POLITICA
El día que los militares bombardearon Plaza de Mayo y quisieron matar a Perón: crónica de locura y destrucción

Más de trescientos muertos. Miles de heridos y mutilados. Vidas segadas de personas que iban a ver un desfile aéreo, que salían a almorzar, que tenían que realizar un trámite bancario, de chicos que salían o iban al colegio. O, simplemente, de dos enamorados que se encontraban al mediodía para verse unos minutos.
Al atardecer de ese 16 de junio de 1955, 70 años atrás, el paisaje en el centro de la Ciudad era devastador. De destrucción total. Escombros, veredas deshechas, autos volcados, algún tanque estacionado, negocios a los que les habían volado toda la fachada, algún micro partido al medio, columnas de humo, todavía persistían algunos incendios.
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Bajo la Recova, al costado de la Casa Rosada, una larga fila de cuerpos inertes, de cadáveres. Algunos, con el correr de las horas, se habían tomado el trabajo de acomodarlos y de taparles la cara con diarios. Llegaba a la Plaza de Mayo gente apurada, con el terror en la cara, y levantaban, con respeto y mucha cautela, esos diarios con la ilusión de no encontrar la cara de su ser querido en alguno de esos cuerpos sin vida.
Otros deambulaban sin destino, como zombies, aturdidos por las explosiones, por lo que habían visto, sin entender por qué ellos eran los sobrevivientes. Las ambulancias y los doctores seguían trabajando.
La sangre manchaba los adoquines y las veredas. La huella ensangrentada de una mano quedó marcada en la pared exterior de la Catedral. Había zapatos tirados, sombreros abollados, carteras de mujer, algún portafolio abierto del que salieron volando todos los papeles, guantes, abrigos hechos jirones. Brazos y piernas sin dueño. Muertos. Centenares de muertos.
En la gente que caminaba por ese paisaje bélico, de pesadilla, había dolor, rabia pero sobre todo perplejidad ¿Cómo había podido haber sucedido eso?
Lo que había sucedido era inédito en la historia. Era la primera vez que los aviones militares de un país atacaban a sus compatriotas en un estado no beligerante. Fueron tres oleadas de ataques aéreos, de bombardeos, que se ensañaron con la población.
“Argentinos, argentinos, escuchad este anuncio del cielo volcado por fin sobre la tierra argentina. El tirano ha muerto. Nuestra patria, desde hoy, es libre. Dios sea loado”. Los militares rebeldes leyeron esa proclama en Radio Mitre después de tomar la emisora. Creyeron que sus planes se habían concretado. Provocar un golpe de estado pero sin tener que preocuparse por el destino del presidente depuesto. El objetivo de la misión era muy claro: matar a Perón.
Para eso decidieron bombardear la casa de gobierno y el ministerio de guerra, sede del ejército, fuerza leal al presidente. El bombardeo debía realizarse a media mañana, aprovechando que los jueves a las 10.30, Perón se reunía con su gabinete en pleno.
Que esa fuera la zona más concurrida de la ciudad no pareció importar.
La conspiración para derrocar a Perón había comenzado mucho antes. Algunos intentos previos habían fracasado, otros se habían abortado. En esta participaban altos mandos de las tres fuerzas. Contaban con el apoyo de políticos y ciudadanos (que se hacían llamar Comandos Civiles). Un plan urdido en secreto y con paciencia pero que los hechos de la última semana habían apresurado.
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El domingo anterior, el 11 de junio de 1955, más de 200 mil personas marchaban por las calles del centro de Buenos Aires. Era el día de Corpus Christi. Pero no era una peregrinación religiosa. La manifestación tenía otro sesgo. La disputa entre el gobierno de Perón y la iglesia se encontraba en el punto más álgido (dos días después Perón echó a dos obispos: Tato y Novoa). Fue una masiva muestra de disconformidad por parte de la sociedad.
Finalizada la procesión, se quemó una bandera argentina. O al menos así salió publicado en los diarios del día siguiente. Se armó un gran revuelo. El gobierno y la oposición cruzaron acusaciones. El oficialismo convocó a un acto de desagravio en la Plaza de Mayo para el jueves siguiente. Un desfile aéreo. Los aviones iban a tener ocasión de llegar a la ciudad sin levantar demasiadas sospechas.
Uno de los cabecillas del levantamiento era el contraalmirante Toranzo Calderón, quien fue avisado de que los servicios de inteligencia tenían información sobre sus planes. Eso apuró los hechos. Adelantaron la fecha.
El ministro de Marina, Aníbal Olivieri, se internó en el Hospital Naval. Más que internarse, se hospedó. Anoticiado de la sublevación pretendió mantenerse prescindente. Con él, en la habitación, estaban sus dos ayudantes que años más tarde serían determinantes en otra tragedia nacional: Emilio Massera y Horacio Mayorga.
El plan coordinado por Olivieri y el vicealmirante Gargiulo contemplaba varios frentes y fases. Primero el bombardeo. Al mismo tiempo un escuadrón de la infantería de Marina debía atacar por tierra la Casa Rosada. Esa unidad estaba a cargo del capitán Argerich. Un grupo de civiles, los comandos civiles, entre cuyos líderes estaban Luis María de Pablo Pardo, Mario Amadeo y Zabala Ortiz, darían apoyo en los alrededores de Plaza de Mayo. Para identificarse usarían un brazalete blanco.
En simultáneo la flota de mar debía zarpar desde Puerto Belgrano. Pero, el punto clave era la movilización de las fuerzas del ejército. De eso se encargarían dos generales: Bengoa y Pedro Eugenio Aramburu. Una vez producido el primer bombardeo –tal vez con Perón muerto ya- y con la movilización de tropas, los líderes rebeldes descontaban que se le unirían la mayoría de las guarniciones del país.
La acción comenzó bien temprano cuando a las seis de la mañana, los rebeldes tomaron la base de Punta Indio. Desde allí partirían los primeros aviones. Pero apenas despegaron, debieron regresar a la base por causa de la niebla. La acción, en ese momento, se trasladó al Ministerio de Marina donde los rebeldes debatieron si debían continuar. Los aviones despegaron a media mañana.
Perón y su ministro de guerra, Franklin Lucero ya sabían del movimiento de sublevación. El presidente recibió bien temprano en la mañana, en su despacho de la Casa Rosada, al embajador norteamericano, Dr. Nuffer. Es muy probable que la embajada norteamericana haya brindado los datos que su servicio secreto tuviera.
A las 12.40 del jueves del 16 de junio de 1955, muchos ciudadanos se encontraban en la Plaza de Mayo. Miraban hacia el cielo. Inocentes. Sin noticias de la asonada en ciernes. Esperaban ver el desfile aéreo que se había programado como desagravio por la supuesta quema de la bandera. En el horizonte aparecieron los aviones. Beechcraft y North American. Pero no desfilaron. Bombardearon. Descargaron su carga mortífera contra la Casa de Gobierno y contra los ciudadanos que se encontraban en sus inmediaciones.
De pronto, el infierno.
Una lluvia de bombas y fuego se abatió sobre la población. Los ataques se sucedieron por varias horas. Parecían no terminar nunca.
Al mismo tiempo, en los alrededores de la Casa Rosada, el combate entre las tropas de Argerich y los Granaderos que protegían al presidente. Al llegar camiones con refuerzos, los sublevados mataron a los conscriptos que los manejaban, para que las tropas no llegaran a destino.
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El ministro Olivieri dejó el hospital y se dirigió al ministerio de Marina para apoyar a los rebeldes. Massera y Mayorga seguían con él.
Di Pietro, Secretario general de la CGT, convocó a los trabajadores a defender el gobierno. Los citó en la Plaza de Mayo. Lo hizo por radio. Por cadena nacional.
Una segunda oleada de bombardeos. Esta vez eran los Gloster Meteor. Los objetivos habían cambiado. Las bombas ya no cayeron sobre la Casa Rosada. La plaza de Mayo, las bocas de subte y las avenidas aledañas fueron los objetivos. Ya habían empezado a llegar trabajadores citados imprudentemente por Di Pietro a la Plaza.
Los trabajadores furiosos se dirigieron al Ministerio de Marina y lo atacaron a pedradas. Desde dentro, los rebeldes atrincherados allí, les respondieron a los tiros. Seguía incrementándose la lista de bajas.
La multitud vociferaba. En el Ministerio, los líderes rebeldes estaban sentados en el suelo: no quedaban ventanas con vidrios sanos. Olivieri le preguntó a uno de sus asistentes qué gritaba la gente. “La vida por Perón”, le contestaron. Tal vez Massera. Olivieri, el que había iniciado el día mostrándose prescindente, el hombre de confianza del presidente en la marina, contestó: “Vamos a darles el gusto”. Las ráfagas de ametralladora arreciaron. La gente corría despavorida. Muchos cayeron. Olivieri dio otra orden: “Bombardeen Casa de Gobierno, la CGT y Radio del Estado”.
A las 15.22, desde una ventana del Ministerio de Marina se mostró una bandera blanca. Los rebeldes reconocían su derrota. Se habían rendido. La multitud festejó enardecida. Los tanques leales dejaron de disparar contra el edificio. Pero, tan solo cinco minutos después, sucede lo impensado. Una nueva tanda de aviones azotó la Plaza. No les habían comunicado la rendición. Los que estaban en Marina, retiraron la bandera blanca y abrieron fuego contra la multitud. Una vez más. Olivieri, tiempo después, declaró: “Por supuesto que no ordené parar el fuego. Mi sentimiento fue darles con todo. Yo no iba a dejar que tomaran el Ministerio”.
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El teniente Guillermo Palacio se quedó sin bombas en su Gloster. No volvió a la base. Decidió lanzar su tanque suplementario de combustible (800 kg de kerosén). Esa carga tuvo un efecto similar al Napalm.
La segunda oleada, el segundo ataque aéreo, causó más víctimas que el anterior.
Lucero se comunicó con los líderes rebeldes y les exigió la rendición. El general leal Juan José Valle ingresó al Ministerio de Marina y los líderes se rindieron ante él.
Las radios emitieron el Comunicado número 3: “La situación está totalmente normalizada y la tranquilidad se extiende a todo el territorio. El P.E.N. ha decretado el estado de sitio”.
Los aviadores no volvieron a sus bases. Escaparon al Uruguay donde fueron recibidos por funcionarios uruguayos. Una de esas escuadras en su fuga a Montevideo se desvió del camino. La comandaba el capitán Carús. Eran las 17.40 hs. habían pasado casi dos horas desde la rendición. En la Plaza de Mayo festejaban los adeptos al gobierno peronista. Carus descargó su carga asesina sobre ellos. Y partió a refugiarse en Uruguay.
A Perón no le pasó nada. A media mañana por sugerencia del ministro de guerra, Franklin Lucero, se refugió en los subsuelos del ministerio de guerra. Las unidades del ejército que se debían movilizar para apoyar la sublevación nunca lo hicieron. El intento de golpe fue abortado en unas pocas horas.
El vice-almirante Gargiullo se suicidó esa misma madrugada en su lugar de detención.
Los líderes de la sublevación fueron juzgados y condenados a largas penas de prisión. Nadie fue fusilado. Olivieri eligió como defensor a Isaac Rojas.
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Dos meses después de este artero bombardeo sobre el centro de la ciudad, los responsables salieron de prisión y aquellos que se habían fugado a Montevideo, regresaron sin restricciones al país. Fueron recibidos como héroes. Había triunfado la Revolución Libertadora.
Los principales comandos civiles, Mario Amadeo, de Pablo Pardo y Zavala Ortiz fueron, en diferentes épocas, cancilleres de nuestro país. A Toranzo Calderón lo premiaron con la designación como embajador en España y a Olivieri ante la ONU. Massera y Mayorga fueron protagonistas de otro baño de sangre, mucho peor aún, 20 años después.
bombardeo, Plaza de Mayo, Peronismo
POLITICA
CFK condenada, la incomodidad de un gobierno con recursos limitados y la olla de presión del kirchnerismo
“No queremos joderla”, fue el mensaje que los operadores del Gobierno le hicieron llegar al entorno de Cristina Kirchner horas después de que la Corte Suprema rechazara la queja, ratificara la condena a seis años de prisión y la inhabilitara de por vida para ejercer cargos públicos. El aviso, breve pero clarificador, expuso en privado lo que más tarde ratificaría Guillermo Francos, que pidió que no se montara “un show” y se respetara “la intimidad” de la ex presidenta. “Nosotros pretendemos competir electoralmente contra el populismo”, completó ayer el jefe de ministros. El mensaje subterráneo y las declaraciones públicas tal vez expliquen por qué, para la magnitud de los acontecimientos, los festejos oficiales hayan sido tan módicos para un espacio, como La Libertad Avanza, que no conoce la moderación.
“No es un tema con el que estemos especialmente cómodos. Esto es un cisne negro, básicamente porque tenemos control cero de la situación”, abundaría más tarde un operador de Casa Rosada. Un empresario afín al Ejecutivo que participó de la campaña libertaria, y que cruzó unos mensajes de WhatsApp con el Presidente durante su gira europea, está convencido de que Javier Milei se embarcó hacia Italia, Israel y España durante tantos días -más de 10, el viaje más extenso desde que asumió el gobierno- para estar lo más lejos posible al momento en que la Justicia ratificara la condena de CFK. Milei ni siquiera pudo festejar, como hubiera deseado, el índice de inflación del jueves, del 1,5%, la cifra más baja en cinco años, una excelente noticia, en medio de un programa económico que empieza a mostrar algunas nítidas señales de alerta, que no pudo ser capitalizada. Según un relevamiento de la consultora Ad hoc, en los últimos siete días el término “inflación” no se posicionó entre los más destacados en la conversación digital en torno al presidente.
El Gobierno sabía que los tiempos en la Corte habían empezado a acelerarse. En el Instituto Patria habían fijado en un principio el martes 17, es decir el próximo, como fecha clave, pero la previa al martes 10 exhibió serios síntomas de que algo decisivo comenzaba a tramarse. Milei partió a Roma el viernes 5, en medio de una batería de especulaciones.
La decisión de Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti expuso a un gobierno que, hasta ahora, demostró tener una influencia prácticamente nula sobre la Justicia. Tal vez no por decisión propia. “No tengo ningún mérito. Al ser el primer presidente que no interfiere en la Justicia, los resultados están a la vista”, dijo Milei en estos días desde Israel. Buscó diferenciarse así de Mauricio Macri, que ya había perfeccionado un sistema bien aceitado durante sus ocho años de jefe de Gobierno en la capital cuando desembarcó en la Presidencia, en el 2015. Implementó entonces la denominada “mesa judicial” para analizar y ejecutar las decisiones en ese rubro, liderada por Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, un asesor muy cercano que volvió al país hace algunos meses, procedente de Uruguay, después de más de tres años prófugo de la Justicia argentina. En septiembre del 2018, cuando Lorenzetti perdió la votación interna y Rosenkrantz asumió la presidencia del máximo tribunal -una maniobra propiciada por el Ejecutivo-, Rodríguez Simón festejó a los saltos en el primer piso de Casa Rosada, de manera literal.
Cuando Milei asumió el gobierno, y Macri todavía era más optimista que ahora respecto a las negociaciones con el Presidente, el jefe del PRO presionó para designar a ex funcionarios de su riñón en puestos claves del área de Justicia -por ejemplo, en la representación del Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura-, pero todos los pedidos fueron rechazados. El encargado de trasladar la negativa fue Santiago Caputo, el asesor que, por ahora, más coqueteó con ese mundillo. Sebastián Amerio, mucho más que un viceministro de Justicia, le responde de manera directa. Según el informe de Ad hoc, la conversación digital sobre la condena a Cristina Kirchner llegó a las 2,7 millones de menciones, y superó incluso al caso $LIBRA, con 2,5 millones. El relevamiento arroja, además, un dato curioso que abona las teorías K respecto a la figura de Macri: el ex presidente volvió a reaparecer en la escena digital, emparentado con el fallo de la Corte, con niveles de mención similares a la derrota del PRO del 18 de mayo en la ciudad de Buenos Aires.
A diferencia de La Libertad Avanza, la cúpula del PRO sí festejó con mucho más énfasis la resolución cortesana, excusados por el aporte de material y la insistencia con la que el gobierno macrista siguió los expedientes judiciales. Entre los argumentos del recurso de queja, la defensa de la expresidenta aludió a la “imparcialidad” de los funcionarios que visitaron decenas de veces a Macri en Olivos y en Casa Rosada. La Corte rechazó los argumentos: en el fallo se refirió como “meras conjeturas” a los argumentos de la defensa.
Cerca de la dirigencia macrista más encumbrada se preguntaron ante este medio si, de todos modos, no sería este gobierno, y no el PRO, el que, al final, capitalizaría la detención de Cristina Kirchner. “Mauricio lo debe ver con cierta envidia: él no la pudo meter presa. Es algo que quería el electorado, y ahora saben que fue condenada con este gobierno”, respondió, en voz alta, un colaborador oficial.
Ya con agenda fija en Buenos Aires, Macri está otra vez preocupado por el futuro del PRO y por la letra chica de los acuerdos que los dirigentes logren forzar en la provincia de Buenos Aires. Entabló, en ese sentido, una ronda de consultas con colaboradores de su confianza y hasta con especialistas. A alguno de ellos le preguntó, hace poco, si había diferencia numérica con o sin él de candidato. ¿Analiza presentarse en octubre? En su entorno juran que es lo último que querría.
Ser o no ser. La muy prudente celebración libertaria evidencia no solo que el Gobierno apostaba a competir en septiembre con Cristina Kirchner en la tercera sección del Gran Buenos Aires, sino que esclarece -¿principio de revelación?- por qué la Casa Rosada intentó hasta último momento, en el Congreso, que eso suceda. Primero, con las negociaciones, finalmente fallidas, por la ampliación de la Corte. “Si la política pensara desde su posición individual, seguramente hubiese convenido poner dos jueces y hacer algún tipo de acuerdo. Pero si ese fuese el razonamiento, estuvo muy bien lo que hicimos, no funciona así”, dijo el miércoles en Infobae en vivo Juan Martín Mena, ministro de Justicia de Axel Kicillof pero uno de los principales consejeros legales de la ex presidenta. En el sistema político dan cuenta de que, en los últimos años, el kirchnerismo se encerró en su propia estrategia judicial. Y desoyó el auxilio legal ofrecido por dirigentes muy encumbrados del peronismo, y algunos operadores con conexiones muy aceitadas con los tribunales.
Una vez que naufragaron las negociaciones en el Senado, el Gobierno entabló entonces una serie de tratativas para aplazar el debate, también en la Cámara alta, por el proyecto de Ficha Limpia. A cambio, el kirchnerismo se comprometió a no convocar a las comisiones por el caso $LIBRA a Karina Milei. El resultado es conocido.
Cuando el Parlamento se quedó este año sin herramientas para correr de la discusión electoral a la ex presidenta, un sector del círculo rojo político, judicial y empresario presionó para forzar en la Justicia lo que no resolvió la política. El rechazo a la queja presentado por CFK empezó a acelerarse tras el anuncio de su candidatura, el lunes 2.
Para Milei, pero particularmente para Caputo, su principal estratega, la Corte le hizo perder al Gobierno una oportunidad más que atractiva de enfrentarse electoramente con la jefa del PJ en el distrito más populoso del conurbano: “Es una oportunidad perdida, era muy divertido, no teníamos nada para perder, al contrario”, se lamenta ahora un asesor libertario.
Sin la ex presidenta en la cancha, la competencia en la sección más peronista del Gran Buenos Aires perdió cierta fascinación. En el laboratorio de LLA se analiza ahora presentar una oferta más competitiva en la primera sección -se piensa desde Diego Santilli hasta Diego Valenzuela-, para sacar una buena ventaja y compensar la tercera.
Al Gobierno, sin embargo, le urge ahora el corto plazo: la resolución de la prisión, seguramente domiciliaria, de Cristina Kirchner, en un rubro, el judicial, en el que el Ejecutivo controla, con suerte, algunos resortes.
El mensaje para no “joderla” a la expresidenta enviado al kirchnerismo también fue trasladado por el Gobierno a los tribunales de Comodoro Py. La encargada de transmitirlo fue Patricia Bullrich -¿hubo otros emisarios más informales?-, que entabló conversaciones protocolares con el juez Jorge Gorini, del Tribunal Oral Federal 2, a cargo de la ejecución de la pena, que deberá definir el futuro carcelario de Cristina Kirchner.
La jefa del PJ eligió su departamento de San Cristóbal, en una esquina como San José y Humberto Primo que en estos días se vio convulsionada por un aluvión de fanáticos y dirigentes que cambiaron la fisonomía del barrio, de clase media porteña. CFK se decidió por ese piso, que cuenta solo con un par de balcones como única conexión con el aire libre, para no perder centralidad geográfica: si hubiera querido correrse de la escena, se habría inclinado por El Calafate. La cercanía con su hija Florencia, que tiene su domicilio en las inmediaciones de Parque Lezama, también fue clave.
El Gobierno, por el contrario, habría querido alejar a la ex presidenta lo más posible de la zona urbana.
En la Casa Rosada hay temor ante posibles desbordes callejeros. La intrusión en los estudios de TN y Canal 13 de la última semana alertaron a las autoridades. Por eso pidieron, por canales formales e informales, evitar cualquier puesta en escena con ribetes de espectáculo, como aquella imagen humillante del ex vicepresidente Amado Boudou, esposado, en pijama, en su departamento de Puerto Madero.
El Gobierno sabe que el kirchnerismo es una olla a presión y que, al menos en lo inmediato, y con Cristina Kirchner condenada y presa, el peronismo es capaz de esconder hasta sus internas más feroces.
La marcha del miércoles, en torno a la ejecución de la prisión de CFK, está prevista que sea multitudinaria. Por su casa desfilaron desde Pablo Moyano -fuera de escena desde hace tiempo- y la izquierda hasta el gobernador Ricardo Quintela, antes distanciado. El PJ congregó a todos los sectores del peronismo bonaerense, desde Juan Grabois y Sergio Massa hasta Emilio Pérsico y Guillermo Moreno.
Como Gorini, que canceló un viaje familiar, la ministra de Seguridad también se quedará en Buenos Aires esta semana. Planeaba salir de gira por Estados Unidos.
“Se abrió una puerta que puede ser muy difícil de cerrar”, opinó un alto dirigente de La Cámpora. En la organización fundada y liderada por Máximo Kirchner dicen que los ánimos están muy alterados, que el miércoles puede ser un día bisagra y que, puertas adentro, empezaron a primar algunas de las voces más radicalizadas. “Esto es día a día: sabemos cómo empezó, no cómo termina”, advirtieron.
Es un escenario que el Gobierno sabe que puede salirse de su cause, y que está lejos de controlarlo. En la administración libertaria también son conscientes de que Cristina Kirchner fuera del juego electoral era un reclamo recurrente de “los mercados” y de buena parte del círculo rojo empresario, pero que, por ahora, las reacciones no fueron las esperadas. Las elecciones de octubre pueden ser un buen termómetro. El antecedente de Macri tampoco ayuda demasiado: ganó cómodamente el 2017, pero perdió de manera estrepitosa en el 2019.
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POLITICA
“La proscripción de Cristina reactiva al peronismo sin exponerla a una derrota electoral”

“Es una causa que lleva diecisiete años, con todo el debido proceso cumplido”, señaló Julio Irurueta, subrayando que la Justicia determinó “actos de corrupción y enriquecimiento ilícito” por parte de Cristina Fernández de Kirchner, lo que “implica que deberá cumplir su condena”.
Desde su óptica política, explicó que la figura de Cristina estaba reducida a competir en la provincia como diputada provincial, “donde incluso podía perder”, sin embargo, la proscripción la beneficia: “Puede seguir dirigiendo el peronismo desde un balcón sin exponerse a un acto electoral, algo que le sirve políticamente”.
Además, Irurueta advirtió que la decisión judicial podría terminar perjudicando al gobierno: “El peronismo se puede unificar en torno al discurso de proscripción. En política, lo mejor es derrotar al adversario en las urnas, no en un escritorio”.
Consultado sobre las reacciones de los mercados, afirmó que el fallo generó alivio en los inversores: “No quieren populismo, quieren reglas claras. Y la economía productiva está respondiendo: ya hay miles de millones comprometidos en proyectos mineros, energéticos y de infraestructura, y la capacidad industrial se está recuperando”.
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Desalojaron a los militantes que acampaban frente a la casa de Cristina Kirchner en Constitución

La Policía de la Ciudad encabezó un “operativo de ordenamiento y limpieza” para desalojar a los militantes que se habían instalado frente a la casa de la expresidenta Cristina Kirchner, en el barrio de Constitución. Las agrupaciones permanecían en las inmediaciones del domicilio ubicado en Humberto 1° y San José desde el martes pasado, cuando se confirmó la condena a seis años de prisión contra la dirigente política.
Según pudo saber por fuentes policiales, el operativo comenzó cerca de las 2.30 de la madrugada y se extendió por solo media hora. En este marco, más de 160 efectivos y agentes de Espacio Público retiraron elementos que ocupaban las veredas y calles, como pasacalles, banderas y cartelería.
Entre los objetos que fueron secuestrados se encuentran también ocho gazebos, mesas para servir comida, sillas, banquetas, sombrillas y seis parrillas. Además, se realizaron tareas de limpieza en paredes de casas vecinas que habían sido vandalizadas.
Según indicaron desde la fuerza policial porteña, el operativo se desarrolló con normalidad y sin que se registren incidentes con los manifestantes que se encontraban en el lugar.
En los últimos días, el edificio de la calle San José 1111, en donde la expresidenta pidió cumplir la prisión domiciliaria, se convirtió en el epicentro de convocatoria de agrupaciones kirchneristas, que montaban guardia en las veredas aledañas desde la semana pasada.
Sobre la pared del edificio había carteles pegados, hechos a mano, con leyendas de apoyo como “Dios, Patria, Cristina”, o “Gracias por los ovarios. Te amamos”. A su vez, seis hombres de la custodia de la expresidenta están apostados en la puerta de ingreso, delante de dos vehículos negros que se utilizan para los traslados. En la vereda está también Diego Carbone, jefe de la custodia de Cristina Kirchner.
El sindicato La Bancaria, que conduce el diputado nacional kirchnerista Sergio Palazzo, había instalado uno de los gazebos que ahora fueron retirados en la esquina de Humberto Primo y San José. El sindicato preveía tener presencia las 24 horas con militantes en esa suerte de carpa.
El tránsito vehicular también se corta por momentos en las calles San José y Humberto Primo, cuando los manifestantes que se encuentran sobre las veredas pasan a la calzada. El día de mayor convocatoria fue el martes pasado, cuando la expresidenta llegó a su departamento tras pasar casi toda la jornada en la sede del Partido Justicialista (PJ).
Se espera que esto vuelva a repetirse este miércoles 18 de junio, cuando la dirigente peronista se presente para notificarse en Comodoro Py tras ser condenada en la causa Vialidad por la Corte Suprema de Justicia. La confirmación llegó a través de un descargo publicado este viernes, donde también expuso los motivos por los que solicitó la prisión domiciliaria en ese mismo domicilio porteño. Según argumentó, esta solicitud no se basa en un privilegio, sino en “estrictas razones de seguridad personal”.
Las organizaciones sociales ligadas al kirchnerismo ya confirmaron que este miércoles marcharán desde la casa de la exfuncionaria hasta los tribunales federales en señal de apoyo y contra el dictamen de la Justicia que la condenó a prisión y la inhabilitó de por vida a ejercer cargos públicos.
El dirigente social Juan Grabois criticó el operativo de desalojo realizado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires contra los militantes que acampaban en las inmediaciones del departamento de la exvicepresidenta y afirmó que demuestra “otro paso más fuera de los límites democráticos”.
“Que una fuerza de seguridad publique una pieza audiovisual de propaganda política -de mala calidad pero propaganda al fin- con escenas de violencia y música de combate sobre “la residencia de Cristina Kirchner” es otro paso más fuera de los límites democráticos… y otro punto que anotamos en la libreta de cuentas que vamos a ajustar en breve», escribió en sus redes sociales.
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