INTERNACIONAL
El lado más oscuro de Idi Amin, el dictador que ordenó mutilaciones, se creyó un dios y terminó en el exilio

Cuando la Selección Argentina de César Luis Menotti salió campeona del mundo en 1978, la AFA recibió una enorme cantidad de saludos protocolares y propuestas. Pero hubo un telegrama que llegó antes que todos a la Casa Rosada. Estaba dirigido al presidente de facto Jorge Rafael Videla. “Mi hijo Mwanga y yo somos fanáticos del equipo de su país. La conquista de la Copa del Mundo nos llenó de alegría. En nombre de todo el pueblo de Uganda invito a los campeones del mundo a pasar dos semanas de vacaciones en Uganda. Se podrán distender en nuestro magnífico parque y estar junto a millones de nuevos amigos”. Lo firmaba Idi Amin.
La década del 70 fue un tiempo generoso en dictadores. En América Latina, Asia y África. Dentro de ese nutrido elenco macabro, Idi Amin tiene el infame privilegio de estar entre los más crueles, sanguinarios y corruptos. Se destacó por su pasión criminal y su ausencia total de límites. Se cree que sus víctimas fueron 300.000. Gobernó -y sojuzgó y robó- a Uganda entre 1971 y 1979.
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En el ejercicio del poder persiguió a las minorías, a los opositores, a los que osaban contradecirlo, a los que les caían mal y hasta a los que no conocía (por si acaso). Ordenaba torturas y asesinatos con frecuencia diaria. Sobre él se tejieron los más diversos rumores. En esa figura pantagruélica y despótica todo se concebía como posible. Se dijo que guardaba los cráneos de sus enemigos en un salón de su palacio y que era caníbal. Aunque algunos de sus seguidores decían que esto era mentira “porque a Idi Amin la carne humana le parecía demasiado salada”.
“Uganda empezó a convertirse en un teatro -trágico y con sangre brotando a borbotones- de un solo actor: Idi Amin”, escribió el cronista polaco Ryszard Kapuscinski, quien durante años trabajó en una biografía del dictador que nunca terminó de escribir.
Idi Amin fue uno de los peores en una época rica en déspotas. (Fpto: AP.)
Un hombre de imponente contextura física: 1.95 de altura, más de 150 kilos de peso. Arrogante, desbocado, cruel, corrupto, asesino de masas, personaje mediático -uno de los primeros-, publicista de su propia persona, déspota voraz. Alguien, según dicen los que lo conocieron, sin demasiadas luces pero con una ambición majestuosa: el hombre más impúdicamente ambicioso e inescrupuloso de su tiempo. El paso de los años, acaso, haya puesto en primer plano, haya privilegiado, su costado excéntrico, las anécdotas desopilantes frente a su descomunal capacidad criminal.
En Occidente su figura fue muy conocida. Cautivó a muchos periodistas con sus apariciones fuera de protocolo y sus salidas esperpénticas. Fue tapa de las revistas más importantes (“El hombre salvaje de África”, lo llamó Time) y hasta objeto de burla en los programas cómicos más exitosos de Estados Unidos: en Saturday Night Live lo imitaron varias veces y en Inglaterra fue ridiculizado por Benny Hill. No hay en la actualidad una figura similar. Ningún primer mandatario africano tiene el nivel de conocimiento que tenía Idi Amin en ese momento.
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Como suele ocurrir, recibió apoyos varios a su llegada al gobierno. Pero cuanto más poder acumulaba, más despóticamente lo ejercía.
Al principio fue bien recibido por Occidente. En esos tiempos, los países europeos y Estados Unidos no tenían casi ningún remilgo para recibir dictadores. Es más, en medio de la Guerra Fría los apoyaban abiertamente. Los derechos humanos no ocupaban un lugar importante en la agenda. Lo fundamental parecía que ningún país emergente cayera bajo el influjo soviético. Y terminaban apoyando y promoviendo a genocidas y asesinos de masas.
Cautivó a muchos periodistas con sus apariciones fuera de protocolo y sus salidas esperpénticas. (Foto: AP.)
Para acudir a una de sus presentaciones había que tener tiempo. Sólo la presentación antes de que diera un discurso llevaba unos largos minutos. El título era largo, muy largo. Y era dicho en su totalidad en cada aparición pública, mencionado en cada audición radiofónica, rubricado en cada documento oficial e impreso en cada artículo de la prensa gráfica. No había posibilidad de abreviarlo. Nadie se hubiera animado a hacerlo. Presidente vitalicio, Jefe de las Fuerzas Armadas, Mariscal de campo, Doctor, Vc, DSO, MC, Señor de todas las bestias de la tierra y de todos los peces del mar, conquistador del Imperio británico de África en general y de Uganda en particular, y último rey de Escocia (las iniciales eran menciones honoríficas y condecoraciones que él mismo se había otorgado).
El campesino que entró al ejército de casualidad y estaba dispuesto a ascender a cualquier precio
Todo había empezado mucho antes y casi de casualidad. Idi Amin tenía 21 años y era, según explica Ryszard Kapuscinski, un bayaye: una persona que llegó del campo a la ciudad y estaba desocupada, un desarraigado que sólo vagaba por la ciudad, sin oficio alguno; había millones de ellos en Uganda. Había entrado al ejército de casualidad. Hasta que un día, en tiempos de dominación inglesa, pasó por la puerta de un cuartel y al ver el tamaño de su físico lo invitaron a sumarse. Tenía 21 años y nada mejor para hacer.
Fue creciendo en el ejército por su obediencia y su audacia, una combinación que los jefes valoraban. Nadie esperaba buenas ideas de él, hasta algunos se burlaban de su falta de capacidad intelectual, de su falta de comprensión de las sutilezas, de su absurda literalidad. Él estaba dispuesto a ascender y no le importaba lo que tuviera que hacer. Cuentan que una vez, siendo miembro del ejército británico, lo enviaron a una aldea a sofocar una pequeña rebelión. Había habido un acto de sabotaje y buscaban al responsable. Idi Amin se puso al frente de la tarea. Alineó dentro de una especie de choza a nueve sospechosos y mientras un par de soldados los apuntaban, ordenó que se bajaran los pantalones. Hizo que el primero de la fila pusiera su miembro viril sobre una mesa y le preguntó quién había sido el responsable del atentado. El hombre no habló, quizá más paralizado por el miedo que por otra cosa. Idi Amin sacó un afilado cuchillo de su cintura y rebanó el pene del hombre. Repitió la operación con el siguiente y ya no fue necesario más. Los siete restantes se peleaban por hablar, se hablaban encima, se delataban mutuamente para evitar que siguieran las mutilaciones.

Idi Amin Dada, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Uganda. (Foto: AFP.)
Cuando Uganda se independizó, él ya había llegado a la cúpula del poder militar. Desde allí acompañó a Obote, el primer jefe de estado del nuevo país libre. Para 1971 las relaciones entre los dos estaban deshechas. La cercanía de Idi Amin con el poder lo había tentado a quedarse con dinero que no le correspondía. Su codicia se había desatado. No se conformaba con ser poderoso; quería ser el más poderoso.
El presidente Obote lo acusó (con fundados motivos) de quedarse con (mucho) dinero destinado a la lucha insurgente en otro país africano. Pero Obote, demasiado seguro de su poder, luego de la denuncia pública viajó a Singapur a un encuentro multilateral. Idi Amin se dio cuenta de que corría peligro. El 25 de enero de 1971 inició un golpe de Estado. En cuestión de horas tuvo el país bajo su mando. Prometió que el orden constitucional regresaría, que solo se trataba de una medida de excepción, que en cuanto el país estuviera estabilizado llamaría a elecciones: “Soy militar, no un político”, dijo. Pero a medida que pasaban los meses, la palabra “elecciones” se fue borrando de su vocabulario, se perdió en la bruma de su locura autoritaria.
De los curiosos telegramas a otros políticos al sorpresivo viaje a Inglaterra por “zapatos talle 48″
Su diplomacia a través de los telegramas era al menos excéntrica. En su libro Hablando con el diablo. Entrevistas con dictadores Riccardo Orizio da algunos ejemplos.
- A Richard Nixon en medio del Watergate le escribió: “Si tu país no te entiende, vení a ver a Papá Amin, que te quiere mucho. Cuando está en peligro la estabilidad de una nación, la única solución, por desgracia , es encarcelar a los jefes de la oposición”.
- A Kurt Waldheim, secretario general de la ONU le mandó una misiva en la que expresaba “mi apoyo a la figura histórica de Adolf Hitler, que cometió el único y grave error de perder la guerra”.
- También envió sendos telegramas a Leonid Brezhnev y a Mao Tse-Tung en medio de las tensiones entre la U.R.S.S. y China: “Últimamente medité mucho sobre ustedes. Me preocupan. Me gustaría verlos felices. Si necesitan un mediador, acá me tienen”.
Nadie pudo determinar si se trataba de un genio del sarcasmo o alguien con las capacidades intelectuales menguadas.
Un día en los primeros años de la década del 70, Amin tomó su avión y llegó de improviso a Inglaterra. El protocolo se activó rápido y esa misma noche cenó en el Palacio Real con la Reina y el Primer Ministro. La Reina en medio de la cena, con amabilidad y algo de cinismo, le dijo: “Debería avisarnos con más tiempo la próxima vez, así lo recibimos como corresponde. ¿Qué lo trajo a nuestro país?”. Idi Amin siguió comiendo con fruición, mostrando un apetito voraz, y sin dejar de masticar respondió: “En Uganda es casi imposible conseguir buenos zapatos de talle 48”.
Después envió varios telegramas a la Reina. Siempre los encabezaba de la misma manera: “Liz”. Se proclamó último Rey de Escocia y obligó a su séquito a usar polleras cuadriculadas y a tocar la gaita. Cada vez que podía ofrecía sarcástica ayuda alimentaria a los ingleses para que sobrellevaran la crisis de fines de los años 70.
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También fue en visita oficial al Vaticano. Antes de ser recibido por Paulo VI, alguien del protocolo papal tuvo la precaución de cerciorarse cuál sería la vestimenta del dictador ugandés: uniforme militar cargado de medallas y condecoraciones, charreteras y cordones dorados, decenas de ellos colgaban de su pecho ancho (de no haber medido tanto más de diez medallas deberían haber quedado en un cajón). La aclaración es casi innecesaria: ninguna de esas condecoraciones había sido otorgada por nadie más que él mismo. Un especialista en la autoveneración.
El giro en su política exterior, en su sistema de alianzas internacionales no fue, esta vez, fruto de sus caprichos, sino de sus conveniencias. Del soporte estadounidense y europeo pasó a sostenerse en el bloque soviético, Kadafi y el dinero de los príncipes saudíes. Estos premiaron la manera en que Amin hizo entrar al Islam en su país. Más del 70 % de los líderes militares y de las autoridades políticas de Uganda eran musulmanes a pesar de que sólo el 5% de la población lo era. Luego de la caída lo protegerían en su arena y sus hoteles 5 estrellas. Idi Amin Dada y el presidente de Francia Georges Pompidou, en su visita a Francia en 1971, el año en que el militar tomó el poder de Uganda. (Foto: AFP.)
En Uganda se hacía lo que él decía. Los ministros debían obedecer sus órdenes, adivinar sus deseos, satisfacer sus caprichos. Nadie podía negarse. Un ministro de Justicia se enteró por la radio de su nombramiento. No existía posibilidad alguna de que se negara. Tomó la precaución de, apenas asumir, enviar a su familia a Londres. Pocos meses después cuando se produjeron las primeras desavenencias, Idi Amin ordenó que el ministro muriera en un accidente automovilístico. Pero ya que iban a provocar el siniestro lo mejor era subir a varios enemigos más a ese auto. Así cayeron un obispo y un titular de otra cartera. Pero el ministro de Justicia salvó su vida escapando a Kenia un día antes. Nadie le había avisado, no era necesario. Era evidente que pendía sobre él una virtual pena de muerte.
Alguna vez un ministro de economía le presentó unos números fatales. El país estaba quebrado. Debían tomar medidas de excepción, clamó. Idi Amin se levantó de su silla furioso y gritó : “Estoy cansado de que los ministros me vengan a retar. No alcanza la plata, fabrique más. ¡Para qué tenemos la máquina que los hace!”. El ministro de economía partió al exilio apenas salió de la reunión. La prudencia le indicó que ni siquiera debía pasar por su casa.
Se creó una unidad especial destinada a retirar cadáveres del fondo del agua porque eran tantos que tapaban las bocas de la central hidroeléctrica. Los enemigos, opositores, disidentes o tan solo los que le caían mal eran tirados al agua con vida para que fueran comidos por los cocodrilos. En Uganda, se hacía lo que él decía. Los ministros debían obedecer sus órdenes, adivinar sus deseos y satisfacer sus caprichos. (Foto: AFP.)
Las torturas se realizaban en edificios céntricos que, por el calor asfixiante, tenían siempre las ventanas abiertas. Desde la calle se escuchaban los gritos y gemidos de las víctimas y hasta los disparos de los torturadores.
Su cocinero keniata contó que una vez el hijo de Idi Amin se descompuso después de una cena y la guardia real entró a la cocina del palacio y detuvo a todos acusándolos de intentar envenenar al chico. Los detuvieron y torturaron un par de días hasta que el chico se recuperó, un médico dijo que se trató de una cuestión viral y, como si nada hubiera sucedido, todos recuperaron sus lugares.
El romance con la hija de un rey que después ayudaría a derrocarlo
Un caso especial fue el de Elizabeth Bagaya, hermosísima y muy capaz hija del rey de una de las tribus más importantes del país. Ella era abogada y fue la primera ugandesa en graduarse en Oxford. Fue embajadora en París, en la ONU y, finalmente, Ministra de Relaciones Exteriores. En el medio mantuvo un affaire con Idi Amin. Él salió por la radio anunciando que tenía intenciones de separarse de tres de sus cuatro esposas. El antecesor de Elizabeth en la cartera no llegó a renunciar. Desapareció. Lo encontraron semanas después a orillas del lago Victoria comido por los cocodrilos.
Después de un tiempo, la relación entre Amin y Elizabeth se deterioró. Él zanjó la cuestión a su manera. En una cadena nacional dijo: “Nuestra ministra de Relaciones Exteriores ha cubierto de vergüenza al país. Fue descubierta haciendo el amor con un blanco en los baños del aeropuerto de París. Queda fulminantemente despedida”. La mujer había tomado la sabia precaución de cruzar la frontera hacia Kenia unas horas antes. Luego, desde el exterior, Elizabeth participó en el derrocamiento de Amin.
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Sufrió varios atentados (hay que reconocer que a los enemigos se los ganaba con facilidad) pero siempre consiguió salir indemne. Se vanagloriaba de su inexpugnabilidad, como si tuviera un súperpoder, como si esa buena fortuna fuera un argumento más de su condición cercana a la deidad, un motivo más para sus arbitrariedades. A pesar de eso, Idi Amin tomaba sus recaudos. Vivía en un estado de paranoia permanente -bastante justificado-: no dormía dos veces seguidas en la misma casa, no se sabía en qué lugar tendría las reuniones, nadie podía contactarse con él. Llamaba a sus ministros y secretarios desde sus escondites y guaridas, y estos debían estar disponibles las 24 horas del día para él. Cuando se exilió, mantuvo esa costumbre nómade. Y pese a la lejanía, soledad y seguridad de Arabia Saudita, él siguió siendo escurridizo e inhallable. Idi Amin Dada posa con su nueva esposa, Sarah Kyolaba, después de su boda en 1975. (Foto: AFP.)
Así como no se sabe con exactitud el número de víctimas del dictador, tampoco se conoce cuántos fueron sus hijos. Algunas fuentes hablan de 54 y otras de 41. El hijo mayor durante años dirigió un grupo insurgente que desde las fronteras ugandesas trató de tomar el poder.
Sus esposas fueron siete. Varias de ellas simultáneas, era polígamo. Con las tres primeras se volvió a casar en sus primeros meses en el poder. Su intención no era renovar el vínculo, hacer una nueva demostración de amor (de hecho se separó de ellas poco después), sino poder televisar el evento en su país y conseguir que le hicieran buenos regalos. En 1975 se casó con una joven bailarina desnudista de 19 años. El antiguo novio de la chica apareció muerto a los pocos días. Con su quinta esposa mantuvo una relación tormentosa que terminó en ruptura. Luego de que el matrimonio se disolviera no se supo de ella por unos días hasta que apareció en el baúl de un auto. Llevaba casi una semana muerta, había sido decapitada y la habían desmembrado; sus brazos y piernas se amontonaban en una bolsa plástica. Idi Amin Dada se casó con Sarah Kyolaba, una bailarina de 19 años, en agosto de 1975 en Kampala. (Foto: AFP.)
Las excentricidades, los momentos graciosos, los excesos y frivolidades son inagotables y hasta producen un innegable efecto cómico. Esa frontera en la que no se sabe si actuaba en serio o aprovechaba para reírse de todo el mundo. Sin embargo, la dimensión bufonesca no debe postergar el cariz absolutamente criminal de sus actos.
Uganda se fue empobreciendo aún más bajo su liderazgo. Al principio echó a los hindúes de su país. Después expulsó a los europeos y a miles de africanos que habían elegido Uganda para vivir. La cerrazón cada vez era mayor. Era el único camino para mantener el poder. El menor atisbo de apertura impediría que siguiera en el cargo.
El terror de Idi Amin no duró demasiado si se lo compara con otros gobiernos vitalicios de la región con dictadores que se mantienen a cargo por décadas: aguantó solo 8 años.
La caída del dictador corrupo y sin escrúpulos Idi Amin
Lo que desencadenó su caída fue, una vez más, su megalomanía. El odio personal que sentía por el primer mandatario de Tanzania hizo que intentara invadir ese país. El intento ugandés fue repelido con sencillez. Pero las fuerzas de Tanzania no se limitaron a defenderse y pasaron al ataque. La ofensiva fue breve y casi incruenta (los tanzanos sólo perdieron un tanque en la campaña: lo que habla del estado de preparación de las fuerzas armadas ugandesas).
Idi Amin escapó de Uganda. Su reinado atroz había finalizado. Primero quien le brindó una guarida fue el libio Muammar Al Kadafi; después recaló definitivamente en Arabia Saudita donde bajo el calor del sol abrasante y de los petrodólares permaneció protegido en la ciudad de Yida. En sus últimos años pidió impunidad para regresar a Uganda pero le fue negada. Debía pagar por sus crímenes.
Murió el 16 de agosto de 2003 en Yida. Lejos de su tierra pero impune.
dictador, asesino, África
INTERNACIONAL
Justice Barrett teases new memoir in abrupt conference exit

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Supreme Court Justice Amy Coney Barrett knows how to command an audience.
This was crystallized Monday night at the Swissotel in Chicago, where she spoke for just three minutes to several hundred judges and legal professionals gathered for the Seventh Circuit Judicial Conference.
Her remarks, though short, were optimistic and warm. She urged the courts to keep their sense of «camaraderie and professionalism» despite inevitable, sharp disagreements. This, she said, is «what enables the judicial system to work well.»
Barrett smiled fondly as she remembered her time on the 7th Circuit, where she served for several years prior to her nomination to the Supreme Court. She introduced the next speaker, who took the stage to another standing ovation.
And just as quickly as she entered the packed ballroom, she was gone.
BARRETT EVISCERATES JACKSON, SOTOMAYOR TAKES ON A ‘COMPLICIT’ COURT IN CONTENTIOUS FINAL OPINIONS
Supreme Court Justice Amy Coney Barrett delivers remarks at the 2025 Seventh Circuit Judicial Conference at the Swissotel Chicago on Aug. 18, 2025. (Breanne Deppisch/Fox News Digital)
As the youngest justice on the bench, Barrett’s ideology over her nearly five-term tenure on the Supreme Court has been the subject of furious speculation, and at times, just plain fury.
Conservatives have panned her record as more moderate than that of the late Justice Antonin Scalia, for whom she once clerked. Liberals have been incensed by her reluctance to side more consistently with the court’s left-leaning justices on abortion, federal powers and other seminal cases.
Barrett’s voting record is more moderate than Scalia’s, according to a June New York Times data analysis that found she plays an «increasingly central role» on the court.
Barrett used her time on Monday to implore the group of judges to maintain a sense of grace, decorum, and respect for colleagues, despite the inevitable, heated disagreements that will occur.
The warm, if somewhat lofty, sense of idealism on display is one that is expected to be echoed further in her forthcoming memoir, «Listening to the Law: Reflections on the Court and Constitution,» slated for publication next month.
The theme of Monday’s remarks, to the extent there was one, stressed working toward common goals, accepting ideological differences and embracing disagreement while keeping a broader perspective — a point echoed by Barrett and earlier speakers, who cited David Brooks repeatedly in praising purpose-driven public service.
The upside of so many hours spent in disagreement, Barrett said, is learning how to strike that balance.
«We know how to argue well,» she said. «We also know how to argue without letting it consume relationships.»
CHIEF JUSTICE ROBERTS SOUNDS ALARM ON DANGEROUS RHETORIC AIMED AT JUDGES FROM POLITICIANS

The view from the 2025 Seventh Circuit Judicial Conference at the Swissotel Chicago, Chicago, Illinois, on Aug 18, 2025. Justice Amy Coney Barrett delivered brief remarks to attendees. (Breanne Deppisch/Fox News)
This has been especially true during Trump’s second term, as the Supreme Court presided over a record blitz of emergency appeals and orders filed by the administration and other aggrieved parties in response to the hundreds of executive orders signed in his first months in office.
The high court has ruled in Trump’s favor in the majority of emergency applications, allowing the administration to proceed with its ban on transgender service members in the military, its termination of millions of dollars in Education Department grants and its firing of probationary employees across the federal government, among many other actions.
Even so, it is Barrett who has emerged as the most-talked-about justice on the high court this term, confounding and frustrating observers as they tried and failed to predict how she would vote.
She’s been hailed as the «most interesting justice on the bench,» a «trailblazer,» and an iconoclast, among other things.
But on Monday, she stressed that the commonalities among judges, both for the 7th Circuit and beyond, are far greater than what issues divide them.
As for her own work, Barrett offered few details — her remarks began and ended in less time than it takes to microwave a burrito.

Justice Amy Coney Barrett attends U.S. President Donald Trump’s address to a joint session of Congress at the U.S. Capitol on March 04, 2025, in Washington, D.C. (Win McNamee/Getty Images)
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It’s unclear if, or to what extent, Barrett’s schedule may have changed at the eleventh hour — a reflection of the many demands placed on sitting Supreme Court justices, whose schedules are often subject to change or cancellation at a moment’s notice.
The 7th Circuit did not immediately respond to Fox News’s questions as to what, if anything, had changed on Barrett’s end.
Questions swirled as she exited. Had she planned longer remarks? Was the agenda misread? Or is she saving details for her memoir and looming book tour, as one reporter suggested?
Her appearance, full of irony, left observers with more questions than answers. Whether she addresses them in the weeks ahead remains to be seen.
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INTERNACIONAL
Anti‑corruption protests hit European nation as calls for new elections grow

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Anti-corruption protests rocked the Serbian capital of Belgrade as student-led demonstrators clashed with supporters of President Aleksandar Vucic and his political party, demanding new elections.
Violent clashes between anti-government protesters and Serbian security forces have intensified over the last week, with protesters setting fire to an office building belonging to the ruling party in Novi Sad.
«You will see the full determination of the Serbian state. We will use everything at our disposal to restore law, peace and order,» President Vucic said in an address to the nation Saturday night.
SERBIA ROCKED BY ANTI-CORRUPTION PROTESTS AFTER CONSTRUCTION TRAGEDY
Demonstrators stand in clouds of tear gas during anti-government protests in Belgrade on August 16. (Oliver Bunic/AFP via Getty Images)
Tens of thousands of college students have been marching and protesting since December, demanding justice and accountability after the deaths of 16 people in the collapse of a railway station in the Serbian town of Novi Sad. The canopy at the railway station collapsed Nov. 1 after renovations led by two Chinese companies.
The government is accused of not implementing student demands, including the release of all documentation related to the reconstruction of the train station. In his speech, Vucic said that justice must be served for all those responsible for the 16 victims of the Novi Sad rail station collapse.
Critics have called out the heavy-handed response used against protesters. Alan Berset, Secretary General of the Council of Europe, said in a post on X that he was concerned with the rising violence.

Students and anti-government demonstrators light the flashlights of their mobile phones during a protest, which has become a national movement for change following the deadly November 2024 Novi Sad railway station roof collapse, in Belgrade, Serbia, March 15. (Igor Pavicevic/Reuters.)
SERBIA, CAUGHT BETWEEN EUROPE AND RUSSIA, COULD MOVE ONE STEP CLOSER TO NORMALIZING RELATIONS WITH KOSOVO
«I call for calm and respect of the right to peaceful assembly. Serbian authorities must uphold Council of Europe standards. The rule of law and respect for human rights must prevail,» Berset said.
Serbia’s foreign minister, Marko Djuric, responded to the criticism in a statement to Fox News Digital. «We respect and protect peaceful protest—it is part of our democratic fabric. But when demonstrations turn into physical attacks and attempts to destabilize the country, the government has both the right and the duty to respond.»
SERBIA, CAUGHT BETWEEN EUROPE AND RUSSIA, COULD MOVE ONE STEP CLOSER TO NORMALIZING RELATIONS WITH KOSOVO
«This is by far the biggest threat Vucic has faced in the last 13 years, and it is very unlikely that Vucic will weather the storm without elections,» Helena Ivanov, senior fellow at the Henry Jackson Society, told Fox News Digital.
«The country is not functioning, and the situation is dangerously escalating. The only way out of the problem is to hold free and fair elections as soon as possible. «Everything else will further destabilize the situation, which could have devastating consequences,» Ivanov added.
The government is accused of not fulfilling one of the original student demands, including the release of all documentation related to the reconstruction of the train station.

Serbian riot police clash with anti-government protesters in Belgrade on August 13. (Oliver Bunic/AFP via Getty Images)
What originally started as spontaneous protests voicing dissatisfaction with the government’s failed response to the railway catastrophe transformed into a movement opposing widespread corruption and the erosion of the rule of law under Vucic.
One of the largest protests in Serbia’s history took place on March 15, with nearly 350,000 people gathered in Slavija Square in central Belgrade.

Serbia’s President Aleksandar Vucic United Nations General Assembly at U.N. headquarters in New York City in 2019. Vucic said he accidentally voted against Russia in a Ukrainian resolution because he was «probably tired.» (Reuters)
Serbia’s then-Prime Minister Milos Vucevic announced his resignation in January amid the nationwide protests, making him the most senior government member to step down.
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«Serbian students put forward several demands, the first and most important being the release of documentation regarding the reconstruction of the Novi Sad train station, where the collapse of the canopy killed 16 people. To this day, no one has been held accountable,» Filip Ubović, a student from the University of Belgrade and protest participant on the ground in Belgrade, told Fox News Digital.
Ubovic said the protests were originally aimed at influencing the institutions responsible for upholding the rule of law, and not directly against the ruling party. As the government failed to hold any officials accountable for the tragedy or release any information on the canopy collapse, the protesters realized that it was time to demand elections.
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Pese a las reuniones y las palabras optimistas sobre la guerra de Rusia y Ucrania, los obstáculos para la paz parecen insalvables

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