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POLITICA

Ricardo Lorenzetti presenta su nuevo libro “El liderazgo del caos”

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La propuesta de estas páginas es concreta: una nueva narrativa humanista que consiste en una revolución que permita poner de acuerdo el desarrollo económico, social y ambiental con lo humano; un nuevo liderazgo que no pretenda el orden basado en poderes concentrados para controlar autoritariamente todas las variables; un liderazgo del caos que permita la diversidad democrática y la innovación mediante la descentralización de las decisiones, basándolas en emociones que convoquen a un proyecto común”.

Esto escribe el autor, Ricardo Lorenzetti, en la introducción de su nuevo libro, “El liderazgo del caos: cómo reconstruir un proyecto común en un mundo fragmentado”, publicado por Siglo Veintiuno Editores, estableciendo desde el principio hacia dónde nos va a llevar a lo largo de estas páginas: un recorrido por las crisis políticas, sociales y tecnológicas que atraviesan nuestro tiempo, y una invitación a repensar el liderazgo, la democracia y el sentido de comunidad como bases para reconstruir un proyecto común.

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En tiempos de incertidumbre, polarización y desencanto, este libro se atreve a mirar más allá del ruido. Con una prosa tan clara como inquieta, Ricardo Lorenzetti ensaya un diagnóstico profundo de nuestra época —sus crisis múltiples, la distancia entre dirigentes y ciudadanos, la sensación de agotamiento del sistema— para proponer algo que parece radical en su simpleza: reconstruir el sentido común desde el humanismo y la comunidad.

Entre la lucidez del análisis y la apuesta por la esperanza, el autor invita a repensar los términos del liderazgo social y político. Plantea la necesidad de desconcentrar el poder, abrir las instituciones a la innovación, escuchar a los movimientos sociales y recrear una narrativa común que ponga en el centro la dignidad humana. Lejos de la mirada apocalíptica, este libro encuentra en las calles y en las redes —en las ideas dispersas de una ciudadanía cansada pero viva— las semillas de un nuevo comienzo.

Dividido en dos grandes secciones, el recorrido parte de un diagnóstico agudo: “Ellos y nosotros” analiza las múltiples crisis que atraviesan a las sociedades contemporáneas, la desconexión entre dirigencia y ciudadanía, el colapso ambiental, las tensiones sociales y económicas de la modernidad tardía, y la revolución tecnológica que redefine la identidad, el trabajo y los vínculos humanos. Desde la inteligencia artificial hasta la fragilidad emocional de las comunidades hiperconectadas, el autor traza un mapa del presente donde la sensación de pérdida convive con nuevas posibilidades de cambio. Y “Hacia una democracia reflexiva”, donde se aventuran respuestas, caminos para reconstruir el contrato social: un rediseño institucional que permita hacer trabajar a la democracia, liderazgos que conduzcan la complejidad sin autoritarismo y un relato colectivo que devuelva al futuro su potencia imaginativa.

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Vincular la frustración de un modelo con un oponente, competidor o adversario singular es identificar y describir erróneamente las causas del problema, porque no se trata del fracaso de un dirigente o de un partido político, sino de un fin de ciclo. Ante este escenario, la única respuesta posible surgirá de una cultura, una economía y una política basadas en nuevas ideas, porque la repetición de los métodos conocidos nos devolverá los fracasos que queremos superar. Este libro busca hacer un aporte en ese sentido”. Así comenta Lorenzetti uno de los núcleos conceptuales de su obra y marca el pulso de su propuesta: abandonar la lógica del enemigo, superar la mirada corta de la coyuntura y animarse a pensar transformaciones de fondo. Para el autor, la salida no vendrá de grandes figuras ni de soluciones improvisadas, sino de un cambio profundo en la forma de comprender el poder, la cooperación y la vida en común. Es un llamado a ensayar una imaginación política renovada que permita reconstruir un horizonte compartido en medio del desconcierto contemporáneo.

Gobernar la tecnología, la economía y la cultura requiere un sistema de valores que funcionen como límites dentro de los cuales estas áreas pueden desarrollarse. Vamos a toda velocidad, sin conocer el destino: al menos necesitamos guardarraíles para no despistar. Gobernar en el siglo XXI es liderar el caos, es saber ubicarse en un plano diferente, que permita tener una visión estratégica, para poder conducir la multiplicidad de conflictos como un narrador moral que guía el relato de una nación”.

Con esta imagen, Lorenzetti subraya el corazón de su propuesta: la idea de que, en tiempos donde la complejidad se multiplica, el liderazgo no consiste en controlar cada variable, sino en ofrecer un marco ético que ordene el sentido colectivo. La figura del “narrador moral” no alude a una autoridad paternalista, sino a una guía capaz de articular las tensiones de la época, darles coherencia y proyectarlas hacia un horizonte común. En un contexto donde la tecnología acelera más rápido que las instituciones y la economía se mueve por impulsos globales, el autor insiste en que sin valores compartidos —esos guardarraíles mínimos— cualquier proyecto político corre el riesgo de derrapar.

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El cierre es una apuesta por el porvenir, con la elaboración de una serie de propuestas concretas para transformar el sistema político y tecnológico, apostando por una “sociedad de soñadores” que recupere el sentido de comunidad, la creatividad y la esperanza en el futuro compartido, donde la creatividad y la solidaridad vuelvan a ser los motores de una democracia viva y del futuro que todavía podemos escribir juntos.

A continuación, un adelanto de la obra “El liderazgo del caos: cómo reconstruir un proyecto común en un mundo fragmentado”.

Introducción

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El liderazgo político y social actual se basa en la construcción permanente de enemigos como exclusivos culpables de los sufrimientos ciudadanos, cuya derrota sería una solución. Es un mal camino para construir un futuro promisorio. La historia demuestra que es peligroso, porque sus beneficios han sido transitorios y sus costos permanentes, con divisiones irreversibles, deterioro democrático y prácticas autoritarias.

Vincular la frustración de un modelo con un oponente, competidor o adversario singular es identificar y describir erróneamente las causas del problema, porque no se trata del fracaso de un dirigente o de un partido político, sino de un fin de ciclo. Ante este escenario, la única respuesta posible surgirá de una cultura, una economía y una política basadas en nuevas ideas, porque la repetición de los métodos conocidos nos devolverá los fracasos que queremos superar. Este libro busca hacer un aporte en ese sentido.

Un diagnóstico correcto debe empezar por describir el agotamiento del modelo. El liderazgo político y social de los últimos trescientos años se basó en la centralización del poder, en la dominación de la naturaleza que permitió la Revolución Industrial y en los modelos culturales estables que ordenaron el comportamiento social. Como veremos, el liderazgo sigue igual, pero los presupuestos que lo hicieron posible cambiaron; esto produce una gran desconexión entre la dirigencia y la sociedad: se habla un lenguaje gastado, que no coincide con lo que ocurre en la materialidad de los acontecimientos.

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Esa desconexión tiene un efecto directo sobre las conductas humanas porque se siente una verdadera orfandad, una ausencia total de estadistas que sepan guiar a los pueblos. Vivimos con incertidumbre.

Hay varias revoluciones en simultáneo: las nuevas tecnologías que pueden programar la vida humana, la inteligencia artificial, la perspectiva del desempleo masivo, el control social, la amenaza sobre el libre albedrío, la colisión de la economía con la naturaleza, los cambios sociales derivados de la longevidad, las migraciones masivas, el fraccionamiento político, los conflictos globales que crecen ante la ineficacia de los instrumentos nacionales. La combinación de estos factores hace imposible anticipar el futuro de la civilización.

Vivimos con la amenaza de una posible crisis existencial de la humanidad. El efecto acumulativo de la crisis ambiental, la pérdida de control sobre las tecnologías, la asfixia de la libertad y la posible insignificancia de lo humano presentan un escenario apocalíptico.

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Vivimos con temor y frustración porque la desigualdad global se ha acentuado en los últimos veinte años. La riqueza se exhibe sin pudor en las redes sociales, lo que genera un deseo de imitarla, y nos agobia la frustración por no poder lograrlo. Es cada vez más evidente que los hijos van a estar peor que sus padres.

Vivimos con desilusión, porque ya no hay grandes proyectos de desarrollo social, ni tampoco una reflexión sobre por qué fracasaron. La pasión revolucionaria ha sido reemplazada por la melancolía y el desencanto.

Vivimos aislados pero conectados, buscando microidentidades en temáticas específicas que solo brindan una tranquilidad pasajera. Estas emociones personales tienen un reflejo en la crisis de la política como modo de organización de la sociedad. En algunos casos, asistimos al fracaso de años de gobiernos progresistas o socialdemócratas; en otros, vemos la reacción hacia la extrema derecha o al autoritarismo; algunos otros muestran turbulencias permanentes, y hay incluso Estados fallidos que están en manos de grupos delictivos.

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Aunque contamos con información sobre cada uno de estos cambios, estos ofrecen un panorama muy distinto cuando los podemos observar en conjunto. La fotografía que permite conocer cada uno de esos factores, sumada a la película que podría suministrarnos alguna idea de lo que significa la interacción permanente de todas estas revoluciones en movimiento, es preocupante.

Las respuestas se encuentran aún en proceso de diseño. Una de las ideas más difundidas es que, frente a la emergencia, hay que dar un poder absoluto a alguien que se presenta como la única solución para enfrentar la incertidumbre y, en algunos casos, se dice que estamos frente a un precipicio, similar al apocalipsis.

El apocalipsis es uno de los acontecimientos más anunciados en la historia de la humanidad; en los comienzos de la era cristiana, ante cada enfermedad masiva, cada guerra, cada terremoto o huracán, se proclamó el fin de los tiempos. En la modernidad ha sido la razón principal que ha permitido que se eligieran gobiernos autoritarios y se permitieran medidas excepcionales. La historia enseña que el apocalipsis no se produjo y que los peores daños fueron provocados por los poderes ilimitados que se otorgaron para evitarlo. Esta alternativa, entonces, no impedirá la crisis; por el contrario, es más probable que la acelere, porque solo aumentará las tensiones existentes.

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También hay propuestas que consisten en hacer pausas en el ritmo del cambio, poner al mundo en cámara lenta para pensar hacia dónde vamos y meditar. La espera es un instrumento razonable, pero solo si se integra en una estrategia más amplia de cambios profundos. Lo que no es adecuado es predicar la pasividad en un mundo donde innumerables factores interactúan entre sí sin que sepamos adónde nos conducen, lo que incrementa los riesgos de una crisis.

La solución puede encontrarse si miramos el problema desde las grandes enseñanzas de la historia y la política. El siglo XXI se encuentra en una situación que, en varios aspectos, es similar al final de la Edad Media. En aquel momento, las personas vivían con miedo y algunos optaban por retirarse del mundo, mientras que otros se entregaban al fanatismo. Eso es lo que ocurre cuando hay un proceso que pierde su capacidad de generar expectativas y cambios.

La dirigencia de entonces estaba enamorada de un discurso agotado. Foucault, en relación con la Edad Media, escribió que “Don Quijote lee el mundo para demostrar los libros” y que “la escritura ha dejado de ser la prosa del mundo, las semejanzas y los signos han roto su viejo compromiso; las similitudes engañan, llevan a la visión y al delirio; las cosas permanecen obstinadamente en su identidad irónica”. La voz de la gobernabilidad moderna también lucha contra el mundo para imponer los textos aprendidos hace años, con el mismo lenguaje y las mismas ideas, pero ya nadie los escucha.

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La Edad Media asistió a la ruptura del relato unificado, y eso fue evidente en la división entre protestantes y cristianos. En nuestro siglo también hay una verdadera fractura del consenso porque no hay un relato unificador que facilite la gobernabilidad social.

El otoño de la Edad Media no fue transitorio, sino que se profundizó en un invierno que era puro sufrimiento. En nuestro siglo, vemos también que los fenómenos que nos preocupan tienen un grado de generalidad y de permanencia que nos obliga a pensar que no estamos frente a cambios de gobiernos dentro del normal funcionamiento democrático, sino ante algo más profundo.

Todo cambió cuando los humanistas impulsaron el Renacimiento alimentado con el goce que produjo la sabiduría antigua renovada. Por eso, la propuesta de estas páginas es concreta:

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• Una nueva narrativa humanista que consiste en una revolución que permita poner de acuerdo el desarrollo económico, social y ambiental con lo humano.

• Un nuevo liderazgo que no pretenda el orden basado en poderes concentrados para controlar autoritariamente todas las variables.

• Un liderazgo del caos que permita la diversidad democrática y la innovación mediante la descentralización de las decisiones, basándolas en emociones que convoquen a un proyecto común.

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Los pueblos necesitan reconstruir la esperanza fundada en que algo está naciendo, con la convicción de que la solución no es un resultado a lograr sino un procedimiento a seguir. El líder tradicional busca un resultado concreto, que puede consistir en una obra pública o una transformación social o económica. Es razonable si debe enfrentar un problema específico, pero querer encerrar todo lo que hoy sucede dentro de un esquema de decisión centralizado solo lleva al autoritarismo y luego al fracaso.

El liderazgo del caos que aquí proponemos deja libertad para que la multiplicidad de fuerzas actúe, lo que facilita la experimentación institucional, social y económica. Dado que la fragmentación ya es inevitable, se debe crear un nuevo sistema institucional descentralizado, organizado en torno a un sistema de valores unificadores del relato: un humanismo en armonía con el sistema. El líder del caos debe ser un “narrador moral de la nación”, capaz de presentar ideales que provean los incentivos para que los movimientos sociales e individuales tengan una conexión con el conjunto.

Este esquema conceptual permite desarrollar una serie de propuestas concretas que presentamos al final de este libro y que se pueden aplicar en varios planos. En la economía ya es visible un cambio de dirección, porque se ha advertido que los costos de seguir en este camino superan a los beneficios. Con avances y retrocesos, aparecen las energías renovables, los financiamientos de proyectos de sustentabilidad, los alimentos orgánicos y una multiplicidad de sectores que se suman progresivamente a un modelo económico distinto, compatible con la naturaleza y sustentable en el mediano plazo. En la sociedad, poco a poco, se huele ese perfume de epopeya que nace en las calles, donde comienzan los verdaderos movimientos de transformación. Enojados con los negligentes que nos trajeron hasta esta situación (ellos), distintos grupos pretendemos construir una nueva identidad (nosotros), un idealismo de transformación.

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Como lo han repetido distintos líderes globales en los últimos tiempos, somos la primera generación que tiene consciencia de la crisis y la última que puede hacer algo para evitarla. Nace una nueva esperanza.

A los lectores

Este libro nace del corazón más que de la mente; de las emociones más que de la razón.

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Ha nacido mi primer nieto, a quien dedico este libro, y temo por el futuro que deberá enfrentar. Siento que debo hacer algo más allá de mis obligaciones cotidianas. Mi humilde aporte empieza por lo que hago, que es leer y escribir como un intelectual preocupado por el mundo.

Estudié derecho, pero lo hice en una universidad en la que, además, se enseñaban ciencias sociales. Es por eso que todos mis libros jurídicos tienen un contenido que excede el mundo del derecho. Mientras estudiaba, empecé a dictar cursos sobre distintos movimientos culturales (el surrealismo, por ejemplo), y sobre cómo ideas similares se manifestaban en la música, la pintura, la sociología y la filosofía en simultáneo. Con esos ejercicios, desarrollé un tipo de análisis que se enfoca más en la comprensión del sistema en su totalidad que en la de cada una de sus partes.

Como muchas personas interesadas por la época en la que vivimos, he leído sobre inteligencia artificial, bioingeniería, derecho, economía, sociología, literatura, y en cada uno de esos textos he encontrado un aporte valioso, pero aislado. Es como caminar perdido por una senda sin saber a dónde nos lleva ese camino, y sin mirar el paisaje alrededor o las estrellas en el cielo.

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Por esta razón, lo primero que encontrarán en este libro es una descripción de las principales partes del rompecabezas; les servirá para ahorrarse lecturas, pero también para comprender el conjunto. Es una exposición de la multiplicidad de causas que se entrecruzan para formar un sistema y de las intersecciones que se pueden identificar para extraer líneas de acción.

He advertido que mucho de lo que en este libro aparece sobre la ruptura de la homogeneidad y la dispersión, fenómenos que hoy están tan presentes, ya lo había abordado en Las normas fundamentales de derecho privado, un libro que publiqué en 1995. Eso me hizo acordar a Borges, que dice que uno puede escribir sobre muchos temas durante toda la vida, pero al final es posible detectar una idea propia que subyace en la identidad que uno se ha formado.

El segundo punto es que, aunque el diagnóstico sobre el estado actual del mundo es claro en la enorme cantidad de libros que se han escrito al respecto, no hay demasiado sobre cómo curar la enfermedad. Por eso en estas páginas traté de enfocarme en algunas líneas positivas sobre el futuro.

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Lo que realmente interesa a todos los habitantes de este planeta es cómo gobernar. Como sugiere Shakespeare en Rey Lear, es triste que el mundo esté dirigido por ciegos asistidos por locos. Hoy hay ceguera en los gobernantes y las élites, incapaces de ver las consecuencias de sus acciones, y una imprudencia cercana a la locura.

¿Quién nos salvará y cómo?

Gobernar la tecnología, la economía y la cultura requiere un sistema de valores que funcionen como límites dentro de los cuales estas áreas puedan desarrollarse. Vamos a toda velocidad, sin conocer el destino: al menos necesitamos guardarraíles para no despistar.

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Gobernar en el siglo XXI es liderar el caos, es saber ubicarse en un plano diferente, que permita tener una visión estratégica, para poder conducir la multiplicidad de conflictos como un narrador moral que guía el relato de una nación.

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Reforma laboral: la CGT aplaza las definiciones y apuesta a su plan para promover el empleo joven

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A horas de que el Gobierno presente su proyecto de reforma laboral, la Confederación General del Trabajo (CGT) se prepara para convocar a su Consejo Directivo cuando tenga en sus manos la propuesta oficial. En paralelo, trabaja sobre un texto propio enfocado en el trabajo sub 30 y refuerza la idea de que no habrá posicionamientos cerrados hasta conocer la letra chica de la iniciativa que promueve Javier Milei.

El clima, sin embargo, no es neutro. La expectativa se mezcla con el malestar que creció en las últimas semanas por la falta de información concreta y los canales de diálogo informales con la Casa Rosada.

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En ese contexto, la mesa chica resolvió mantener la cautela y activar una pausa deliberada para ordenar la estrategia y activar el Consejo Directivo recién cuando haya texto para analizar.

A la espera del texto final

En la sede de Azopardo, aseguran que los últimos movimientos apuntaron a tantear el clima legislativo. La central obrera buscó reconstruir canales políticos, calibrar apoyos potenciales y abrir una negociación que todavía no existe en los términos formales. La apuesta es doble: contener la presión interna por una respuesta más dura y, a la vez, evitar quedar descolocada cuando el Ejecutivo active el tratamiento parlamentario.

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El foco inmediato está puesto en el martes. Ese día, según anunció la Casa Rosada, ingresará al Congreso el paquete de reformas que incluye la modernización laboral. En la CGT transmitieron a TN que esperan esa instancia para tomar definiciones.

Estamos esperando que el martes, como anunció el Gobierno, haga la presentación de todas las reformas. Pero nosotros estamos trabajando en un proyecto propio para una mesa de negociación. Una vez que esté la presentación, tenemos pendiente un Consejo Directivo, que si no es esta semana será la próxima, para cuando tengamos estudiado lo que presenta el Gobierno en la reforma y terminada la propuesta nuestra. Así que a partir de ahí habrá reunión del Consejo y se analizarán las políticas a seguir”, explicaron desde la CGT.

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Mientras tanto, avanza en paralelo con su propia iniciativa: un proyecto alternativo enfocado en nuevas reglas de empleo para menores de 30 años. La propuesta, que ya fue compartida informalmente con sectores del Gobierno, apunta a un régimen específico para los nuevos ingresantes, con un nivel de flexibilidad mayor que el de la Ley de Contrato de Trabajo.

Las discusiones políticas que prepararon el terreno

En la CGT admiten que el oficialismo retiene la iniciativa, pero también que necesita acuerdos para sostener cambios de fondo. Por eso, fortaleció las conversaciones políticas y reconstruyó canales con actores que serán determinantes cuando comience el debate formal. El objetivo es llegar al Congreso con un panorama claro de apoyos, resistencias y margen de negociación.

La mesa chica de la CGT se reunió con los gobernadores Ignacio Torres, Maximiliano Pullaro y Carlos Sadir, de Provincias Unidas (Foto: Captura de video de IG/upcnfederal).

En los últimos días, organizó una cena con Sergio Massa y parte de su equipo, en la que el exministro pidió habilitar el debate de “una reforma laboral moderna”, alertó sobre el nivel de informalidad y advirtió sobre los cambios acelerados que traerán la inteligencia artificial y la automatización. También remarcó que una parte de los trabajadores “no se siente representada” por la política ni por el sindicalismo, un diagnóstico que la conducción cegetista compartió.

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En paralelo, la central obrera abrió una ronda con los gobernadores de Provincias Unidas. El encuentro reunió a Ignacio Torres, Carlos Sadir, Maximiliano Pullaro y a varios referentes gremiales. No hubo definiciones públicas, pero sí un intercambio sobre el escenario económico y sobre cómo podría impactar cualquier reforma estructural. Para la CGT, ese mapa es clave ante un Congreso fragmentado, donde los espacios federales pueden inclinar la balanza hacia uno u otro lado.

En la CGT reconocen que la presión creció en las últimas semanas, alimentada por áreas técnicas que analizaron borradores informales y los consideraron regresivos. Por eso, intenta equilibrar posiciones entre el ala dura que quiere rechazar abrir el debate y el sector dialoguista que está dispuesto a sentarse a negociar, mientras refuerza la musculatura política.

En los últimos días, hubo reuniones también con diputados sindicales, gobernadores peronistas y sectores empresarios pymes. El objetivo es llegar al Congreso con una estrategia definida.

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La propuesta para menores de 30 y la reacción del Gobierno

La iniciativa cegetista para un régimen laboral especial de primer empleo se convirtió en uno de los ejes más sensibles del intercambio con el Ejecutivo. El esquema permitiría mayor flexibilidad en salario, vacaciones, jornada laboral e indemnizaciones para jóvenes de hasta 30 años, que, según la visión sindical, permitirían promover la contratación sin afectar las protecciones de quienes ya están registrados. Los nuevos trabajadores accederían al paquete completo de protecciones recién al cumplir esa edad.

Se trata de un modelo que preserva los derechos de los trabajadores con antigüedad y crea un escalón intermedio para los nuevos ingresos. Ese tramo, todavía en una versión preliminar, será el núcleo de la oferta que la CGT buscará introducir en una eventual mesa de negociación.

En despachos oficiales la idea no cayó mal. Sectores del Gobierno que mantienen diálogo con dirigentes sindicales interpretaron que la propuesta podría facilitar la promoción del empleo joven sin alterar de manera inmediata el núcleo del régimen vigente.

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Mientras tanto, la Casa Rosada insiste en que la reforma está cerrada y lista para su presentación. La expectativa es que el Senado abra el debate la semana próxima y mantenga un calendario acelerado durante el verano. Ese escenario vuelve más urgente para la CGT llegar con una estrategia unificada y con el análisis completo de su contrapropuesta. El margen entre acuerdo y conflicto sigue abierto.

Mantendrá la prudencia pública hasta conocer el proyecto oficial, pero el endurecimiento interno avanza más rápido que las señales de negociación que emite el Gobierno. El martes será el punto de partida para definir cómo y con qué volumen se librará la próxima batalla legislativa.

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reforma laboral, CGT, Congreso de la Nación

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Milei modera las formas para acelerar a fondo

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Es otro tiempo. Lo que hasta hace nada era motivo de reconocimiento y parte esencial del protocolo de acción de los dirigentes, funcionarios y legisladores libertarios ahora es objeto de revisión y hasta de reproche.

El fondo es el mismo, pero las formas no. Al menos, por ahora, en esta etapa en la que el Gobierno quiere y está obligado a lograr objetivos fundamentales. En la Casa Rosada saben que tienen para eso un ventanal de oportunidad de no más de cuatro meses y que no pueden desaprovecharla con daños autoinfligidos, como los que se propinó en el primer semestre del año pasado y lo llevaron al borde del colapso hasta poco antes de las elecciones. El susto enseña.

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La administración de los hermanos Milei está advertida de que no puede dilapidar chances ni esperar a cada rato un salvataje de Donald Trump y Scott Bessent, como el que lo salvó de una catástrofe cambiaria y financiera, primero, y de un serio tropiezo electoral, luego. Mucho menos cuando empieza el crucial año de elecciones de medio término en los Estados Unidos, y el apoyo al “amigo americano” está cayendo entre sus propios electores, cuya mayor demanda es por el funcionamiento de la economía. Y la intervención en la Argentina tiene en ese universo muchos detractores.

Por eso, el show pendenciero de la histriónica amiga presidencial y diputada Lilia Lemoine, el miércoles pasado, durante la jura de los nuevos diputados fue considerado un exceso extemporáneo e innecesario. También entraron en esa categoría algunos gestos y entreveros protagonizados por el saliente ministro de Defensa y flamante diputado, Luis Petri. Lo mismo ocurrió con las provocaciones que sumó la siempre voluptuosa Juliana Santillán, a la par de Petri. Ni hablar de las apariciones y de “la renuncia a la renuncia” a su banca de diputada de la senadora electa y objetada Lorena Villaverde. No ha lugar.

Martín Menem, el brazo de Karina Milei en la Cámara baja (y algo más) desde la presidencia de la Cámara baja amagó con sacar algunas tarjetas amarillas y terminó enviando advertencias a esos legisladores, aunque durante la sesión los provocadores hayan visto los eufóricos pulgares para arriba del propio Javier Milei, dirigidos hacia ellos. No todo lo que en el fragor de la batalla se festeja es considerado un éxito cuando llega la hora del balance.

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“Fue una sesión menos escandalosa que muchas otras y el Presidente adoptó una postura muy contenida ante el clima de euforia que había, pero es cierto que lo de Lilia, Petri y Santillán no ayudó en nada y por eso se les hizo saber que no cayó bien y que no se debe repetir. Fue innecesario”, dijeron al día siguiente cerca de Menem. La vara con la que se mide el umbral del escándalo y el grotesco está baja en el mundo libertario, pero dicen que ha empezado a elevarse.

Eso es parte relevante del cambio que trae el comienzo de la segunda y última etapa del mandato de Milei, cuyos principales articuladores políticos, que hoy son su hermana y los primos Menem, ya han anunciado que empezaron a trabajar por su reelección en 2027.

Es ese un objetivo, pero también una herramienta. El propósito no es solo una construcción de sentido para ser instalada en la opinión pública, como estrategia de marketing electoral, y evitar que empiece a vislumbrarse la foto del pato rengo a merced de los predadores, con la que se identifica a los presidentes que entran en la etapa final de su mandato.

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Lo que se busca, principalmente, con esos anuncios es crear una imagen de solidez y continuidad en el futuro, más allá del 10 de diciembre de 2027, como le exigen los inversores a los que el Gobierno todavía debe terminar de convencer de la sustentabilidad de su proyecto para que concreten sus demoradas promesas.

Eso importa más en el mileísmo que la sensación de hartazgo que provoca en la ciudadanía volver a tiempos proselitistas, generados por el propio Gobierno, cuando todavía los ecos y el desgaste de un extenuante año electoral siguen sintiéndose en el cuerpo social.

El oficialismo también busca aprovechar la ventana de oportunidad que le otorga el desconcierto y el caos reinantes entre los opositores, incapacitados para capitalizar que los beneficios prometidos del triunfo oficialista están lejos de percibirse masivamente. Por el contrario, lo que padecen vastos sectores sociales son varios efectos nocivos de la política económica del Gobierno. A excepción de la baja de la inflación (aunque estancada por encima del dos por ciento), la caída de la pobreza, con todos sus bemoles, el superávit fiscal y la calma cambiaria. Todo lo cual es mucho, pero ya no suficiente.

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Esta es la razón, también, por la cual Milei y su equipo económico quieren avanzar a fondo en este cuatrimestre con la menor cantidad de concesiones posibles. Primero, con la sanción de presupuesto, sobre el que ya se adelantó que hay disposición a negociar, pero poco y siempre que no altere los equilibrios establecidos, un corsé con el cual se pretende, además de que no se toque casi nada de la iniciativa oficial, dividir a los delegados parlamentarios de los gobernadores. Lo que uno quiera ganar se lo tendrá que rebanar a otro, sin afectar los ingresos de la Nación. Eso es lo que se propone el Gobierno.

También en la primera etapa se procura que se apruebe la demorada “ley de inocencia fiscal” para que los argentinos saquen sus dólares del colchón. El objetivo primordial y urgente es que vuelquen los billetes verdes guardados al mercado, lo que ayudaría para mantener contenido el tipo de cambio, y, especialmente, empezaría a calentar un consumo que está congelado. Por ahora solo hay algunas recuperaciones tan heterogéneas como concentradas en los sectores de mayor poder adquisitivo, lo que empieza a darle más firmeza a los rasgos de una sociedad más desigual. Motivo, como se sabe, de malestares complejos de controlar cuando se cristalizan aún en países donde la macroeconomía da signos de robustez.

Al mismo tiempo, se aceleró la discusión del proyecto de reforma laboral, que también el Gobierno considera crucial y, contra la opinión de interesados y expertos, utiliza como argumento en su favor la destrucción de puestos de trabajo formal del sector, que se ha sumado a las suspensiones, registrada durante la primera mitad de su administración y con una leve aceleración en el último mes.

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“El 98% del proyecto está y lo tiene Patricia [Bullrich], que ya empezó a moverlo en el Senado”, dice uno de los altos funcionarios que participó de su elaboración desde el origen y que tiene un estrecho vínculo con el Presidente.

En ese terreno, desde las oficinas del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, uno de los principales impulsores y gestores de la reforma, dan casi por hecho que pasará los filtros, aunque admiten que habrá algunos cosas que se negociarán. ¿Lo que está abierto a discusión será solo ese 2 por ciento que falta para llegar a tener el total de la iniciativa que se terminará tratando en el Congreso?

Probablemente pueda ser algo más, ya que quienes conocen a Sturzenegger dice que su máxima es: “Yo les corro el arco lo más lejos posible para que al final sientan que estoy dispuesto a acercárselos un poco y cerrar la negociación lo más cerca posible del punto deseado”. Tácticas trumpistas, que en medio de la crisis de representatividad del sindicalismo y las escenas de canibalismo dentro del perokirchnerismo en declive parecen destinadas a tener éxito.

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En defensa del maximalismo de Sturzenegger, sobre el que algunos de colegas del Gabinete y allegados al Presidente esgrimen dudas o cuestionamientos, sus colaboradores elaboraron una lista de 14 de desregulaciones de muy diversa índole e impacto llevadas a cabo, con los respectivos efectos positivos que tuvieron. Obviamente, algunos sectores afectados tienen otra mirada y el resultado en ciertos casos es más matizado o muy incipiente.

De cualquier manera, le sirven para empujar la nueva etapa de reformas y desregulaciones, para la cual se resolvió no ir con una nueva “Ley Bases II”, sino con proyectos desagregados. Entre ellos se vienen reformas educativas y digestos ultrasimplificadores de regulaciones en diversas materias, como salud, medicamentos, cuestiones comerciales e industriales, que acelerarán el desmantelamiento de áreas del Estado. La gran incógnita es si lo lograrán como hasta ahora, sin mayores conflictos. Pero no es una pregunta que se hagan en la cima del Gobierno

Esa decisión de fragmentar las nuevas medidas de transformación de roles y atributos estatales, en lugar de presentarlas en un solo megapaquete, es otra demostración del cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso en favor de La Libertad Avanza (LLA).

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El hecho de haber logrado hacerse de la primera minoría en Diputados, así como la sensible pérdida de bancas y las diferencias internas del bloque kirchnerista del Senado, llevaron a iniciar un proceso más incremental que disruptivo.

Ese escenario es el que valida y explica el cambio de modos con el que desde la Casa Rosada se encara esta etapa, aunque todos saben que el león puede volver en rugir en cualquier momento y que la contención aplicada después de la derrota bonaerense no significa que se haya vuelto herbívoro. Todo lo contrario. Dicen que “está más carnívoro que nunca”, solo que mientras las presas están aturdidas y sin capacidad para desafiarlo, procuran no despertarlas para llevarse todo.

Milei reboza de confianza. El triunfo electoral lo tonificó no solo por efecto del resultado y el impacto que tuvo en todo el universo opositor y hasta en sus aliados críticos, como los macristas.

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Ademas, se atribuye haber sido él esta vez el estratego de la campaña oficialista. “A mi me trajeron dos opciones. Ir por todo o hacer arreglos en varios distritos. Yo opté por la primera, porque si no iba a quedar preso de esos acuerdos como le pasó a Mauricio [Macri] después de ganar en 2017. Eso empezó con el triunfo en la ciudad [de Buenos Aires] y ahí pasamos de La Libertad Avanza a la libertad arrasa”, cuenta uno de sus colaboradores.

Ya se sabe que su hermana, con los Menem y su armador bonaerense, Sebastián Pareja, eran los impulsores del “vamos por todo” y que Santiago Caputo gestionaba algunos arreglos.

El resultado y las secuelas de la opción triunfante se verifican en estos días. Que después del escandaloso final de su exprotegido Sergio Neiffert el asesor haya mantenido al frente de la Secretaría de Inteligencia (SIDE) a alguien de su absoluta confianza, como Cristian Auguadra, quien llevaba las cuentas de la familia, no implica que haya vuelto a regir “el triángulo de hierro”.

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Hoy, la geometría del poder se resuelve más que nunca en una línea de solo dos puntos: Javier y Karina Milei. El resto son figuras con mayor o menor relevancia e incidencia que orbitan e interactúan con ese eje lineal. Los resultados determinarán quiénes adquieren más o menos volumen de acá en más. O dejan de pertenecer el universo gubernamental.

En ese escenario está puesto a prueba el flamante ministro del interior, Diego Santilli, sobre quien ejerce una celosa supervisión el jefe de gabinete, Manuel Adorni, destacado integrante de la escudería karinista. Para él, el plazo para mostrar resultados es más perentorio, ya que la forma en que se dirima la discusión del presupuesto 2026 será la base sobre la que discutirán los demás proyectos.

Hasta la más leve recuperación de la capacidad de veto de los gobernadores y sus legisladores puede alterar planes del oficialismo triunfante. Y, sobre todo, cambiar el tono moderado por el regreso de los rugidos leoninos.

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Sebastián Pareja criticó a los socios de LLA que votaron el endeudamiento de Kicillof: “Estuvieron flojos moralmente”,Claudio Jacquelin,Conforme a,,»Somos familia». ¿Pacto de silencio en la Andis? 13 de los 15 imputados evitaron declarar en su indagatoria judicial,,La interna del Gobierno. El control de la SIDE, eje de una tregua entre Karina Milei y Caputo

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Senado: el oficialismo da por cerrado el caso Villaverde y se activa su reemplazo

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Tras el comunicado emitido ayer por la actual diputada libertaria Lorena Villaverde (Río Negro), senadora electa que no asumió por las objeciones de la oposición sobre diversas experiencias judiciales -una, con cocaína-, el oficialismo de la Cámara alta dio por cerrado el tema y ya prepara a su reemplazante, Enzo Fullone, cuyo diploma ya fue dictaminado y aprobado en el recinto el viernes pasado, cuando juraron 23 de 24 legisladores.

Según deslizó una fuente oficialista a Infobae, luego de la misiva que Villaverde envió a Javier Milei para poner “a su entera disposición” su “renuncia a la banca de Senadora por la provincia de Río Negro”, la diputada hará la presentación formal en la justicia electoral -paso obligatorio- en las próximas horas. Con la película casi consumada, la Casa Rosada desactivó una potencial bola de nieve que, sin dudas, iba a presionar a la Cámara alta antes de las sesiones extraordinarias que piensa el Ejecutivo a partir del 10 de diciembre próximo.

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A diferencia de otras situaciones de menor complejidad en los últimos meses que, no obstante, terminaron mal en el Congreso, en el oficialismo destacaron la “muñeca” de la futura jefa libertaria, Patricia Bullrich, quien siguió de cerca todo el proceso e informó a la Casa Rosada para amortiguar eventuales golpes.

“Sectores del viejo régimen han intentado convertir mi situación personal en una herramienta para frenar las reformas, obstaculizar la conformación del bloque violeta en el Senado y desgastar al proyecto de cambio. No voy a ser parte de esa maniobra. No me van a usar como pieza para detener el rumbo que millones de argentinos eligieron”, señaló Villaverde en redes sociales.

La saliente ministra de Seguridad y futura jefa libertaria en el Senado, Patricia Bullrich, se mostró hoy en Diputados junto al actual líder oficialista en la Cámara alta, Ezequiel Atauche (Maximiliano Luna)

La rionegrina dijo que su accionar involucra “una decisión que nace desde el amor, la responsabilidad y la coherencia: mis hijos están antes que cualquier cargo, porque ninguna ambición política vale más que su bienestar”. Y agregó: “En estos meses fui víctima de operaciones mediáticas obscenas, maliciosas y profundas, diseñadas para destruir, desgastar y humillar. No fueron discusiones políticas: fue una violencia calculada contra una mujer, una madre y una dirigente que incomoda a la vieja política. Aceptar continuar bajo esas condiciones sería convalidar el daño y poner en riesgo a mi familia. No lo voy a hacer”.

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Más allá de todo esto, en La Libertad Avanza todavía se preguntan cómo Villaverde no consiguió y mostró, con el daño que podría haber generado todo este embrollo, toda la documentación correspondiente de la justicia estadounidense para respaldar su postura inicial. “Acompañar con papeles flojos, no”, sentenció un actor premium del oficialismo a este medio.

Por más que ello ocurra en un futuro, con la dimisión de las próximas horas quedará sellada la ventana “Villaverde senadora” y su destino en Diputados dependerá de lo que el oficialismo disponga. Para echarla, la oposición precisará dos tercios. “Es momento de calmar las aguas ahora. La agenda que viene es importante y este tema concluyó”, precisaron desde la bancada libertaria, que busca dar un final “constitucional y ético” -así sugirieron- a la novela en cuestión.

Una vez que comience el período de sesiones extraordinarias y, al tener ya luz verde, Fullone jurará en el primer encuentro que el pleno de la Cámara alta realice. Con ello, quedará un Cuerpo completo, con 72 legisladores. Para La Libertad Avanza, un voto es más que clave de cara a lo que deberá afrontar.

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Para la semana próxima se aguarda la convocatoria del Ejecutivo y el temario. Según la Casa Rosada, la prioridad del Senado será empujar la reforma laboral, en unos plazos más que ajustados para el corriente mes. De hecho, la mayoría de los bloques ya descarta un avance exprés. En un par de reuniones, Bullrich se mostró confiada en relación con la iniciativa que aún no mostró el Ejecutivo. No piensa igual la oposición.

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