INTERNACIONAL
El asesino de la baraja: seis crímenes, una carta española convertida en firma y 142 años de cárcel

El comienzo
Era el 24 de enero de 2003 y en la calle Alonso Cano, número 89, Madrid, un edificio de departamentos guardaba la calma de la mañana. El portero, Juan Francisco Ledesma, hacía sus tareas, acompañado por su hijo pequeño. Un hombre entró sin levantar sospechas, sin apuro, con un andar corriente. No gritó ni amenazó. Apenas ordenó. Obligó a Ledesma a arrodillarse en un rincón del hall de entrada, entre los buzones de metal y las paredes frías. Con un movimiento firme, apoyó la pistola en su cabeza y disparó. El sonido seco del tiro retumbó en el edificio. El asesino se fue como había llegado: sin correr, sin mirar atrás, sin explicación. El nene quedó paralizado. Para la Policía, era un crimen más en una ciudad grande. Nadie pensó que esa escena sería la primera de una serie.
Doce días después, el 5 de febrero, un trabajador salió temprano de su casa rumbo a su trabajo. Se llamaba Juan Carlos Martín Estacio, empleado de limpieza. Esperaba el colectivo en la Alameda de Osuna, apoyado en un árbol. Se trata de un barrio residencial a 10 kilómetros de la Puerta del Sol. El mismo hombre que había matado al portero en la calle Alonso Cano se acercó, lo obligó a arrodillarse y le disparó a la nuca. En el suelo dejó un as de copas. Esa misma tarde, en Alcalá de Henares, el mismo hombre empujó la puerta del Bar Rojas, un local de barrio con mesas de fórmica, olor a frituras y un televisor en la pared. Sacó una pistola y disparó sin decir palabra. Mikel Jiménez, de 18 años, cayó sobre el suelo enlosado. Juana Dolores Uclés, de 57, también fue asesinada. La dueña quedó malherida. El asesino salió como había entrado: sin prisa. Allí no dejó naipes, pero la prensa ya hablaba de un “asesino de la baraja”.
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El 7 de marzo, en Tres Cantos, municipio de la Comunidad de Madrid, una pareja de jóvenes charlaba en la vereda. El asesino se acercó de frente. Disparó en la cara del muchacho, Santiago Salas, que sobrevivió de milagro. Intentó disparar a la chica, pero el arma se trabó. En el suelo, quedó una baraja, el dos de copas. Ese naipe tenía algo más: un pequeño punto azul en el reverso, realizado con bolígrafo. Nadie fuera de la policía sabía de ese detalle. Era una contraseña silenciosa, una marca de autor.
El 18 de marzo, en Arganda del Rey, localidad a 28 kilómetros de Madrid, un matrimonio rumano regresaba a su casa por un camino de tierra. George y Doina Magda no llegaron. El asesino apareció de la penumbra, disparó a la cabeza de ambos y dejó en el suelo dos cartas: un tres y un cuatro de copas. Doina murió en el hospital dos días después.
En apenas dos meses, Madrid y su periferia habían visto seis asesinatos y varios heridos
Siempre el mismo método: acercamiento breve, disparo certero a la cabeza, huida tranquila. Y, cada vez más, una carta española convertida en firma.
No eran cartas de un mazo internacional ni un comodín de póker. Eran naipes de la baraja española, un objeto familiar en cualquier casa. Esa baraja tiene cuarenta cartas, a veces cuarenta y ocho, con cuatro palos: oros, copas, espadas y bastos. Las cartas van del uno al siete, y las figuras son sota, caballo y rey. No hay reina. Las ilustraciones son medievales, con trazos simples y colores planos. Se la asocia a juegos de sobremesa: el mus, la brisca, el chinchón. Es parte de la vida cotidiana. En la parada de micros de Alameda de Osuna, mató a Juan Carlos Martín Eastacio, de 28 años. Fue ahí donde dejó la primera baraja.
La baraja inglesa o francesa, en cambio, tiene cincuenta y dos cartas, con cuatro palos: corazones, diamantes, tréboles y picas. Sus figuras son el rey, la reina y la jota. Es la que domina en casinos, póker, blackjack. Es internacional.
El asesino eligió la española porque cualquier persona en el país la reconoce al instante. Un as de copas en el suelo no pide traducción. No es enigmático ni críptico. Es un objeto cotidiano arrancado de su contexto y puesto como rúbrica de un crimen. Esa claridad lo volvía brutal: el mensaje era “yo estuve aquí y lo hice”.
El hombre que dejó esas cartas se llamaba Alfredo Galán Sotillo
Había nacido en 1978 en Puertollano, provincia de Ciudad Real, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Era un tipo que tenía la habilidad de no destacar en nada. Fue soldado profesional y participó en misiones en Bosnia, donde obtuvo una pistola Tokarev TT-33, calibre 7,62 milímetros, un arma dura, simple, pensada para resistir barro y frío. Esa pistola soviética, con balas soviéticas, sería el instrumento de sus crímenes.
Al volver a España, consiguió trabajo como vigilante en el aeropuerto de Barajas. Era reservado, bebía en exceso, tenía arrebatos de furia. No tenía pareja estable ni amigos íntimos. Su vida era gris y su necesidad de notoriedad lo empujó a matar. Los psicólogos que lo estudiaron después lo definieron como un hombre frío, con rasgos narcisistas, consciente de sus actos. No era un enfermo inimputable. Sabía lo que hacía. Su lógica era el azar: elegir una víctima cualquiera, disparar y dejar una carta como firma.
El 3 de julio de 2003, en Puertollano, Galán cruzó la puerta de la comisaría local. Pidió hablar con un agente y dijo: “Soy yo, el asesino de la baraja”. Los policías lo miraron incrédulos. No era un operativo espectacular ni un arresto con sirenas. Era el propio asesino que se entregaba.
Sus primeras confesiones
En ellas, dio detalles que solo podía saber quien había estado en la escena. Habló de las fechas, de la pistola Tokarev, de las víctimas. Y reveló el secreto del punto azul en el reverso de algunos naipes. Ese dato nunca se había publicado. Era la clave que lo confirmaba.
Más tarde intentó retractarse, inventó excusas, habló de presiones. Pero las pruebas lo cercaban: las balas, los testimonios, la coincidencia de todo lo narrado. La confesión inicial ya lo había marcado.
En febrero de 2005, en la Audiencia Provincial de Madrid se inició uno de los procesos más esperados de los últimos años. Los pasillos estaban colmados desde temprano. Periodistas con grabadores, fotógrafos que se disputaban un lugar, familiares de las víctimas con carpetas de papeles, y curiosos que querían ver de cerca al hombre del que hablaban desde hacía dos años. No se trataba solo de un juicio. Era la puesta en escena de una historia que ya tenía nombre propio en los diarios: “El asesino de la baraja”. La firma del asesino era una carta española.
Cuando lo trajeron a la sala, Alfredo Galán Sotillo apareció con un paso neutro, ni altivo ni abatido. Vestía prolijo, casi con modestia, pero en sus ojos había una frialdad que incomodaba a los presentes. No buscaba ni escondía nada. Se sentó en el banquillo y miró al frente, a veces con gesto ausente, a veces con una sonrisa mínima que muchos interpretaron como burla.
El tribunal repasó uno a uno los crímenes
La voz del secretario leyó las fechas como si fueran estaciones de un viaje macabro: 24 de enero en Chamberí, 5 de febrero en Alameda de Osuna y luego en el Bar Rojas, 7 de marzo en Tres Cantos, 18 de marzo en Arganda del Rey. Cada nombre de víctima se pronunció con la solemnidad de una campana. Los familiares escuchaban con los labios apretados. Algunos lloraban. Otros clavaban la vista en el acusado, como si quisieran atravesarlo con la mirada.
Pasaron los testigos sobrevivientes. El joven de Tres Cantos, Santiago Salas, relató cómo un disparo le destrozó el rostro y cómo, mientras caía, vio la baraja que se deslizaba al suelo. La dueña del Bar Rojas contó entre lágrimas el momento en que sintió el fuego del balazo y vio desplomarse a sus clientes. Los peritos balísticos mostraron fotografías de proyectiles y explicaron con precisión que todas las balas correspondían a una misma arma: una Tokarev de calibre 7,62. El arma nunca apareció, pero las balas hablaban por ella.
Luego llegaron los psiquiatras. Con un lenguaje seco, descartaron que Galán sufriera una enfermedad mental que lo hiciera inimputable. Explicaron que matar y dejar cartas no era producto de un delirio, sino de una elección lúcida. Esa conclusión dejó claro que el tribunal no podía suavizar la condena.
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Durante las sesiones, Galán se mostró contradictorio. A veces, aceptaba los hechos y describía los disparos como quien repasa un trabajo terminado. Otras veces, negaba, decía que lo habían presionado, que no recordaba bien. La confesión inicial en Puertollano, con el detalle del punto azul en las cartas, pesaba como una roca.
El 9 de marzo de 2005 llegó la sentencia
El presidente del tribunal leyó con voz firme: culpable de seis asesinatos consumados y tres en grado de tentativa, además de tenencia ilícita de armas. La condena: 142 años y tres meses de prisión. En la práctica cumpliría un máximo de cuarenta, según la ley.
Al escuchar el veredicto, los familiares de las víctimas no aplaudieron ni gritaron. La reacción fue más profunda: lágrimas contenidas, abrazos apretados, un alivio que nunca puede ser completo. El acusado apenas se movió. Se quedó sentado, como si escuchara una sentencia de otro. En marzo de 2006, el Tribunal Supremo confirmó la condena y rechazó cualquier intento de revisar su responsabilidad. El asesino cuando estuvo en Bosnia.
Alfredo Galán no se levantaba cada mañana con un plan calculado como en las películas de asesinos en serie. No había un cuaderno con mapas, ni listas de objetivos, ni un calendario macabro. Había, en cambio, un malestar creciente que lo atravesaba como un zumbido constante. Un vacío que venía de años de sentirse un cero a la izquierda.
En Bosnia, había aprendido a manejar armas, a convivir con la violencia, a ver a la muerte como una presencia cotidiana. Pero al volver no trajo condecoraciones ni prestigio. Trajo una pistola soviética, la Tokarev, guardada como un trofeo secreto. Y sobre todo volvió a una vida que lo ahogaba: turnos de vigilancia en el aeropuerto de Barajas, revisar valijas, mirar pasar a miles de pasajeros anónimos que no lo miraban a él. El soldado se había convertido en un vigilante gris.
La invisibilidad era su mayor condena
Pasaba desapercibido en bares y en la calle. Nadie lo recordaba. Nadie lo señalaba. Era un rostro más en un vagón lleno. Y entonces apareció la idea de hacerse visible por la vía más brutal. No con palabras, no con gestos amables, sino con un signo que cualquiera pudiera reconocer. Matar y dejar una carta.
Las víctimas eran irrelevantes para él. Podía ser un portero en Chamberí, un joven en una parada, una pareja inmigrante en un descampado. No había relación. No había selección por odio, ni por venganza, ni por codicia. Era la banalidad del azar.
Cuando la prensa empezó a hablar del asesino de la baraja, su nombre creció en el aire. Pero lo que circulaba no era “Alfredo Galán”, era el apodo, el mito, la marca. Y eso empezó a irritarlo. La historia ya no le pertenecía. El público hablaba de las cartas, de los naipes manchados, de las copas con sangre. Él estaba detrás, pero no figuraba. Esa frustración fue el otro motor.
Por eso se entregó. Porque necesitaba recuperar la autoría del relato. La confesión fue un acto de control: devolverle un rostro al mito. Y para que no quedaran dudas, regaló el detalle que nadie sabía: el punto azul en el reverso de algunos naipes. Esa era su firma íntima, su contraseña secreta. Al decirlo, recuperó el lugar central en la historia.
El porqué, entonces, se entiende en tres planos.
- Uno: matar lo hacía sentir poderoso, visible, dueño de vidas.
- Dos: dejar cartas lo convertía en un personaje con marca propia.
- Tres: entregarse fue su modo de recuperar el control de la historia, antes de que el personaje lo devorara del todo.
En el fondo, lo que buscaba era no ser olvidado. No ser un vigilante más, no ser un soldado más, no ser nadie. Y eligió un camino bestial para lograrlo.
criminales históricos, España
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EEUU autorizó a Ucrania a bombardear objetivos en Rusia con misiles de largo alcance bajo supervisión del Pentágono

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, autorizó que Ucrania realice ataques de largo alcance en territorio ruso, bajo la supervisión del Pentágono, según lo confirmó este domingo el enviado especial estadounidense para Ucrania, Keith Kellogg, en una entrevista con Fox News.
“La respuesta es sí, usen la capacidad de golpear a fondo, no existen santuarios”, dijo Kellogg, al detallar la posición de Trump sobre las ofensivas ucranianas en suelo ruso.
El funcionario precisó que la autorización no es automática, sino que se otorga para cada operación de manera individual, y en cada ocasión la decisión final recae en Trump.
El pedido de armas de largo alcance forma parte de las gestiones recientes de Kiev. Durante un encuentro paralelo a la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, solicitó personalmente a Trump misiles de crucero Tomahawk. El vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, confirmó que la administración evalúa entregar estos misiles a Ucrania, aunque aún no se ha tomado una decisión definitiva.

“Esa es una de las razones por las que, esta última semana…el presidente Zelensky pidió a Trump que entregara misiles Tomahawk. La decisión todavía no ha sido tomada”, reiteró Kellogg.
Aunque Ucrania desarrolla sus propios misiles de largo alcance y drones, continúa dependiendo de armamento y apoyo tecnológico de sus aliados para ejecutar estas operaciones.
“Esto es un asunto global, y debemos reaccionar en consecuencia”, señaló Kellogg, al tiempo que resaltó la necesidad de actuar con cautela frente a las recientes provocaciones de Moscú en el espacio aéreo de la Unión Europea y la OTAN.
El pasado 10 de septiembre, drones rusos ingresaron al espacio aéreo polaco y fueron derribados por la defensa antiaérea de Varsovia, la primera intervención de este tipo en más de tres años desde el inicio de la guerra a gran escala contra Ucrania. Posteriormente, el 19 de septiembre, tres aviones militares rusos violaron el espacio aéreo de Estonia, aumentando la tensión regional.
Kellogg subrayó que la ofensiva rusa no ha logrado sus objetivos. “Rusia no está ganando esta guerra. Si lo estuvieran, estarían en Kiev, Odesa, habrían cruzado el Dniéper”, afirmó, citando cifras del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que reportan aproximadamente 1.109.590 bajas rusas desde el inicio de la invasión el 24 de febrero de 2022.
La postura de Trump marca un cambio respecto a meses anteriores, cuando criticó los ataques ucranianos en infraestructura rusa. En agosto, escribió al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que estaba “muy enojado” por los ataques con drones contra el oleoducto Druzhba. En semanas recientes, Trump ha intensificado sus críticas hacia Vladimir Putin: “Estoy muy insatisfecho con lo que Rusia está haciendo y con lo que hace el presidente Putin. No me ha gustado en absoluto. Está matando personas sin ninguna razón”, expresó.
Mientras la administración estadounidense evalúa suministrar misiles Tomahawk y mantiene la supervisión del Pentágono, Ucrania continúa planificando operaciones de largo alcance con coordinación directa de Washington.

Un ataque masivo de drones y misiles rusos contra Ucrania, prolongado durante 12 horas hasta la mañana del domingo, dejó al menos cuatro muertos en Kiev, entre ellos una niña de 12 años, informaron las autoridades ucranianas.
Polonia, país vecino, activó y desplegó aviones de combate para proteger su espacio aéreo tras la ofensiva, en un contexto en el que la OTAN acusó a Moscú de estar detrás de varias violaciones del espacio aéreo de la alianza defensiva en días recientes. Los esfuerzos diplomáticos para frenar la guerra siguen estancados y Rusia ha reafirmado su determinación de mantener la ofensiva iniciada en febrero de 2022.
“El objetivo de Moscú es continuar su campaña de muertes y solo merece la presión más fuerte de la comunidad internacional”, declaró el presidente ucraniano Volodimir Zelensky después del ataque. Tras el masivo bombardeo, Zelensky sostuvo conversaciones telefónicas con aliados, incluidos el secretario general de la OTAN Mark Rutte, el presidente de Finlandia Alexander Stubb y el primer ministro noruego Jonas Gahr Store.
Rusia argumentó que solo atacó objetivos militares. Sin embargo, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, entre los edificios alcanzados también había viviendas, un centro de cardiología y un jardín de infancia.
De acuerdo con el ejército ucraniano, el país fue blanco de 595 drones y 48 misiles, de los cuales la mayoría fueron interceptados por las defensas aéreas. No obstante, 31 drones y cinco misiles impactaron en distintos puntos del país.
Zelensky señaló que instalaciones energéticas sufrieron daños y atribuyó a Rusia la intención de provocar fallos masivos en el suministro eléctrico.
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Tiroteo e incendio en una iglesia mormona en Michigan: al menos cinco muertos y varios heridos

Al menos cinco personas murieron y varias resultaron heridas en una iglesia mormona en Michigan, en los Estados Unidos, por el ataque de un agresor que luego prendió fuego el templo. El tirador finalmente fue uno de los que perdió la vida, tras ser abatido por la Policía.
La Policía de la localidad de Grand Blanc en Míchigan informó de que han aumentado a cuatro los muertos de un tiroteo ocurrido este domingo en una iglesia mormona que dejó además a ocho heridos e identificó al autor como Thomas Jacob Sanford, que también murió en un enfrentamiento con dos agentes.
El episodio sucedió en momentos se realizaba una ceremonia religiosa y habían cientos de feligreses, entre ellos familias enteras con chicos y hasta bebés. Los investigadores no descartan encontrar más víctimas en las próximas horas.
El tiroteo ocurrió cerca de las 11 de la mañana en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Grand Blanc, a unos 80 kilómetros al norte de Detroit. El agresor era un hombre de unos 40 años de Burton.
«Se ha registrado un tiroteo en la iglesia de los Santos de los Últimos Días en McCandlish Rd. Hay varias víctimas y el tirador ha sido abatido. No hay ninguna amenaza para el público en este momento. La iglesia está en llamas. ¡POR FAVOR, EVITE LA ZONA!», informó inicialmente el Departamento de Policía de Grand Blanc.
En posteriores actualizaciones, informó que el incendio había sido contenido y se confirmó que había al menos un muerto y 9 heridos entre los fieles que participaban de una ceremonia..
🇺🇸🔥- Drone footage shows the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints in Grand Blanc Township, Michigan, engulfed in flames. pic.twitter.com/6vwnhIJ4eH
— Monitor𝕏 (@MonitorX99800) September 28, 2025
De acuerdo a lo que reportaron medios locales, el tirador primero estrelló su camioneta contra la iglesia y luego ingresó para disparar con un rifle de asalto e incendiar deliberadamente el lugar. Finalmente habría sido abatido al enfrentarse con la policía.
Grand Blanc es un pequeño pueblo en las afueras de Flint. La iglesia, rodeada por un estacionamiento y un gran césped, está ubicada cerca de áreas residenciales La comunidad de aproximadamente 8.000 personas está justo afuera de Flint.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, denunció el domingo «un nuevo ataque dirigido contra los cristianos» después de un tiroteo e incendio en una iglesia mormona en Michigan. «El sospechoso está muerto, pero aún hay mucho por saber. Este parece ser otro ataque dirigido contra los cristianos de Estados Unidos», escribió Trump en su plataforma Truth Social.
«Esta epidemia de violencia en nuestro país debe terminar inmediatamente!», concluyó el jefe de la Casa Blanca.
«Esta violencia en un lugar de culto es desgarradora y escalofriante. Les pido que se unan a mí en oración por las víctimas de esta terrible tragedia», escribió en sus redes Pamela Bondi, la Fiscal General de los Estados Unidos.
I am receiving briefings about what appears to be a horrific shooting and fire at an LDS church in Grand Blanc, Michigan. @FBI and @ATFHQ agents are en route to the scene now.
Such violence at a place of worship is heartbreaking and chilling. Please join me in praying for the…
— Attorney General Pamela Bondi (@AGPamBondi) September 28, 2025
También se expresó el director del FBI, Dan Bogino, en su cuenta de X: «El personal del FBI está respondiendo a Grand Blanc para brindar cualquier apoyo solicitado necesario».
Este terrible hecho se da apenas un día después del fallecimiento de Russell Nelson, jefe de la Iglesia Mormona, quien murió el sábado por la noche a los 101 años en el estado de Utah, informaron representantes eclesiásticos en un comunicado.
Nelson tenía 93 años cuando se convirtió en el 17° presidente de la Iglesia Mormona en enero de 2018, tras la muerte de Thomas Monson. Se transformó así en el presidente de mayor edad en la historia de la Iglesia.
Nelson presionó con éxito para que la Iglesia Mormona clasificara a las parejas del mismo sexo casadas como «apóstatas» y prohibiera a sus hijos menores de 18 años participar en ritos religiosos, incluidos los bautismos. Esta política sin embargo fue desechada después de que asumiera como presidente.
Durante su periodo en el cargo, también pidió especialmente que no se usara el término «mormón» para referirse a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El sucesor de Nelson será elegido después de su funeral por el Cuórum de los Doce Apóstoles, quienes, al igual que el presidente de la Iglesia, son considerados profetas por los creyentes.
Al líder religioso le sobreviven su esposa, ocho de sus hijos, 57 nietos y más de 167 bisnietos, según el comunicado.
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El “Codex Gigas”, la misteriosa ‘Biblia del Diablo’, sigue desatando leyendas y asombro

La leyenda que rodea al Codex Gigas ha alimentado durante siglos la fascinación por este manuscrito medieval, conocido popularmente como la “Biblia del Diablo”. Su fama no solo se debe a su imponente tamaño, sino también a las historias sobrenaturales y enigmas históricos que lo acompañan.
Entre los relatos más célebres destaca el de un monje de la localidad checa de Podlažice, quien, tras ser condenado a una forma de ejecución que implicaba ser sellado de por vida en un espacio reducido, habría intentado salvarse comprometiéndose a escribir el libro más grande jamás creado en una sola noche. Ante la imposibilidad de cumplir semejante tarea, según la leyenda, el monje habría invocado al Diablo, obteniendo así su ayuda a cambio de su alma.
El Codex Gigas, cuyo nombre en latín significa “gran libro”, sobresale entre los manuscritos medievales que han llegado hasta la actualidad. Con unas dimensiones aproximadas de 91 por 51 centímetros y un peso de 75 kilogramos, este volumen monumental está compuesto por 310 hojas de pergamino, elaboradas a partir de piel de ternera y asno, lo que habría requerido sacrificar más de 160 animales para su confección.

A diferencia de la mayoría de los manuscritos iluminados de la Edad Media, el Codex Gigas reúne en un solo tomo una variedad de textos independientes. Además de contener el Antiguo y el Nuevo Testamento, incluye copias manuscritas de obras históricas y científicas del historiador judío Flavio Josefo y del teólogo católico Isidoro de Sevilla. También incorpora una temprana historia de Bohemia, escrita por Cosmas de Praga, así como listas de conjuros y hechizos, un manual médico del siglo XII, un calendario y resúmenes de los alfabetos griego, hebreo y eslavo.
El elemento más célebre del Codex Gigas, y el que le ha valido el apodo de “Biblia del Diablo”, es una ilustración a página completa de una figura demoníaca, representada con cuernos, garras, lengua bífida y grandes ojos blancos.
Esta imagen inquietante, situada entre un texto sobre la penitencia y otro sobre exorcismos, se enfrenta a una página que muestra una ilustración igualmente grande de la Ciudad Celestial, lo que podría simbolizar las dos caras del más allá cristiano. La ilustración demoníaca ha sido objeto de numerosas interpretaciones y es uno de los motivos principales de la fama del manuscrito.

La historia documentada del Codex Gigas resulta tan enigmática como el significado de sus ilustraciones. Los especialistas descartan la posibilidad de que el manuscrito haya sido escrito en una sola noche, como sugiere la leyenda.
En cambio, consideran que fue elaborado entre los años 1204 y 1230, probablemente por una sola persona. Aunque no se puede afirmar con certeza que se produjera en Podlažice, una nota en la primera página identifica al monasterio de esa localidad como su primer propietario conocido. La misma anotación indica que en 1295 el códice fue entregado a otro monasterio, y ese mismo año fue adquirido por una nueva orden religiosa.
A partir de ese momento, la trayectoria del Codex Gigas a lo largo de los siglos puede reconstruirse solo de manera fragmentaria. En 1594, el manuscrito pasó a manos de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y reconocido aficionado a lo oculto. Tras ser trasladado a Praga, el códice fue llevado a Estocolmo después de que el ejército sueco obtuviera una victoria estratégica durante la Guerra de los Treinta Años.

Actualmente, el Codex Gigas se conserva en la Biblioteca Nacional de Suecia, donde sigue siendo objeto de leyendas locales. Un texto sueco publicado en 1858 relata la historia de un guardia que, tras quedarse dormido en el salón principal de la biblioteca, despertó y vio el códice flotando en el aire, liderando a otros libros en una especie de danza paranormal. Según la narración, “el guardia quedó y permaneció débil de mente desde ese día y tuvo que ser internado en el manicomio”.
Otra anécdota recurrente involucra al célebre dramaturgo y novelista sueco August Strindberg. De acuerdo con el testimonio de un amigo y colega escritor, Strindberg, quien trabajó en la biblioteca y compartía el interés de Rodolfo II por lo oculto, solía colarse en el edificio por las noches, encendía una cerilla y leía la Biblia del Diablo con la esperanza de entrar en contacto con el inframundo.
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