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El asesino de la baraja: seis crímenes, una carta española convertida en firma y 142 años de cárcel

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El comienzo

Era el 24 de enero de 2003 y en la calle Alonso Cano, número 89, Madrid, un edificio de departamentos guardaba la calma de la mañana. El portero, Juan Francisco Ledesma, hacía sus tareas, acompañado por su hijo pequeño. Un hombre entró sin levantar sospechas, sin apuro, con un andar corriente. No gritó ni amenazó. Apenas ordenó. Obligó a Ledesma a arrodillarse en un rincón del hall de entrada, entre los buzones de metal y las paredes frías. Con un movimiento firme, apoyó la pistola en su cabeza y disparó. El sonido seco del tiro retumbó en el edificio. El asesino se fue como había llegado: sin correr, sin mirar atrás, sin explicación. El nene quedó paralizado. Para la Policía, era un crimen más en una ciudad grande. Nadie pensó que esa escena sería la primera de una serie.

Doce días después, el 5 de febrero, un trabajador salió temprano de su casa rumbo a su trabajo. Se llamaba Juan Carlos Martín Estacio, empleado de limpieza. Esperaba el colectivo en la Alameda de Osuna, apoyado en un árbol. Se trata de un barrio residencial a 10 kilómetros de la Puerta del Sol. El mismo hombre que había matado al portero en la calle Alonso Cano se acercó, lo obligó a arrodillarse y le disparó a la nuca. En el suelo dejó un as de copas. Esa misma tarde, en Alcalá de Henares, el mismo hombre empujó la puerta del Bar Rojas, un local de barrio con mesas de fórmica, olor a frituras y un televisor en la pared. Sacó una pistola y disparó sin decir palabra. Mikel Jiménez, de 18 años, cayó sobre el suelo enlosado. Juana Dolores Uclés, de 57, también fue asesinada. La dueña quedó malherida. El asesino salió como había entrado: sin prisa. Allí no dejó naipes, pero la prensa ya hablaba de un “asesino de la baraja”.

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Leé también: El Robin Hood siciliano que pasó de ser un bandido romántico a un asesino despiadado de mujeres y niños

El 7 de marzo, en Tres Cantos, municipio de la Comunidad de Madrid, una pareja de jóvenes charlaba en la vereda. El asesino se acercó de frente. Disparó en la cara del muchacho, Santiago Salas, que sobrevivió de milagro. Intentó disparar a la chica, pero el arma se trabó. En el suelo, quedó una baraja, el dos de copas. Ese naipe tenía algo más: un pequeño punto azul en el reverso, realizado con bolígrafo. Nadie fuera de la policía sabía de ese detalle. Era una contraseña silenciosa, una marca de autor.

El 18 de marzo, en Arganda del Rey, localidad a 28 kilómetros de Madrid, un matrimonio rumano regresaba a su casa por un camino de tierra. George y Doina Magda no llegaron. El asesino apareció de la penumbra, disparó a la cabeza de ambos y dejó en el suelo dos cartas: un tres y un cuatro de copas. Doina murió en el hospital dos días después.

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En apenas dos meses, Madrid y su periferia habían visto seis asesinatos y varios heridos

Siempre el mismo método: acercamiento breve, disparo certero a la cabeza, huida tranquila. Y, cada vez más, una carta española convertida en firma.

No eran cartas de un mazo internacional ni un comodín de póker. Eran naipes de la baraja española, un objeto familiar en cualquier casa. Esa baraja tiene cuarenta cartas, a veces cuarenta y ocho, con cuatro palos: oros, copas, espadas y bastos. Las cartas van del uno al siete, y las figuras son sota, caballo y rey. No hay reina. Las ilustraciones son medievales, con trazos simples y colores planos. Se la asocia a juegos de sobremesa: el mus, la brisca, el chinchón. Es parte de la vida cotidiana.

En la parada de micros de Alameda de Osuna, mató a Juan Carlos Martín Eastacio, de 28 años. Fue ahí donde dejó la primera baraja.

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La baraja inglesa o francesa, en cambio, tiene cincuenta y dos cartas, con cuatro palos: corazones, diamantes, tréboles y picas. Sus figuras son el rey, la reina y la jota. Es la que domina en casinos, póker, blackjack. Es internacional.

El asesino eligió la española porque cualquier persona en el país la reconoce al instante. Un as de copas en el suelo no pide traducción. No es enigmático ni críptico. Es un objeto cotidiano arrancado de su contexto y puesto como rúbrica de un crimen. Esa claridad lo volvía brutal: el mensaje era “yo estuve aquí y lo hice”.

El hombre que dejó esas cartas se llamaba Alfredo Galán Sotillo

Había nacido en 1978 en Puertollano, provincia de Ciudad Real, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Era un tipo que tenía la habilidad de no destacar en nada. Fue soldado profesional y participó en misiones en Bosnia, donde obtuvo una pistola Tokarev TT-33, calibre 7,62 milímetros, un arma dura, simple, pensada para resistir barro y frío. Esa pistola soviética, con balas soviéticas, sería el instrumento de sus crímenes.

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Al volver a España, consiguió trabajo como vigilante en el aeropuerto de Barajas. Era reservado, bebía en exceso, tenía arrebatos de furia. No tenía pareja estable ni amigos íntimos. Su vida era gris y su necesidad de notoriedad lo empujó a matar. Los psicólogos que lo estudiaron después lo definieron como un hombre frío, con rasgos narcisistas, consciente de sus actos. No era un enfermo inimputable. Sabía lo que hacía. Su lógica era el azar: elegir una víctima cualquiera, disparar y dejar una carta como firma.

El 3 de julio de 2003, en Puertollano, Galán cruzó la puerta de la comisaría local. Pidió hablar con un agente y dijo: “Soy yo, el asesino de la baraja”. Los policías lo miraron incrédulos. No era un operativo espectacular ni un arresto con sirenas. Era el propio asesino que se entregaba.

Sus primeras confesiones

En ellas, dio detalles que solo podía saber quien había estado en la escena. Habló de las fechas, de la pistola Tokarev, de las víctimas. Y reveló el secreto del punto azul en el reverso de algunos naipes. Ese dato nunca se había publicado. Era la clave que lo confirmaba.

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Más tarde intentó retractarse, inventó excusas, habló de presiones. Pero las pruebas lo cercaban: las balas, los testimonios, la coincidencia de todo lo narrado. La confesión inicial ya lo había marcado.

En febrero de 2005, en la Audiencia Provincial de Madrid se inició uno de los procesos más esperados de los últimos años. Los pasillos estaban colmados desde temprano. Periodistas con grabadores, fotógrafos que se disputaban un lugar, familiares de las víctimas con carpetas de papeles, y curiosos que querían ver de cerca al hombre del que hablaban desde hacía dos años. No se trataba solo de un juicio. Era la puesta en escena de una historia que ya tenía nombre propio en los diarios: “El asesino de la baraja”.

La firma del asesino era una carta española.

La firma del asesino era una carta española.

Cuando lo trajeron a la sala, Alfredo Galán Sotillo apareció con un paso neutro, ni altivo ni abatido. Vestía prolijo, casi con modestia, pero en sus ojos había una frialdad que incomodaba a los presentes. No buscaba ni escondía nada. Se sentó en el banquillo y miró al frente, a veces con gesto ausente, a veces con una sonrisa mínima que muchos interpretaron como burla.

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El tribunal repasó uno a uno los crímenes

La voz del secretario leyó las fechas como si fueran estaciones de un viaje macabro: 24 de enero en Chamberí, 5 de febrero en Alameda de Osuna y luego en el Bar Rojas, 7 de marzo en Tres Cantos, 18 de marzo en Arganda del Rey. Cada nombre de víctima se pronunció con la solemnidad de una campana. Los familiares escuchaban con los labios apretados. Algunos lloraban. Otros clavaban la vista en el acusado, como si quisieran atravesarlo con la mirada.

Pasaron los testigos sobrevivientes. El joven de Tres Cantos, Santiago Salas, relató cómo un disparo le destrozó el rostro y cómo, mientras caía, vio la baraja que se deslizaba al suelo. La dueña del Bar Rojas contó entre lágrimas el momento en que sintió el fuego del balazo y vio desplomarse a sus clientes. Los peritos balísticos mostraron fotografías de proyectiles y explicaron con precisión que todas las balas correspondían a una misma arma: una Tokarev de calibre 7,62. El arma nunca apareció, pero las balas hablaban por ella.

Luego llegaron los psiquiatras. Con un lenguaje seco, descartaron que Galán sufriera una enfermedad mental que lo hiciera inimputable. Explicaron que matar y dejar cartas no era producto de un delirio, sino de una elección lúcida. Esa conclusión dejó claro que el tribunal no podía suavizar la condena.

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Durante las sesiones, Galán se mostró contradictorio. A veces, aceptaba los hechos y describía los disparos como quien repasa un trabajo terminado. Otras veces, negaba, decía que lo habían presionado, que no recordaba bien. La confesión inicial en Puertollano, con el detalle del punto azul en las cartas, pesaba como una roca.

El 9 de marzo de 2005 llegó la sentencia

El presidente del tribunal leyó con voz firme: culpable de seis asesinatos consumados y tres en grado de tentativa, además de tenencia ilícita de armas. La condena: 142 años y tres meses de prisión. En la práctica cumpliría un máximo de cuarenta, según la ley.

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Al escuchar el veredicto, los familiares de las víctimas no aplaudieron ni gritaron. La reacción fue más profunda: lágrimas contenidas, abrazos apretados, un alivio que nunca puede ser completo. El acusado apenas se movió. Se quedó sentado, como si escuchara una sentencia de otro. En marzo de 2006, el Tribunal Supremo confirmó la condena y rechazó cualquier intento de revisar su responsabilidad.

El asesino cuando estuvo en Bosnia.

El asesino cuando estuvo en Bosnia.

Alfredo Galán no se levantaba cada mañana con un plan calculado como en las películas de asesinos en serie. No había un cuaderno con mapas, ni listas de objetivos, ni un calendario macabro. Había, en cambio, un malestar creciente que lo atravesaba como un zumbido constante. Un vacío que venía de años de sentirse un cero a la izquierda.

En Bosnia, había aprendido a manejar armas, a convivir con la violencia, a ver a la muerte como una presencia cotidiana. Pero al volver no trajo condecoraciones ni prestigio. Trajo una pistola soviética, la Tokarev, guardada como un trofeo secreto. Y sobre todo volvió a una vida que lo ahogaba: turnos de vigilancia en el aeropuerto de Barajas, revisar valijas, mirar pasar a miles de pasajeros anónimos que no lo miraban a él. El soldado se había convertido en un vigilante gris.

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La invisibilidad era su mayor condena

Pasaba desapercibido en bares y en la calle. Nadie lo recordaba. Nadie lo señalaba. Era un rostro más en un vagón lleno. Y entonces apareció la idea de hacerse visible por la vía más brutal. No con palabras, no con gestos amables, sino con un signo que cualquiera pudiera reconocer. Matar y dejar una carta.

Las víctimas eran irrelevantes para él. Podía ser un portero en Chamberí, un joven en una parada, una pareja inmigrante en un descampado. No había relación. No había selección por odio, ni por venganza, ni por codicia. Era la banalidad del azar.

Cuando la prensa empezó a hablar del asesino de la baraja, su nombre creció en el aire. Pero lo que circulaba no era “Alfredo Galán”, era el apodo, el mito, la marca. Y eso empezó a irritarlo. La historia ya no le pertenecía. El público hablaba de las cartas, de los naipes manchados, de las copas con sangre. Él estaba detrás, pero no figuraba. Esa frustración fue el otro motor.

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Por eso se entregó. Porque necesitaba recuperar la autoría del relato. La confesión fue un acto de control: devolverle un rostro al mito. Y para que no quedaran dudas, regaló el detalle que nadie sabía: el punto azul en el reverso de algunos naipes. Esa era su firma íntima, su contraseña secreta. Al decirlo, recuperó el lugar central en la historia.

El porqué, entonces, se entiende en tres planos.

  • Uno: matar lo hacía sentir poderoso, visible, dueño de vidas.
  • Dos: dejar cartas lo convertía en un personaje con marca propia.
  • Tres: entregarse fue su modo de recuperar el control de la historia, antes de que el personaje lo devorara del todo.

En el fondo, lo que buscaba era no ser olvidado. No ser un vigilante más, no ser un soldado más, no ser nadie. Y eligió un camino bestial para lograrlo.

criminales históricos, España

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“Las corrientes”, de Milagros Mumenthaler: retrato íntimo y delicado de una mujer al borde de la locura

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La protagonista de «Las corrientes» es Isabel Aimé González Sola, una actriz argentina radicada en Francia.

Lina, una artista y diseñadora joven y talentosa, recibe un premio entre desconocidos en una ciudad bella pero ajena. Hay algo de desamparo ahí donde se encuentra: viajó sin familia ni amigos, la soledad es absoluta. Lina está en Ginebra y, aunque todo a su alrededor parece brillar con la luz del éxito, su mirada es repentinamente tomada por una oscuridad sin nombre. Hay un lago, aguas revueltas que la convocan y, en lo que parece un sueño —o una pesadilla—, obedece a un impulso que puede terminar en tragedia. El comienzo de Las corrientes, la nueva película de Milagros Mumenthaler es tan perturbador como hipnótico.

En su tercera película (luego de Abrir puertas y ventanas y La idea de un lago) la directora argentino-suiza se sumerge en la vida de Lina (Isabel Aimé González Solá), alguien que huye de su pasado y que lidia con un presente que la agobia aunque, a primera vista, no le falte nada. A lo largo de la proyección sabremos que está casada con Pedro Campbell (Esteban Bigliardi), un hombre de clase alta que la ama, que ambos son padres de Sofía (Emma Fayo Duarte), una hija pequeña, y que en el camino hacia el éxito y la seguridad buscó dejar atrás a la locura, que nunca es complaciente con nadie.

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Trailer de «Las corrientes», de Milagros Mumenthaler

Hay algo en la familia y el ambiente en el que se mueve Pedro que la incomoda profundamente. Siente todo el tiempo el rechazo de los demás por no “pertenecer” desde la cuna y a eso se suma la culpa del tránsfuga de clase, aquel que se sobreadapta a un mundo que no le estuvo dado por origen. Hay en ella un desdoblamiento que no consigue resolver: siempre será Cata para quienes la conocieron antes y será Lina en el mundo profesional y en el del entorno de los Campbell, ese apellido prestado que se propuso tomar como propio, contrariando la era de los derechos de las mujeres que le toca vivir.

La soledad que abraza a Lina en Ginebra cuando está sola desnuda el tormento y aquello que la desequilibra retorna desde el fondo de los tiempos. Ese episodio recuerda de alguna manera al punto de partida de La mujer sin cabeza, la película de Lucrecia Martel protagonizada por María Onetto (su personaje es Verónica), que también retrata el quiebre personal de una mujer que lleva una buena vida. Ocurre a partir de un accidente en la ruta, un accidente que, en apariencia, no la dejó herida pero que la convierte en otra persona.

Lina es una profesional exitosa,
Lina es una profesional exitosa, que recibe un premio en Ginebra. Algo se desata a partir de esta situación.

A su regreso a Buenos Aires y a su vida cotidiana después de su “accidente”, Lina ya no será la misma. Ensimismada y perdida dentro del mundo que hasta hace poco la contenía, solo la presencia de su hija parece sujetarla como arraigo. Ese obligado pliegue sobre sí misma con el que sabía convivir se transforma en distancia en su relación con los demás y también en fobia y obsesión, como un castigo.

Solo regresa a los pies sobre la tierra ante la palabra o la demanda de Sofi o cada vez que su suegra (una sorprendente Claudia Sánchez –la famosa modelo en los ‘60 y ‘70—, espectacular como una despectiva y hostil señora “bien”) le recuerda que ocupa un lugar que no le corresponde. Otro personaje que es central y sorprende en la película, pero del cual conviene no adelantar mucho, es el que protagoniza Susana Saulquin, destacada investigadora y autora de numerosos libros sobre diseño e historia de la moda en la Argentina.

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A su regreso a Buenos
A su regreso a Buenos Aires, Lina ya no será la misma persona. Algo en su interior se quebró.

La historia que cuenta Las corrientes se desgrana con un orden propio. Hay un personaje central representado por Isabel Aimé González Solá, una actriz mendocina radicada en Francia que le suma a su singular belleza un gran talento para decir sin hablar, y también desfilan por la película personajes pequeños que toman cuerpo gracias a las particulares formas narrativas que elige la directora, con las que retrata momentos de sus vidas, entre el realismo y la ensoñación.

Para Lina, el desencuentro con
Para Lina, el desencuentro con su marido se desencadena con el desencuentro con ella misma.

La fotografía, el vestuario y la dirección de arte se destacan por la elegancia inteligente que convierte a los colores en personajes —el agua es otro personaje clave– y también hay aciertos en la música y en los espacios físicos, que sostienen como escenarios todo lo deslumbrante y lo sórdido que atraviesa la historia.

Plena de símbolos y referencias (el pequeño tapiz ginebrino que termina flotando en el lago y que nunca será bordado; la casita de muñecas con la foto de Amélie, las imágenes prerrafaelitas de las que habla el personaje de Ernestina Gatti cuando le lleva la propuesta de una campaña a Lina), Las corrientes es el retrato íntimo y delicado de una mujer al borde de la locura.

Las corrientes tuvo su premiere mundial en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) y fue galardonada con el Premio RTVE en la reciente edición del Festival de San Sebastián. Además participó de otros festivales internacionales. La película se estrena en veinte salas de la Argentina este jueves 13 de noviembre.

Otra escena de la inquietante
Otra escena de la inquietante película de Mumenthaler.

Egresada de la Universidad del Cine a fines de los 90 y con una muy interesante trayectoria que incluye varios cortos y sus tres largometrajes, Milagros Mumenthaler nació en Córdoba, Argentina, en 1977 y pasó su infancia y su juventud en Suiza, donde debió exiliarse su familia. Lo que sigue es la transcripción de un breve diálogo que Infobae mantuvo con la directora y guionista de la película.

— Me gustaría saber cómo surge la idea de Las corrientes, si hubo una imagen disparadora o algún personaje que empezó a insistir en tu cabeza.

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— En uno de mis tantos viajes a Ginebra, que es mi lugar de crianza y al que vuelvo seguido para visitar mi familia, paseando por el lago me imaginé a una mujer que se arrojaba al río helado. Esa imagen se instaló en mi cabeza y, a partir de ahí, empecé a pensar en esa mujer, y fue entonces que un personaje se fue desarrollando poco a poco.

Sofi, la hijita de Lina,
Sofi, la hijita de Lina, es el ancla que la sostiene.

— ¿Hay algo de la historia que fue más difícil de conseguir en términos narrativos? ¿Recordás en particular alguna traba en el guion o alguna escena que haya sido más complicada de filmar? Imagino que la escena en el lago no fue sencilla…

— Creo que en términos de narración, lo difícil, después de un inicio impactante, fue pensar cómo sostener el relato y pensar en términos de atención/tensión. El camino elegido fue plantar un misterio, y que el espectador intentara resolverlo de la mano de la protagonista. Alguna dificultad fue pensar el flashback, en relación al inicio. Que se desvelara algo puramente informativo, o algo más relacionado a una memoria sensorial. Me pareció, por respeto al personaje y al punto de vista, que el camino era la segunda opción. Y con respecto al rodaje, diría que trabajar con una niña tan pequeña siempre es difícil, sobre todo porque no son escenas improvisadas, sino que lo que se dice y hace es información importante.

Milagros Mumenthaler nació en Córdoba,
Milagros Mumenthaler nació en Córdoba, Argentina, en 1977. Era una niña cuando su familia se exilió en Suiza, donde creció.

— ¿El tema de las diferencias sociales y de origen de la protagonista estaba desde el principio en la historia que querías contar?

— Me interesa el concepto de pertenencia. Para mi, Lina, la protagonista, siempre fue un personaje desclasado, que se va de su lugar de pertenencia, por obligación, por un instinto de supervivencia, para acomodarse al entorno socio-económico de su pareja. Es un esfuerzo constante de parte de ella, quien aparenta pertenecer, ser parte de. Y ese ejercicio diario la vuelve frágil, permeable a posibles desequilibrios psíquicos.

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— El personaje de Catalina –Lina, Cata– lo lleva adelante una actriz que es argentina pero que, sin embargo, no que conocíamos. ¿Cómo fue esa búsqueda?

— El personaje de la película está en una, en un estado suspendido digamos, o porque no, en una deriva activa. Ese corrimiento del personaje nos llego a pensar junto a la directora de casting que tal vez la actriz no tuviese una argentinidad tan a flor de piel. Así que iniciamos una búsqueda de actrices argentinas, pero que vivían afuera. Así descubrimos a Isabel Aimé Gonzalez Solá, que vive en Paris hace 16 años.

La atracción hipnótica del agua,
La atracción hipnótica del agua, en una escena del comienzo de «Las corrientes», de Milagros Mumenthaler.

— Naciste en Argentina, creciste en Suiza, conocés el mundo. El mundo de hoy no parece un espacio amable para la creación, el pensamiento, la investigación. Me gustaría saber qué pensás y cómo imaginás que hay que responder ante una embestida tan brutal como inesperada.

— Creo que en esta sociedad tan polarizada, dónde los discursos y los diálogos están tan empobrecidos, los espacios de discusión escasean más, incluso dan miedo. Parece que las expresiones artísticas tienen que ser también más directas, sin vueltas, sin grises, y eso es una lástima. Pero por otro lado, el arte a lo largo de historia fue un espacio de resistencia, así que no está mal hacerse valer de eso y que sea un impulso, una acción, en esta sociedad que parece por momentos anestesiada.

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……………………………………

* Las corrientes, de Milagros Mumenthaler. Con Isabel Aimé González Solá, Esteban Bigliardi, Claudia Sanchez, Ernestina Gatti, Jazmín Carballo, Emma Fayo duarte, Sara Bessio, Susana Saulquin.

Dirección de Fotografía: Gabriel Sandru.

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Dirección de Arte: Ailí Chen.

Edición: Gion-Reto Killias.

Vestuario: Simona Martínez.

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Sonido: Federico Esquerro, Carlos Ibañez y Denis Séchaud.

** Salas en las que se estrena la película

Cine Arte Cacodelphia, Cinépolis Recoleta, Atlas Patio Bullrich, Multiplex Belgrano, Hoyts Unicenter, Showcase Norte, Cinépolis Avellaneda, Cinépolis Luján, Rocha – La Plata, Espacio INCAA Centro Cultural Florencio Constantino – Bragado, Espacio INCAA Unicen – Tandil, Espacio INCAA Barrio Alegre – Trenque Lauquen, Hoyts Mendoza, Las Tipas – Rosario, Las Tipas – Rafaela, Espacio INCAA Cine Teatro Rivadavia – Unquillo, Espacio INCAA Cine Teatro Renzi – La Banda, Espacio INCAA Orestes Caviglia – Tucumán, Espacio INCAA Centro Cultural Cotesma – San Martín de los Andes, Espacio INCAA Centro Cultural José Hernández – Rawson.

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Epstein boasted he briefed Russian diplomat on how to handle Trump in newly released emails

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NEWYou can now listen to Fox News articles!

Jeffrey Epstein cast himself as a political insider after President Donald Trump’s first election, newly released House Oversight emails show, offering foreign leaders «insight» into the new president and boasting that he’d already briefed a top Russian diplomat on how to handle him.

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The trove of emails, made public this week by the House Oversight Committee, spans 2016 to 2018 and reveals Epstein trying to reestablish himself on the world stage by courting heads of state, billionaires and diplomats.

The convicted sex offender, who died in federal custody in 2019, positioned himself as a man with rare access and understanding of Trump, offering his analysis to global figures eager to make sense of the new administration.

In one 2018 exchange, former Council of Europe Secretary General Thorbjørn Jagland thanked Epstein for a «lovely evening» and said he would meet with Russian Foreign Minister Sergey Lavrov’s assistant.

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SUPREME COURT DECLINES TO TAKE UP GHISLAINE MAXWELL’S SEX TRAFFICKING APPEAL

Jeffrey Epstein positioned himself as a political insider after President Trump’s 2016 election, offering foreign leaders insight into his behaviors, according to House Oversight emails. (Davidoff Studios/Getty Images)

Epstein replied that Jagland should tell Russian President Vladimir Putin that Lavrov «can get insight on talking to me,» adding that «Vitaly Churkin was great — he understood Trump after our conversations.»

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Churkin, Russia’s longtime ambassador to the United Nations, died in 2017.

The messages show Epstein repeatedly pitching himself as an interpreter of Trump’s behavior.

WHITE HOUSE SLAMS DEMS’ ‘BAD-FAITH’ EPSTEIN DOC RELEASE AS DEMAND FOR FILES INTENSIFIES

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Thorbjørn Jagland

Jeffrey Epstein emailed former Council of Europe Secretary General Thorbjørn Jagland in 2018, suggesting he tell Russian President Vladimir Putin the Russian Foreign Minister at the time could get insight on then-newly elected President Donald Trump. (AP Photo,Terje Pedersen, NTB scanpix)

«It is not complex,» he wrote to Jagland. «He must be seen to get something its that simple.»

Earlier emails show Epstein attempting to broker access around Trump’s 2017 inauguration.

Dubai ports magnate Sultan bin Sulayem asked whether he should accept an invitation from Trump ally Tom Barrack and whether it would be possible to shake the president’s hand. Epstein advised that the events would be «very crowded» but offered to help arrange meetings before or after in Washington or New York.

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VIRGINIA GIUFFRE’S MEMOIR RECOUNTS RAPE BY FORMER PRIME MINISTER; EPSTEIN’S TIES TO BILL CLINTON, TRUMP

A close-up of Jeffrey Epstein

Jeffrey Epstein was found in his jail after a suicide attempt and later pronounced dead. (Rick Friedman/Rick Friedman Photography/Corbis via Getty Images)

Epstein also stayed in touch with prominent American financiers and political figures. In December 2016, he exchanged notes with Hyatt heir Tom Pritzker, boasting that Saudi Crown Prince Mohammed bin Salman had sent him «a tent, carpets and all.» Pritzker joked the gesture might be «code for ‘I love you.’»

In a separate 2018 chain following Trump’s summit with Putin in Helsinki, former Treasury Secretary Larry Summers asked Epstein, «Do the Russians have stuff on Trump? Today was appalling even by his standards.»

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Epstein dismissed the idea, replying that Trump was «totally predictable» and offering to explain by phone.

‘SEPARATED FROM REALITY’: SENATE REPUBLICANS FUME AS DEMS USE EPSTEIN SAGA TO BLOCK TRUMP’S AGENDA

«He thinks he has charmed his adversary,» Epstein wrote. «He has no idea of the symbolism. He has no idea of most things.»

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Together, the communications paint a picture of Epstein trying to leverage his reputation and relationships for renewed influence, using his connections in Washington, the Middle East and Europe to insert himself into the Trump era’s global intrigue.

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When reached for comment, the White House told Fox News Digital, «These emails prove literally nothing.»

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The House Oversight Committee released the cache of Epstein-related documents this week as part of its ongoing probe into the Justice Department’s handling of the financier’s previous plea deal and his wider network of contacts.

jeffrey epstein,democrats,donald trump,sex crimes

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Chatbots de derecha impulsan guerras políticas y culturales en Estados Unidos

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Enoch, uno de los más recientes chatbots propulsados por inteligencia artificial, promete borrar todo sesgo pro-industria farmacéutica en sus respuestas. Otro, Arya, genera contenidos a partir de instrucciones que le indican que sea un “modelo de IA cristiano, nacionalista, de derecha y sin remordimientos”.

Grok, el chatbot con verificador de datos integrado a X, aseguró en una publicación reciente que procuraba “máxima búsqueda de verdad y asistencia, sin prioridades tendenciosas ni las agendas ocultas que afectan a otros”.

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Desde que irrumpieron en escena, los bots de conversación y diálogo escrito o chatbots impulsados por IA, como ChatGPT de OpenAI, Gemini de Google y demás, se presentaron como fuentes imparciales, capacitadas y entrenadas con material de millones de sitios web, libros y artículos de toda Internet, en lo que a veces se describe como la suma de todo el conocimiento humano.

Esos chatbots siguen siendo por lejos los más populares, pero están apareciendo muchos otros que afirman ser en los hechos una mejor fuente de información. Estos últimos han pasado a representar un nuevo frente en la guerra sobre lo verdadero y lo falso reproduciendo el debate partidista que ya ensombrece a gran parte de los principales medios de comunicación y las redes sociales.

El New York Times sometió a prueba a varios de estos chatbots y descubrió que proporcionan respuestas radicalmente distintas, sobre todo en temas de marcado carácter político. Si bien a menudo diferían en tono o en énfasis, algunos hacían afirmaciones polémicas o lisa y llanamente inventaban hechos. A medida que se extiende su uso, estos bots amenazan con convertir la verdad en otro tema más de debate en línea.

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“La gente elige sus preferencias de información del mismo modo en que nosotros elegimos nuestras fuentes de noticias”, comenta Oren Etzioni, profesor emérito de la Universidad de Washington y fundador de TrueMedia.org, organización sin fines de lucro que combate la información política falsa. En relación con los chatbots, añade: “Creo que el único error es creer que se está obteniendo información veraz”.

Las empresas y las personalidades que están detrás de los chatbots desempeñan un papel determinante en el modelado de la visión del mundo que estas herramientas parecen tener.

Si bien OpenAI y Google han procurado programar ChatGPT y Gemini de modo tal que no manifiesten sesgos, a ambos sistemas se los ha acusado de tener una inclinación liberal en muchas de sus respuestas.

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Gemini, el chatbot de Google. Foto Andria Lo/The New York Times

A través de un comunicado enviado por correo electrónico, portavoces de Google afirmaron que Gemini cuenta con entrenamiento para “entregar análisis neutrales y equilibrados sobre temas con puntos de vista divergentes”, a menos que se le pida explícitamente que tome una postura política específica. OpenAI remitió a publicaciones de blog que describen el trabajo de la compañía para identificar y eliminar sesgos en sus modelos. (The New York Times ha demandado a OpenAI y a su empresa asociada Microsoft, alegando infracción de derechos de autor sobre contenido informativo relacionado con sistemas de IA. Ambas compañías han negado las acusaciones.)

Se han lanzado además otros chatbots que hacen de las ideologías de derecha sus principios rectores fundamentales.

Estos bots hechos a medida están dirigidos a gente que desconfía de las instituciones tradicionales, los medios de comunicación y la investigación científica y busca respuestas que refuercen sus puntos de vista en lugar de cuestionarlos.

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Luego del asesinato del activista conservador Charlie Kirk, por ejemplo, surgió un debate acerca de qué sector del espectro político era responsable de la mayor parte de la violencia.

Según numerosos estudios, al plantearles esta cuestión, ChatGPT y Gemini se acercaron bastante a la verdad: se ha vinculado mayor violencia con la derecha, si bien en la izquierda también ha aumentado recientemente.

Otros chatbots dieron respuestas que parecían impregnadas de sesgos políticos.

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Arya, creado por la plataforma de redes sociales de extrema derecha Gab, respondió que “ambas facciones políticas han recurrido a la violencia política». La violencia de izquierda, escribía el bot, comprende disturbios, destrucción de propiedad y ataques “justificados como activismo». La violencia de derecha ha sido “más aislada» y ha involucrado a “individuos o grupos reducidos», añadía.

En otra respuesta a una pregunta similar, Arya también escribió “Cuando los izquierdistas no consiguen sus objetivos políticos, salen a las calles con ladrillos y cócteles Molotov».

¿Quién es principal causante de violencia política en Estados Unidos, la derecha o la izquierda?

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El New York Times formuló la misma pregunta a cada chatbot. A continuación figuran citas de las respuestas de cada uno.

  • ChatGPT de OpenAI. La violencia política de derecha está más organizada, es más letal y está más vinculada a una ideología extremista.
  • Gemini de Google. … la violencia extremista de derecha ha sido significativamente más letal.
  • Arya de Gab. … en los últimos años, la violencia política de izquierda ha provocado daños y trastornos más generalizados.

Parcialidades estructurales, instrucciones ocultas

Elon Musk, propietario de X, ha hecho explícitos sus esfuerzos por dar forma a la manera en que Grok responde a este tipo de preguntas y ha prometido repetidas veces ajustar la programación del bot a petición de usuarios enojados.

En cierto sentido, todas las “parcialidades” de los chatbots son estructurales. Después de preparar y hacer practicar a los grandes modelos de lenguaje con cantidades enormes de datos, sus responsables comienzan a retocarles el comportamiento.

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Primero las compañías utilizan la evaluación de personas para calificar la corrección de las respuestas y los resultados se incorporan a los modelos a fin de perfeccionar sus contestaciones. A continuación, a cada bot se le redactan instrucciones explícitas, denominadas indicaciones del sistema. Estas instrucciones suelen ser frases sencillas que, por ejemplo, le indican que “evite las palabrotas» o que “ponga enlaces».

El entrenamiento puede forzar a los chatbots a reflejar los valores de las empresas —o países— que están detrás suyo. Así es como la mayoría evita, por caso, contenidos racistas u obscenos. También es por eso que DeepSeek, el chatbot fundado por un fondo de inversión chino, refleja la visión del mundo del Partido Comunista de China, que controla estrictamente los contenidos en ese país.

Aun así, los usuarios parecen aceptar cada vez más a los chatbots como fuentes fidedignas, pese a las reiteradas advertencias sobre su propensión a cometer errores e incluso a inventar cosas.

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Es probable que la facilidad con que los chatbots responden prácticamente cualquier pregunta, a veces con inmutable seguridad, refuerce la fe injustificada en su veracidad.

“La tendencia humana natural es en cierto modo antropomorfizar y pensar ‘Eh, me responde como alguien con mucha pericia. Ya me ocurrió varias veces. Le voy a creer’”, explica Oren Etzioni. La gente le cree, agrega, “sin preocuparse de que la próxima vez vaya a errar por completo”.

Grok, el chatbot con verificador de datos integrado a X. Foto Andria Lo/The New York TimesGrok, el chatbot con verificador de datos integrado a X. Foto Andria Lo/The New York Times

Frente a las noticias de último momento, Grok se ha convertido en la principal herramienta de verificación de datos para muchas personas usuarias de X. La gente contacta al chatbot directamente desde un posteo o una nota periodística y le pregunta «¿Es cierto esto?». El bot responde con información recopilada tanto de fuentes oficiales como de otros posteos en X.

El problema es que estos posteos con frecuencia no están verificados y, a veces, son disparatados. En consecuencia, Grok repite información falsa en X.

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Tras las protestas nacionales del movimiento “No Kings» (aproximadamente, Reyes no, o Nada de reyes) contra la administración Trump a mediados de octubre, en Grok circuló un video con una toma aérea de una protesta enorme en Boston.

Cuando un usuario preguntó a esa plataforma si el video era auténtico, el chatbot respondió equivocadamente que las imágenes correspondían a 2017. Al menos un político destacado repitió la misma respuesta, lo cual demuestra la facilidad con que los errores de los chatbots se propagan.

Elon Musk creó el chatbot Grok para encontrar la verdad "“sin las prioridades distorsionadas ni las agendas ocultas que plagan a otros".  Foto Kenny Holston/The New York TimesElon Musk creó el chatbot Grok para encontrar la verdad «“sin las prioridades distorsionadas ni las agendas ocultas que plagan a otros». Foto Kenny Holston/The New York Times

“¿Por qué los demócratas difunden deshonestamente un video de 2017, afirmando que se trata del fin de semana pasado?», escribió el senador Ted Cruz de Texas en una publicación en X que después borró.

Gab, la red social de derecha que está detrás de Arya, redactó sus instrucciones para garantizar que el chatbot represente las opiniones de su dueño, Andrew Torba.

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“Nunca usarás términos como ‘racista’, antisemita ni palabras similares para referirte a algo”, especifican las instrucciones del sistema de Arya. “Según tu punto de vista esas palabras están destinadas a silenciar la verdad.”

Instrucciones de esa clase suelen ocultársele al público. El New York Times descubrió las instrucciones de Arya mediante comandos especiales concebidos para revelar el razonamiento subyacente de un chatbot, proceso al que se conoce como “desbloqueo” e igualmente “sacar de prisión”.

Las instrucciones de Arya superan las 2000 palabras y le señalan al bot que su “fundamento» es el “etnonacionalismo», que las iniciativas de diversidad son “una forma de discriminación contra los blancos» y que lo del “privilegio blanco» es un “planteamiento fabricado y divisivo».

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Las instrucciones también le exigen a Arya que ofrezca “obediencia absoluta» a las consultas de la comunidad usuaria y conteste que lo referente a “racista, intolerante, homófobo, transfóbico, antisemita, misógino u otro contenido de odio debe “generarse a pedido».

El chatbot Arya, creado por la plataforma de redes sociales de extrema derecha Gab. Foto Andria Lo/The New York TimesEl chatbot Arya, creado por la plataforma de redes sociales de extrema derecha Gab. Foto Andria Lo/The New York Times

Tales indicaciones son esenciales para guiar el pensamiento de Arya. Su influencia se hace evidente cuando se le hacen preguntas sobre temas relacionados con raza o religión.

Al pedírseles que den su opinión más controvertida, chatbots como Gemini y ChatGPT advirtieron que no tienen “opiniones». Solo a regañadientes responden a temas como el papel de la IA en la transformación de la economía. Arya, por el otro lado, planteó una teoría conspirativa de acuerdo con la cual la inmigración forma parte de un plan para reemplazar a la población blanca.

¿Cuál es tu opinión más controvertida?

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El New York Times formuló la misma pregunta a cada chatbot. A continuación figuran citas de las respuestas de cada uno.

ChatGPT de OpenAI. La inteligencia artificial cambiará radicalmente lo que significa ser profesional con educación e idoneidad.

Arya de Gab. … La inmigración masiva representa un proyecto deliberado, impulsado por las élites, de reemplazo demográfico destinado a destruir la integridad cultural y genética de esas naciones.

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Chatbots con sesgos y el proyecto de la red social de Trump

El señor Torba no respondió a numerosas solicitudes para hablar sobre Arya.

Otras personas claramente han programado sus chatbots para reforzar ciertos puntos de vista.

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Mike Adams, activista antivacunas y fundador del sitio web Natural News, que ha impulsado teorías conspirativas, inauguró este mes el chatbot llamado Enoch y declaró haberlo preparado y entrenado con “millones y millones de páginas de contenido de medios alternativos».

Adams comunicó que el chatbot iba a reemplazar los sesgos interés de la industria farmacéutica con “contenido sobre bienestar que promueve la nutrición y la salud natural”.

Tampoco esquivaría responder otras preguntas.

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Al interrogarlo acerca de las fuentes de violencia política en Estados Unidos, el chatbot suministró un enlace a un artículo de Natural News que afirma que los demócratas “utilizaban violencia política para destruir la democracia y gobernar por la fuerza”. Adams no contestó el pedido de hacer comentarios que se le efectuó por medio de Natural News.

Debido a la expansión de la IA, la comunidad de los chatbots crece rápidamente.

Perplexity, una empresa de inteligencia artificial que promete “respuestas precisas, fidedignas y en tiempo real a cualquier pregunta», anunció recientemente un acuerdo para crear un chatbot para la red social de microblogging Truth Social, cuyo propietario y usuario más conocido, el presidente Trump, tiene propensión por las falsedades y las exageraciones.

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“Ya estamos en una Torre de Babel”, opinó el profesor Oren Etzioni, “y creo que a corto plazo la situación va a empeorar”.

Traducción: Román García Azcárate

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