SOCIEDAD
Sorpresas al pie de la cordillera. Por qué se tienen indicios de un pasado tropical, con lagos y cocodrilos

MENDOZA.- Volver a los orígenes y echar luz sobre los enigmas del pasado. En ese tren histórico, un grupo de investigadores argentinos, con la colaboración de expertos alemanes y estadounidenses, revelaron indicios clave, geológicos y ambientales, de la formación de la Cordillera de los Andes, una de las cadenas de montañas más extensas del mundo.
De acuerdo con el estudio, el actual macizo andino en su parte central, durante el periodo Paleógeno, hace 65 millones de años, mostraba una realidad sorprendente: se encontraba bajo un clima tropical, cálido y húmedo, rodeado de lagos con cocodrilos, tortugas y boas. El análisis se centró en rocas sedimentarias de la Formación Divisadero Largo, ubicada en la provincia de Mendoza.
Así, el estudio es determinante para reconstruir de manera integral la historia del levantamiento del cordón montañoso y de las condiciones climáticas que afectaron a la región en el pasado. El trabajo científico internacional, que puede consultarse en inglés en la publicación Basin Research ( ), liderado por especialistas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), aporta evidencia fundamental para comprender las condiciones que antecedieron al levantamiento andino y reconstruir cómo evolucionó la región en términos tectono-sedimentarios y ambientales.
Según los especialistas, este tipo de rocas se forman en cuencas sedimentarias, zonas deprimidas donde se acumulan materiales transportados desde áreas más elevadas. “Generalmente, estos sedimentos llegan arrastrados por ríos que descienden desde la cordillera, y pueden incluir fragmentos de otras rocas provenientes de diferentes montañas”, señalan desde el Conicet. Por tal motivo, el estudio de estos materiales permite reconstruir cómo era el paisaje en el pasado y qué sectores del relieve ya estaban elevados. Por eso, los sedimentos acumulados durante el Paleógeno en esta región de los Andes aportan información clave sobre una etapa aún poco conocida en la historia geológica andina.
“A partir de los estudios realizados en la zona de Divisadero Largo, determinamos que las rocas se formaron hace unos 65 millones de años y que, en aquel entonces, la región donde hoy se encuentra la ciudad de Mendoza estaba dominada por lagos poco profundos. En esos antiguos cuerpos de agua se han hallado restos fósiles de tortugas, cocodrilos y boas, lo que sugiere un clima cálido y húmedo”, explicó Lucas Lothari, becario doctoral del Conicet e integrante del Grupo de Tectónica del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianiglia, Conicet-UNCuyo-Gobierno de Mendoza) y primer autor del trabajo.
”También identificamos cambios climáticos muy marcados: por encima de los niveles con fauna típica de ambientes húmedos, comienzan a aparecer capas de yeso, un mineral que se forma en condiciones cálidas pero áridas, con muy poca humedad y dominadas por la evaporación”, señaló Lothari.
La labor de los científicos comenzó con la revisión de información y acciones previas sobre la zona. Luego, se utilizaron imágenes satelitales para identificar los lugares donde realizar las campañas de exploración. Posteriormente, se realizó el trabajo de campo para describir las rocas, tomar muestras y mediciones. “Para poder determinar la edad de las rocas procesamos las muestras en Alemania y luego las analizamos en laboratorios de Estados Unidos. En este sentido, tanto el Conicet como las colaboraciones internacionales resultaron clave para poder costear los trabajos de campo y los análisis”, destacó Lothari, quien firma el estudio junto con Julieta Suriano, José Mescua, Macarena Bertoa del Llano, Ahmad Arnous, Heiko Pingel, Manfred R. Strecker, Laura Giambiagi, Andres Echaurren, Matias Barrionuevo, J. Brian Mahoney y John M. Cottle.
“Procesos formadores de montañas”
Con este estudio, se echa luz sobre lo sucedido durante el Paleógeno, ya que permanecía poco comprendido, según indicaron desde el organismo nacional. “Este trabajo representa una pieza importante en los esfuerzos por comprender los procesos formadores de las montañas”, resaltaron.
Sobre la evolución de los Andes había algunas certezas de lo ocurrido antes, durante el Cretácico, hace aproximadamente 100 millones de años, al igual de lo que sucedió después, en el Oligoceno, hace unos 30 millones de años. “En otras áreas de la cordillera se había planteado la hipótesis de que durante el Paleógeno ocurrió una ‘quietud tectónica’, esto es, un largo periodo sin movimientos significativos. Sin embargo, en la región del Aconcagua recientemente se hallaron evidencias de que la cordillera habría crecido durante este periodo. “Nuestro trabajo, si bien no es concluyente, aporta evidencias que sugieren que el Paleógeno fue un periodo tectónicamente tranquilo”, comenta el científico.
Lothari puso de relieve el peso de este tipo de investigaciones, principalmente, porque ayudan a construir conocimiento sobre los procesos que ocurren en la principal cadena montañosa del continente. “Comprender la evolución de la Cordillera de los Andes y los cambios paleoclimáticos asociados no solo permite conocer mejor nuestro territorio, sino también mejorar las herramientas para anticipar procesos geológicos futuros. Este trabajo abre la puerta a nuevas investigaciones en una región clave de los Andes”, completó el investigador.
SOCIEDAD
De niño miraba el cielo para hablar con su madre muerta y 30 años después recuperó su voz: “Ahora sé que me quiso de verdad”

Cuando era pequeño, Juan Manuel Atondo (36) hacía siempre la misma pregunta al salir del jardín: “¿Por qué no me viene a buscar mi mamá? ¿Dónde está mi mamá?”. Tenía “tres o cuatro años” y aún no sabía que ella había muerto de cáncer cuando él tenía dos. Su papá —viudo a los 40— evitaba el tema y trabajaba todo el día. Quien lo retiraba del jardín era la mujer que limpiaba en su casa.
Durante más de treinta años, Juan Manuel convivió con ese vacío, un vacío que solo conocen aquellos que perdieron a una madre o a un padre en la infancia. No tenía ningún recuerdo propio de su mamá.
Esa sensación lo acompañó hasta 2022, cuando, en plena refacción de la casa familiar, encontró unas cajas viejas en el altillo del quincho. Al abrirlas, apareció una carta escrita a mano por su madre y un video en formato VHS donde la escuchó por primera vez en su vida. La vio moverse, reír y jugar con él. “Yo sabía que mi mamá me había querido, pero jamás lo había podido sentir. Ahora sé que me quiso de verdad”, le dice a Infobae.
Desde Leipzig, la ciudad alemana donde se instaló en mayo de 2025 junto a su pareja, cuenta cómo fue ese hallazgo, la señal que tuvo unos meses antes y la historia detrás de su nombre.
El niño que hablaba mirando hacia el cielo
Juan Manuel nació el 18 de julio de 1989. Su madre, Graciela Parón, falleció en 1991, una semana después de que él cumplió dos años. “Tenía cáncer de mama. Lo ocultó y cuando se lo diagnosticaron ya era irreversible”, cuenta.
La muerte ya se había hecho presente en la familia Atondo. Su papá, Raúl Alcides, había perdido a sus propios padres y, en 1993, a un hermano Omar, un reconocido futbolista de Junín. La seguidilla de duelos fue tan dura que las tías del niño se ofrecieron a adoptarlo, convencidas de que podían darle una vida más estable. Raúl, que había envejecido de golpe —“Se llenó de canas: era un copo de nieve”, dice Juan— se negó: quería criarlo él.
Aun así, Juan asegura que tuvo una infancia feliz. “Hice mucho deporte. Mi viejo me lo inculcó desde muy chiquito. A los cinco o seis empecé a jugar al básquet”, recuerda. Para ese entonces, él y su papá ya se habían mudado a la localidad bonaerense de Adrogué, en zona Sur.
Fue en esos años cuando su padre, sin vueltas, le contó lo que había pasado con su madre. “Me explicó lo que era la muerte, cuando una persona deja de respirar. Cómo él era muy religioso, me contó acerca del alma y me dijo que si quería hablarle a mi mamá, mirara el cielo, que ella iba a estar ahí”, dice. Juan lo intentó más de una vez. Recuerda un campamento del colegio: se apartó del grupo, se sentó bajo un árbol y miró las estrellas tratando de comunicarse con ella. “Desistí porque no me contestaba”, cuenta ahora.

Lo que no se decía
Juan creció sabiendo que había preguntas que su papá prefería esquivar. Si sus inquietudes tenían que ver con cómo había conocido a su mamá o cuánto tiempo habían estado de novios, Raúl respondía sin problemas. Pero cuando las preguntas avanzaban hacia la enfermedad, el hombre se cerraba. “Trataba de evitarlo”, resume Juan hoy.
La familia materna podría haber sido un refugio para esas respuestas, pero ese lazo estaba roto. Su papá se había distanciado de todos, convencido de que no habían acompañado lo suficiente durante el tratamiento y porque le debían un dinero que nunca volvió. Pasaron años hasta que Juan recibió un mensaje por Facebook de su tía Iris, la hermana menor de Graciela.
Ese reencuentro, a sus 19 años, le devolvió piezas que no sabía que necesitaba: fotos, anécdotas, libros y un abrigo de piel que todavía conserva. Recién entonces supo, por ejemplo, que Graciela había trabajado como vendedora de zapatos, que le gustaba la moda y que solía hacerse pequeñas producciones de fotos en las que su esposo hacía de fotógrafo. Fue su primer acercamiento a la mujer a la que no recordaba.
“A pesar de que yo tuve mamá hasta los dos años, como no la recuerdo, nunca pude hacer un duelo”, dice. Con su padre fue distinto. “Cuando falleció mi viejo, la vida me pegó un cachetazo. Mi viejo era todo”.

El hallazgo
Raúl Atondo murió el 10 de noviembre de 2022. Meses después, en febrero de 2023, Juan volvió a la casa familiar de Adrogué. Vivía en Banfield, pero necesitaba estar ahí: había adoptado a Cleo —una perra que llegó un mes antes de que su papá falleciera— y quería refaccionar la vivienda para alquilarla e irse del país. Hacía tiempo que pensaba en emigrar, pero se había quedado para acompañar a su papá, que estaba delicado de salud.
Antes del hallazgo, Juan había vivido una situación inexplicable. En un McDonald’s, la pareja de uno de sus primos de Junín —una mujer que no lo conocía y que se presentó como médium— le dijo que había “más cosas” de su mamá que él todavía no había encontrado. Él no le dio importancia en ese momento, pero la frase quedó dando vueltas.
La carta apareció mientras refaccionaba el quincho, un espacio grande con un altillo lleno de objetos acumulados: herramientas, restos de la mercadería que su papá vendía y cajas que nadie había vuelto a abrir. Entre esos montones vio un folio con papeles, fotos y algo más: “Empecé a revisar y encontré una carta escrita por mi mamá. Fue el primer contacto real que tuve con ella”.
Al leerla, se quebró. “Lloré como un condenado”, admite. La hoja, fechada el 17 de mayo de 1989, había sido escrita por Graciela desde la oficina de su esposo, embarazada, hablándole al hijo que estaba por nacer. Le contaba cómo lo esperaba, por qué había elegido sus nombres —Carolina si era nena, Juan Manuel si era varón— y detallaba que el suyo lo había tomado de Juan Manuel de Rosas, “un nombre con fuerza”, según escribió ella. Cerraba con un “Te queremos mucho” que él nunca había escuchado de su propia madre. “Saber por qué me llamo Juan Manuel es un montón. Y ver escrito ‘Te quiero mucho’ me pegó muchísimo. La leía así —dice, extendiendo los brazos— porque si la acercaba iba a empaparla con mis lágrimas”.

“Ahora sé que mamá me quiso de verdad”
Después de leer la carta, Juan volvió a hablar con la médium. Ella le dijo que lo que había encontrado era “una carta de bienvenida al mundo” y que, para que su mamá “fuera libre”, él debía escribir una despedida. Juan lo hizo: le dijo que había crecido, que era un hombre hecho y derecho, que si alguna vez la necesitaba la iba a llamar, pero que quería que ella estuviera tranquila. Leyó esa carta en voz alta, encendió una vela, la quemó y arrojó las cenizas en una planta. “Creció un montón”, dice.
El video en formato VHS, si bien había aparecido en simultáneo, se demoró en verlo porque lo mandó a digitalizar. “Volví con un pendrive, puse play y apareció mi vieja… No podía parar de llorar”, cuenta. “Era ese nene de dos años que no había tenido a su mamá. Le ponía pausa, rebobinaba”.
En uno de los videos ella juega con él en la cama, grita, lo hace reír. Juan —“gordito y feliz”— salta como puede sobre el colchón. En otro, ella lo está amamantando. También aparecen personas que él no llegó a conocer: los abuelos paternos, fallecidos antes que su mamá. “Mientras iba armando recortes, porque el video dura más de una hora, se los mandaba a mi tía. ‘Mirá lo que encontré’, le decía. ‘Ahí aparecías vos de joven’”. Después se lo mostró a Laura, su novia, y a su mejor amigo, Alejo. “Andaban todos recontentos. Hay mucha gente que perdió familiares y no recuerda la voz. Yo soy un afortunado”, dice.
Según Juan, después de ver esas imágenes, cambiaron muchas cosas en su interior: “Hubo una respuesta que siempre necesité, que era saber si mamá me había querido. Yo lo sabía, pero jamás lo había podido sentir porque era un bebé. Ahora sé que me quiso de verdad. Vi cómo me jugaba, cómo me sostenía y me alimentaba… Me hizo muy feliz”. También encontró parecidos. “Los rasgos finos de la cara son de mi vieja. El color, la nariz, las pestañas. Después, lo grueso, es mi viejo. La altura, el pelo… todo eso es mi viejo”.

Hoy Juan vive en Leipzig, Alemania. Se mudó en mayo de 2025 junto a Laura —una alemana quince años menor que él, a quien conoció en un viaje a Nueva York—. Ella estudia técnica en anestesiología; él trabaja de manera remota para una empresa de Estados Unidos. El plan —dice— es quedarse allá hasta que su novia se gradúe y luego volver a Argentina. Mientras tanto van a aprovechar para viajar y conocer Europa.
A veces, cuando camina por la ciudad o cuando sale a pasear a su perrita Cleo, Juan vuelve a pensar en todo lo que apareció dentro de aquellas cajas. “Tuve que procesarlo”, dice. Y hay algo más. Lo cuenta con pudor, pero sin negar lo que siente: desde hace años, cada tanto, lo rodean mariposas blancas. “Al principio era solo una, ahora son dos. Siento que son mis viejos”, se despide.

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Max Hodak: “Los pacientes pasan de estar casi ciegos a poder leer cada letra y hacer crucigramas”

La startup californiana Science Corp. acaba de anunciar que varios pacientes habían vuelto a leer letras, números y palabras tras la colocación de su prótesis ocular, PRIMA. Algunos incluso páginas enteras de un libro. El avance lo recogió la revista The New England Journal of Medicine. El CEO de la firma, Max Hodak (Estado de Nueva York, 36 años), CEO de Science Corp. habla de todo ello como si hubiera pasado hace tiempo, aunque el anuncio fuera de finales de octubre. Ingeniero biomédico, cofundador también de la empresa de Elon Musk Neuralink, donde ejerció como presidente, fundó Science Corp. en 2021 tras dejar su alianza con Musk. La startup se centra en la recuperación de la visión a través de interfaces cerebro-ordenador. Hodak recibe a El PAÍS en la Web Summit de Lisboa, donde acudió como uno de los ponentes estrella para divulgar los avances de su compañía. Habla serio, rápido y técnico, a medio camino entre el científico y el fundador de startup que es.
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Este juego llega gratis a Nintendo Switch 2 en 2026 y está a punto de recibir todos estos contenidos: hay novedades en Warframe – Nintenderos

En la web ya compartimos información de la llegada de cross-save para el gran Warframe. Ya lo tenemos disponible, y ahora tenemos novedades de cara a Switch 2. Parece que Warframe no cuenta con una versión específica para Nintendo Switch 2 debido a que su equipo de desarrollo aún no había recibido un kit de desarrollo para la nueva consola.
El juego es totalmente funcional en Switch 2, pero no aprovecha su hardware más potente. Desde Digital Extremes ahora han confirmado que Nintendo ya les ha ayudado y están trabajando en una versión de Switch 2. Tras recibir el primer gameplay en la consola, ahora tenemos novedades de cara a sus próximos contenidos:
La espera casi ha terminado: el 10 de diciembre llega The Old Peace, la próxima gran actualización de Warframe, disponible en todas las plataformas, incluida Nintendo Switch.
La actualización añade la siguiente Cinematic Quest, junto con los nuevos modos de juego The Descendia y The Perita Rebellion.
Incluye una esperada expansión del sistema Focus School.
Presenta al Warframe demoníaco Uriel, nuevos Protoframes (con opciones de romance) y una nueva clase de armas Bayonet.
Añade también el Voruna Deluxe y más contenido adicional.
Todo esto prepara el terreno para una actualización aún más grande centrada en Tau, prevista para 2026.
El equipo de desarrollo ha trabajado intensamente desde su anuncio en TennoCon 2025 y está deseando que los jugadores disfruten del contenido el 10 de diciembre de 2025.
Además, una versión nativa de Warframe para Nintendo Switch 2 llegará en 2026, permitiendo disfrutar The Old Peace en la nueva generación.
Ya sabéis que el juego está actualmente disponible en Nintendo Switch, PlayStation, Xbox y Windows. ¿Qué os ha parecido el vídeo? No dudéis en compartirlo en los comentarios. Y ya sabes, no dudes en consultar los 110 mejores juegos de Nintendo Switch (2025). También podéis consultar los mejores juegos gratis de Nintendo Switch o los mejores juegos gratis de Switch 2.
Vía.
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