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Gran avance electoral en el País Vasco de los herederos del brazo político de la organización terrorista ETA

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En un domingo que amaneció soleado en Bilbao, el País Vasco votó para renovar su gobierno regional y, por primera vez en su historia, Euskal Herria Bildu -la coalición de izquierda patriótica que alguna vez fue el brazo político de la ex organización terrorista ETA- creció hasta empatar con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en cantidad de diputados que sentarán en el Parlamento.

EH Bildu hizo su mejor elección desde que debutó en los comicios, en 2012.

Sin embargo, el moderado PNV, que ha gobernado en todas las legislaturas -menos en una, de 2009 a 2012, que lideró el Partido Socialista-, seguirá al frente del gobierno autonómico vasco.

“Hemos ganado con 30 mil votos más que la segunda fuerza”, dijo al finalizar el escrutinio el presidente del PNV, Andoni Ortuzar.

Con el 35,2 por ciento de los votos, las urnas dieron como ganador a Imanol Pradales, el candidato de renovación del PNV que este domingo cumplió 49 años.

Pradales será, sin dudas, investido lehendakari -término en euskera que designa al presidente regional de la comunidad autónoma vasca- sumando sus 27 diputados a los 12 que obtuvo el Partido Socialista -dos más de los que consiguió en 2020-, socio histórico del PNV para gobernar el País Vasco.

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Bildu, sin embargo, es el partido que más creció en bancas parlamentarias: de las 21 que consiguió en las últimas elecciones de hace cuatro años, este domingo obtuvo 27.

Su candidato, Pello Otxandiano, reunió el 32,5 por ciento de las urnas alcanzando cifras históricas para la formación abertzale (patriótica).

“Casi hemos aumentado en 100 mil votos en la izquierda soberanista y el mapa político ha cambiado”, dijo, feliz, Otxandiano.

Son los mejores resultados que ha obtenido la izquierda soberanista en su historia”, reconoció.

El candidato de EHBildu a las elecciones en el País Vasco, Pello Otxandiano. Foto EFEEl candidato de EHBildu a las elecciones en el País Vasco, Pello Otxandiano. Foto EFE

“Estos resultados ponen sobre la mesa que hay un mandato popular que dice que tenemos que dar un salto en nuestra soberanía”, advirtió Otxandiano, un candidato de 40 años y sin antecedentes en la gestión pública.

El nuevo mapa político en Euskadi otorgó un leve crecimiento al Partido Popular, que contaba ya con 6 diputados y ahora tendrá 7.

Y borró a Podemos, que perdió los 6 escaños que supo conseguir y se queda sin representación parlamentaria.

Vox mantiene su única diputada en Euskadi, Amaia Martínez, y Sumar, la coalición de izquierdas de la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, debutó en estos comicios vascos y logró el porcentaje de votos necesario para acceder al Parlamento con una diputada.

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Cerca de 1.800.000 vascos estaban habilitados para votar en estas elecciones que, como en toda España, no son obligatorias. La participación y el voto de último momento de los indecisos fueron cruciales para el crecimiento del candidato de Bildu.

A la una de la tarde había votado el 28 por ciento del electorado. A las seis de a tarde, cuando aun quedaban dos horas para acercarse a alguna de las 2.965 mesas electorales, la participación era del 51 por ciento.

También lo fue el voto que estrenaron unos 75 mil jóvenes que cumplieron los 18 desde las últimas elecciones autonómicas de 2020.

Los vascos votaron este domingo cómo quedará formado el nuevo Parlamento regional que, en esta última Legislatura, estuvo integrado por siete partidos.

Las 75 bancas del Parlamento vasco son la suma de los 25 escaños que aporta cada una de las provincias de Euskadi: Alava, Vizcaya y Guipúzcoa. Aunque con distinta densidad de población, los votos de Alava han sido más decisivos por ser la menos poblada. Vive allí el 15 por ciento de la población.

El fantasma de ETA

La sombra de ETA tiñó el final de la campaña electoral que arrancó algo anodina y eclipsadas por los festejos futboleros luego de que el Athletic de Bilbao ganara la Copa del Rey luego de 40 años.

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Sin embargo el fantasma de ETA, la banda terrorista que dejó de matar en 2011 y se disolvió completamente en 2018, sobrevoló los últimos días de campaña.

Sucedió cuando el candidato de Bildu, Pello Otxandiano, evitó reconocer que ETA fue una organización terrorista.

“ETA fue un grupo armado que puede tener diversas consideraciones”, fue la respuesta de Otxandiano.

“Se puede discutir sobre las consideraciones de qué es terrorismo y qué no es. La cuestión principal es diagnosticar cómo se superan los conflictos políticos y hemos avanzado mucho. La sociedad vasca está en otra fase y tiene este debate superado”, opinó.

Este no reconocimiento le valió críticas desde todos los sectores. El presidente Sánchez salió a contrarrestar los dichos de Otxandiano: “Creo que a las cosas hay que llamarlas por su nombre y ETA no fue una banda armada -dijo el presidente del gobierno-. Fue una banda terrorista que fue derrotada por la democracia española”.

Y el filósofo y escritor Fernando Savater, junto a un grupo de intelectuales vascos, condenó la postura de Otxandiano en un manifiesto: “Exigimos a los partidos y representantes políticos que no pacten ni gobiernen con los herederos de la banda terrorista”, pedía el manifiesto.

Tanto el PNV como Bildu apoyaron la investidura de Pedro Sánchez en noviembre del año pasado. A diferencia de los partidos catalanes, que amenazan con dejar caer al gobierno de coalición de Sánchez de acuerdo a con quién pacten los socialistas en las elecciones catalanas del 12 de mayo, los vascos no estarían pensando en “cobrarse” la decisión que adopte el Partido Socialista en Euskadi. No al menos por ahora.

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¿Por qué ganó Donald Trump? Algunas claves del contundente giro a la derecha en Estados Unidos

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Donald Trump protagonizó un regreso rutilante a la Casa Blanca, con una victoria arrasadora en todos los estados clave y con una mayoría en el Senado de Estados Unidos -probablemente en la cámara baja también- que le permitirá avanzar con su agenda conservadora en el Congreso.

Las encuestas a boca de urna indican que a la inmensa mayoría de los votantes le importó la economía, sobre todo el aumento de precios, y en el electorado no pesaron los antecedentes penales de Trump ni sus desafíos a la democracia ni a derechos como el aborto, sino el castigo al gobierno de Joe Biden y la esperanza de que Trump pueda restaurar la economía y hacer a Estados Unidos grande otra vez.

Kamala Harris perdió ante Trump de manera abrumadora, al igual que Hillary Clinton, la primera mujer en ser la candidata presidencial de su partido, en 2016. El ex presidente construyó una coalición de votantes más diversa que cualquier candidato republicano en 20 años, a pesar de llevar a cabo una campaña cargada de agresiones y de demonización de los inmigrantes.

Por su mensaje y quizás también por las debilidades de Harris, no solo ganó entre los hombres blancos, su gran bastión electoral, sino que también sumó muchas mujeres, jóvenes, afroamericanos y latinos.

Banderas a favor de Donald Trump, frente a la Torre Trump en Nueva York, este miércoles. Foto: REUTERS

Los hispanos, que alguna vez fueron baluarte de la base demócrata, acentuaron su giro a la derecha. Trump obtuvo el apoyo del 45% de los votantes latinos a nivel nacional, en comparación con el 53% que logró Harris, según encuestas boca de urna de NBC News. Ese apoyo a Trump es mucho mayor que en 2020, cuando obtuvo el 32% frente al 65% de Joe Biden.

Trump también avanzó entre los votantes negros. Según sondeos de CNN, el magnate cosechó el apoyo de alrededor del 13% de ese electorado mientras que en 2020 había conseguido un 8%.

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La estrategia del miedo

Robert Harding, profesor de Ciencias Políticas de Valdosta State University, en Georgia, uno de los estados clave de estas elecciones, dijo a Clarín que cree que una de las razones importantes de la victoria fue “la propagación del miedo”.

“Trump impulsó el miedo a la economía, a la inmigración e incluso el miedo a los demócratas, para motivar a su base. Hemos visto un cambio claro en el electorado en algunos de los estados más disputados”, explicó.

Karen Hult, profesora de Ciencias Políticas de Virginia Tech University, dijo a Clarín que “tres cosas parecen claves para la victoria de Donald Trump: 1) percepciones de la economía (preocupaciones sobre la inflación, los precios de bienes y servicios como alimentos, gasolina, atención médica y vivienda. 2) Una «mentalidad contra el oficialismo” también parece ser parte de la historia, tal vez análoga a lo que ha sucedido en el Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, los Países Bajos, Polonia, Sudáfrica y Corea del Sur. 3) En los EE. UU., muchos evidentemente estaban preocupados por la frontera sur, percibían un «cambio cultural» y tal vez se sentían ignorados o no escuchados por el partido demócrata”.

Para Mark Jones, profesor de Ciencias Políticas de Rice University, en Texas, “estuvimos frente a una batalla de movilización. Al final, Trump tuvo más éxito para movilizar a los votantes, incluso en aquellos que no suelen votar o participar mucho de las elecciones”, según dijo a Clarín.

“El mensaje de Trump tuvo mucha llegada con aquellos que no suelen ir a votar. Y plantó esa idea de que él iba a ser mejor con la economía y fue efectivo transmitiendo que Kamala Harris iba a ser una amenaza al estilo de vida y al estilo de vida de la población anglosajona, pero también a la población trabajadora, cristiana y americana”, añadió.

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Un mensaje dramático

Para Jones, “al final lo que pegó muy fuerte es el mensaje de que un gobierno de Kamala Harris podía ser el fin de un Estados Unidos como estas poblaciones lo conocen. Fue un mensaje dramático que penetró. En cambio, la voz de Harris diciendo que había una amenaza para la democracia era un mensaje para las élites y no pudo movilizar a las masas”.

Ryan Carlin, profesor de Ciencias Políticas de Georgia State University, afirmó a Clarín que “las razones principales se asocian a una inflación que no se había experimentado en 40 años en la historia de Estados Unidos y eso es lo que influía en el día a día de los ciudadanos”.

Y agregó: “Otra cuestión innegable es la crisis de inmigración que se puede palpar en las calles del país. Y, por último, creo que se pudo ver cierto desgaste de la política de identidad que el partido demócrata ha intentado hacer en las últimas tres elecciones. Creo que estas tres cuestiones hicieron una tormenta perfecta para que gane un hombre autoritario para terminar con estos tres temas”.

El voto latino y el bolsillo

Harding también arriesga un elemento: “Para una pequeña minoría, creo que influyó el hecho de que Kamala haya sido una candidata mujer. Sabemos que algunos hombres negros y algunos hispanos tenían dificultades para aceptar una candidata mujer. Y en una carrera que estaba a un par de puntos porcentuales de diferencia en la mayoría de los estados, eso pudo haber marcado una diferencia crucial”.

Carlin coincide: “En Estados Unidos hay un porcentaje de población que cree que una mujer es una candidata débil y esta población cree que un líder débil expone al país a dificultades. Sobre todo, eso se escucha entre hispanos y afroamericanos”.

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Kamala Harris y Joe Biden no lograron convencer a los estadounidenses especialmente por la economía. Foto: AP  Kamala Harris y Joe Biden no lograron convencer a los estadounidenses especialmente por la economía. Foto: AP

Jones resalta el cambio “notable del voto latino”. “El problema de la campaña de Harris es que fue una campaña dirigida por élites y se enfocó en preocupaciones que no son las mismas que tiene la comunidad latina promedio. Las élites latinas son universitarios y tienen preocupaciones que no son las de la mayoría de los latinos en los Estados Unidos. Es decir, para la campaña de Harris los temas de mayor importancia fueron temas como el futuro de la democracia, el derecho al aborto y temas identitarios como la comunidad LGTBQ+”.

“Por el contrario, la campaña de Trump hizo su enfoque en dos temas concretos: uno fue la economía y el otro fue la seguridad en la frontera. Y al final el votante latino votó con el bolsillo. Para la mayoría de los latinos sus condiciones durante el mandato de Trump eran mejores que la de los últimos cuatro años en la gestión de Joe Biden. Harris durante la campaña nunca tuvo mucha llegada a los latinos, pero especialmente a los hombres latinos quienes votaron de una manera abrumadora a Trump”.

La experta Hult también apunta a las debilidades demócratas. “La vicepresidenta Harris no se había preparado para presentarse como la primera candidata; se la asoció fácilmente con un presidente impopular y con frecuencia no demostró que fuera o pudiera ser un agente creíble del cambio. Por ejemplo, la entrevista de View donde no pudo responder de inmediato si haría algo diferente que el presidente Biden o la falta de respuesta a la primera pregunta en el debate presidencial sobre el estado de la economía”.

Jones coincide en que “Harris no fue una buena candidata porque no tuvo la habilidad de llegar a la gente que necesitaba para ganar la elección. Harris ganó a los votantes de siempre del partido demócrata, pero en los estados más competitivos perdió. Solo ganó el voto duro demócrata pero no ganó el voto volátil, ni tampoco el independiente”.

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