POLITICA
A 55 años del asesinato de Aramburu: el día que Montoneros se dio a conocer y los misterios que aún persisten

Era el cuarto comunicado en pocas horas. El más escueto de todos. El más contundente.
Perón vuelve. Aramburu fue ejecutado a las siete de la mañana. Que Dios, Nuestro Señor, se apiade de su alma. ¡Perón o Muerte! ¡Viva la Patria! Montoneros.
Era su entrada en sociedad. La de Montoneros.
La respuesta fue inmediata. Onganía, el entonces presidente de facto, habló en cadena nacional. No dijo que odiaba a Aramburu, ni que temía que lo derrocara. Ese temor se había disipado hacía unas horas. Lo que dijo no sorprendió a nadie. Pareció, casi, un homenaje velado a Aramburu. Instaló la pena de muerte. Como 14 años antes había hecho el flamante fusilado.
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La pena de muerte, dijo, se aplicaría para casos de secuestros con homicidios o lesiones graves, ataques a unidades militares o policiales y uso de uniformes o insignias para cometer estos delitos. La ley tenía carácter retroactivo. Estaba hecha a la medida de los Montoneros.
Era el 1 de junio de 1970. Significó el punto de partida de la sangrienta década del 70. La manifestación explícita de una violencia que llegaba para instalarse de manera definitiva, que en los siguientes años escalaría de manera brutal, demencial, y finalizaría en los años más trágicos de nuestra historia con el terrorismo de estado haciendo estragos en la sociedad.
La última aparición pública de Pedro Eugenio Aramburu había sido un apenas disimulado acto de campaña. Había ido al cine. Al terminar la película, cuando se prendieron las luces de la sala, el público vio al general de pie aplaudiendo con fervor. La película contaba la historia de una dictadura militar, de sus asesinatos, de su impunidad, de sus censuras. Era Z de Costa-Gravas. Al general Aramburu, expresidente de facto, le gustaban las películas que denunciaban a las dictaduras (europeas). Desde que pretendía volver al poder.
La siguiente vez que apareció en los diarios fue a raíz de su secuestro y muerte.
El secuestro
Dos, Fernando Abal Medina y el Gordo Emilio Maza, entraron al departamento de la calle Montevideo al 1000. Los hizo pasar la esposa de Aramburu. Estaban vestidos como oficiales del ejército. Otro había quedado escondido en el palier, dispuesto a entrar en acción en por si surgía alguna complicación. Los demás esperaban apostados en la calle. Disfrazados. Uno de cura, otro de policía, la única mujer, Norma Arrostito, con excesivo maquillaje y peluca. No era carnaval ni una convención cosplay, ni el rezago de una fiesta de disfraces elegidos por alguien perezoso con los arquetipos más obvios de su tiempo: sacerdotes, policías, militares.
En esa casa de Barrio Norte estaban habituados a ese tipo de visitas. Políticos y militares acudían con regularidad. La esposa los hizo pasar, ofreció café (ninguno de los visitantes tocó la taza para no dejar las huellas dactilares) y bajó a hacer unas compras. La excusa de la visita quedó planteada apenas ingresó Aramburu, impecablemente vestido, al living: le ofrecían custodia. Luego de unos minutos de charla irrelevante, Abal Medina sacó el arma que llevaba bajo su pilotín militar. “Mi general, usted viene con nosotros”, le dijeron. Aramburu no se resistió.
Los que estaban en la calle respiraron aliviados cuando vieron salir a los cuatro. Uno de ellos, Maza, llevaba al secuestrado con un brazo por encima del hombro. El grupo cruzó la calle Montevideo con tranquilidad. Metieron a Aramburu dentro de un auto. Y arrancaron.
Se reagruparon detrás de la Facultad de Derecho, cambiaron de auto y emprendieron camino hacia Timote, la localidad en la que la familia Ramus tenía una quinta, La Celma. El lugar alejado que los jóvenes habían elegido como sede del secuestro. El viaje fue largo, ocho horas, el doble de lo que se tardaba habitualmente. Querían evitar retenes policiales y eligieron rutas alternativas y caminos de tierra. Aramburu permaneció en silencio, sin hacer preguntas, sentado en la parte de atrás de una camioneta y con los ojos tapados. En algún momento escucharon que la radio difundía un rumor que corría por la ciudad: Aramburu había desaparecido de su hogar, los trascendidos hablaban de un posible secuestro.

El relato de los hechos se publicó cuatro años después en el último número de La Causa Peronista. En letras catástrofes sobre un llamativo fondo naranja la tapa vendía: Cómo murió Aramburu. Los Montoneros ya eran conocidos por todos. Los nombres de varios de sus integrantes también. Del grupo original, de los que habían participado en la Operación Pindapoy -así llamaron a ese hecho fundacional para ellos-, quedaban pocos. La agrupación había pasado a la clandestinidad a pesar del gobierno democrático, un gobierno por el que ellos habían hecho campaña y habían aspirado a integrar. El relato es impresionante (en todas sus acepciones). Es un testimonio directo de los participantes en el secuestro y ejecución de Aramburu, Norma Arrostito y Mario Firmenich. Cuentan paso a paso la operación, los detalles que nunca habían salido a la luz. Es su versión de los hechos, de sus causas y sus consecuencias. Fue el acto iniciático de la agrupación y debía tener su versión oficial, canónica. Lo bautizaron Operativo Pindapoy. Cuatro años después, en la versión épica que transmiten, ya lo llaman Aramburazo.
Timote y el juicio revolucionario
Mientras los Montoneros llegaban a Timote, la mujer de Aramburu comenzó a sospechar que algo raro había pasado. El marido había dejado plantado a alguien que debía reunirse con él, se había ido sin decir dónde ni cuando regresaba, algo inusual en él, sin afeitarse y no había usado su propio auto. El portero del edificio le contó que se había retirado con tres hombres. Ella volvió a preguntar si estaba seguro porque a su casa sólo habían ingresado dos. El encargado ratificó lo dicho y le contó con detalles cómo el general se había sentado en la parte de atrás del automóvil flanqueado por dos de los jóvenes vestidos con uniforme militar.
Al departamento fueron llegando amigos militares e influyentes. Consideraron todas las opciones posibles. Onganía, tambaleante y enfrentado a Aramburu, era el principal sospechoso. Decidieron dar a conocer la desaparición. La noticia sorprendió a sus viejos camaradas y los altos mandos del gobierno que, casualmente, por ser el Día del Ejército, se encontraban todos juntos en una celebración. El gobierno debió reconocer que Aramburu había sido secuestrado, informaron que habían dispuesto de todos los recursos para dilucidar el hecho pero debió reconocer que todavía no tenían idea quiénes podían ser los responsables. La desorientación inicial de los investigadores se explicitó en sus primeras líneas de pesquisa. Al leer el comunicado N°1 detuvieron e interrogaron a un grupo folclórico que se llamaba Montoneros y a la hija del Gral. Valle (porque los Montoneros se bautizaron como Comando Gral. Valle). Una investigación literal. O quizá haya sido borgeana: el nombre es arquetipo de la cosa.
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Apenas llegaron a la casa, los Montoneros sentaron a Aramburu en una cama y le informaron: “General, usted está detenido por una organización revolucionario peronista que lo va a someter a un juicio revolucionario”. “Bueno”, contestó el detenido. Aramburu se debe haber sorprendido, hasta ese momento debía creer que estaba siendo prenda de la interna militar que él había trenzado, encendido. Lo único que no le terminaba de cerrar era la juventud de sus captores y su evidente falta de experiencia.
Aramburu estaba tranquilo. “Si estaba nervioso, se controlaba”, dice el texto pergeñado por Firmenich y Arrostito. Le sacaron fotos, sin corbata ni saco. No salieron. Se rompió el rollo.
Le hacían tres cargos. Los fusilamientos del 56, el golpe militar que él preparaba y el robo del cadáver de Evita. En las respuestas, al principio, abundaron los “no sé” y los “no me acuerdo”. Después, las afirmaciones, las excusas y las desmentidas, según el caso. “Y bueno, nosotros hicimos una revolución, y cualquier revolución fusila a los contrarrevolucionarios”, dijo finalmente sobre el fusilamiento de Valle.
Sobre el destino del cadáver de Eva se negó a hablar. Adujo razones de honor. Les aseguró que había recibido cristiana sepultura. Dio su palabra de honor de hacer aparecer el cadáver en el momento oportuno. Sus captores insistieron en que revelara el lugar dónde estaba. Pidió que apagaran el grabador. En Roma, bajo la custodia del Vaticano. Y se excusó de seguir hablando. Su honor se lo impedía. O mintió o de verdad no sabía el sitio exacto porque después se supo que Eva estaba en un cementerio de Milán bajo un nombre ficticio. A la noche pidió papel y lápiz. Escribió “con letra temblorosa”.
Mientras tanto los Montoneros habían dado a conocer los comunicados iniciales informando del secuestro y dándose a conocer, haciendo su definitiva entrada en la vida pública argentina. Sorprendió que en el primero no exigieran rescate ni pusieran condiciones. Eso permitió -en una actitud típicamente argentina- que muchos se hicieran pasar por ellos y exigieran altas sumas de dinero y la liberación de diferentes grupos de detenidos para intentar sacar provecho de la falta de información fidedigna. El segundo comunicado, entonces, fue aclaratorio, una muestra de autenticidad. Negaron pedir algo a cambio del expresidente y para que supieran que era verdad que ellos eran los que lo retenían inventariaron las pertenencias que llevaba encima: lapiceras, trabas de corbatas y otras menudencias.
En esos primeros comunicados -y en la mayoría de los movimientos de esos días- estos jóvenes que promediaban los 23 años ya mostraban la manera en que se conducirían después y develaban, acaso de manera inconsciente, su background (grupos católicos, nacionalistas, formación en liceos militares). Había lenguaje castrense, alocuciones a Dios, la sentencia Perón o Muerte cerrando cada mensaje. Unos modos marciales (y mesiánicos) que los acompañarían hasta el final. También el uso -al igual que los gobiernos totalitarios- de eufemismos: expropiaciones por robos, ajusticiamiento por asesinatos y así.
La ejecución
A la mañana siguiente le anunciaron que el tribunal iba a deliberar. El tribunal, naturalmente, eran sus mismos captores. Lo ataron a la cama. Aramburu no hablo más. Horas después, Abal Medina le comunicó la sentencia. “General, el Tribunal lo ha sentenciado a la pena de muerte. Va a ser ejecutado en media hora”. Lo desamarraron de la cama y le ataron las manos en la espalda. Pidió que le ataran los zapatos. “Lo hicimos”, dice el escrito de La Causa Peronista. Algún montonero se arrodilló frente a él y le ató los zapatos. Una singular figura. No le concedieron afeitarse ni la presencia de un confesor. Preguntó por el futuro de su familia. Le dijeron que se despreocupara.
Lo llevaron al sótano. “Ah, me van a matar en el sótano”.
Un pañuelo en la boca. La espalda contra la pared. Fernando Abal Medina frente a Aramburu. “General, vamos a proceder”.
“Proceda”, fue su última palabra.
Abal Medina le pegó tres balazos. Lo tapó con una manta.
“Ninguno se atrevió a destaparlo mientras cavábamos el pozo en que íbamos a enterrarlo”.
La irrupción de los Montoneros en la vida pública: las preguntas sin respuesta
Los Montoneros salieron a la luz con este asesinato. Aramburu muerto se convirtió en un símbolo de lo que no había sido en vida. Nadie sabe, en realidad, cómo murió Aramburu, ni por qué. Solo queda una persona con vida que lo puede decir, Mario Firmenich.

Contradiciendo la máxima de El Eternauta que tan en boga estuvo en el último tiempo: Firmenich es la más cabal prueba de que no siempre es cierto eso de que “nadie se salva solo”. Es el único miembro fundador y jefe máximo de la organización a partir de 1971 que no sucumbió ante la represión de las fuerzas militares ni siquiera en el Proceso (tampoco en la Contraofensiva: él no se dio a sí mismo la orden de regresar a combatir al país). Ramus, Abal Medina y Sabino Navarro murieron en enfrentamientos en los meses siguientes a la muerte de Aramburu.
Con los años, Firmenich no ha demostrado arrepentimiento por el crimen, ni por haber elegido (casi forzado) la vía violenta. Apenas obtuvo el indulto de Menem en una entrevista con Bernardo Neustadt dijo: “A Aramburu lo juzgó el pueblo. No fuimos nosotros. Nosotros solo ejecutamos esa decisión”.
Lo contado es la versión que los ejecutores quisieron dar. En 1974, ya enfrentados con Perón y a punto de entrar en la clandestinidad, un momento coyuntural crítico. Sin embargo, el relato es el que fijó la actitud de Aramburu frente a la muerte. Digna y serena. Lo mató una organización revolucionaria. Y ella narró su muerte. En la acusación y en la prosecución de los hechos están las causas. La principal, la venganza. Fusilamiento contra fusilamiento. Ocultamiento de cadáver contra ocultamiento de cadáver. Esa venganza que, como sostiene Beatriz Sarlo, “hubiera quedado perfecta si la policía no hubiera descubierto el cadáver de Aramburu y, en consecuencia, si la posesión del cadáver daba a los Montoneros un arma de negociación para recuperar el de Eva Perón”.
Montoneros relata los hechos cuatro años después. Es su acto fundante. Y la publicada en La Causa Peronista su versión canónica. El relato sorprende por lo que dice y por todo aquello que deja entrever. Aunque es solo eso: un relato. De una muerte real. ¿Cuánto hay de veraz en él? En ese relato de unos jóvenes que se arrogaron la representación popular y asesinaron a un militar golpista, que por esos tiempos se disfrazaba de democrático.
Onganía, que aspiraba a una presidencia sin plazos, casi eterna, cayó a los 15 días que se conociera el comunicado de la ejecución (con el tiempo se dijo que su gobierno tuvo algo que ver con el secuestro pero no pudo ser probado más allá de la evidente lentitud de la investigación durante las primeras horas). El cadáver de Aramburu fue encontrado casi 50 días después del secuestro. Los Montoneros habían tratado de copar el pueblo cordobés de La Calera -por el cual habían desarrollado una obsesión: habían robado el banco el año anterior-, la operación salió mal y tuvieron bajas y delaciones. Hallaron el cuerpo de Aramburu enterrado bajo el sótano de la casa.

A fines de 1974, unos meses después de la publicación del relato oficial de la agrupación en La Causa Peronista, un comando montonero liderado por Paco Urondo robó los restos de Aramburu del cementerio de Recoleta.
El episodio sigue generando atracción. Y no solo en el campo de la historiografía académica que se dedica a indagar en los años setenta. En los últimos años fue tratado en novelas (Timote de José Pablo Feinmann), investigaciones periodísticas (Aramburu de María O’Donnell), ensayos (La Pasión y la Excepción de Beatriz Sarlo) y hasta películas (Secuestro y Muerte de Rafael Filipelli con guión de Beatriz Sarlo, Mariano LLinás y David Oubiña), entre muchas otras creaciones.
Los hechos de Timote -y sus misterios- todavía le hablan a la sociedad argentina.
Montoneros, Años 70, Mario Firmenich
POLITICA
Se abre camino el criterio del Tribunal Superior porteño para calcular los intereses en accidentes laborales

El criterio fijado por el Tribunal Superior de Justicia porteño para fijar los intereses en los juicios por accidentes de trabajo comenzó a abrirse camino entre los jueces laborales de primera instancia y en abierto desafio a la Cámara Laboral, que se resiste.
Es que la Cámara Laboral se pronunció en contra del fallo de la Corte Suprema de Justicia (caso Levinas) que estableció que el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) porteño es la máxima instancia de apelación de las causas de la justicia nacional civil, laboral, comercial, y penal, lo que fue interpretado como un avance del traspaso de los jueces nacionales a la Ciudad.
Ahora, en desacuerdo con la Cámara, que en en algunas salas fija criterios de ajuste desproporcionados -lo que mereció que la Corte le llamara la atención en dos ocasiones-, los jueces de primera instancia empezaron a fallar según el criterio de la “Corte” de la Ciudad.
El primer fallo fue el del juez laboral Alberto Calandrino, del juzgado de Primera Instancia del Trabajo N° 35. El magistrado resolvió un planteo vinculado a la actualización e intereses aplicables a una indemnización en un accidente laboral, alineando su decisión con el último precedente del Tribunal Superior de Justicia porteño.
El fallo de Calandrino movilizó a sus colegas de primera instancia, que activaron el chat de jueces laborales. El jueves de la semana pasada, algunos inquietos, promovieron realizar una reunión por zoom para unificar criterios.
El encuentro tuvo lugar este mediodía y allí hubo tres sectores bien definidos: algunos jueces laborales, más cercanos al kirchnerismo, se mantuvieron en su posición e ignoraron el criterio del TSJ; otros, más moderados, se mostraron dispuestos a avanzar con el nuevo criterio; un tercer grupo aún no tomó una decisión y está abierto a seguir escuchando.
La idea que primó entre los jueces, dijeron fuentes judiciales, es que la escucha en común los llevará a buscar en forma conjunta algún camino consensuado.
La causa que movilizó a los jueces de primera instancia es “Coll Mallorca, César Augusto c/ La Segunda ART SA s/ Recurso Ley 27.348”, donde se debatió la determinación de la incapacidad del trabajador y la forma de calcular los intereses sobre la indemnización.
Calandrino destacó que, tras el fallo Levinas, de la Corte Suprema de Justicia, el TSJ es el órgano competente para entender en los recursos extraordinarios de la Justicia Nacional ordinaria con asiento en la Ciudad. Y que si bien no es un principio absoluto, los tribunales inferiores “deben conformar sus decisiones a las sentencias de la Corte cuando estas fijan la interpretación de una norma federal”.
“De esta forma, como Juez a cargo de un Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo, de no considerar lo resuelto por el más Alto Tribunal de la Argentina, estaría dilatando el proceso, y perjudicando al Justiciable”, agregó. Y así propuso que el monto de condena debe llevar desde la exigibilidad del crédito (6/1/2024) un interés equivalente a la tasa de variación de las Remuneraciones Imponibles Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE), como lo dispuso Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad.
Sobre este último punto, Calandrino mencionó la causa “Boulanger, Roberto Eduardo c/ Provincia ART SA s/ Recurso Ley 27.348″, en la que el TSJ revocó un fallo de la Cámara Laboral (Sala VIII) y dispuso que las indemnizaciones deben actualizarse de conformidad con lo establecido en el inciso 2º del artículo 12 de la Ley 24.557, y al texto del Decreto 669/19, es decir mediante un interés equivalente a la tasa de variación del RIPTE.
“De esta forma, como Juez a cargo de un Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo, de no considerar lo resuelto por el más Alto Tribunal de la Argentina, estaría dilatando el proceso, y perjudicando al Justiciable”, agregó el juez laboral.
El 1 de octubre pasado, el TSJ determinó el criterio de actualización de los juicios por accidentes laborales y dispuso que se aplique el RIPTE. La resolución del máximo tribunal porteño va a contramano de lo que venía sosteniendo la Cámara Nacional del Trabajo, un fuero en el que tienen peso e influencia los sindicatos peronistas.
El fallo del TSJ lleva la firma de los jueces Inés Weinberg, Luis Lozano, Marcela De Langhe y Santiago Otamendi. Con la disidencia de la jueza Alicia Ruiz. Así, el tribunal porteño debutó como la máxima instancia de apelación de todos los juicios laborales que se resuelven en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, como lo dispuso la Corte Suprema en el fallo Levinas.
Con este fallo laboral, el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad pone fin a la incertidumbre y a la dispersión de aplicación de intereses en los juicios por accidentes de trabajo que impera en la justicia laboral nacional. La aplicación del RIPTE implica que el ajuste que se hará en los juicios por accidentes de trabajo es inferior a los ajustes que venía aplicando la jurisprudencia de la Cámara del Trabajo.
Este criterio se replicará en más de 1000 causas similares que se encuentran en trámite ante el TSJ. El fallo marca el inicio de una nueva etapa en la jurisprudencia laboral porteña, al ser el primero en lo laboral, posterior al fallo en la causa “Ferrari, María Alicia c/ Levinas, Gabriel Isaías s/ incidente de incompetencia”.
En 2019, el Gobierno Nacional emitió el Decreto de Necesidad y Urgencia 669/19, que modificó la Ley de Accidentes de Trabajo y estableció que las indemnizaciones por accidentes tendrían un interés equivalente a la variación del índice RIPTE. Este índice mide la evolución de los salarios formales. El DNU fue remitido al Congreso, que nunca lo rechazó, por lo cual se encuentra vigente.
Sin embargo, muchos jueces laborales se negaron a aplicar ese DNU. Como resultado de esta decisión, hay diversos criterios judiciales para fijar los intereses de las indemnizaciones por accidente. Esto alarga los juicios y consagra notorias desigualdades entre los trabajadores beneficiarios, dependiendo de a qué juez o a qué sala le toque resolver su caso.
Tribunal Superior de Justicia porteño,el fallo Levinas,Conforme a
POLITICA
Dónde voto en las Elecciones 2025: cómo ver en WhatsApp la escuela y el número de mesa que te corresponde

El domingo 26 de octubre de 2025 se realizan las elecciones legislativas nacionales y, como suele pasar, muchos argentinos se preguntan: ¿dónde voto?. La respuesta ahora está al alcance de la mano y se puede obtener en segundos, gratis y desde cualquier lugar, al usar WhatsApp.
Gracias a un sistema oficial, consultar el Padrón Electoral por WhatsApp es más fácil que nunca. Así, cada ciudadano puede saber en qué escuela y mesa le toca votar, sin perder tiempo en buscar en listados impresos ni navegar por páginas web.
Leé también: Dónde voto: el padrón definitivo para las elecciones legislativas nacionales 2025
Dónde voto: cómo consultar el padrón de las elecciones 2025 por WhatsApp, paso a paso
El proceso es simple y está disponible para todos los electores. Solo hace falta tener WhatsApp instalado y seguir estos pasos:
1. Agendar el número del chatbot Vot-A
Primero, hay que guardar en la agenda el número +54 9 11 2455-4444.
2. Iniciar el chat
Mandá un mensaje, por ejemplo un simple “Hola”. El chatbot oficial, llamado Vot-A y desarrollado por la Cámara Nacional Electoral (CNE), te va a responder y ofrecer ayuda con todo lo que necesitás saber sobre las Elecciones Nacionales 2025.
3. Elegir la opción “¿Dónde voto?”
El asistente te va a mostrar un menú. Tocá en “Opciones” y seleccioná la alternativa “¿Dónde voto?”. Así, el sistema te guía para consultar el padrón.
4. Ingresar tus datos
El chatbot te va a pedir el número de documento (sin puntos ni espacios) y el género tal como figura en tu DNI (masculino, femenino o no binario). Con esos datos, el sistema busca tu información en el Padrón Definitivo.
5. Recibir la información
En segundos, Vot-A te responde con el lugar de votación, la dirección, el número de mesa y el número de orden. Todo llega en un mensaje de WhatsApp que podés copiar, reenviar o guardar con una captura de pantalla para tenerlo a mano el día de la elección.
Presentarte con el número de orden agiliza el trabajo de las autoridades de mesa y te permite votar más rápido.
Leé también: ¿Cómo consultar el padrón electoral de las elecciones del 26 de octubre?
¿Qué más podés consultar con el chatbot Vot-A?
Además de decirte dónde votás, el chatbot oficial de la CNE brinda información sobre el nuevo sistema de Boleta Única Papel, capacitaciones para autoridades de mesa y cómo justificar la no emisión del voto si no podés presentarte.
También recuerda datos clave para el día de la elección:
- Horario de votación: de 8 a 18 horas. Si al cierre hay electores esperando, podrán votar igual.
- Documentos válidos: se puede votar con el nuevo DNI tarjeta, la tarjeta del DNI libreta celeste (aunque diga “no válido para votar”), DNI libreta (verde o celeste), Libreta de Enrolamiento (LE) o Libreta Cívica (LC).
- Importante: el ejemplar del documento con el que te presentás debe ser igual o posterior al que figura en el padrón.

Leé también: Ni 100 mil ni 200 mil: esto es lo que pagan a las autoridades de mesa en elecciones de octubre 2025
Consultar el padrón online y por WhatsApp evita sorpresas y demoras el día de la elección. Las autoridades recomiendan chequear siempre el lugar asignado, ya que puede cambiar respecto a comicios anteriores.
Elecciones 2025, Whatsapp, TNS
POLITICA
La extradición de Machado se concretará el 5 de noviembre: sigue preso en Viedma y con llamadas restringidas

El empresario Federico “Fred” Machado, que aportó fondos no declarados a la campaña a de José Luis Espert de 2019 y está acusado de delitos ligados al narcotráfico, será extraditado a los Estados Unidos el 5 de noviembre próximo, según informaron fuentes oficiales.
Se pondrá fin así a un largo proceso que empezó el 16 de abril de 2021, cuando Machado fue detenido por la Policía de Seguridad Aeroportuaria en la ciudad de Neuquén a raíz del requerimiento de la justicia norteamericana. El empresario cumplió arresto domiciliario en Viedma, con una tobillera electrónica, hasta el 7 de octubre pasado, cuando la Corte declaró finalmente que la extradición era “procedente” y Machado fue trasladado a un destacamento policial.
Allí se quedará hasta que la Policía Federal lo vaya a buscar para trasladarlo a Ezeiza, desde donde volará a los Estados Unidos. Es probable que deje Viedma el 3 o 4 de noviembre, estiman fuentes del caso.
Mientras tanto, seguirá detenido en el destacamento donde se encuentra hoy, sin teléfono celular a disposición, pero con permiso judicial para comunicarse en determinados momentos con su familia y con su hijo que vive en los Estados Unidos.
En los últimos días, sus abogados ya no presentaron más recursos judiciales, dijeron fuentes del caso. A lo largo del proceso de extradición sus abogados habían presentado reiterados planteos, que fueron todos finalmente rechazados.
José Luis Espert,la Corte declaró,Conforme a
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