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IOMA en crisis: piden declarar su emergencia económica y financiera

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La crisis del Instituto Obra Médico Asistencial (IOMA) crece y, a la par, sucede lo mismo con el malestar de sus afiliados en toda la provincia. En la mayoría de los municipios bonaerenses, esta obra social es la segunda con mayor cantidad de afiliados después del PAMI, lo que da una noción del volumen del problema con la mala atención.

Como manifestación de esta crisis, se llevan a cabo distintas acciones políticas desde municipios de la provincia para hacer llegar a la Legislatura Bonaerense un pedido para normalizar la situación del IOMA. Desde junta de firmas de afiliados para iniciativas que buscan una autarquía de la obra social hasta proyectos de resolución de concejos deliberantes.

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Uno de estos proyectos es del Departamento Legislativo de Balcarce, más precisamente de su presidente, el concejal Agustín Cassini. La resolución en cuestión solicita la declaración de emergencia con el objetivo de optimizar y sanear el sistema de salud solidario que brinda a millones de bonaerenses.

El edil del bloque Juntos presentó el lunes esta iniciativa para acordar la crítica situación del IOMA, que ha enfrentado crecientes dificultades en la prestación de sus servicios durante más de un año, y perjudicado así a sus más de 2.700.000 afiliados, el 91% de ellos de manera obligatoria.

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En el caso de Balcarce, de donde surge el proyecto de resolución en cuestión, IOMA cuenta con 8.700 afiliados, lo que ubica a esta obra social en segundo lugar detrás del PAMI en cantidad de afiliados.

Rovello y Garciarena a Kicillof: “Dejá de gastar la plata de IOMA en campaña y boludeces”

Una forma de hacer llegar el reclamo a La Plata

El problema del financiamiento de IOMA repercutió en las suspensiones y copagos anunciados por parte de diversas cámaras y colegios de profesionales de la salud, y afecta la economía de los municipios bonaerenses, que deben cubrir las diferencias monetarias de los servicios prestados en hospitales municipales hasta que la obra social bonaerense realice los pagos correspondientes.

Con anterioridad ya se habían elevado a la Legislatura bonaerense proyectos para intentar auditar y sanear las cuentas del IOMA, pero las iniciativas no fueron sujetas a debate y durmieron en los cajones de archivos.

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Con la propuesta en cuestión expresada desde el Concejo Deliberante de Balcarce se busca que otros departamentos legislativos municipales de la provincia se hagan eco del pedido de declaración de emergencia del IOMA, y hacer llegar nuevamente al Poder Legislativo provincial una iniciativa para normalizarla.

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POLITICA

“Señores, de pie”: Hace 40 años cambiaron la historia. Hoy vuelven a la sala donde ocurrió todo

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“Declárase abierto el acto”, anunció León Carlos Arslanian, que presidía el tribunal el lunes 22 de abril de 1985. El juicio a las juntas militares había empezado. “Nunca sentí tanta incertidumbre en mi vida como el fin de semana previo”, cuenta hoy Ricardo Gil Lavedra, que esa mañana de abril de hace 40 años, con anteojos grandes y bigotes largos, estaba sentado en el estrado a dos sillas de Arslanian frente a una sala de audiencias repleta.

La Policía había mandado a tapiar los gigantescos vitraux de atrás del estrado por miedo a que hubiera francotiradores al otro lado de la calle Uruguay, pero había muchas otras amenazas y los jueces lo tenían claro.

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El 22 de abril se cumplieron 40 años del día en el que Gil Lavedra, Ledesma, Arslanian y Valerga Aráoz empezaron a juzgar a las cúpulas de la dictadura en el Juicio a las Juntas; hoy los vitreaux están a la vista; entonces habían sido tapiados por miedo a que actuaran francotiradoresSantiago Filipuzzi –

Ahora, cuando se cumplen cuatro décadas del inicio de aquel juicio histórico, reunió a Arslanian, Gil Lavedra, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz en esa misma sala en la que ellos, con Jorge Torlasco y Andrés D’Alessio, fallecidos, llevaron adelante el juicio. Implementaron sobre la marcha un proceso inédito, escucharon los testimonios más aberrantes, resistieron amenazas y discutieron entre ellos hasta el hartazgo para obtener una condena sin precedentes a las cúpulas de la dictadura que hasta poco tiempo antes concentraban el poder. Y todo en tiempo récord.

1985: en estrado, los jueces Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma, León Carlos Arslanian, Andrés D’Alessio y Jorge Valerga Aráoz; debajo, los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo

La sala, revestida íntegramente en madera oscura, ya no se usa para juicios y se conserva casi sin cambios. Los mismos bancos, escritorios, sillones de los jueces. “Creo que han sacado el crucifijo que estaba arriba de donde dice ‘Afianzar la Justicia”, señala Valerga Aráoz. “Y acá esta silla no iba”, dice Ledesma, que, sobre el estrado que domina la sala, empuja uno de los sillones de los jueces para recrear un escenario idéntico al de hace 40 años. Los muebles pesan como si fueran de piedra maciza.

“Los sillones son tan grandes que teníamos abajo un banquito para los pies”, cuenta Gil Lavedra. “Ahora nos vienen bien”, le contestan por lo bajo y todos se ríen. “Es que antes los jueces eran gigaaaaaantes”, dice Arslanian.

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Los jueces, en los sillones inmensos en los que hicieron historiaSantiago Filipuzzi –

Pero el lugar que los excamaristas sienten realmente como su casa, es otro: una sala lateral, con acceso al estrado, que tiene solo una gran mesa decagonal y paredes cubiertas de libros; muchos ahí desde antes de 1985.

Guillermo Ledesma, Jorge Valerga Aráoz y León Carlos Arslanian, en la mismas sillas y en torno a la misma mesa de la sala que fue «la cocina» del juicio, donde discutían durante horas y tomaban las principales decisiones del proceso Santiago Filipuzzi –

“Esta era nuestra cocina. Donde se discutía todo -dice Valerga Aráoz-. Acá pasábamos días enteros”. Fueron, en total, 14 meses de convivencia desde que empezaron a planear cómo sería el proceso. Los jueces se juramentaron la transparencia sería total; que todo se resolvería entre esas cuatro paredes y que hablarían con los demás sobre cualquier llamada, pedido o advertencia del exterior. “Era imposible hacer una empresa de esta envergadura si vos no confiás ciegamente en el otro”, dice Gil Lavedra.

A diferencia del estrado, donde iban rotando según quién tuviera la presidencia, en la mesa de la sala de audiencias tenían asientos fijos. “¿Te das cuenta? Nos sentamos cada uno en su lugar”, dice Arslanian mientras se acomodan en torno a la mesa. Nadie duda cuál era la silla propia, pero discuten sobre dónde estaban los demás. Otra vez les sobra una silla. “Está bien. Acá se sentaba el secretario cuando venía a informarnos”, zanja el debate Gil Lavedra. La dinámica de la discusión sobre detalles de los recuerdos es siempre bastante parecida: debaten un buen rato, llegan a un acuerdo y no discuten más, pero alguno sigue pensando que no fue así.

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Ricardo Gil Lavedra: «Teníamos un pacto de honestidad total. Todo lo traíamos es esta mesa: llamadas, mensajes, lo que fuera, todos teníamos que saber todo»Santiago Filipuzzi –

“Creo que en el juicio nunca hubo una disidencia”, recuerda Valerga Aráoz. Una disidencia formal, porque discusiones hubo infinidad, pero el que no estaba de acuerdo terminaba cediendo en función de la mayoría. Hoy son conscientes de que hicieron juntos la mayor proeza de sus vidas y si ya entonces se ofrecían confianza total, ahora se sienten hermanos.

Arslanian se reclina en su silla y levanta la cabeza. “Tirábamos los papeles hechos un bollo, los borradores, a la lámpara que colgaba del techo, que era como una palangana”, cuenta. “Eran nuestros escapes para distendernos… Al que no le gustaban nada las bromas era a Andrés”, recuerda Gil Lavedra.

Y Ledesma agrega en tono de confesión: “A mí, las relaciones con D’Alessio me costaban…”. Ellos dos eran los más discutidores. Venían de una misma sala porque para el juicio se juntaron las dos salas de la cámara, de tres jueces cada una. El tercer juez de la Sala II, con D’Alessio y Ledesma, era Valerga Aráoz, que, según Arslanian, compensaba porque era “una especie de monje conciliador”.

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“Pero, ¿quién resolvió el tema cuando casi se agarran a piñas?… el malo de Ledesma”, dice el propio Ledesma, provocador. El cruce fue entre D’Alessio y Gil Lavedra, en el principio del juicio.

Fue un día en el que José María Olgeira, el abogado de Roberto Viola, se peleó en plena audiencia con Augusto Conte Mac Donell, padre de un joven desaparecido que estaba en el público. Arslanian, que presidía, ordenó detener al abogado y los jueces se retiraron a la sala de acuerdos. “Teníamos un tipo detenido. A los cinco minutos nos llegaban habeas corpus pidiendo por él, los otros abogados estaban como locos y discutíamos porque no teníamos idea de cómo salir –relata Gil Lavedra-. El que puso calma fue el Negro, que empezó a escribir una solución y nos fuimos serenando.”

Esos primeros días era vital para ellos demostrar que el juicio no se les iba a ir de las manos.

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Guillermo Ledesma: «Los acusados no mostraban el menor rastro de arrepentimiento. Soberbia total»Santiago Filipuzzi –

Los encargados de ejecutar el plan criminal y tenían el poder de mando seguían en los cuarteles. Eran los mismos tipos que habían secuestrado, torturado… El riesgo era muy grande. De hecho, las circunstancias nos dieron la razón. Apareció Semana Santa [por el levantamiento militar de 1987]…”, dice Arslanian. “Por eso, no podíamos aplicar la matriz y los tiempos de la justicia federal porque el juicio iba a languidecer”. Para cumplir su cronograma, los jueces hacían audiencias hasta las 3 de la mañana si era necesario.

De izq. a der.: Armando Lambruschini, Leopoldo Galtieri, Orlando Agosti, Jorge Videla, Rubens Graffigna, Isaac Anaya, Basilio Lami Dozo, Eduardo Viola y Emilio Massera, miembros de las Juntas Militares, en el histórico juicio (1985)Télam

Cuando empezó el proceso, Arslanian les dijo una frase que recuerdan siempre. “Que teníamos que actuar como un trueno entre las hojas. Trataba de infundirnos, a mí mismo y a mis queridos compañeros, la fuerza, la convicción.”

El clima era muy adverso. Incluso los jueces amigos les trasmitían desconfianza. “A mí me vino a ver el presidente de la Corte Suprema, José Severo Caballero –dice Arslanian-. Me dijo: ‘No sé si es el momento, piensen, esto es muy difícil… Puede ser una suspensión, alguna nulidad, algo que, digamos, ponga paños fríos’. Como diciéndonos que no se hiciera el juicio”. Valerga Aráoz asiente: “A mí me dijo lo mismo en una quinta, delante de otra gente”.

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Jorge Valerga Araoz: «Pasábamos horas discutiendo entre nosotros hasta llegar a un acuerdo. Creo que no hubo una sola disidencia en todo el juicio»Santiago Filipuzzi –

Gil Lavedra añade que al principio tampoco contaban con un gran apoyo social. “Se fue gestando a medida que se fue conociendo la verdad. La enorme mayoría de la población desconocía lo ocurrido. El velo se empezó a correr con el informe de la Conadep y con el juicio. Cuando empezaron los testimonios de las víctimas no había nada que discutir. Ahí estaba la verdad”, relata. Torturas, violaciones, secuestros, asesinatos. Fueron más de 800 testigos.

Ledesma dice que incluso él se enteró en plena audiencia de “muchas cosas que eran subterráneas”. Y dice: “Yo pensé que algo había, pero no pensé que llegaban a este grado… tan aberrante”. En cuanto a los acusados, recuerda que no mostraron el menor rastro de arrepentimiento: “Soberbia total”.

Los excamaristas destacan el rol del expresidente Raúl Alfonsín como el “padre” del juicio y de la Conadep, comisión de notables creada por él para reunir las denuncias, como la base del proceso. “Sin la Conadep este juicio no se hacía porque juntó la prueba, y después Julio la extrajo de ahí”. Julio es Strassera, el fiscal del juicio, a quien los camaristas le reconocen un enorme mérito. Junto con Luis Moreno Ocampo, su fiscal adjunto, eligieron los “casos paradigmáticos” que presentaron al tribunal y promovieron las condenas.

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Los fiscales Strassera y Moreno Ocampo, escuchan a un testigoRedacción

“La Conadep fue la primera comisión de la verdad del mundo. Hacer lo que hizo, en nueve meses, fue extraordinario”, dice Gil Lavedra. Recuerda que los defensores se quejaban y decían el trabajo de la Conadep era prueba que no habían podido controlar, pero se esmera en aclarar que la sentencia se basó en testimonios que se escucharon todos en el juicio.

León Carlos Arslanian: “El juicio corría muchos peligros. Los encargados de ejecutar el plan criminal y tenían el poder de mando seguían en los cuarteles. Eran los mismos tipos que habían secuestrado, torturado…»Santiago Filipuzzi –

La sentencia fue por 709 casos. El juicio duró siete meses y medio. Jorge Rafael Videla y Emilio Massera fueron condenados a prisión perpetua. También se condenó a Viola, Armando Lambruschini y Orlando Ramón Agosti, que perdieron además su rango militar. Los otros cuatro acusados fueron absueltos (Omar Graffigna, Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo).

En 1986, poco después del juicio, empezaron los movimientos militares y el Congreso sancionó en 1987 la ley de Obediencia Debida, que la Corte convalidó. En ese momento, ellos empezaban a juzgar los crímenes del I Cuerpo de Ejército y de la ESMA. Los dos procesos se cerraron.

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Los cuatro jueces destacan hoy, como uno de los méritos del juicio que llevaron adelante, que ya no se discuten los crímenes aberrantes de la dictadura. Sí tienen algunas diferencias en sus miradas de lo que vino después.

Gil Lavedra dice: “Hoy hay una corriente que no llega a ser negacionista, porque nadie discute que los hechos ocurrieron, pero sí pretende quitarles su verdadera importancia y poner de resalto los delitos de las organizaciones armadas en la década del 70, que nadie discute que fueron gravísimos y tendrían que haber sido juzgados. Fue el plan criminal lo que evitó que eso sucediera”. Y, más explícito, afirma: “El último video del 24 de marzo [difundido por el Gobierno] reproduce la línea de defensa que tenían los excomandantes”.

Los excamaristas conservaron un vínculo personal que no se enfrió con los años. Se reúnen a comer periódicamente. Se conocen muy bien y cuentan que se sienten como hermanos.Santiago Filipuzzi –

Ledesma está convencido de que a Milei “no le importa nada el tema [de los derechos humanos]”. Y afirma: “Yo quiero decir que estoy totalmente en desacuerdo con los juicios seguidos después de la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final”, reabiertos durante el kirchnerismo, y dice que en esos procesos “se cometieron infinidad de prevaricatos y se pusieron unas penas enormes”.

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“Yo en lo que sí estoy de acuerdo es en que se investiguen los hechos de la subversión –dice Valerga Aráoz-. Era la opinión de Alfonsín, que también había ordenado la investigación de las organizaciones subversivas y así se condenó a prisión perpetua a Firmenich y a otros más.” Mario Firmenich fue indultado por Carlos Menem, que lo mismo hizo con los condenados en el Juicio a las Juntas.

Los excamaristas conocen las diferencias de sus miradas sobre cómo evolucionaron los procesos sobre los crímenes de los ’70. “Tampoco discrepamos tanto”, dice Gil Lavedra.

Valerga Aráoz y Arslanian, en la sala de acuerdosSantiago Filipuzzi –

En cuanto a la actualidad coinciden, con sus matices, en cuestionar las designaciones en la Corte por decreto y en criticar el funcionamiento de gran parte de la Justicia.

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Poco después del Juicio a las Juntas, los cuatro dejaron los tribunales y desde entonces ejercen como abogados. Por sus estudios pasaron como clientes –y siguen pasando- personajes de la vida pública y grandes empresarios. Arslanian, peronista, y Gil Lavedra, radical, fueron además ministros de distintos gobiernos. Gil Lavedra fue también diputado y hoy preside el Colegio Público de la Abogacía de la Capital. Los cuatro siguen conociendo de primera mano el funcionamiento de los tribunales.

Se ha ido produciendo una relación promiscua entre el Poder Judicial y el poder político –dice Arslanian-. Desde hace mucho tiempo se ha invadido a la Justicia y se la va debilitando. Se van generando puentes de unión complejas”.

Gil Lavedra asiente: “No solo los poderes políticos, sino también los económicos. Y hay una muy fuerte desconfianza pública sobre la imparcialidad de los jueces. Es muy importante recuperar esa confianza. Celebro en este sentido que en materia penal se esté avanzando con el sistema acusatorio”.

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“La Justicia no respeta principios fundamentales. Tiene códigos para cada causa. La Justicia actual no es Justicia”, sentencia Ledesma. En este grupo cada uno tiene un rol y “El Negro” es siempre el más terminante. Los demás lo escuchan y sonríen. Después de 40 años no podrían conocerse mejor.


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POLITICA

anécdotas e historias de un Papa político al que le gustaba «peronchear»

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Cuando Cristina Kirchner visitó por primera vez al Papa Francisco en el Vaticano, un acontecimiento político de impacto nacional, le llevó como regalo unos zapatos usados. Eran del propio Bergoglio.

Una familia amiga del dirigente Julio Alak, que también tenía una amistad con Bergoglio, le avisó al Gobierno que el nuevo Pontífice había olvidado ese calzado en su casa. Ella se los llevó a Roma como si fueran una novedad. Un obsequio extraño que Francisco agradeció con diplomacia clerical en la intimidad. Ese encuentro duró dos horas y media. Cristina lloró, el Papa le habló de la necesidad de «unir a la Patria Grande», del conflicto por las Islas Malvinas y de su marido fallecido, Néstor Kirchner. Fue una reconciliación. Los K habían designado a Bergoglio, en sus épocas de cardenal de Buenos Aires, como el «jefe de la oposición». El prelado enloquecía a la Casa Rosada dejando trascender que recibía en la catedral a la dirigencia de todos los partidos. Además, en un Tedeum del 25 de mayo del 2004, le había dedicado al matrimonio K una homilía crítica de la corrupción.

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Más: Bergoglio les «ganó» una elección que fue crucial para el proyecto de los Kirchner. Fue él quien convenció al obispo emérito de Puerto Iguazú, Joaquín Piña, para que liderara una coalición de dirigentes opositores al gobernador de Misiones, Carlos Rovira, aliado de la Casa Rosada, que buscó reformar la Constitución para obtener la reelección indefinida. El mandatario peronista perdió con la lista de unidad ideada por Bergoglio y se terminaron así los diversos planes de «re re» de otros gobernadores del PJ. Las relaciones con los Kirchner se habían roto, también, cuando el entonces vicario castrense, monseñor Baseotto, amenazó al ministro de Salud, Ginés González García, con «tirarlo al mar» por sus programas de prevención de enfermedades sexuales. La Casa Rosada emitió un decreto para removerlo del cargo. Bergoglio resistió.

Cuando fue elegido Papa, Cristina enfureció. Pero con el paso del tiempo prefirió capitular sin explicitarlo. Se rindió ante alguien mucho más poderoso que ella. Francisco aceptó la tregua. El detalle de los zapatos gastados es una historia mínima que describe el gran acontecimiento político que supuso para el entonces oficialismo que su «enemigo» llegara a la cúspide se la Santa Sede. El Papa, ya en su cargo máximo, victorioso, perdonó a los K y tejió alianzas con ellos para ampliar su poder en el país. Era un animal político, según lo describieron amigos siendo respetuosos de su liderazgo de Fe. Se definía como un «hombre de gobierno».

Con el ex presidente Mauricio Macri la relación también fue tormentosa. Siendo Arzobispo de Buenos Aires nunca le perdonó del todo que la Jefatura Porteña no impidiera, con una acción jurídica, que se realizara, justo en su ciudad, la primera unión civil entre dos hombres. Macri nunca se entendió del todo con Bergoglio, ni viceversa, más allá de la cordialidad de su vínculo institucional y de la amistad que monseñor tenía con varios dirigentes del PRO.

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Macri sintió el frío y la información fina que manejaba Francisco varias veces. En medio de una reunión entre ambos, el Papa fue directo: «Hay dos ministros de su Gabinete que no me gustan». Macri había viajado en compañía de su principal asesor, Marcos Peña. La charla había tratado una agenda vinculada a otros temas. Pero al ex presidente aquella crítica le quedó astillada en su cabeza. Tanto es así, que en una escala en el viaje de vuelta a Buenos Aires no aguantó la intriga y llamó desde un aeropuerto al Sumo Pontífice: «Francisco, acá estoy, con Marcos, volviendo al país. La verdad, nos quedamos pensando en aquello que dijo de los ministros que no le gustaban…». Francisco respondió con una frase lapidaria: «¡Ah! Noto que ya ha descubierto a uno de los dos», soltó, en obvia referencia a Peña. El ex presidente se sorprendió.

El otro funcionario de Macri que Bergoglio no toleraba era el consultor y catedrático de la comunicación, Jaime Durán Barba, que en los hechos no tenía cargo, pero que era clave para la gestión.

El mandatario argentino padeció más intrigas en la Santa Sede. Bergoglio, desde sus épocas de obispo, mantuvo relaciones de mucha confianza con notorios dirigentes del PRO como el ex senador Esteban Bullrich, o con la ex vice Gabriela Michetti. Pero el vínculo con el propio Macri era innegablemente menos cálido.

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El 27 de febrero del 2016, Macri fue retratado por un fotógrafo oficial del Vaticano junto al Papa. Parecían dos personas en espejo contrarios de gestos. El Presidente sonreía. Bergoglio no ocultaba su fastidio.

Macri nunca le encontró una explicación a lo que había pasado. Clarín, en base a fuentes inobjetables, supo que el ex presidente respondía “no sé”, cuando le preguntaban qué había pasado aquel día, y agregaba: «La reunión que tuvimos había sido muy buena. Y después él salió y tenía ese gesto complicado».

Francisco, a la vez, dijo frente a testigos que hablaron con Clarín: «Mauricio es un hombre de pocas palabras. En la reunión yo le hablé de varios temas y él respondía cortito y se callaba. Y así fue hasta que le dije: ´¿Tenés algo más?´. Me dijo que no y listo, terminamos. Todo habrá durado veinte minutos».

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Él solía ser ambiguo cuando le preguntaban si era peronista. En una entrevista con Jorge Fontevecchia, en Perfil, Bergoglio contó que provenía de una familia «Gorila», pero que después se «me licuó ese antiperonismo». Como sacerdote, fue confesor de una hermana de Eva Perón. Y siempre remarcaba que a la Iglesia lo atrajo del líder del PJ su doctrina social de la Iglesia.

Para él, el peronismo era un «movimiento popular» y sumaba que lo más interesante fueron sus políticas de Justicia Social. En San Pedro, antes de salir a saludar a sus fieles, le susurraba pícaro a alguno de sus ayudantes. “Voy a salir a ‘peronchear’”, aludiendo sin dudas a Perón en tono de broma.

Bergoglio se autodescribía como «hombre de Gobierno». Desde que fue arzobispo de Buenos Aires, y después en el Vaticano, mantuvo muy buena relación con la dirigencia de la CGT. Solía convocar a secretarios generales de los gremios a reuniones en la Santa Sede.

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Hiperinformado, en un almuerzo con jefes del gremialismo argentino sorprendió al ex secretario general de los peones de taxis, Omar Viviani. En medio de un almuerzo con ese grupo sindical. de golpe hizo silenció, miró a Viviani y preguntó: «Omar, ¿gastaste mucho dinero, no?».

Su interlocutor no entendió la pregunta. Lo hizo cuando Bergoglio, con sarcasmo, detalló: «Claro, gastaste plata en la campaña para que Sandri (Leonardo, ex hombre fuerte del Vaticano) sea elegido Papa. Pero gané yo». Hubo risas. No muchas. El Papa tuvo un gran amigo que aun hoy es un dirigente de mucho poder en el PJ. Se trata de Juan Manuel Olmos, Auditor General de la Nación, y operador del partido en diversos ámbitos, muy influyente en la Justicia.

Había casado a los padres de Olmos, lo había bautizado siendo bebé a él, con el paso de los años también lo casó con su pareja y bautizó más adelante a sus hijos.

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Olmos era un interlocutor privilegiado del Papa. Y era de los pocos que se animaba a hacerle bromas: durante la primera visita de Cristina Kirchner a Roma, Olmos y el ex secretario de Culto de las tres gestiones K, Guillermo Oliveri, también de su total confianza, fueron invitados a otro encuentro, en el que estaban presentes alrededor de unos cincuenta obispos. Oliveri le entregó en ese momento una remera de San Lorenzo que le había enviado Marcelo Tinelli.

El salón donde todo había ocurrido estaba lleno cuando Olmos «chicaneó» a su viejo amigo: «¿Cantamos la marchita, Francisco?». Y el Papa sonrió: «Nooo, acá no».

Para Francisco, los gremios cumplían un rol esencial en la sociedad. Pero a la vez creía que los «descartados», como llamaba él a quienes habían perdido el trabajo, debían ser contenidos y organizados por los movimientos sociales. Fue por eso que le dio tanto apoyo a Juan Grabois o a los jefes del Movimiento Evita, como Emilio Pérsico y Fernando Navarro.

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Ya en la Santa Sede, el Papa recibía también a miembros del Poder Judicial. Era amigo de Eugenio Zaffaroni y le dio espacio a un grupo de funcionarios judiciales de la agrupación K Justicia Legítima para que expongan en disertaciones en Roma. Al mismo tiempo, tenia vínculos con jueces más «ortodoxos».

El Papa, eso sí, nunca les perdonó a los Kirchner que intentaran vincularlo con la dictadura militar: «Me quisieron cortar la cabeza», les contó en 2023 a obispos de Hungría.

Era amigo del fallecido Claudio Bonadio. El magistrado solía visitarlo en el Vaticano. Pero nunca lo contaba para que trascendiera en los medios.

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Con Javier Milei la historia es más conocida y corta. El Presidente había destratado al Papa durante la campaña. Pero esta semana él mismo admitió que le había pedido perdón, a lo que Francisco le respondió: «Son errores de juventud». Hábil declarante.

El Papa decía que no le prestaba atención a la prensa argentina. No fue así. Leía todos los diarios nacionales. Era un rito que iniciaba a las 4:30 de la madrugada. Y terminaba cuando leía todos los diarios.

Papa Francisco

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Atentado a CFK: citaron a declarar a cuatro policías que investigaron las irregularidades luego del ataque

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La jueza federal María Eugenia Capuchetti citó a declarar a cuatro policías que investigaron las irregularidades detectadas en las horas posteriores al atentado contra la ex vicepresidenta Cristina Kirchner. La principal apunta a la situación de Brenda Uliarte, ex novia de Fernando Sabag Montiel, quien se escapó de la Policía a pesar de que tenía una consiga policial. Todos deberán declarar como testigos a partir de este jueves.

Los cuatro policías citados estuvieron a cargo del sumario administrativo interno, identificado con el número 165-18-008-526/2022. Hace tres semanas, cuando decidió reasumir la investigación por el atentado, la jueza ya había destacado la importancia de ese legajo. Dijo que “proporciona elementos clave que podrían abrir nuevos cauces investigativos que merecen ser atendidos y que hasta ahora no fueron abordados”.

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La principal irregularidad apunta a la actuación de la Policía Federal, que dejó escapar a Brenda Uliarte dos días después del atentado. Un video, que se agregó al expediente y fue revelado por Clarín, muestra que la joven salió de un edificio ubicado en Montes de Oca al 1200, donde se juntaba la banda de los “copitos”, y no fue detenida, pese a que ya había una orden de detención vigente.

En la puerta del edificio había dos efectivos de inteligencia de la PFA. ¿Por qué no la detuvieron en el momento o la siguieron para que alguien la detenga?

La secuencia quedó registrada por las cámaras de seguridad de la Ciudad el 4 de septiembre de 2022, cerca de las 21 horas. “En el lapso temporal entre que Uliarte salió del domicilio hasta que fue detenida por el secretario y la custodia del juzgado, la PFA no se comunicó con el tribunal”, dijo una fuente con acceso al expediente.

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Efectivamente, Uliarte fue detenida esa noche en la estación de tren de Palermo a partir de los datos que aportó la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado (DaJuDeCO), que logró geolocalizar el celular de la joven por orden de la Justicia. Para la Justicia, esa fue otra irregularidad grave. “La PFA no fue a la DAJUDECO, donde se estaba haciendo una escucha directa del teléfono”, explicó uno de los investigadores.

La jueza Capuchetti reasumió hace tres semanas la causa por el atentado a Cristina Kirchner, donde se investiga, entre otras cosas, si hubo autores intelectuales. El expediente estaba en manos del fiscal Carlos Rívolo desde noviembre de 2022. La decisión ahora debe ser ratificada por la Cámara Federal.

Entre sus primeras medidas, la magistrada pidió una copia del sumario policial y dio muestras que en esta nueva etapa de la investigación iba a apuntar a la Policía Federal.

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Para este jueves fue citada la comisario mayor Sandra Judith Carral Leiva. También declararán Mirna Edith Speranza, Roberto Méndez, y Mónica Fabiana Carracedo.

La actuación de la Federal respecto a Uliarte se suma a la polémica en torno al teléfono de Sabag Montiel. La primera fuerza que accedió a ese aparato fue la PFA, que intentó abrirlo en la sede del juzgado la madrugada posterior al atentado. El comisario Alejandro Ñamandú convenció a la jueza que la PFA tenía “personal calificado”. Pero terminaron convocando un perito, Alejandro Heredia, que no tenía experiencia.

El teléfono de Sabag Montiel

El segundo destino fue la PSA. La encargada del traslado fue Priscilla Santillán, la oficial de la PFA que sigue trabajando como custodio de la jueza Capuchetti. Esa mujer declaró en el juicio oral que el sobre con el teléfono estaba cerrado. En cambio, los peritos que lo recibieron en la PSA (Camila Dafne Seren y Pablo Kaplan) aseguran lo contrario. Es más, afirmaron que llegó encendido.

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El último intento de abrir el teléfono ocurrió hace menos de un mes, a pedido de la fiscal del juicio, Gabriela Baigún. Intervinieron los especialistas de la defensa de Sabag Montiel, de la querella de la ex presidenta, los de la Dirección General de Investigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación Penal (DATIP) de la Procuración General de la Nación y de la Gendarmería Nacional.

Capuchetti no descarta impulsar un nuevo intento para acceder al contenido de ese celular. “No será con la Gendarmería”, aclaró una fuente judicial. También hay nuevas medidas de prueba previstas. Todo está supeditado a la decisión de la Cámara Federal, que debe ratificar si la jueza puede reasumir la causa.

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