INTERNACIONAL
Quién es Mark Carney, el economista que asumirá la defensa de Canadá ante Trump

Mark Carney, el brillante economista que este lunes ganó las elecciones generales de Canadá, ha lidiado con retos como la crisis financiera de 2008 o el Brexit en el Reino Unido, pero ahora se enfrenta a su desafío más trascendental: plantar cara a Donald Trump y garantizar el futuro de Canadá.
Su victoria este lunes en las elecciones legislativas canadienses, cocinada en apenas cinco meses, ha sido un logro que pasará a los libros de historia.
Cuando en diciembre, el Partido Liberal se rebeló contra su líder y primer ministro del país, Justin Trudeau, el apellido Carney era casi desconocido para muchos, nacido en una de las esquinas menos conocidas del país, los remotos Territorios del Noroeste, y criado en la dura y lejana ciudad de Edmonton.
Las encuestas daban por seguro que el líder del opositor Partido Conservador, Pierre Poilievre, se convertiría en el próximo jefe del Gobierno de Canadá.

Pese a esos vaticinios, Carney presentó su candidatura para liderar el Partido Liberal y reemplazar a Trudeau.
El ex gobernador del Banco de Canadá (2008-2013) y del Banco de Inglaterra (2013-2020) ganó, se convirtió de forma automática en primer ministro de Canadá sin haber sido nunca diputado y convocó elecciones anticipadas.
En pocas semanas, y gracias a las amenazas de Trump de anexionarse Canadá y sus agresivas políticas arancelarias, Carney sobrepasó a Poilievre, que llevaba casi tres años preparándose para derrotar a los liberales, y convirtió una derrota casi segura en la cuarta victoria electoral consecutiva del Partido Liberal.
En la madrugada de este martes, en un discurso ante sus seguidores tras confirmarse su victoria, Carney lanzó un mensaje de unidad, optimismo pero también combativo ante lo que espera al país.
“Humildad es también reconocer que una de las responsabilidades de gobierno es preparar para lo peor, no esperar lo mejor. Como he estado advirtiendo desde hace meses, Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua, nuestro país. No son amenazas vacías. El presidente Trump está intentando rompernos para que EEUU nos posea”, dijo.

Su primer reto es sentarse ahora con Trump y negociar “entre dos naciones soberanas” la nueva relación económica y en materia de seguridad que los dos países tendrán en el futuro.
El 27 de marzo, tras semanas de ataques de Trump, Carney dio un golpe sobre la mesa: “La vieja relación que teníamos con Estados Unidos basada en la profundización de la integración de nuestras economías, seguridad y cooperación militar se ha acabado. No está claro qué será lo siguiente que haga EEUU, pero lo que está claro es que los canadienses podemos controlar nuestro destino”, sentenció Carney.
Palabras que otorgaron a Carney el respeto casi inmediato de muchos de sus conciudadanos que con una angustia existencial nunca experimentada en generaciones, buscaban un líder capaz de navegar el caos de la segunda llegada de Trump.
Una muestra es el escritor y académico Stephen Henighan que resumió el sentir de muchos en una columna en el periódico The Globe and Mail y en la que afirmó que Carney “ha mostrado confianza en la existencia de Canadá”.

“Ha tranquilizado a los canadienses asegurando que sobreviviremos a los impulsos depredadores de Donald Trump… Muchos canadienses se han sorprendido de que un banquero moderado pudiera articular posturas nacionalistas con una autoconfianza tan discreta”, explicó el profesor de Estudios Españoles e Hispánicos en la Universidad de Guelph.
Trump es el más importante pero no el único reto al que se enfrenta este economista, un católico practicante -aunque no le gusta alardear de ello- de 60 años, casado y con cuatro hijos.
Carney tiene también que dar respuesta al profundo descontento de la población canadiense con muchas de las políticas de su antecesor y que han provocado un fuerte aumento del coste de la vida que amenaza la prosperidad de muchas familias, una vivienda inasequible para millones y una inmigración astronómica.
Le toca además respaldar con hechos la imagen de unificador que se ha ganado en las últimas semanas y detener las tendencias centrífugas de Alberta, en el oeste, y Quebec, en el este, y que pueden amenazar el concepto mismo de Canadá.
Todo esto sin tiempo para aprender a ser un político. Pero Carney asegura que está listo.

“Sé cómo gestionar una crisis y estoy listo para liderar”, declaró este mismo lunes palabras que complementa su esposa, la también economista Diana Fox Carney: “Creo que afrontar retos es una de las características que definen a Mark. Su actitud serena y tranquila bajo presión lo hace especialmente adecuado para este momento”.
(EFE)
North America,Government / Politics,OTTAWA
INTERNACIONAL
Mujeres solteras, escritoras rebeldes y el peso de la tradición: de la guerra civil a los virales de TikTok

El 11 de noviembre, por obra y gracia de una archiconocida plataforma de comercio online china, se ha convertido en el Día del Soltero. Se presenta como una alternativa a San Valentín para caer en una vorágine febril de compras antes de los descuentos del Black Friday y las compras navideñas.
Y es que la cifra de solteros no es baladí. En EE. UU. según datos de 2023, el 29% de los hogares están compuestos por una sola persona. Más de la mitad de los de la Unión Europea son unipersonales, y en España, en 2024, uno de cada cuatro hogares pertenecía a solteros.
En 2015 Kate Bolick publicó el libro Solterona: la construcción de una vida propia. En él reivindicaba la opción de permanecer sin pareja buscando inspiración en las escritoras Charlotte Perkins Gilman (que se casó dos veces, pero denunció las miserias del matrimonio en El papel pintado amarillo), Edna St. Vincent Millay (también casada durante 26 años, aunque ella y su marido tuvieron numerosas relaciones extramatrimoniales) y Edith Wharton (que se divorció tras 28 años de matrimonio).
Recientemente, se han viralizado en TikTok vídeos de mujeres muy felices de estar casadas y ser esposas tradicionales. Esta corriente antifeminista parece declarar que la mejor manera de que una mujer se sienta realizada es dedicándose en cuerpo y alma a su marido (no sabemos qué hará él para autorrealizarse, pero no parece que sea atender hasta los más mínimos deseos de su esposa).
Como contrapeso, se han viralizado también defensas de la soltería.
Allá cada cual para elegir el estilo de vida que le haga más feliz. Pero este contexto sirve de excusa para volver la vista atrás, hacia Augusta Jane Evans, una escritora americana del siglo XIX que, aunque defendió la soltería en su novela Macaria (1864), refleja la complejidad del debate.

Macaria fue escrita durante la guerra de Secesión estadounidense (1861-1865), la “guerra de Lo que el viento se llevó”. Evans era una apasionada partidaria del Sur (la Confederación), y creía firmemente que su bando saldría victorioso. También era una defensora de la libertad de las mujeres (blancas, ya que la emancipación de los esclavos no era un tema por el que mostrara ni la más mínima preocupación).
La guerra causó un número enorme de bajas de soldados: 620 000 fallecidos. Evans intuyó que muchas mujeres no encontrarían marido, dada la escasez de hombres resultante del horror bélico.
Y así, las protagonistas de la novela, Electra e Irene, aunque tienen posibilidad de casarse, permanecen solteras por elección propia, sacrificándose por la Confederación. Electra rechaza la proposición matrimonial de su mentor, mientras que Irene se opone a los deseos de su padre de casarla con su primo Hugh.
Evans pone en boca de una de sus protagonistas las siguientes palabras:
“Electra, es muy cierto que las mujeres solteras enfrentan dificultades que un mundo feliz e irreflexivo no comprende. Pero las vidas solitarias no son necesariamente desdichadas; deberían ser, entre todas, las más útiles. Recuerda que la mujer que se atreve a vivir sola y a ser objeto de burla es más valiente, más noble y mejor que la que escapa de ambas cosas en un matrimonio sin amor. Es cierto que tú y yo nos sentimos muy solas, y, sin embargo, nuestro futuro nos depara mucho. Tú tienes la profesión que tanto amas y nuestra nueva escuela de diseño para ocupar tus pensamientos; y yo tengo mil demandas de mi tiempo y atención”.
Sin embargo, su siguiente novela, St. Elmo (1866), todo un éxito de ventas (un millón de ejemplares en solo cuatro meses en un país arruinado por la guerra), envió un mensaje radicalmente distinto.

Edna Earl, la protagonista, aspirante a escritora, renunciaba felizmente a su ambición literaria para contraer matrimonio con el apuesto truhan St. Elmo Murray. Su futuro marido decretaba que “¡No se escribirán más libros! ¡No más estudios, no más ansiedades, no más penas! Y ese querido público que tanto amas incluso tendrá que buscarse la vida y pedirle a gritos una nueva mascota. Ahora me perteneces solo a mí, y yo cuidaré de la vida que casi has destruido con tu ambición desmesurada”. Evans se plegaba así al gusto por los finales felices en forma de boda de las lectoras de la época.
Curiosamente, Evans se casó con posterioridad a la publicación de su novela y tuvo un matrimonio muy feliz. No obstante, su nuevo papel como la señora Wilson hizo que su producción literaria disminuyera tras la boda.
Otra autora contemporánea a Evans, pero del bando del Norte, fue Louisa May Alcott, de fama mundial gracias a Mujercitas. Firme defensora del sufragio femenino (al que Evans, dicho sea de paso, se oponía), decidió no casarse para dedicarse a su carrera literaria. Afirmaba que prefería ser una solterona y “remar ella sola su propia canoa”.

También afirmaba que la libertad era mejor marido que el amor. Pero Alcott, cabeza de familia, sí que tenía a cargo a sus padres, su hermana viuda, sus dos sobrinos huérfanos y, tras la muerte de su hermana menor, a su sobrina recién nacida. Todos ellos le quitaron también muchas horas de trabajar en sus novelas, demostrando que las responsabilidades familiares no eluden a las mujeres solteras.
La escritora tenía intención de dejar a Jo, su alter ego en Mujercitas, igualmente soltera. Pero la presión del público la “obligó” a casarla. Su “venganza” fue hacerlo con el anodino (a gusto de sus juveniles lectoras) profesor Bhaer y no con su amigo y vecino Laurie.
Podemos leer a Evans y Alcott como ejemplo de dos escritoras que en sus novelas y en sus vidas experimentaron las dificultades de la vida como mujer soltera. Visto que el debate sobre si una mujer debe casarse y tener hijos o no continúa muy vivo, queda claro que la cuestión de ser soltera es aún remar una canoa a contracorriente.
* Profesora ayudante doctora del departamento de Filologías extranjeras y sus lingüísticas, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
[Fotos: Internet Archive; Alabama Department of Archives and History e Internet Archive Books Images]

INTERNACIONAL
George Wendt’s mistaken jabs at John Boehner link ‘Cheers’ and Ohio politics

There was no mistake when the beloved but forlorn accountant Norm Peterson chugged his way into the fictional TV bar «Cheers.»
«Norm!!!» hollered the regulars in unison, ranging from mail carrier Cliff Clavin to «Mayday» Sam Malone, the former Major League pitcher-turned barkeep.
If only former House Speaker John Boehner, R-Ohio, or late Rep. Buz Lukens, R-Ohio, had been as recognizable to George Wendt, the actor who played Norm on the sitcom.
REMEMBERING REP. CHARLIE RANGEL — AND A VOICEMAIL I’LL NEVER FORGET
Wendt died last week at age 76. The portly, everyman, «Willy Loman» character Wendt created was one of the most iconic in the history of comedic television. Wendt’s portrayal of Norm earned him six consecutive Emmy nominations for Best Supporting Actor in a primetime series.
But during Boehner’s first race for Congress in 1990, Wendt inadvertently manufactured a bizarre and permanent connection to the future Speaker of the House.
In 1989, Lukens represented Ohio’s 8th Congressional District. But WSYX-TV in Columbus, Ohio, secretly recorded Lukens at a McDonald’s speaking with the mother of a teenage girl. Lukens talked to the woman about getting her a government job. He hoped to keep her quiet about his sexual activities with her daughter.
During Boehner’s first race for Congress in 1990, Wendt inadvertently manufactured a bizarre and permanent connection to the future Speaker of the House. (Reuters/Yuri Gripas)
Lukens denied any wrongdoing in public. He was charged and later convicted of contributing to the delinquency of a minor. The House Ethics Committee launched an investigation. But Lukens declined to step aside. That teed up a three-way Republican primary between Lukens, the former congressman who represented the district, the late Rep. Tom Kindness, R-Ohio, and Boehner.
Boehner was a state legislator at the time. The scandal embroiling Lukens created a rare opportunity to head to Washington.
As strange as it seems now, Boehner was the least-known of the three Republican candidates in what turned out to be a brutal primary. But Boehner’s innate political acumen shone through – decades before he would ascend to the Speaker’s suite.
Despite the scandal, Lukens remained popular in the district. He had served as the congressman decades earlier and returned to the House when Kindness ran unsuccessfully for the Senate against late-Sen. John Glenn, D-Ohio, in 1986. So with the Lukens scandal, Kindness wanted his job back. And Boehner hoped to capitalize on the opportunity.
BY DAWN’S EARLY LIGHT: BATTLES TRUMP’S ‘BIG, BEAUTIFUL BILL’ WILL FACE IN THE SENATE
Can you top a name like that? «Congressman Kindness.» No wonder it was such a challenge for the upstart, future Speaker with the unpronounceable, Teutonic surname.
But Boehner won. And even though he felled Lukens and Kindness, it was not a done deal that Boehner would win the general election.
Boehner ran against Democrat Greg Jolivette, the mayor of Hamilton, Ohio, the biggest city in the 8th Congressional District. Jolivette was best known for changing the name of «Hamilton,» to «Hamilton!» in the 1980s. He also ran Jolly’s Drive-Ins in Hamilton. Imagine 1970s hamburger joints where you can order from your car, bedecked in orange.
But we’re talking about «Cheers» here. Not «Happy Days.»
Wendt was at the height of his popularity during the summer of 1990 as Boehner and Jolivette barreled toward a general election faceoff. So Wendt appeared on late-night TV on «The Arsenio Hall Show.»
Look him up, kids.
Hall’s syndicated show was never going to beat NBC’s «The Tonight Show with Johnny Carson» in the ratings. But the program scored major headlines in 1992, when future President Bill Clinton played saxophone on the show in an effort to appeal to a younger demographic, which gravitated to Hall rather than Carson.

Wendt’s portrayal of Norm earned him six consecutive Emmy nominations for Best Supporting Actor in a primetime series. (Herb Ball/NBCU Photo Bank/NBCUniversal via Getty Images )
Clinton’s appearance was a seminal moment in American politics and may have helped him win the election. Certainly the most important political event on Hall’s show. Wendt’s appearance proved to be the second-most important.
Jolivette was Wendt’s brother-in-law. He periodically parachuted into Ohio’s 8th District to campaign for Jolivette and against Boehner. So Hall asked him about Wendt’s political involvement and Jolivette.
Wendt proceeded to essentially libel Boehner on the air. Wendt never mentioned Boehner by name. But Wendt mixed up Lukens and his sex scandal with Boehner. On national TV, no less.
«The guy he’s running against had some problems a while back,» said Wendt, referring to Jolivette’s opponent, but mixing Boehner up with Lukens. «The guy from the 8th District had some convictions, some felony or a misdemeanor or something. So I think it’s time for a change. One thing’s for sure, I know, Greg’s not going to be a criminal.»
TRUMP’S ‘BIG, BEAUTIFUL BILL’ FACES CRUCIAL HOURS AS JOHNSON COURTS FREEDOM CAUCUS
Hall is an Ohio native. But he was apparently not versed in the Lukens scandal – even though it was a national story and commanded daily headlines. He didn’t inquire further or correct Wendt. After all, this was a late-night comedy and variety show. Not «Meet the Press.»
A publicist for Hall blamed the issue entirely on Wendt, saying the host has no control over «what (guests are) going to say.»
Things then turned nasty when Boehner’s team put out a statement.
«We, like a lot of viewers, are confused about the conversation last night. We don’t know if they were talking about Congressman Lukens’ problems or perhaps the theft complaint filed with the Hamilton (Ohio) Police against Greg Jolivette,» said the Boehner campaign.

American comedian and talk show host Arsenio Hall poses for a portrait sitting in his chair in Los Angeles, circa 1991. (Bonnie Schiffman/Getty Images)
Jolivette’s campaign argued this was an old allegation and it wasn’t true. They then demanded that Boehner fire Barry Jackson, Boehner’s campaign manager. Jackson called the episode «cheap gutter politics.»
Boehner himself pinned the case of mistaken identity on Wendt. He believed the actor should have been more responsible for what he said on national TV.
Boehner didn’t fire Jackson. Jackson worked with Boehner for years and later served as his chief of staff when he became House speaker.
Wendt’s gaffe was not fatal for Boehner. Even though there were nearly as many Democrats as Republicans registered in the 8th District in those days, it had elected Republicans for years. And Boehner vanquished Jolivette 61-39 percent in the general election.
The rest is history for Boehner.
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Fast-forward to today. Boehner took to X after the actor’s death. The former Speaker explained how Wendt was the brother-in-law of his opponent and «went on a late-night TV show and said some tough things.»
Boehner said that Wendt was «confusing me with someone else. He called later to apologize and we had a great conversation. Raising a glass tonight to the man America will always remember as Norm.»
Or, as they might say on the show, «Cheers.»
Politics,Congress,Senate,House Of Representatives
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Hay una decisión estratégica de Trump de ir contra las universidades

Una académica argentina que es testigo de la transformación social y educativa de EE.UU.
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