SOCIEDAD
Animal Crossing, Netflix y Kojima tienen algo en común: te hacen sentir culpable por no estar

Hay algo tranquilizador en encender la consola después de un día largo, cargar esa partida que dejaste a medias hace meses y comprobar que, pese a todo, el juego te espera donde lo dejaste. Nadie te mira raro, nadie te pasa factura, tu avatar sigue ahí —igual de quieto, igual de dispuesto, igual de inmortal— como si el tiempo no existiera en ese mundo de píxeles, como si la vida no hubiera seguido avanzando fuera de la pantalla. Hasta que llega Hideo Kojima y decide, una vez más, que la realidad es demasiado cómoda. Porque, si hay un arte que domina Kojima más allá de las cámaras imposibles, los tráilers enigmáticos y los chistes con nombres ridículos, es el arte de agitar la pecera justo cuando los peces parecen haberse acostumbrado a la corriente. Y su última ocurrencia, esa en la que un videojuego no solo reconoce tu ausencia, sino que avanza sin ti, me ha dejado pensando —y riéndome— mucho más de lo que esperaba.
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En su reciente podcast, Kojima confesó que una de sus ideas descartadas era un «juego del olvido». Un experimento en el que, si dejas de jugar unas semanas, tu protagonista no solo pierde habilidades: puede que directamente no te reconozca, o que el mundo cambie a tus espaldas. Nada de pausa, nada de inmortalidad digital. Aquí, el juego sigue sin ti. Y, de paso, te deja claro que tú no eres tan importante como pensabas. Es la fantasía imposible: el videojuego que no te necesita.
No sé vosotros, pero a mí esta idea me fascina y me incomoda a partes iguales. Es brillante, sí, pero tiene un punto de crueldad existencial. Después de décadas en las que el mayor miedo era que se corrompiera la tarjeta de memoria, ahora resulta que lo verdaderamente temible sería volver y descubrir que, por fin, el mundo del juego ha aprendido a prescindir de nosotros.
A mí esta idea me fascina y me incomoda a partes iguales. Es brillante, sí, pero tiene un punto de crueldad existencial
Hay algo profundamente humano en la forma en que jugamos y dejamos de jugar. La partida guardada es un salvavidas emocional, una garantía de que podemos pausar, vivir, volver, y nada habrá cambiado. El tiempo, en los videojuegos, solo avanza si estamos presentes. Somos el motor del mundo. Pero ¿y si no? ¿Y si Sam Porter Bridges, Link o el mismísimo Mario decidieran seguir adelante aunque tú no vuelvas? ¿Qué pasaría si, después de un mes fuera, la princesa decide rescatarse sola, la base de Metal Gear cambia de jefe o tu equipo de FIFA ficha a otro entrenador porque has estado ocupado con la vida real? La pregunta es sencilla: ¿queremos de verdad juegos tan vivos que nos olviden?
Animal Crossing y el trauma del reencuentro
Algunos ya han jugueteado con la idea, claro. Animal Crossing es un ejemplo sutil y despiadado a la vez. Todos recordamos la primera vez que volvimos tras meses sin encender la Switch y nos encontramos la isla cubierta de malas hierbas, vecinos ofendidos y ese mensaje pasivo-agresivo de «¿dónde te habías metido?». Es el equivalente digital a reencontrarte con amigos del colegio en una cena y que te echen en cara cada año de ausencia.
Pero, al final, hasta Animal Crossing es indulgente. Limpiar la isla, pedir perdón y volver a la rutina es cuestión de minutos. Nadie se va para siempre. El juego sigue confiando en ti. Kojima, por supuesto, quiere ir un paso más allá: que el mundo no te necesite y que la ausencia tenga consecuencias que no se arreglen en un par de partidas.
La industria lleva años obsesionada con el concepto de «juego vivo». Nos prometen mundos persistentes, universos que cambian, comunidades que evolucionan mientras dormimos. Todo suena muy emocionante hasta que te das cuenta de que, en la práctica, significa perderte eventos, recompensas exclusivas, historias efímeras… o simplemente quedarte atrás en una maratón que nunca se detiene. Es como si el FOMO se hubiera instalado en el núcleo del diseño. ¿Te vas de vacaciones? Mala suerte, el dragón solo aparece ese fin de semana. ¿Tienes familia? Que sepas que tu clan te ha sustituido. ¿No puedes farmear hoy? Igual mañana ya no vale la pena volver.
Lo curioso es que todo esto, vendido como progreso, muchas veces es lo contrario: un regreso a la ansiedad de perderse algo, de no estar a la altura, de sentir que el videojuego es otra obligación más. Por eso, la idea de Kojima —el juego que no solo sigue, sino que decide no esperarte— suena a broma cruel… y, al mismo tiempo, a liberación. ¿Y si, por una vez, dejamos que el juego nos olvide y nos libra de la culpa de no volver nunca?
El algoritmo, Netflix y la conspiración de la ausencia
Aquí me permito una pulla: si a Netflix o a TikTok les llega la idea de Kojima, nos van a premiar por no abrir la app. «Enhorabuena, llevas una semana sin entrar: por fin tu lista de pendientes se ha vaciado sola». Un futuro donde, para completar el juego, hay que resistirse a jugarlo. Kojima, si me lees, por favor, no lo digas muy alto, que lo mismo mañana lo vemos en la siguiente actualización de Instagram. La fantasía de ser prescindible no es solo de los juegos. ¿Cuántas veces hemos sentido que los sistemas, los algoritmos y los timelines seguirán igual (o mejor) sin nosotros? Quizá lo más realista que puede ofrecer un videojuego es, precisamente, lo que siempre ha temido: que no te necesita.
Hay algo reconfortante en no ser imprescindible. Lo he notado en la vida real y en los juegos. Cuando era adolescente, fantaseaba con mundos que me esperaban, que dependían de mi acción, de mi regreso. Ahora, cada vez aprecio más los juegos que me dejan irme sin remordimientos. Que no me juzgan por no encender la consola en semanas, que no me castigan con mecánicas de «deber» y que no confunden mi ausencia con abandono.
La industria lleva años obsesionada con el concepto de «juego vivo»
La idea de Kojima es tan brillante como peligrosa porque lleva al extremo esa necesidad de «realismo» en el diseño. El videojuego como un universo paralelo, pero también como un espejo incómodo: si no vuelves, te olvidan; si te marchas, la historia sigue. ¿No es eso lo que intentamos evitar cuando jugamos? Tal vez la clave está en aceptar que los juegos —como las personas, los trabajos o los libros— también pasan, también se olvidan, y que está bien. Que la mejor mecánica que puede tener un videojuego es permitirte soltarlo cuando la vida lo exige. No todos los mundos necesitan estar siempre ahí cuando vuelvas. A veces el recuerdo es mejor que la partida guardada.
Quizá, en el fondo, el «juego que no te necesita» es una fantasía de madurez: la de aprender a dejar ir sin drama. La de aceptar que no pasa nada por ser el espectador ocasional, el que se baja antes de los créditos, el que se queda fuera de la raid, pero aún recuerda la sensación de la primera vez. Y, quién sabe, igual, esa libertad para no ser necesario es lo que hará que algunos volvamos, precisamente, cuando nadie lo espera.
Mientras tanto, el ecosistema sigue su curso: miniaturas de YouTube con caras de infarto, influencers que gritan porque una actualización ha cambiado el color del menú, directos reaccionando a teasers que aún no existen. La cultura del «todo importa, todo es ahora». Un poco de ruido, un poco de urgencia y, a veces, la sospecha de que, si desapareces un mes, nadie lo va a notar. O lo que es peor: que al volver, nadie se acuerda de ti.
Puede que Kojima lleve razón y el futuro sea de los mundos que avanzan sin nosotros, que no se detienen para esperar al último jugador. Tal vez, después de todo, necesitábamos una excusa para aceptar que, en los videojuegos y en la vida, el centro del universo es siempre otro.
Un brindis por los juegos que no esperan
Así que, Hideo, gracias por la idea imposible. Quizá no la quiero en mi consola, pero sí en mi cabeza. Me tranquiliza pensar que, si algún día decido dejar atrás un juego —o lo que sea—, el mundo seguirá rodando, la historia avanzará y alguien, en alguna parte, seguirá jugando.
Y si algún día vuelvo y mi avatar ha envejecido, o el mundo ha cambiado sin mí, lo aceptaré. Al fin y al cabo, eso también es jugar: saber parar, saber soltar, y recordar que lo importante no es que el juego te necesite, sino que te deje marchar. Y ahora, si me disculpáis, voy a dejar este texto sin guardar durante un rato. A ver si, cuando vuelva, ha mejorado solo.
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La noticia
Animal Crossing, Netflix y Kojima tienen algo en común: te hacen sentir culpable por no estar
fue publicada originalmente en
3DJuegos
por
Alfonso Gómez
.
SOCIEDAD
"Que me devuelvan mi dinero, es un escándalo". Abandonaron su juego de estrategia a medio hacer y los fans los acusan de estafadores

Hay muchísimas sagas de estrategia que han pasado años desapercibidas a pesar de ser clásicos inamovibles. Una de ellas fue Industry Giant, un portento nacido en 1997 en Europa que, tras su segunda entrega, se tomó una siesta de nada menos que 23 años. Aunque es cierto que tuvimos una versión actualizada de su segunda entrega en 2017, no fue hasta 2023 que Industry Giant 4.0 apareció para romper la mala racha. No obstante, el regreso de la mítica saga ha acabado en desastre, y es que la nostalgia ha dado paso al descontento y la frustración de unos fans que acusan a los desarrolladores de abandonar las promesas hechas durante el acceso anticipado.
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El juego comenzó su etapa de acceso anticipado con la promesa de añadir nuevas funciones y mejorar la experiencia clásica de una saga con 30 años de vida a sus espaldas. La idea era actualizar su sistema de negocios, transporte y planificación para competir con los grandes juegos de gestión y estrategia actuales.
Las quejas de Industry Giant 4.0 se amontonan y su suspenso en Steam es enorme
Sin embargo, muchos usuarios consideraron que incluso esa versión anticipada estaba «a medio terminar». Ahora, con el lanzamiento de la versión completa, esas críticas no solo persisten, sino que se han intensificado, dejando una valoración general de apenas un 42% de reseñas positivas en Steam. «Los desarrolladores abandonaron el juego a la mitad, y encima tuvieron la audacia de declarar esta basura mediocre de repente la versión 1.0», cita un jugador. Otro llama al juego y a sus autores estafadores e insta a Valve a «eliminar el juego de la tienda».
Entre las principales quejas de los jugadores está la ausencia de funciones prometidas, como el modo multijugador y la inclusión de barcos, así como una lista de soluciones y comportamientos dentro del juego que se consideran confusos o absurdos. La comunidad señala que la actualización 1.0 no ha solucionado los problemas principales y que esta podría ser la última gran actualización en un futuro cercano, según los propios desarrolladores.
Amazon ha caído a nivel mundial, afectando a juegos y aplicaciones de trabajo. Si no puedes hacer nada esta mañana, no es tu culpa
El descontento se refleja en la actitud de los jugadores, muchos de los cuales han solicitado el reembolso del juego. Para los fans, la nostalgia de la saga no justifica un lanzamiento que no cumple las expectativas y que ignora las promesas realizadas durante el acceso anticipado. por ello, el enorme suspenso del juego, sumado a los apenas 67 jugadores registrados en las últimas horas marcan un regreso poco menos que desastroso para este clásico de los 90.
Vía | GryOnline
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La noticia
«Que me devuelvan mi dinero, es un escándalo». Abandonaron su juego de estrategia a medio hacer y los fans los acusan de estafadores
fue publicada originalmente en
3DJuegos
por
Alberto Lloria
.
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Por cuarto año consecutivo, el Río de la Plata figura en un informe mundial con fuerte riesgo de sequía

Cada año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publica un informe en el que detalla el estado de los recursos hídricos a nivel mundial.
En el reporte correspondiente al 2024, el Río de la Plata figura como uno de los cursos de agua con el caudal más comprometido de Sudamérica. La particularidad es que esta problemática viene siendo detallada por el organismo internacional, por lo menos, desde los últimos cuatro reportes anuales.
El documento indica que los déficits de almacenamiento de agua terrestre tuvieron una situación a resaltar en Sudamérica. En ese grupo, las cuencas del Río de la Plata y del Amazonas mostraron una reducción significativa del almacenamiento, reflejando la persistencia de las condiciones de sequía que afectan a la región desde el 2020.
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También se notaron indicadores “por debajo o muy por debajo de lo normal” en cuanto a las entradas de agua a los embalses, sobre todo en los cursos de agua del sur de Brasil. Esta situación, aclaran en el informe, se dio “en consonancia con las condiciones de descarga en casi todo el continente sudamericano”.
Variabilidad climática y oscilaciones
“Entre el otoño de 2020 y la primavera del 2022, tuvimos un escenario persistente de sequía en la región y de bajantes asociadas en todos los cursos. Si se considera la Cuenca del Plata en ese período, hubo situación de aguas bajas en todos los ríos y, a partir de ahí, se puede hablar de una gran variabilidad, de una oscilación grande”, explicó a TN Juan Borús, investigador asociado del Instituto Nacional del Agua (INA).
El Río de la Plata es parte de esa tendencia oscilante. Según las mediciones diarias que hace la Prefectura Naval, la altura del curso de agua en el puerto de Buenos Aires llegó a marcar registros negativos en una decena de ocasiones en los últimos seis meses, con repuntes que lo ubicaron cerca del nivel de alerta, en torno a los 3,30 metros, a finales de mayo.
“La situación regional de la Cuenca del Plata es la manifestación más evidente del cambio climático. Seguir discutiendo visiones catastróficas es algo absurdo”, consideró Borús, que trabaja hace décadas en el INA. La situación actual, dijo, es un desafío para intentar pronosticar estados de situación por la variabilidad climática que se vive.
Anteriormente, se podía lograr una visión con horizonte a entre cuatro y seis meses para posibilitar información sobre el estado de situación de las cuencas. Ahora, ese panorama es mucho más dificultoso porque las sorpresas están a la orden del día.
Borús comentó que “en mismos años, se dan situaciones de aguas bajas y de ascensos históricos” en cuestión de meses. No solo se perdió el horizonte mencionado, sino también la capacidad de los cursos de agua de modificar sus caudales de manera gradual. También se dieron situaciones extraordinarias que hacía mucho no se daban, como la bajante histórica del río Paraná.
En ese sentido, marcó un ejemplo: “En la cuenca del río Paraguay, veníamos del 2024 con aguas persistentemente bajas y entramos en una situación de aguas bajas en todo su recorrido. En abril de este año se dieron un par de eventos de precipitaciones sobre la cuenca media como resultado del ingreso de humedad desde la Amazonía. Y si bien llovió en las nacientes, se produjo una levantada que pasó de aguas bajas a aguas altas sin estación intermedia. El problema es que, de abril en adelante, volvió a estar en condiciones de lluvias escasas, dominadas por algunos eventos en la cuenca inferior, pero nada más”.

La variabilidad climática que menciona Borús “limita el horizonte de prospección y hace que el pronóstico certero se acorte”. Además, el especialista marcó que crecen las probabilidades de que, incluso en situación de sequía, se den eventos de lluvias concentradas en áreas chicas y en cortos períodos de tiempo: “En general, se dan sobre áreas urbanas. Por eso hay que estar atentos al pronóstico meteorológico a corto plazo”.
Probabilidad de Niña
A la par del reporte de la OMM, el Instituto de Investigación Internacional para el Clima y la Sociedad (IRI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Columbia marca una probabilidad por encima del 50% para el desarrollo de La Niña en el verano.
Si bien es atendible este dato, Borús marcó que al margen de la condición global, en el país prevalecen las cuestiones climáticas regionales antes que las globales: “No dependemos de que declaren La Niña o no. En agosto del 2020, formalmente, la OMM dijo que ya estábamos en Niña y después fueron tres seguidas. Pero en el país ya llevábamos una bajante fenomenal en la gran mayoría de los afluentes”.
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Por lo pronto, el Paraná, uno de los principales aportantes al Río de la Plata, vivió un 2025 pobre en términos de caudal y seguirá bajo esa condición desde Corrientes hacia abajo. Aunque Borús estimó que tendrá una “muy gradual tendencia ascendente gracias a los pulsos (de lluvias) que se van desparramando”.
“Esto se da en un año que, al igual que los anteriores, te obliga a estar muy pendiente del corto plazo”, expresó.
Río de la Plata, Sequía
SOCIEDAD
Mariana A, íntima: “Mi transición no fue por convicción sino por una necesidad laboral”

Camina por la vida relajada, como si quisiera pasar inadvertida. Pero no puede. Mariana A fue una de las pioneras a la hora de romper prejuicios y abrir el camino de la actuación para las mujeres trans. Y, aún estando de jean y a cara lavada, la gente la reconoce. Desde el año 2002, cuando formó parte del elenco de Tumberos, hasta hoy, que está por estrenar la película Putas en la que tiene un rol protagónico, es considerada como una referente por muchas personas con su misma identidad. Sin embargo, en diálogo con Infobae, por primera vez se anima a contar los verdaderos motivos que la llevaron a tomar la decisión de cambiar de género.
—¿Qué edad tiene?
—La que aparento (risas).
—Lleva más de dos décadas en el medio y ahora está por estrenar un film…
—Sí. Putas es una película de Demian Alexander que se divide en cuatro segmentos, en la que cada pareja de actores tiene una historia en particular. Al estilo Relatos Salvajes. Quizás el hilo conductor es, solamente, que la chica se dedica a la prostitución. Pero no se queda en eso sino que muestra historias reales y muy duras. Y cuenta con actores de renombre como Carlos Belloso, Roly Serrano, Esmeralda Mitre, María Rosa Fugazot, Celeste Muriega, Vanesa González, Florencia Geréz, Gerardo Chendo y Fabián Vena. Se va a estrenar el 13 de noviembre.
—¿Cómo le llegó la convocatoria?
—El mismo director me había convocado antes para una obra de teatro, que se llamaba Las pulsaciones de Yamila, que es en la que se basa esta película. En aquel momento yo no había podido aceptar por cuestiones de trabajo, pero en este caso dije que sí y empezó la vorágine. Porque primero me llamó a mí y yo empecé a tirar nombres sin imaginar que esos actores, finalmente, iban a decir que sí. Imaginate que los relatos son muy crudos.
—¿Puede adelantar algo de lo que le toca a usted?
—Solo puedo contar que soy una chica trans, prostituta, que tiene una relación con el personaje de Fabián Vena y a partir de ahí se desata una historia terrible…
—¿Se puede decir que usted fue una de las primeras actrices trans en ser aceptada en el medio actoral?
—Por lo pronto, soy la primera ganadora de un Martín Fierro por Tumberos. Cris Miró, que había hecho mucha revista, ya había fallecido. Y de la mano de ella había aparecido Flor de la V. En cambio, lo que pasó con mi trabajo en esa miniserie, que era de Sebastián Ortega, Adrián Cataneo y Marcelo Tinelli, fue increíble. ¿Y sabés qué?
—¿Qué?
—Se dio sin pensarlo. Yo había empezado en el mundo del espectáculo a los 18 años y en ese momento estaba trabajando en el under. Una amiga me dijo que la acompañara a Ideas del Sur, que estaban buscando chicas trans. Y quedé.
—¿La típica historia de la que va a acompañar a otra y termina siendo la elegida?
—Tal cual. Igual, para ese momento yo ya tenía herramientas, porque estaba estudiando teatro. Y, cuando hice el casting, me dijeron: “Hacé de cuenta que estás encerrada en esta situación”. Así que flasheé que estaba en una cárcel, como en una clase práctica. Yo conocía a muchas travestis que habían estado presas. Pero me imaginé una persona en particular que maneja la zona roja en Italia, me metí en su vida y en su historia. Y quedé elegida.
—En aquellos años eran pocas las oportunidades para las chicas trans en la televisión…
—Lamentablemente, se las tomaba solo como objeto de burla. En ese momento, por ejemplo, yo estaba en un grupo de música que se llamaba Las Traviesas. Éramos cuatro travestis que cantábamos, por supuesto que no con nuestra voz, al estilo Las Primas. E íbamos a los programas, literalmente, para que nos trataran como monigotes. Porque si a la mujer no se le tenía respeto en ese tiempo, imaginate a nosotras…Sin embargo, yo fui rompiendo, rompiendo y rompiendo paradigmas.
—Entiendo que primero tuvo que romper su techo de cristal para entender que podía ser una actriz de verdad…
—Claro. Y te voy a decir algo que nunca he contado.
—La escucho.
—Mi transición no fue por una decisión propia. Mi historia es muy particular. Porque no es que toda la vida tuve ganas de ser mujer. Yo sabía que era diferente y que no me gustaban las chicas. Hasta ahí, todo normal, como cualquier homosexual. Pero nunca me imaginé que iba a ser travesti. Jamás. De hecho, antes para mí las chicas trans eran como monstruos.
—¿Por una cuestión cultural, la educación de la época?
—Cultural y personal. Les tenía miedo. Decía: “Por Dios, que nadie me castigue a tener que ser travesti”. Porque yo veía que tenían una vida muy dura.
—Al día de hoy siguen teniendo un promedio de vida que no llega a los 35 años…
—Porque la vida es una mierda y no hay oportunidades. Así que yo nunca pensé en ser travesti. Pero sí empecé a trabajar como transformista en un grupo en el que teníamos como madrina a Cris Miró. Ahí es donde conocí a Juanito Belmonte. Y él me dijo: “Vos tenés mucha pasta para esto pero, lamentablemente, sin tetas en este país no vas a llegar a ningún lado”.
—¡Qué fuerte!
—Sí. A mí eso me quedó sonando en la cabeza. Porque yo terminaba de hacer el show y volvía a ser el Mariano de siempre.
—¿Su nombre real?
—Sí. Y ahí me di cuenta de que había ido a veinte mil castings y no había quedado en ninguno. Claro, era una persona muy andrógina. No era hombre, pero tampoco mujer. Y no quedaba ni para una cosa ni para la otra. Y en un momento dado apareció lo de Tumberos. Entonces me acordé de lo que me había dicho Juanito y decidí hacerme los pechos. Pero no fue por una decisión de vida, sino por una cuestión comercial o, mejor dicho, laboral. Yo quería ser un actor no pude, porque no daba. Así que me terminé operando para poder ser una actriz. Estamos hablando de más de dos décadas atrás…
—En el medio la sociedad cambió muchísimo.
—Claro. Pero bueno, la mujer que soy hoy fue creada en base a lo que yo quería ser profesionalmente.
—Pero, ¿qué pasó en su cabeza a raíz del cambio? Porque hoy en día este tipo de transiciones van acompañadas de un tratamiento psicológico…
—Esto que decís que sucede en la actualidad es re pro. Pero, en ese momento, las travestis se ponían silicona de avión y salían al otro día a laburar a la calle con dos tetas gigantes. Por eso también es que el promedio de vida es tan bajo, no había educación pasa esto y todo se hacía en las sombras. Oculto.
—¿En su caso fue así?
—Sí. Mis primeros pechos me los inyectó una travesti en su casa, tomando mate. Porque yo los necesitaba ya. Y porque si ese papel no venía a mí, iba a perder la oportunidad de mi vida. Yo sabía que me iba a abrir muchas puertas.
—Imagino que tampoco tenía dinero como para costear una cirugía…
—Por supuesto que no. ¡Ni se me pasaba por la mente pagar una operación!
—Pero lo que cuenta como algo natural, que le inyectaron silicona de avión en una cocina, es una locura total…
—Yo fui a ver a esta travesti y le dije: “Quiero lo que tenés vos”. Me dijo que no podía, que antes necesitaba estirar la piel. Porque, obviamente, yo no tenía espacio para contener el líquido del tamaño de un pecho. Hoy se hace un tratamiento hormonal, pero en esa época no existía eso. Así que le dije: “Lo necesito ya”. Y ella me respondió que si me la bancaba, lo hacíamos.
—¿Y?
—Así fue. Me puso un cuarto de aceite de avión en cada pecho. Hoy lo cuento como gracia, pero fue terrible. Y muy doloroso. Cuando me fui, me dijo: “Vas a ver que la semana que viene vas a venir por más”. Yo le contesté que estaba loca, pero volví a los siete días para pedirle un cuarto más. Así que, en un mes, me hizo unas lolas talle 90.
—¿Qué pasó después? Porque terminó con una sustancia tóxica en el cuerpo…
—Todo lo lindo la gente lo vio: el éxito, la fama, el Martín Fierro y todas las posibilidades que se me generó…Pero sí, tenía veneno en el cuerpo. Porque, demás, después sentí que tenía que compensar atrás y me puse también en los glúteos. Así que, cuando junté un poco de dinero, me lipoaspiré el producto.
—¿Se llega a limpiar una sustancia que migra como la silicona de avión?
—Es mentira que se va toda. Siempre queda algo. Pero bueno, me saqué todo lo que se pudo y me puse prótesis en el pecho. Pero claro, al tener esa sustancia dando vueltas, más de una vez se me encapsuló.
—¿Y tiene otras secuelas de salud por las intervenciones que se realizó?
—Algunas. Y es todo un tema, porque hay muy pocos doctores en Argentina que agarran estos casos. Nadie te quiere abrir porque no sabe lo que tenés adentro. Por la migración del producto, por ejemplo, yo sufrí una trombosis que derivó en un ACV allá por el 2010. No lo hice público porque, en ese momento, cualquier cosa que le pasaba a una trans lo asociaban al HIV. Pero fue grave. Ahora estoy bien por suerte, pero me hago análisis muy seguido por control. En fin, son locuras que uno hace por conseguir el éxito. En esa época, yo pensaba que el tren pasaba solo una vez. Y Juanito también me lo decía: “Vos agarrate de la primera, porque la segunda, a veces, tarda bastante”. De todas formas, si bien mi cambio de género fue por una cuestión totalmente comercial, yo me moldeé rápidamente. No es que me siento un hombre con tetas. No llevo una doble vida, sino que comulgo con la mujer que soy hoy.
—¿Tiene documento femenino?
—Sí, creo que fui la segunda en obtenerlo después de Flor de la V.
—¿Y sigue sintiendo una mirada prejuiciosa o realmente hubo un cambio en la sociedad?
—Y…está en camino. Te lo digo porque yo soy una luchadora de la identidad desde el momento que tuve un juicio por el que me tuve que cambiar el apellido.
—¿Por una demanda de Mariana Arias, verdad?
—Claro. Yo me llamo Mariano Castro, pero había elegido un nombre artístico como cualquier actor que me tuve que sacar porque aparentemente ofendía a otra persona. No quiero ni tocar el tema. Pero lo que digo es que todavía falta. No es el paraíso celestial. Te aceptan como mujer, pero por otro lado te gritan: “Puto”. En algunos ámbitos te respetan y en otros no. Y, como digo siempre, no es lo mismo lo que pasa en Capital Federal que lo que tenés que soportar cuando cruzás la General Paz. Lo bueno es que, ahora, al menos tenemos leyes que nos cuidan.
—Convengamos que hay que cambiar una cultura arraigada durante años…
—Y eso va a tardar, por eso también entiendo a la gente grande cuando no sabe cómo tratarte. Mi vieja, por ejemplo, al principio no entendía que me tenía que tratar con la “a”. ¿Y qué le iba a decir? Tampoco la iba a estar corrigiendo todo el tiempo.
—¿Le costó a su familia aceptar el cambio?
—En ese momento fue duro. Mi padre, que todavía estaba conmigo, lo aceptó más rápido. Pero a mi mamá le costó más. Era el hijo que ella había tenido. Y yo al principio guerreaba más. Pero, después, las dos bajamos un cambio. Y ahora entiendo que hay que darle tiempo a la gente para asimilar todo esto. Sobre todo a la familia.
—Hablando de familia, ¿está en pareja?
—Sí.
—¿Hace mucho?
—No demasiado…(risas)
—¿Fantasea con la idea de casarse o tener hijos por algún método?
—La verdad que no. Si no, ya lo hubiera hecho. No se me pasó por la cabeza tener un niño porque a duras penas me puedo cuidar yo. Y tener una relación me parece bien, pero no sé si le pondría un título o firmaría un papel. A diferencia de mis compañeras, yo no voy por ese lado.
—Tampoco es una obligación, por más que nos hayan inculcado eso de chicos…
—No, claro. ¿Sabés qué me da miedo? La sensación a la que se expone el cuerpo con la separación. Yo me he enamorado muchas veces. Y los cancerianos nos arraigamos mucho al amor…
—¿Pero está dispuesta a no sentir con tal de no sufrir?
—Sí (risas). Literal. Primero yo y después yo. Igual, es difícil no sufrir porque el amor no pide permiso. Así que no sé.
—¿Cómo definiría su vida hoy?
—La siento plena, pero con lucha. Laboralmente, he tenido un buen principio. Me ha costado mucho mantenerme. Y siento que todavía no he tenido el papel que de alguna manera me estabilice y ponga mi nombre en el lugar que corresponde. Ojalá ese momento me agarre con salud y un poco de juventud. Porque, en una travesti, la vejez me parece que es bastante dura. Y yo le tengo mucho miedo.
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