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INTERNACIONAL

Un mal divorcio, la mujer más rica de Rusia y un tiroteo mortal en Moscú

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La empresaria rusa Tatyana Bakalchuk lleva meses enzarzada en una disputa con su exmarido sobre el destino de su empresa, Wildberries.

Él llegó con hombres armados a los que llamó “colegas”.

Ella apostó guardias en el vestíbulo de su negocio millonario.

Su divorcio, y su disputa por el destino de la mayor empresa rusa de venta por Internet, parecieron escalar hasta convertirse en un tiroteo en el centro de Moscú el miércoles, dejando dos muertos, cinco heridos y decenas de detenidos justo enfrente del Kremlin.

La disputa entre la pareja, Tatyana y Vladislav Bakalchuk, ha estado en el centro del mundo empresarial ruso durante meses, llegando incluso a implicar al caudillo de Chechenia, Ramzán Kadírov.

Lo que está en juego no es solo un matrimonio, sino el futuro de la empresa que Tatyana Bakalchuk fundó, Wildberries, una plataforma comercial que procesa más de 12 millones de pedidos al día y cuyas ventas se acercaron a los 27.000 millones de dólares en 2023, según Tatyana Bakalchuk y Tass, una agencia de noticias estatal.

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El líder de la región rusa tiene en vilo a toda su población. Ramzán Kadírov chechenia. Clarín

El tiroteo se produjo justo enfrente del Kremlin, en el vestíbulo de uno de los edificios de oficinas más prestigiosos de Moscú, de acuerdo con un video del lugar de los hechos publicado por agencias de noticias estatales.

El video mostraba a hombres fornidos discutiendo, y al menos uno de ellos blandiendo y luego disparando un arma.

Vladislav Bakalchuk declaró a RBC, un medio ruso de noticias empresariales, que había llegado a las oficinas el miércoles con “colegas” para llevar a cabo “negociaciones pacíficas” sobre la construcción de nuevos almacenes.

“Pero a la entrada fui atacado por guardias de seguridad”, dijo Vladislav Bakalchuk, quien tiene una pequeña participación en la empresa.

Añadió que uno de sus socios resultó herido en la pelea.

Esposa

Tatyana Bakalchuk negó las acusaciones de su esposo, afirmando en una declaración publicada en la red social Telegram que no estaba prevista ninguna negociación entre ellos.

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Tatyana Bakalchuk, propietaria mayoritaria de Wildberries, añadió que su esposo había hecho un “intento fallido” de “asalto corporativo”.

En una declaración posterior en video publicada en Telegram, Tatyana Bakalchuk dijo, llorando:

“Hombres armados asaltaron nuestra oficina, iniciaron un tiroteo, un caos, murieron jóvenes”.

“Vladislav, ¿qué estás haciendo? ¿Cómo vas a mirar a los ojos a tus padres y a nuestros hijos?”.

El Comité de Investigación ruso, el equivalente en el país al FBI, abrió una causa penal sobre el incidente.

El organismo dijo en un comunicado que dos agentes de las fuerzas del orden rusas que llegaron al lugar de los hechos resultaron heridos, sin dar más detalles.

Dos personas murieron en el tiroteo, dijeron los investigadores.

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Las agencias de noticias estatales rusas las identificaron como guardias del edificio de oficinas.

Veintiocho personas fueron detenidas, según Tass.

Algunos de los implicados eran luchadores de artes marciales, informaron los medios de comunicación rusos.

El conflicto sobre la empresa se hizo público en julio, cuando Vladislav Bakalchuk dijo que se oponía a los planes de fusión de Wildberries con Russ, una empresa de publicidad exterior.

En julio, dijo a RBC que si la pareja se divorciaba, querría la mitad de la empresa.

A finales de julio, Tatyana Bakalchuk solicitó el divorcio.

La disputa también se ha planteado en términos de una guerra cultural sobre los valores familiares conservadores, un tema recurrente en los medios de comunicación rusos.

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En julio, Vladislav Bakalchuk hizo un llamamiento público a Kadírov, el líder checheno, diciendo que su esposa “se fue de casa” y “se relacionó con una empresa extraña”.

En un video con Vladislav Bakalchuk publicado en YouTube en julio, Kadírov dijo que estaba en contra de la destrucción de una familia y que Wildberries había sido atacada en una redada corporativa.

Kadírov prometió “estar” al lado de Vladislav Bakalchuk “hasta el final”.

“La esposa debe volver a casa”, dijo Kadírov en el video.

Ivan Nechepurenko cubre Rusia, Ucrania, Bielorrusia, los países del Cáucaso, y Asia Central. Reside en Moscú.

c. 2024 The New York Times Company

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INTERNACIONAL

Conmoción en Líbano: tras la muerte de Nasrallah, los libaneses apelan a la unidad para hacer frente a Israel

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El dependiente de una joyería de Beirut alardea de que es un musulmán suní, su mujer shiita y su jefe cristiano maronita. Asegura que esos pocos metros cuadrados de tienda son un «ejemplo» de la unidad de los libaneses que para muchos es ahora más necesaria que nunca, tras la muerte del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.

El jefe del grupo shiíta, asesinado el viernes por Israel en un bombardeo masivo contra los suburbios sur de Beirut, ha despertado los temores a que las diferencias entre los 18 credos religiosos que intentan convivir en el Líbano se exacerben y eso provoque una nueva crisis en el país mientras los cazas israelíes siguen lanzando ataques.

«En esta misma tienda tienes un ejemplo de unidad, así que imagina en el resto de la zona. Hoy, definitivamente, estamos más unidos que durante la guerra civil», dice a EFE este joven tendero en referencia al conflicto religioso que entre 1975 y 1990 dejó heridas tan profundas que, en muchos libaneses, todavía no han sanado.

Un llamado a la unidad

La influencia de Nasrallah en el Líbano era innegable, pese a que el difunto clérigo era amado por sus seguidores y odiado por sus detractores. Su muerte ha dejado un vacío que muchos temen que sea explotado para fines partidistas o religiosos, por lo que las autoridades del país han hecho múltiples llamados a la unidad tras el asesinato del líder de Hezbollah.

El último de ellos fue lanzado este mismo sábado por el patriarca de la Iglesia cristiana maronita libanesa, el cardenal Bechara Rai, que afirmó que el asesinato del clérigo «ha reabierto una herida en los libaneses» que debe ser cerrada con «neutralidad positiva».

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Una muñeca rota en el suelo, en el suburbio sur de Beirut, Líbano. Foto Xinhua

«La gente que celebra su muerte no tiene cerebro porque eso no ayuda a nadie. Así como nosotros tenemos nuestros símbolos políticos, Nasrallah era el suyo, nos gusten sus ideas o no», asegura a EFE desde el otro lado del mostrador el jefe de la joyería, un maronita que pide no ser identificado y que está afiliado a las Fuerzas Libanesas, el principal archienemigo de Hezbollah.

Las banderas de esa milicia cristiana nacida durante la guerra civil y reconvertida después en partido político inundan las calles del barrio, también adornado con símbolos de vírgenes y crucifijos, donde algunos vecinos festejaron el asesinato del clérigo.

En otras partes de Beirut, incluso se registraron pequeños altercados entre partidarios y detractores de Hezbollah.

Ante el miedo al estallido de un nuevo conflicto sectario, el Ejército libanés dijo que está tomando «las medidas de seguridad necesarias y cumpliendo con su deber nacional de preservar la paz civil», mientras que pidió a los civiles respetar la «unidad nacional».

«Hoy, la gente debe entender que tenemos un enemigo que va contra todo el Líbano, no solo una secta», afirmó en alusión a Israel.

Tratar de convivir

En el barrio de Nabaa, una de las zonas que vio crecer al difunto líder de Hezbollah, una mujer cristiana de unos 60 años asegura que desde la muerte de Nasrallah tan solo puede dormir media hora al día porque se despierta «temblando de miedo pensando que algo va a explotar».

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La gente se reúne en el lugar del asesinato del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, en los suburbios del sur de Beirut. Foto APLa gente se reúne en el lugar del asesinato del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, en los suburbios del sur de Beirut. Foto AP

«Quizás tras su muerte los ataques disminuyan, pero quién sabe. No estamos afiliados a ningún partido, solo queremos vivir, trabajar y comer», sostiene en armenio, una lengua hablada en algunos barrios de Beirut después de la llegada de esta comunidad al Líbano tras el genocidio de 1915.

Pero en el Líbano, donde hace casi cien años no se realiza un censo oficial de población, la guerra civil sigue todavía incrustada en la mente y en la piel de muchas personas, como en la de un vendedor de verduras de Nabaa que muestra sus cicatrices y asegura estar «muy contento» por la muerte de Nasrallah.

El hombre, de unos 65 años, afirma que luchó durante el conflicto interno para que «la zona permaneciera siendo cristiana» y asegura que, en caso de que estalle de nuevo la violencia, sería «el primero en sujetar un arma».

Pero en medio de los bombardeos de Israel, que han dejado ya más de mil muertos en poco más de una semana, otros vecinos de este barrio en el que shiítas, suníes y cristianos viven puerta con puerta reiteran que hay que aparcar las diferencias de una vez por todas.

«Aquí hay mucho miedo a lo que pueda venir, eso seguro, porque el enemigo no tiene piedad. Israel ataca iglesias y mezquitas por igual», dice sentado a pie de calle un simpatizante de Fuerzas Libanesas mientras que su amigo, partidario de Hezbollah, asiente con la cabeza.

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