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«Vinieron los de Hamas en motos disparando, mataron a un montón de pibes»

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Los milicianos de Hamas atacaron Israel al amanecer. En el camino, en el primer episodio del asalto, se toparon con un festival rave de jóvenes, en su mayoría adolescentes. Eran entre 4 y 5 mil, señala el portal Tablet, que escucharon música durante toda la noche cerca del kibutz Re’im, en el desierto.

“Se vinieron los de Hamas en motos con Kalashnikov disparando”, le dice a Clarín Patricia, una argentina residente en Sderot, cerca de Gaza, desde hace décadas. “Mataron a un montón de pibes. Algunos lograron escapar escondiéndose entre las plantas, donde pudieron. Pero a otros los atraparon y se los llevaron a Gaza”, agrega.

Recién horas después se supo algo de ellos, agrega Patricia. “Muchos de los pibes mandaron por Google la ubicación a los padres de dónde estaban”. Estaban en Gaza.

La crónica de Tablet, que firma el escritor y periodista Liel Leibovitz, confirma esa ferocidad. Avanzaron también con camionetas con las marcas del grupo fundamentalista. Y desde ellas abrieron fuego indiscriminadamente: “260 cuerpos han sido encontrados en el lugar donde se hacia el festival”, escribió.

Muchos de los jóvenes, hombres y mujeres, comenzaron a correr por el desierto occidental del Negev. “Ante el espectáculo de niños que huían para salvar sus vidas en una superficie mayoritariamente plana, los terroristas comenzaron a acorralar al resto de sus víctimas”, añade la crónica armada con testimonios de los sobrevivientes .

 Imagen del 7 de octubre de 2023 de una persona herida siendo evacuada por un helicóptero para tratamiento médico, en Ashkelon, en el sur de Israel. Xinhua Imagen del 7 de octubre de 2023 de una persona herida siendo evacuada por un helicóptero para tratamiento médico, en Ashkelon, en el sur de Israel. Xinhua

“Vi videos de un hombre que era retenido por un grupo de jovencitos árabes. Tendrían no más de 16 o 17 años” , recordó con espanto un sobreviviente.

«Dios sabe lo que le harán»

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“Son niños, pero ya son hombres, y están apoyando a sujetos como ése”, afirma sobre el individuo que atrapó a su novia y se la llevó en una de las motocicletas. “ Dios sabe lo que le harán”, añade en medio de testimonios sobre que muchas mujeres fueron violadas “junto a los cadáveres de sus amigos”.

Cantidad de estos chicos secuestrados y algunos personas mayores que estaban en el festival forman parte de los cientos de víctimas fatales israelíes que produjeron los milicianos de Hamas en las primeras horas del brutal ataque. Algunos de ellos aparecieron en videos dentro de jaulas, que difundieron los terroristas.

La argentina Patricia detalla que los milicianos “ejecutaron a mucha gente en las calles, en el momento que accidentalmente se toparon con ellos”.

“Entraron en las casas, cuando mucha gente todavía estaba dormida, a algunos los retuvieron ahí a otros los fusilaron. Otro montón son los que se llevaron. Hay entre los secuestrados, sacados de la cama, bebés, muchas nenas, señoras ancianas”, relata. El gran problema sobre qué les ha concurrido abruma a los familiares porque hay una enorme cantidad de personas en los hospitales sin identificación y también en las morgues.

“Los parientes no saben si murió un esposo o un hijo o si no murió y está en Gaza donde los terroristas los esconden en túneles en toda la Franja para que no los encontremos”, dice.

Un superviviente que había regresado al lugar más tarde ese mismo día para buscar a sus amigos habló con voz entrecortada con Tablet, relatando como podía lo que había visto.

Disparos a quemarropa

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Refirió sobre los cuerpos desparramados “principalmente de mujeres jóvenes, que yacían fríos y mutilados. De cadáveres con poca ropa, muchos de los cuales parecían haber recibido disparos a quemarropa. De coches, perforados por balas o volados por granadas”. Escenas de una tremenda ferocidad. Fue el inicio de la pesadilla.

Algunos de los afortunados que lograron evadir la muerte “corrieron a un wadi (un valle con arbustos) cercano”, buscando refugio entre las plantas, como refirió la argentina Patricia.

Fuego y columnas de humo tras uno de los ataques sobre Gaza AP Fuego y columnas de humo tras uno de los ataques sobre Gaza AP

“Sentí como si estuvieran disparando justo por encima de nuestras cabezas”, recordó un sobreviviente. “Me sumergí en un arbusto… Sentí como si los disparos vinieran desde 180 grados, a nuestro alrededor. Me di cuenta que íbamos a estar allí al menos un par de horas. No tenía nada conmigo. Y pensé: lo único que quiero es un arma. Quiero algo que nos proteja”.

Finalmente, él y sus amigos, algunos de ellos descalzos, decidieron arriesgarse e intentar ponerse a salvo, caminando lo suficientemente cerca de la ruta para verla, pero no tan cerca como para que pudieran ser vistos.

“Dije: si vemos autos del ejército o de la policía, vamos a ir a la carretera. De lo contrario, nos mantendremos alejados. Cuando vimos coches de la policía y del ejército, supimos que era un lugar seguro”, comentó.

Después de que gran parte de los combates con los nidos de milicianos de Hamas infiltrados se habían resuelto a favor de los militares israelíes, fue hallada una notable variedad de armas en los vehículos que usaron los terroristas, desde lanzaderas de misiles portátiles, fusiles AK-47, y también muchas copias del Corán.w



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Trabajo esclavo: el largo y silencioso calvario de las víctimas de una empresa japonesa en Ecuador

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«¡Abacaleros libres!», gritan emocionadas el martes tres de más de 300 víctimas de esclavitud moderna en Ecuador tras relatar sus precarias condiciones de vida en la empresa japonesa Furukawa, que deberá indemnizarles con 41 millones de dólares y pedir disculpas.

Algunas dieron a luz a sus hijos en insalubres y hacinados campamentos, y los criaron sin luz ni agua potable. Otras personas resultaron mutiladas en accidentes laborales y nueve murieron esperando justicia.

La Corte Constitucional de Ecuador declaró la semana pasada que la empresa Furukawa mantuvo en condiciones de esclavitud a trabajadores y le ordenó el pago de 120.000 dólares a cada víctima.

Los 342 ex empleados vivieron atemorizados de perder su mísero sustento, algunos por décadas, hasta que decidieron enfrentar al «monstruo» Furukawa, que produce la fibra de abacá, una suerte de hilo vegetal. La empresa es acusada de ocultar relaciones laborales mediante contratos de arrendamiento de tierras.

«Cada día hemos ido evadiendo el miedo y nos hemos ido enfrentando hacia un monstruo que es la Furukawa», relata Segundo Ordóñez, un abacalero de 59 años, en una rueda de prensa en Quito.

Desde la sede de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), que patrocinó el caso, el hombre cuenta la ausencia de atención médica en las plantaciones.

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Former Furukawa employee Susana Quinonez speaks during a press conference in Quito on December 10 2024. The Constitutional Court of Ecuador ruled 5 that Japanese-owned company held workers slave-like conditions and ordered payment 120 000 US dollars to 342 victims who lived camps without electricity drinking water basic sanitation facilities or access education health services (Photo by Rodrigo BUENDIA / AFP) – FTP CLARIN AFP__20241210__36Q47KP__v1__HighRes__EcuadorJapanRightsSlaveryJustice.jpg Z Invitado

«Se cortó un amigo, estábamos trabajando en un aguacero. Esa fue la rabia más que a mí me dio, verlo botar sangre como un animal y nadie hacía nada», agrega.

María Guerrero relató que sus padres la llevaron con ellos cuando tenía dos años de edad, junto a seis hermanos, a los cultivos de Furukawa. En tres décadas no conoció otro lugar y ahí mismo conoció a su esposo con quien tuvo siete hijos.

«Yo di a luz a todos mis hijos dentro de la empresa, no tuve un control médico de posparto ni un control médico durante mi embarazo. Es algo que llevaré siempre en mi corazón como una herida», lamenta la mujer de 39 años.

En una ocasión, recuerda, debieron cargarla entre varios trabajadores hasta una carretera para buscar ayuda porque su parto se había complicado.

Al salir de la larga rueda de prensa, Guerrero recibe el abrazo de sus hijos pequeños, que le muestran los dibujos que hicieron mientras esperaban que relatara el infierno que vivió en la firma. El caso se destapó en 2018.

Furukawa, además, deberá ofrecer disculpas públicas al igual que el gobierno, cuyas instituciones, según el fallo, «omitieron su deber institucional de adoptar medidas de prevención y protección».

El Ministerio de Trabajo en 2005 incluso condecoró a la compañía por buenas prácticas laborales, pero tras el escándalo la distinción fue retirada.

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Guerrero dejó el campamento en 2018, cuando le comunicaron a su esposo que ya no había trabajo.

«La empresa empezó a devorar (destruir) los campamentos para no dejar evidencias y uno de los campamentos donde vivíamos nosotros fue el segundo campamento devorado. Nos sacaron con engaño de que ya para mi esposo no había» tareas, contó a la AFP.

Furukawa sostiene que un grupo de trabajadores realizó una toma de «posesión ilegal y por la fuerza de más de 300 hectáreas de propiedad de la compañía desde el año 2019″.

Pero Alejandro Morales, abogado de las víctimas, explica que los abacaleros están protegidos por un fallo judicial que les permite estar en ese predio. Los ex trabajadores alegan que están ahí para evitar que la empresa destruya los campamentos y borre evidencia.

Susana Quiñones describe en una palabra la vida en las plantaciones de abacá: «Horrible».

«Ahí nunca hubo posibilidades» de progreso, señala.

Su jornada empezaba a las tres de la mañana y terminaba a las diez de la noche «para ver si alcanzábamos una monedita más», lo que nunca pasó. Lo que más faltaba era el dinero porque la empresa generaba deudas de los empleados que se hacían imposibles de pagar.

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La rabia en su voz se hace más fuerte cuando explica que los inspectores laborales solo iban a las oficinas de la firma y no a las plantaciones.

«Al centro, donde vivíamos nosotros, donde habíamos por cientos de esclavos, por cientos de negros, por cientos de afro, allá no llegaba nadie», reclama Quiñones.

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