POLITICA
Diputados de UxP denunciaron el operativo de seguridad en el Congreso y Bullrich los cruzó
El bloque de diputados de Unión por la Patria denunció penalmente a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por el operativo policial llevado a cabo el día de la votación de la Ley Bases en el Senado, que terminó con decenas de detenidos.
“Esto demuestra el desprecio del presidente de la Nación, Javier Milei, para con el Congreso y la división de poderes”, aseguró en conferencia de prensa el presidente de bloque, Germán Martínez. “Es un claro ejemplo de que Milei y Bullrich han desatado un claro plan represivo en la Argentina”, remarcó.
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“Estamos observando presiones para que los periodistas no puedan decir lo que quieren. Quieren establecer un régimen de excepción en contra de las garantías constitucionales en la Argentina”, finalizó Martínez.
La presentación judicial se hizo en horas del mediodía y fue asignada por sorteo al juzgado de Ariel Lijo, el juez que propuso Milei para integrar la Corte Suprema.
Por su parte, Bullrich respondió a las acusaciones en su contra desde su cuenta de X: “Los violentos que quisieron imponerse a la ley ahora tienen la hipocresía de hacer una denuncia”, afirmó. Y agregó: “Se meten a darle órdenes a la Prefectura, fomentan y avalan la violencia, usaron el poder diciendo ‘Soy diputado, papá’, y después los hipócritas te denuncian”.
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“Tenemos que defender el derecho a la libertad de expresión y de protesta”, señaló el diputado Leopoldo Moreau. “Cuando no interviene la ministra de Seguridad, no se produce ninguna circunstancia que tengamos que lamentar”, agregó el legislador. Luego recordó los hechos durante la manifestación donde la policía les arrojó gas pimienta mientras acompañaban la movilización.
“Avanzó hacia nosotros un pelotón de la policía, por lo que intentamos iniciar un diálogo pacífico para neutralizar un eventual conflicto. Pero a los pocos segundos empezó la represión ordenada por Bullrich”, aseguró Moreau. “Es un acto más de agresión al Congreso, pero tenía el objetivo de infundir miedo, evitar que se acerquen a manifestarse”, indicó.
Los diputados peronistas sostuvieron que “se trató de un ataque planificado”. “Vamos a utilizar todos los recursos necesario para evitar que la ministra Bullrich ataque a la gente de esta manera. Y por supuesto que vamos a seguir acompañando a la gente en la calle”, añadieron.
A su turno, Carlos Castagneto, contó: “Me golpearon del lado derecho y quedé ciego momentáneamente por el gas, incluso perdí el conocimiento porque sentí que me iba a explotar la cabeza”. Y agregó: “No podemos entender esta manera de hacer política. no somos ni terroristas ni quisimos hacer un golpe de Estado”.
Unión por la Patria, Diputados, Patricia Bullrich
POLITICA
Viejas riñas porteñas
Hay que ubicar las cosas en su contexto. Lo que a los ojos del siglo XXI puede parecernos un show bárbaro y bestial, en otras épocas fue un entretenimiento frecuente e incluso una verdadera pasión de multitudes. Me refiero a un divertimento que imperaba en Buenos Aires en tiempos de la colonia y hasta mucho después de la independencia: la riña de gallos.
Hoy es absolutamente ilegal tirar dos aves al centro de un círculo, apostar dinero por una de ellas y verlas lastimarse hasta que alguna de las dos dé con el pico en el suelo. Pero no lo era cuando Buenos Aires era una aldea en crecimiento. Los reñideros estaban presentes en casi todos los barrios porteños y allí asistían, gustosos, miembros de todas las clases sociales.
Es que, por más que nos duela reconocerlo por la pena que nos dan estos pobres animales, las riñas eran una verdadera expresión popular. Un visitante inglés que habitó la urbe para 1820 escribió en una de sus crónicas: “Junto a las puertas de las casas de la gente pobre hay siempre un gallo atado a la pata, lo que demuestra que las riñas deben ser diversión muy difundida”.
Pero claro que esta es una competencia que no se inventó en Buenos Aires. Viene de bien lejos en tiempo y espacio: hay registros desde la antigua Grecia, en el 500 A.C. De ahí las riñas pasaron a la antigua Roma, llegaron al territorio español y fueron los españoles, cuando trajeron las aves de corral al territorio americano, los que instalaron aquí su emplumado pasatiempo.
En 1767 se inauguró el primer reñidero porteño, de José de Alvarado, en el entonces llamado Hueco de Monserrat, por la zona donde hoy se levanta el edificio de Desarrollo Social. Más adelante en el siglo XIX hubo muchos más. Entre los más destacados, se puede mencionar uno ubicado en la actual esquina de Chile y México, otro en Venezuela al 700 y hasta se abrió uno, muy concurrido, en la mismísima calle Florida. Algunos eran más bien precarios, pero otros tenían gradas y hasta palcos para que el público siguiera con comodidad las alternativas de la lucha, plena de espolones yendo y viniendo y picotazos a repetición.
Además de las cantidades de dinero que corrían en las apuestas, la actividad se ampliaba mediante la creación de criaderos y hasta escuelas de pelea para gallos. Tal como pasa hoy con diversos juegos populares, esto era, para algunos, un pingüe negocio.
El historiador Oscar Troncoso recuerda el nombre de algunos gallos que fueron legendarios por su valentía: rememora a ‘el Belgrano’, animal al que apodaron ‘el asesino de Balvanera’, pues así era de feroz; otros ejemplares destacados fueron el ‘Tigre Overo’ y el ‘Gaucho Cenizo’, que se convirtió en mito aquella jornada en la que el pobre continuó peleando después de perder ambos ojos. Pero también estaban las aves que rehuían al combate, como ‘Naranjo Barbucha’, que en su primera contienda se escapó del circo para correr a esconderse atrás de un árbol en otro de los reñideros célebres, el de Gandulfo, ubicado en Montes de Oca y Suárez, en Barracas.
Tan popular era la cosa que, en mayo de 1861, el Jefe de Policía Rafael Trelles emitió el Reglamento Oficial para la Riña de Gallos. Haciendo una lectura de esta legislación, es difícil creer que se cumpliera a rajatabla. Por ejemplo, había una norma que decía que el público “no podrá proferir palabras obscenas dentro del circo”. Con el fervor de la lucha y habiendo dinero en juego, imposible que no se escaparan decenas de improperios.
Por fortuna para los gallos, para el año 1891 se prohibían sus riñas en la ciudad de Buenos Aires. Empezaba a tener influencia la Sociedad Protectora de Animales, que promovió esta medida. Pero, clandestinamente, la movida no se detenía. De hecho, el drama teatral El Reñidero, de Sergio De Cecco, transcurre precisamente en uno de estos escenarios, en Palermo, en 1905. Lo que sí, como muestra la obra, ya era un espectáculo más marginal, para guapos, malevos y matones de algún turbio caudillo político. Pero ese ya es otro cantar.
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