delirante y surrealista que en principio iba a llamarse: “Si les lièvres avaient des fusils, on n’en tuerait pas autant” o también “Lalie kakamou”. La obra lleva la firma de Georges-Charles Brassens, en homenaje al autor Charles-Louis Philippe, al que Georges admira. Brassens hace que impriman en la carátula: “Biblioteca de la nariz en alto nrf Gallimard”, y le envía un ejemplar del libro al editor acompañado de una carta: “No quise hacerle perder un tiempo valioso. Por adelantado, estoy seguro de su consentimiento. No obstante su fama de ladrón monstruoso, su prestigio es innegable y lo nombro mi editor”. Cree que con eso va a generar un caos en medio de la editorial y así llamar la atención de la dirección. Pero no recibe ninguna respuesta. Sus únicos lectores siguen siendo sus amigos y Jeanne, la fiel, que lo apoya contra viento y marea.
En 1950, Brassens escribe La Tour des miracles, que recién será publicado en 1953, año de la consagración. Esa novela le sirve de ayuda memoria, ya que allí se encuentran, como en un cuaderno de apuntes, personajes, fragmentos de relatos, expresiones distorsionadas que le rondan por la cabeza desde hace tiempo y que más tarde le serán útiles para nuevas canciones. Esta crónica de la marginalidad, cuya redacción se prolongó a lo largo de varios meses, le permite dar rienda suelta a su gusto por el absurdo, un surrealismo con tintes de humor.
En 1951, en un paseo por el mercado de pulgas de Vanves, se encuentra por casualidad con su exprofesor Alphonse Bonnafé. Feliz de volver a ver al responsable de que todo comenzara, Brassens le muestra sus escritos. Con la franqueza que lo caracteriza, el profesor no duda en criticarlos, lo que decide a Brassens a abandonar el arduo camino de la poesía. De aquí en más, sólo se dedicará a la canción, ese arte que considera menor. No quiere en absoluto convertirse en cantante, sino hacerles llegar sus canciones a otros intérpretes y, sobre todo, ganar algo de plata para ayudar a Jeanne y Marcel.
Sin embargo, la poesía lo acompañará a todas partes y a lo largo de toda su vida. Forma parte del meollo de su obra. Y así, con total naturalidad, Brassens adapta a los poetas que le gustan.
Paul Fort, poeta de las hadas y los hechiceros, “ese hombre que plantaba árboles en medio de su casa”, como le gusta a Brassens describirlo, será el primero al que musicalizará un poema, “La complainte du petit cheval blanc”. Paul Fort no sólo acepta que cante sus poemas, sino que también le permite cambiar algunas estrofas, acortarlas, cambiar los títulos. Le dice a Brassens: “Te permito hacer lo que quieras. Sé que no me vas a traicionar”. Así, “L’amour marin” pasará a ser “Marine”, “Le convoi de Paul Verlaine après un tourbillon de neige” será “L’enterrement de Verlaine” y “La com plainte du petit cheval blanc” será “Le petit cheval”. Un día, Brassens confesará a propósito de Paul Fort: “Si yo hubiera sido un simple músico, él habría sido mi letrista”.

Brassens ahonda en la obra poética de los autores que admira. Hurga, meticuloso, en sus libros, para descubrir poemas. Dentro de su repertorio, se encuentran tanto poemas de Victor Hugo, “La légende de la non ne” o “Gastibelza”, como de Lamartine, “La pensée des morts”, del que conserva sólo siete estrofas. Procede de igual modo con el poema de Jean Richepin, “Les oiseaux de passage”, que reduce considerablemente, para adaptarlo a la canción. Corta los ocho primeros cuartetos y luego suprime la mitad de las estrofas res tantes del poema. Cambia el título de “Chanson des cloches de baptême” por “Philistins”. En el poema de Aragón “Il n’y a pas d’amour heureux”, elimina la última estrofa, donde el poeta habla del amor a la patria, le cambia así el sentido. Una manera de Brassens de apropiarse de esos poemas. Así ocurre con “Les pas santes”, poema de un tal Antoine Pol, descubierto en el mercado de las pulgas de Vanves en 1942. Brassens se toma la libertad de suprimir dos estrofas. En 1971, al fin se decide a cantarla luego de muchos años de trabajo de composición. Gracias a Brassens, algunos poemas desconocidos u olvidados se vuelven muy populares. “Canto para las porteras cultas”, decía. Sin olvidar nunca sus orígenes, anhelaba familiarizar al público en general con la poesía como Alphonse Bonnafé había hecho con él unos años atrás.
Todas las mañanas, desde las cinco hasta las ocho, Brassens escribe. “Mal que te pese, trabajo con las canciones. No todo el mundo tiene la suerte de ser periodista u oficinista. Tampoco puedo convertirme en ladrón de caminos. Es muy común y peligroso. Además, mi familia del sur de Francia se opone y mi madre me amenazó con matarse si se me ocurría manchar la reputación del clan Brassens. Sólo me queda el music hall. Peor para ti, ya que, por mi parte, voy a zafar” (carta a Roger Toussenot).
Instalado en la mesa de trabajo, Brassens anota todo por miedo a olvidarlo. Apenas surge una idea, la anota en el papel de manera aproximada, aunque no rime. Después, como un escolar, elabora el plan de la canción: reparte las estrofas, resume el contenido y le da forma al conjunto. Más tarde, pule, tacha, retoca el texto con un respeto estricto a las reglas de versificación, una preocupación extrema por el ritmo. Cincela los versos, no deja nada librado al azar. Si no le sirve una palabra, la cambia, retoma toda la canción hasta encontrar la palabra justa.
Guarda todos esos borradores para poder volver sobre una idea, un verso o una estrofa, si es necesario. En su libreta, transcribe pasajes enteros de viejos textos, expresiones anotadas en varias páginas, que son el puntapié inicial para una canción a la que no le encuentra continuación en el momento en que la escribe.

Así, pasa mucho tiempo con los borradores de futuras canciones. Sabemos que “Supplique pour être enterré à la plage de Sète” exigirá no muchos meses, sino unos diez años de trabajo para al fin emerger de la libreta de apuntes. Es el precio a pagar para que al final no haya nada que modificar. “Cien veces intenté cambiar una coma de tus canciones —confesará Jacques Brel—. Y nunca lo logré”.
“Trabajo una enormidad, por lo general, siempre tengo un verso o dos que me caen del cielo e intentó hallar la continuación. ‘La mauvaise réputation’ la encontré de casualidad; ‘Les braves gens n’aiment pas que l’on suive une autre route qu’eux’ [“A la gente le sienta mal que haya un camino personal”1] es un pensamiento que me vino así como así, tengo la costumbre de pensar en proverbios o en versos, y luego me dije: ‘¿Qué voy a hacer con esto?’. Lo había anotado en mi libreta donde apunto todo lo que se me cruza por la cabeza y un día, al consultar la libreta, dije: ‘¿Qué puedo sacar de bueno de esto?’. Intenté confrontar mis opiniones con las de otro grupo y poco a poco encontré imágenes, ideas, anoté todo. Cuando tuve cinco o seis páginas, traté de conservar sólo lo que me pareció más valioso, lo mejor”.
Brassens perfecciona sus propias técnicas de escritura. Anota expresiones inventadas, como “point d’accrocs dans sa robe de mariée” [“agujeros en su vestido de no via”] o “Ulysse de banlieue” [“Ulises suburbano], que se convierten en punto de partida para otras canciones. Así nace “Pénélope”, la historia de una mujer que ansía escapar del yugo estrecho en el que vive.
Vuelve a copiar pedazos de poemas que le gustan. Después guarda los versos apretujados en uno de los tantos libros de la biblioteca. Más tarde, abre el libro al azar y vuelve a encontrar los poemas, los versos que serán fuente de inspiración para una nueva canción.
“Las historias son siempre las mismas. No precisamente los personajes, sino más bien las emociones. Recibo impresiones, reparto todo eso en escenas con personajes de manera un tanto arbitraria. Es más poético ubicar a los enamorados con árboles donde se pueden grabar los nombres, un río donde se puede hacer sapito”.
Brassens trabaja siempre con el mismo pequeño teatro: cinco o seis personajes que escenifica en situaciones a veces grotescas o tiernas. Un policía, una muchacha, un cura, que actuarán en escenas tomadas de su vida personal o de la de otros. Cuando muere su abuelo, oye esta expresión: “Muerto de muerte natural”. Tiempo más tarde, esa expresión lo inspirará para la escritura de “Bonhomme”.
Algunas anécdotas de su vida cotidiana también son musicalizadas, como es el caso de “Le vieux Léon”. “Es la historia de un tipo que tocaba el acordeón en la calle de Vanves en el distrito catorce y del cual todos nosotros nos mofábamos un poco, yo qué sé, porque no nos gustaba o creíamos que no nos gustaba el acordeón. Y entonces, se muere, y nos dimos cuenta de que nos gustaba el acordeón y que lo queríamos. ‘Le vieux Léon’ es una declaración de amor que por desgracia llega tarde, ya que el destinatario no puede escucharla” (entrevista en Europe 1, el 9 de febrero de 1974).
[Fotos: Universal Music Group]
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La batalla por la legitimidad de Israel se taslada de Oriente a Occidente

La guerra árabe contra Israel comenzó mucho antes de que Israel declarara su independencia el 14 de mayo de 1948. El sionismo tomó fuerza en Europa a finales del siglo XIX, cuando los pogromos y otras formas de antisemitismo obligaron a un grupo de líderes judíos a buscar alternativas a la vida en Europa. Al mismo tiempo, el nacionalismo surgía como una fuerza política en Europa.
En respuesta, los líderes políticos y religiosos árabes comenzaron a difundir ideas que rechazaban por completo el regreso de los judíos a Tierra Santa. Esto tuvo varias dimensiones.
En primer lugar, calificaron al movimiento sionista como la última manifestación del imperialismo. Presentaron el llamado sionista al retorno a Tierra Santa como una nueva forma del expansionismo europeo en Asia y África. Señalaron que el sionismo era judío, se refirieron a los judíos como “depredadores” y muchos consideraron a los judíos inferiores a los musulmanes.
Durante años, estas ideas tuvieron un poder significativo en el mundo árabe en parte porque la región se sentía asediada por los expansionistas europeos —en particular Gran Bretaña, Francia y Alemania— que buscaban un amplio control en Asia y África.
Esto ocurrió a pesar de que caracterizar al sionismo como una forma de imperialismo era incorrecto en múltiples niveles.
En primer lugar, referirse simplemente al sionismo como imperialismo requería ignorar por completo la historia del pueblo judío y su conexión inherente con la tierra de Israel. No se puede empezar a apreciar la historia judía sin reconocer que, en cada momento importante, Israel fue fundamental para esa narrativa.
Esto fue cierto en su formación como nación. Fue así en su apoteosis. Y, aun después de la expulsión forzosa de los judios de Tierra Santa, el retorno a Israel dominó las aspiraciones judías durante milenios. Estos hechos sobre los judíos fueron deliberadamente ignorados o simplemente desestimados.
En segundo lugar, y en relación con lo anterior, los sionistas fueron atacados por ser europeos. En realidad, los judíos rara vez eran tratados como iguales en Europa, y si hablaban de sionismo, era más para escapar de Europa que para representarla.
En tercer lugar, los sionistas eran considerados ajenos a la región porque no eran musulmanes. Aquí también es relevante la historia de los judíos. No solo el judaísmo tuvo sus años de formación en el Medio Oriente, mucho antes de la fundación del islam, sino que los sionistas soñaban con regresar a su pequeña patria, en medio de un mar de países musulmanes.
Todo ello ponía de manifiesto la debilidad de la afirmación árabe de que la justicia dictaba que no hubiese lugar para un Estado judío en la región.
Hoy, tantos años después, se está produciendo un giro inesperado. Aunque el rechazo sigue siendo una potente fuerza en la región, especialmente –aunque no de manera exclusiva– entre los islamistas, la tendencia se está moviendo en gran medida en la dirección opuesta. Cada vez se oyen menos estas generalizaciones hostiles, sobre la supuesta ilegitimidad del Estado judío, y más sobre los problemas y retos regionales específicos.
Al mismo tiempo, observamos una tendencia contraria entre las democracias occidentales. Los cuestionamientos de la existencia de Israel surgieron inmediatamente después de la masacre del 7 de octubre. Frases como “Desde el río hasta el mar” y “Globalizar la Intifada” parecían justificar la masacre y daban credibilidad a la esperanza en la desaparición del Estado judío.
Todo esto fue producto, en demasiados lugares, de un antiliberalismo disfrazado de justicia social.
El desarrollo histórico de la tradición liberal benefició a Estados Unidos, a los judíos estadounidenses y a la relación entre Estados Unidos e Israel.
Su debilitamiento, especialmente en los campus universitarios, generó una tendencia imprevista: asistimos al declive del tradicional rechazo árabe a Israel, que durante décadas encabezó la lucha contra el Estado judío, y al auge de una nueva oposición, surgida en Estados Unidos y Europa, especialmente en círculos progresistas, que niega la legitimidad misma de Israel.
Para quienes se preocupan por el futuro de Estados Unidos, de la comunidad judía y de la relación entre Estados Unidos e Israel, este debería ser el reto principal de cara al futuro.
Kenneth Jacobson es subdirector nacional de la Liga Antidifamación (ADL).
Middle East,Civil Unrest,TEL AVIV
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Secuestró un avión, cobró un rescate récord y saltó en paracaídas: 54 años después, nadie sabe si sobrevivió

El Día de Acción de Gracias
Luego de 47 años al frente del FBI, J. Edgar Hoover murió con un dolor entripado. No pudo resolver el caso del secuestro de un avión realizado meses antes por un tipo que pidió y obtuvo 200.000 dólares para no hacerlo estallar. Se tiró del avión con los dólares atados al pecho. Fue el día de Acción de Gracias (“Thanksgiving”) de 1971 (24 de noviembre). La memoria de Hoover tiene un pequeño consuelo: nadie resolvió el caso. Al pirata del aire nunca más lo volvieron a ver, ni vivo ni muerto. El crimen fue perfecto, si sobrevivió; una locura total, si no.
El Día de Acción de Gracias es una festividad estadounidense que se celebra el 4º jueves de noviembre. La tradición se remonta a 1621 cuando los colones ingleses decidieron festejar la buena cosecha que habían tenido ese año junto con los indios de la región.
Dan Cooper
Dan Cooper (o como se llame) se hizo famoso la víspera de Acción de Gracias de 1971, un día frío y húmedo en el noroeste de los Estados Unidos. A las 16.00 de ese miércoles, un hombre de 1.83 y unos 80 kilos, de ojos marrones y cabello castaño corto, vestido con un traje negro, camisa blanca y un sombrero tipo Homburg de ala corta, llegó hasta el mostrador de Northwest Orient en el Aeropuerto Internacional de Portland, en Oregón. Pagó 20 dólares en efectivo por un billete de ida al aeropuerto de Seattle-Tacoma, en el estado de Washington. El hombre, de unos 45 años, dijo llamarse Dan Cooper. Le asignaron el asiento de pasillo 18C en clase turista del vuelo 305 de Northwest que despegaría a las 4:35. El viaje duraría media hora.
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El vuelo 305 era un Boeing 727-100 que tenía capacidad para 94 pasajeros (66 en clase turista y 28 en primera), pero ese día solo transportaba a 37 más cinco tripulantes: el capitán William Scott, de 51 años; el primer oficial Bob Rataczak; un ingeniero de vuelo y dos azafatas, Tina Mucklow, de 22 años, y Florence Schaffner, de 23, cada una con menos de dos años de experiencia.
Cooper le entregó una nota a la azafata Florence Schaffner momentos después de que el avión despegara. Los hombres que viajaban solos solían pasarle los números de teléfono o de habitación de hotel a las azafatas. Florence asumió otra insinuación y guardó la nota sin leer en el bolsillo de su uniforme. Identikit del secuestrador, que compró su boleto con el nombre de Dan Cooper.
Cooper le hizo un gesto a Florence para que se acercara. Le dijo: «Mejor lee eso. Tengo una bomba». Señaló con la cabeza el maletín que tenía en el regazo. Schaffner fue a la cocina, leyó la nota y la compartió con su compañera Tina Mucklow. Se la llevaron al capitán Scott y este avisó por radio al control de tráfico aéreo de Seattle-Tacoma. Los operadores de vuelo alertaron a la Policía de Seattle, que a su vez informó al FBI. Los agentes se comunicaron con el presidente de Northwest Orient, Donald Nyrop, que dispuso que se cumpliera con las exigencias del tal Cooper.
La redacción exacta de la nota de extorsión de Cooper se ha perdido porque el secuestrador insistió en que la tripulación se la devolviera. Pero Florence recordaría más tarde que estaba escrita a mano con tinta negra e instrucciones sencillas: 200.000 dólares en efectivo y dos juegos de paracaídas. Los artículos se entregarían al avión cuando aterrizara en Seattle, de lo contrario haría estallar el avión.
El capitán Scott envió a Florence de vuelta con el secuestrador. Cooper se corrió al asiento de la ventanilla y ella se sentó en el asiento del pasillo. Él abrió su maletín lo suficiente como para que ella viera cables y dos cilindros rojos que podrían haber sido cartuchos de dinamita. Cooper le indicó que le avisara al piloto que permaneciera en el aire hasta que el dinero y los paracaídas estuvieran listos en Seattle. El capitán Scott anunció pronto a los pasajeros que un problema mecánico obligaría al avión a dar vueltas antes de aterrizar.
Billetes de 20 dólares y paracaídas civiles
El equipo de crisis del secuestro en tierra, incluyendo policías de Seattle, agentes del FBI, empleados de Northwest y funcionarios de la Administración Federal de Aviación (FAA), tuvo aproximadamente media hora para cumplir las exigencias de Cooper. El FBI reunió 200.000 dólares. El secuestrador había especificado billetes de 20 dólares, lo que demuestra que tenía un plan. Había calculado que 10.000 billetes de 20 dólares pesarían solo 9 kilos y medio. Denominaciones más pequeñas añadirían peso y peligro a su salto.
Cooper especificó que los billetes debían tener números de serie aleatorios, no secuenciales. Los agentes del FBI siguieron sus instrucciones, pero se aseguraron de que cada billete comenzara con la letra clave L, emitida por la oficina de la Reserva Federal en San Francisco. Casi todos los billetes tenían fecha de 1969. A contrarreloj, los agentes realizaron una sesión rápida en la que se fotografió cada billete para crear un registro en microfilm de los 10.000 números de serie.
Mientras tanto, la búsqueda de paracaídas adecuados fue más difícil que conseguir 200.000 dólares en efectivo.
Al principio, la tarea parecía sencilla. Las autoridades de la Base Aérea McChord de Tacoma accedieron a proporcionar paracaídas militares. Pero Cooper los rechazó porque tienen mecanismos de apertura automática. Cooper insistió en paracaídas civiles, con cuerdas de apertura accionadas por el usuario. La policía de Seattle logró comunicarse con el dueño de una escuela de paracaidismo y consiguió los tipos de paracaídas que demandaba el secuestrador.
Una patrulla con las luces y la sirena encendida llegó al aeropuerto de Seattle con todo lo solicitado.
La nota de secuestro de Cooper no decía nada de su plan de saltar en paracaídas con el botín, pero las autoridades lo dedujeron Les intrigaba su pedido de dos juegos de paracaídas. ¿Planeaba llevar a un pasajero o tripulante como rehén? No podían darle paracaídas falsos. Para algunos fue otro brillante detalle de su plan.
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A bordo del avión, Cooper bebió whisky con agua y, curiosamente, quiso pagarle la bebida a la azafata Tina Mucklow. Los modales y el temperamento de Cooper fueron motivo de controversia. Según el FBI, estaba borracho y usaba un lenguaje bastante obsceno. Pero Tina lo describió como un caballero. Dijo: «Fue bastante amable. Nunca fue cruel ni desagradable. Era considerado y tranquilo». Un ejemplo fue la solicitud de Cooper de que llevaran comida a bordo para la tripulación una vez que el avión aterrizara en Seattle.
El plan
Con el dinero y los paracaídas listos para ser entregados, la torre de control le avisó al capitán Scott, a las 17:24: «Todo listo para su llegada». El avión aterrizó a las 17:39. Cooper ordenó al capitán Scott que carreteara hasta un punto remoto y bien iluminado en la pista, que se bajaran las luces de la cabina para entorpecer la visión de los francotiradores de las Policía. Especificó que ningún vehículo debía acercarse al avión y que la persona elegida para entregar los paracaídas y el dinero -un empleado de Northwest- debía llegar sola.
El empleado de la aerolínea condujo un vehículo de la empresa hasta un punto cercano al avión. Cooper le ordenó a Tina que bajara las escaleras de popa. En un avión Boeing 727-100, la “escalera de popa” se refiere a la escalera retráctil integrada en la parte trasera del fuselaje, cerca de la cola, que permite a los pasajeros embarcar y desembarcar sin necesidad de una escalera de tierra o pasarela colocada al costado de la nave. Esa escalera, también conocida como escalera ventral, se extiende hacia abajo desde el fuselaje cuando se despliega. El Boeing 727 popularizó el uso de estas escaleras integradas

La tripulación del avión.
El empleado de Northwest le entregó los paracaídas y el dinero en una bolsa grande de lona. Fue entonces cuando Cooper permitió que descendieran los 36 pasajeros y también la azafata Florence Schaffner. No liberó a Tina ni a los tres hombres en la cabina.
A través del capitán Scott, un funcionario de la FAA le pidió a Cooper permiso para subir al avión para advertir al secuestrador las consecuencias de sus acciones. Cooper le dijo que se fuera al diablo.
Un profundo conocimiento del 727
Usó el teléfono de la azafata para dar instrucciones a los pilotos sobre cómo y dónde volar. Ordenó una altitud máxima de 3000 kilómetros (10.000 pies), con los flaps a 15 grados y una velocidad aerodinámica máxima de 150 nudos, alrededor de 277 kilómetros por hora. Cooper advirtió al piloto que llevaba un altímetro de muñeca para controlar la altitud. Después le dijo a la tripulación que quería ir a México.
El primer oficial Rataczak le contestó que la altitud y velocidad que Cooper había indicado, tendría sólo una autonomía de vuelo de 1.600 kilómetros. Ciudad de México estaba a 3.500 kilómetros de distancia. Al final acordaron una parada intermedia para reabastecerse en Reno, Nevada.
Antes de partir de Seattle, Cooper ordenó un reabastecimiento completo. Un camión cisterna fue enviado rápidamente al avión, pero una esclusa de vapor ralentizó el proceso. Cooper demostró una vez más su profundo conocimiento del 727. Al parecer, sabía que el avión podía cargar 15.000 litros de combustible por minuto. Cuando el reabastecimiento no se completó después de 15 minutos, exigió una explicación. El equipo de combustible pronto completó el trabajo.
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Había más cuestiones que atender. Por ejemplo, negociaron la ruta. Una ruta en línea recta desde Seattle en dirección sur-sureste hasta Reno era imposible a la altura de vuelo que quería Cooper. El 727 habría pasado peligrosamente cerca de varios picos altos de la Cordillera de las Cascadas, incluyendo el Monte Rainier (más de 4000 metros de altura) y el Monte Adams (3700 metros). El capitán Scott y Cooper optaron por una ruta estándar de baja altitud.
Una puerta abierta
El 727 despegó a las 19:46, dos horas y seis minutos después de que aterrizara en Seattle. Otra vez en vuelo Cooper ordenó a Tina que fuera a la cabina con el resto de la tripulación. La puerta de la cabina no tenía mirilla y el avión no estaba equipado con las cámaras y monitores remotos que se emplean en la actualidad en muchos aviones comerciales. La tripulación se quedó perpleja mientras el capitán Scott hacía todo lo posible por mantener la elevación y la velocidad aerodinámica requeridas contra el viento.
A las 20:00, una luz roja se iluminó en el panel de instrumentos para advertir que había una puerta abierta en el avión: era la escalera de popa. Por el intercomunicador, Scott preguntó: “¿Podemos ayudarle en algo?”. La respuesta fue cortante: “¡No!”. Fue la última palabra que la tripulación escuchó de Dan Cooper. Unos 25 minutos después, Scott notó una leve inclinación del avión. Sospechó que se habían bajado las escaleras de popa. Fue cerca del río Lewis, a 40 kilómetros al norte de Portland. Los tripulantes pensaron que Cooper había saltado, pero continuaron hacia Reno, ya que no había forma de confirmar la sospecha salvo desobedeciendo la orden del secuestrador de permanecer en la cabina.
El avión aterrizó en Reno a las 22:15. La tripulación esperó nerviosamente durante cinco minutos. El capitán habló por el intercomunicador, pero al no recibir respuesta, abrió con cautela la puerta de la cabina. No había nadie más en el avión. El secuestrador se había ido y se había llevado casi todo lo que llevaba a bordo, incluyendo su sombrero, su abrigo, el maletín bomba, el dinero en efectivo y un juego de paracaídas.
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Cooper había bajado tranquilamente las escaleras de popa con el paracaídas y la mochila con el dinero atada en su pecho con cuerdas cuerdas de nailon cortadas del segundo paracaídas que había pedido. Se detuvo en el último escalón, azotado por un viento cortante y una lluvia helada, y se enfrentó a un salto a ciegas hacia un terreno desconocido en una noche oscura y tormentosa. La temperatura del aire a 3.000 metros era de aproximadamente 3 grados bajo cero. Abajo lo esperaban las copas puntiagudas de abetos Douglas de 45 metros y los riscos y grietas de montañas de una milla de altura.
En 1980, un chico encontró un paquete podrido lleno de billetes de veinte dólares (5.800 dólares en total) que coincidían con los números de serie del rescate.
Nunca más se supo de Cooper. Nadie ha podido demostrar que se fugó. Pero nadie ha demostrado que no lo hizo.
secuestro, avion
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Iran’s Supreme Leader spends his days sleeping and getting high, Mossad-linked account says

Pillsbury: This is an invitation to strike Iran again
Fox News contributor Michael Pillsbury joins ‘America’s Newsroom’ to discuss President Trump’s meeting with Philippine President Marcos Jr. amid rising China tensions and Iran opening up indirect talks with the U.S.
NEWYou can now listen to Fox News articles!
Iranian Supreme Leader Ayatollah Ali Khamenei spends all day sleeping and using drugs while most of the country lacks access to clean water and electricity, according to a social media account linked to Israel’s national intelligence agency.
«How can a leader lead when they sleep half the day and spend the other half high on substances?» the Mossad’s Farsi account wrote Friday on X. «Water, electricity, life!»
«Consuming drugs and conversing with spirits are not desirable traits for someone leading a country,» the account wrote on July 9.
The post came from a new X account with a premium subscription created last month, claiming to be the official Mossad spokesperson in Farsi — the official language of Iran — though the Israeli intelligence agency has not officially confirmed the account’s affiliation.
EUROPEANS MEET WITH IRANIAN OFFICIALS FACE-TO-FACE FOR FIRST TIME SINCE ISRAEL, US BOMBINGS BEGAN
Iranian Supreme Leader Ayatollah Ali Khamenei spends all day sleeping and using drugs, a Mossad-linked social media account purported. (Getty Images)
The account has made several posts over the last month about Khamenei’s health and the state of Iran, including its lack of clean water, electricity and education.
«To everyone contacting us through private messages, for your own security, please ensure you are using a VPN,» the account’s bio reads.
A post on the account addressed the designation of the newly appointed, but officially unnamed, commander of the Khatam al-Anbiya Central Headquarters, which is the command headquarters of the Iranian Armed Forces.
After the Tasnim News Agency, Iran’s semi-official news agency associated with the Islamic Revolutionary Guard Corps, reported that Iran would not reveal the commander’s identity for his protection, the Mossad-linked account said it already knew the name and urged Iranians to send in their guesses.
27 INMATES FROM NOTORIOUS IRANIAN PRISON STILL AT LARGE AFTER ISRAELI STRIKE: TEHRAN

The Mossad-linked account has made several posts over the last month about Khamenei’s health and the state of Iran. (Office of the Iranian Supreme Leader via AP)
The account responded to the «lucky winner» who guessed the name Ali Abdollahi Aliabadi and told him to «contact us privately to receive your prize.»
The satirical jabs and provocative claims coming from the account are unlike the way the Mossad usually communicates with the public, but two intelligence experts told JFeed, an Israeli news outlet, that the unusual Mossad-linked account appears to be authentic.
«Some of the information it has shared could only have come from Mossad,» Beny Sabti, an Iran expert at Israel’s Institute for National Security Studies and a former IDF Persian-language officer, told the outlet.
Khamenei’s alleged drug use has been suggested in the past, with an Iranian academic saying in 2022 that the Iranian Supreme Leader often uses drugs.

The Israeli intelligence agency has not officially confirmed the account’s affiliation. (AP)
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«Many viewers do not know this, but Khamenei himself uses drugs,» Nour Mohamed Omara said on Muslim Brotherhood-affiliated TV in Turkey at the time.
«He has a special village in Balochistan, where the drugs used by the leader are produced,» the academic added. «This village is run by the Islamic Revolutionary Guard Corps and no one is allowed in.»
The Ayatollah publicly declared drug use as «un-Islamic» after the 1979 Iranian Revolution. Penalties for drug-related offenses can include death.
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