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El vuelo que no iba a Nagasaki y las nubes que cambiaron todo: la bomba que marcó el fin de la Segunda Guerra

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Unas nubes cambiaron el destino de cientos de miles de personas.

El cielo demasiado encapotado disuadió al piloto de que debía seguir el plan B. Temía no llegar a destino, que allí la situación climática se repitiera, el combustible se acabara y tuviera que tirar la bomba al mar.

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La misión se había adelantado dos días porque los reportes meteorológicos hablaban de tormentas y cielos cerrados. La visibilidad era fundamental.

Boxscar y los aviones escoltan viraron. Dejaron atrás Kokura y enfilaron hacia Nagasaki.

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Era el 9 de agosto de 1945 y estaba por ser lanzada la segunda bomba atómica sobre Japón.

El mundo había ingresado en la era nuclear tres días antes, cuando el Enola Gay había dejado caer la bomba sobre Hiroshima. El hongo atómico se había tatuado en el cielo, la ciudad había conocido un nivel de destrucción nunca antes visto y 80.000 personas murieron en los primeros minutos.

Horas después, el presidente estadounidense Harry S. Truman, informó por radio: “Hace poco tiempo un avión americano ha lanzado una bomba sobre Hiroshima, inutilizándola para el enemigo. Los japoneses comenzaron la guerra por el aire en Pearl Harbor: han sido correspondidos sobradamente. Pero este no es el final, con esta bomba hemos añadido una dimensión nueva y revolucionaria a la destrucción”.

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La histórica imagen de la tripulación del Enola Gay, tomada y difundida el 17 de agosto de 1945, pocos días después de que el bombardero B‑29 lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima. (Foto: US Archive).

Kokura era plana y mezclaba zonas industriales y urbanas. Y tenía -como Hiroshima y Nagasaki- otra característica imprescindible para los altos mando norteamericanos: no había sido bombardeada hasta ese momento. Querían ciudades lo más prístinas posibles para que no hubiera confusión, para que quedara bien establecido el sideral poder destructor de las bombas nucleares. El terreno de Nagasaki era irregular -eso hizo que el daño se concentrara y no se esparciera-, predominaban las construcciones antiguas con mucha madera en las paredes y contaba con algunas fábricas importantes como Mitsubishi.

La segunda misión se había planificado de manera muy similar a la que había arrojado la bomba sobre Hiroshima. El avión que transportó a la bomba Fat Man hasta los cielos de Nagasaki se llamó Bockscar y era comandado por Charles Sweeney.

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La operación Nagasaki: la segunda misión atómica de EE.UU. sobre Japón

A pesar de la meticulosidad previa, la operación debió sortear varios imprevistos. Ya todos, aunque nadie lo hubiera confirmado, sabían qué clase de bomba llevaba el avión. En el momento del despegue de uno de los aviones de apoyo, el que llevaba al personal de observación (científicos y encargados de tomar las imágenes), el piloto hizo bajar a uno de los tripulantes: en vez de paracaídas, en un error por los nervios, había tomado un segundo salvavidas.

El informe del avión meteorológico fue positivo. Pero cuando el Bockscar sobrevoló Kokura, Sweeney se encontró con un espeso manto de nubes cuando llegó a su destino. Intentó encontrar un hueco en el que la visibilidad hiciera posible el lanzamiento pero fue infructuoso. En ese instante Nagasaki se convirtió en el objetivo. Era el plan de contingencia. Pero un nuevo problema surgió. El avión mostró desperfectos. Perdía combustible. No se sabía si podría regresar. A Nagasaki también la cubrían las nubes. Cuando no quedaba demasiado tiempo, Sweeney descubrió una brecha.

La bomba atómica sobre Nagasaki mató 40 mil personas en el momento de la detonación. Y otras tantas murieron en los meses siguientes por efecto de la radiación. La fábrica Mitsubishi que proveía armamento fue destruida, al igual que el 40 % de las viviendas de la ciudad.

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Fat Man estaba hecha de plutonio 239. La ventaja era que se conseguía con mayor facilidad. Sin embargo era más complejo para ensamblar la bomba y mayor probabilidad de fallar. De hecho algunos científicos creen que solo se fisionó menos del 20 por ciento del material. No importó: su efecto fue devastador.

En uno de los aviones escolta iban los instrumentos de medición, que lanzados con pequeños paracaídas, buscaban establecer la magnitud de la explosión, el poderío de la bomba. El general Groves y Robert Oppenheimer habían enviado tres científicos desde Los Álamos a Tinian. Eran los representantes del Proyecto Manhattan en la base militar. Eran Luis Walter Álvarez, Lawrence Johnston y Harold Agnew. Uno de ellos tuvo una idea. Una improvisación en el detallado plan. Querían enviar un mensaje.

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Dr. J. Robert Oppenheimer, físico atómico y cerebro del Projecto Manhattan, que llevó adelante el plan atómico contra Japón, durante la Segunda Guerra. (Foto: Departmento de Energy de EE.UU. via REUTERS)

Dr. J. Robert Oppenheimer, físico atómico y cerebro del Projecto Manhattan, que llevó adelante el plan atómico contra Japón, durante la Segunda Guerra. (Foto: Departmento de Energy de EE.UU. via REUTERS)

Cuando se enteraron que la segunda bomba sería lanzada casi de inmediato, los físicos norteamericanos sostuvieron que eso terminaría de desconcertar a los japoneses. Que si ellos estuvieran del otro lado, y los comandantes les preguntaran qué posibilidades habría de un segundo ataque, ellos dirían que sería casi imposible, dado que esas bombas eran muy difíciles y muy costosas de construir, que esa dificultad les daría tiempo. Por lo tanto, el factor sorpresa, una vez más, sería importante.

Los tres científicos que estaban en la base del Pacífico no estaban preocupados por las vidas que se habían perdido en Hiroshima sino por las que podrían perderse en caso de continuar la contienda. Así que decidieron mandar un mensaje a un par, a un colega. A alguien que pudiera explicarles a los gobernantes japoneses qué era eso que les había caído del cielo.

La carta que los físicos estadounidenses enviaron a Japón: “A menos que se rindan, una lluvia de bombas atómicas caerá sobre el país”

Luis Walter Álvarez, luego Premio Nobel de Física, dictó una carta. Sus colegas Johnston y Agnew, la transcribieron y agregaron algunos párrafos. La misiva estaba dirigida a Ryokichi Sagane, un respetado físico japonés que ellos habían conocido en Estados Unidos unos años antes.

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En la carta sin firma se presentaban como “tres colegas de Bekerley” y entre otras cosas decían: “Como científicos deploramos el uso que se ha dado a tan bello descubrimiento, pero podemos asegurar que a menos que Japón se rinda una lluvia de bombas atómicas caerá sobre el país”. Le rogaban a Sagane que utilizara sus conocimientos e influencias para convencer a las autoridades japonesas.

Adosaron la carta a uno de los instrumentos de medición y la dejaron caer hacia suelo japonés. La misiva fue encontrada unos pocos días después y estudiada por funcionarios nipones. Recién llegó a su destinatario el Dr. Sagane varios meses más tarde.

Varios años después de la guerra, los físicos volvieron a cruzarse. Sagane sacó el papel arrugado de su bolsillo y se lo extendió a Álvarez que lo leyó en silencio. Luego sacó una lapicera del bolsillo interno de su saco y, varios años después de que fuera escrita, la firmó.

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Ni Álvarez ni los otros dos científicos mostraron remordimiento ni pesar por las bombas. Constituyeron casi una excepción (otro caso notable fue el de Edward Teller, creador de la Bomba H) entre los especialistas del Proyecto Manhattan que se convirtieron casi de inmediato en pacifistas y abogaron por el desarme atómico, por desactivar el infierno que crearon con sus conocimientos y trabajo.

La visión de Álvarez y de sus compañeros, posiblemente, se sustentaba en su experiencia en el campo de batalla. Ellos salieron del laboratorio, vivieron en bases militares, participaron de misiones, vieron a los hombres morir en combate. Esas vivencias pueden haberlos convencido que la extensión de la guerra hubiera acarreado mayor número de muertos que los que produjeron las dos bombas atómicas.

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Álvarez había estado en el lanzamiento de prueba del nuevo arma en el desierto californiano y en Hiroshima. El 9 de agosto se quedó en la base y fue Johnston en el avión. Así, Johnston se convirtió así en la única persona que fue testigo ocular de los tres lanzamientos atómicos de esa guerra. Un récord nada envidiable.

Los hibakusha. Los sobrevivientes a las explosiones atómicas. Los afectados por la radiación. Aquellos a los que la destrucción signó de por vida. Las secuelas físicas, las pérdidas materiales, la muerte de los familiares. Los que atravesaron el horror y sienten la necesidad de contarlo. Aunque muchos hayan necesitado demasiados años para poder expresarse, para poder evocar el cataclismo, para conseguir ponerle palabras a lo inhumano.

Entre ellos, entre los hibakusha, hay algunos que revisten un estado aún mayor de excepcionalidad. Son doblemente hibakushas: sobrevivieron a ambas explosiones atómicas.

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Tsutomu Yamaguchi era un joven empleado de Mitsubishi. Había sido enviado a Hiroshima a realizar unas tareas. El tren que lo devolvería a Nagasaki partía a las 9 de la mañana del 6 de agosto. Camino a la estación se dio cuenta que había dejado documentación en el hotel. Regresó a buscarla y se separó de sus dos compañeros de viaje. Al regresar, una explosión de una potencia desconocida lo hizo volar por el aire. Luego de unos minutos de atontamiento se levantó. Vio el peor paisaje imaginable. Tenía algunas lastimaduras, le sangraba la cabeza pero no mucho más. Se escondió en un refugio antiaéreo.

La tripulación del Enola Gay, el bombardero B-29 que lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. La imagen fue difundida pocos días después de la misión, en agosto de ese mismo año. (Foto: US Archive).

La tripulación del Enola Gay, el bombardero B-29 que lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. La imagen fue difundida pocos días después de la misión, en agosto de ese mismo año. (Foto: US Archive).

A la mañana siguiente, con la ciudad todavía cubierta por la bruma atómica, inició el camino de regreso a su casa. Una odisea de más de 250 kilómetros. Llegó a Nagasaki a la noche del 8 de agosto. Abrazó a su esposa y a su hijo pequeño. A la mañana siguiente se dirigió a la fábrica. A media mañana se reunió con su jefe. Intentaba convencerlo de lo sucedido. El jefe valoró darle licencia. Pensó que Yamaguchi se había vuelto loco. Era inconcebible suponer que una sola bomba podía arrasar una ciudad. Cuando el jefe estaba por echarlo de la oficina, la explosión.

Estados Unidos había lanzado la segunda bomba atómica. Una vez más, Tsutomu salió indemne. Entre los escombros se levantó con nuevos magullones y quemaduras para ir a buscar a su familia. Su esposa y el bebé tampoco habían sufrido daños. La familia pasó varios días en un refugio hasta que pudieron regresar a su casa. Yamaguchi sólo perdió parte de la audición de un oído y le quedó cierta debilidad en sus piernas; secuelas menores para haber soportado dos explosiones atómicas. Murió en el 2010. Tenía 94 años. Su hijo vivió bastante menos; murió de cáncer afectado por la radiación a fines del Siglo XX.

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Kazuko Sadamaru tenía 20 años y la guerra la había transformado en enfermera. Ella también fue doble hibakusha. El 6 de agosto, desde Nagasaki acompañaba en tren a unos heridos cuyo lugar de residencia era Hiroshima. Cuando la formación ingresaba en la ciudad, el destello cegador. El tren cimbreó. Al bajar, se encontraron con el paisaje más funesto. Al día siguiente regresó a Nagasaki. El 9 de agosto, la siguiente bomba. Allí vivió los peores días de su vida. Trabajando varios días seguidos, sin dormir, sin materiales para asistir a los heridos, sin saber contra qué luchaban. Ella con el paso de los meses tuvo problemas en la sangre y perdió casi todo el pelo. Pero se recuperó. Tuvo una hija y cuatro nietos.

Hiroshima, arrasada por la potencia nuclear. (Foto: US National Archives Catalog).

Hiroshima, arrasada por la potencia nuclear. (Foto: US National Archives Catalog).

El mundo tardó en enterarse de lo que había ocurrido en Nagasaki, su real dimensión. Los grandes medios prefirieron quedarse con la rendición japonesa, el fin de la guerra, el regreso a casa de los soldados aliados, el descubrimiento del horror de los campos de concentración nazis. Y cuando se sabía algo, se minimizaba.

En septiembre de 1945, un hombre con uniforme de coronel del ejército de Estados Unidos entró a Nagasaki. Japón ya se había rendido. La guerra había terminado. En la ciudad sus escasos habitantes parecían espectros. Era como si nada de lo anterior hubiera quedado en pie. Destrucción total. El paisaje más desolador posible.

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Por ese tiempo Estados Unidos disfrutaba del éxito. Las bombas habían derribado las últimas defensas japonesas. Nada se sabía (al menos públicamente) de las consecuencias de las bombas. Todavía ni siquiera era sencillo determinar los daños instantáneos que había ocasionado, mensurarlos con precisión. Se sabía de su poder de devastación pero no mucho más. Los generales norteamericanos negaban consecuencias. Afirmaban que ya todo había pasado. No había secuela posible.

Mentían.

Nagasaki no tenía demasiada atención de los medios. Varios factores confluyeron: haber sido la segunda bomba y la vocación por silenciar las decenas de miles de muertes y, en especial, las secuelas de la radiación.

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El hombre con ropa de coronel era periodista. Se llamaba George Weller. En su libreta de apuntes tomó nota de lo que vio. Un espectáculo atroz. Le costaba imaginar qué había provocado eso. Encontró un campo de prisioneros de guerra. Sus reclusos eran soldados americanos capturados por los japoneses. Todavía no sabían que la guerra había terminado. Weller les dio la noticia. Ellos le relataron el resplandor, el ruido atronador y la ola expansiva. El periodista escribió un informe estremecedor. Siguió recorriendo la ciudad, lo que quedaba de ella, y reportando. Envió sus notas. Hablaba también de enfermedades extrañas que parecían tener origen en la bomba. La radiación afectaba a las personas.

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Semanas después se enteró de que ninguna había llegado al diario. Los oficiales de Estados Unidos las habían retenido y destruido. No eran tiempos de dar malas noticias; eso era hacerle el juego al enemigo (ya derrotado). Las excusas que se suelen esgrimir para ejercer la censura.

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Weller regresó a su país y vivió convencido que sus crónicas se habían perdido para siempre. Tras su muerte, una de sus hijas, encontró una copia en carbónico de ellas y las publicó.

Sesenta años después, el mundo conocía detalles de lo que había ocurrido en Nagasaki durante los días posteriores a su devastación, en ese paisaje que parecía haber sido olvidado por Dios.

Nagasaki, Segunda Guerra Mundial, Japón, bomba atomica

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EEUU autorizó a Ucrania a bombardear objetivos en Rusia con misiles de largo alcance bajo supervisión del Pentágono

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El enviado especial estadounidense para Ucrania, Keith Kellogg (REUTERS/Yves Herman/Archivo)

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, autorizó que Ucrania realice ataques de largo alcance en territorio ruso, bajo la supervisión del Pentágono, según lo confirmó este domingo el enviado especial estadounidense para Ucrania, Keith Kellogg, en una entrevista con Fox News.

La respuesta es sí, usen la capacidad de golpear a fondo, no existen santuarios”, dijo Kellogg, al detallar la posición de Trump sobre las ofensivas ucranianas en suelo ruso.

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El funcionario precisó que la autorización no es automática, sino que se otorga para cada operación de manera individual, y en cada ocasión la decisión final recae en Trump.

El pedido de armas de largo alcance forma parte de las gestiones recientes de Kiev. Durante un encuentro paralelo a la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, solicitó personalmente a Trump misiles de crucero Tomahawk. El vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, confirmó que la administración evalúa entregar estos misiles a Ucrania, aunque aún no se ha tomado una decisión definitiva.

El enviado especial estadounidense, Keith
El enviado especial estadounidense, Keith Kellogg, destacó que la entrega de armamento avanzado y su uso ofensivo fuera de Kiev dependerá de la evaluación individual de cada operación y de la coordinación con los aliados (Sebastian Apel/Departamento de Defensa de Estados Unidos, vía AP, Archivo)

Esa es una de las razones por las que, esta última semana…el presidente Zelensky pidió a Trump que entregara misiles Tomahawk. La decisión todavía no ha sido tomada”, reiteró Kellogg.

Aunque Ucrania desarrolla sus propios misiles de largo alcance y drones, continúa dependiendo de armamento y apoyo tecnológico de sus aliados para ejecutar estas operaciones.

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Esto es un asunto global, y debemos reaccionar en consecuencia”, señaló Kellogg, al tiempo que resaltó la necesidad de actuar con cautela frente a las recientes provocaciones de Moscú en el espacio aéreo de la Unión Europea y la OTAN.

El pasado 10 de septiembre, drones rusos ingresaron al espacio aéreo polaco y fueron derribados por la defensa antiaérea de Varsovia, la primera intervención de este tipo en más de tres años desde el inicio de la guerra a gran escala contra Ucrania. Posteriormente, el 19 de septiembre, tres aviones militares rusos violaron el espacio aéreo de Estonia, aumentando la tensión regional.

Las defensas antiaéreas responden al
Las defensas antiaéreas responden al ataque con drones y misiles rusos en Kiev (REUTERS/Vladyslav Sodel)

Kellogg subrayó que la ofensiva rusa no ha logrado sus objetivos. “Rusia no está ganando esta guerra. Si lo estuvieran, estarían en Kiev, Odesa, habrían cruzado el Dniéper”, afirmó, citando cifras del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que reportan aproximadamente 1.109.590 bajas rusas desde el inicio de la invasión el 24 de febrero de 2022.

La postura de Trump marca un cambio respecto a meses anteriores, cuando criticó los ataques ucranianos en infraestructura rusa. En agosto, escribió al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que estaba “muy enojado” por los ataques con drones contra el oleoducto Druzhba. En semanas recientes, Trump ha intensificado sus críticas hacia Vladimir Putin: “Estoy muy insatisfecho con lo que Rusia está haciendo y con lo que hace el presidente Putin. No me ha gustado en absoluto. Está matando personas sin ninguna razón”, expresó.

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Mientras la administración estadounidense evalúa suministrar misiles Tomahawk y mantiene la supervisión del Pentágono, Ucrania continúa planificando operaciones de largo alcance con coordinación directa de Washington.

Kellogg subrayó que la ofensiva
Kellogg subrayó que la ofensiva rusa no ha logrado sus objetivos. “Rusia no está ganando esta guerra. Si lo estuvieran, estarían en Kiev, Odesa, habrían cruzado el Dniéper”, afirmó (REUTERS/Yves Herman/Archivo)

Un ataque masivo de drones y misiles rusos contra Ucrania, prolongado durante 12 horas hasta la mañana del domingo, dejó al menos cuatro muertos en Kiev, entre ellos una niña de 12 años, informaron las autoridades ucranianas.

Polonia, país vecino, activó y desplegó aviones de combate para proteger su espacio aéreo tras la ofensiva, en un contexto en el que la OTAN acusó a Moscú de estar detrás de varias violaciones del espacio aéreo de la alianza defensiva en días recientes. Los esfuerzos diplomáticos para frenar la guerra siguen estancados y Rusia ha reafirmado su determinación de mantener la ofensiva iniciada en febrero de 2022.

El objetivo de Moscú es continuar su campaña de muertes y solo merece la presión más fuerte de la comunidad internacional”, declaró el presidente ucraniano Volodimir Zelensky después del ataque. Tras el masivo bombardeo, Zelensky sostuvo conversaciones telefónicas con aliados, incluidos el secretario general de la OTAN Mark Rutte, el presidente de Finlandia Alexander Stubb y el primer ministro noruego Jonas Gahr Store.

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Rusia argumentó que solo atacó objetivos militares. Sin embargo, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, entre los edificios alcanzados también había viviendas, un centro de cardiología y un jardín de infancia.

De acuerdo con el ejército ucraniano, el país fue blanco de 595 drones y 48 misiles, de los cuales la mayoría fueron interceptados por las defensas aéreas. No obstante, 31 drones y cinco misiles impactaron en distintos puntos del país.

Zelensky señaló que instalaciones energéticas sufrieron daños y atribuyó a Rusia la intención de provocar fallos masivos en el suministro eléctrico.

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Tiroteo e incendio en una iglesia mormona en Michigan: al menos cinco muertos y varios heridos

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Al menos cinco personas murieron y varias resultaron heridas en una iglesia mormona en Michigan, en los Estados Unidos, por el ataque de un agresor que luego prendió fuego el templo. El tirador finalmente fue uno de los que perdió la vida, tras ser abatido por la Policía.

La Policía de la localidad de Grand Blanc en Míchigan informó de que han aumentado a cuatro los muertos de un tiroteo ocurrido este domingo en una iglesia mormona que dejó además a ocho heridos e identificó al autor como Thomas Jacob Sanford, que también murió en un enfrentamiento con dos agentes.

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El episodio sucedió en momentos se realizaba una ceremonia religiosa y habían cientos de feligreses, entre ellos familias enteras con chicos y hasta bebés. Los investigadores no descartan encontrar más víctimas en las próximas horas.

El tiroteo ocurrió cerca de las 11 de la mañana en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Grand Blanc, a unos 80 kilómetros al norte de Detroit. El agresor era un hombre de unos 40 años de Burton.

«Se ha registrado un tiroteo en la iglesia de los Santos de los Últimos Días en McCandlish Rd. Hay varias víctimas y el tirador ha sido abatido. No hay ninguna amenaza para el público en este momento. La iglesia está en llamas. ¡POR FAVOR, EVITE LA ZONA!», informó inicialmente el Departamento de Policía de Grand Blanc.

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En posteriores actualizaciones, informó que el incendio había sido contenido y se confirmó que había al menos un muerto y 9 heridos entre los fieles que participaban de una ceremonia..

De acuerdo a lo que reportaron medios locales, el tirador primero estrelló su camioneta contra la iglesia y luego ingresó para disparar con un rifle de asalto e incendiar deliberadamente el lugar. Finalmente habría sido abatido al enfrentarse con la policía.

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Grand Blanc es un pequeño pueblo en las afueras de Flint. La iglesia, rodeada por un estacionamiento y un gran césped, está ubicada cerca de áreas residenciales La comunidad de aproximadamente 8.000 personas está justo afuera de Flint.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, denunció el domingo «un nuevo ataque dirigido contra los cristianos» después de un tiroteo e incendio en una iglesia mormona en Michigan. «El sospechoso está muerto, pero aún hay mucho por saber. Este parece ser otro ataque dirigido contra los cristianos de Estados Unidos», escribió Trump en su plataforma Truth Social.

«Esta epidemia de violencia en nuestro país debe terminar inmediatamente!», concluyó el jefe de la Casa Blanca.

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«Esta violencia en un lugar de culto es desgarradora y escalofriante. Les pido que se unan a mí en oración por las víctimas de esta terrible tragedia», escribió en sus redes Pamela Bondi, la Fiscal General de los Estados Unidos.

También se expresó el director del FBI, Dan Bogino, en su cuenta de X: «El personal del FBI está respondiendo a Grand Blanc para brindar cualquier apoyo solicitado necesario».

Este terrible hecho se da apenas un día después del fallecimiento de Russell Nelson, jefe de la Iglesia Mormona, quien murió el sábado por la noche a los 101 años en el estado de Utah, informaron representantes eclesiásticos en un comunicado.

Nelson tenía 93 años cuando se convirtió en el 17° presidente de la Iglesia Mormona en enero de 2018, tras la muerte de Thomas Monson. Se transformó así en el presidente de mayor edad en la historia de la Iglesia.

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Nelson presionó con éxito para que la Iglesia Mormona clasificara a las parejas del mismo sexo casadas como «apóstatas» y prohibiera a sus hijos menores de 18 años participar en ritos religiosos, incluidos los bautismos. Esta política sin embargo fue desechada después de que asumiera como presidente.

Durante su periodo en el cargo, también pidió especialmente que no se usara el término «mormón» para referirse a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El sucesor de Nelson será elegido después de su funeral por el Cuórum de los Doce Apóstoles, quienes, al igual que el presidente de la Iglesia, son considerados profetas por los creyentes.

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Al líder religioso le sobreviven su esposa, ocho de sus hijos, 57 nietos y más de 167 bisnietos, según el comunicado.



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El “Codex Gigas”, la misteriosa ‘Biblia del Diablo’, sigue desatando leyendas y asombro

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El Códice Gigas en exposición en el Klementinum, Biblioteca Nacional Checa, Praga

La leyenda que rodea al Codex Gigas ha alimentado durante siglos la fascinación por este manuscrito medieval, conocido popularmente como la “Biblia del Diablo”. Su fama no solo se debe a su imponente tamaño, sino también a las historias sobrenaturales y enigmas históricos que lo acompañan.

Entre los relatos más célebres destaca el de un monje de la localidad checa de Podlažice, quien, tras ser condenado a una forma de ejecución que implicaba ser sellado de por vida en un espacio reducido, habría intentado salvarse comprometiéndose a escribir el libro más grande jamás creado en una sola noche. Ante la imposibilidad de cumplir semejante tarea, según la leyenda, el monje habría invocado al Diablo, obteniendo así su ayuda a cambio de su alma.

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El Codex Gigas, cuyo nombre en latín significa “gran libro”, sobresale entre los manuscritos medievales que han llegado hasta la actualidad. Con unas dimensiones aproximadas de 91 por 51 centímetros y un peso de 75 kilogramos, este volumen monumental está compuesto por 310 hojas de pergamino, elaboradas a partir de piel de ternera y asno, lo que habría requerido sacrificar más de 160 animales para su confección.

Tres páginas del manuscrito
Tres páginas del manuscrito

A diferencia de la mayoría de los manuscritos iluminados de la Edad Media, el Codex Gigas reúne en un solo tomo una variedad de textos independientes. Además de contener el Antiguo y el Nuevo Testamento, incluye copias manuscritas de obras históricas y científicas del historiador judío Flavio Josefo y del teólogo católico Isidoro de Sevilla. También incorpora una temprana historia de Bohemia, escrita por Cosmas de Praga, así como listas de conjuros y hechizos, un manual médico del siglo XII, un calendario y resúmenes de los alfabetos griego, hebreo y eslavo.

El elemento más célebre del Codex Gigas, y el que le ha valido el apodo de “Biblia del Diablo”, es una ilustración a página completa de una figura demoníaca, representada con cuernos, garras, lengua bífida y grandes ojos blancos.

Esta imagen inquietante, situada entre un texto sobre la penitencia y otro sobre exorcismos, se enfrenta a una página que muestra una ilustración igualmente grande de la Ciudad Celestial, lo que podría simbolizar las dos caras del más allá cristiano. La ilustración demoníaca ha sido objeto de numerosas interpretaciones y es uno de los motivos principales de la fama del manuscrito.

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Primer plano de la ilustración
Primer plano de la ilustración que dio a la «Biblia del Diablo» su apodo

La historia documentada del Codex Gigas resulta tan enigmática como el significado de sus ilustraciones. Los especialistas descartan la posibilidad de que el manuscrito haya sido escrito en una sola noche, como sugiere la leyenda.

En cambio, consideran que fue elaborado entre los años 1204 y 1230, probablemente por una sola persona. Aunque no se puede afirmar con certeza que se produjera en Podlažice, una nota en la primera página identifica al monasterio de esa localidad como su primer propietario conocido. La misma anotación indica que en 1295 el códice fue entregado a otro monasterio, y ese mismo año fue adquirido por una nueva orden religiosa.

A partir de ese momento, la trayectoria del Codex Gigas a lo largo de los siglos puede reconstruirse solo de manera fragmentaria. En 1594, el manuscrito pasó a manos de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y reconocido aficionado a lo oculto. Tras ser trasladado a Praga, el códice fue llevado a Estocolmo después de que el ejército sueco obtuviera una victoria estratégica durante la Guerra de los Treinta Años.

El libro tiene un peso
El libro tiene un peso de 75 kilogramos y está compuesto por 310 hojas de pergamino, elaboradas a partir de piel de ternera y asno, lo que habría requerido sacrificar más de 160 animales para su confección

Actualmente, el Codex Gigas se conserva en la Biblioteca Nacional de Suecia, donde sigue siendo objeto de leyendas locales. Un texto sueco publicado en 1858 relata la historia de un guardia que, tras quedarse dormido en el salón principal de la biblioteca, despertó y vio el códice flotando en el aire, liderando a otros libros en una especie de danza paranormal. Según la narración, “el guardia quedó y permaneció débil de mente desde ese día y tuvo que ser internado en el manicomio”.

Otra anécdota recurrente involucra al célebre dramaturgo y novelista sueco August Strindberg. De acuerdo con el testimonio de un amigo y colega escritor, Strindberg, quien trabajó en la biblioteca y compartía el interés de Rodolfo II por lo oculto, solía colarse en el edificio por las noches, encendía una cerilla y leía la Biblia del Diablo con la esperanza de entrar en contacto con el inframundo.

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