INTERNACIONAL
Rubén Szuchmacher estrena su versión de “La gaviota” de Chéjov: “Me gustan los problemas grandes”

El hombre que sonríe y se entusiasma -con genuina pasión intelectual- en cada una de sus respuestas es un relevante personaje de la cultura argentina de los últimos cuarenta años. Actor, director, régisseur, docente y gestor teatral, Rubén Szuchmacher ostenta una considerable entidad en la escena teatral porteña pensada como un amplio abanico estético y estilístico, del teatro propiamente dicho a la ópera. Su labor como director teatral abarca puestas en escena de Shakespeare, Camus, Harold Pinter, Griselda Gambaro, Discépolo, Ibsen, Arthur Miller y la lista podría continuar. En el ámbito operístico, dirigió obras de Stravinsky, Verdi, Mozart y Leonard Bernstein. También aquí la enumeración podría continuar.
Ahora, a esa lista, hay que agregar a Antón Chéjov (1860-1904), el dramaturgo ruso también considerado un maestro del cuento moderno. “Un artista literario de precisión lacónica que indagó bajo la superficie de la vida, dejando al descubierto los motivos secretos de sus personajes”, define la Enciclopedia Británica.
“Lo tenía pendiente”, confiesa Szuchmacher en diálogo con Infobae Cultura, en los días previos al estreno de su versión (junto a Lautaro Vilo) de La Gaviota, que él también dirige, en el Teatro San Martín. A partir del viernes 26 de septiembre, la obra de Chéjov se pondrá en escena interpretada por Muriel Santa Ana, Diego Cremonesi, Juan Cottet, Carolina Kopelioff, Vando Villamil, María Inés Sancerni, Mauricio Minetti, Pablo Caramelo, Carolina Saade, Diego Sánchez White, Fernando Sayago, Alejandro Vizzotti y Jimena Villoldo.

De Chéjov, los equívocos alrededor de su obra, una falsa convocatoria a ir al San Martín a presenciar “una comedia para toda la familia” y los ecos de ese texto en el presente (incluida la mención a famoso tuitero caracterizado por la vulgaridad), versa esta entrevista: un Szuchmacher en estado puro.
—¿Por qué Chéjov? Tantos años después, ¿por qué sigue teniendo vigencia?
—Porque así como Shakespeare y Brecht, que son dos grandes amores que tengo, era un pendiente. Solamente había transitado Chéjov en una ópera cuando hice Tres hermanas de Péter Eötvös, un autor húngaro, en el Colón, en 2018. Era un autor que siempre leí, que siempre trabajé. ¿Por qué Chéjov? Porque me doy cuenta que es un autor escandalosamente maravilloso. O sea, la cantidad de teatro y literatura que hay ahí adentro es de otro orden. Y, sobre todo, me pareció que por el enfoque, por el tipo de trabajo que estoy haciendo (tratar de despojarlo de ese tratamiento finisecular que se le suele dar): como, bueno, casi “bucólico”. Detrás de eso lo que hay es un autor terriblemente inteligente y que, que todo el tiempo está haciendo trabajos sobre el lenguaje, sobre la literatura, sobre el teatro.
Creo que Chéjov, como le pasa a Shakespeare en alguna de sus obras o a Lorca, están muy atravesados por la doxa. O sea, hay mucha doxa sobre su obra, hay mucha gente que cree cosas y eso impide… Están cargadas de algo que las obras no tienen. En el caso de Chéjov, La gaviota “una terrible historia de chico que se suicida”, está atada a una especie de tragedia familiar. Y en realidad es una obra que habla de muchas obras literarias. Lo encontré leyendo cartas de él y me pareció la mejor definición, cuando él le cuenta a su editor algo así como: “Estoy escribiendo una obra que no tiene acción, que tiene mucha literatura y diez toneladas de amor”. Es impresionante porque es eso: unas personas que hablan todo el tiempo de que se aman, pero en realidad todo el tiempo la referencia es puramente literaria. Están todo el tiempo discutiendo sobre cuestiones artísticas y la obra contiene una tensión que no la vi nunca, que es la tensión entre el realismo y el simbolismo. Cuando Chéjov la escribe, está atravesado por esa tensión.
—¿Cómo la definirías, entonces?
—Es una comedia. Con un final trágico. Pero es una comedia. Y es más, termina con un remate de comedia, Esa frase final: “Saque de acá a Irina Nikolievna, porque Konstantin Gavrilovich se pegó un tiro”. Y termina (se ríe). Modernidad es una palabra rara en esto. Pero es casi un gesto vanguardista en un autor del que uno no espera vanguardia. Cortar una obra así, a cuchilla, es algo escandaloso. La obra tiene un nivel de fricción todo el tiempo con el sistema de escritura. La obra en largos tramos es, un grotesco ruso: gente que se pelea porque no le dan un caballo, ¿no? Está llena de artilugios, de personajes que recitan literatura. Y eso me resulta terroríficamente atractivo en un momento tan banal como este. Es una obra extraordinaria. Yo alguna vez quise hacer El jardín de los cerezos, y no pude… Son obras que requieren de teatros oficiales para poder ser hechas como la gente. A mí me gustan los problemas grandes, y los problemas grandes los tenés cuando podés hacer la obra en su totalidad. No hacer una versión, unas reducciones, digamos. Me gustan las obras laaargas, me gustan los desarrollos, por eso me gusta la ópera.
—Entonces ¿con qué versión nos vamos a encontrar?
—Con una versión muy divertida. ¡Vengan a divertirse en familia con La gaviota! Ese es el chiste que hacemos todo el tiempo, porque nos divertimos mucho… La bajada es esa. Es una versión muy divertida que rescata la condición de comedia que el propio autor le dio. Te estoy armando la nota, soy solidario con vos (se ríe). Te puedo contar todo lo que te conté primero para poder decirte ahora: “Mirá… Poné lo de la comedia porque vamos en coche”.

—¿Y qué crees que nos dice la obra en este presente que vivimos?
—¡Dios mío! Ahora voy a decir que no es una comedia… Yo tomé una decisión en la puesta que me parece muy significativa, que es trabajar con 4 actores muy jóvenes haciendo los personajes jóvenes. Me parece que es un dato importante: los 4 actores, digamos, las 2 chicas y los 2 chicos que fueron elegidos, son un gesto de la puesta, de lo que yo quería hacer. Lo que me está pasando, lo que me conmueve -sobre todo por haber tomado esta decisión de tomar actores que están entre los 23 y los 25, 26 años, que tienen la edad de los personajes- es que la obra termina mostrando cómo los jóvenes son destruidos por los adultos.
Los jóvenes la pasan mal. Ya está, se nos fue la comedia al carajo… Arreglemos esta idea, tratemos de arreglar esto para no decepcionar ni tampoco mentir. Es una mirada sobre la tensión entre los adultos y los jóvenes. Está en la obra todo el tiempo, pero se refuerza mucho más cuando los que tengo como actores y actrices de los papeles jóvenes, son realmente jóvenes. Excelentes actores pero son jóvenes, cuando la tradición que se ha tenido en este país es que la hicieron actores de 40 (creo que cuando la hizo Julio Chávez con Augusto Fernandes en esa misma sala, ya tenía como 39, 40 años). Ahora la está haciendo un pibe de 25.
—¿Y esos jóvenes de Chéjov cuanto tienen que ver con los jóvenes de hoy, hay una conexión crees?
—En rigor de verdad lo que les pasa a esos jóvenes es un poco más interesante que lo que les pasa a los jóvenes enojados de ahora. A los enojados de ahora les pasa eso porque son ignorantes. Ignoran las leyes de la sociedad, los caminos del arte y de la política. Entonces solo se indignan porque algo no se les da. Y toman decisiones equivocadas. Digo, frente a la indignación, uno puede tomar una decisión para un lado o para el otro. No tienes por qué tomar la decisión del daño. En la obra, no. Hay uno que es un maestro, hay una chica que no sabe muy bien cuál es su destino pero que tiene una mirada poética de su dolor. Hay alguien que escribe, pero siente que su escritura es rara, Hay una chica que quiere ser actriz. No son el gordo Dan.
La obra muestra también cómo estos jóvenes no tienen un lugar, no se sabe cuál es el lugar que tienen. Es un lugar que está sostenido sobre otras ideas y se enamoran de las personas equivocadas, etc. No es esta vulgaridad en la que vivimos. Nosotros vivimos en una vulgaridad. Como dice Nina en un momento: “¡Qué grosera que es la vida!”.
*La gaviota, de Antón Chéjov. Traducción: Alejandro Ariel González. Versión: Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo. Dirección Rubén Szuchmacher. Funciones: Miércoles a sábados, 20.30 hs. Domingos, 19.30 hs. Sala Casacuberta del Teatro San Martín.
[Fotos: Gustavo Gavotti; Gastón Taylor]
INTERNACIONAL
Chile impulsa un proyecto de cable submarino con China que pone en alerta a la región

Chile avanza silenciosamente en un proyecto de infraestructura digital que podría tener implicaciones profundas para la soberanía de datos en América Latina. Se trata del llamado “Chile–China Express”, un cable submarino propuesto que conectaría las costas chilenas con Hong Kong. Aunque a simple vista podría parecer un emprendimiento técnico más en la expansión global de las telecomunicaciones, lo cierto es que este plan se diferencia por la opacidad con la que se lo ha manejado y por los riesgos que se desprenden de la legislación china en materia de seguridad cibernética e inteligencia. La discusión trasciende los límites de Chile, pues cualquier país que interconecte sus redes con ese tendido quedaría expuesto a las obligaciones que empresas chinas mantienen con el Estado de Pekín.
La pregunta de fondo es por qué Chile necesitaría otro cable transpacífico cuando ya se encuentra en marcha el Humboldt, un proyecto desarrollado por Google junto con la empresa estatal Desarrollo País y la Oficina de Correos y Telecomunicaciones de la Polinesia Francesa. El Humboldt, cuya traza conecta Valparaíso con Sídney pasando por Tahití, fue anunciado públicamente, con cronograma, inversión y socios claramente identificados.
En contraste, el Chile–China Express aparece en registros de la industria como una iniciativa “en progreso” a cargo de Inchcape/ISS, con escasa información disponible sobre su financiamiento, consorcio y términos contractuales. La ausencia de convocatoria abierta y el bajo nivel de transparencia constituyen la primera señal de alarma.
El problema central es que no se trata de un cable cualquiera, sino de un proyecto que coloca a China en posición de controlar nodos de transmisión estratégica. Desde 2017, China cuenta con un marco legal que obliga a empresas y ciudadanos a cooperar con los servicios de inteligencia. La Ley de Ciberseguridad (CSL) establece requisitos de almacenamiento local, auditoría y transferencia de datos para operadores de infraestructura crítica.

A su vez, la Ley de Inteligencia Nacional exige la colaboración activa de cualquier empresa, dentro y fuera del país, con las actividades de inteligencia del Estado. En la práctica, esto significa que datos que circulen por infraestructura gestionada por empresas chinas pueden ser puestos a disposición de Pekín sin que los usuarios ni los Estados interconectados tengan forma de impedirlo.
En el caso de Chile, la vulnerabilidad no se limita a su territorio. Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Perú o Ecuador podrían ver parte de su tráfico enrutado por el Chile–China Express. La naturaleza transnacional de los cables convierte a este proyecto en un asunto regional y no solo doméstico. Así como las decisiones de endeudamiento de Ecuador en la década pasada tuvieron consecuencias en toda la cuenca del Pacífico, pues influyeron en los flujos de petróleo hacia Asia–Pacífico, el control chino de la infraestructura digital en Chile podría comprometer la seguridad de datos de millones de latinoamericanos.
La opacidad no es nueva en los acuerdos con China. Un estudio de AidData analizó más de un centenar de contratos de deuda con países de América Latina y África y concluyó que incluyen cláusulas de confidencialidad extraordinarias, restricciones de divulgación y garantías de pago por fuera de los mecanismos multilaterales como el Club de París. Infobae documentó cómo, en Ecuador, los préstamos chinos estaban respaldados en la entrega de crudo y contenían condiciones poco usuales que limitaban la transparencia. El patrón es claro: la política exterior china recurre al secretismo como herramienta para blindar sus intereses.

A la dimensión jurídica se suma la dimensión de inteligencia. Informes de Safeguard Defenders han documentado la existencia de más de 50 “estaciones de policía” chinas en el extranjero, incluidas algunas en América Latina. Estas oficinas, presentadas como centros de servicios para ciudadanos chinos en el exterior, han sido denunciadas por operar como mecanismos de vigilancia y coerción sobre la diáspora, en ocasiones presionando a personas a regresar a China bajo amenazas. Varios gobiernos de Europa y América han abierto investigaciones. El cable submarino, en ese contexto, no puede analizarse de manera aislada: forma parte de un ecosistema de herramientas de control extraterritorial que combina infraestructura digital, presencia física y presión diplomática.
El discurso de las autoridades chinas suele presentarse en clave de beneficio económico inmediato. Inversiones en plantas industriales, promesas de generación de empleo y transferencia de tecnología acompañan a estos proyectos. Pero la experiencia chilena muestra que muchas de esas promesas se han quedado en el papel. En 2021, se anunciaron inversiones de la farmacéutica Sinovac en Antofagasta y Santiago, así como proyectos de BYD y Tsingshan para instalar plantas de baterías de litio. Años después, ninguno de esos planes se ha concretado plenamente; algunos han sido suspendidos, otros retirados. Reuters y El País han confirmado que al menos dos de esas iniciativas fueron canceladas o congeladas.
En contraste, los proyectos gestionados con empresas occidentales han mostrado mayor transparencia en su ejecución. El Humboldt de Google, con cronograma claro y participación de entidades estatales chilenas, ilustra una forma distinta de negociar, más cercana a los estándares internacionales de gobernanza. Esto no significa que los cables controlados por actores occidentales estén exentos de riesgos, pero sí que sus condiciones contractuales han sido más accesibles para el escrutinio público.
El debate sobre el Chile–China Express toca además un punto crucial: la gobernanza digital. Al igual que en las decisiones de endeudamiento externo, las democracias deben decidir si aceptan acuerdos que limitan su capacidad de control sobre sectores estratégicos. La transparencia es el primer requisito para tomar decisiones informadas, y su ausencia es el síntoma más evidente de que lo que está en juego no es solo conectividad, sino soberanía.
La Ley de Ciberseguridad de China (CSL) obliga a los operadores de infraestructura crítica a almacenar localmente los datos y a cooperar con las autoridades chinas en caso de solicitudes de seguridad nacional. Esto incluye el derecho del Estado a realizar auditorías y requerir la entrega de información.
En cambio, La Ley de Inteligencia Nacional es una norma que complementa la CSL al exigir que cualquier organización o ciudadano “apoye, asista y coopere” con la labor de inteligencia del Estado. La ley no distingue entre actividades domésticas y en el extranjero, lo que amplía el alcance de la obligación.

El Humboldt conecta Chile con Oceanía con socios identificados. El Chile–China Express aparece como proyecto en progreso con destino Hong Kong. La duplicidad de rutas hacia Asia, una con Estados Unidos y otra con China como actores principales, refleja la competencia geopolítica por controlar la infraestructura digital en la región.
El trasfondo es geoestratégico: para Pekín, la infraestructura digital es la nueva columna vertebral de su influencia global. El Decimocuarto Plan Quinquenal de Informatización Nacional lo establece de forma explícita: China aspira a dominar las telecomunicaciones mundiales, no solo como proveedor de equipos, sino como operador de los canales de transmisión . El cable Chile–China Express, más allá de su utilidad comercial, se inscribe en ese objetivo.
INTERNACIONAL
‘Kamala is brat’: Harris reveals how scripted her failed 2024 campaign was with star-studded events

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It took 27 drafts and coaching from «Barbie» director Greta Gerwig to perfect former Vice President Kamala Harris’ National Democratic Convention speech, Harris revealed in her book «107 Days.»
Harris’ book has pulled back the curtain on her short-lived presidential campaign, unveiling the celebrity cast of characters who boosted her campaign in public and behind the scenes.
«At 5:29 p.m., staff alerted me that the British singer-songwriter Charli XCX had posted: Kamala is brat. Brat was the title of her latest album and identified me with her brand: edgy, imperfect, confident, embracing. From then on, our rebranded Kamala HQ social media site was awash in her signature color, lime green, and posts supporting us used that color,» Harris wrote in her book, detailing the night former President Joe Biden suspended his reelection campaign.
As well as Charli XCX’s signature chartreuse filling Harris’ timeline, her presidential campaign quickly gained traction online as videos of Harris set to songs like Chappell Roan’s «Femininomenon» circulated on TikTok. But social media wasn’t the only medium Harris was honing in on, revealing in her new book that an Oscar-nominated director coached her through DNC speech prep.
KAMALA HARRIS MENTIONS MICHELLE OBAMA ONLY THREE TIMES IN 300-PAGE BOOK. HERE’S WHAT SHE SAID
Former Vice President Kamala Harris released her book «107 Days» about her short-lived presidential campaign on Tuesday, Sept. 23, 2025. (David Paul Morris/Bloomberg via Getty Images)
«I did twenty-seven drafts of my convention speech. I knew what was riding on it,» Harris said in her book.
Harris admitted that Gerwig, the «Little Women» and «Barbie» director, helped her rehearse. «When you speak about your family, see their faces,» Harris recalled that Gerwig had advised.
OBAMA, PELOSI, OTHER TOP DEMS RESISTED INSTANT HARRIS ENDORSEMENT CITING NEED TO ‘EARN IT,’ ‘HIKING’ EXCUSE
The former vice president also admitted to working with a professional voice coach.
«She was very serious about her job, but she wanted me to stand there and emit animal noises,» Harris said, explaining that she enlisted her team to join her in making «weird hums, grunts, and trills» to prepare for the DNC speech.

Musical artist Beyonce, right, and former Vice President Kamala Harris, left, embrace on stage during a campaign rally on Friday, Oct. 25, 2024, in Houston. (AP Photo/Annie Mulligan)
In the book, Harris said delegates at the convention wore T-shirts paying homage to her career or dissing President Donald Trump, and she said merchandise referencing Charli XCX’s «Kamala is brat» message was everywhere.
Weeks later with just a few days until Election Day, when Harris appeared on a podcast episode of «The Checkup with Doctor Mike,» Harris lamented that she was «ambushed by an unscheduled in-depth interview, with no notice, at the end of a nineteen-hour day.»
Harris said her team «knew I insisted on being well prepped, to inquire into the style of the show, the nature of the interviews the host did, the areas of likely questioning.» She said her team failed to give her a «briefing sheet so I could knock it out of the park.»
«What the f— was that?» the Democratic nominee said she asked her staff after the interview, while Grammy-winning artist Cardi B was delivering an introductory speech for Harris at a rally in Wisconsin.

Former Vice President Kamala Harris is seen as a guest on The Late Show with Stephen Colbert on July 31, 2025. (Scott Kowalchyk/CBS via Getty Images)
During Harris’ first rally in Atlanta after Biden dropped out of the race, she said Megan The Stallion was selected as the opener and Quavo as the introductory speaker as a way to «liven up» her solo campaign, «broaden the cultural appeal, and bring more creativity and fun.»
«There was a question about whether I should have any celebrities at my rallies,» Harris recalled in the book. «Did it seem too California, too Hollywood?»
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Harris recognized Taylor Swift’s «thoughtful endorsement» on Instagram the night of her debate against Trump, when the «Eras Tour» star called herself a «Childless Cat Lady» in a nod to comments by Vice President JD Vance.
Throughout Harris’ 107-day campaign, she was endorsed by countless celebrities, many who campaigned for her against Trump, including Beyoncé, Oprah Winfrey, Eminem, Bruce Springsteen, Lizzo, Jennifer Lopez, Julia Roberts, Stephen Curry and Billie Eilish, to name a few.
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INTERNACIONAL
El plan de paz de Trump: quizás imposible, pero nunca más necesario

Conclusión
Opción
El plan
Cambios
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