El ataque está siendo frontal desde que Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos en noviembre. Elon Musk, uno de los principales aliados del presidente estadounidense, ha puesto toda la potencia de su red X (antiguo Twitter) al servicio de los neonazis alemanes de AfD y espera su victoria en las elecciones legislativas del 23 de febrero. Los sondeos mantienen a los conservadores rondando el 30%, pero AfD ya se acerca al 25% y es la única fuerza que crece.

Musk lleva atacando a las democracias europeas desde el pasado verano, y lo hace con el apoyo del presidente Trump. La Unión Europea tiene los medios para protegerse, pero se resiste y duda en usarlos, porque por ahora su prioridad es evitar una guerra comercial generalizada que la dañe económicamente, porque Europa tiene un gran superávit comercial frente a Estados Unidos.

La ofensiva liderada por Elon Musk pone sobre todo a prueba a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, por dos grades razones. Porque es alemana y en su país se juega el siguiente gran combate electoral y porque es ella quien tiene las competencias en Europa tanto para responder a las plataformas tecnológicas como para tomar decisiones en materia de política comercial.

Los servicios de la Comisión Europea están dispuestos a actuar y tienen las herramientas, pero Von der Leyen duda.

Las redes sociales se crearon para difundir, compartir y debatir información, pero se han ido convirtiendo en instrumentos de manipulación, desinformación y odio. Un cambio que en Europa es aún mayor porque Musk va contra las democracias europeas.

Por ahora parece imposible luchar contra esa deriva, más cuando sus propietarios se ponen bajo la protección del presidente de Estados Unidos y él amenaza con represalias a cualquiera que intente su control o regulación. Pero Bruselas tiene esos poderes.

X, Meta, Tiktok y otras grandes plataformas están bajo investigación de la Comisión Europea. La conocida como Ley de Servicios Digitales (DSA, en sus siglas en inglés) está en vigor desde el pasado verano. Fue concebida para proteger a los consumidores y sus derechos fundamentales y permite sancionar duramente las infracciones. Las multas pueden alcanzar el 6% de la facturación global de la empresa en cuestión. Y si no cumple, se puede llegar al cierre en los 27 países de la Unión Europea. El objetivo de la ley no es la censura a sus usuarios, sino que las empresas tecnológicas cumplan una serie de normas.

Los propietarios de las plataformas quieren neutralizar la norma. Algunos como Elon Musk o Mark Zuckerberg (Facebook, Instagram, WhatsApp) tuvieron lugar de honor en la toma de posesión de Trump. El presidente les debe a ellos su victoria, pues fueron de los más importantes financiadores.

Trump dice que Europa discrimina a esas empresas: “Llevaron a Apple a los tribunales y ganaron 15.000 o 16.000 millones. Ganaron miles de millones contra Google. Creo que quieren miles y miles de millones contra Facebook. Son empresas estadounidenses, guste o no. Son empresas estadounidenses y no deberían hacer eso. Por lo que a mí respecta, lo veo como una forma de imposición”, dijo en su discurso en Davos.

El Parlamento Europeo y la mayor parte de los gobiernos piden a la Comisión Europea que no se pliegue. Los servicios de la comisaria Henna Virkkunen, responsable de soberanía digital, están terminando sus investigaciones, pero probar irregularidades no es sencillo.

Deben demostrar que X manipula los algoritmos para favorecer unos contenidos sobre otros. Deben encontrar la “pistola humeante” y cerrar un pliego de cargos inatacable ante los tribunales. Musk tiene un ejército de abogados expertos, entre ellos algunos que en el pasado trabajaron para la Comisión Europea contra Google cuando infringió las normas antimonopolio.

Si hace años estaba en juego evitar monopolios, ahora Europa se juega mucho más, porque Musk participa en la campaña electoral del movimiento neonazi AfD y da a su líder, Alice Weidel, una audiencia que ningún otro candidato tiene.

Musk interfiere en la política europea en la forma en que interferían medios rusos como RT o Sputnik antes de ser apagados en Europa. El multimillonario de origen sudafricano difama a líderes políticos de todos los colores, excepto a los neonazis.

Europa está dividida. Bruselas espera indicaciones de Berlín. Roma, con Giorgia Meloni, apoya a Musk y Trump. Madrid y París quieren que la Comisión Europea cargue.

El presidente español Pedro Sánchez dijo en Davos: “La internacional reaccionaria, como decía hace unos días el presidente Macron, liderada por el hombre más rico del planeta, ataca abiertamente nuestras instituciones, incita al odio y pide abiertamente el apoyo a los herederos del nazismo en Alemania en las próximas elecciones”. Bruselas se moverá. “Que no sea demasiado tarde”, advierte un diplomático escandinavo.