POLITICA
Los planes de Massa para el 2026: discusión del nuevo modelo peronista y el desafío de reconectar con la gente

En los últimos dos años Sergio Massa se ha convertido en un cultor del perfil bajo. La contracara de la última década previa al 2023, donde siempre estuvo en la palestra pública y mediática por los lugares que ocupó dentro del sistema político argentino. No le pesa ese lugar actual en el que vive. Pero esa media sombra que lo cubre no le impide seguir teniendo una fuerte influencia en los acuerdos del peronismo. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
No fue candidato en la última elección, como preveían muchos dirigentes, periodistas y analistas. Apareció en los tramos finales de las dos campañas (provincial y nacional) y estuvo arriba de los dos escenarios. El de las sonrisas y el triunfo aplastante del 7 de septiembre, y el de la derrota por 20.000 votos y las caras largas del 26 de octubre. Está en el medio de Cristina Kirchner y Axel Kicillof, aunque no quiera estarlo. Siempre está y habla con todos.
La interna interminable del kirchnerismo lo roza, pero no lo alcanza. “Es un problema que tienen que resolver ellos. Y lo tienen que resolver porque si no la gente se los lleva puesto a los dos”, le blanqueó Massa a un intendente con el que compartió un café en la semana. Mientras esa relación conflictiva permanezca ocupando la primera plana del peronismo, el foco mediático estará puesto ahí y la percepción de la sociedad, que cada dos años se convierte en un electorado, será siempre la misma: la política, los políticos y su juego propio, lejos de la realidad ciudadana.
La misma mirada que tiene el ex ministro es palpable en otros sectores del peronismo del interior. “Hasta que no se resuelva la interna bonaerense, es muy difícil trabajar en un armado nacional. Buenos Aires representa el 40% del electorado. Si no hay armonía ahí, no tiene sentido avanzar”, reflexionó un senador nacional que reporta a un gobernador del PJ. La interna ya no solo complica la gestión provincial, sino toda la construcción nacional. Es una luz de alerta que titila sin pausa.
Massa piensa que este año el peronismo lo debe terminar silbando bajito. Sin tantas peleas ni berrinches. Menos estruendos, menos fuego cruzado y más solvencia para resolver los puntos de desacuerdo. “Hay que aprobar el endeudamiento y el Presupuesto en la Legislatura Bonaerense y conformar los bloques en el Congreso. Y listo. Se cerró el año”, le transmitió a uno de los legisladores del Frente Renovador que tiene línea directa con él. Esos son los dos objetivos bien definidos que visualiza para las últimas seis semanas del año.
La semana pasada el ex ministro bajó línea fuerte en un grupo de WhatsApp donde están los diputados del espacio político que lidera. Ante tantos rumores de ruptura, pidió calma. “Hay algunos de los nuestros que venían demasiado acelerados de la campaña. Hay que bajar un cambio. Hay que trabajar por la unidad del bloque”, precisaron cerca del líder peronista. Massa es un tiempista. Y no le gusta que los propios pongan quinta cuando es el momento de ir en tercera. Hay que saber cómo y cuándo.
Los rumores incesantes de una posible ruptura del bloque de Fuerza Patria en Diputados afectaron las conversaciones unilaterales de todo el peronismo. ¿Se va el Frente Renovador? ¿Gerardo Zamora arma su bloque? ¿Raúl Jalil rompe el bloque y se va con los gobernadores? ¿Qué harán los legisladores que responden a Kicillof si la relación con CFK se rompe definitivamente? Un sinfín de especulaciones sin resultados concretos e evidenciables a esta altura del año. Pero las preguntas giran por todos los escritorios donde hay un peronista sentado.
Más allá de los dimes y diretes de la interna, los proyectos que se deben tratar en la Legislatura Bonaerense y la reorganización de los bloques en las dos cámaras del Congreso son la única prioridad conjunta del peronismo en este fin de año. Cuando las soluciones lleguen, lo que se abrirá es una etapa, que estará vigente todo el año que viene, en la que los principales dirigentes del peronismo deberán redefinir sus lugares en el mapa de la fuerza política. Qué partido quieren jugar, qué tan audaces están dispuestos a ser y hasta dónde son capaces de llegar para reordenar el sistema de poder.

Massa piensa que tiene que debatirse un orden de sistemas y valores. Y, además, advierte que en el 2026 debe darse una discusión de ideas y roles dentro de la fuerza política. Las fricciones continuarán entre los nombres propios. Sobre todo alrededor de Cristina Kirchner. Porque gran parte de la discusión sigue orbitando respecto a su centralidad. Una puja permanente entre los que creen que su ciclo está agotado y terminado, y los que piensan que, pese a que no será candidata, debe tener un rol protagónico sostenido en el tiempo.
El líder del Frente Renovador quiere correrse todo lo que pueda de esa interna furiosa que está anclada a los subsuelos del kirchnerismo. El año que viene pretende dedicar parte de su tiempo a darle un plafón político a una serie de actores sociales y económicos que expliquen el daño del modelo Milei y se animen a defender el modelo justicialista, que hoy está demonizado por el oficialismo nacional.
Pero Massa hace una salvedad sustancial. Es necesario que el peronismo discuta el fondo del proyecto político que quiere representar. Y asuma el costo político de aceptar las deficiencias que hasta aquí ha tenido el modelo de gestión. “Defendemos la escuela y los hospitales públicos, pero hay muchos que son un desastre. Hay que asumirlo antes de ver cómo lo mejoramos”, se sinceró en una de las tantas reuniones que mantiene en su base política operativa, en las históricas oficinas de avenida Libertador.
“¿Queremos las pymes o las cooperativas, una educación pública estable o los docentes de paro todo el tiempo, generar empleos o tener planes sociales? ¿Queremos empezar a discutir cómo impacta la robótica y la Inteligencia Artificial en el mundo del trabajo o no?“, se preguntó en esa misma reunión, de la que participaron algunos dirigentes de su entorno más chico.

A cada dirigente que ve, el ex candidato presidencial le insiste con un concepto: “El peronismo tiene que dejar de oponerse por oponerse y ofrecer opciones”. No se trata solo de frenar las reformas de fondo que quiere ejecutar Javier Milei, sino también, desde una posición dura pero no intransigente, presentar opciones de reformas con el sello peronista.
Esa idea que Massa repite en las reuniones que mantiene a diario en sus oficinas, quedó instalada en gran parte del peronismo después de la derrota en las elecciones legislativas nacionales. La fuerza política tiene que modernizar su discurso, su proyecto político y económico, y aprovechar la agenda de temas que instaló el Presidente para ordenar posicionamientos y plantear opciones consistentes a las propuestas libertarias.
El año que viene el peronismo entrará en una etapa definitoria para su futuro. Debe encastrar las piezas de un nuevo proyecto político que vuelva a atraer al electorado. Ya no sirve la unidad como eje determinante de la opción electoral. Tampoco sirve construir una propuesta que solo sea con el peronismo adentro. Deben ampliar las fronteras. Massa está convencido de esa necesidad.
Entiende también que quedó demodé la construcción política a través de las fotos de dirigentes. Otros tiempos. Entonces, cree que primero hay que buscar cerrar un acuerdo programático con los que están afuera del peronismo. Puntos en común antes que fotos. Los vicios de la política seguramente puedan terminar con un álbum de fotos variado, que sean un adelanto de las posibles alianzas.
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POLITICA
Diego Santilli viajó a Neuquén y reveló cuál es el modelo que mira el Gobierno para la reforma laboral

El ministro del Interior, Diego Santilli, realizó hoy una visita oficial a Neuquén, donde se reunió con el gobernador Rolando Figueroa y mantuvo encuentros con referentes políticos provinciales. En el marco de esa actividad, el funcionario reveló que el Gobierno prepara una reforma laboral que cuenta, entre otras inspiraciones, con la modificación del convenio colectivo de trabajo (CCT) aplicado al sector petrolero en Vaca Muerta.
“El Gobierno trabaja en una reforma que ingresará próximamente. Esta semana la discutiremos en gabinete, para luego iniciar un camino de diálogo que apunte a una modernización laboral”, anticipó Santilli, en declaraciones a Radio 7.
Al brindar detalles sobre los cambios en las relaciones laborales, el ministro subrayó que una referencia es la experiencia del CCT petrolero que rige en el yacimiento de Vaca Muerta, y que podría replicarse en aquellas «actividades que son nuevas en nuestro país“. En 2017, el entonces titular del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa, Guillermo Pereyra, firmó un acuerdo que permitió reorganizar turnos, reducir la cantidad de trabajadores por equipo, y eliminar las denominadas “horas taxi”, entre otras condiciones laborales.
“Acá se hizo una reforma muy importante y Vaca Muerta creció. Me tocó trabajar en la modernización laboral del convenio colectivo petrolero con Pereyra, y eso le permitió expandirse y multiplicar la cantidad de trabajadores en un segmento donde la inversión vino, y se desarrolló”, explicó Santilli, sobre el modelo de referencia pactado con el fallecido dirigente sindical y que fue auspiciada por expresidente Mauricio Macri.
«Ese es el camino, hacia ahí apunta la modernización laboral. A no alterar los derechos de los que están, pero darle derechos a los que están afuera. Son más los que están afuera que los que están adentro, son más los informales que los formales», agregó.
Según el argumento de Santilli, en Argentina existen aproximadamente 23 millones de personas con capacidad de trabajo, de las cuales 6 millones están empleados en el sector privado formal y 3 millones en el sector público. En contraste, hay más de 9 millones de trabajadores que, por estar en la informalidad, “no tienen acceso a vacaciones, salud ni jubilación futura”.
“La reforma apunta a todos estos que están afuera del sistema”, sostuvo Santilli, al remarcar que el objetivo es otorgarle «derechos a los que están afuera, los informales”. “¿Cuál es el gran miedo que tiene un comerciante? Que toma un laburante, tiene un juicio laboral y pierde lo poco que tiene”, describió.
Y completó: “Hace veinte años que no hay una pyme neta más en la Argentina. Hace quince años que no hay un puesto de trabajo formal más. No podemos seguir de esta manera. ¿Cómo reinsertás a la persona de 45 años que se quedó sin laburo? ¿Vos creés que con el mismo mecanismo? No va a ser reinsertado con el mismo mecanismo. Entonces, le tenés que dar una oportunidad distinta hacia adelante. Y no quitarle derecho al que hoy tiene laburo formal“.

Pese a que dijo que la intención oficial es incorporar a los trabajadores informales al sistema, la nueva conducción de la CGT tiene preocupación porque cree que el objetivo es flexibilizar las condiciones laborales, legalizar la precarización del empleo y debilitar el poder de los sindicatos. En ese marco, explora contactos oficiales con los gobernadores para convencerlos de no dar su apoyo en el Congreso a una reforma laboral “antisindical”.
La agenda de negociación con Figueroa
Además de los temas laborales, Santilli señaló en su “libreta” otras prioridades como la baja de impuestos, la redacción del Presupuesto 2026 y la actualización del Código Penal, vigente desde 1921.
El intercambio forma parte de la nueva etapa del gobierno que encabeza el presidente Javier Milei, que tiene como objetivo trabajar en conjunto con los gobernadores, “escuchar sus agendas y propuestas de trabajo”, y a su vez, dialogar con el Congreso para impulsar y promover las reformas estructurales que plantea el oficialismo.
“Vengo a escuchar la agenda del gobernador. Es lo que estoy haciendo, tomando la agenda regional de cada uno de ellos. Y por mi lado, planteándoles la agenda nacional que nosotros tenemos en términos de reformas estructurales, con un presupuesto que nos de previsibilidad, que ayude a bajar el riesgo país. Si baja el riesgo país, tenés menos tasas, y con menos tasas, tenés más actividad», deslizó Santilli.
En particular, el ministro subrayó el potencial de recursos que maneja Neuquén. “Entre la energía, la minería, la industria del conocimiento, además del campo y la industria, estos sectores energéticos y minerales pueden generar un campo más. La colocación de nuestros productos al exterior nos puede poner en un lugar de una Argentina hiperpotente. El camino hay que construirlo porque vos podés tener los recursos, pero si no los trabajás, no tenés la infraestructura y no lo desarrollás, nada pasa», concluyó.
POLITICA
Qué se sabe sobre la explosión en Ezeiza: las claves del accidente que dejó 20 heridos y el Gobierno investigará

Un incendio de enormes proporciones desató el pánico anoche en el Polígono Industrial de Carlos Spegazzini, partido de Ezeiza, y todavía mantiene en alerta máxima a las autoridades y a los vecinos de la región.
Todo comenzó cerca de las 21 del viernes, cuando un incendio seguido de una explosión sacudió la planta de Logischem, una empresa dedicada al almacenamiento y distribución de productos químicos, según indicó la Municipalidad de Ezeiza en un comunicado.
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El fuego se propagó rápidamente y alcanzó a varias firmas vecinas, lo que generó una situación crítica que obligó a desplegar un operativo de emergencia sin precedentes.
Heridos y evacuados: el saldo humano del siniestro
Como consecuencia del incendio y la detonación, ocho personas debieron ser trasladadas al Hospital de Ezeiza: se trata de dos efectivos policiales y seis civiles. Según informaron fuentes oficiales, todos se encuentran fuera de peligro.
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Empresas afectadas y el temor a una tragedia mayor
El avance de las llamas no se detuvo en Logischem. El fuego alcanzó a Iron Mountain, Larroca Minera, Almacén de Frío, Aditivos Alimentarios y la distribuidora Salón.
El foco de preocupación principal está puesto ahora en la empresa Flamia, que almacena productos altamente inflamables. Los bomberos trabajan contrarreloj para evitar que el fuego llegue a ese sector y provoque una catástrofe aún mayor.
Por el momento, Sinteplast y Molinos Cañuelas, otras firmas que manejan materiales inflamables, no corren riesgo, según el último parte oficial.
Un operativo sin descanso y la autopista cerrada
El operativo está coordinado por el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y se espera que las tareas de extinción se prolonguen entre 24 y 36 horas más.
En el lugar trabajan dotaciones de bomberos de Ezeiza, Esteban Echeverría, La Matanza, Cañuelas, San Vicente, Marcos Paz, Morón, Tres de Febrero, Brandsen y otros distritos.
También colaboran la Cruz Roja, Policía Federal, el Ministerio de Salud bonaerense, Defensa Civil y personal de municipios vecinos. El municipio de Ezeiza asiste a los equipos de emergencia y trabajadores con agua, comida y barbijos.

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Para facilitar el trabajo de los rescatistas, la Autopista Ezeiza-Cañuelas permanece cerrada en ambos sentidos (desde Ezeiza hasta Spegazzini) hasta nuevo aviso. Se pide a la población no acercarse a la zona y mantenerse informada por los canales oficiales.
¿Hay riesgo de contaminación química?
Por ahora, no se detectaron signos de contaminación química en el aire ni se recibieron llamados por síntomas de intoxicación en la población. La densa nube negra que cubre la zona es producto de la combustión de neumáticos en la planta de Larroca Minera.
Investigación en marcha y llamado a la calma
Todavía no hay hipótesis firmes sobre el origen del incendio ni de la explosión inicial.
“Tenemos que ver primero qué es lo que pasó para definir cómo avanzar”, expresaron a TN desde Nación. La Casa Rosada está a la espera de la determinación de la Justicia sobre el proceso de investigación y asegura que colaborará con “todo lo que pidan”
El Ministerio de Seguridad -que encabeza Patricia Bullrich- le dio curso a la Agencia Federal de Emergencias para que colabore en el operativo junto con el gobierno de la provincia de Buenos Aires.
La Municipalidad de Ezeiza agradeció el esfuerzo de todos los organismos que intervienen y pidió a los vecinos evitar circular por la zona para no entorpecer las tareas de los equipos de emergencia.
Ezeiza, Explosión, Incendio, Provincia de Buenos Aires
POLITICA
Ricardo Lorenzetti presenta su nuevo libro “El liderazgo del caos”

“La propuesta de estas páginas es concreta: una nueva narrativa humanista que consiste en una revolución que permita poner de acuerdo el desarrollo económico, social y ambiental con lo humano; un nuevo liderazgo que no pretenda el orden basado en poderes concentrados para controlar autoritariamente todas las variables; un liderazgo del caos que permita la diversidad democrática y la innovación mediante la descentralización de las decisiones, basándolas en emociones que convoquen a un proyecto común”.
Esto escribe el autor, Ricardo Lorenzetti, en la introducción de su nuevo libro, “El liderazgo del caos: cómo reconstruir un proyecto común en un mundo fragmentado”, publicado por Siglo Veintiuno Editores, estableciendo desde el principio hacia dónde nos va a llevar a lo largo de estas páginas: un recorrido por las crisis políticas, sociales y tecnológicas que atraviesan nuestro tiempo, y una invitación a repensar el liderazgo, la democracia y el sentido de comunidad como bases para reconstruir un proyecto común.
En tiempos de incertidumbre, polarización y desencanto, este libro se atreve a mirar más allá del ruido. Con una prosa tan clara como inquieta, Ricardo Lorenzetti ensaya un diagnóstico profundo de nuestra época —sus crisis múltiples, la distancia entre dirigentes y ciudadanos, la sensación de agotamiento del sistema— para proponer algo que parece radical en su simpleza: reconstruir el sentido común desde el humanismo y la comunidad.
Entre la lucidez del análisis y la apuesta por la esperanza, el autor invita a repensar los términos del liderazgo social y político. Plantea la necesidad de desconcentrar el poder, abrir las instituciones a la innovación, escuchar a los movimientos sociales y recrear una narrativa común que ponga en el centro la dignidad humana. Lejos de la mirada apocalíptica, este libro encuentra en las calles y en las redes —en las ideas dispersas de una ciudadanía cansada pero viva— las semillas de un nuevo comienzo.
Dividido en dos grandes secciones, el recorrido parte de un diagnóstico agudo: “Ellos y nosotros” analiza las múltiples crisis que atraviesan a las sociedades contemporáneas, la desconexión entre dirigencia y ciudadanía, el colapso ambiental, las tensiones sociales y económicas de la modernidad tardía, y la revolución tecnológica que redefine la identidad, el trabajo y los vínculos humanos. Desde la inteligencia artificial hasta la fragilidad emocional de las comunidades hiperconectadas, el autor traza un mapa del presente donde la sensación de pérdida convive con nuevas posibilidades de cambio. Y “Hacia una democracia reflexiva”, donde se aventuran respuestas, caminos para reconstruir el contrato social: un rediseño institucional que permita hacer trabajar a la democracia, liderazgos que conduzcan la complejidad sin autoritarismo y un relato colectivo que devuelva al futuro su potencia imaginativa.
“Vincular la frustración de un modelo con un oponente, competidor o adversario singular es identificar y describir erróneamente las causas del problema, porque no se trata del fracaso de un dirigente o de un partido político, sino de un fin de ciclo. Ante este escenario, la única respuesta posible surgirá de una cultura, una economía y una política basadas en nuevas ideas, porque la repetición de los métodos conocidos nos devolverá los fracasos que queremos superar. Este libro busca hacer un aporte en ese sentido”. Así comenta Lorenzetti uno de los núcleos conceptuales de su obra y marca el pulso de su propuesta: abandonar la lógica del enemigo, superar la mirada corta de la coyuntura y animarse a pensar transformaciones de fondo. Para el autor, la salida no vendrá de grandes figuras ni de soluciones improvisadas, sino de un cambio profundo en la forma de comprender el poder, la cooperación y la vida en común. Es un llamado a ensayar una imaginación política renovada que permita reconstruir un horizonte compartido en medio del desconcierto contemporáneo.

“Gobernar la tecnología, la economía y la cultura requiere un sistema de valores que funcionen como límites dentro de los cuales estas áreas pueden desarrollarse. Vamos a toda velocidad, sin conocer el destino: al menos necesitamos guardarraíles para no despistar. Gobernar en el siglo XXI es liderar el caos, es saber ubicarse en un plano diferente, que permita tener una visión estratégica, para poder conducir la multiplicidad de conflictos como un narrador moral que guía el relato de una nación”.
Con esta imagen, Lorenzetti subraya el corazón de su propuesta: la idea de que, en tiempos donde la complejidad se multiplica, el liderazgo no consiste en controlar cada variable, sino en ofrecer un marco ético que ordene el sentido colectivo. La figura del “narrador moral” no alude a una autoridad paternalista, sino a una guía capaz de articular las tensiones de la época, darles coherencia y proyectarlas hacia un horizonte común. En un contexto donde la tecnología acelera más rápido que las instituciones y la economía se mueve por impulsos globales, el autor insiste en que sin valores compartidos —esos guardarraíles mínimos— cualquier proyecto político corre el riesgo de derrapar.
El cierre es una apuesta por el porvenir, con la elaboración de una serie de propuestas concretas para transformar el sistema político y tecnológico, apostando por una “sociedad de soñadores” que recupere el sentido de comunidad, la creatividad y la esperanza en el futuro compartido, donde la creatividad y la solidaridad vuelvan a ser los motores de una democracia viva y del futuro que todavía podemos escribir juntos.
A continuación, un adelanto de la obra “El liderazgo del caos: cómo reconstruir un proyecto común en un mundo fragmentado”.
Introducción
El liderazgo político y social actual se basa en la construcción permanente de enemigos como exclusivos culpables de los sufrimientos ciudadanos, cuya derrota sería una solución. Es un mal camino para construir un futuro promisorio. La historia demuestra que es peligroso, porque sus beneficios han sido transitorios y sus costos permanentes, con divisiones irreversibles, deterioro democrático y prácticas autoritarias.
Vincular la frustración de un modelo con un oponente, competidor o adversario singular es identificar y describir erróneamente las causas del problema, porque no se trata del fracaso de un dirigente o de un partido político, sino de un fin de ciclo. Ante este escenario, la única respuesta posible surgirá de una cultura, una economía y una política basadas en nuevas ideas, porque la repetición de los métodos conocidos nos devolverá los fracasos que queremos superar. Este libro busca hacer un aporte en ese sentido.
Un diagnóstico correcto debe empezar por describir el agotamiento del modelo. El liderazgo político y social de los últimos trescientos años se basó en la centralización del poder, en la dominación de la naturaleza que permitió la Revolución Industrial y en los modelos culturales estables que ordenaron el comportamiento social. Como veremos, el liderazgo sigue igual, pero los presupuestos que lo hicieron posible cambiaron; esto produce una gran desconexión entre la dirigencia y la sociedad: se habla un lenguaje gastado, que no coincide con lo que ocurre en la materialidad de los acontecimientos.
Esa desconexión tiene un efecto directo sobre las conductas humanas porque se siente una verdadera orfandad, una ausencia total de estadistas que sepan guiar a los pueblos. Vivimos con incertidumbre.
Hay varias revoluciones en simultáneo: las nuevas tecnologías que pueden programar la vida humana, la inteligencia artificial, la perspectiva del desempleo masivo, el control social, la amenaza sobre el libre albedrío, la colisión de la economía con la naturaleza, los cambios sociales derivados de la longevidad, las migraciones masivas, el fraccionamiento político, los conflictos globales que crecen ante la ineficacia de los instrumentos nacionales. La combinación de estos factores hace imposible anticipar el futuro de la civilización.
Vivimos con la amenaza de una posible crisis existencial de la humanidad. El efecto acumulativo de la crisis ambiental, la pérdida de control sobre las tecnologías, la asfixia de la libertad y la posible insignificancia de lo humano presentan un escenario apocalíptico.
Vivimos con temor y frustración porque la desigualdad global se ha acentuado en los últimos veinte años. La riqueza se exhibe sin pudor en las redes sociales, lo que genera un deseo de imitarla, y nos agobia la frustración por no poder lograrlo. Es cada vez más evidente que los hijos van a estar peor que sus padres.
Vivimos con desilusión, porque ya no hay grandes proyectos de desarrollo social, ni tampoco una reflexión sobre por qué fracasaron. La pasión revolucionaria ha sido reemplazada por la melancolía y el desencanto.
Vivimos aislados pero conectados, buscando microidentidades en temáticas específicas que solo brindan una tranquilidad pasajera. Estas emociones personales tienen un reflejo en la crisis de la política como modo de organización de la sociedad. En algunos casos, asistimos al fracaso de años de gobiernos progresistas o socialdemócratas; en otros, vemos la reacción hacia la extrema derecha o al autoritarismo; algunos otros muestran turbulencias permanentes, y hay incluso Estados fallidos que están en manos de grupos delictivos.
Aunque contamos con información sobre cada uno de estos cambios, estos ofrecen un panorama muy distinto cuando los podemos observar en conjunto. La fotografía que permite conocer cada uno de esos factores, sumada a la película que podría suministrarnos alguna idea de lo que significa la interacción permanente de todas estas revoluciones en movimiento, es preocupante.
Las respuestas se encuentran aún en proceso de diseño. Una de las ideas más difundidas es que, frente a la emergencia, hay que dar un poder absoluto a alguien que se presenta como la única solución para enfrentar la incertidumbre y, en algunos casos, se dice que estamos frente a un precipicio, similar al apocalipsis.
El apocalipsis es uno de los acontecimientos más anunciados en la historia de la humanidad; en los comienzos de la era cristiana, ante cada enfermedad masiva, cada guerra, cada terremoto o huracán, se proclamó el fin de los tiempos. En la modernidad ha sido la razón principal que ha permitido que se eligieran gobiernos autoritarios y se permitieran medidas excepcionales. La historia enseña que el apocalipsis no se produjo y que los peores daños fueron provocados por los poderes ilimitados que se otorgaron para evitarlo. Esta alternativa, entonces, no impedirá la crisis; por el contrario, es más probable que la acelere, porque solo aumentará las tensiones existentes.
También hay propuestas que consisten en hacer pausas en el ritmo del cambio, poner al mundo en cámara lenta para pensar hacia dónde vamos y meditar. La espera es un instrumento razonable, pero solo si se integra en una estrategia más amplia de cambios profundos. Lo que no es adecuado es predicar la pasividad en un mundo donde innumerables factores interactúan entre sí sin que sepamos adónde nos conducen, lo que incrementa los riesgos de una crisis.
La solución puede encontrarse si miramos el problema desde las grandes enseñanzas de la historia y la política. El siglo XXI se encuentra en una situación que, en varios aspectos, es similar al final de la Edad Media. En aquel momento, las personas vivían con miedo y algunos optaban por retirarse del mundo, mientras que otros se entregaban al fanatismo. Eso es lo que ocurre cuando hay un proceso que pierde su capacidad de generar expectativas y cambios.
La dirigencia de entonces estaba enamorada de un discurso agotado. Foucault, en relación con la Edad Media, escribió que “Don Quijote lee el mundo para demostrar los libros” y que “la escritura ha dejado de ser la prosa del mundo, las semejanzas y los signos han roto su viejo compromiso; las similitudes engañan, llevan a la visión y al delirio; las cosas permanecen obstinadamente en su identidad irónica”. La voz de la gobernabilidad moderna también lucha contra el mundo para imponer los textos aprendidos hace años, con el mismo lenguaje y las mismas ideas, pero ya nadie los escucha.
La Edad Media asistió a la ruptura del relato unificado, y eso fue evidente en la división entre protestantes y cristianos. En nuestro siglo también hay una verdadera fractura del consenso porque no hay un relato unificador que facilite la gobernabilidad social.
El otoño de la Edad Media no fue transitorio, sino que se profundizó en un invierno que era puro sufrimiento. En nuestro siglo, vemos también que los fenómenos que nos preocupan tienen un grado de generalidad y de permanencia que nos obliga a pensar que no estamos frente a cambios de gobiernos dentro del normal funcionamiento democrático, sino ante algo más profundo.
Todo cambió cuando los humanistas impulsaron el Renacimiento alimentado con el goce que produjo la sabiduría antigua renovada. Por eso, la propuesta de estas páginas es concreta:
• Una nueva narrativa humanista que consiste en una revolución que permita poner de acuerdo el desarrollo económico, social y ambiental con lo humano.
• Un nuevo liderazgo que no pretenda el orden basado en poderes concentrados para controlar autoritariamente todas las variables.
• Un liderazgo del caos que permita la diversidad democrática y la innovación mediante la descentralización de las decisiones, basándolas en emociones que convoquen a un proyecto común.
Los pueblos necesitan reconstruir la esperanza fundada en que algo está naciendo, con la convicción de que la solución no es un resultado a lograr sino un procedimiento a seguir. El líder tradicional busca un resultado concreto, que puede consistir en una obra pública o una transformación social o económica. Es razonable si debe enfrentar un problema específico, pero querer encerrar todo lo que hoy sucede dentro de un esquema de decisión centralizado solo lleva al autoritarismo y luego al fracaso.
El liderazgo del caos que aquí proponemos deja libertad para que la multiplicidad de fuerzas actúe, lo que facilita la experimentación institucional, social y económica. Dado que la fragmentación ya es inevitable, se debe crear un nuevo sistema institucional descentralizado, organizado en torno a un sistema de valores unificadores del relato: un humanismo en armonía con el sistema. El líder del caos debe ser un “narrador moral de la nación”, capaz de presentar ideales que provean los incentivos para que los movimientos sociales e individuales tengan una conexión con el conjunto.
Este esquema conceptual permite desarrollar una serie de propuestas concretas que presentamos al final de este libro y que se pueden aplicar en varios planos. En la economía ya es visible un cambio de dirección, porque se ha advertido que los costos de seguir en este camino superan a los beneficios. Con avances y retrocesos, aparecen las energías renovables, los financiamientos de proyectos de sustentabilidad, los alimentos orgánicos y una multiplicidad de sectores que se suman progresivamente a un modelo económico distinto, compatible con la naturaleza y sustentable en el mediano plazo. En la sociedad, poco a poco, se huele ese perfume de epopeya que nace en las calles, donde comienzan los verdaderos movimientos de transformación. Enojados con los negligentes que nos trajeron hasta esta situación (ellos), distintos grupos pretendemos construir una nueva identidad (nosotros), un idealismo de transformación.
Como lo han repetido distintos líderes globales en los últimos tiempos, somos la primera generación que tiene consciencia de la crisis y la última que puede hacer algo para evitarla. Nace una nueva esperanza.
A los lectores
Este libro nace del corazón más que de la mente; de las emociones más que de la razón.
Ha nacido mi primer nieto, a quien dedico este libro, y temo por el futuro que deberá enfrentar. Siento que debo hacer algo más allá de mis obligaciones cotidianas. Mi humilde aporte empieza por lo que hago, que es leer y escribir como un intelectual preocupado por el mundo.
Estudié derecho, pero lo hice en una universidad en la que, además, se enseñaban ciencias sociales. Es por eso que todos mis libros jurídicos tienen un contenido que excede el mundo del derecho. Mientras estudiaba, empecé a dictar cursos sobre distintos movimientos culturales (el surrealismo, por ejemplo), y sobre cómo ideas similares se manifestaban en la música, la pintura, la sociología y la filosofía en simultáneo. Con esos ejercicios, desarrollé un tipo de análisis que se enfoca más en la comprensión del sistema en su totalidad que en la de cada una de sus partes.
Como muchas personas interesadas por la época en la que vivimos, he leído sobre inteligencia artificial, bioingeniería, derecho, economía, sociología, literatura, y en cada uno de esos textos he encontrado un aporte valioso, pero aislado. Es como caminar perdido por una senda sin saber a dónde nos lleva ese camino, y sin mirar el paisaje alrededor o las estrellas en el cielo.
Por esta razón, lo primero que encontrarán en este libro es una descripción de las principales partes del rompecabezas; les servirá para ahorrarse lecturas, pero también para comprender el conjunto. Es una exposición de la multiplicidad de causas que se entrecruzan para formar un sistema y de las intersecciones que se pueden identificar para extraer líneas de acción.
He advertido que mucho de lo que en este libro aparece sobre la ruptura de la homogeneidad y la dispersión, fenómenos que hoy están tan presentes, ya lo había abordado en Las normas fundamentales de derecho privado, un libro que publiqué en 1995. Eso me hizo acordar a Borges, que dice que uno puede escribir sobre muchos temas durante toda la vida, pero al final es posible detectar una idea propia que subyace en la identidad que uno se ha formado.
El segundo punto es que, aunque el diagnóstico sobre el estado actual del mundo es claro en la enorme cantidad de libros que se han escrito al respecto, no hay demasiado sobre cómo curar la enfermedad. Por eso en estas páginas traté de enfocarme en algunas líneas positivas sobre el futuro.
Lo que realmente interesa a todos los habitantes de este planeta es cómo gobernar. Como sugiere Shakespeare en Rey Lear, es triste que el mundo esté dirigido por ciegos asistidos por locos. Hoy hay ceguera en los gobernantes y las élites, incapaces de ver las consecuencias de sus acciones, y una imprudencia cercana a la locura.
¿Quién nos salvará y cómo?
Gobernar la tecnología, la economía y la cultura requiere un sistema de valores que funcionen como límites dentro de los cuales estas áreas puedan desarrollarse. Vamos a toda velocidad, sin conocer el destino: al menos necesitamos guardarraíles para no despistar.
Gobernar en el siglo XXI es liderar el caos, es saber ubicarse en un plano diferente, que permita tener una visión estratégica, para poder conducir la multiplicidad de conflictos como un narrador moral que guía el relato de una nación.
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