INTERNACIONAL
El momento del litio en Bolivia: una historia de ciclos y decisiones

Las elecciones generales de Bolivia en 2025 pusieron fin a casi dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS) y abrieron paso a una segunda vuelta histórica entre el centrista Rodrigo Paz y el conservador Jorge “Tuto” Quiroga. Quien resulte vencedor heredará la crisis económica más aguda en una generación, así como una dotación de recursos que coloca a Bolivia en el centro de la carrera global por el litio. Este artículo sitúa el momento actual de Bolivia dentro de su larga historia de riqueza desaprovechada: la plata en la era colonial, el gas natural a inicios del siglo XXI y ahora el litio. La cuestión central es si Bolivia puede romper este ciclo trágico o si el litio se sumará a la lista de oportunidades perdidas.
Bolivia es un país sin salida al mar que durante mucho tiempo ha sido rico bajo su suelo y pobre sobre él. Desde las minas de plata de Potosí en el siglo XVI, que alimentaron la riqueza europea pero dejaron a las poblaciones indígenas en la miseria (Klein & Farthing, 2021), hasta el auge del gas natural en los años 2000, que redujo brevemente la pobreza antes de que las reservas disminuyeran (Madrid, 2012), la historia de Bolivia ha sido una de abundancia de recursos sin prosperidad duradera. Cada ciclo ha seguido el mismo patrón: promesa, extracción, crecimiento fugaz y colapso.
Las elecciones de agosto de 2025 rompieron el monopolio político del MAS que había perdurado desde 2006. La segunda vuelta del 19 de octubre determinará si Paz o Quiroga heredan un país que se derrumba económicamente y, al mismo tiempo, asciende geopolíticamente como custodio de los mayores depósitos de litio del mundo (Reuters, 2025a; USGS, 2024). La apuesta no podría ser mayor.
Durante dos décadas, el MAS encarnó una fusión de empoderamiento indígena, redistribución y nacionalismo de los recursos. Pero para 2025, sus fracturas internas, escándalos de corrupción y fracasos económicos llevaron a su colapso. Su candidato obtuvo apenas un 3 por ciento de los votos, el peor resultado de su historia (Reuters, 2025a). Morales tiene prohibido legalmente postularse, y la credibilidad de Arce está agotada.
La segunda vuelta enfrenta a Paz, un centrista que enfatiza reformas pragmáticas y estabilización, contra Quiroga, un conservador que aboga por una liberalización más profunda y una alineación más estrecha con Estados Unidos (El País, 2025; Bloomberg, 2025). El respaldo del empresario Samuel Doria Medina a Paz sugiere la formación de un bloque de centroderecha. Bolivia ha entrado en una etapa de pluralismo competitivo, pero la cuestión es si sus frágiles instituciones podrán sostenerlo sin caer en la parálisis o en la movilización violenta en las calles.
La economía boliviana se está desmoronando. Las reservas internacionales, que alguna vez alcanzaron casi 15.000 millones de dólares, cayeron por debajo de los 2.000 millones en enero de 2025 (U.S. Department of State, 2025). La inflación superó el 20 por ciento, mientras que la escasez de diésel y gasolina interrumpió la agricultura, el transporte y la vida diaria (El País, 2025). Los hidrocarburos, otrora salvavidas de Bolivia, están en declive estructural, con exportaciones en disminución y colapso de la inversión (International Monetary Fund [IMF], 2025).
Este colapso refleja ciclos anteriores. El auge del gas natural en los 2000 redujo la pobreza extrema a la mitad, pero dejó escasa reinversión en capacidad productiva (Madrid, 2012). A medida que se agotaron los ingresos del gas, el Estado careció de amortiguadores, viéndose obligado a endeudarse y devaluar. La próxima administración deberá negociar con el FMI para recibir apoyo de estabilización, pero la austeridad sin protección social corre el riesgo de encender disturbios.

El Salar de Uyuni contiene aproximadamente 23 millones de toneladas métricas de recursos de litio, el mayor depósito del planeta (USGS, 2024). En teoría, Bolivia podría abastecer una quinta parte de la demanda mundial de baterías para vehículos eléctricos hacia la década de 2030. En la práctica, el país produjo menos de 2.000 toneladas en 2024, muy por detrás de Chile y Argentina (Argus Media, 2025).
Las razones son de gobernanza y política. En 2025, contratos multimillonarios con empresas chinas y rusas fueron suspendidos, reinstaurados y disputados en el parlamento. Las sesiones congresionales terminaron en peleas físicas, y organizaciones locales en Potosí denunciaron los acuerdos por el riesgo ecológico y las malas condiciones fiscales (Reuters, 2025b; Argus Media, 2025). La sociedad civil exige transparencia, salvaguardas hídricas y distribución justa de ingresos.
Los riesgos son evidentes. La extracción de litio amenaza frágiles ecosistemas de gran altitud, consumiendo enormes cantidades de agua y replicando potencialmente el daño ecológico visto en la cuenca del Atacama en Chile (Sovacool, 2022). Sin transparencia y Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI), Bolivia corre el riesgo de otro auge que enriquezca a foráneos y deje atrás a las comunidades.

Los gobiernos del MAS expulsaron al embajador estadounidense y a la DEA, mientras profundizaban sus lazos con China, Rusia e Irán (Stratfor, 2025). Tanto Paz como Quiroga ahora prometen restablecer relaciones con Washington tras 17 años de ruptura. Paz enfatiza la estabilización pragmática y la seguridad energética, mientras que Quiroga pide reformas audaces y una alineación más cercana con EE.UU. (Bloomberg, 2025; Reuters, 2025c).
Para Estados Unidos, la oportunidad es inmediata y estratégica: reengancharse comercialmente a través de inversión, financiamiento para el desarrollo y asociaciones tecnológicas, o arriesgarse a ceder nuevamente el terreno a Pekín. Al mismo tiempo, Bolivia probablemente cortejará a la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, diversificando socios más allá de la dominancia china (Gallagher, 2021).
La historia proyecta una larga sombra. La plata alimentó imperios, pero dejó a Bolivia empobrecida. El gas natural redujo la pobreza, pero terminó en agotamiento y deuda. Ahora, el litio, un recurso central para la transición energética global, ofrece a Bolivia quizás su última oportunidad de escapar del ciclo.
El desenlace dependerá de la gobernanza. Si la nueva administración adopta la estabilización con protección social, transparencia en la gestión del litio y asociaciones exteriores diversificadas, Bolivia podría finalmente transformar la riqueza de recursos en prosperidad sostenible. De lo contrario, el litio se convertirá en otra entrada trágica en una historia de siglos de riquezas desperdiciadas.

Las elecciones de 2025 abrieron una estrecha ventana en la que las decisiones de liderazgo y gobernanza repercutirán mucho más allá de La Paz. La segunda vuelta del 19 de octubre es más que una contienda entre Paz y Quiroga: es un referéndum sobre si Bolivia puede liberarse de su maldición histórica.
La urgencia no puede ser exagerada. Sin una acción decisiva, Bolivia corre el riesgo de repetir el patrón de la plata y el gas: recursos extraídos, fortunas desperdiciadas, sociedad dividida y democracia debilitada. Pero si aprovecha este momento—con estabilización inclusiva, gobernanza transparente del litio y una política exterior estratégica—Bolivia podría transformarse de una historia perenne de oportunidades perdidas en un líder de la transición energética global.
La elección es clara: el litio puede ser el puente de Bolivia hacia el futuro o un nuevo capítulo en su larga historia de promesas incumplidas.
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Nayib Bukele ahora se adueña del fútbol: mientras su hermano asume en la federación local, él sueña con el Mundial 2030

El fútbol es un poderoso imán para gobernantes como Nayib Bukele. El presidente de El Salvador tomará el control de la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut) a través de su hermano, Yamil.
No es un hecho aislado. Con una gran popularidad basada en una cuestionada política de “mano dura” que acabó con el crimen organizado y la violencia, el mandatario ya tiene un absoluto control de los tres poderes del Estado. Ahora, puso la mira en el deporte más popular del mundo.
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El objetivo es simple: tener injerencia total sobre un fenómeno social y cultural que une a seis millones de salvadoreños. Quien controla el fútbol domina gran parte del humor ciudadano. El propósito es llevar al débil seleccionado local al Mundial de 2030 que se jugará en varios países, entre ellos la Argentina.
Para el próximo torneo, de 2026, llegó tarde. El Salvador quedó eliminado en la instancia final de las eliminatorias de la Concacaf.
“El principal objetivo es utilizar el fútbol para alimentar la narrativa de que Bukele está cambiando por completo El Salvador, aun y cuando eso está muy lejos de ser cierto”, dijo a TN el salvadoreño Víctor Aguilar, analista para América Latina de la ONG internacional Crisis Group.
Yamil Bukele asume en la Federación Salvadoreña de Fútbol
Yamil Bukele, de 47 años y medio hermano del presidente, asumirá como titular de la Federación Salvadoreña de Fútbol cuando concluya la misión de la FIFA que intervino la entidad en 2022.
Entonces, el presidente de la Fesfut, Reynaldo Vásquez, fue sentenciado en Nueva York a un año y medio de prisión como parte del “Fifagate”, el escándalo de sobornos y corrupción que sacudió a la FIFA y en especial a América Latina.
El presidente salvadoreño, Nayib Bukele (Foto: EFE)
Yamil Bukele es el único candidato inscripto para las elecciones internas de la federación previstas para el 12 de diciembre. Los distintos delegados de las ligas locales solo tendrán la opción de inclinarse por el hermano del presidente.
“Esperamos que nos vaya muy bien, por el bien del fútbol y de nosotros mismos”, dijo el actual presidente “ad honorem” del Instituto Nacional de los Deportes al lanzar su candidatura.
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Según Aguilar, “Nayib Bukele ha mostrado interés en tener influencia en la Federación Salvadoreña de Fútbol desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, en junio de 2015, cuando recién había sido elegido alcalde de San Salvador, en una publicación en Twitter que después eliminó, dijo: ´Por ahí tengo un familiar que se ofrece para arreglar la FESFUT´”.
En octubre de 2021, ya siendo presidente, tras una derrota de la Selección Nacional ante México en las eliminatorias para el Mundial de 2022, fue incluso más claro y señaló: “Yo creo que es hora de intervenir. Nos sancionan un par de años y luego volvemos jugando de verdad“.
La selección salvadoreña jugó solos los Mundiales de 1970 y 1982. En España 82 sufrió una estrepitosa goleada en contra por 10 a 1 ante Yugoslavia y cayó ante la Argentina de Diego Maradona 2 a 0.
Ahora, el gran sueño es volver a llevar al seleccionado a un Mundial que se niega desde hace 44 años.
“Al presidente Bukele le encanta afirmar que todas sus medidas son ´hitos´ en la historia del país. No dudo de que le encantaría que la selección regrese a un Mundial para poder afirmar que también logró cambiar ese pasado lleno de fracasos y decepciones», afirmó Aguilar.
Por qué el fútbol seduce tanto a los poderes de turno
El fútbol ha sido utilizado por la política (y en especial por distintas dictaduras, como la Argentina) desde siempre. El caso más actual es el de Arabia Saudita, que invirtió cifras multimillonarias para contratar figuras internacionales en su desconocida liga local y aplacar las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos.
El reino saudita ya se agendó la sede del Mundial de 2034 y extendió sus inversiones al tenis, el golf y hasta la Fórmula 1. Hoy Arabia Saudita es sinónimo de fútbol y deporte. Muy pocos hablan de abusos.
Pero Bukele no tiene los petrodólares sauditas. Tiene, eso sí, algo clave a su favor: en pocos años logró pacificar a un violento El Salvador. ¿Cómo hizo? Encarceló a decenas de miles de supuestos pandilleros en una ofensiva total contra el crimen organizado. Los salvadoreños prefieren mirar hacia otro lado cuando se habla de las denuncias por violaciones a los derechos humanos que se acumulan en la puerta de la Casa de Gobierno. El presidente fue reelecto el año pasado con casi el 85% de los votos. Su popularidad es enorme.
Sus detractores lo acusan de controlar los tres poderes del Estado, de encarcelar a miles de inocentes y silenciar a la oposición y la prensa. Tras una serie de maniobras, hasta logró imponer la posibilidad de reelección indefinida prohibida por la Constitución. Ahora, quiere echar a rodar la pelota.
Diego Murzi, investigador del CONICET y de la Escuela IDAES-UNSAM, dijo a TN que “el fútbol es el deporte más popular y convocante a nivel global en un momento en que el deporte se ha convertido en un hecho cultural y social central de la vida contemporánea”.
“Con lo cual tener injerencia en el fútbol implica tener decisión sobre asuntos que convocan e interesan a la población”, afirmó.

Aficionados de El Salvador animan un partido de las las eliminatorias de la Concacaf (Foto de archivo: EFE/Rodrigo Sura)
Para Murzi, especializado en sociología del deporte, “el fútbol se ha convertido en un juego geopolítico. Queda de manifiesto con (Donald) Trump interesándose por el Mundial o apareciendo en el Mundial de Clubes, cuando no forma parte de ninguna manera de su biografía”.
“Lo que refleja eso es lo importante del fútbol. Si pensamos en el proyecto de Bukele, que aspira a exceder los límites nacionales y proyectarse como figura relevante a nivel global, es lógico que intente tener bajo su control el fútbol de su país”, afirmó.
Según el analista, “gran cantidad de gente, sobre todo en Latinoamérica, piensa a la geopolítica basándose en el fútbol. Por eso cree que Argentina es un país relevante en el concierto global, o que India y China no lo son. Creo que para un proyecto político totalitario, o de largo alcance como el de Bukele, es importante movilizar esa dimensión”, dijo.
Bukele no ha inventado nada. Muchos gobernantes han intentado acercarse al deporte en los últimos años como “vehículo de promoción nacionalista o a los deportistas como personificación exitosa de ciertos valores intrínsecos que la actividad deportiva competitiva moviliza y que son afines a la ideología liberal o ´de derecha´ (éxito personal, meritocracia, individualismo, mercantilización, sacrificio, autosuficiencia)”, concluyó Murzi.
Habrá que ver ahora si el presidente salvadoreño logra tapar con el fútbol -y su enorme popularidad interna- los crecientes cuestionamientos internacionales a su política de “mano dura”.
El Salvador, Nayib Bukele, Sumario
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Tokio rechazó las acusaciones “infundadas” de Beijing tras una carta remitida a la ONU e instó a China al diálogo

El Ejecutivo japonés salió este sábado al cruce de las recientes denuncias de China contra la primera ministra Sanae Takaichi, a quien el régimen chino acusó de alterar la postura histórica de Tokio sobre su respaldo a Taiwán.
Desde Tokio calificaron las imputaciones como “totalmente infundadas” y subrayaron la continuidad de su línea política, negando un cambio en la posición oficial sobre el estrecho. Así lo expresó la portavoz Maki Kobayashi durante la cumbre del G20 en Johannesburgo, en declaraciones reproducidas por Bloomberg.
Kobayashi aseguró estar al tanto de la carta enviada por Beijiing a António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y recalcó que Japón explicó ya “en repetidas ocasiones” el sentido de los comentarios de su primera ministra, remarcando la apuesta del gobierno nipón por “el diálogo”.
Pese a ello, en Johannesburgo no fue posible avanzar en una conversación directa: desde China descartaron una reunión oficial entre Takaichi y el primer ministro Li Qiang, aunque ambos compartieron espacio en la foto de grupo de la cumbre.
El origen de la controversia radica en las declaraciones de Takaichi sobre la potencial respuesta japonesa ante una posible escalada militar de China contra Taiwán. El régimen liderado por Xi Jinping reaccionó enviando una misiva donde advierte de posibles “medidas de autodefensa” si Japón llegara a intervenir militarmente en apoyo a la isla, al tiempo que buscó movilizar respaldo internacional en Naciones Unidas.
Lejos de dar marcha atrás, Takaichi reiteró este viernes su negativa a retractarse de sus afirmaciones referidas a Taiwán y defendió la determinación japonesa de actuar igual ante una emergencia de seguridad en la región. Al calor del conflicto, incluso el cónsul chino en Osaka, Xue Jian, llegó a compartir (y luego eliminar) un mensaje en el que apostaba por “cortar el sucio cuello” de la primera ministra nipona.
Al mismo tiempo, las relaciones bilaterales registran nuevas restricciones: entre las últimas medidas, Beijing desaconsejó a sus ciudadanos visitar Japón, ordenó la suspensión de importaciones de mariscos japoneses y detuvo el estreno de nuevas películas japonesas en su mercado.
En cuanto a la relación entre Tokio y Taipéi, Taiwán confirmó el viernes pasado el levantamiento de las restricciones que, desde 2011, afectaban a las importaciones de alimentos originarios de Fukushima (Japón). Las autoridades informaron que dejarán de aplicar los requisitos de doble certificación y la inspección exhaustiva por lotes.
La medida surge poco después de que el gobernador de Niigata, Hideyo Hanazumi, autorizara la reactivación de la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa —la mayor del mundo—, que permanecía fuera de servicio desde el accidente nuclear ocurrido en Fukushima Daiichi en 2011 a raíz de un terremoto y posterior tsunami.
El anuncio del gobierno taiwanés marca la normalización de criterios para la entrada de productos japoneses en la isla, en un contexto donde la energía nuclear y la seguridad alimentaria siguen siendo ejes de debate en Japón.
La disputa regional se enmarca en décadas de sensibilidad diplomática. Desde que los lazos políticos entre China y Taiwán se cortaron en 1949 tras la guerra civil, solo se restablecieron en formatos no oficiales a partir de los años 80, mientras Tokio y Beijing mantienen diferencias históricas sobre la soberanía y seguridad en la región.
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