INTERNACIONAL
Pablo Stefanoni: “Estas derechas son de protesta, el progresismo sigue siendo poderoso”

“El progresismo sigue siendo poderoso”, dirá, al final de una larga charla, Pablo Stefanoni, que es Doctor en Historia pero, sobre todo, es el autor de un libro que “la vio” tempranamente. Se tituló ¿La rebeldía se volvió de derecha? y se ocupaba de cómo el antiprogresismo y la anticorrección política construían el sentido común y, decía él, “Por qué la izquierda debería tomarlos en serio”. Era 2021, se terminaba el mandato de Donald Trump y pocos debían imaginar que Javier Milei iba a ser el presidente de la Argentina.
¿La rebeldía se volvió de derecha?
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Pero ahí estaba, desafiante, el libro de Stefanoni. Que miraba la realidad con los dos ojos bien abiertos y escribía: “Estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla”. Decía que estaba en juego la posibilidad de imaginar un futuro, de quién lo imaginaba, de si se caía una idea que había mantenido despierto el corazón de la civilización. La idea de “un futuro mejor”.
Indignación era la palabra, entonces. Enojo. Y quienes proponían “patear el tablero” y enfrentar a las elites no eran “los progresistas” sino, decía Stefanoni, las “derechas alternativas”. Siempre tiene su atractivo la idea de sacudir todo y arrancar de nuevo.
Suena todo a obvio visto ahora, desde este 2025 en que Donald Trump está a la cabeza de los Estados Unidos, promete que ahora sí hará lo que había que hacer y empezó deportando inmigrantes y subiendo tarifas a productos importados. Y que la Argentina está presidida por Javier Milei, que declaró ser el topo que destruye el Estado y opinó que la justicia social es una aberración.
Entonces, desde Francia, donde vive, Stefanoni matiza: “Por lo menos en Occidente el progresismo sigue siendo significativo. La idea de una ola de extrema derecha que se lleva todo por delante no está verificada hoy en la realidad, pero quizás está suficientemente verificada para que cause legítima preocupación”.
Pero ¿qué pasó con el progresismo? De eso vamos a hablar.

-¿Qué es lo que viste y te llevó a estudiar el fenómeno de las nuevas derechas?
-Había varias fenómenos que no encajaban en las lo que eran las derechas tradicionales, que solían estar asociadas a la idea de orden. En el caso de estas derechas se presentaban cuestionando el statu quo y generando inestabilidad, retomando ciertas banderas de inconformismo que tradicionalmente estaban más asociadas a la izquierda.
-¿Te fijaste en Milei?
-En ese momento no pensé que en tan poco tiempo iba a llegar a la presidencia. Me interesaba como un fenómeno casi contracultural y que podía tener alguna expresión política, pero no que fuera a ser ese fenómeno tan aluvional que vimos después. Y me pareció que todos esos cambios en la derecha estaban generando cierta perplejidad en el progresismo, porque era más fácil enfrentarse con derechas al viejo estilo, por decirlo así, hombres blancos, conservadores, acartonados, de saco y corbata, y no con mujeres como una lesbiana en Alemania o una especie de rockstar en Argentina, o con alguien como Donald Trump en Estados Unidos, que interpelaban a sectores de la sociedad de manera muy transversal. Porque esa es otra característica de esta nueva derecha: que conecta con cierto inconformismo social que atraviesa toda la sociedad.
-¿Pero en lo profundo no son conservadores? ¿Por qué canalizarían el inconformismo si no van a ir contra los poderes reales?
-En el pasado había el discurso conservador de la derecha. Iba asociado a una cierta escenificación de eso. Incluso gente que era gay, era gay de clóset, armaba una familia como pantalla, etcétera. En la Argentina ahora tenemos una derecha que dice que es natalista pero ninguno tiene hijos, no están casados… La propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, dice: “Soy una chica conservadora”, pero no está casada; antes cualquier chica conservadora a esa edad estaba casada y tenía hijos. Se complejizó un poco ese discurso nacional conservador en muchos casos. Quizás esta derecha alternativa de hoy esté formada por conservadores que no tienen nada que conservar. Es una derecha que es difícil de definir solamente como conservadora, porque lo que genera muchos casos es una cierta alteración del orden constituido, del Estado, de las instituciones…
Estas derechas funcionan todavía como derechas de protesta, más que de gobierno.
-¿No es conservadora porque rompe?
-Viene a patear el tablero y la izquierda, o el progresismo, en muchos casos aparece justamente como más conservadores. Dicen: “bueno, el multilateralismo no estaba tan mal”, o “los derechos laborales no estaban tan mal”. El Estado de Derecho, cierto orden basado en reglas… Se llega a situaciones paradójicas: antes la OTAN era el imperialismo y ahora Trump dice “la vamos a desfinanciar, que la paguen los europeos” Entonces, estamos viviendo un momento de mucha confusión. Algo que descoloca a los actores políticos y al progresismo.
-¿Qué decimos cuando decimos progresismo? ¿De qué estamos hablando?
-El progresismo terminó siendo un término muy amplio que puede abarcar desde la izquierda hasta el liberalismo. En la medida en que el término “izquierda” ha perdido eficacia, quizás el progresismo se volvió como una especie de antítesis del conservadurismo, del neoliberalismo. Pero de manera muy laxa también. Y en cada región tiene sus connotaciones.
-¿Cómo es?
-En Europa, el progresismo está más asociado a la socialdemocracia, por lo menos como cultura política. En el caso estadounidense, bueno, el progresismo son los llamados “liberals”. Que es un término siempre difícil de traducir. En América Latina es complejo porque, cuando se habla del progresismo, estamos hablando muchas veces de populismos de izquierda. En algunos países, quizás más en una tradición socialista democrática como Uruguay, Chile o Brasil, y en otras más de una matriz populista de izquierda como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Argentina también.

-¿Con qué valores o qué políticas?
-El kirchnerismo tuvo una vertiente muy propia, que fue la cuestión de tomar un discurso sobre los derechos humanos que no tomaron tanto otros. Pero, por ejemplo, ninguno de esos gobiernos, en la primera etapa, propuso legalizar el aborto. En general todos esos presidentes -o presidentas- se opusieron. Entonces, ahora se habla mucho de “los antiderechos”, pero… En algunos casos, en los últimos años las olas feministas, las mareas verdes, etcétera, fueron modificando también esos procesos políticos. Y algunos de ellos se volvieron más progresistas.
-Estamos en “la batalla cultural”…
-Es que “progresismo” es un término muy amplio, se usa para hablar de todo lo que está opuesto a ciertas formas de conservadurismo. En lo económico es más claro: el progresismo es favorable a la justicia social, por lo menos en el discurso. Y a formas de redistribución económica. Es decir, un espacio que combina reclamos de justicia social con demandas de justicia también en otros ámbitos, como de género, o climático.
-¿Podría pensarse que la “indignación” tiene que ver con que el discurso de justicia social se correspondió con pauperización y precarización?
-Parte de la crisis del progresismo tiene que ver con que dejó de ofrecer, si es que alguna vez ofreció, certezas en el plano económico, propuestas creíbles. Porque los Estados de bienestar fueron más complejos. No es que el progresismo, la izquierda, no tengan propuestas económicas. Tienen, pero no son muy creíbles por distintas razones. En el caso europeo, porque la socialdemocracia llevó adelante políticas de ajuste muy fuerte en los años 2000. Toda esa vía social-liberal justificó muchos de los proyectos neoliberales. Y de globalización, que generó muchas tensiones también en el interior de los países.
-¿Y en América latina?
-En América latina esa ola de izquierda, o esa ola progresista, no logró transformar los modelos de desarrollo y terminó dependiendo mucho del auge de las materias primas y de una política redistributiva que fue limitada, que no fue tan sostenible. Y me parece que ahí claramente hay un déficit de la izquierda y del progresismo sobre temas económicos en un mundo que también es más complejo porque muchos de esos estados de bienestar socialdemócratas se basaban en un tipo de pacto entre el trabajo y el capital anclado el contexto del Estado-nación. Y hoy es mucho más difícil cobrar impuestos a las empresas porque se van, se instalan en otro lado, etcétera.
“El socialismo, el liberalismo, se proyectaban hacia el futuro: eso está cancelado”
-No es sólo batalla cultural, entonces.
-Hay un libro de Martín Gurri, La rebelión del público, que plantea que están en crisis el viejo mundo industrial y las certezas que por lo menos ofrecían los países centrales. Y en los países periféricos estaba la expectativa de llegar a eso. Ya no hay esas certezas materiales, pero también en muchos aspectos simbólicas, culturales. Hoy está en crisis todo, no solo la izquierda. Yo creo que también está en crisis la derecha tradicional. De hecho, en muchos países lo que se ve es que estas nuevas derechas desafían a las derechas más conservadoras, más clásicas. Y por eso es que se ve que todo ese mundo multipolar construido después de la Segunda Guerra, y la globalización impulsada por el neoliberalismo en los 90, están en crisis hoy. Pero también están en cuestión las élites culturales. Hay una crisis de la figura de los intelectuales, de los periodistas. Finalmente, es la gente en las redes la que los puede desafiar. Antes un intelectual, un periodista, tenían un cierto monopolio, una autoridad sobre un tema, un aura para opinar en general.
-Basada en estudios…
-Sí, pero a la vez la democracia implica que todo el mundo tiene derecho a opinar. Y también pasó otra cosa: los intelectuales se “academizaron” y hay menos intelectuales públicos. Toda esa suma de crisis explica en parte el tipo de derecha que tenemos hoy. Que no son las viejas derechas liberales o conservadoras sino derechas mucho más disruptivas. Estos personajes: Milei, Elon Musk, el propio Trump. Son estas derechas que, más que conservar, parece venir a venir a patear el tablero.
-¿Pero lo patean a fondo? ¿O mantienen la estructura económica?
-Hay algo institucional, sobre las instituciones que había construido el poder antes. En los años 90, incluso los neoconservadores, con toda esta idea del fin de la historia y demás, partían de la idea de una combinación de democracia liberal y economía de mercado. Y podían ser más o menos autoritarios los gobiernos en la práctica, pero el discurso era democrático. Hoy ya vemos que eso no es necesario, ya no está esa condición. Hay teóricos neorreaccionarios en Estados Unidos que son muy leídos en el ala más radical del trumpismo, que directamente dicen que la democracia es un sistema subóptimo, que debe ser reemplazado por figuras de tipo neomonárquicas. Como dijo Curtis Yarvin, un neoorreaccionario, Estados Unidos debe perder la fobia a los dictadores. Entonces ya se se dicen cosas que por lo menos no se decían en los 90. Pero sobre todo están los discursos que tratan de capturar el inconformismo social.
-¿De qué están disconformes los disconformes?
-En 2010, 2011, los indignados, de manera general, eran de izquierda. No pasó tanto tiempo y hoy, cuando uno piensa en indignación, piensa cosas como lo que pasó en el Capitolio o las movilizaciones de derecha contra las cuarentenas. Creo que la indignación de la gente hoy pasa por incertidumbres materiales, incluso en los países centrales. Porque no está garantizado que los hijos vivan mejor que los padres… También hay mucha idealización del pasado, en muchos casos: no sé cuán bien vivían los padres o abuelos, porque si te vas un poco atrás, ya era la segunda Guerra Mundial. Pero sí hay una idea de incertidumbre material. En los países centrales, en Europa por ejemplo, hay problemas concretos, como los de los jóvenes con la vivienda, es más complicado acceder. Y hay también crisis del Estado de Bienestar en instituciones concretas como la salud y la educación. Hay estudios sobre el voto a la extrema derecha en Alemania y su relación con la distancia a los servicios de salud. Hay inconformismo en zonas donde la globalización debilitó la industria y hay un montón de gente pauperizada, pasa en el norte de Francia o en el “cinturón de óxido” de Estados Unidos, de donde sale el actual vicepresidente. Entonces, razones materiales y razones culturales.

-¿Por ejemplo?
-Mucha gente reacciona ante la inmigración y el multiculturalismo. La idea de “ya no me reconozco en mi propio país” es un insumo para un inconformismo de derecha. Y hay discursos que machacan sobre eso. Esa idea de “El gran reemplazo”, que dice que la inmigración viene a reemplazar al pueblo y la civilización occidental por población no blanca. En Francia, por ejemplo, el discurso de la derecha sobre la migración era: “Los inmigrantes vienen a robarnos el trabajo”. Ahora es mucho más: “los inmigrantes son vagos que no trabajan y lo que hacen es robarse la plata de mis impuestos a través de políticas sociales, seguros, de desempleo, etcétera”. De manera más general creo que hay una crisis de futuro.
-¿Qué es una crisis de futuro?
-En el pasado el socialismo, el liberalismo, se proyectaban hacia el futuro: eran las dos grandes utopías. Podía ser una utopía socialista o una utopía de mercado, pero incluso hasta los 90 existía la idea de que el futuro iba a ser mejor con el neoliberalismo, con el socialismo también. Eso está bastante cancelado por ahora.
-Escribiste que “si el futuro se clausura y el saber se disocia de la acción transformadora, la oferta discursiva de la izquierda pierde su atractivo”. ¿Por qué la gente no cree que el futuro va a ser mejor?
-Porque la tendencia en estos años parece ser hacia un empeoramiento de las cosas y porque los discursos distópicos se fueron instalando. Puede haber distopías con la idea de la inmigración, con la islamización como horizonte distópico. O el empleo: en el pasado se creía que una mayor robotización iba a ser positiva porque íbamos a tener más tiempo de ocio y hoy, en general, pensamos que más robots nos van a dejar sin trabajo y en la miseria o en situación de precariedad total.
-Luis Alberto Spinetta decía “mañana es mejor”, ahora no estamos seguros…
-Había una idea que la Historia estaba de nuestro lado. De que que la situación era muy sombría, oscura, pero teníamos “el viento de la Historia en las velas”. Que se haya perdido la idea de un futuro mejor parece que alimenta estas derechas que son derechas que tampoco hasta ahora han gobernado salvo de manera muy excepcional. Por ahora no vemos ningún proyecto de estas nuevas derechas materializado. Lo que vimos fue una primera gestión de Trump, una de Bolsonaro, que perdieron después. Y ahora volvió Trump y parece venir con un proyecto más radical, pero todavía está en duda. Entonces, yo creo que estas derechas funcionan todavía como derechas de protesta, más que de gobierno. Ahora están gobernando y vamos a ver. Milei, por ejemplo, tiene un proyecto muy refundacional, pero se enfrenta ahora al valor del dólar, como todos los gobiernos anteriores. Creo que eso es importante, porque si no parece que hay una ola de derecha que viene y se lleva todo por delante. Creo que este gobierno de Trump va a definir mucho si es realmente un modelo exitoso de nueva derecha. Milei también.
-¿No las ves duraderas?
-Quizás dentro de unos años esto haya cambiado, porque no es fácil para esas derechas construir nuevas hegemonías estables. Los sectores progresistas, si bien están en muchos casos desarticulados, derrotados, representan a gran parte de la población. En el caso de la Argentina se ve una forma de derrotismo, pero el progresismo es la mitad de la población. Entonces, apenas encuentran unas banderas, se movilizan: el discurso de Davos, la represión a los jubilados, el golpe del 24 de marzo… Bueno, después tendrá que verse cómo se expresa eso electoralmente. A estas derechas también les cuesta construir mayorías; de hecho en muchos casos lo logran con las derechas tradicionales.
-¿Y Trump?
-En el caso de Trump ahora vemos que sí construyó una mayoría, por eso me parece que mucho se va a jugar ahí, en este modelo, que está en el límite de la democracia y que en muchos aspectos es muy caótico. A la vez hay muchas convergencias entre trumpistas y putinistas. No es solo una cuestión geopolítica, también hay convergencias ideológicas ahí y es verdad que expresan una forma de antiprogresismo muy radical y posiciones antidemocráticas.
-Algunos hablan de que la democracia como sistema está en riesgo.
-Hay todo un modelo ahí en Silicon Valley que es muy antidemocrático y hay toda una utopías ahí. Quizá el único lugar donde quedan utopías sea ahí, en Silicon Valley, con gente como Elon Musk, pero son utopías o distopías. Aparece la idea de recuperar la conquista del espacio, cosas que estaban en las viejas utopías y que se habían estancado. Ahora se privatizaron, de algún modo. Antes eran utopías que llevan adelante los estados:, la conquista del espacio, la llegada a la Luna, etcétera Ahora son mega-ricos que por momentos parecen pensar la conquista del espacio como una especie de plan B para huir de la crisis de este planeta.
-¿Entonces, hay futuro?
-Sí, pero hay que reconstruirlo. Por lo pronto, salir de cierto derrotismo. Hay temas materiales que es necesario abordar, quizás con un poco de más audacia. Y repensar formas de recuperar el espíritu democrático, pero no como veníamos pensándolo en los 90, un poco sin ese espíritu que la vuelve vital. La democracia es un elemento que puede servir para articular una resistencia contra lo que se ve como una derecha que efectivamente es autoritaria. Aunque, claro, también hay izquierdas autoritarias. No sé si hay futuro, pero me parece que en todo caso se ven batallas por defender las conquistas de estos tiempos, que me parece que no fueron pocas.
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INTERNACIONAL
Trump’s ‘big, beautiful bill’ faces Republican family feud as Senate reveals its final text

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Senate Republicans unveiled their long-awaited version of President Donald Trump’s «big, beautiful bill,» but its survival is not guaranteed.
Senate Budget Committee Chair Lindsey Graham, R-S.C., revealed the stitched-together text of the colossal bill late Firday night.
The final product from the upper chamber is the culmination of a roughly month-long sprint to take the House GOP’s version of the bill and mold and change it. The colossal package includes separate pieces and parts from 10 Senate committees. With the introduction of the bill, a simple procedural hurdle must be passed in order to begin the countdown to final passage.
When that comes remains an open question. Senate Republicans left their daily lunch on Friday under the assumption that a vote could be teed up as early as noon on Saturday.
HOUSE CONSERVATIVES GO TO WAR WITH SENATE OVER TRUMP’S ‘BIG, BEAUTIFUL BILL’
President Donald Trump on June 18, 2025. (BRENDAN SMIALOWSKI/AFP via Getty Images)
Sen. John Kennedy, R-La., told Fox News Digital that he had «strongly encouraged» Senate Majority Leader John Thune, R-S.D., to put the bill on the floor for a vote Saturday afternoon.
«If you’re unhappy with that, you’re welcome to fill out a hurt feelings report, and we will review it carefully later,» Kennedy said. «But in the meantime, it’s time to start voting.»
But Senate Republicans’ desire to impose their will on the package and make changes to already divisive policy tweaks in the House GOP’s offering could doom the bill and derail Thune’s ambitious timeline to get it on Trump’s desk by the July 4 deadline.
However, Thune has remained firm that lawmakers would stay on course and deliver the bill to Trump by Independence Day.
When asked if he had the vote to move the package forward, Thune said «we’ll find out tomorrow.»
TOP TRUMP HEALTH OFFICIAL SLAMS DEMOCRATS FOR ‘MISLEADING’ CLAIMS ABOUT MEDICAID REFORM
But it wasn’t just lawmakers who nearly derailed the bill. The Senate parliamentarian, the true final arbiter of the bill, ruled that numerous GOP-authored provisions did not pass muster with Senate rules.
Any item in the «big, beautiful bill» must comport with the Byrd Rule, which governs the budget reconciliation process and allows for a party in power to ram legislation through the Senate while skirting the 60-vote filibuster threshold.

Senate Majority Leader John Thune speaks during a news conference following the weekly Senate Republican policy luncheon at the U.S. Capitol on June 17, 2025, in Washington. (Getty Images)
That sent lawmakers back to the drawing board on a slew of policy tweaks, including the Senate’s changes to the Medicaid provider tax rate, cost-sharing for food benefits and others.
Republican leaders, the White House and disparate factions within the Senate and House GOP have been meeting to find middle ground on other pain points, like tweaking the caps on state and local tax (SALT) deductions.
While the controversial Medicaid provider tax rate change remained largely the same, a $25 billion rural hospital stabilization fund was included in the bill to help attract possible holdouts that have raised concerns that the rate change would shutter rural hospitals throughout the country.
On the SALT front, there appeared to be a breakthrough on Friday. A source told Fox News that the White House and House were on board with a new plan that would keep the $40,000 cap from the House’s bill and have it reduced back down to $10,000 after five years.
But Senate Republicans are the ones that must accept it at this stage. Sen. Markwayne Mullin, R-Okla., has acted as the mediator in those negotiations, and said that he was unsure if any of his colleagues «love it.»
«But I think, as I’ve said before, I want to make sure we have enough that people can vote for than to vote against,» he said.
Still, a laundry list of other pocket issues and concerns over just how deep spending cuts in the bill go have conservatives and moderates in the House GOP and Senate pounding their chests and vowing to vote against the bill.
Republican leaders remain adamant that they will finish the mammoth package and are gambling that some lawmakers standing against the bill will buckle under the pressure from the White House and the desire to leave Washington for a short break.
Once a motion to proceed is passed, which only requires a simple majority, then begins 20 hours of debate evenly divided between both sides of the aisle.
‘BABY STEPS’: LEADER THUNE DETAILS HIS WORK TO CORRAL REPUBLICANS BEHIND TRUMP’S LEGISLATIVE VISION

House Speaker Mike Johnson speaks during a news conference at the U.S. Capitol Building on April 1, 2025, in Washington. (Anna Moneymaker/Getty Images)
Democratic lawmakers are expected to spend the entirety of their 10 allotted hours, while Republicans will likely clock in well below their limit. From there starts the «vote-a-rama» process, when lawmakers can submit a near-endless number of amendments to the bill. Democrats will likely try to extract as much pain as possible with messaging amendments that won’t actually pass but will add more and more time to the process.
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Once that is complete, lawmakers will move to a final vote. If successful, the «big, beautiful bill» will again make its way back to the House, where House Speaker Mike Johnson, R-La., will again have to corral dissidents to support the legislation. It barely advanced last month, squeaking by on a one-vote margin.
Treasury Secretary Scott Bessent hammered on the importance of passing Trump’s bill on time. He met with Senate Republicans during their closed-door lunch and spread the message that advancing the colossal tax package would go a long way to giving businesses more certainty in the wake of the president’s tariffs.
«We need certainty,» he said. «With so much uncertainty, and having the bill on the president’s desk by July 4 will give us great tax certainty, and I believe, accelerate the economy in the third quarter of the year.»
INTERNACIONAL
Un hidrogel con cianobacterias podría ser una solución para combatir el cambio climático

Un material puede hacer que las paredes de un edificio ayuden a limpiar el aire que las rodea y a mitigar el problema del cambio climático. Eso no es magia: es el resultado de un avance científico real realizado en una universidad pública de Suiza.
Fue realizado por investigadores de ETH Zurich, la institución que fue fundada en 1855 y tuvo como alumnos al físico Albert Einstein y a otros 21 ganadores de Premios Nobel. Incluyeron cianobacterias dentro de un hidrogel, que es un polímero inerte, y obtuvieron un material vivo artificial.
El nuevo material es capaz de capturar dióxido de carbono (CO₂) de manera eficaz, mientras genera minerales que lo almacenan de forma estable. Los resultados fueron publicados en la revista Nature Communications.

Significa que, además de transformar el CO2 en biomasa a través de la fotosíntesis, las cianobacterias inducen la formación de minerales y así se consigue un almacenamiento mucho más duradero y seguro del carbono capturado en el propio material.
Consideran que la innovación podría ofrecer una solución escalable y sostenible que elimina el CO₂ de la atmósfera al emplear procesos naturales.

El dióxido de carbono siempre ha estado presente en la atmósfera. Es parte natural del aire que se respira y del ciclo del carbono del planeta.
Pero su presencia aumentó por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) y la deforestación.
Este exceso de CO₂ atrapa calor en la atmósfera y eso condujo a que las temperaturas globales suban, los glaciares se derritan, los océanos se calienten, entre otros impactos.
El CO₂ no es “malo” en sí mismo: las plantas lo necesitan para hacer fotosíntesis. Pero en exceso desequilibra el sistema.
Científicos de todo el mundo buscan formas efectivas de capturar ese CO₂ para defender la salud del planeta.

La mayoría de los métodos conocidos hasta ahora son costosos, requieren mucha energía o no consiguen guardar el carbono durante mucho tiempo.
Algunos grupos han probado con técnicas químicas y otros con organismos vivos como plantas y algas.
Pero, hasta este avance, no se había combinado con éxito un material inerte y un organismo vivo que sigue activo dentro del hidrogel y tiene capacidad de almacenar carbono en formas estables.
El equipo de ETH Zurich decidió enfrentar el desafío de hacer algo muy diferente.

Para fabricar el nuevo material, el equipo usó un hidrogel, que es como una esponja blanda hecha con polímeros. Este gel deja pasar agua, luz y CO₂.
Dentro del hidrogel colocaron millones de cianobacterias, microorganismos que viven en la Tierra desde hace millones de años y pueden hacer fotosíntesis.
Las cianobacterias usan la luz solar para transformar el CO₂ del aire en alimento y oxígeno. También producen una reacción especial: su actividad provoca la formación de minerales sólidos, como la cal, que guarda el CO₂ por mucho tiempo dentro del gel.
El equipo utilizó impresión 3D para dar forma al material y optimizar la entrada de luz, agua y nutrientes. Así crearon piezas y bloques que funcionan bien para proyectos grandes.

Dalia Dranseike, quien fue primera autora del trabajo junto con Yifan Cui, explicó: “El material tiene estructuras que dejan pasar luz y distribuyen el líquido con nutrientes gracias a la capilaridad”.
El material logró resultados increíbles: en el laboratorio, pudo atrapar CO₂ de forma constante durante 400 días.
Cada gramo retuvo 26 miligramos de CO₂, y superó a otros métodos como el llamado “hormigón reciclado”. Los minerales que se forman en su interior vuelven el material más fuerte y resistente.
Las posibles aplicaciones van más allá de los experimentos. Los investigadores imaginan que el nuevo material se podría usar en edificios, fachadas y objetos urbanos para limpiar el aire y ayudar a combatir el cambio climático.

Después de los éxitos en el laboratorio, el equipo de ETH Zurich llevó su material a exposiciones internacionales de arquitectura. Andrea Shin Ling, arquitecta y miembro del equipo, fue clave en este paso.
En la Bienal de Arquitectura de Venecia montaron troncos de hasta tres metros de alto, formados por el material vivo que contiene cianobacterias. Cada tronco puede capturar 18 kilos de CO₂ por año, similar a lo que absorbe un pino adulto.
La arquitecta contó que el mayor desafío fue escalar el proceso, ya que fabricar piezas grandes es muy diferente al trabajo de laboratorio.
En tanto, en la Trienal de Milán, cubrieron tejas de madera con el hidrogel y las cianobacterias. Con el tiempo, formaron una “piel” verde sobre la madera, un signo claro de que las bacterias seguían vivas y activas capturando CO₂.
Observar el cambio de color y el trabajo de las cianobacterias resultó emocionante para el equipo.

En diálogo con Infobae, la doctora Graciela Salerno, investigadora superior del Conicet en cianobacterias y biotecnología, profesora emérita de la Universidad Nacional de Mar del Plata y vicepresidente del Comité Ejecutivo de la Fundación para Investigaciones Biológicas Aplicadas (FIBA), comentó: “Se busca desde hace varias décadas en diferentes laboratorios, el desarrollo de métodos de secuestro de dióxido de carbono a través de materiales fotosintéticos”.

Tras leer el estudio publicado en Nature Communications, la doctora Salerno, quien no participó en la investigación, opinó que los investigadores de Suiza “le han dado una vuelta interesante y desarrollaron una innovación que combina el poder de las cianobacterias con ingeniería de materiales”.
Además, la científica expresó: “Si bien falta aún escalar la producción y evaluar su implementación práctica, el hidrogel podría ser una estrategia más para combatir al cambio climático. Por supuesto, también se necesita que se reduzcan las emisiones de gases de efecto de invernadero para no seguir agravando el problema”.
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