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Vladimir Putin, entre la simulación electoral y aquellos entrañables golpes de la KGB

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La anécdota la cuenta Nina Khrushcheva, la nieta del legendario Nikita Krushchev, el sucesor de Stalin. La Unión Soviética había ya muerto y el 20 de diciembre de 1999 Vladimir Putin llegó a la sede de la ex KGB, en Lubyanka, cerca de la Plaza Roja donde se conmemoraba la festividad en honor de los servicios de seguridad rusos.

Recién nombrado primer ministro a sus 47 años y teniente coronel en esa oscura organización, al final de la ceremonia, mirando a los asistentes, muchos de ellos compañeros de años en los sótanos de la agencia, hizo el siguiente anuncio en tono militar: “La misión encomendada de infiltrar el nivel más alto del gobierno ha sido consumada con éxito”. Hubo risas entre dientes, pero la broma se dirigía a Rusia y a los rusos. Y no era una broma.

Putin se convirtió en presidente interino dos semanas después y jamás cedió el poder. Para garantizarlo transformó la estructura burocrática del país intoxicándola de ex agentes de la KGB, rebautizada FSB por Boris Yeltsin, el mandatario que lo trajo a la política. Un occidentalista consumado y furioso crítico del comunismo, que pasó a la historia montado en un tanque para salvar el proceso de apertura de Mijaíl Gorvachov amenazado por un intento golpista de un amplio sector de militares conservadores apañados por la propia KGB.

El país, con Putin, quedó atrapado en esa telaraña de orgas de seguridad, espionaje y control interno, la única forma que el flamante hombre fuerte entendía el poder y su administración. La nieta de Nikita sintetiza esas mutaciones en aquel comentario supuestamente jocoso.

Lo que realmente sucedió, dice, fue otro golpe de los servicios, que esta vez no pudo ser detenido. “Rusia solía ser dominada por las fuerzas de seguridad, pero ahora una burocracia de seguridad anónima se convertía en el propio Estado, con Putin sentado en la cima”, explica desde su cátedra de Relaciones Internacionales en Nueva York.

Esta extraordinaria descripción sobre uno de los liderazgos políticos más graves de esta era, ayuda a calibrar el significado y contexto de las elecciones que esta semana y hasta el domingo, por primera vez durante tres días, se celebran en Rusia con un ganador indiscutible, Putin por supuesto.

Represión y control interno

Primero la pandemia de Covid y luego la guerra de agresión contra Ucrania, han sido las herramientas para asfixiar a la oposición, eliminar lo poco que quedaba de prensa independiente y facturar como traición cualquier comentario que disintiera del pensamiento oficial revestido además de un flamante fanatismo religioso medieval. que hasta llegó a declarar terrorista al movimiento LGBTI.

El último de los grandes críticos, Alexei Navalny, murió más que sospechosamente en prisión el 16 de febrero pasado. Nada que sorprenda. En 2014 el carismático opositor Boris Nemtsov fue acribillado en un puente cerca del Kremlin. Antes y después se han multiplicado los envenenamientos, caídas al vacío u oportunos paros cardíacos entre los antagonistas del régimen.

Los rivales elegidos para la elección con ganador asegurado. Foto AFPLos rivales elegidos para la elección con ganador asegurado. Foto AFP

Putin, con esos modos, camina sobre la huella que trazó Stalin para blindar su poder. Subido a ese tren fantasma imita a otro lider implacable, Yuri Andropov, quien como él venía de la KGB y desde el máximo vértice del poder soviético revigorizó la organización que Krushchev antes, por mera sobrevencia, había esmerilado con los filtros del Partido Comunista.

Yeltsin, al igual que el abuelo de Nina Khrushcheva, en el amanecer democrático del país también buscó recortar la influencia de esa estructura siniestra y le cambió el nombre como si con eso bastara para pasteurizarla. Todo acabó siendo como siempre fue y por eso estaba Putin aquel día en el umbral del principal sillón del país, compartiendo su chiste muy serio con los espías.

La maquinaria conspirativa tomaba el poder y se convertía en la nueva burguesía nacional, como una exagerada y perversa Multivac de los cuentos de Isaac Asimov, el engendro mecánico que se rebela a quienes lo crearon.

Las elecciones que consagrarán el quinto mandato consecutivo de Putin son una teatralización que sumará previsibles éxitos en la península de Crimea arrebatada a Ucrania en 2014 y en las cuatro provincias que Moscú se apropió con su ejército en la guerra actual.

Vladimir Putin Boris Yeltsin presidente de Rusia en el año 2000. Foto APVladimir Putin Boris Yeltsin presidente de Rusia en el año 2000. Foto AP

Menos para el régimen, el fallo de las urnas es secundario. No hay competencia. Los tres rivales que esperan al líder fueron elegidos por el Kremlin. Navalny, en sus últimos mensajes había llamado a votar contra el líder ruso. Pero alertaba que el sistema le daba “a Rusia Unida (el partido oficialista) una fantástica, inexplicable ventaja”. Solo quedaba que concurrieran muchos y arruinaran las boletas e insultaran en ellas a Putin. La viuda de Navalny levanta ahora esas consignas desesperadas.

En el pasado, cuando el régimen era una autocracia ligeramente menos feroz que ahora, funcionaba cierta oposición que tomaba las calles, lo que permitió el crecimiento de Navalny o antes de Nemtsov, y el régimen hacía campaña para ganar votantes, con un crecimiento auténtico entre los jóvenes. En 2018 hubo ocho postulantes a la presidencia.

En aquellos días, la orden del Kremlin era cumplir con la fórmula 70/70. Significaba 70% de presentismo y 70% de votos para el líder ruso. Pero ahora la meta es más ambiciosa. El objetivo es de al menos 80% a cualquier costo, según corroboró el sitio Meduza con el funcionariado del Kremlin.

El camino de fraude de otros dictadores

Si es así, Putín se acercará a los fraudes electorales de dictadores como el rumano Nicolae Ceaucescu que sumaba 96% en cada cita con las urnas, o el egipcio Hosni Mubarak, que lograba tajadas similares en conteos que se hacían mucho antes de la votación, como sucede rutinariamente en la Venezuela de Nicolás Maduro, aliado y alumno de Moscú.

Solo para precisar hasta qué extremos ha retrocedido la democracia rusa, Putin desarmó los límites de los mandatos. La Constitución prohibía más de dos períodos consecutivos de seis años. En 2020 envió a un dirigente de su alianza política para proponer derribar esa disposición constitucional. Un año después promulgó la ley que le permite seguir en el cargo dos mandatos más de seis años hasta 2036 y se prohibió cualquier investigación de corrupción contra la dirigencia oficialista y sus familiares.

Un voluntario convoca a votar en una calle de Donetsk, la capital de la región ucraniana bajo control ruso. Foto AP Un voluntario convoca a votar en una calle de Donetsk, la capital de la región ucraniana bajo control ruso. Foto AP

Esta elección intersecta con la invasión a Ucrania, que ha sido el mayor esfuerzo de Putin para restaurar el zarismo verticalizando todo lo eslavo y para devolver a Moscú al lugar que detentaba en vida de la URSS como el segundo polo del planeta.

El hombre fuerte del Kremlin necesita convertir la victoria electoral en el anticipo del destino de la guerra para multiplicar el reclutamiento que la población rehuye y justificar un impopular aumento de impuestos ya anunciado para recaudar US$ 44 mil millones destinados al costoso conflicto.

La guerra pensada por Moscú para un puñado de días se ha extendido por la presión de los aliados de Ucrania debido a su enorme importancia geopolítica. Una derrota de Kiev aceleraría el declive del actual orden internacional fortaleciendo un bloque hostil que una a Rusia, China, Iran y Corea del Norte contra un Occidente debilitado y humillado. Con la posible deserción de EE.UU., según lo que suceda en las elecciones de noviembre.

Esa grieta es la que busca explotar Putin con la alharaca del resultado electoral que amplifique la resignación de Europa Central y su lejanía del vecindario del Este. Desde esa perspectiva, lo de Rusia no son elecciones, más bien una maniobra de simulación como las que ejercitó en las sombras de la KGB para intentar torcer la historia..



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Mujeres suicidas: El arma oculta de un grupo terrorista

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Una mujer sostenía a un bebé mientras detonaba una bomba durante el fin de semana en el norte de Nigeria, matándolos a ambos y al menos a media docena más, dijeron las autoridades locales, poniendo fin abruptamente a una rara pausa en la violencia que ha asolado la región durante más de una década.

A ella se unieron otras dos mujeres suicidas en el estado de Borno, Nigeria, que mataron al menos a 32 personas e hirieron a decenas más en una serie de atentados, según el vicepresidente Kashim Shettima.

Los ataques, dijeron los expertos, demostraron el complejo y mortal papel que pueden desempeñar las mujeres en insurgencias terroristas como Boko Haram.

Los atacantes atacaron tres lugares:

una celebración de boda, un área cercana a un hospital y un funeral para las víctimas del atentado anterior, dijo Barkindo Saidu, director general de la agencia de gestión de emergencias del estado de Borno.

Cadáveres de las víctimas de un ataque en Abuja el 14 de abril de 2014. AFP FOTO

Los ataques tuvieron lugar en la ciudad de Gwoza, una zona anteriormente controlada por Boko Haram durante 15 años.

Aunque ninguna organización se ha atribuido todavía la responsabilidad, los ataques son similares a atentados suicidas anteriores llevados a cabo por Boko Haram, un grupo islamista responsable de decenas de miles de muertes y el desplazamiento de más de 2 millones de personas en la región.

Boko Haram fue noticia en 2014 tras secuestrar a más de 200 colegialas.

Las mujeres son enviadas a la muerte porque “se mimetizan”.

Los grupos armados suelen utilizar a mujeres como atacantes suicidas porque las consideran menos valiosas para la organización y más ventajosas tácticamente, dijeron los expertos.

Ideales

Víctimas heridas de un atentado suicida reciben tratamiento en un hospital de Maiduguri, Nigeria, el domingo. Foto Joshua Omiri/Associated PressVíctimas heridas de un atentado suicida reciben tratamiento en un hospital de Maiduguri, Nigeria, el domingo. Foto Joshua Omiri/Associated Press

«Las mujeres despiertan menos sospechas y son capaces de penetrar objetivos más profundamente», dijo Mia Bloom, profesora de comunicación en la Universidad Estatal de Georgia y experta en mujeres terroristas suicidas.

Bloom dijo que los grupos terroristas a menudo utilizan a mujeres cuando atacan a civiles o infraestructura cívica porque “se mezclan” y es menos probable que sean percibidas como amenazas.

Algunos grupos también ven a las mujeres como más fáciles de manipular, dijo Bloom, quien ha entrevistado a muchos sobrevivientes de Boko Haram.

Muchas de las mujeres que Boko Haram ha convertido en terroristas suicidas, afirmó, probablemente hayan sido agredidas sexualmente y estén traumatizadas.

Una niña de una escuela de Chibok con su hijo, liberada hace algunos años por soldados nigerianos, es fotografiada en una casa del consejo del gobierno nigeriano local en Maiduguri, Nigeria.  (Foto AP/Jossy Ola, Archivo)Una niña de una escuela de Chibok con su hijo, liberada hace algunos años por soldados nigerianos, es fotografiada en una casa del consejo del gobierno nigeriano local en Maiduguri, Nigeria. (Foto AP/Jossy Ola, Archivo)

Algunas mujeres pueden estar realmente radicalizadas, dijo, pero otras creen que «tienen más posibilidades de sobrevivir siendo bombarderas que casarse con un combatiente de Boko».

El grupo utilizó mujeres atacantes suicidas más de la mitad del tiempo.

Organizaciones terroristas como Boko Haram, Al Shabab y los talibanes han utilizado mujeres como terroristas suicidas, pero Boko Haram las ha utilizado con más frecuencia que otros grupos.

El grupo tiene un historial de secuestro y retención de niñas como rehenes antes de obligarlas a colocarse explosivos y enviarlas a misiones suicidas.

Boko Haram utilizó a niñas con tanta frecuencia en algunas zonas que el gobierno nigeriano lanzó una campaña antiterrorista con imágenes de niños pequeños con detonadores.

Una investigación realizada por el Centro de Lucha contra el Terrorismo en West Point encontró que el grupo utilizó mujeres como atacantes en más de la mitad de sus operaciones, incluidas misiones suicidas desde abril de 2011 hasta junio de 2017.

Muchas de las atacantes eran niñas.

Estilos terroristas

El ex líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, asesinado en 2021, era conocido por enviar a niñas y mujeres a misiones suicidas, a menudo en contra de su voluntad.

Cameron Hudson, miembro principal del programa de África del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, una organización de investigación con sede en Washington, calificó el uso de mujeres por parte de Boko Haram como una «característica» de su militancia que no se ve típicamente en los grupos de africanos occidentales de Malí y Níger, donde las mujeres no suelen ocupar puestos operativos.

Incluso si Boko Haram no se atribuye la responsabilidad del ataque, dijo Hudson, la participación de las mujeres muestra que el terrorismo en la región no está simplemente influyendo en los jóvenes descontentos.

«Comunidades enteras han sido cooptadas en esto», dijo.

«Estamos viendo una insurgencia comunitaria de base amplia».

La región está plagada de violencia.

Durante la última década, el Sahel, una vasta región semiárida que se extiende a lo largo de África occidental y central, ha dado origen a una serie de organizaciones islamistas empeñadas en la insurgencia.

Además de Boko Haram, la Provincia de África Occidental del grupo Estado Islámico también opera en la región.

El estado nigeriano de Borno, que limita con los países vecinos de Chad, Camerún y Níger, ha estado plagado durante mucho tiempo de violencia terrorista, primero a manos de Boko Haram y luego de grupos rivales y disidentes que luchan por el control del territorio.

Los combatientes de Boko Haram tomaron Gwoza en 2014 y Shekau, el líder del grupo en ese momento, declaró un califato antes de que el ejército nigeriano expulsara al grupo en 2015.

Los gobiernos civiles de toda la región, incluido el vecino Níger, han experimentado varios golpes militares en los últimos años.

Pero tanto los civiles como los regímenes militares han tenido dificultades para hacer frente a las amenazas que plantean las insurgencias islamistas.

La degradación ambiental, las privaciones económicas y los Estados extremadamente débiles han convergido para crear patrones de libre circulación a través de las fronteras nacionales, dijeron los expertos, incluida la de los militantes islamistas.

«Incluso si un país fuera capaz de lograr avances, es poco probable que afecte a la amplia franja de esta región», dijo Hudson.

«Lo que estamos viendo aquí es quizás el comienzo de un resurgimiento».

c.2024 The New York Times Company

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