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La bomba que hizo arrepentir a Einstein, borró del mapa a Hiroshima y le puso fin a la Segunda Guerra

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“¡Dios, mío! ¿Qué hemos hecho?”

Era el lunes 6 de agosto de 1945, poco después de las 8.15 de la mañana. Los cielos japoneses abrían cada tanto algunos claros, hasta despejarse por completo y transformarse en una luminosa mañana de verano. Paul Tibbets junior, coronel de 30 años, piloto del bombardero B-29 Supperfortress, cuatrimotor de la Fuerza Aérea de EE.UU., había bautizado Enola Gay, el nombre de su madre, a esa “fortaleza gigante” con imponente aspecto de pájaro de acero plateado, que él conducía.

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Al parecer, desde la cabina de mando se habría interpelado con esa pregunta ni bien pudo vislumbrar desde una altitud de 9.945 metros en qué se había transformado Hiroshima, la ciudad finalmente designada como “el objetivo”. Sus siluetas más urbanas apenas asomaban, envueltas en un hongo gigantesco, de una luminosidad cegadora, una bola de fuego que no dejaba de expandirse hacia arriba y los costados, y que llegaría a una inusitada altura de 12 kilómetros.

Abajo, en el epicentro del estallido, la temperatura oscilaba bruscamente de los 6 mil grados al millón de grados centígrados, ambos registros correspondientes a distintas zonas de la superficie solar, según estimaciones científicas de entonces. Sesenta mil edificios se habían derrumbado en un pestañeo, como si fuesen de cartón: un infierno, seguido de un huracán de llamas alucinantes, con vientos de 1.600 kilómetros por hora y una inmediata oscuridad. Hiroshima se ahogaba, en medio de calamidades nunca vistas entre los humanos.

“¡Es lo más grande la historia!”.

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Harry Truman, entonces presidente de EE.UU., quien había dado la orden del primer ataque atómico de la Humanidad, lo celebraba a su modo al recibir la confirmación del desastre, quizá llevado por el impacto emocional de aquellos días de máxima tensión. Entre 70 mil y 80 mil personas habían muerto al instante, muchas evaporadas por la fisión nuclear recién estrenada. Sólo quedaba de ellas la sombra de sus siluetas sobre veredas, calles y casas. El 90% de la ciudad se había, literalmente, desintegrado. Según mandatos inexorables de la guerra, se imponían soluciones urgentes. Que Japón se rindiera y que la contienda terminara.

Franklin Delano Roosevelt, el gran arquitecto de la escalada de su país a la cima del mundo, muerto apenas cuatro meses antes, el 12 de abril, había supervisado, y autorizado, cada eslabón del Proyecto Manhattan, que terminaría con el nacimiento de la primera bomba atómica, conocida como “Little Boy” (Pequeño chico o Muchachito) y su plan alternativo “Fat Man” (Hombre Gordo). Una crónica dolencia cardíaca le había impedido ver los resultados del proyecto en el que había puesto todo su celo: imposible saber cómo hubiese procesado aquel estampido que tuvo lugar un día que el mundo jamás olvidaría y del cual se están cumpliendo 80 años. A Truman, su vicepresidente y sucesor en la Casa Blanca, le tocaría bajar el pulgar de la letal ejecución masiva que haría estallar a una ciudad de 340 mil habitantes, hasta entonces un pujante enclave del imperio japonés, con dos cuarteles generales de armamentos, logística bélica y tropas, además de un fuerte sesgo industrial y un gran puerto marítimo cercano a la zona urbana.

Una iglesia destruida por la bomba atómica lanzada por EE.UU. sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1845. Foto: AP

“Preferiría ser recordado como un jugador de equipo de football de mi escuela que como el copiloto de este avión”.

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El capitán Robert Lewis, copiloto de la misión, quien había comprobado desde las alturas que en Hiroshima sólo quedaban en pie unos pocos edificios, manifestaría un arrepentimiento por su participación en el lanzamiento de “Little Boy”. Se cuenta que habría registrado en la bitácora del vuelo, a modo de constancia histórica, la frase que le escuchó al piloto Tibbets, aunque algunas versiones le adjudicarían las palabras a él mismo y no al responsable de haber abierto la escotilla para lanzar del Enola Gay la bomba que cambiaría para siempre el curso de la historia. Esta última especulación es factible: difícil que Tibbets haya hecho alguna apelación a Dios al ver el hongo atómico: viviría hasta los 92 años y regaría sus cuentas bancarias dando conferencias muy bien pagas en las cuales aseguraba que “lo volvería a hacer las veces que fuera necesario”, sin señales de arrepentimiento.

Veinte días antes, el presidente Truman, ex vicepresidente, ex senador y ex combatiente de la Primera Guerra, estaba en el día inaugural de la Conferencia aliada de Potsdam cuando fue informado por un telegrama de sólo tres palabras sobre una prueba realizada en el pequeño emprendimiento urbano de Alamogordo, a 766 kilómetros de Los Alamos, Nuevo México, desértica región de Estados Unidos: Baby well born (El niño nació bien). Se refería al primer ensayo de la bomba atómica, test bautizado como Trinity, llevado a cabo el 16 de julio de 1945. No había quedado en pie un solo árbol en 1,5 km a la redonda.

El experimento de Alamogordo había sido secreto, las consecuencias no pudieron serlo: la explosión había alarmado a lugareños de un tranquilo vecindario, a 250 km del lugar, cuyos pocos habitantes se sorprendieron al ver cómo se quebraban los cristales de sus casas y “el sol salía y volvía a ponerse”. El caso dio origen a una de las fake news pioneras de la historia y poco difundidas, ya que para calmar la ansiedad del pequeño poblado se cree que hubo alguna forma de acuerdo con la prensa local para que explicara como causa del inesperado fenómeno algo que nunca había ocurrido, el estallido de un polvorín.

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El Proyecto Manhattan, que había generado el test Trinity, llevaba más de dos años de silenciosa y secreta tarea, con gran número de científicos, militares y trabajadores auxiliares afines a la de estratégica tarea. Lo comandaba Robert Oppenheimer, un físico estadounidense de origen judío, hijo de una adinerada familia que había simpatizado con los republicanos en la Guerra Civil Española. Como tutor mayor, aunque circunstancial, colaboró Albert Einstein, el físico más reputado del mundo, antes y ahora, a 70 años de su muerte. Primero había alentado al presidente Roosevelt para que acelerara las investigaciones con el fin de lograr la fisión nuclear, y aplicar la misma a la construcción de un arma atómica, visto que la Alemania nazi estaba cerca de lograr la suya. En ese punto, Einstein estaba en los cierto.

Las ruinas de Hiroshima, tras la bomba atómica lanzada el 6 de agosto de 1945. Foto: AP Las ruinas de Hiroshima, tras la bomba atómica lanzada el 6 de agosto de 1945. Foto: AP

Ya desde 1939, la nación en armas que impulsaba Hitler, trabajaba en el Proyecto Uranio para investigar la construcción de reactores nucleares, la separación de isótopos y la preparación de explosivos atómicos. En uno de los párrafos de la misiva que le haría llegar Einstein, Roosevelt leería: “En los últimos cuatro meses se ha hecho probable que podría ser posible el iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio … Este nuevo fenómeno podría ser llevado a la producción de bombas … una sola bomba de este tipo, llevada por un barco y explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto por completo, conjuntamente con el territorio que lo rodea…”

Trascendería que cuando Einstein supo, con certeza científica, que las consecuencias que generaría esa hipotética explosión nuclear serían monstruosas, mandaría otra carta al presidente Roosevelt, advirtiéndole que no debería lanzar la bomba. En la entretela de los anecdotarios de la guerra circularía un rumor inquietante acerca de que esa carta, sin abrir, se encontraría en el escritorio de Roosevelt poco después de su muerte.

Lo que sí se sabe, y no a modo de trascendido, es que el genio de la física, con Hiroshima y Nagasaki fulminadas, diría en un discurso en Nueva York, del 6 de diciembre de 1945: “Nosotros ayudamos a construir la nueva arma para impedir que los enemigos de la humanidad lo hicieran antes … Dejamos esta mortífera arma en manos de norteamericanos e ingleses como representantes de toda la humanidad, defensores de la paz y de la libertad. Mas hasta el presente no hemos advertido ninguna garantía de paz ni observado el cumplimiento de las libertades que se prometieron a los pueblos…Se ha ganado la guerra, pero no la paz.”

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A las 7 de la mañana de aquel 6 de agosto, la alarma antiaérea se oyó con claridad en Hiroshima ante la detección de una flotilla de B-29 en los cielos de la ciudad. Fue una alerta fallida. Una hora y cuarto después un B 29 plateado, majestuoso y en solitario, surcaba los cielos de la ciudad, pero nadie le prestaría atención. Segundos fatales. De pronto, el Sol y el cielo se vinieron encima de la gente que iba a sus trabajos y de chicos que marchaban a sus escuelas. Las calles perderían su contorno: eran una funesta sucesión de escombros, cuerpos carbonizados, ensangrentados y con espantosas mutilaciones.

El joven fotógrafo Yoshito Matsushige intuyó desde su casa en las afueras que la historia lo llamaba. Tomó su cámara y salió a caminar por aquel infierno de fuegos nucleares. Logró tomar al momento las únicas fotografías del sufrimiento de la población civil, que a 80 años siguen estremeciendo y en Hiroshima son murales de la evocación. Más aún: las imágenes que logró captar del caos fueron una pesquisa de valía para detectar sobrevivientes y reconstruir los momentos finales de otros.

En un documental para la televisión francesa, que se puede ver en YouTube junto a tantos en estos días, el cineasta Bertrand Collard recogería relatos escalofriantes de los entonces sobrevivientes: “Había gente despellejada, con la carne al rojo vivo y otras con sus intestinos en la mano o los ojos colgando”, lo que permite aproximarse a la dimensión de lo que fue aquella barbarie atómica. En el puente Miyuki, en el centro de Hiroshima, algunas narraciones aseguran que hubo quienes se tiraban al río para atenuar el insoportable ardor de los átomos en sus píeles percudidas, pero con su destino ya jugado: sus cuerpos no tenían la fuerza suficiente para nadar y morían ahogados. Otros, en los alrededores, daban unos pocos pasos y se desplomaban por la radioactividad que se esparcía sin freno.

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Una imagen del 8 de agosto de 1945, en la ciudad japonesa de Hiroshima. Foto: APUna imagen del 8 de agosto de 1945, en la ciudad japonesa de Hiroshima. Foto: AP

A la hora siguiente de atravesar ese infierno, quienes habían logrado escapar a la muerte inmediata, sufrirían una lluvia negra, espesa y ácida, que caía sobre la ciudad descuartizada. Algunos la confundían con agua sucia y con tal de apagar la sequedad de sus bocas y atemperar la sensación de una sed insoportable, la bebían y caían fulminados. No era agua sucia, sino una lluvia radioactiva, una más de las consecuencias devastadoras de “Little Boy”. Muchos expertos adjudicarían las pestes y males endémicos por generaciones a los efectos de esa lluvia negra de altísimo poder letal, que caería sobre la ciudad durante varios días.

No fue sólo eso. La primera bomba atómica seguiría causando por décadas y décadas un daño catastrófico en la población: malformaciones, males hereditarios, leucemias y otros cánceres, alteraciones genéticas, todo tipo de lesiones y enfermedades de rango mortal, y epidemias incurables que el uranio había desatado rabiosamente en el universo civil de lo que había sido uno de los centros urbanos más importantes de Japón.

“Little Boy”, una simbiosis de avance científico y planificación militar que se transformaría en una sofisticada maquinaria de destrucción masiva, había sido producto del trabajo de 130 mil personas durante más de dos años y de una inversión de estimada en cerca de 30 mil millones de dólares de los tiempos actuales. Tenía la misma forma que una bomba habitual, pintada de verde oliva, y medía 3 metros de longitud, 0.71 de diámetro, con un peso de 4.400 kilos. A diferencia de la bomba que se había experimentado en el desierto de Alamogordo, que era de plutonio, la destinada a Hiroshima era de uranio y tenía una potencia estimada en 20 kilotones de TNT.

Los altos mandos y el poder político de Washington, los padres de la criatura, perplejos y hasta se diría incrédulos, dividirían las aguas de inmediato. Surgía la polémica y el debate. ¿Era necesaria el uso del poder atómico para terminar la guerra? El “Imperio del Sol naciente”, es cierto, resistía su rendición y mantenía en alto la alcurnia guerrera de su pueblo con sangre imperial y adoración celestial a la figura del emperador, quien encarnaba a Dios en la Tierra, según su cultura y creencias, expresadas en el Código Bushido, el alma de Japón, el mandato sagrado del samurái, un catálogo de virtudes por los que se debía ofrendar la propia vida si fuese necesario.

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Todo un pueblo se negaba a una “rendición incondicional” exigida por EE.UU. Truman tenía a un imperio nocaut de pie. Igualmente lanzó el bombazo del final: el 9 de agosto, en Nagasaki, detonaría “Fat Man” (Hombre Gordo), en base al plutonio y con un poder destructivo aún mayor que la explosiva arma de Hiroshima (de uranio), sólo que la orografía montañosa de Nagasaki impediría un daño superior. Aun así, unas 50 mil personas morirían en un soplido fatal. Otro hongo atómico sembraría la muerte civil en masa. Algunos estiman que sumadas ambas bombas se habrían matado a unas 600 mil personas, tal vez más, con el correr del tiempo.

Hirohito cedería su dignidad imperial y el 15 de agosto anunciaría en un mensaje radial a la nación japonesa que había llegado la hora de “soportar lo insoportable”. La rendición marcaría el fin de la Segunda Guerra Mundial. El 2 de septiembre de 1945, a bordo del acorazado “Missouri” en la bahía de Tokio, se firmarían las actas de capitulación. Truman miró mejor el mapa. Notó que el gigante chino, asediado por tropas insurgentes y campesinos rebeldes al mando de Mao Tse Tung, el Gran Timonel, estaba a punto de caer en manos comunistas, y que el tutelaje en la región de su otrora aliado Stalin impondría la ley del látigo donde lo juzgara conveniente.

Washington necesitaba al destrozado Japón como un vencido a reconstruir y asociarse para enfrentar el mundo venidero de la Guerra Fría. Estados Unidos entendió que debía respetar las estructuras imperiales del alma japonesa y la figura del emperador como mandatario político, aunque no en la condición divina que le habían atribuido sus ancestros. Había llegado la hora de curar lo incurable: “Little Boy” y “Fat Man” habían borrado dos ciudades y sus gentes de la faz de la Tierra. Japón ya estaba de rodillas cuando esas fauces atómicas descuartizaron su integridad como nación. A 80 años, la pregunta no pierde sentido y el debate permanece: ¿era necesaria un arma que llegara a la devastación para imponer la ley final de los vencedores?

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Cuáles son las joyas que fueron robadas en el Louvre y qué puede pasar con ellas, según expertos

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Fueron ocho minutos de un robo tan audaz como descarado: el reloj marcaba las 09:30 del domingo cuando, bajo las ventanas del museo del Louvre, cuatro ladrones instalaron un montacargas. A las 09:38, se marchaban de allí con las joyas “de la Corona”, un tesoro histórico “inestimable”, tras romper las vidrieras que las protegían con una amoladora.

Cuáles son las joyas de la Corona que se llevaron del Louvre

Ahora más de sesenta investigadores buscan a los autores de este robo que, con los rostros cubiertos, robaron nueve piezas del siglo XIX, entre ellas la corona de la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, que luego abandonaron durante su huida.

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Leé también: El video del robo en el Louvre: un turista filmó a uno de los ladrones cuando rompía una vitrina con las joyas

La joya, que lleva ocho águilas de oro, 1354 diamantes, 1136 diamantes de talla rosa y 56 esmeraldas resultó “dañada”, según informó la fiscal de París, Laure Beccuau.

La corona de la emperatriz Eugenia, que fue abandonada por los ladrones. (Foto: AFP/Stéphane de Sakutin).

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Las otras piezas que fueron robadas atravesaron dos siglos de historia y fueron propiedad de importantes soberanas y emperatrices de Francia.

La tiara de perlas de Eugenia fue realizada por el famoso joyero Alexandre-Gabriel Lemonnier poco después de la boda de la emperatriz de origen español con Napoleón III, en 1853, al igual que su corona. Lleva 2000 diamantes y más de 200 perlas.

La tiara de la emperatriz Eugenia. (Foto: RMN-GP/S. Maréchalle)

La tiara de la emperatriz Eugenia. (Foto: RMN-GP/S. Maréchalle)

“Esta diadema es la que llevaba casi todos los días en la corte y la que aparece en sus retratos oficiales. Le tenía mucho cariño”, explicó a la agencia de noticias AFP Pierre Branda, historiador y director científico de la Fundación Napoleón.

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El broche de la emperatriz Eugenia que fue robado en el Louvre. (Foto: gentileza RMN-GP/S. Maréchalle).

El broche de la emperatriz Eugenia que fue robado en el Louvre. (Foto: gentileza RMN-GP/S. Maréchalle).

También fueron robados un lazo decorativo de corset y un broche de la emperatriz conocido como “relicario”, que se compone de 94 diamantes, entre los que destaca una roseta de siete diamantes alrededor de un solitario central, con dos diamantes en forma de corazón legados por el cardenal Mazarin a Luis XIV.

El Gran Lazo del Corsete de la Emperatriz Eugenia. (Foto: gentileza RMN-GP/S. Maréchalle).

El Gran Lazo del Corsete de la Emperatriz Eugenia. (Foto: gentileza RMN-GP/S. Maréchalle).

Además, los delincuentes se llevaron un collar y pendientes de zafiros usados por la reina María Amelia (esposa de Luis Felipe I, rey de Francia de 1830 a 1848) y por la reina Hortensia (madre de Napoleón III).

El collar y los pendientes del ajuar de zafiros de la reina María Amelia y la reina Hortensia (Foto: gentileza RMN-GP/S. Maréchalle).

El collar y los pendientes del ajuar de zafiros de la reina María Amelia y la reina Hortensia (Foto: gentileza RMN-GP/S. Maréchalle).

Según Vincent Meylan, historiador especializado en joyería, la reina Hortensia heredó este conjunto de su madre, la emperatriz Josefina, primera esposa de Napoleón I. Algunos especialistas afirman también que podría proceder de la reina María Antonieta.

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Leé también: Encontraron una de las joyas que robaron en el Louvre: el museo sigue cerrado y buscan a los sospechosos

Realmente forma parte de la historia de Francia”, insiste Meylan.

Además, se llevaron un collar y pendientes de esmeraldas que fueron un regalo de boda de Napoleón I a su segunda esposa, la emperatriz María Luisa, realizados por su joyero oficial, François-Régnault Nitot.

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El collar y los pendientes de esmeraldas de la reina Marie-Louise. (Foto: AFP/Stéphane de Sakutin).

El collar y los pendientes de esmeraldas de la reina Marie-Louise. (Foto: AFP/Stéphane de Sakutin).

Además de sus prestigiosos dueños, estas joyas tenían todo el derecho a estar en el museo, ya que son “obras artísticas excepcionales”, opinó Didier Rykner, director de la redacción de la página web La Tribune de l’Art.

Realizadas por los grandes joyeros de la época, como Nitot, Lemonnier o Paul-Alfred Bapst, estas joyas combinan diamantes, perlas y piedras preciosas para crear composiciones espectaculares. El collar de zafiros está compuesto por ocho piedras preciosas de color azul noche y 631 diamantes, y el collar de esmeraldas tiene 32 esmeraldas y 1138 diamantes, según indica el Louvre en su página web.

A pesar de su antigüedad, la mayoría de estas joyas llegaron al Louvre en las últimas décadas.

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Collar de esmeraldas de la reina Marie-Louise (Foto: gentileza RMN-GP/J.-G. Berizzi).

Collar de esmeraldas de la reina Marie-Louise (Foto: gentileza RMN-GP/J.-G. Berizzi).

De las ocho piezas robadas, siete se adquirieron desde 1985, incluidas dos que se vendieron en la subasta de las joyas de la corona de 1887.

El conjunto de esmeraldas se adquirió en 2004 gracias al fondo del Patrimonio y a la Sociedad de Amigos del Louvre.

El collar de zafiros de María Amelia se adquirió en 1985, y la diadema de la emperatriz Eugenia y su gran broche pasaron a ser propiedad del museo en 1992 y 2008.

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Un tesoro “invendible” en su estado

Son joyas de un “valor patrimonial inestimable”, según el Ministerio de Cultura. “Son inestimables desde el punto de vista patrimonial. Sin embargo, su precio es perfectamente estimable”, advierte Rykner.

“El término adecuado es invendible”, precisó Meylan. De hecho, revender estas joyas catalogadas y perfectamente identificadas en su estado actual es imposible, precisó.

Dos jóvenes se toman una selfie frente a la ventana por la que ingresaron los ladrones al Louvre. (Foto: REUTERS/Benoit Tessier).

Dos jóvenes se toman una selfie frente a la ventana por la que ingresaron los ladrones al Louvre. (Foto: REUTERS/Benoit Tessier).

En este contexto, los expertos alertan sobre el riesgo de despiece de estas obras históricas, cuyas piedras y perlas podrían ser desmontadas y reutilizadas para fabricar otras joyas.

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“Si no se recuperan estas joyas muy pronto, desaparecerán, seguro”, insistió Meylan.

“La policía sabe que en las próximas 24 o 48 horas, si no atrapan a estos ladrones, esas piezas probablemente desaparecerán”, declaró a la BBC Chris Marinello, director ejecutivo de Art Recovery Internationalmedio. “Puede que atrapen a los delincuentes, pero no recuperarán las joyas”.

El Louvre permanece cerrado tras el robo. (Foto: REUTERS/Benoit Tessier).

El Louvre permanece cerrado tras el robo. (Foto: REUTERS/Benoit Tessier).

Marinello dijo que los ladrones probablemente romperán las piezas, fundirán cualquier metal valioso y tallarán de nuevo las piedras preciosas, ocultando así la evidencia del crimen. Señaló además que sería difícil vender las joyas si se conservan intactas

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“Ahí es donde el tesoro se vuelve inestimable. Corremos el riesgo de perder fragmentos de la historia de Francia”, coincidió Pierre Branda.

Louvre, Francia, París, Robo, Joyas

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Trump pick for religious freedom envoy visits Holy Land, cites strong US-Israel bond

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On his visit to Israel this week, Ambassador-Designate for International Religious Freedom Mark Walker said meeting families of hostages and survivors of Hamas captivity left him «overwhelmed,» reaffirming what he called the «spiritual and historic bond» between the United States and Israel.

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Walker, a former Republican congressman and Baptist pastor from North Carolina, was nominated by President Donald Trump to serve as the nation’s top global envoy for religious liberty. He will officially assume the post once confirmed by the Senate, becoming the seventh American to hold the role since it was created by Congress in 1998.

His visit to Israel, he explained, was driven by both friendship and timing. «All these other historic landmark agreements are happening the same week we’re here,» Walker said. «It’s been amazing to see the excitement — literally banners hanging from buildings and parks thanking President Trump for his ongoing efforts and the strength he’s shown to drive the region toward peace

VANCE WARNS HAMAS AS GAZA PEACE PLAN’S CIVILIAN MILITARY COOPERATION CENTER OPENS

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Ambassador-Designate Mark Walker, center, visits the Western Wall in Jerusalem, Israel, in October 2025. (Warren Cohn)

Walker said he was particularly moved by his meetings with hostage families.

«I was overwhelmed to spend some time with Keith Siegel, who endured 483 days of captivity and torture, and with Ruby Chen, whose son, Itay, was killed by Hamas — his body still not returned,» Walker said. «To hear the passion in Ruby’s voice, to see his perseverance, it’s overwhelming. In America, we’re watching this from a distance. But being here on the ground, seeing how the community has banded together to stand up for these hostages — alive or dead — has impacted me in a different manner.»

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The experience, he said, deepened his appreciation for Israel’s resilience. «The people of Israel have stood resiliently in the face of evil,» he said. «Their faith and courage remind the world what strength looks like.»

With U.S. officials visiting Israel to monitor the fragile ceasefire, Walker said he remains confident in the administration’s leadership.

Mark Walker meets former hostage Mark Walker, and Ruby Chen.

Ambassador-Designate Mark Walker for religious freedom with freed hostage Keith Siegel and Rubi Chen, father of hostage Itay Chen. (Warren Cohn)

ISRAEL IDENTIFIES 2 HOSTAGES RETURNED FROM GAZA AS RESIDENTS OF SAME KIBBUTZ

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«I have no confidence in Hamas based on their history,» he said. «But I have great confidence in President Trump and what he’s doing. He’s committed to peace and showing it with his actions — sending Vice President Vance, Jared Kushner and Steve Witkoff here this week.»

He also praised Secretary of State Marco Rubio for advancing the administration’s diplomatic agenda. «This isn’t a photo opportunity,» Walker said. «It’s a real plan for long-term stability.»

When asked how he views Israel’s importance, Walker reflected on his years in Congress.

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«I think historically, we’ve had a long-standing relationship of supporting each other through times of peril as well as times of success,» he said. «Certainly, military and business relationships, but from a spiritual standpoint, America was founded on Judeo-Christian principles.»

He added, «When you sit in the House chamber where President Trump gives the State of the Union, there are 22 or 23 philosophers — great men of genius — depicted above. But there’s only one historical figure looking directly at the speaker’s rostrum, and that’s Moses. That tells you a lot about the spiritual connection that binds our two countries.»

Trump sitting and listening as Netanyahu speaks at the Knesset

Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu addresses the Knesset as President Donald Trump and Amir Ohana, speaker of the Israeli Knesset, look on at the Knesset, Israel’s parliament, Monday, Oct. 13, 2025 in Jerusalem.  (Chip Somodevilla/Pool via AP)

When asked about criticism from some within the evangelical community regarding its close alignment with Israel, Walker said he welcomes open discussion but rejects efforts to undermine the partnership. «I don’t have a problem with anyone questioning — we ought to be able to defend those relationships,» he said. «But when you see some of the talk lately that aims to degrade that relationship, maybe for personal gain or attention, I do have a problem with it, and I think it needs to be condemned.»

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He added that such views are far from mainstream. «The evangelical communities that I’m part of — and I happen to be a member of the largest Protestant organization in the United States — don’t have those issues,» he said. «There may be some who are loosely affiliated and use that kind of rhetoric, but the overwhelming majority of evangelicals in America applaud and encourage the relationship we have with Israel.»

Attendees at the Christians United for Israel conference in Virginia.

Attendees wave Israel and the United States flags at the Christians United for Israel (CUFI) summit on July 17, 2023 in Arlington, Virginia. GOP presidential hopefuls for 2024 are making their cases before the pro-Israeli group.  (Photo by Anna Moneymaker/Getty Images)

On his new role, Walker said the mission was deeply personal.

«When President Trump reached out and asked us to serve as the ambassador for International Religious Freedom — that’s a global position — it was humbling,» he said. «The responsibility is to advocate for people of all faiths, especially in places where they’re persecuted or punished by blasphemy laws.»

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EVANGELICAL LEADERS PRAISE TRUMP’S CONTINUED SUPPORT FOR ISRAEL AMID WAR WITH IRAN

Walker said he is already building relationships with governments and faith leaders to prepare for his official role advising both President Trump and Secretary Rubio.

«Our job is to engage, expose and eradicate atrocities — whether it’s Christians in Nigeria being massacred, Druze in Syria targeted or rising antisemitic behavior worldwide,» he said. «The United States must remain the beacon of hope for religious freedom. We’re the only country that has it written into law.»

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He added that Israel’s example of tolerance stands out in the Middle East. «Christians should be able to live peaceably, share their faith and worship without fear,» he said. «The fact that Israel allows that in a region where so many others don’t is meaningful.»

Trump holding up signed agreement for peace in Gaza.

U.S. President Donald Trump holds the signed agreement of the first phase of the Gaza ceasefire between Israel and Hamas, in Sharm El-Sheikh, Egypt, October 13, 2025. (Reuters)

Walker said he plans to «push back wherever persecution exists — whether through diplomacy or by urging governments to repeal blasphemy and anti-conversion laws.»

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He concluded, «President Trump is the only president in American history who called a global conference on religious liberty at the United Nations,» Walker said. «That sent a message across the world — that faith matters, that freedom matters. What we see here in Israel is that same spirit of courage, and it reminds us why this partnership, rooted in faith and freedom, must endure.»



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Coast Guard surges to Rio Grande in new border security mission, Operation River Wall

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The Coast Guard is bolstering its forces along western Texas’ Rio Grande to support President Donald Trump’s border security mission as part of a «surge operation,» according to the service. 

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Trump declared a national emergency at the border in January, and his administration stood up Joint Task Force Southern Border in March to allow troops under the Department of War to assist with the Department of Homeland Security’s border mission. 

Dubbed Operation River Wall, the Coast Guard deployment aims to counter the influx of drugs into the U.S., and to deter and interdict illegal immigrants along the 260-mile stretch of the river that is part of the U.S. border, the service announced Monday. 

The Coast Guard said it is dispatching additional response boats, shallow watercraft, command and control assets, and tactical teams to the area to support the operation. 

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WATCH: COAST GUARD SEIZES COCAINE, SUSPECTED NARCO-TERRORISTS IN PACIFIC VIPER RAID

Secretary of Homeland Security Kristi Noem, right, pilots a U.S. Coast Guard response boat-small with the Maritime Security Response Team in San Diego, March 16, 2025. (Alex Brandon/Pool/AFP via Getty Images)

The service said it is leading operations it is conducting alongside U.S. Customs and Border Protection and the Department of War under U.S. Northern Command to advance Trump’s border priorities. 

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«U.S. Coast Guard is the best in the world at tactical boat operations and maritime interdiction at sea, along our coasts, and in riverine environments,» Adm. Kevin Lunday, acting commandant of the Coast Guard, said in a Monday statement. «Through Operation River Wall, the Coast Guard is controlling the U.S. southern border along the Rio Grande River in eastern Texas.»

COAST GUARD BURNS, SINKS SUSPECTED ‘DRUG BOAT,’ APPREHENDS 7 ALLEGED DRUG SMUGGLERS: VIDEO

A Coast Guard member seen wrapping bails of illegal drugs on a ship.

A Coast Guard crew member assigned to Coast Guard Cutter Diligence wraps bails of illicit narcotics during a drug offload at Coast Guard Sector St. Petersburg, Florida, Sept. 22, 2025. (Petty Officer 1st Class Riley Perkofski/Coast Guard)

It’s unclear exactly how many Coast Guard personnel and assets are involved in Operation River Wall, and the Coast Guard did not provide specifics, citing operational security concerns. 

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«We are deploying a range of assets, personnel, and equipment appropriate to maximize coverage of the Rio Grande River,» Coast Guard spokesperson Lt. Cmdr. Steve Roth said in a Tuesday statement to Fox News Digital. «Due to operational security concerns, we cannot provide specific details about deployment numbers or specific locations.» 

However, the Coast Guard announced in March it was beefing up its operational presence along the southwest border for border security operations. Between January and March, the Coast Guard Southwest District announced it tripled its forces there. 

The Pentagon said in July that roughly 8,500 troops are assigned to Joint Task Force Southern Border to provide backup to the Coast Guard and Border Patrol, and have been tasked with responding to security threats along the border. 

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COAST GUARD OVERHAUL TAKES OFF AMID TRUMP ADMINISTRATION’S IMMIGRATION, NARCOTICS CRACKDOWN

Operation Pacific Viper

Coast Guard Cutter Seneca interdicted 5,500 pounds of cocaine northeast of the Galápagos Islands on Sept. 10, 2025, as part of Operation Pacific Viper. (Department of Homeland Security)

The Coast Guard has launched several high-profile operations in recent months. For example, the service kicked off Operation Pacific Viper in August — a joint effort between the Coast Guard and Navy aimed at countering the influx of illegal drugs to the U.S. as part of Trump’s larger effort to crack down on drug cartels.

So far, the Coast Guard has confiscated 100,000 pounds of cocaine in the Eastern Pacific Ocean since August, averaging 1,600 pounds of cocaine daily, according to the service. 

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