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Panorama Internacional: perdidos en el abismo de Gaza

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El sanguinario ataque terrorista de 7 de octubre de 2023 en el Sur de Israel abrió una caja de Pandora en la geopolítica de Oriente Medio. Un proceso que puede evaluarse en varios niveles. Uno muy claro ha sido la virtual demolición del poderío que exhibía Irán con sus factores del eje de la resistencia en ese espacio y de la propia potencia persa que, aunque son fuertes las dudas sobre el efecto real de los bombardeos a sus sitios nucleares, ha perdido vigor y capacidad de desafío. Hezbollah, en Líbano, también ha resignado grandes lonjas de su antiguo poder.

El bonus del capítulo ha sido la caída del régimen de Bashar al Assad en Siria, aunque ahí las cosas son más diversas debido a que esa tiranía, si bien formaba parte íntima del patio trasero iraní, también era un significativo aliado de Rusia. A su vez Moscú es un gran amigo del actual Ejecutivo israelí al punto que ha evitado hasta ahora condenar la barbarie del Kremlin en Ucrania.

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Hamas, el autor de aquel ataque, el peor que ha sufrido el pueblo judío desde el Holocausto, está descabezado y claramente disminuido, aunque retiene controles en el enclave y capacidad negociadora con Israel. Lo que resta de esa organización ultraislámica lo debería neutralizar la política, una visión que comparten quienes sostienen que ya no hay espacio ni necesidad para la opción militar. Esa opinión sugiere que Israel repita su historia como después de la guerra de 1973 con Egipto o más tarde con los acuerdos Abraham que permitieron normalizar las relaciones con la mayoría de los países árabes pro occidentales.

La cuestión no es conciliar con Hamas, sino con esas estructuras políticas del vecindario que se harían cargo del enclave palestino y de su gente sin la banda terrorista. Pero el gobierno de Benjamín Netanyahu, en cambio, profundiza una guerra de perfil arrasador e implacable que se ha convertido tanto en una trampa militar y política como un bumerán que vuelve sobre Israel.

El aislamiento del país es por momentos extraordinario y últimamente agravado por la tragedia de los civiles baleados mientras buscan alimentos en un laberinto de asistencia que por momentos acaba en virtuales emboscadas. No debe sorprender el reproche generalizado por una hambruna creciente y visible, sobre la cual Israel culpa a Hamas, aunque en cualquier caso no debería eludir el deber moral de resolverla en todas las instancias.

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Sobrevuela ahora más que antes el discurso pronunciado en agosto pasado en la Conferencia Katif para la Responsabilidad Nacional por el ministro de Economía israelí, el ultrarreligioso Bezalel Smotrich. Allí soltó que “puede ser justo y moral matar de hambre y sed” a los dos millones de habitantes de Gaza para lograr la liberación de los rehenes israelíes en manos de Hamas. También ahí aseguró que Israel debía tomar el control de la distribución de la ayuda dentro de Gaza.

Así sucedió. La organización a cargo del reparto de alimentos es una estructura opaca de tono paramilitar, The Gaza Humanitarian Foundation, (GHF) registrada por un pastor evangélico en Delaware apenas dos semanas después de que Donald Trump regresara al poder. Funciona respaldada por EE.UU. y el gobierno de Netanyahu en relevo de la que antes conducía plenamente la ONU.

Días atrás, parte de los más importantes aliados históricos de Israel en el Norte mundial, entre ellos Gran Bretaña e Italia, junto a otros 23 países, denunciaron lo que sucede como una barbarie innecesaria. “Condenamos el goteo de ayuda y el asesinato inhumano de civiles, incluidos niños, que intentan satisfacer sus necesidades más básicas de agua y alimentos. Es espeluznante que más de 800 palestinos hayan muerto mientras buscaban ayuda. La denegación por parte del Gobierno israelí de asistencia humanitaria esencial a la población civil es inaceptable”.

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Una mujer palestina sostiene a su hija de cinco meses, Rama Abu Aya, quien está desnutrida, según los médicos, en el Hospital Nasser en Khan Younis, en el sur de la Franja de Gaza. Foto Reuters

La nota resumió un clamor global para detener un conflicto que parece reproducir la pesadilla de la Bucha ucraniana, la ciudad en manos de la soldadesca sanguinaria rusa que escandalizó al mundo en el primer año de aquella otra guerra. Ese reproche no tiene ninguna relación con la plaga del antisemitismo que sí existe, pero que se denuncia a veces con la intención oportunista de censurar lo que realmente sucede en este conflicto y en esa región.

¿Gaza sin palestinos?

La ausencia de una salida a este extraordinario abismo se debe a las ambiciones de una minoría en el poder del país hebreo que, tras el brutal atentado de Hamas, politizó la crisis detrás de una alucinada noción de construir el mítico Gran Israel desde el Mediterráneo al Jordán. El diario Financial Times publicó semanas atrás una investigación que reveló una tarea encomendada por empresarios israelíes a la Boston Consulting Group y con la presencia de miembros del Instituto Tony Blair, para determinar los costos de una operación para migrar a los habitantes de la Franja.

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Era en los momentos que Trump aludió al proyecto de una fastuosa “Riviera” turística en el enclave, incluso con islas artificiales. El documento de conclusiones de esos asesores llegó a sostener que la devastadora guerra en Gaza había “creado una oportunidad única en un siglo para reconstruir Gaza desde los principios básicos… como una sociedad segura, moderna y próspera” y, por supuesto, sin palestinos.

Poco después de la última y tercera visita de Netanyahu a la Casa Blanca este mes para reunirse con Trump, el portal Axios reveló que el director del Mossad, David Barnea, viajó a la capital norteamericana en busca de ayuda de EE.UU. para convencer a tres países, Etiopía, Libia e Indonesia, para que acepten recibir a los habitantes de la Franja. Barnea informó al enviado a Oriente Medio de Trump, Steve Witkoff, que Israel ha estado dialogando con esas naciones, y EE.UU. debería ofrecer “algún tipo de incentivos” para ayudar a persuadirlos. Witkoff no se comprometió, y no está claro si EE.UU. aceptaría intervenir.

Palestinos esperan recibir comida de un comedor social, en medio de una crisis de hambre, en la ciudad de Gaza. Foto ReutersPalestinos esperan recibir comida de un comedor social, en medio de una crisis de hambre, en la ciudad de Gaza. Foto Reuters

Sucede que esa iniciativa fantástica habría sido archivada por la Casa Blanca, en gran medida por la seducción de las coronas árabes que, se afirma, convencieron a Trump de la necesidad de hallar una solución para el conflicto palestino y entregar el territorio a un consorcio de países árabes que se ocupen de la reconstrucción.

En esa dimensión conviene instalar la inusual visita que el embajador de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee, un aliado vertical de Netanyahu, realizó al gobierno de la Autoridad Palestina en Ramallah. La primera vez que un diplomático nombrado por el magnate republicano expone semejante gesto que habrá generado muchas incógnitas en el gobierno israelí. El mensaje sería algo así como nada sin los palestinos. Sería consecuencia de la visión transaccional de Trump que ha recibido una promesa de enormes inversiones de parte de Qatar (el reino que le regaló el avión), Emiratos y especialmente de Arabia Saudita.

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Como señalan Marc Lynch y Shibley Telhami –docente de la universidad de Maryland y miembro del Brooking Institution, respectivamente–, en Foreign Affairs, “Trump parece inclinarse hacia una perspectiva sobre las cuestiones regionales similar a la de los líderes de los Estados del Golfo, que priorizan la estabilidad y necesitan mostrar a su pueblo algún progreso en la cuestión palestina para justificar una mayor cooperación”. Léase, en el caso de Riad, el establecimiento de relaciones con Israel, un paso clave junto con la salida estatal palestina que consolidaría el liderazgo regional del príncipe saudita Mohamed bin Salman, una ambición y personaje nada secundario en esta crisis.

© Copyright Clarín 2025

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Next-gen missile shown off in first Pacific test as US expands long-range arsenal

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NEWYou can now listen to Fox News articles!

In a milestone moment, the Army Friday conducted a live-fire test of its precision strike missiles in Australia, the first ever west of the international dateline. 

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The test, seen in footage obtained by Fox News Digital, marks a significant advancement in the region’s long-range strike capabilities. The precision strike missile (PrSM) has an unclassified range of 300 miles and can hit moving targets on land or at sea. 

The test saw a U.S.-manufactured PrSM launched from a High Mobility Artillery Rocket System (HIMARS) vehicle owned by the Australian Defence Force. 

TAIWAN CONDUCTS LIVE-FIRE DRILLS WITH US-MADE TANKS AS PRESIDENT LOOKS ON

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It was a show of force between the U.S. and Australia at a time of increasing tension in the Indo-Pacific. 

«This is just one of the key steps we’re taking throughout the region to deter conflict, while ensuring that our soldiers have the best capabilities available,» said Army Secretary Dan Driscoll, who observed the test at the Mount Bundey Training Area in Australia. «The PrSM allows our forces to hold land and maritime regions at risk, which gives adversaries pause and increases deterrence.»

In a milestone moment, the Army on Friday conducted a live-fire test of its precision strike missiles in Australia, the first ever west of the international dateline.  (US Army )

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The PrSM is the U.S. Army’s newest addition to its long-range precision fires (LRPF) portfolio, a triad of advanced strike systems that includes HIMARS-launched missiles, the mid-range capability platform and the Dark Eagle hypersonic missile.

While HIMARS has already proven itself in combat zones like Ukraine, where its ability to rapidly fire and evade counterattack has made it a prized system, the integration of the PrSM into this platform significantly enhances its strategic utility. 

The mobile launcher can be deployed from C-17 and C-130 aircraft, a U.S. Navy landing craft and even from ships at sea, a capability tested in joint drills with the U.S. Navy and Marine Corps.

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Unlike the 90-mile-range Extended Range Guided Multiple Launch Rocket System (ER GMLRS), which fires six missiles per HIMARS, the PrSM packs two missiles per launcher and can reach more than triple the distance.

Asked why the missiles were an important part of preparation for a potential war in the Indo-Pacific, Driscoll told reporters, «I think if you look at the way conflict is unfolding now, what is not being rewarded is large, massive presences with static locations and big footprints and signatures. What is being rewarded is the ability to be agile, hide your signature and move quickly.» 

rocket test

A U.S.-manufactured PrSM was launched from a High Mobility Artillery Rocket System vehicle owned by the Australian Defence Force.  (US Army )

Fielding of HIMARS continues across the U.S. Indo-Pacific Command, with the 25th Infantry Division in Hawaii recently receiving 16 launchers, a first for a light infantry division tasked with jungle and archipelagic warfare. Officials say they are looking to increase munitions production with key allies.

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PENTAGON MAY SINK BIDEN-ERA DEAL TO SELL AUSTRALIA NUCLEAR-POWERED SUBMARINES

The test comes after it was revealed the Pentagon privately pressed Australia to define how it might help if war broke out over a Chinese invasion of Taiwan. Australia responded by stressing it would not commit troops in advance of any conflict.

Daniel Driscoll, President Donald Trump's nominee to be the Department of Defense's Secretary of the Army, testifies before a Senate Armed Services Committee hearing on his nomination on Capitol Hill, Thursday, Jan. 30, 2025, in Washington

Army Secretary Dan Driscoll, who observed the test at the Mount Bundey Training Area in Australia. (AP)

Australia does not permit permanent foreign military bases, but the U.S. is expanding its rotational presence at Australian sites. Australia and the U.S. recently led a major joint exercise in Sydney involving 30,000 troops from 19 countries.

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It also comes at a time when Washington is reconsidering whether to sell nuclear-powered, Virginia-class submarines to Sydney through the Australia-UK-US (AUKUS) deal.

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The three nations would jointly design a new class of submarines, with Australian production beginning in the 2040s. 

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Cómo opera el Cártel de los Soles, la organización narcocriminal vinculada al chavismo y designada como grupo terrorista por EEUU

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Cómo opera el Cártel de los Soles, la organización narcocriminal venezolana designada como grupo terrorista por EEUU

El Cártel de los Soles es una organización criminal, señalada el viernes por autoridades estadounidenses como una red de narcotráfico, integrada por altos mandos de las Fuerzas Armadas venezolanas.

Según las investigaciones, su estructura se apoya en el aparato militar, la participación de redes civiles y el respaldo institucional del régimen chavista, lo que le permite controlar rutas internacionales de drogas, ejecutar operaciones de lavado de dinero y mantener alianzas con otras organizaciones criminales en América Latina.

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El nombre “Cártel de los Soles” proviene de las insignias doradas en forma de sol que portan los generales de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en sus uniformes. La expresión fue utilizada por primera vez en 1993, cuando los generales Ramón Guillén Dávila y Orlando Hernández Villegas fueron investigados por tráfico de drogas.

En sus primeras etapas, la implicación de oficiales militares consistía en aceptar sobornos a cambio de permitir el paso de cargamentos. Con el tiempo, esta participación se profundizó hasta convertirse en un involucramiento directo en el transporte, almacenamiento y distribución de estupefacientes.

De acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos, el cártel utiliza infraestructura estatal venezolana, incluidos aeropuertos, puertos marítimos y convoyes oficiales, para movilizar cocaína hacia el Caribe, Centroamérica, África Occidental y Europa.

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Diosdado Cabello figura en los
Diosdado Cabello figura en los informes como una pieza clave en la estructura del cártel (EP)

Estas operaciones son coordinadas por oficiales de alto rango y, según las autoridades estadounidenses, cuentan con respaldo institucional del régimen venezolano que facilita la logística, reduce los controles fronterizos y garantiza impunidad.

En su más reciente decisión, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos clasificó al Cártel de los Soles como organización terrorista transnacional, e incorporó a sus integrantes a la lista de Nacionales Especialmente Designados (SDN), lo que permite imponer sanciones económicas y restricciones internacionales.

La Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado declaró que Estados Unidos empleará “todos los recursos a disposición para evitar que Nicolás Maduro continúe lucrando con la destrucción de vidas estadounidenses y la desestabilización de nuestro hemisferio”.

No se trata de una acusación reciente. En 2008, el Departamento del Tesoro estadounidense ya había sancionado a tres altos funcionarios venezolanos: Hugo Carvajal, ex director de inteligencia militar; Henry de Jesús Rangel Silva, ex ministro de Defensa; y Ramón Emilio Rodríguez Chacín, ex ministro del Interior, por colaborar con la guerrilla colombiana de las FARC en operaciones de narcotráfico.

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Hugo Carvajal, ex jefe de
Hugo Carvajal, ex jefe de inteligencia de Venezuela, se declaró culpable en EEUU por conspiración con las FARC para traficar cocaína. El Departamento de Justicia estadounidense señaló que Carvajal operó como líder del Cartel de Los Soles desde al menos 1999 (REUTERS)

En marzo de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos presentó cargos contra Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y otros altos funcionarios del régimen chavista, acusándolos de liderar el Cártel de los Soles. Según los fiscales federales, el grupo opera al menos desde 1999 y habría utilizado el poder político y militar para desarrollar un sistema de narcotráfico de alcance internacional.

Diosdado Cabello figura en los informes como una pieza clave en la estructura del cártel. Se lo acusa de facilitar rutas de narcotráfico y de usar su posición de poder para blindar legalmente las operaciones y afianzar su influencia política.

Otro nombre mencionado en las investigaciones es el de Tareck El Aissami, ex ministro del Petróleo y ex vicepresidente. Fue detenido en 2024 y acusado por la Fiscalía chavista de liderar una red de corrupción ligada a la estatal PDVSA, cuya estructura habría sido utilizada para financiar operaciones vinculadas al narcotráfico.

En marzo de 2020, el
En marzo de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos presentó cargos contra Nicolás Maduro acusándolo de liderar el Cártel de los Soles (REUTERS)

Las autoridades estadounidenses describen al Cártel de los Soles como una red que se sostiene sobre tres elementos fundamentales: el control territorial ejercido por los cuerpos armados, la protección institucional desde el Ejecutivo venezolano y la utilización de empresas públicas y privadas para el blanqueo de capitales.

En marzo de 2025, un portavoz del FBI declaró que las investigaciones en curso buscan desmantelar totalmente la estructura financiera y operativa del grupo, y que están bajo análisis los vínculos comerciales, empresariales y políticos que sostienen el sistema delictivo.

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Estados Unidos también ha documentado relaciones operativas entre el Cártel de los Soles y otras organizaciones criminales como el Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa.

Estos vínculos incluyen colaboración logística, protección cruzada y participación conjunta en la distribución de drogas. Tanto el Tren de Aragua como el Cártel de Sinaloa han sido designados por Washington como organizaciones terroristas internacionales.

El Tren de Aragua, surgido en Venezuela, ha extendido su actividad a más de una docena de estados de EEUU y a diversos países latinoamericanos. Se lo vincula con extorsión, tráfico de personas, narcotráfico, robos y violencia armada.

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El director del FBI, Kash
El director del FBI, Kash Patel (EFE/Jim Lo Scalzo)

Durante una audiencia en el Senado, el director del FBI, Kash Patel, afirmó que estas estructuras criminales representan el lado oculto de otros delitos como el tráfico de personas y el terrorismo. Añadió que la prioridad de la administración estadounidense es intensificar la persecución internacional de estas redes mediante acciones judiciales, cooperación con gobiernos aliados y sanciones financieras.

Ni el Ministerio de Comunicación del régimen chavista ni el propio Nicolás Maduro respondieron a las solicitudes de comentarios. En declaraciones anteriores, Maduro rechazó las acusaciones, las calificó como parte de una campaña de desprestigio y pidió a Estados Unidos que enfoque sus esfuerzos en controlar el consumo interno de drogas en lugar de responsabilizar a Venezuela.



Crime,Diplomacy / Foreign Policy

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Necesitamos algo de silencio para volver a conversar

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Imagen de la serie fotográfica «Removed», de Eric Pickersgill. Las manos vacías conservan la forma de los teléfonos celulares.

Lo primero que veo son sus manos entrelazadas jugando por encima de la mesa. Mi visión es óptima: estoy de frente a ellos, a quienes veo de perfil por mi ubicación en el bar. La mano derecha de ella y la mano izquierda de él se acarician a un ritmo propio sobre el blanco del mantel. No conversan, solo se tocan. Tampoco se miran a los ojos sino que están, por separado, distraídos en sus respectivos universos virtuales gerenciados por algoritmos. Lejos de la piel amada, la mano libre de cada uno de ellos sostiene la carcasa fría del celular, esa prótesis embrujada que supimos conseguir.

Con el pulgar scrollean la pantalla. No los vi sacar fotos del avocado toast y el budín de banana que compartieron esta mañana con el latte de costumbre. No postean, quiero decir, aunque advierto que mandan y responden mensajes de whatsapp y se muestran cada tanto entre ellos y con gesto amoroso alguna oferta de las que les aparecen en las redes. Las redes, foros en los que hasta hace un tiempo nos mostrábamos con fotos y textos en ese simulacro que fingía reproducir el comportamiento social de la conversación pero sin cuerpos presentes. Una puesta en escena que parecía acercarnos y que nos hizo creer en la democratización de la palabra; que nos dio falsa compañía durante la pandemia y que hoy solo replica a los que ponen plata y buscan plata.

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"A Conversation", de Vanessa Bell.
«A Conversation», de Vanessa Bell.

Ya no conversamos ni nos comunicamos, solo encontramos ahí marketing, ventas, banalidad y violencia extrema en ideas y discursos. Fuimos expulsados y casi no posteamos porque las redes dejaron de ser un espacio en el que compartíamos el devenir cotidiano de la humanidad y se volvieron un mercado en el que para que tu palabra se escuche tenés que agitar ruido y rendir como provocador o pagar para ser miembro gold de la red o para que el algoritmo se decida a mostrar tu haiku del día o la foto del emprendimiento con el que te ganás la vida.

Vimos nacer con estruendo plataformas efímeras y también vimos a otras redes agonizar o entrar en estado de putrefacción. Nos agotamos de comenzar de cero en cada plataforma nueva a la que nos sumábamos para no perdernos la diversión o el entretenimiento y con la intención de trasladar la agenda de la anterior. Aquello que formaba parte del espíritu original de la conversación virtual ya no existe. Nos quedamos sin charla en vivo ni charla a distancia, hay un vacío en la comunicación de las personas. El silencio es ensordecedor.

Así como en su momento retaceamos los cuerpos de la escena real atrapados por el magnetismo de las pantallas, todo indica que ahora asistimos a un llamado contagioso para el éxodo. Nos borramos de la conducción colectiva pero aún persiste una actividad: la del voyeur, el adicto, el que no puede dejar de perderse en lo irrelevante.

Las razones para la negativa a postear son miles. Algunas, según los especialistas: hartazgo y fobia a la exposición; miedo a la cancelación o a postear algo que resulte desubicado a los ojos de la mayoría, autocensura, un cambio de era generacional, la exigencia de opinar o expresarse sobre todo aún cuando no tenemos las herramientas para hacerlo, la agresividad como respuesta si tu posteo no representa las expectativas de los otros.

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Seguí vos.

Hoy nos quedamos sin la
Hoy nos quedamos sin la charla en persona y también sin la conversación a distancia. Imagen de la serie «Removed», de Eric Pickersgill.

Hace algunos años, el fotógrafo estadounidense Eric Pickersgill arrancó un proyecto artístico y casi antropológico, una serie de imágenes que lograban mostrar un hábito, una adicción y también un cambio de era. Se trata de fotos de personas de diferentes edades, culturas y géneros que están juntas pero no se hablan porque están cada uno en lo suyo. Las manos parecen contener un celular, pero el dispositivo no está.

Fue también en un café (aunque en Nueva York) cuando una imagen despertó su inquietud. Lo escucho contar así la experienca en un video que se encuentra en internet: “Había una familia sentada junto a mí en el café Ilium, se los veía totalmente desconectados los unos de los otros. No hablaban mucho entre ellos; el padre y las dos hijas estaban con su celular. Solo la madre no tiene o ha decidido dejarlo. Mira por la ventana, triste y sola en la compañía de su familia más cercana. De vez en cuando el padre levanta la cabeza para anunciar alguna información que ha encontrado online”.

Así comenzó a trabajar en la serie “Removed” y aunque las fotos tienen algunos años, como te decía, siguen siendo igual de perturbadoras. El celular en este caso ya no como prótesis sino como miembro fantasma; las manos siguen adaptadas al scrolleo infinito y la atención, dispersa. Estar con otros ya no es intercambiar palabras o emociones sino apenas compartir un espacio físico.

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"La conversación", de Henri Matisse.
«La conversación», de Henri Matisse. El antropólogo David Le Breton sostiene que la llegada de los teléfonos inteligentes hizo de la conversación una tarea imposible.

El título de la nota en el diario El País no dejaba lugar a dudas del apocalipsis emocional en que nos movemos. Se trata de un textual del antropólogo francés, quien en entrevista con el diario de Madrid señalaba que “Las redes sociales reducen el placer de vivir”. Durante la charla, a propósito de sus libros Caminar la vida y ¿El fin de la conversación? (aún sin traducción al español), Le Breton habla de la gente que camina enganchada a su móvil como zombis y habla de un mundo actual excesivamente tecnológico, violento, en el que vivimos juntos pero en soledad. “Nunca en la historia los jóvenes han sufrido más problemas de ansiedad, depresión y suicidio. Las redes sociales no aumentan el placer de vivir, sino que lo reducen”, asegura.

Es en ese contexto que sostiene que caminar (por supuesto, sin el celular encima) es un gesto de resistencia y habla de los peligros de una “humanidad sentada”, del modo en que las emociones han superado la razón (“vivimos en un mundo dominado por la ira y el resentimiento”) y, atención, habla de la soledad y de cómo las personas se diluyen ante las pantallas. Lo dice así:

“En realidad, cuando estás mirando la pantalla no estás en ninguna parte, te diluyes. Me gusta oponer conversación a comunicación: la primera es cara a cara, implica estar atento y mirarse a los ojos. Hay lugar para el silencio, la lentitud, la complicidad. La segunda es más dispersa y utilitaria. La pantalla supone una especie de burbuja: no hay una sensorialidad común”, dice.

En ¿El fin de la conversación? (en francés, La fin de la conversation ?), cuya bajada habla de “La palabra en una sociedad espectral”, Le Breton explica aquello de que con la llegada de los teléfonos inteligentes la conversación fue sustituida por la comunicación y dice que a diferencia de la charla, la comunicación es unilateral e individualista, y que al estar todo mediado por una pantalla la profundidad y el intercambio de ideas se convirtieron en tareas imposibles.

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Otra imagen de la serie
Otra imagen de la serie Removed, de Eric Pickersgill. En esta foto, el propio artista y su esposa.

Le Breton habla de los ruidos que se interponen en la posible conversación y en la capacidad de concentración de las personas -habla incluso del creciente ruido ambiente en los espacios públicos- y también del modo en que hoy se privilegia la documentación y el registro de los eventos más que la propia experiencia de ellos.

Nada que no sepamos o no veamos, aunque leer todo eso así, sistematizado, nos hace pensar si es acaso este carnaval de ruido lo que queremos tener alrededor, al lado, encima, por el resto de nuestras vidas.

De Józef Mehoffer: Boceto para
De Józef Mehoffer: Boceto para la pintura «Conversación».

Hace una semana, Orly Benzacar invitó a un grupo de personas del mundo de la cultura a la prestigiosa galería de arte que lleva el nombre de su madre (Ruth Benzacar) y que está cumpliendo 60 años de actividad. La intención era la de reproducir, de algún modo, una actividad que Ruth llevaba adelante en los primeros años de la galería: la tertulia. Una reunión de personas que no necesariamente tienen vínculos entre sí aunque comparten intereses y se reúnen para comer y beber algo y, sobre todo, para conversar animadamente en un escenario amable, bello.

Por estos días, dos grandes artistas (de obras muy diferentes entre sí) exponen en Benzacar: Eduardo Basualdo y Delia Cancela. “Yo soy rococó y él es barroco”, le dijo Delia Cancela a la periodista Celina Chatruc, de La Nación, el día de la inauguración de las muestras.

Delia es color, mujeres pájaro, flores, marcos dorados, aunque también hay gotas de sangre y palabras que hablan de sufrimiento y heridas. Basualdo es dramatismo, oscuridad (hay una suerte de cueva inquietante que puede y debe visitarse para experimentar esas tinieblas con mínimos resquicios de luz) y seres sin carne, o más bien, el cruce entre imágenes sombrías y casi radiográficas de esqueletos, por un lado, y colgajos de una tela gomosa que reproducen el efecto de una piel que ya no está.

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El contraste entre las obras es vibrante, intenso. La conversación que se dio esa noche (había escritores, artistas como Liliana Porter y Ana Tiscornia, activistas, curadores, chefs, cineastas, científicos y periodistas) fue rica y estimulante, aunque me fui con la sensación de que algo se percibía a media máquina.

Recién ahora, mientras lo escribo, advierto que posiblemente lo que sentí es que perdimos ritmo en tantos años de virtualidad y ensimismamiento, de modo que nos falta práctica para la conversación real y en voz alta. Como si tuviéramos que entrenar para volver a hablar pero, sobre todo, para volver a escucharnos.

"The conversation", de Mary Cassatt.
«The conversation», de Mary Cassatt.

Me gusta cómo piensa (y, sobre todo, cómo escribe) Kyle Chayka, experto en la cultura de internet de The New Yorker. Para Chayka, “la web de redes sociales tal como la conocíamos, un lugar donde consumíamos las publicaciones de nuestros semejantes y publicábamos a cambio, parece haber llegado a su fin”. Según explica el columnista, la explosión de la bizarreada y la presión para que todos nos desempeñemos como influencers dio como resultado que cada vez más gente se sienta intimidada ante el riesgo y la mayoría sean hoy consumidores pasivos.

Podríamos estar dirigiéndonos hacia algo que Chayka llama Posteo cero, “un punto en el que las personas normales (las masas no profesionalizadas, no mercantilizadas y no refinadas) dejen de compartir cosas en las redes sociales a medida que se cansan del ruido, la fricción y la exposición”. Dice Chayka que las redes sociales ya no tienen nada que ver con aquellas en las que había “un registro en tiempo real del mundo creado por cualquiera que estuviera experimentando algo”, un foro de conversación y reciprocidad, como señala en la misma nota Eleanor Stern, videoensayista de TikTok, para quien ese foro hoy se ha convertido solo en un espacio para escuchar y mirar.

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Para Chayka, justamente lo que hacía interesantes a las redes era la presencia de los “normalitos” (no expertos, personas comunes). El columnista da por cerrada esa etapa y escribe que Internet hoy se siente más vacío, “como un pasillo resonante, incluso cuando está lleno de más contenido que nunca”. En el ocaso de ese espacio que vibró con la vida de millones de personas, advierte que allí “como detritos en una playa que una vez estuvo concurrida, solo habrá marketing corporativo seco, bazofia generada por IA y basura de estafadores sedientos que intentan monetizar una audiencia menguante de voyeurs”.

Bastante triste (y qué bien escrito, por dios).

"Cicuta para los oídos", de
«Cicuta para los oídos», de Sebastián Hacher, fue publicado por Eterna cadencia.

“Los paisajes abiertos hacen que escuchemos a mayor distancia y que tengamos una perspectiva diferente de primer plano y de fondo. Como no hay motores ni ruidos blancos, el sonido tiene una fidelidad distinta a la de la ciudad, pero el recién llegado tarda en ubicar cada elemento en su lugar.(…) Después de un tiempo, el propio hábitat se mete adentro tuyo y te ayuda a construir una forma de estar en el mundo acompasada con el clima y las circunstancias. El paisaje te moldea”.

En estas semanas leí Cicuta para los oídos, publicado por Eterna Cadencia. Se trata del nuevo libro del periodista argentino Sebastián Hacher, en el que cuenta su experiencia de vida luego de haber elegido salir de la ciudad y mudarse al campo, lejos del ruido ansioso de la urbe. Escrita a la manera de lo que hoy algunos llaman novela de no ficción (con ciertos ecos de novelas como Los llanos, de Federico Falco, El tercer paraíso, de Cristian Alarcón y hasta Un amor, de Sara Mesa), Hacher despliega su talento narrativo en un relato sobrio, casi contenido, por el que se cuelan la belleza y las emociones.

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Lo hace a través de una forma de crónica que cuenta lo que puede ser el regreso a la naturaleza y sus ciclos, a la convivencia entre especies, con mascotas inesperadas y bichos y alimañas de toda clase; una vida austera y en los confines de la vida social, con una casa que requiere esfuerzo para la construcción de comodidades básicas pero también ofrece el espacio ideal para visitas amigas, aquellas con quienes la conversación viene interrumpida por la modernidad tecnológica y por la ansiedad como enfermedad de la era.

Claro que el hombre que se retira para habitar una vida precaria, el que comienza a bordar como una nueva forma de contar historias y quiere “ponerle mute al mundo” para encontrarse con él mismo, no contaba con un accidente y es que el ruido no se concentra en un solo lugar, de modo que podía extenderse y alcanzarlo. Eso es lo que sucede.

“El oído evolucionó para que podamos escapar de las fieras o convertirnos en una”, advierte el narrador. La pesadilla toma la forma de una casa enfrente de la suya, que pertenece a gente que no vive allí y que la usa esporádicamente. La música puede ser maravillosa pero también convertirse en un escándalo. Sus dueños pasan a ser “los vecinos musicales”, los que llegan para romper el silencio, la paz, el sueño y también, a la manera de una plaga, para destruir con malicia el escenario imaginado.

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“Hasta que empezó la temporada de pileta, nunca los había visto. Ahora son parte del paisaje. Pueden aparecer un miércoles a las seis de la tarde o un sábado a las dos de la mañana. Siempre suena Vilma Palma a un volumen demencial. (…) El sonido repetido día tras día a cualquier hora se naturaliza y se vuelve invisible. Quien haya vivido cerca de un tren, de la autopista o de un aeropuerto en algún momento deja de escuchar. Aquí no pasa. Las variables no son constantes: cinco o seis días de tranquilidad extrema y dos de caos no alcanzan para encapsular la herida, para volverla soportable”.

"Conversación interesante", de Federigo Zandomeneghi.
«Conversación interesante», de Federigo Zandomeneghi.

En Cicuta para los oídos hay un asesino y es el ruido, que persigue al protagonista hasta su refugio de vida natural. Reflexivo, angustiado, con ansias criminales, el narrador pasa por todas las caras de la desesperación ante la interrupción del silencio: borda, piensa, siembra, alimenta animales y dibuja (hay dibujos hermosos en el libro).

Y escribe, claro. Hacher escribe con una modulación elegante y sin estridencias que permite distinguir los matices de una voz y conmoverse casi como si el ruido nos hubiera abandonado definitivamente y pudiéramos, por fin, retomar la conversación, allí donde la dejamos.

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